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Pío Baroja



Partes: 1, 2

    1. Baroja y
      el 98
    2. Baroja y
      Marañón: algunas
      coincidencias
    3. Aproximación a la estética
      barojiana
    4. Novela: polémicas y
      teorías
    5. Norte y Sur: una estética
      barojiana
    6. La literatura como evasión
    7. El País Vasco
    8. Baroja y Unamuno: La raza vasca y la
      libertad
    9. El amor, un conflicto barojiano
    10. La pedagogía
      española
    11. Los indianos
    12. Los cuentos
    13. Baroja y León Felipe: Vagabundos y
      romeros
    14. Bibliografía

    En este trabajo me
    ocupo de algunos aspectos de la vida y la obra de Pío
    Baroja, escritor vasco de cuyo fallecimiento se cumplen cincuenta
    años en 2006.

    El trabajo fue
    realizado bajo la dirección del profesor
    José Gatti, titular de la Cátedra de Literatura Española
    I, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
    Buenos Aires,
    en 1983. Cada uno de los capítulos ha sido publicado en
    diarios de la Argentina, y una parte de la investigación fue publicada anteriormente
    en este sitio.

    Baroja y el 98

    En el año
    1947, Baroja escribió: "No es fácil saber hoy si
    esta generación o seudogeneración nuestra que se
    llama del 98, y de la que se ha hablado tanto, es algo corriente
    o tiene cierto valor de
    excepción. Estas palabras -dice Leonardo Romero Tobar-
    "ponen en cuestión, la consistencia de la llamada
    'Generación del 98' ".

    Donald Shaw
    señala que en dos conferencias –"Divagaciones de
    autocrítica" y "Tres generaciones"- el vasco "niega la
    existencia de una Generación de l898 como .grupo
    unificado e identificable". El crítico afirma que Baroja
    postula una "generación de 1870", de miembros no
    especificados, pero que incluiría a historiadores y
    científicos, además de autores
    literarios.

    Shaw considera que
    la primera referencia significativa a la nueva generación
    surgida en España
    después de 1898, parece provenir del historiador y
    político Gabriel Maura, en el curso de una polémica
    con Ortega v Gasset. En un articulo publicado en 1908, Maura se
    refiere a la "generación que ahora llega:
    generación nacida intelectualmente después del
    desastre".

    Esta
    generación será conocida también con el
    nombre de "Generación del Desastre", sugerido por
    Andrés González Blanco en 1912.

    A criterio del
    hispanista, "Ia popularización del nombre "Generacion de
    1898" se debe a uno de sus miembros, Jose Martínez Ruiz,
    "Azorin", quien en 1910 escribe una breve nota, "Dos
    generaciones", en la que contrasta su propia generación
    con una mas joven, de la que no especifica miembros,
    acusándola de comercialismo y escritos
    pornográficos. En este punto -agrega Shaw- establece como
    año crítico el de 1896. e incluye en la
    generación, además de a si mismo, a Valle
    Inclán, Baroja, Unamuno, Maeztu, Benavente y Darío.
    Pese a todo, no acepta este nombre para el grupo hasta 1912".
    Shaw no cree que Azorín haya inventado el nombre, sino que
    recogió un término ya en uso.

    El hispanista
    destaca la importancia histórica básica de los
    artículos de Azorín para establecer a la
    Generación como entidad reconocible, pero observa que,
    desde el punto de vista actual, presentan serias deficiencias:
    "En cuanto a los miembros, olvida a Ganivet y Antonio Machado,
    mientras que su inclusión de Benavente, Valle
    Inclán y sobre todo Darío, lider a su vez de un
    movimiento
    bastante distinto, el modernismo,
    que nació en Latinoamérica y se extendió a
    España, es muy discutible".

    En su libro
    Modernismo frente a 98, Guillermo Diaz-Plaja divide a los
    miembros de la generación en dos promociones -anota Shaw-:
    "una algo mayor, constaría de Unamuno (nacido en 1864) y
    Ganivet (1865); a la otra, más joven, pertenecerían
    Baroja ( 1872), Azorin (1873), Maeztu (1874) y Antonio Machado
    (1876)".

    En cuanto a las
    características comunes a estos creadores, Donald Shaw
    destaca que ellos coinciden en la "participación en una
    indagación personal
    destinada a renovar ideales y creencias; interpretación del problema de
    España en términos afines, esto es, como un
    problema de mentalidad, más que político,
    económico o social, y aceptación de que Ia
    literatura es un instrumento para el examen de esos problemas".
    Considera que ni Benavente ni Valle Inclán encajan en este
    grupo, y que "!a inclusión de Unamuno, Baroja y Antonio
    Machado no necesita discusión".

    Romero Tobar
    sostiene que "queda fuera de debate la
    identificación de Baroja con la atmósfera intelectual
    y artística vigente en España durante el cruce de
    los dos siglos" y da las razones en las que sustenta esta
    aseveración: "Dejando ahora de lado las relaciones de
    amistades v enemistades literarias v Ios datos conocidos
    de sus contactos con la bohemia de Madrid, la
    obra del primer Baroja sirve los síntomas indiscutibles
    del clima intelectual
    de entresiglos: conocimiento
    de las reflexiones regeneracionistas sobre los males de la patria
    (…), fuerte impronta de las filosofías individualistas
    del postidealismo alemán (…), interés
    por las ciencias de la
    naturaleza,
    acercamiento a los movimientos anarquistas, gravitación de
    la España negra en los viajes por Ios
    campos y poblachones del interior de ambas Mesetas, adopción
    de fórmulas artísticas de la literatura simbolista
    (cultivo del poema en prosa, veladuras en la matización
    emocional, conmovedor claroscuro de relatos y estampas con fuerte
    contenido de denuncia social)".

    Mary Lee Bretz
    afirma que "se ha hablado mucho del antihistoricismo de Baroja e
    incluso se ha visto este antihistoricismo como un rasgo
    característico de la generación del 98". AI
    respecto, recordamos lo que escribió Eugenio Matus:
    "Baroja piensa que la novela debe
    basarse en Ios sucesos actuales, o por lo menos en sucesos que
    están todavía cercanos al autor. Como escritor
    realista, no ve la posibilidad de captar la realidad de hace
    quinientos años".

    Bretz advierte que
    es discutible el antihistoricismo en la. generación del 98
    vista como una característica, ya que "un repaso de la
    literatura noventavochista descubre numerosas obras de fondo
    histórico" y señala fases en la relación de
    estos creadores y la historia: "Es cierto que
    esta generación empieza repudiando Ia historia y, en
    particular, la del siglo XIX -concede-, pero, al ver la futilidad
    de sus esfuerzos regeneracionistas por cambiar esta historia,
    vuelven a ella, obsesionados con ese siglo que habían
    desdeñado y del que no han podido librarse. Interesa notar
    que en Ia mayoría de estos escritores el tema
    histórico aumenta con paso del tiempo, aunque
    su tratamiento sea distinto en los diversos autores".

    Laín
    Entralgo -citado por Bretz- da también su opinión.
    EI cree que "más que una vuelta a la historia oficial que
    les disgusta, los noventayochistas se crean una historia propia,
    esa intrahistoria unarnuniana".

    De lo que antecede
    se desprende que para la critica y para muchos creadores, la
    generación del 98 existió, aunque Baroja lo haya
    puesto en duda. El mismo es considerado, junto a Unamuno y
    Machado, uno de los "tres grandes" de la generación cuya
    existencia cuestiona.

    En su obra, el
    estilo adquiere un nuevo sentido, ya que el vasco, dejando de
    lado consideraciones retóricas, dice que es la manera en
    que cada hombre se
    representa el mundo y la forma en que interviene en su
    representación. "Para mí -agrega- el ideal de un
    autor sería que su estilo fuera siempre inesperado: un
    estilo que no se pudiera imitar a fuerza de
    personal".

    El cuentista
    insiste en que el arte "no es un
    conjunto de reglas ni nada: sino que es la vida: el
    espíritu de las cosas reflejado en el espíritu del
    hombre"; la forma en que esta realidad es evocada será
    totalmente diferente, según la psicología y la
    circunstancia personal de quien la transfigure
    poéticamente.

    En su discurso de
    ingreso a la Real Academia Española, Baroja definió
    su concepción artística: "Me considero dentro de la
    literatura como hombre sin normas, a campo
    traviesa, un poco a la buena de Dios"; habiendo leído sus
    libros, nada
    nos autoriza a pensar que el desconocimiento de reglas y
    técnica haya menoscabado sus condiciones.

    La originalidad de
    su concepción artística no impidió que
    Baroja fuera elegido miembro de la Real Academia Española,
    así como no impidió que se lo recuerde vinculado a
    una de Ias más interesantes generaciones literarias de
    nuestro tiempo.

    (LA NUEVA
    PROVINCIA, Bahía Blanca, 11 de septiembre de
    1997)

    Marañón y Baroja; Algunas
    coincidencias

    Gregorio
    Marañón fue una de las personalidades mas
    destacadas de la España de nuestro tiempo. Guillermo
    Díaz-Plaja, de la Real Academia Española,
    señala que el médico y escritor "era espejo de
    curiosidades, y nada de lo españoI podía serle
    ajeno. Y, claro está, la diversidad de lo hispanico
    había de interesarIe, especialmente cuando esta diversidad
    rozaba Ia zona de lo conflictivo. La comprensión de su
    patria era total Es decir, basada en la generosa y absoluta
    conciencia de su
    riquísima diversidad. Para ello se apoyaba -como tantas
    veces- en su serena y objetiva visión de
    naturalista".

    Su hijo, Gregorio
    Marañón Moya, nos habIa del hombre, del padre: "era
    inteligente y bondadoso –afirma-. EI talento y la bondad
    son las luces del ser humano. Fue uno de esos hombres preclaros
    que dan a su patria la ejemplaridad de una vida dedicada, por
    entero, aI cumplimiento del deber -de los muchos deberes- y al
    amor ardiente
    e inconmovible por España".

    Sobre el aspecto
    científico de su legado, se expresa Luis Calvo: "A
    Marañón médico corresponde, juntamente con
    Teófilo Hernando y otros, la gloria de haber elevado Ia
    Medicina
    española" a un nivel internacional. Fue el iniciador de la
    escuela
    endocrinológica el introductor en España del
    Neosalvarsán, testigo personal de los primeros trasplantes
    de Voronoff, descubridor de los orígenes y
    terapéutica del bocio endémico de las Hurdes,
    adonde fue con el Rey Alfonso XllI, en viaje memorable (…)
    Inició en España los estudios -hoy tan difundidos
    en el mundo entero- de los temas sexuales. (…) La teoría
    donjuanista -Don Juan andrógino- de Marañón,
    coincidente con Ia de Perez de Ayala, se razona todavía y
    controvierte en aulas, libros y periódicos
    extranjero".

    Acerca de los
    temas que cautivaron al academico, dice Calvo: "La obra de
    Marañón es ingente y está vertida a todos
    los idiomas cultos: ya sean los ensayos
    literarios, politicos e históricos, ya sean Iibros
    puramente cientificos".

    Gregorio
    Marañón nació en 1877 en Madrid. Cinco
    años antes. había nacido Pío Baroja en San
    Sebastián. La cercanía en el tiempo y la comunidad de
    intereses hicieron que estos dos escritores se refirieran mas de
    una vez a una misma realidad, en sus ljbros, en reportajes y en
    la correspondencia que los académicos mantuvieron entre
    sí.

    Madrid, la
    universidad

    Tanto
    Marañón como Baroja conocieron la atmósfera
    peculiar del Madrid de fin de siglo. El vasco la describe en sus
    memorias:
    «Madrid, entonces, era un pueblo raro, distinto de Ios
    demás, uno de los pocos pueblos románticos de
    Europa, un pueblo
    en donde un hombre, sólo por ser gracioso, podia viyir.
    Con una quintilla bien hecha se conseguía un empleo para no
    ir nunca a la oficina. EI
    Estado se
    sentía paternal con el pícaro, si era listo y
    aIegre. Todo el mundo se acostaba tarde; de noche, las calles,
    !as tabernas y !os colmados estaban llenos; se veían
    chulos y chulas con espiritu chulesco; había rateros,
    había conspiradores, había bandidos, había
    matuteros, se hacían chascarrillos y epigramas en las
    tertulias, había periodicuchos en donde unos
    políticos se insultaban y se calumniaba a otros; se daban
    palizas y, de cuando en cuando, se levantaba el patíbulo
    en el Campo de Guardias, en donde se celebraba una feria, a la
    que acudía una porción de gente en
    calesines".

    Sobre la cultura de
    fines de siglo, dijo Marañón, con la autoridad que
    le daba su trayectoria: "Todo el esplendor que tuvo la
    España del siglo XlX, en realidad la generación del
    98, no se ha considerado más que desde el punto de vista
    literario, pero debe considerarse como una resurrección
    completa no sólo literaria, sino también
    científica. Por los mismos años empieza el gran
    esplendor de las ciencias filológicas con don Ramón
    Menéndez Pidal, y con los grandes músicos,
    así como una generación de pintores
    estupenda".

    Los jóvenes
    Marañón y Baroja cursaron sus estudios de medicina
    en Ia facultad de San Carlos. Acerca del clima que se vivia en
    los claustros, escribe Marino Gómez-Santos,
    biógrafo del médico madrileño: ."Cuando
    aún perduraba el recuerdo de Letamendi, 'inisigne pero
    netamente dieciochesco' y los maestros de Ia medicina
    española eran, por tanto, Ietamendianos en su
    mayoría, Ia clarividencia de Gregorio
    Marañón acertó a distinguir a los dos
    primeros apóstoles de Ia medicina propiamente universal y
    antidoctrinaria, que fueron Sañudo y
    Madinaveitia".

    En Ia novela El
    árbol de Ia ciencia
    , publicada en 1911, Baroja
    -enmascarado en su alter ego, Andrés Hurtado-,
    relata: "En San Carlos corría como una verdad indiscutible
    que Letamendi era un genio; uno de esos hombres águilas
    que se adelantaban a su tiempo; todo el mundo Ie encontraba
    abstruso porque hablaba y escribía con gran empaque un
    lenguaje medio
    filosófico, medio Iiterario. (…) Letamendi era de estos
    hombres universales que se tenían en Ia España de
    hace unos años; hombres universales a quienes no se Ies
    conocía ni de nombre, pasados !os Pirineos".

    En la primera
    parte de esa novela aparece un personaje enigmático: el
    hermano Juan. Sobre él se tejían las mas disimiles
    suposiciones: "No había unanimidad –recuerda Baroja:
    unos creían que era un hombre distinguido; otros, que era
    un antiguo criado; para algunos en un santo; para otros, un
    invertido sexual o algo por el estilo». En 1931,
    Marañón Ie escribe al vasco: "Cuando yo era interno
    del Hospital, en mis primeros años, vi al hermano Juan
    (..) Efectivamente, padecía una psicopatía sexual.
    Si algún día Ie veo, le contaré detalles.
    Confirmaba así Marañón cuanto se hablaba de
    este hombre misterioso. Y encontraba un recuerdo que lo
    aproximaba a Baroja.

    La Academia

    En el
    último volumen de sus
    Memorias,.publicado en 1949, Baroja expresó:
    «Lo que podia decir como escritor, bueno o malo, ya lo he
    dicho, y he exhibido mis pequeñas vacilaciones y
    veleidades, mis simpatias y antipatías. Con estas palabras
    resume su opinión acerca de la propia obra. Algunos
    críticos, como Jose Ortega y Gasset y Ramón
    Gómez de la Serna, encontraban serios defectos en sus
    novelas;
    otros., como Gregorio Marañón, veían en
    ellas genuina valía.

    Corría el
    año 1934. "En una de Ias sesiones de la Academia
    Española celebradas en la primavera ya muy avanzada,
    Pío Baroja es elegido académico. Azorín y
    Marañón luchan denodadamente para conseguir el
    triunfo -afirma Gómez·Santos-. EI primero
    cumplía con su antigua amistad con
    Baroja, pero Marañón había procedido por un
    impulso espontáneo de hacer justicia al
    novelista vasco, con el que había mantenido muy escasa
    relación".

    Pío Baroja
    agradece a Marañón su intercesión y Ie pide
    que sea él quien conteste a su discurso de ingreso a la
    Academia. Entonces, el madrileño se ve envuelto en una
    singular anécdota. Gómez-Santos continúa el
    relato: ."Menendez Pidal, como Presidente de la Academia
    Española, recibe el informe acerca
    del discurso barojiano sobre La formación
    psicológica de un escritor
    y cuyo tono -el usual en el
    novelista- pareció inadecuado a los censores de la Casa".
    Por esa razón, el filólogo Ie escribe a
    Marañon: "He hablado con los censores del discurso de
    Baroja y me dicen que convendría atenuar algo de la nota
    de desinterés por la labor académica que en muchas
    páginas se expresa, pues no es oportuna en el momento
    preciso de la entrada en la corporación". Baroja no puede
    con su genio. y lo demuestra una vez más, aunque "su
    ingreso en la Academia Ie llena de gozo, lo cual se advierte en
    su epistolario". Marañón estuvo junto a él
    en esa circunstancia.

    Aunque las
    diferencias de carácter y de objetivos
    entre Marañón y Baroja son evidentes, tuvieron
    experiencias en común –el ámbito, los
    estudios universitarios, el ejercicio de la medicina, la
    condición de académico- y tuvieron, asimismo, una
    enriquecedora relación personal, de la que da testimonio
    el bastón navarro regalado a Marañón por el
    novelista, sin el cual el médico ilustre, poco antes de
    morir, "no daba un paso durante su estancia en
    Toledo".

    (EL TIEMPO, Azul,
    5 de julio de 1998)

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