De todos los oficios prefiero el de la imprenta,
Porque es el que más ha ayudado a la dignidad del
hombre.
José Martí
Madre del corazón,
tu puro acento
No demande favor a los
tiranos
A mí me inspira el noble
sentimiento
De morir por mi patria y mis
hermanos.
No llores, no, los asesinos
gozan
Mirando mi suplicio y tu
agonía;
No les hagas comprender que ellos
destrozan
Tu seno maternal, no, madre
mía.
Que siempre la cubana
honrada
Cumple con un deber, nuca se
humilla,
No se presenta en lágrimas
bañadas
Ni ante infante verdugos se
arrodilla.
Perdona, sí, perdona, madre
mía,
Si en cambio a tus
desvelos y ternezas
Te muestro con sarcástica
alegría
En lo alto de un cadalso mi
cabeza.
No turbes, no, mis últimos
instantes,
No turbes la quietud de mi conciencia,
Háblame, sí, con gritos
incesantes
De patria, anexión, independencia.
No turbes, no, mis últimos
momentos,
Ellos dulces serán y
bendecidos
Por la mano de dios y los
acentos
Que gratos llegaran a mis
oídos.
Perdóname y bendíceme;
yo expiro
Con la fe de los mártires; ya
espera
El verdugo por mí; toma un
suspiro,
Paz, adiós y mis
lágrimas postreras.
Quien escribe el sentido y patriótico poema "A mi
madre", lo hace momentos antes de morir, en una cárcel
colonial en el año 1852. ¿Motivo de la condena? Su
amor por
cuba.
¿Su nombre? Eduardo Facciolo y Alba.
La historia de la prensa cubana
tiene en esta figura a un ser extraordinario que ofrenda la vida
por la independencia de su pueblo, al convertirse en uno de los
primeros representantes del gremio de linotipistas que
desafía la censura colonial.
En la ejecutoria y sacrificio sublime de este trabajador
de la imprenta, está el héroe y mártir que
se inmola en defensa de un pensamiento:
La liberta de su querida tierra.
Facciolo nace el 7 de febrero 1829, en el poblado
habanero de Regla. Junto a sus padres, Carlos, natural de la
ibérica ciudad de Cádiz, y María de los
Dolores, criolla, reside en la calle San Agustín, numero
21.
Estudiante de la escuela elemental
de varones de dicha localidad costera, tiene en Juan Coca y
Quintana al profesor que
lo educa. En su expediente académico consta que a los
nueve años ya forma parte del alumnado de octava clase, el
grado más adelantado de la época.
Siendo muy joven comienza a aprender el oficio de
tipógrafo en la imprenta literaria, de la capital
cubana, pues la difícil realidad económica que
afronta la isla golpea a la familia y
lo obliga a buscar empleo. En
pocos meses conoce todos los rudimentos de la labor.
Posteriormente se desempeña como cajista en varias
rotativas, hasta que 1844 ingresa al taller que edita el
periódico Faro Industrial de La Habana, del cual llega
a ser regente.
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