- Baroja y
el 98 - Baroja y
Marañón: algunas
coincidencias - Aproximación a la estética
barojiana - Novela: polémicas y
teorías - Norte y Sur: una estética
barojiana - La literatura como evasión
- El País Vasco
- Baroja y Unamuno: La raza vasca y la
libertad - El amor, un conflicto barojiano
- La pedagogía
española - Los indianos
- Los cuentos
- Baroja y León Felipe: Vagabundos y
romeros - Bibliografía
En este trabajo me
ocupo de algunos aspectos de la vida y la obra de Pío
Baroja, escritor vasco de cuyo fallecimiento se cumplen cincuenta
años en 2006.
El trabajo fue
realizado bajo la dirección del profesor
José Gatti, titular de la Cátedra de Literatura Española
I, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires,
en 1983. Cada uno de los capítulos ha sido publicado en
diarios de la Argentina, y una parte de la investigación fue publicada anteriormente
en este sitio.
Baroja y el 98
En el año
1947, Baroja escribió: "No es fácil saber hoy si
esta generación o seudogeneración nuestra que se
llama del 98, y de la que se ha hablado tanto, es algo corriente
o tiene cierto valor de
excepción. Estas palabras -dice Leonardo Romero Tobar-
"ponen en cuestión, la consistencia de la llamada
'Generación del 98' ".
Donald Shaw
señala que en dos conferencias –"Divagaciones de
autocrítica" y "Tres generaciones"- el vasco "niega la
existencia de una Generación de l898 como .grupo
unificado e identificable". El crítico afirma que Baroja
postula una "generación de 1870", de miembros no
especificados, pero que incluiría a historiadores y
científicos, además de autores
literarios.
Shaw considera que
la primera referencia significativa a la nueva generación
surgida en España
después de 1898, parece provenir del historiador y
político Gabriel Maura, en el curso de una polémica
con Ortega v Gasset. En un articulo publicado en 1908, Maura se
refiere a la "generación que ahora llega:
generación nacida intelectualmente después del
desastre".
Esta
generación será conocida también con el
nombre de "Generación del Desastre", sugerido por
Andrés González Blanco en 1912.
A criterio del
hispanista, "Ia popularización del nombre "Generacion de
1898" se debe a uno de sus miembros, Jose Martínez Ruiz,
"Azorin", quien en 1910 escribe una breve nota, "Dos
generaciones", en la que contrasta su propia generación
con una mas joven, de la que no especifica miembros,
acusándola de comercialismo y escritos
pornográficos. En este punto -agrega Shaw- establece como
año crítico el de 1896. e incluye en la
generación, además de a si mismo, a Valle
Inclán, Baroja, Unamuno, Maeztu, Benavente y Darío.
Pese a todo, no acepta este nombre para el grupo hasta 1912".
Shaw no cree que Azorín haya inventado el nombre, sino que
recogió un término ya en uso.
El hispanista
destaca la importancia histórica básica de los
artículos de Azorín para establecer a la
Generación como entidad reconocible, pero observa que,
desde el punto de vista actual, presentan serias deficiencias:
"En cuanto a los miembros, olvida a Ganivet y Antonio Machado,
mientras que su inclusión de Benavente, Valle
Inclán y sobre todo Darío, lider a su vez de un
movimiento
bastante distinto, el modernismo,
que nació en Latinoamérica y se extendió a
España, es muy discutible".
En su libro
Modernismo frente a 98, Guillermo Diaz-Plaja divide a los
miembros de la generación en dos promociones -anota Shaw-:
"una algo mayor, constaría de Unamuno (nacido en 1864) y
Ganivet (1865); a la otra, más joven, pertenecerían
Baroja ( 1872), Azorin (1873), Maeztu (1874) y Antonio Machado
(1876)".
En cuanto a las
características comunes a estos creadores, Donald Shaw
destaca que ellos coinciden en la "participación en una
indagación personal
destinada a renovar ideales y creencias; interpretación del problema de
España en términos afines, esto es, como un
problema de mentalidad, más que político,
económico o social, y aceptación de que Ia
literatura es un instrumento para el examen de esos problemas".
Considera que ni Benavente ni Valle Inclán encajan en este
grupo, y que "!a inclusión de Unamuno, Baroja y Antonio
Machado no necesita discusión".
Romero Tobar
sostiene que "queda fuera de debate la
identificación de Baroja con la atmósfera intelectual
y artística vigente en España durante el cruce de
los dos siglos" y da las razones en las que sustenta esta
aseveración: "Dejando ahora de lado las relaciones de
amistades v enemistades literarias v Ios datos conocidos
de sus contactos con la bohemia de Madrid, la
obra del primer Baroja sirve los síntomas indiscutibles
del clima intelectual
de entresiglos: conocimiento
de las reflexiones regeneracionistas sobre los males de la patria
(…), fuerte impronta de las filosofías individualistas
del postidealismo alemán (…), interés
por las ciencias de la
naturaleza,
acercamiento a los movimientos anarquistas, gravitación de
la España negra en los viajes por Ios
campos y poblachones del interior de ambas Mesetas, adopción
de fórmulas artísticas de la literatura simbolista
(cultivo del poema en prosa, veladuras en la matización
emocional, conmovedor claroscuro de relatos y estampas con fuerte
contenido de denuncia social)".
Mary Lee Bretz
afirma que "se ha hablado mucho del antihistoricismo de Baroja e
incluso se ha visto este antihistoricismo como un rasgo
característico de la generación del 98". AI
respecto, recordamos lo que escribió Eugenio Matus:
"Baroja piensa que la novela debe
basarse en Ios sucesos actuales, o por lo menos en sucesos que
están todavía cercanos al autor. Como escritor
realista, no ve la posibilidad de captar la realidad de hace
quinientos años".
Bretz advierte que
es discutible el antihistoricismo en la. generación del 98
vista como una característica, ya que "un repaso de la
literatura noventavochista descubre numerosas obras de fondo
histórico" y señala fases en la relación de
estos creadores y la historia: "Es cierto que
esta generación empieza repudiando Ia historia y, en
particular, la del siglo XIX -concede-, pero, al ver la futilidad
de sus esfuerzos regeneracionistas por cambiar esta historia,
vuelven a ella, obsesionados con ese siglo que habían
desdeñado y del que no han podido librarse. Interesa notar
que en Ia mayoría de estos escritores el tema
histórico aumenta con paso del tiempo, aunque
su tratamiento sea distinto en los diversos autores".
Laín
Entralgo -citado por Bretz- da también su opinión.
EI cree que "más que una vuelta a la historia oficial que
les disgusta, los noventayochistas se crean una historia propia,
esa intrahistoria unarnuniana".
De lo que antecede
se desprende que para la critica y para muchos creadores, la
generación del 98 existió, aunque Baroja lo haya
puesto en duda. El mismo es considerado, junto a Unamuno y
Machado, uno de los "tres grandes" de la generación cuya
existencia cuestiona.
En su obra, el
estilo adquiere un nuevo sentido, ya que el vasco, dejando de
lado consideraciones retóricas, dice que es la manera en
que cada hombre se
representa el mundo y la forma en que interviene en su
representación. "Para mí -agrega- el ideal de un
autor sería que su estilo fuera siempre inesperado: un
estilo que no se pudiera imitar a fuerza de
personal".
El cuentista
insiste en que el arte "no es un
conjunto de reglas ni nada: sino que es la vida: el
espíritu de las cosas reflejado en el espíritu del
hombre"; la forma en que esta realidad es evocada será
totalmente diferente, según la psicología y la
circunstancia personal de quien la transfigure
poéticamente.
En su discurso de
ingreso a la Real Academia Española, Baroja definió
su concepción artística: "Me considero dentro de la
literatura como hombre sin normas, a campo
traviesa, un poco a la buena de Dios"; habiendo leído sus
libros, nada
nos autoriza a pensar que el desconocimiento de reglas y
técnica haya menoscabado sus condiciones.
La originalidad de
su concepción artística no impidió que
Baroja fuera elegido miembro de la Real Academia Española,
así como no impidió que se lo recuerde vinculado a
una de Ias más interesantes generaciones literarias de
nuestro tiempo.
(LA NUEVA
PROVINCIA, Bahía Blanca, 11 de septiembre de
1997)
Marañón y Baroja; Algunas
coincidencias
Gregorio
Marañón fue una de las personalidades mas
destacadas de la España de nuestro tiempo. Guillermo
Díaz-Plaja, de la Real Academia Española,
señala que el médico y escritor "era espejo de
curiosidades, y nada de lo españoI podía serle
ajeno. Y, claro está, la diversidad de lo hispanico
había de interesarIe, especialmente cuando esta diversidad
rozaba Ia zona de lo conflictivo. La comprensión de su
patria era total Es decir, basada en la generosa y absoluta
conciencia de su
riquísima diversidad. Para ello se apoyaba -como tantas
veces- en su serena y objetiva visión de
naturalista".
Su hijo, Gregorio
Marañón Moya, nos habIa del hombre, del padre: "era
inteligente y bondadoso –afirma-. EI talento y la bondad
son las luces del ser humano. Fue uno de esos hombres preclaros
que dan a su patria la ejemplaridad de una vida dedicada, por
entero, aI cumplimiento del deber -de los muchos deberes- y al
amor ardiente
e inconmovible por España".
Sobre el aspecto
científico de su legado, se expresa Luis Calvo: "A
Marañón médico corresponde, juntamente con
Teófilo Hernando y otros, la gloria de haber elevado Ia
Medicina
española" a un nivel internacional. Fue el iniciador de la
escuela
endocrinológica el introductor en España del
Neosalvarsán, testigo personal de los primeros trasplantes
de Voronoff, descubridor de los orígenes y
terapéutica del bocio endémico de las Hurdes,
adonde fue con el Rey Alfonso XllI, en viaje memorable (…)
Inició en España los estudios -hoy tan difundidos
en el mundo entero- de los temas sexuales. (…) La teoría
donjuanista -Don Juan andrógino- de Marañón,
coincidente con Ia de Perez de Ayala, se razona todavía y
controvierte en aulas, libros y periódicos
extranjero".
Acerca de los
temas que cautivaron al academico, dice Calvo: "La obra de
Marañón es ingente y está vertida a todos
los idiomas cultos: ya sean los ensayos
literarios, politicos e históricos, ya sean Iibros
puramente cientificos".
Gregorio
Marañón nació en 1877 en Madrid. Cinco
años antes. había nacido Pío Baroja en San
Sebastián. La cercanía en el tiempo y la comunidad de
intereses hicieron que estos dos escritores se refirieran mas de
una vez a una misma realidad, en sus ljbros, en reportajes y en
la correspondencia que los académicos mantuvieron entre
sí.
Madrid, la
universidad
Tanto
Marañón como Baroja conocieron la atmósfera
peculiar del Madrid de fin de siglo. El vasco la describe en sus
memorias:
«Madrid, entonces, era un pueblo raro, distinto de Ios
demás, uno de los pocos pueblos románticos de
Europa, un pueblo
en donde un hombre, sólo por ser gracioso, podia viyir.
Con una quintilla bien hecha se conseguía un empleo para no
ir nunca a la oficina. EI
Estado se
sentía paternal con el pícaro, si era listo y
aIegre. Todo el mundo se acostaba tarde; de noche, las calles,
!as tabernas y !os colmados estaban llenos; se veían
chulos y chulas con espiritu chulesco; había rateros,
había conspiradores, había bandidos, había
matuteros, se hacían chascarrillos y epigramas en las
tertulias, había periodicuchos en donde unos
políticos se insultaban y se calumniaba a otros; se daban
palizas y, de cuando en cuando, se levantaba el patíbulo
en el Campo de Guardias, en donde se celebraba una feria, a la
que acudía una porción de gente en
calesines".
Sobre la cultura de
fines de siglo, dijo Marañón, con la autoridad que
le daba su trayectoria: "Todo el esplendor que tuvo la
España del siglo XlX, en realidad la generación del
98, no se ha considerado más que desde el punto de vista
literario, pero debe considerarse como una resurrección
completa no sólo literaria, sino también
científica. Por los mismos años empieza el gran
esplendor de las ciencias filológicas con don Ramón
Menéndez Pidal, y con los grandes músicos,
así como una generación de pintores
estupenda".
Los jóvenes
Marañón y Baroja cursaron sus estudios de medicina
en Ia facultad de San Carlos. Acerca del clima que se vivia en
los claustros, escribe Marino Gómez-Santos,
biógrafo del médico madrileño: ."Cuando
aún perduraba el recuerdo de Letamendi, 'inisigne pero
netamente dieciochesco' y los maestros de Ia medicina
española eran, por tanto, Ietamendianos en su
mayoría, Ia clarividencia de Gregorio
Marañón acertó a distinguir a los dos
primeros apóstoles de Ia medicina propiamente universal y
antidoctrinaria, que fueron Sañudo y
Madinaveitia".
En Ia novela El
árbol de Ia ciencia, publicada en 1911, Baroja
-enmascarado en su alter ego, Andrés Hurtado-,
relata: "En San Carlos corría como una verdad indiscutible
que Letamendi era un genio; uno de esos hombres águilas
que se adelantaban a su tiempo; todo el mundo Ie encontraba
abstruso porque hablaba y escribía con gran empaque un
lenguaje medio
filosófico, medio Iiterario. (…) Letamendi era de estos
hombres universales que se tenían en Ia España de
hace unos años; hombres universales a quienes no se Ies
conocía ni de nombre, pasados !os Pirineos".
En la primera
parte de esa novela aparece un personaje enigmático: el
hermano Juan. Sobre él se tejían las mas disimiles
suposiciones: "No había unanimidad –recuerda Baroja:
unos creían que era un hombre distinguido; otros, que era
un antiguo criado; para algunos en un santo; para otros, un
invertido sexual o algo por el estilo». En 1931,
Marañón Ie escribe al vasco: "Cuando yo era interno
del Hospital, en mis primeros años, vi al hermano Juan
(..) Efectivamente, padecía una psicopatía sexual.
Si algún día Ie veo, le contaré detalles.
Confirmaba así Marañón cuanto se hablaba de
este hombre misterioso. Y encontraba un recuerdo que lo
aproximaba a Baroja.
La Academia
En el
último volumen de sus
Memorias,.publicado en 1949, Baroja expresó:
«Lo que podia decir como escritor, bueno o malo, ya lo he
dicho, y he exhibido mis pequeñas vacilaciones y
veleidades, mis simpatias y antipatías. Con estas palabras
resume su opinión acerca de la propia obra. Algunos
críticos, como Jose Ortega y Gasset y Ramón
Gómez de la Serna, encontraban serios defectos en sus
novelas;
otros., como Gregorio Marañón, veían en
ellas genuina valía.
Corría el
año 1934. "En una de Ias sesiones de la Academia
Española celebradas en la primavera ya muy avanzada,
Pío Baroja es elegido académico. Azorín y
Marañón luchan denodadamente para conseguir el
triunfo -afirma Gómez·Santos-. EI primero
cumplía con su antigua amistad con
Baroja, pero Marañón había procedido por un
impulso espontáneo de hacer justicia al
novelista vasco, con el que había mantenido muy escasa
relación".
Pío Baroja
agradece a Marañón su intercesión y Ie pide
que sea él quien conteste a su discurso de ingreso a la
Academia. Entonces, el madrileño se ve envuelto en una
singular anécdota. Gómez-Santos continúa el
relato: ."Menendez Pidal, como Presidente de la Academia
Española, recibe el informe acerca
del discurso barojiano sobre La formación
psicológica de un escritor y cuyo tono -el usual en el
novelista- pareció inadecuado a los censores de la Casa".
Por esa razón, el filólogo Ie escribe a
Marañon: "He hablado con los censores del discurso de
Baroja y me dicen que convendría atenuar algo de la nota
de desinterés por la labor académica que en muchas
páginas se expresa, pues no es oportuna en el momento
preciso de la entrada en la corporación". Baroja no puede
con su genio. y lo demuestra una vez más, aunque "su
ingreso en la Academia Ie llena de gozo, lo cual se advierte en
su epistolario". Marañón estuvo junto a él
en esa circunstancia.
Aunque las
diferencias de carácter y de objetivos
entre Marañón y Baroja son evidentes, tuvieron
experiencias en común –el ámbito, los
estudios universitarios, el ejercicio de la medicina, la
condición de académico- y tuvieron, asimismo, una
enriquecedora relación personal, de la que da testimonio
el bastón navarro regalado a Marañón por el
novelista, sin el cual el médico ilustre, poco antes de
morir, "no daba un paso durante su estancia en
Toledo".
(EL TIEMPO, Azul,
5 de julio de 1998)
Página siguiente |