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Ecosistema y Conservación



Partes: 1, 2

    1. Principales
      ecosistemas
    2. Cambios naturales en los
      ecosistemas
    3. Influencia humana sobre los
      ecosistemas
    4. Control de
      la influencia humana sobre los ecosistemas
    5. Especies
      Animales. Ganado Vacuno (Bovinos)
    6. Cabra
      (Caprinos)
    7. Caballo
      (Equinos)
    8. Oveja
      (Ovinos)
    9. Cerdos
      (Porcinos)
    10. Camello
      (Camélidos)
    1. Ecosistema, sistema dinámico relativamente
      autónomo formado por una comunidad
      natural y su medio
      ambiente físico. El concepto, que
      empezó a desarrollarse en las décadas de 1920 y
      1930, tiene en cuenta las complejas interacciones entre los
      organismos —plantas,
      animales,
      bacterias,
      algas, protozoos
      y hongos, entre
      otros— que forman la comunidad y los flujos de
      energía y materiales
      que la atraviesan.

      Hay muchas formas de clasificar
      ecosistemas, y el propio término se ha
      utilizado en contextos distintos. Pueden describirse como
      ecosistemas zonas tan reducidas como los charcos de marea de
      las rocas y
      tan extensas como un bosque completo. Pero, en general, no es
      posible determinar con exactitud dónde termina un
      ecosistema
      y empieza otro. La idea de ecosistemas claramente separables
      es, por tanto, artificiosa.

    2. INTRODUCCIÓN

      No obstante, el concepto de
      ecosistema ha demostrado su utilidad en
      ecología. Se aplica, por ejemplo, para
      describir los principales tipos de hábitats del
      planeta. Ecosistemas terrestres: árticos y alpinos,
      propios de regiones frías y sin árboles; bosques, que pueden
      subdividirse en un amplio abanico de tipos, como selva
      lluviosa tropical o pluvisilva, bosque mediterráneo
      perennifolio, bosques templados, boreales y bosques templados
      caducifolios; praderas y sabanas; y desiertos y ecosistemas
      semiáridos.

      Ecosistemas de agua
      dulce: lagos, ríos y pantanos. También hay
      ecosistemas híbridos, terrestres y de agua dulce, como
      las llanuras de inundación estacionales. La gama de
      ecosistemas marinos es amplísima: arrecifes de
      coral, manglares, lechos de algas y otros ecosistemas
      acuáticos litorales y de aguas someras, ecosistemas de
      mar abierto o los misteriosos y poco conocidos sistemas
      de las llanuras y fosas abisales del fondo
      oceánico.

      El término ecosistema puede
      también utilizarse para describir áreas
      geográficas que contienen un espectro amplio de tipos
      de hábitats mutuamente vinculados por fenómenos
      ecológicos. Así, la región del
      Serengeti-Seronera, en África oriental, una de las
      regiones salvajes más espectaculares del mundo, suele
      considerarse como un único ecosistema formado por
      distintos hábitats: llanuras herbáceas, sabana
      arbórea, espesuras, manchas de bosque, afloramientos
      rocosos (localmente denominados koppies o kopjes),
      ríos, arroyos y charcas estacionales.

      Asimismo, las zonas más productivas de los
      océanos se han dividido en una serie de grandes
      ecosistemas marinos que contienen hábitats muy
      variados. Son ejemplos de grandes ecosistemas marinos de
      características muy distintas: el mar Negro, el
      sistema formado por la corriente de Benguela, frente a la
      costa suroccidental de África, o el golfo de México.

    3. PRINCIPALES
      ECOSISTEMAS

      El mundo natural está en
      perpetuo estado de
      transformación. El cambio
      opera a todas las escalas de tiempo,
      desde las más cortas a las más largas. Los
      cambios a corto plazo, observables por las personas, suelen
      ser cíclicos y predecibles: noche y día, ciclo
      mensual de las mareas, cambio anual de las estaciones,
      crecimiento, reproducción y muerte de
      los individuos. A esta escala,
      muchos ecosistemas no expuestos a la acción humana parecen estables e
      invariables, en un estado de ‘equilibrio
      natural’.

      Cada vez es más evidente
      que esto no es así. Pero los cambios a largo plazo,
      los que actúan durante décadas, siglos,
      milenios y hasta decenas de millones de años, son
      más difíciles de seguir. La propia
      ecología es una ciencia
      con menos de un siglo de antigüedad, un simple
      guiño en la historia de
      la mayor parte de los ecosistemas naturales. Además,
      es evidente que casi todos estos cambios a largo plazo no son
      ni regulares ni predecibles.

      En conjunto, el clima es, sin
      duda, el factor más influyente a corto y medio plazo.
      En tierra, la
      temperatura, la precipitación y la
      estacionalidad son los tres factores que más afectan a
      la distribución de ecosistemas. Los
      cambios de cualquiera de ellos pueden tener consecuencias
      duraderas. En tiempos geológicos recientes, el ejemplo
      más visible de esto es, sin duda, la serie de
      glaciaciones que han caracterizado a gran parte del
      pleistoceno. Estos prolongados periodos de enfriamiento
      global han afectado profundamente a los ecosistemas de todo
      el mundo, han provocado la invasión por los casquetes
      de hielo polares de regiones templadas y la
      contracción de los hábitats forestales
      húmedos en partes del trópico.

      A escalas temporales más
      cortas pueden también producirse alteraciones
      climáticas de influencia geográfica amplia. Uno
      de los ejemplos más espectaculares es la corriente de
      El Niño, una corriente de agua cálida que
      recorre periódicamente el Pacífico. Ejerce una
      influencia enorme sobre los ecosistemas marinos y provoca,
      por ejemplo, la muerte
      de arrecifes de coral en muchos lugares del Pacífico o
      la pérdida de productividad
      de las pesquerías del ecosistema de la corriente de
      Humboldt, frente a las costas de Perú y Chile. La
      corriente de El Niño sigue un ciclo irregular y
      varía en cuanto a intensidad e impacto; raramente
      pasan más de veinte años sin que se produzca,
      pero en ocasiones el fenómeno se ha repetido con un
      intervalo de sólo uno o dos años. Afecta
      también a los ecosistemas terrestres, pues altera las
      pautas de precipitación, sobre todo en América.

      Ciertos episodios locales también
      afectan con fuerza a
      los ecosistemas: incendios,
      inundaciones y corrimientos de tierras son fenómenos
      naturales que pueden tener repercusiones catastróficas
      a escala local. Este impacto no es necesariamente negativo:
      de hecho, muchos ecosistemas necesitan estas perturbaciones
      periódicas para mantenerse. Ciertos ecosistemas, una
      vez alcanzado el estado
      óptimo o clímax, son dependientes del fuego, ya
      que los incendios periódicos forman parte esencial del
      ciclo de crecimiento; estos ecosistemas son muy comunes en
      áreas semiáridas, como gran parte de
      Australia.

      A escalas de tiempo más
      prolongadas, los fenómenos geológicos y la
      evolución desempeñan una
      función crucial en el cambio de
      funcionamiento de los ecosistemas. La deriva continental
      altera, literalmente, la faz de la Tierra,
      destruye paisajes y crea otros nuevos, mientras que la
      evolución da lugar a nuevas formas de vida que, a su
      vez, pueden crear ecosistemas nuevos al tiempo que inducen la
      extinción de otras especies y la pérdida o
      transformación de los ecosistemas de los que formaban
      parte.

      Pero esto no significa que los
      ecosistemas naturales carezcan de continuidad. Muchos han
      demostrado una elasticidad y una persistencia enormes durante
      millones de años. Son ejemplos de ecosistemas que se
      han mantenido aparentemente estables durante mucho tiempo:
      las extensas llanuras del fondo oceánico, los
      ecosistemas de tipo mediterráneo del sur de
      África y el oeste de Australia y algunas áreas
      de selva tropical lluviosa o pluvisilva, como las del Sureste
      asiático continental o las montañas del este de
      África.

    4. CAMBIOS
      NATURALES EN LOS ECOSISTEMAS

      Todos los medios y ecosistemas naturales se
      enfrentan ahora a una dificultad sin precedentes: la
      humanidad. El ser humano ha comprimido en unos pocos siglos
      cambios que en su ausencia hubiesen exigido miles o millones
      de años. Las consecuencias de estos cambios
      están todavía por ver. A continuación se
      describen los impactos más importantes de la actividad
      de los seres humanos sobre los ecosistemas
      (véase Impacto ambiental).

      1. La influencia más directa
        del hombre
        sobre los ecosistemas es su destrucción o
        transformación. La tala a matarrasa (el corte de
        todos los árboles de una extensión de
        bosque) destruye, como es lógico, el ecosistema
        forestal. También la explotación selectiva
        de madera
        altera el ecosistema. Lo mismo ocurre con la
        desecación de humedales que se ha llevado a cabo
        de forma sistemática (para ganar tierras de
        cultivo o eliminar la fuente de enfermedades) y cuyo mayor exponente es la
        desecación del mar de Aral por el aprovechamiento
        de las aguas de sus tributarios. La fragmentación
        o división en pequeñas manchas de lo que
        era un ecosistema continuo puede alterar fenómenos
        ecológicos e impedir que las parcelas
        supervivientes continúen funcionando como antes de
        la fragmentación.

      2. Destrucción y fragmentación de
        hábitats

        Ahora se acepta de forma
        generalizada que las actividades de la humanidad
        están contribuyendo al calentamiento global del
        planeta, sobre todo por acumulación en la atmósfera de gases
        de efecto
        invernadero. Las repercusiones de este
        fenómeno probablemente se acentuarán en el
        futuro. Como ya se ha señalado, el cambio
        climático es una característica natural de
        la Tierra. Pero antes sus efectos se podían
        asimilar, porque los ecosistemas ‘emigraban’
        desplazándose en latitud o altitud a medida que
        cambiaba el clima. Como ahora el ser humano se ha
        apropiado de gran parte del suelo,
        en muchos casos los ecosistemas naturales o seminaturales
        no tienen ningún sitio al que emigrar.

      3. Cambio climático

        La contaminación del medio
        ambiente por herbicidas, plaguicidas,
        fertilizantes, vertidos industriales y residuos de la
        actividad humana es uno de los fenómenos
        más perniciosos para el medio ambiente. Los
        contaminantes son en muchos casos invisibles, y los
        efectos de la contaminación atmosférica y
        del agua pueden no ser inmediatamente evidentes, aunque
        resultan devastadores a largo plazo. Las consecuencias de
        la lluvia
        ácida para los ecosistemas de agua dulce y
        forestales de gran parte de Europa
        septentrional y central es un fenómeno que ilustra
        este apartado.

      4. Contaminación

        El hombre ha sido responsable
        deliberado o accidental de la alteración de las
        áreas de distribución de un enorme
        número de especies animales y vegetales. Esto no
        sólo incluye los animales domésticos y las
        plantas cultivadas, sino también parásitos
        como ratas, ratones y numerosos insectos y hongos. Las
        especies naturalizadas pueden ejercer una influencia
        devastadora sobre los ecosistemas naturales por medio de
        sus actividades de depredación y competencia, sobre todo en islas en las
        que hay especies naturales que han evolucionado aisladas.
        Así, la introducción de zorros, conejos,
        sapos, gatos monteses y hasta búfalos han
        devastado muchos ecosistemas de Australia. Plantas, como
        el arbusto sudamericano del género Lantana, han invadido
        el bosque natural en muchas islas tropicales y
        subtropicales y han provocado alteraciones graves en
        estos ecosistemas; el jacinto acuático africano,
        género Eichhornia, también ha
        perturbado de forma similar los ecosistemas de agua dulce
        de muchos lugares cálidos del mundo. En el litoral
        mediterráneo, la introducción accidental
        del alga marina Caulerpa taxifolia está
        provocando la desaparición de las ricas y
        productivas comunidades de fanerógamas marinas,
        las praderas de Posidonia.

      5. Especies introducidas
      6. Sobreexplotación

      La captura de un número
      excesivo de animales o plantas de un ecosistema puede inducir
      cambios ecológicos sustanciales. El ejemplo más
      importante en la actualidad es la sobrepesca en los mares de
      todo el mundo. El agotamiento de la mayor parte de las
      poblaciones de peces es,
      sin duda, causa de cambios importantes, aunque sus
      repercusiones a largo plazo son difíciles de evaluar
      (véase Pesca comercial).

    5. INFLUENCIA
      HUMANA SOBRE LOS ECOSISTEMAS

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