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Tres libros como símbolos: "El hombre y sus símbolos", "Tao Te King" y "Job"




Enviado por a.a.u



Partes: 1, 2

    1. El hombre y sus símbolos,
      de Carl G. Jung
    2. El Tao Te King
      como origen
    3. Fuentes para
      el presente trabajo

    Hay buenas razones para aunar tres libros
    divergentes entre si como lo son "El hombre y
    sus símbolos", el "Tao Te King" y "Job" como
    también la inmensa pluralidad de acciones como
    son el batallar, el crear o el sonar, donde también hay
    buenas razones para hacerlo. El principal motivo es el individuo
    expuesto al error. Tal exponencia no atañe al hombre sino en
    donde se lo sitúa. En "El origen de la tragedia", del gran
    Friedrich Nietzsche dice
    "Siempre hay un único ser real, bajo una pluralidad de
    hombres donde
    yace sino la mascara de un solo
    héroe"
    Como individuo expuesto al conocimiento
    trágico. Ese mundo real en extremo que el hombre
    aprendió a soportar con la ayuda de los
    símbolos.

    El escribirlos, el recitar los libros, como de
    antaño se hacía, como cualquier otra acción,
    implica sino un intento de conocer lo real. Un símbolo es
    entonces una convención que ayuda en este desconcierto que
    S. K. Langer se contenta en contar con los datos de los sentidos.
    Para Ernst Cassirer la finalidad fue la de abarcar la totalidad
    de los fenómenos en los cuales se presenta en un
    "cumplimiento significativo de lo sensible."

    Pero sin embargo, estos explican las causas" los efectos
    son humanamente mas hermosos estéticos. Tal vez porque la
    costumbre de escribir libros nace allí donde el espanto de
    ver que los artilugios lógicos desfallecen y todo va mas
    allá de la razón.

    Por eso es en ese predio donde un libro es lo
    que es, una acción cualquiera es lo que es, Dios mismo es
    lo que es. Hay un lugar, un génesis que significa
    origen, donde cada cosa es lo que es. Como si ese estado convive
    entre nosotros. No obstante la creación de estos libros va
    más allá de las posibilidades referenciales. Pues
    ilustran cada uno a su manera, los diversos avatares (que son lo
    que son) que corresponden a los hombres y que están
    más allá del tiempo y el
    espacio.

    1) "El hombre y
    sus símbolos" de Carl G. Jung

    Relativamente pocos libros llegan a captar y plasmar tan
    bien al mundo como para que todas sus páginas puedan
    configurar lo que se dice, un símbolo. La multiplicidad de
    conceptos que puede generar, incluso hasta la misma
    contradicción de uno respecto otro, llevan al lector a
    adentrase una y otra vez, para vislumbrar un nuevo y acaso
    distinto significado. A la fascinación de un mismo y
    único objeto (que además tiene la propiedad de
    actualizar sus características a la percepción
    de quien lo lee) ya son de por si buenas razones para afianzarse
    en un devoto aprendizaje de
    aquel.

    En lo que a mi modesto juicio respecta, "El hombre y sus
    símbolos" es una obra que satisface las condiciones
    antedichas, tal vez por el dualismo temático presente a lo
    largo del libro; tal vez por los temas que derivan de aquellos; o
    bien por la rica simbología que su autor y autores se
    esmeran en plasmar. Pero sin embargo, no es de mi interés
    preguntar la causa de esta fascinación, sino a partir
    de qué,
    los símbolos poseen tanta vigencia.
    Pues siendo fieles a esta premisa, veremos cómo, a partir
    de la segunda cuestión, llegaremos a aducir justamente sus
    causas. Premisa sustancialmente estética, mientras que la segunda es
    esencialmente psicológica. Podemos decir finalmente que
    mediante la psicología, al menos
    en este libro, se llegan a dilucidaciones estéticas.
    Seguramente esa fue la intención de Carl G. Jung,
    principal disidente de Freud, quien supo
    amalgamar ambas disciplinas.

    Lo que une a los hombres es lo estético, no lo
    psicológico, no la razón sino algo que va
    más allá de ella. Cuando lo psicológico no
    hace más que delimitarlos con ese dispositivo que llamamos
    "yo".

    Este misterio, es el resultante de un proceso
    biológico que el hombre experimentó a lo largo de
    miles de años. Miles de años de existencia, han
    posibilitado un registro de
    índole simbólica, al cual el humano tiende a
    escuchar y a realizar: Son los arquetipos, creadores de los
    mitos,
    héroes y leyendas…La imaginación y
    acción de los hombres responde y crece a partir de ellos.
    Si pensamos en los mitos, son el sexo, el amor y
    la muerte los
    tres ejes esenciales. En cuyas creencias se hallan registrados la
    magia y la hechicería, el dominio del
    fuego, la domesticación del buey y el
    conocimiento de la agricultura. "Los acontecimientos del
    remoto pasado se presentan
    casi visibles ante nuestros
    ojos"
    , así nos lo explican unos versos del Mahabharata
    al respecto.

    La reproducción de la especie, la
    extinción del individuo y lo que une a los seres vivos
    como hecho metafísico, son los patrimonios de aquellas
    experiencias en cada ser humano. Los arquetipos enseñan
    por lo tanto que todo lo genérico sobrevive como idea
    en si
    en lo individual y de esta manera, lo pasado en lo
    presente. Hay en ellos una suerte de sabiduría que
    traspasa el tiempo y el espacio. Los románticos alemanes
    lo llamaron witz Los rasgos atribuidos a éste se
    asemejan a los descriptos por Parménides: la unidad e
    inmortalidad de un ser eterno, o sea, un ente capaz de unir lo
    aparentemente inconexo; dándole formas a eso ya sea como
    disolvente o aglomerante del universo.

    El genio de la
    especie es al que se hace referencia. La plasticidad que mediante
    sus misteriosos mecanismos demuestran, nos hacen dar la
    impresión de lo débil e inciertas son las premisas
    de lo real. Y por esto, y muchas otras razones, nos hacen atender
    a los símbolos para dar una razón más a
    nuestras vidas.

    Finalmente la ilusión o lo ilusorio llegan muchas
    veces a ser el ultimo bastión redentor de un mundo que
    asemeja ser tan real como complejo. Lo ilusorio es siempre la
    interpretación misma
    . Conglomera a los
    hombres, los disuade, los satisface, y no. Los lleva a buscar su
    ilusorio lugar en el mundo, les hace creer que este o ese es su
    tiempo. No hay nunca una manera acabada de entenderlo. Las
    reiteraciones, las divisiones del pasado y el futuro son
    arbitrarias. El universo se
    consolida y justifica por su implícita reiteración,
    desfigurada a menudo por lo ilusorio. Lo que cambia es lo
    ilusorio, no el mundo real, que es univoco. Los dos a su vez
    conviven en uno: el hombre. Cabe decir entonces que los
    símbolos son entes en si, yendo hacia si
    mismos.

    El hombre no obstante que se acepta en tanto creador y
    se encarna en él y se convierte en héroe, el
    sintagma del símbolo. Quien lo representa todo a lo largo,
    y que sufrió una regulación oculta, creada por un
    lento proceso en pos de una mitología o epopeya. Es decir que el hombre
    crea sus símbolos y los símbolos transforman al
    hombre. El origen de ambos es incierto, aunque se justifiquen
    recíprocamente. El héroe es el inaugurador de
    certezas, creencias e ideas que con el devenir de una
    civilización, son acunadas por tal o cual
    institución (las aglomeradoras y generadoras de cultura).
    Solamente el individuo inicia actos heroicos, que luego pasan al
    saber del pueblo o la tribu. Y solamente a nivel individual se
    encuentra la inspiración en los
    símbolos.

    El principio de individuación esta al servicio de
    sus impulsos para que sea llevado a la totalidad y a su vez a ser
    el Primer Hombre Originario: "Entre un grupo de
    gente
    -nos cuenta Jung – que viven en las orillas del
    Tigres, Adán sigue siendo el Superalma oculta o
    espíritu protector, místico de todo el genero
    humano"

    Por ejemplo, el mito de Orfeo
    anticipa a Cristo y recuerda a Dioniso, el que atraviesa el
    camino de los otros dos, nos prueba que es una condición
    que constantemente se innova: "Todas las criaturas se aplacan
    cuando el mediador, en el acto de adoración, representa la
    luz de la
    naturaleza.
    Orfeo es una personificación de la devoción y la
    piedad; simboliza la actitud
    religiosa que resuelve todos los conflictos, ya
    que mediante ella, toda el alma se vuelve
    hacia lo que reside en el otro lado de todo conflicto…y al hacerlo, él es el
    verdadero Orfeo; es decir, un buen pastor, su primitiva
    personificación."

    El héroe es mediador entre lo anterior y lo
    ulterior. Es él quien lleva las cosas a un estrato mas
    avanzado de evolución. Es la encarnación del
    símbolo por ende. El hombre necesita de los
    símbolos para aglomerar las experiencias, para
    conciliarlas con la historia y la identidad, a
    modo de registro; caso contrario las abismales lejanías de
    lo irrepresentable harían de esto un universo
    caótico, imposible de conocer, imposible de categorizar,
    ya que aquellos están sino para simplificar y dar sentido.
    Conocido es el caso de Descartes,
    quien decía que el mundo, hecho de sentidos, podía
    ser obra de un ser superior malicioso y que por tanto acude a
    Dios, único ser real. Como se ve, aquí Dios es el
    símbolo…curiosamente mediante algunos procesos
    mentales, al fin de cuentas, lo
    único real resulta ser un símbolo.

     

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