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Inflación y deflación (página 2)



Partes: 1, 2

CAUSAS:

La inflación de demanda es
aquel fenómeno que ocurre cuando la demanda excede a la
oferta,
forzando el aumento de los precios y de
los salarios,
así como el coste de los materiales,
los costes de funcionamiento y los financieros. La
inflación de costes se produce cuando los precios aumentan
para poder hacer
frente a los costes totales manteniendo los márgenes de
beneficios. Se puede generar una espiral inflacionista cuando las
instituciones
y los grupos de
presión reaccionan ante cada nueva subida de precios.
Se producirá una deflación cuando se consiga
revertir la espiral inflacionista.

Para poder explicar por qué cambian los
determinantes de la oferta y demanda
los economistas han llegado a establecer hasta tres tipos de
teorías: del lado de la demanda, la
teoría
cuantitativa del dinero y el
nivel agregado de los ingresos; y las
variables de
productividad
y costes del lado de la oferta. Los defensores del monetarismo
piensan que los cambios en el nivel de precios reflejan las
fluctuaciones de la cantidad de dinero disponible, cantidad que
se suele definir como la cantidad de dinero en efectivo en
circulación más los depósitos bancarios.
Defienden que, para mantener el nivel de precios estable, la
oferta de dinero tiene que aumentar a una tasa constante y
coherente con la capacidad productiva real de la economía. Los
detractores de esta teoría afirman que las variaciones en
la oferta de dinero son una respuesta y no la causa de las
variaciones en el nivel de precios.

La teoría basada en el nivel agregado de ingresos
está fundamentada en la obra del economista
británico John Maynard Keynes,
publicada en la década de 1930. Según la
teoría keynesiana, o keynesianismo, las variaciones de la
renta nacional determinan las tasas de consumo e
inversión; así pues, el gasto
público llevado a cabo por el gobierno,
así como sus políticas
impositivas, deben estar encaminadas a mantener en su totalidad
los niveles de empleo y el
máximo nivel de producción posible. Por lo tanto, la oferta
monetaria debe ajustarse para financiar el nivel deseado de
crecimiento
económico y para evitar las crisis
financieras y los altos tipos de interés
que frenan tanto el consumo como la inversión. El gasto
público y las políticas impositivas pueden
utilizarse, según esta teoría, para impedir tanto
la inflación como la deflación, al ajustar la
oferta a la demanda.

La tercera teoría se centra en las variables del
lado de la oferta relacionadas con la disminución de la
productividad. Estas variables incluyen la tasa de
inversión de capital a
largo plazo y el desarrollo
tecnológico; las variaciones en la calidad y edad de
los trabajadores; el cambio de
actividades productivas; la rápida proliferación de
regulaciones gubernamentales; la inversión en actividades
no productivas en lugar de en actividades productivas; la
creciente escasez de
determinadas materias primas; los desarrollos políticos y
sociales que reducen los incentivos para
trabajar; y varias distorsiones económicas relacionadas
con problemas
monetarios y de comercio
internacional, con aumentos elevados de los precios del
petróleo y con desastres
naturales que reducen las cosechas a escala mundial.
Estos temas relacionados con la oferta son importantes a la hora
de diseñar políticas monetarias y
fiscales.

EFECTOS:

Los efectos de la inflación y la deflación
son varios y cambian a lo largo del tiempo.
Normalmente, la deflación es debida a una caída en
la producción y a un aumento del desempleo. Los
menores precios debidos a la deflación pueden llegar a
aumentar el consumo, la inversión y el comercio
exterior, pero sólo si se corrigen las causas
fundamentales que provocaron el inicio de la
deflación.

Al principio, la inflación provoca un aumento de
los beneficios, puesto que los salarios y los demás costes
se modifican en función de
las variaciones de precios, y por lo tanto se alteran
después de que los precios hayan variado, lo que provoca
aumentos en la inversión de capital y en los pagos de
dividendos e intereses. Puede que el gasto de los individuos
también aumente debido a la sensación de que
más vale comprar ahora porque después será
más caro; la apreciación potencial de los precios
de los bienes
duraderos puede atraer a los inversores. La inflación
nacional puede, de forma temporal, mejorar la situación de
la balanza
comercial si se puede vender la misma cantidad de bienes a
mayores precios. Los gastos del
gobierno también aumentan porque suelen estar
explícita, o implícitamente, relacionados con las
tasas de inflación para mantener el valor real de
las transferencias y servicios que
proporciona el gobierno. Los funcionarios también pueden
prever la inflación y por lo tanto establecer mayores
necesidades presupuestarias previendo unos menores ingresos
impositivos reales debido a la inflación.

Sin embargo, a pesar de estas ganancias temporales, la
inflación distorsiona la actividad económica
normal; cuanto menos regular sea la tasa de inflación,
mayor serán estas distorsiones. Normalmente, los tipos de
interés reflejan la tasa de inflación esperada;
cuanto mayor sea ésta, más altos serán los
tipos de interés y más aumentarán los costes
de las empresas,
además de disminuir los gastos de consumo y el valor real
de los bonos y las
acciones. Los
mayores tipos de interés en las hipotecas y el aumento del
precio de los
alquileres disminuye la tasa de construcción de viviendas. La
inflación disminuye el poder adquisitivo de los ingresos y
de los activos
financieros, por lo que reduce el consumo, sobre todo si los
consumidores no pueden, o no quieren, acudir a sus ahorros o
aumentar el volumen de sus
deudas.

La inversión de las empresas también
disminuye a medida que la actividad económica se reduce, y
los beneficios son menores porque los trabajadores demandan un
aumento de sus salarios mediante cláusulas que obligan a
los empresarios a defender a los trabajadores de la
inflación crónica mediante subidas salariales
automáticas en función del aumento del coste de la
vida. Los precios de casi todas las materias primas responden
rápidamente ante señales
inflacionistas. Los mayores precios de los bienes que se exportan
pueden disminuir las ventas en el
exterior, creando déficit comerciales y problemas en los
tipos de cambio. La inflación es uno de los principales
determinantes de los ciclos económicos que provocan
distorsiones en el nivel de precios y de empleo, así como
una incertidumbre económica a nivel mundial.

Los efectos de la inflación sobre el bienestar
individual dependen de muchas variables. Aquellas personas que
tienen ingresos relativamente fijos, sobre todo cuando pertenecen
a los grupos de menores
ingresos, están muy afectadas por la creciente
inflación, mientras que aquellas que tienen ingresos
flexibles pueden mantener su nivel de bienestar e incluso
mejorarlo. Aquellas personas cuyos ingresos provienen de activos
con valores
nominales fijos, como las cuentas de
ahorro, las
pensiones, las pólizas de seguros y los
instrumentos financieros a largo plazo padecen una pérdida
de riqueza real; sin embargo, aquellos activos cuyo valor es
variable, como la propiedad
inmobiliaria, las obras de arte, las
materias primas y los bienes duraderos pueden experimentar
subidas de precios iguales o superiores al alza del nivel general
de precios. Los trabajadores del sector privado exigirán
que sus contratos
laborales lleven cláusulas de ajuste que permitan que sus
salarios no padezcan la subida del coste de la vida. Los
prestatarios suelen beneficiarse de los efectos de la
inflación, mientras que los prestamistas pierden dinero,
ya que los préstamos hipotecarios, personales, comerciales
y públicos se pagarán con un dinero que
tendrá menor poder adquisitivo y los tipos de
interés aumentarán después de que los
precios se hayan incrementado. La toma de
decisiones económicas, tanto pública como
privada, puede depender de un factor psicológico
inflacionista.

MEDIDAS DE
ESTABILIZACIÓN:

Cualquier intento serio de atacar la inflación
implicará dificultades y riesgos,
siendo además un proceso largo
porque las medidas restrictivas tienden a reducir la
producción y el empleo antes de que se hagan patentes los
beneficios. Por otra parte, las medidas fiscales y monetarias
expansivas tienden a aumentar el nivel de actividad
económica antes de que aumenten los precios. Estos riesgos
económicos y políticos explican por qué
predominan las políticas expansionistas.

Las medidas de estabilización anulan los efectos
de la inflación y la deflación al restablecer el
nivel normal de actividad económica. Para que sean
efectivas, estas medidas tienen que ser permanentes y no
solamente ajustes temporales que, a menudo, no consiguen
más que agravar las variaciones
cíclicas.

El requisito indispensable para luchar contra la
inflación implica que la cantidad de dinero y de créditos crezca a una tasa estable en
función de las necesidades de crecimiento de la
economía real y financiera. Los bancos centrales
pueden determinar, a largo plazo, la disponibilidad de dinero y
créditos controlando las reservas financieras necesarias,
y con otro tipo de medidas. La restricción monetaria
durante las recesiones cíclicas permite la
recuperación financiera. Sin embargo, las autoridades
monetarias no pueden imponer la estabilidad económica si
la inversión y el consumo privados siguen creando
presiones inflacionistas o deflacionistas, o si el resto de la
política
económica entra en contradicción con la
política
monetaria anti-inflacionista. El gasto público y la
política
impositiva tienen que ser coherentes con la actuación
monetaria con el fin de lograr estabilidad y evitar excesivas
oscilaciones en la política económica.

Concretamente, los gobiernos tienen que financiar sus
enormes déficit presupuestarios o bien pidiendo prestado o
bien emitiendo dinero. Si se adopta esta última medida,
las presiones inflacionistas aparecen inevitablemente. La
única forma de lograr que las medidas de
estabilización sean efectivas es manteniendo una
política monetaria y fiscal estable
y coordinada.

También es necesario emprender medidas desde el
lado de la oferta para luchar contra la inflación y evitar
los efectos de estancamiento económico debidos a la
deflación. Entre las posibles medidas a tomar desde el
lado de la oferta se encuentran las medidas incentivadoras del
ahorro y la inversión; mayor gasto para el desarrollo y la
aplicación de nuevas
tecnologías; la mejora de las técnicas
de gestión
y de la productividad del trabajo a
través de la educación y las
prácticas laborales; mayores esfuerzos para mantener
estable el valor de las materias primas y para desarrollar nuevos
recursos; y la
reducción de la excesiva regulación
gubernamental.

Algunos analistas recomiendan la aplicación de
políticas de rentas para luchar contra la
inflación. Estas políticas abarcan desde las
imposiciones gubernamentales sobre niveles de precios, salarios,
rentas y tipos de interés hasta los incentivos fiscales, o
simplemente recomendaciones hechas por el gobierno. Algunos
afirman que la intervención del gobierno podría
complementar las principales medidas económicas monetarias
y fiscales, pero los críticos de esta postura
señalan las ineficiencias de los anteriores programas de
control en los
países desarrollados. Entra en lo posible que las futuras
medidas de estabilización se basarán en coordinar
las políticas monetarias y fiscales y en aumentar los
esfuerzos desde el lado de la oferta para mantener la
productividad y desarrollar nuevas tecnologías.

Todos los temas relacionados con la inflación, la
deflación y las políticas asociadas con estas
problemáticas están adquiriendo mayor importancia
debido a la creciente movilidad de la inversión y a la
especulación de los mercados
internacionales que cada vez están más
interrelacionados, sobre todo en las últimas
décadas del siglo XX. Dado que las finanzas
internacionales pueden cambiar el valor de una moneda en
cuestión de minutos, o llevar a un país a la crisis
económica, la gestión
empresarial está adquiriendo un papel relevante a la
hora de lograr la estabilidad económica.

LAS CAUSAS DE LA
INFLACIÓN:

Es evidente que, en toda economía en movimiento,
tiene que haber modificaciones en precios, respondiendo a
condiciones cambiantes en los distintos mercados. Estos se pueden
ver afectados por el avance tecnológico; por el aumento de
la población, y su composición y
distribución regional; por variaciones en
la distribución del ingreso; por nuevos patrones de gustos
de los consumidores; y hasta por fenómenos
climáticos. De esta forma, los cambios en los precios de
los múltiples productos de
una economía pueden constituir respuestas naturales a la
evolución tecnológica,
demográfica y social de un país. Estos elementos
impactan la oferta y la demanda, y necesariamente tienen un
efecto sobre el nivel general de precios y sobre los precios
relativos (es decir, la relación del precio de un producto con
respecto a otro).

La mayoría de los ajustes en precios se dan a la
alza, por lo que prácticamente en toda economía
existe una cierta tasa de inflación que condensa los
cambios que constantemente se están llevando a cabo.
Cuando la inflación es baja, y se debe a las fricciones
naturales de una economía en actividad, los costos que trae
consigo son negligibles. Sin embargo, cuando esta alcanza niveles
medios y altos
surgen los efectos nocivos que se comentan posteriormente. Debido
a ellos, los gobiernos aplican políticas dirigidas a
disminuirlas. En el diseño
de las políticas de contención inflacionaria, es
indispensable tener un marco de referencia acerca de cuál
es la causa de la inflación, para que su instrumentación ataque la raíz del
problema y no sea únicamente un paliativo sobre los
efectos.

El estudio de las causas de la inflación ha sido
un tema de interés para los economistas
prácticamente desde el nacimiento de la disciplina.
Sin embargo, fue a partir del final de la segunda guerra
mundial (período en que se generalizó la
tendencia a la alza en el nivel general de precios de las
economías de mercado y
mixtas), cuando el estudio de la inflación pasó a
ocupar un lugar central en la agenda de la investigación económica.

Las distintas corrientes de la teoría
económica han dado explicaciones alternativas al
fenómeno inflacionario. En un extremo, se encuentra la
hipótesis monetarista que, simplificando,
sostiene que la inflación es siempre y en todo lugar un
fenómeno monetario. Es decir, para los monetaristas la
inflación surge porque en la economía hay
demasiado dinero yendo tras poco bienes, lo que provoca un
exceso de demanda y que los precios suban. En el otro extremo,
está la posición estructuralista-neomarxista, la
cual sostiene que la inflación surge por presiones que
ejercen distintos grupos
sociales para mantener y aumentar la parte del ingreso
nacional que perciben.

Una posición intermedia es el enfoque
ecléctico de las causas de la inflación, del que se
desprende que no existe una receta rígida ni única
para frenar el proceso inflacionario. A través de este
enfoque se pretende tener una visión global del
fenómeno de la inflación y no buscar restringir su
explicación a una sola causa. Esta idea fue desarrollada,
entre otros economistas, por Rudiger Dornbusch, Stanley Fischer y
Franco Mpdigliani, del Instituto Tecnológico de
Massachussets; Michael Bruno, profesor de la
Universidad
Hebrea de Jerusalén y gobernador del Banco Central de
Israel; Otto
Eckstein, quien fuera catedrático de la Universidad de
Harvard; y Mario H. Simonsen, de la Fundación Getulio
Vargas de Brasil.

Este enfoque, que en la literatura económica
contemporánea se conoce como la Teoría Moderna de
la Inflación, atribuye la inflación a tres causas
principalmente, que pueden actuar simultáneamente o en
forma aislada:

  • Exceso de demanda.
  • Componentes Inerciales.
  • Impactos de oferta.

EXCESO DE DEMANDA:

En primer ligar se analiza el problema del exceso de
demanda, tanto porque este fue históricamente el primer
causal identificado de la inflación, como porque en muchas
ocasiones la inflación se debe, originalmente, a un
fenómeno de este tipo. Cuando la demanda agregada,
es decir , el total de los bienes y servicios demandados para
propósitos de consumo privado, inversión, gasto del
gobierno y del exterior (las exportaciones),
es mayor a las posibilidades de oferta incluyendo a las importaciones de
la economía, se origina una presión
sobre los precios, por lo que éstos comienzan a aumentar,
surgiendo así el fenómeno inflacionario.

En general, el déficit del sector
público es el componente de la demanda agregada que
hace que esta supere las posibilidades de producción de la
economía y que ejerza presión sobre los precios. El
decir que es el déficit del sector público el
elemento inflacionario de la demanda agregada requiere de una
explicación que se expone a
continuación.

El gasto en consumo privado se financia con el pago que
se hace a los factores de producción (sueldos y
salarios a los trabajadores, pagos al capital, etc.), de tal
manera que lo que se está generando en valor de la
producción por un lado, se consume por el otro, siendo el
valor total del consumo privado equiparable con una
fracción del valor de la producción. De esta forma,
el gasto en consumo agregado no ejerce presiones inflacionarias
por no ser la demanda en este rubro mayor a la oferta
global.

Por otra parte, la inversión privada se financia
con utilidades retenidas o con créditos otorgados por el
sector bancario. Estos créditos tienen su contrapartida en
el ahorro que se obtuvo en la economía y que nuevamente es
un porcentaje del ingreso que se generó en esta.
Así, la inversión privada tampoco fuerza a que
la demanda total sea mayor a la oferta y que se generen presiones
inflacionarias, ya que sus fuentes de
financiamiento están restringidas precisamente por el
ahorro y las utilidades retenidas que se generen.

Por lo tanto, estas dos componentes de la demanda
agregada no son los que originan una inflación de demanda.
Como ya se mencionó, en algunas ocasiones, por haber
cambios en gustos, o en otras variables (por ejemplo, avance
tecnológico), se modifican las demandas específicas
o particulares en un mercado, lo que ocasiona aumentos en los
precios, proporcionándose, así, las señales
adecuadas para la reasignación de recursos en forma
eficiente. Sin embargo, estos ajustes de precios no se pueden
describir como inflacionarios, pues no son generalizados ni
sostenidos, sino manifestaciones propias de la dinámica de la oferta y de la demanda en
cada mercado.

En lo que se refiere al gasto del sector público,
este se financia con la recaudación fiscal, las utilidades
de la empresas públicas, la emisión de valores
gubernamentales en los mercados
financieros y con la emisión primaria de dinero por
parte del Banco Central. Los primeros tres elementos nuevamente
no son inflacionarios, ya que los dos primeros se sustraen
directamente del ingreso generado, mientras que el tercero
absorbe parte del ahorro de la economía.

Sin embargo, cuando el déficit del sector
público es elevado y se tiene que acudir al financiamiento
a través de la emisión primaria de dinero, es
cuando el déficit se hace inflacionario, ya que la demanda
agregada se vuelve mayor a la oferta de bienes y servicios
disponibles en la economía. Por lo tanto, en muchas
ocasiones, la inflación de demanda se debe a un
desbordamiento del gasto del gobierno y, por consiguiente a un
alto déficit fiscal.

COMPONENTES INERCIALES:

La inercia inflacionaria ocurre cuando una vez que se
genera un proceso inflacionario, por ejemplo, en el caso de una
inflación de demanda debido a un elevado déficit
fiscal, esta persiste, aun cuando su causa original, es decir, el
déficit, haya desaparecido. Existen tres razones
básicas, no necesariamente excluyentes, por las que la
inflación puede adquirir vida propia.

La primera de éstas surge porque en la
economías existen esquemas de indización formales e
informales. Un proceso de este tipo se presenta cuando los
precios, los salarios, las utilidades, las tasas de
interés, el tipo de
cambio, etc., se fijan en función de la
inflación.

Supongamos que el aumento porcentual en los salarios, o
en el tipo de cambio (que son el precio de la mano de obra y de
la moneda extranjera, respectivamente), es igual a la
inflación pasada debido a la regla de indización.
De esta forma, al generarse inflación y sin importar la
causa primaria por la cual ésta surgió, al periodo
siguiente los precios que están indizados
aumentarán en la misma proporción que la tasa de
inflación. Si estos precios abarcan un alto porcentaje de
los insumos, es decir, de los costos de la economías, los
productores cuyos precios no estén indizados
experimentarán el aumento en sus costos y, por lo tanto,
repercutirán estos incrementos a los precios de sus
productos. Así, el proceso inflacionario se
perpetuará, aun cuando la causa inicial de la
inflación haya desaparecido.

La segunda causa importante por la que la
inflación puede adquirir carácter inercial, se debe al hecho de que
no todos los precios (de loa economía) se ajustan en el
mismo momento. Los contratos salariales no vencen en la misma
época del año, sino que su vencimiento se encuentra
distribuido a lo largo de éste. De esta manera, si surge
por ejemplo un choque de oferta que afecte la estructura de
los costos de un alto porcentaje de productos, los precios
irán aumentando escalonadamente afectando nuevamente
costos y precios, por lo que el proceso adquiere vida propia.
Esta segunda causa refuerza a la primera, debido a que si existe
indización en la economía junto con las decisiones
escalonadas de fijación de precios y salarios, es
sumamente fácil que una vez que aparezca un brote
inflacionario, éste se autopreserve.

La tercera causa de inercia inflacionaria viene dada por
las expectativas de los distintos agentes económicos,
particularmente de aquellos que fijan precios en sus respectivos
mercados. Si se tiene la apreciación de que la
inflación futura va a ser igual a la pasada, los aumentos
en salarios, y los de precios, se otorgarán bajo este
supuesto y, de este modo, las expectativas de inflación se
validarán.

Los tres elementos de inflación inercial
actúan en muchas ocasiones en forma conjunta, y pueden
hacer que los procesos
inflacionarios se vuelvan sumamente rígidos.

IMPACTOS DE OFERTA:

Al igual que en el caso de la inflación de
demanda, los impactos de oferta son también causa de un
brote inflacionario que más adelante puede adquirir vida
propia. Estos pueden surgir por distintas razones. Por ejemplo,
un problema en la balanza comercial (ocasionado por una
caída en los términos de intercambio), que conduzca
a una devaluación del tipo de cambio, provoca un
aumento de precios en los bienes comerciables internacionalmente,
es decir, los importados, los exportables y aquellos que son
sustitutos de importaciones, elevando así los costos de
algunos productos. De esta forma, se crean presiones
inflacionarias. En este caso el impacto de oferta tuvo su origen
en la devaluación que afectó la estructura de
costos de la economía.

Otro ejemplo de impactos de oferta son los aumentos
salariales concedidos por arriba del crecimiento de la
productividad, o por algún evento que afecte la
producción agrícola, como una sequía o
inundación, y que genere aumentos en los precios de dichos
productos.

En resumen, hemos visto que un proceso inflacionario es
posible separarlo en tres elementos: uno de exceso de demanda,
otro de carácter inercial y uno más de impactos de
oferta. El primero y el tercero son los que generan los brotes
inflacionarios, mientras que el segundo es el que provoca que
aumenten los precios en forma sostenida y persistente. En
general, es difícil encontrar una inflación pura en
el sentido de que sea únicamente de demanda o de oferta.
Esto se debe al papel que desempeñan las expectativas, a
la disponibilidad de información entre mercados, y a la
complejidad de las instituciones de una economía moderna,
que hacen que la inflación tenga siempre cierto
carácter y elemento inercial.

COSTOS DE LA
INFLACIÓN:

Las políticas de combate a la inflación
tienen como fin disminuirla o incluso estabilizar el nivel de
precios. Implícitamente, el hecho de que se dedique un
gran esfuerzo en el diseño de políticas para lograr
este objetivo,
significa que su existencia tiene altos costos para la sociedad.

¿cuáles son éstos? Los costos de la
inflación son múltiples y de diversa índole.
Existen algunos específicos y de carácter
económico, y otros que poseen implicaciones sociales y
políticas. Entre los primeros se puede señalar las
distorsiones administrativas, las fiscales y las que se presentan
en la asignación de recursos.

DISTORSIONES ADMINISTRATIVAS:

Cuando la inflación es alta, el costo de mantener
recursos monetarios o saldos líquidos (por ejemplo, dinero
en caja o en efectivo) aumenta, por lo que las empresas y los
individuos realizan un esfuerzo adicional para manejar
eficientemente sus recursos financieros y evitar que la
inflación erosione su valor real o poder de compra. Para
percatarse de este fenómenos, basta ver el crecimiento de
las tesorerías o de las áreas de finanzas de
las empresas que hacen que recursos que pudieran ser utilizados
en la producción de bienes y servicios, se empleen en el
manejo de la posición financiera de
éstas.

DISTORSIONES FISCALES:

Si el sistema
está diseñado y especificado en términos
nominales, la inflación crea distorsiones importantes que
afectan la recaudación real o incide desfavorablemente
sobre la distribución del ingreso al beneficiar en mayor
medida a los grupos de ingresos altos. Veamos el por qué.
Cuando los rangos o cajones impositivos están fijados en
términos nominales, la inflación aumenta la carga
fiscal para el contribuyente, especialmente el de ingresos bajos,
ya que va trasladándolo -dentro de la tabla de
aplicación de tasas impositivas – a rangos superiores de
ingresos nominales, correspondiéndole una mayor tasa. Esta
disminuye el ingreso disponible principalmente en estos
grupos.

Por otro lado el sector público, el valor real de
los ingresos fiscales será, cuando existen rezagos en la
recaudación, menor entre más alta sea la
inflación. Un ejemplo hará más transparente
el problema: si el rezago en la recolección de un
año, al mismo tiempo que la inflación anual es de
100%, entonces el sector público recaudará, en
términos reales, exactamente la mitad de lo que
habría recaudado si la inflación hubiera sido igual
a cero.

Es claro que entre mayores sean los retrasos en la
recolección, mayor será la pérdida en los
ingresos reales del gobierno. Además, existe un incentivo
por parte de los causantes para posponer en la medida de lo
posible, el pago de sus obligaciones
fiscales conforme la inflación va siendo mayor.
Así, aunque existen otras distorsiones de carácter
fiscal, resulta evidente que la inflación tiene un impacto
negativo sobre las finanzas
públicas.

Adicionalmente, cuando las deducciones fiscales por
depreciación están en
términos nominales, la inflación provocará
que su valor real caiga constantemente, lo que hará menos
atractivos los planes de inversión para las empresas, con
el consecuente costo en producción y empleo a mediano
plazo. Así, la inflación puede incidir
desfavorablemente en la generación de empleos, en la
distribución del ingreso, en los ingresos del sector
público y en la inversión productiva.

DISTORSIONES EN LA ASIGNACIÓN DE
RECURSOS:

Si la economía no se encuentra indizada, y
continúan existiendo rigideces nominales, es decir,
precios que no se mueven en forma sistemática o al parejo
de la inflación, se crean distorsiones importantes en la
asignación de recursos, viéndose afectados
determinados productos, mercados o sectores.

Si bien dichas distorsiones económicas pueden ser
significativas, también pueden ser secundarias al
contrastarlas con las implicaciones de tipo social y de
bienestar. Como se mencionó en párrafos anteriores,
la inflación afecta de manera directa a la sociedad, dado
que, al no existir en la práctica un sistema de
indización perfecto, la inflación necesariamente
incide de una u otra forma sobre los flujos de ingreso,
favoreciendo a algunos individuos en detrimento de otros miembros
de la población. Así, se afecta la
distribución del ingreso y la riqueza. A la primera,
porque existen ciertos sectores que pueden ejercer mayor
presión para que sus ingresos reales no se deterioren,
especialmente aquellos que laboran bajo contratos
indizados.

En este sentido, la diferencia entre los ingresos reales
de los grupos que operan en el sector formal de la
economía y los de aquellos que operan en el informal se
acentúa, principalmente en países en vías de
desarrollo. Adicionalmente, la distribución de la riqueza
también se ve afectada negativamente, debido a que los
grupos de la población con menor riqueza tienen escaso o
nulo acceso a instrumentos financieros y otro tipo de activos que
les permita protegerse de la inflación, lo cual hace que
su riqueza se vaya evaporando con el proceso inflacionario. La
inflación resulta, en consecuencia, motivo de injusticia
social.

Por otro lado, el público percibe que al existir
inflación elevada, el gobierno está faltando al
compromiso básico de mantener una unidad monetaria estable
que sirva como medio de pago, unidad de cuenta y depósito
de valor, condiciones que resultan necesarias para el eficiente
funcionamiento de la economía.

En general, una inflación alta puede crear un
gran desconcierto y malestar social e, incluso puede llevar a un
debilitamiento y fractura del orden institucional
establecido.

EL
SIGNIFICADO Y LA MEDICIÓN DE LA
INFLACIÓN:

Históricamente, la economía general ha
fluctuado de tal manera que experimenta inflación, una
pérdida del poder adquisistivo del dinero con el paso del
tiempo. La inflación significa que el costo de un
artículo tiende a aumentar con el paso del tiempo o,
puesto de otra manera, la misma cantidad monetaria compra menos
de lo mismo.

MEDICIÓN DE LA INFLACIÓN:

Los economistas han desarrollado una medición llamada índice de
precios al consumidor
(IPC)
, basada en una cesta de mercado de bienes y servicios
(canasta básica) requeridos por el consumidor medio. La
cesta usualmente contiene elementos de ocho grupos principales:
(1)alimentos y
bebidas alcohólicas, (2)vivienda, (3)vestimenta,
(4)transporte,
(5)cuidado médico, (6)entretenimiento, (7)cuidados
personales y (8)otros bienes y servicios.

El IPC compara el costo de la cesta de mercado de bienes
y servicios en este mes con el costo del mes anterior, de hace un
año o hace 10 años. El punto temporal en el pasado
con el cual se comparan los precios actuales se denomina
período base. El período base para el
índice actual es 1967. Por ejemplo, suponga que en 1967 se
podía comprar la cesta prescrita con 100 dólares y
que esa misma combinación de bienes y servicios cuesta
291.80 dólares en 1992. Se calcula entonces el IPC
correspondiente a 1992 multiplicando por 100 la razón
entre el precio actual y el precio en el período base. En
este ejemplo, el índice de precios sería
($291.80/$100)100 = 291.80, lo que significa que el precio de la
cesta en 1992 es el 291.80% de su precio en 1967.

Este método
para evaluar la inflación no implica que los consumidores
vayan a comprar los mismos bienes y servicios todos los
años. Ellos tienden a ajustar sus hábitos de compra
de acuerdo con los cambios en los precios relativos y sustituir
los artículos cuyos precios han aumentado notablemente en
términos relativos. Debemos comprender que el IPC no
considera este tipo de comportamiento del
consumidor, ya que se basa en la compra de la cesta fija que
contiene los mismos bienes y servicios, en las mismas
proporciones mes tras mes. Por ello el IPC se
denomina índice de precios y no índice de
costo de la vida
, aunque el público en general con
frecuencia lo llama índice de costo de la vida.

PRODUCTO INTERNO BRUTO:

Producto interior bruto (PIB), concepto
económico que refleja el valor total de la
producción de bienes y servicios de un país en un
determinado periodo (por lo general un año, aunque a veces
se considera el trimestre), con independencia
de la propiedad de los activos productivos. Por ejemplo, la
producción de las empresas españolas instaladas en
Argentina es parte del PIB argentino y no del español.
Casi todos los países industrializados consideran que el
PIB es el mejor indicador de la actividad económica pero,
hasta principios de la
década de 1990, Alemania,
Japón y
Estados Unidos
preferían utilizar el producto nacional bruto (PNB), que
es la suma total de todos los ingresos percibidos por los
residentes de un país, independientemente de dónde
se sitúen sus activos productivos; así, los
ingresos percibidos por una empresa
española radicada en Argentina se considerarán
parte del PNB español, y no del argentino.

El PIB engloba el consumo privado, la inversión,
el gasto público, la variación en existencias y las
exportaciones netas (las exportaciones menos las importaciones).
Al principio, el PIB pretendía reflejar la
aportación a la producción de un país de los
distintos sectores: agricultura,
industria y
servicios. En los países más industrializados, los
servicios representan entre el 60% y el 70% del PIB, la industria
entre el 25% y el 40% y la agricultura menos del 5%. Por
supuesto, siempre hay excepciones. La contribución de la
agricultura al PIB supera el 5% en Irlanda, España y
Nueva Zelanda, por ejemplo. La contribución de los
servicios al PIB estadounidense supera el 70% y en Japón
la industria representa más del 40% de su PIB.

El PIB suele calcularse a precios de mercado. Sin
embargo, si se restan los impuestos
indirectos y se suman los subsidios y las transferencias del
Estado se
obtiene el PIB al coste de los factores, lo que permite una
visión más precisa de la remuneración de
cada factor de producción. También puede calcularse
a precios constantes (lo más habitual) o a precios
corrientes (que no tienen en cuenta los efectos de la
inflación). El PIB se puede establecer de tres maneras:
sumando el valor de todos los bienes y servicios producidos;
sumando todos los gastos invertidos en bienes y servicios; o
sumando la remuneración de todos los factores productivos.
En teoría, los tres métodos de
cálculo
deben ofrecer un mismo resultado, puesto que la producción
tiene que ser igual al gasto, que a su vez es igual a los
ingresos. Sin embargo, es imposible calcular con absoluta
precisión el PIB, aunque sólo sea porque siempre
existe cierta economía sumergida (actividades no
declaradas de forma oficial); por ejemplo, en Italia existe una
importante economía sumergida estimada en torno al 20% de
toda la actividad económica, aunque para algunos analistas
es algo superior.

Uno de los indicadores
del nivel de vida de un país viene dado por el PIB per
cápita, que no es más que el valor del PIB total
dividido por el número de ciudadanos. Esta cifra suele
darse en dólares estadounidenses para facilitar las
comparaciones entre países. Si el PIB crece más
deprisa que la población, se considera que aumenta el
nivel de vida. Si la población crece más deprisa
que el PIB se dice que el nivel de vida disminuye. Dado que el
PIB per cápita no tiene en cuenta el coste de la vida de
cada país, ciertos analistas consideran que es mejor
valorar el nivel de vida en función de la paridad del
poder adquisitivo (PPA), la cual se establece en una escala de 1
a 100, siendo el poder adquisitivo igual a 100. Otro indicador
del nivel de vida es el índice de desarrollo
humano, publicado por primera vez por el Programa de las
Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD) en 1990. Tiene una escala de 1 a 100 y
tiene en cuenta el PIB per cápita, el grado de
alfabetización y la esperanza de vida de la
población.

CONCLUSIONES

1. La inflación es un fenómeno que se da
en forma continua y persistente en el incremento general de los
precios de los productos de una economía.

2. La inflación distorsiona la actividad
económica normal esto provoca la disminución en:
los gastos de consumo y la inversión de las
empresas.

3 El requisito necesario para luchar contra la
inflación, implica que la cantidad de dinero y de
créditos crezca a una tasa estable en función de
las necesidades de crecimiento de la economía real y
financiera.

4 Si el PIB crece más que la población se
considera que aumenta el nivel de vida , si la población
crece más de prisa que el PIB el nivel de vida
disminuye.

BIBLIOGRAFÍA

1)Biblioteca de
Consulta Microsoft®
Encarta® 2003. © 1993-2002 Microsoft Corporation.
Reservados todos los derechos.

2)Dornbusch, Rudiger. El Combate a la
Inflación.

3)Chan S. Park. Ingeniería Económica
Contemporánea. Primera Edición. Editorial Pearson. México,
1997.

 

Elías Felipe Nij Patzán

 

Partes: 1, 2
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