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Análisis de la evolución tectónica y paleogeografía de la cuenca central, Cuba (página 4)




Enviado por Israel Cruz Orosa



Partes: 1, 2, 3, 4

Durante el período de la colisión el
territorio cubano posiblemente constituyó una sub-placa
que tenía su límite norte en el frente de
colisión entre el Cinturón Plegado Cubano, que
comenzaba a desarrollarse, y el margen pasivo meridional de la
Placa Norteamericana; hacia el sur el límite lo
constituía la zona de generación de corteza en la
Cuenca de Yucatán y por el oeste su límite era
transformante con el borde oriental del bloque Maya.

La dirección de la colisión y
emplazamiento del Cinturón Plegado Cubano sobre el margen
de la Placa Norteamericana fue sub-latitudinal (de sur a norte),
siendo además diferenciado según bloques que fueron
separados entre sí por un sistema de fallas
rumbodeslizantes de dirección predominante SW-NE, que
facilitaron la rotación y reacomodo de los bloques
según las proporciones del avance generado, la forma y
dimensiones de las estructuras
preexistentes en el margen de la Placa Norteamericana. Desde
finales del Eoceno Superior el límite noroccidental de la
Placa del Caribe comenzó a ser transcurrente (Pindell, ed.
1994; Iturralde-Vinent, 1998), caracterizado por un movimiento
siniestro a lo largo de las zonas de fallas Polochic-Motagua,
Swan y Oriente, y por la apertura de la Fosa de Caimán en
dirección sub-longitudinal (Rosencrantz et al., 1988). La
ocurrencia de este proceso
sugiere un cambio
regional de los esfuerzos tectónicos, tanto en su
dirección como en su magnitud, que es confirmado por una
tranquilidad tectónica relativa y una sedimentación
pseudo-platafórmica que cubre desde finales de Eoceno
Superior las secuencias pertenecientes al Cinturón Plegado
Cubano.

En este entorno geotectónico la evolución de la zona de fallas La Trocha
puede ser analizada en dos etapas principales, que reflejan los
cambios de la dinámica a escala regional.
Desde el Campaniense Superior hasta el Eoceno Superior, la
actividad en la zona de fallas se caracterizó por el
predominio de un movimiento transcurrente siniestro, que
posibilitó la formación de una estructura en
flor negativa y el desarrollo
simultáneo de la Cuenca Central (figura 5.2). Durante este
período se registra la extensión hacia el este de
la sedimentación y la profundización de la Cuenca
Central, con la aparición de discordancias progresivas
regionales y la posible generación de zonas de
desplazamiento secundarias. Las secuencias
molásico-flyschoides del Campaniense
Superior-Maastrichtiense (formaciones Eloisa y Catalina) marcan
el comienzo de la sedimentación asociada al proceso de
transcurrencia.

A partir de los finales del Eoceno Superior en la zona
de fallas La Trocha comenzaron a predominar los movimientos
verticales y con rotación en sentido horario de los
bloques situados a sus extremos. La sedimentación tuvo un
carácter carbonatado-terrígeno
(Milián, 1989) y se supone que se depositó a partir
de los últimos movimientos tectónicos intensos e
inicio del período de desarrollo platafórmico
(Blanco, 1999). Ya en este intervalo no se conoce la existencia
de discordancias progresivas regionales y la cuenca comienza a
tomar su configuración actual, caracterizada por la
existencia de dos zonas con características
tectónicas diferentes, una zona suroccidental y otra
noroccidental, separadas entre sí por fallas profundas
transversales. La zona suroccidental se caracteriza por el
hundimiento continuo, alcanzando los mayores espesores de
sedimentos de toda la Cuenca Central, mientras que la zona
noroccidental se mantiene relativamente levantada con respecto a
la anterior, tuvo una sedimentación fue mucho más
limitada desde el Oligoceno y su límite occidental lo
constituye la zona de fallas inversas Zaza-Tuinicú,
indicando que los esfuerzos en esa área son compresivos
(figura 5.3).

Figura 5.2: Bloque diagrama
característico de ambientes transtensivos (modificada de
Biddle y Christie-Blick, 1985), representativo de la
evolución de la zona de fallas La Trocha durante el
período Campaniense Superior – Eoceno
Superior.

Figura 5.3: Bloque diagrama característico de
ambientes transpresivos (modificada de Biddle y Christie-Blick,
1985), representativo de la evolución de la porción
norte de la zona de fallas La Trocha durante el período
Eoceno Superior – Actualidad.

5.2. Análisis
Paleogeográfico

Para analizar la evolución paleogeográfica
de la zona de fallas La Trocha, debemos previamente comprender el
contexto paleotectónico y paleogeográfico regional
en que se desarrolló dicha estructura; considerando la
dinámica de los esfuerzos tectónicos a escala
regional, su dirección y magnitud, el grado en que los
bloques adyacentes convergen o divergen por su rumbo y
buzamiento, las características de la
sedimentación, las deformaciones ocurridas y la
configuración de las estructuras preexistentes. En nuestro
caso se puede analizar la sucesión de los eventos
identificando tres entornos paleotectónicos y
paleogeográficos con características propias,
relacionados con: el proceso de extinción del Arco
Volcánico Albiense-Campaniense; la colisión entre
el Cinturón Plegado Cubano y el margen meridional de la
Placa Norteamericana; y el período de desarrollo
platafórmico, respectivamente.

Los primeros sedimentos que se registran en la Cuenca
Central son los pertenecientes a la Fm. Guayos, que es
representativa de un período post-Cenomaniense y
pre-Campaniense Superior (Milián, 1986) y se supone que
marca el
período de extinción del Arco Volcánico
Albiense-Campaniense. Este proceso posiblemente tuvo
relación con la colisión desde el sur de los
terrenos Pinos (García-Casco et al., 2001) y Escambray
(Iturralde-Vinent, 1994, ed. 1997, 1998), que pudo inducir
el aborto de
la actividad volcánica. La Fm. Guayos se depositó
en una cuenca post-volcánica, lo cual se confirma por la
ausencia de evidencias del
vulcanismo activo en sus secuencias (Blanco, 1999). Las facies de
la Fm. Guayos evidencian el desarrollo de marismas, pantanos y
cuencas marinas a las que llegaban los sedimentos provenientes de
la erosión
del relieve
elevado.

A partir del Campaniense Superior se registran
secuencias que indican el comienzo del proceso de colisión
entre el Cinturón Plegado Cubano y el margen meridional de
la Placa Norteamericana. Comenzó la actividad
transcurrente en la zona de fallas La Trocha y la
sedimentación cambió al régimen de cuencas
superpuestas, depositándose secuencias molásicas y
flyschoides en una cuenca de tipo tensional. Las facies
depositadas durante el Campaniense Superior-Maastrichtiense
revelan que la cuenca era estrecha y profunda hacia su
porción occidental (figura 5.4), rellenándose
rápidamente con sedimentos finos de fauna
típica de aguas profundas y frías
(Sánchez-Arango, 1977; Milián, 1987b). Los bordes
de la cuenca y las elevaciones existentes en su interior, estaban
formados por las secuencias volcánicas del arco extinto y
en las zonas más septentrionales se recibían
aportes de algunos terrenos emergidos donde afloraban secuencias
ofiolíticas. En las plataformas desarrolladas hacia los
bordes de la cuenca, existieron arrecifes y construcciones
biohérmicas (Sánchez-Arango, 1977; Milián,
1987b). El período Campaniense Superior-Maastrichtiense
abarca el inicio de la actividad tectónica en la zona de
fallas La Trocha, coincidiendo con la extensión y
profundización de la Cuenca Central, sobre todo del
extremo occidental, y la sedimentación de facies
representativas de un ambiente donde
coexistían un relieve vigoroso y sub-cuencas adyacentes en
las que ocurrieron deposiciones en sistemas
fluviales, aluviales y marinos de profundidad
variable.

Durante el Paleoceno se depositaron grandes
volúmenes de sedimentos en forma caótica en
sistemas aluviales y de periplataforma, con mezclas
derivadas de la
erosión de las secuencias volcánicas y
ofiolíticas, los intrusivos de granitoides y los sistemas
carbonatados que se desarrollaban en las zonas elevadas y en los
bordes de la cuenca.

El área de deposición en la cuenca se
extendió hacia el este, como resultado de la
ampliación de la zona de fallas (figura 5.5). A las zonas
profundas llegaban los sedimentos transportados por corrientes
turbias. El relieve durante este período era bastante
elevado y desmembrado, como resultado de una intensa actividad
tectónica relacionada con el surgimiento de fallas
rumbodeslizantes y movimientos de sobrecorrimiento por el
buzamiento de fallas de bajo ángulo (Blanco,
1999).

Figura 5.4: Esquema
paleogeográfico de la Cuenca Central,
Maastrichtiense.

En el Eoceno Inferior y Medio la sedimentación
ocurrió en toda la cuenca, pues hoy se reportan los
sedimentos representativos de ese período en la inmensa
mayoría de los pozos perforados (Milián, 1987a, b)
y en los bordes de la cuenca, lo que indica que las dimensiones
de esta eran mayores. Los sedimentos del Eoceno Inferior y Medio
son fundamentalmente terrígeno-carbonatados,
conglomeráticos y flyschoides. Los detritos se generaban
en las zonas emergidas que bordeaban la cuenca y se depositaban
en condiciones aluviales, deltaicas, de plataforma y hasta en
zonas de talud algo profundo (Blanco, 1999). La
sedimentación durante el Eoceno Superior se hizo
más carbonatada, aunque la forma y dimensiones de la
cuenca no variaron sustancialmente, pues se mantienen los
representantes sedimentarios en la mayoría de los pozos
perforados y en los bordes de la cuenca.

En el registro
estratigráfico de la Cuenca Central, particularmente en el
representativo del período comprendido entre el
Cretácico Superior Campaniense-Maastrichtiense y el Eoceno
Superior, se puede notar el desarrollo de discordancias
progresivas regionales (Rodríguez, 1996; Blanco, 1999).
Este hecho constituye una evidencia de la extensión de la
zona de fallas, con la consecuente ampliación del
área de sedimentación y el desarrollo de la Cuenca
Central.

Figura 5.5: Esquema paleogeográfico de la Cuenca
Central, Paleoceno Superior.

A partir del Oligoceno el registro estratigráfico
depositado en la Cuenca Central, sugiere que la
sedimentación ocurrió en un régimen
tectónico más pasivo, aparentemente de desarrollo
platafórmico.

Las facies oligocénicas (formaciones Jatibonico,
Chambas y Tamarindo), generalmente se consideran depositadas a
partir de los últimos movimientos tectónicos
intensos e inicio del proceso de desarrollo platafórmico
(Blanco, 1999). Son representativas de ambientes fundamentalmente
marinos neríticos, con predominio de sedimentación
carbonatada (figura 5.6); aunque también existió
aporte de material terrígeno, fundamentado por la
aparición de margas con intercalaciones de areniscas y
conglomerados en la Fm. Jatibonico y por la existencia de
calcarenitas, calizas arcillosas y calizas detríticas, en
ocasiones con fragmentos de rocas
vulcanógenas, en las secuencias de las formaciones Chambas
y Tamarindo.

Figura 5.6: Esquema
paleogeográfico de la Cuenca Central, Oligoceno
Medio.

Durante el Mioceno continuó rellenándose
la cuenca, en ambientes predominantemente costeros y marinos
someros (figura 5.7), en relación con la fauna
fósil descrita en las formaciones Lagunitas, Paso Real y
Güines. Existió un importante aporte de material
terrígeno, expresado en el predominio de areniscas,
conglomerados y limolitas de granulometría diversa, en las
formaciones Lagunitas y Paso Real y la ocurrencia de calizas
biodetríticas de grano fino a medio, calcarenitas y lentes
ocasionales de margas en la Fm. Güines.

La sedimentación de estas secuencias
ocurrió en un régimen tectónico pasivo y
continuo, demostrado por la poca deformación de sus capas
y por la relación vertical y lateral concordante de las
formaciones representativas de este período.

Figura 5.7: Esquema
paleogeográfico de la Cuenca Central, Mioceno
Inferior.

Al parecer desde el Mioceno (y quizás antes) la
sedimentación ocurrió de manera diferenciada en las
zonas norte y sur de la Cuenca Central, sobre todo
cuantitativamente. Las zonas de deposición de las
formaciones del Mioceno dentro de los límites de
la cuenca, son mucho más extensas hacia el sur que hacia
el norte, al menos en superficie. Este fenómeno debe tener
relación con el proceso de cierre, que desde el Oligoceno
ha estado
experimentando la zona de fallas La Trocha en su porción
norte y que puede confirmarse por la existencia de un sistema de
fallas inversas (Zaza-Tuinicú) en el extremo noroccidental
de la Cuenca Central y una subsidencia marcada de la zona sur
respecto a la norte, que se mantiene más elevada. Los
sedimentos post-miocénicos en la zona norte de la Cuenca
Central están prácticamente ausentes, mientras que
en la porción sur se desarrollan ampliamente,
representados por las secuencias de la Fm. Guevara y sedimentos
cuaternarios.

VI.
CONCLUSIONES

  1. En Cuba y en
    particular en la porción central del país,
    existen evidencias que confirman la ocurrencia de importantes
    eventos colisionales. Sin embargo, a pesar de las evidencias
    presentes, aún no se conoce un esquema que permita
    explicar de manera convincente la evolución y
    características de los eventos colisionales que dieron
    lugar a la formación del Cinturón Plegado Cubano,
    que yace de manera alóctona sobre el margen meridional
    pasivo de la Placa Norteamericana. Tal estructura es resultado
    de una compleja interacción convergente entre placas,
    creándose las condiciones favorables para la
    generación de los elementos típicos de estos
    ambientes (escamas y mantos de sobrecorrimientos, fallas
    rumbodeslizantes y estructuras en flor) y la formación
    de un sistema de Cuencas Superpuestas.
  2. La evolución tectónica de la zona de
    fallas La Trocha ha estado estrechamente relacionada con el
    proceso de colisión y acreción del
    Cinturón Plegado Cubano sobre el margen meridional de la
    Placa Norteamericana. Entre el Campaniense Superior y el Eoceno
    Superior la zona de fallas posiblemente evolucionó como
    una estructura en flor negativa, predominó un movimiento
    rumbodeslizante siniestro, que posibilitó el desarrollo
    simultáneo de la Cuenca Central. Desde finales del
    Eoceno Superior se registra un cambio en la dinámica de
    los esfuerzos predominantes en la zona de fallas, lo cual es
    evidencia de simultaneidad con los cambios ocurridos a escala
    regional.
  3. El registro sedimentario depositado en la Cuenca
    Central confirma la sucesión de tres entornos
    tectono-sedimentarios diferentes. Las secuencias del
    período Cretácico pre-Campaniense Superior
    indican un ambiente deposicional en una cuenca
    post-volcánica, desarrollada previamente al inicio de la
    colisión entre el Cinturón Plegado Cubano y el
    margen de la Placa Norteamericana. El registro sedimentario
    desde Campaniense Superior es representativo de un ambiente de
    tipo colisional. La sedimentación se desarrolló
    en una cuenca de tipo tensional, donde existieron sistemas
    fluviales, aluviales, transicionales y marinos de profundidad
    variable. Hasta el Eoceno Superior la cuenca experimentó
    una continua subsidencia, justificada por la expansión
    del área de sedimentación y por la existencia de
    discordancias progresivas regionales. Desde finales del Eoceno
    Superior la dinámica de sedimentación
    experimentó cambios, haciéndose más
    carbonatada; la cuenca se dividió en dos sub-cuencas que
    evolucionaron de forma diferente, hacia el norte la
    sedimentación fue mucho más limitada y
    predominaron esfuerzos compresivos, mientras que la
    porción sur mantiene la subsidencia y la
    sedimentación fue estable y continua, típica de
    un desarrollo platafórmico.

VII.
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Israel Cruz Orosa
(1);

Jesús Blanco Moreno
(1);

Yaniel M. Vázquez Taset
(1)

(1) Departamento de Geología, Facultad
de Geología y Minería, Instituto Superior Minero
Metalúrgico "Dr. Antonio Núñez
Jiménez", Las Coloradas s/n, Moa, Holguín, Cuba. CP
– 83329.

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