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  1. Resumen
  2. Introducci�n
  3. Desarrollo
  4. Conclusiones
  5. Referencias bibliogr�ficas

RESUMEN:

El presente trabajo es un acercamiento al concepto de g�nero, sus antecedentes
hist�ricos. Adem�s permite reflexionar a partir de criterios y
posiciones de dos personalidades de la cultura y la ciencia cubana con respecto
a la igualdad de g�nero, espec�ficamente a la tem�tica
del acceso de las f�minas a cargos de direcci�n en las altas esferas.
Sirva tambi�n de reconocimiento a esa gran mujer de la ciencia y la t�cnica
en Cuba: Rosa Elena Sime�n Negr�n, ejemplo de entereza
y dulzura, quien batall� contra las adversidades hasta el �ltimo
aliento. Su nombre quedar� por mucho tiempo en el mundo como huella a
seguir en la batalla para alcanzar la verdadera equidad de g�nero.

INTRODUCCI�N

"�Yo tuve una educaci�n sexista. Mis padres no
me dejaban jugar, ni siquiera estudiar con mis hermanos; aduciendo que las hembras
no eran iguales, y lo que hac�a un macho bien estaba, pero con las ni�as
era diferente�"

La confesi�n hecha al calor de un comentario entre amigas
motiv� el tema de este trabajo, pues si bien ya hoy en d�a resultan
cada vez menos los padres que promueven una crianza y educaci�n diferenciadas
para su descendencia de uno y otro sexos, todav�a subsisten criterios
y concepciones que lastran el sentido igualitario que debe regir a la hora de
educar a nuestros hijos e hijas.

Los objetivos de este trabajo se centran fundamentalmente en
realizar una revisi�n hist�rico- conceptual sobre g�nero
y reflexionar a partir de criterios y posiciones de personalidades cubanas con
respecto al tema de la igualdad de g�nero, haciendo �nfasis en
el acceso de las mujeres a cargos de direcci�n.

Durante siglos la cultura occidental se ha asentado entre otros
en el principio que las mujeres son diferentes de los hombres, inferiores y
"dependientes", sustentado adem�s en el criterio arraigado
de la mujer como sexo d�bil y el hombre ser fuerte y agresivo. Esta forma
de pensamiento lleg� a convertirse en un modo de conducta y cre�
determinados estereotipos.

Desde la antigua Grecia ya se les asignaba a los dioses las
cualidades masculinas de fuerza y vigor y a la mujer la belleza, la sensualidad,
adem�s de ser pasivas.

Sin embargo hoy estamos en condiciones de pensar que no son
los factores biol�gicos los que limitan la participaci�n de la
mujer, sino que son factores socioculturales los que est�n incidiendo
con gran fuerza.

En todo el siglo xx la participaci�n social de la mujer
ha ido creciendo, interviene en el mercado laboral, lo cual ha permitido ganarse
un espacio y sumarse a un movimiento reivindicativo en busca de mejor�as
y garant�as sociales; adem�s del derecho ganado de participar
en la pol�tica y ascender a cargos p�blicos, y en especial la
lucha por el derecho a decidir sobre su condici�n de gerente de la conservaci�n
de la especie humana.

El desarrollo industrial permiti� la entrada de la mujer
en la din�mica pol�tico-administrativa y cre� una visi�n
diferente que rompe viejos paradigmas sobre su participaci�n en la vida
social.

Algunos autores de los Estados Unidos comenzaron a utilizar
el t�rmino de g�nero en lugar de sexo para designar
las dimensiones psicol�gicas, culturales y sociales de la masculinidad
y la feminidad, y mientras que sexo se utilizaba para designar las distinciones
dicot�micas entre hombres y mujeres, basadas en las caracter�sticas
fisiol�gicas que est�n determinadas gen�ticamente. Por
consiguiente las diferencias entre sexo y g�nero estaban destinadas a
clarificar lo biol�gico frente a lo cultural.

Esto ocurri� hace m�s de 25 a�os, aunque
el t�rmino de g�nero ha sido definido de varias maneras:

  • Como una construcci�n social e hist�rica producto de la cultura,
    lo cual establece qu� es lo propio del hombre y de la mujer, que se
    aprende a trav�s del proceso de socializaci�n.
  • Como la manera en la cual los roles, actividades, valores y realizaciones
    que afectan a hombres y mujeres se construyen socialmente en todo el mundo.
    Tambi�n g�nero designa lo que en cada sociedad se distribuye
    a cada uno de los sexos, es una construcci�n social el hecho de ser
    mujer o de ser hombre y la interacci�n entre ambos, estableciendo las
    diferentes relaciones de poder y subordinaci�n que se presentan.

El g�nero se refiere a los s�mbolos de la cultura,
conceptos normativos, factores institucionales y representaciones sociales que
modelan la subjetividad de mujeres y hombres, los cuales se construyen en el
proceso de socializaci�n y educaci�n a trav�s de las relaciones
de poder. Por lo tanto este concepto puede ser:

    1. Relacional: porque no se refiere aisladamente a hombres o a mujeres, sino
      a la relaci�n que se construye socialmente entre unos y otros.
    2. Jer�rquico: ya que identifica diferencias entre hombres y mujeres
      que no son neutras, sino que se valorizan con mayor importancia las actividades
      asociadas a lo masculino y a producir relaciones desiguales de poder.
    3. Cambiante: porque al ser aprendidas pr�cticas y actitudes, los
      roles y las relaciones pueden ser modificados y susceptibles de cambio por
      medio de intervenciones.
    4. Institucional y Estructurado: porque se refiere no s�lo a las relaciones
      entre hombres y mujeres en el �mbito privado, sino a un sistema social
      que se apoya en normas y legislaciones.

Ann Hall (1990) estima que hoy al menos en las ciencias sociales,
el g�nero parece ser ampliamente abordado como un constructo social desde
el que se puede analizar tanto el comportamiento de los hombres como el de las
mujeres.

En los �ltimos 30 a�os se observa un inter�s
cient�fico considerable en el estudio de las diferencias y similitudes
entre los sexos y su relaci�n con el g�nero. Ello por varias razones,
en primer lugar, las distintas creencias sobre este tema por lo que respecta
a los rasgos, aptitudes y temperamento han influido grandemente, a lo largo
de la historia en los sistemas sociales, pol�ticos y econ�micos.
En segundo lugar, han surgido hace aproximadamente 20 a�os criterios
y mentalidades que contravienen los viejos postulados y distinciones entre ambos
sexos. Por ejemplo: en 1981 ya m�s de la mitad de las mujeres norteamericanas
trabajaban fuera del hogar. Hoy se ha popularizado la moda unisex en los peinados,
las ropas y los adornos accesorios (aretes, collares, pulseras, etc). Incluso
la condici�n anat�mica ha dejado de ser inmutable en virtud de
los logros de la cirug�a de cambio de sexo. Por �ltimo, el movimiento
feminista ha llevado la atenci�n de la opini�n p�blica
a parcelas donde la discriminaci�n y el machismo eran patentes y ha librado
batallas en pro de la igualdad sexual.

Como resultado de estas tendencias, las actitudes tradicionales
hacia las diferencias de sexo, los h�bitos de crianza de los ni�os,
la masculinidad y feminidad, y el concepto de lo que es o no socialmente �adecuado�
referido a la conducta asignada al rol sexual o de g�nero; han experimentado
considerables cambios. Buen n�mero de los j�venes adultos de nuestros
d�as se han educado en el seno de familias que han inculcado en sus hijos
una actitud progresista hacia los roles sexuales o que han pugnado por romper
los estereotipos mentales. En consecuencia, hoy coexiste todo un espectro de
tipos de socializaci�n desde los modelos conservadores hasta las manifestaciones
m�s avanzadas.

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