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Italianos en la Argentina (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Emilia Romagna

Artémides Zatti nació en Boretto en
1880 y falleció en Viedma en 1951. Fue laico de la
Sociedad
Salesiana. José Sobrero sdb escribe: "De Boretto emigraron
hacia la República Argentina invitados por un tío
para largarse a la aventura de América. En 1887 se establecieron en la
ciudad de Bahía Blanca. Y continuaron trabajando.
Artémides tuvo varios empleos al estilo de
‘changas’ hasta que aterrizó en una
fábrica de baldosas. Comenzó a frecuentar la
Parroquia salesiana ‘Nuestra Sra. de las Mercedes¿.
Participaba de la Misa y de las actividades comunitarias.
Allí nació su vocación: codo a codo con los
salesianos" (1).

Notas

  1. Sobrero, Jose sdb: "Beato Artémides Zatti
    sdb", en sapweb.tripod.com.ar, Instituto San Antonio
    de Padua. Barrio San Vicente de Córdoba Capital.

Friuli

Syria Poletti, quien emigró a los
veintitrés años, afirmaba: "uno, como escritor,
pertenece al área en cuyo idioma se expresa. El
instrumento con que yo me expreso es el idioma de los argentinos,
con todo el substratum cultural que ello implica, por lo tanto
soy hija del país, porque el idioma es como la sangre de un
país. Los otros idiomas que me habitan –italiano y
friulano- son herencias que me dejaron mis mayores. Y las
herencias sirven si se hace buen uso de ellas" (1).

Huyendo del Mariscal Tito venían los Ranni, de
Trieste. Cuenta Rodolfo: "viví muchos años con el
recuerdo del rincón donde había dejado mis juguetes,
cuando nos escapamos. Fue una fuga como en el cine: mi
hermano y yo escondidos en el altillo de la casa de mi padrino,
que era el cura del pueblo; mi mamá, en un carro tirado
por caballos de un padrino de mi papá. Y como estaba por
dar a luz a mi hermano,
en la frontera
inglesa la dejaron pasar…" (2).

"Monseñor Eduardo Gloazzo, párroco
durante 35 años de Nuestra Señora de la Merced de
Caseros (…) Había nacido el 17 de agosto de 1923 en
Castions di Strada, provincia de Udine, Friuli (Italia) y
niño aún viajó con su padre a la Argentina,
donde hizo todos sus estudios" (3).

Notas

  1. Fornaciari, Dora: "Reportajes periodísticos a
    Syria Poletti", en Taller de imaginería. Buenos Aires,
    Losada, 1977.
  2. Gaffoglio, Loreley: "El teatro me
    contuvo", en La Nación, Buenos Aires, 20 de
    diciembre de 1998.
  3. S/F: "Noticias del
    02.12.01. Una revista
    católica revela milagro en la vida de recordado
    sacerdote", en "ACI digital", .
    com.

Liguria

Luis Ordaz se refiere al "matrimonio
compuesto por el genovés Pedro Podestá y la
también genovesa María Teresa Torterolo, dos
jóvenes inmigrantes que se encuentran en Montevideo, a
donde cada uno ha llegado por su propia cuenta y sin conocerse.
Se casan en la otra Banda, pero piensan que en Buenos Aires
existen más perspectivas para prosperar que en la
pequeña Montevideo y cruzan el Río de la Plata. Ya
en Buenos Aires, les nacen el primer hijo, Luis (1847), y el
segundo, Jerónimo (1851). Tienen un almacén en
el barrio de San Telmo y no les va mal, pero los nubarrones del
horizonte de la época anuncian grandes tormentas. Los
rosistas hacen correr el rumor de que si el general Urquiza llega
a entrar en Buenos Aires, como amenaza, lo primero que
hará será degollar a todos los gringos. Se trata de
un recurso psicológico –que ya se emplea por
entonces, como se ve- para mostrar la saña criminal del
‘salvaje unitario’ Urquiza y hacer entender
precisamente a los gringos, que ya son muchos, que si la
ocasión se presenta deben combatir decididamente por la
‘santa causa’ del ilustre Restaurador"
(1).

Ana María Giesso desea "bautizar con el nombre de
Bonifacio, su bisabuelo genovés y fundador de la primera
de las tiendas Giesso en 1884, un perfume". Ella dice en un
reportaje: "-Mirá si mi bisabuelo se iba a imaginar esto
hace ciento veinte años. En Génova hacía
gorras y sombreros, y acá puso una tienda en la calle Cuyo
1217, la actual Sarmiento. Sarmiento y Mitre, que compraban
ahí, pasaban en la mañana para que los hicieran los
moños, que era todo un arte. Del arte
del moño, Bonifacio pasó a la multiplicación
de las tiendas: abrió una para cada uno de sus tres hijos,
pero el único que continuó con el negocio fue
Alfredo José, abuelo de Ana María, con un local en
la calle Corrientes y Cerrito, cuando Corrientes atravesaba su
etapa angosta" (2).

Ya centenaria, María Luisa Cuccetti, hija de un
músico genovés inmigrante, recordó en una
entrevista la
alimentación de sus primeros años.
En La Boca, "los cumpleaños se festejaban con pastelitos y
chocolate caliente. Y todo se hacía en casa, lo que
más se comía era risotto. Eso sí, el mejor
paseo era ir de noche al puerto a comer castañas
calentitas…" (3).

Notas

  1. Ordaz, Luis: "El teatro. Desde Caseros hasta el
    zarzuelismo criollo", en Historia de la literatura
    argentina
    . Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Guerriero, Leila: "Ana María Giesso. Medida
    por medida", Fotos:
    Martín Lucesole, en La Nación Revista, Buenos Aires, 27 de
    junio de 2004.
  3. Muzi, Carolina: "El siglo que yo vi", en
    Clarín, Buenos Aires, 26 de septiembre de
    1999.

Lombardía

A Ottobiano, "un pueblito de Lombardía que ni
siquiera puede dar pruebas de su
existencia: no hay trenes que pasen por ahí y fue olvidado
hasta por los cartógrafos",
viajó Miguel Frías. De allí partió su
abuelo en 1913, a los doce años. El nieto se aproxima al
pueblo: ""Verlo acercarse por fin en una mañana de bruma,
entre árboles
sin hojas y campos labrados por fantasmas, no
lo hace más real: la cúpula de la iglesia
está a salvo de la niebla, pero el resto tiene el contorno
de un sueño. Acabamos de recorrer el breve paraíso
de mis cuentos
infantiles" (1).

Vino de Italia –donde había emigrado
anteriormente- el abuelo de José Eduardo Abadi. El nieto
relata: "El abuelo paterno era juez, en Siria, pero como tuvo que
abandonar el país por razones políticas,
se mudó a Milán con toda la familia. Al
poco tiempo,
llegó el fascismo y
tuvieron que volver a emigrar… Así llegaron a la
Argentina" (2).

Notas

  1. Frías, Miguel: "Noticias del mundo", en
    Clarín, Buenos Aires, 3 de septiembre de
    2000.
  2. Aubele, Luis: en La Nación, 23 de junio
    de 2002.

Piamonte

Lorenzo Cot fue un "sacerdote venido de Chambons de
Fenestrelles, Piemonte. Ejerció su apostolado durante la
Presidencia de Urquiza en la Capilla San José de su
residencia. Desde este lugar concurría asiduamente a la
Colonia San José para visitar a los colonos, muchos de los
cuales fueron traídos por él desde su patria. En
1859 fue enviado a Europa para traer
más inmigrantes. Luego fue designado sacerdote en la
Colonia y Villa de Colón. Siempre tuvo mucho aprecio de
los compoblanos europeos pues veían en él a su
defensor y protector de los derechos que les
correspondían por contrato. Pero
esta defensa le valió grandes enemigos en la esfera
política
de Colón, quienes lo persiguieron en forma incansable. Un
cúmulo de acusaciones no hacían impacto en su
fuerte personalidad,
y si bien tenía el apoyo de las altas autoridades
eclesiásticas, llegó un momento muy difícil
para su tranquilidad de parte de algunos hombres colonenses.
Falleció asesinado el 27 de septiembre de 1868. Este
crimen quedó sin aclarar hasta el día de hoy ya que
no ha sido estudiado aún en su profundidad"
(1).

Pablo Lantelme nació en Piamonte en 1814 y
llegó a San José en 1860. El sostenía: "Para
el bien general, creo y afirmo que es necesario que la
predicación de la Divina Palabra se haga en lengua
castellana, o por lo menos, que se predique dos domingos seguidos
en castellano y uno
en francés, para no cortar de un solo golpe el sistema abusivo.
Los Capellanes (de San José) siendo franceses y poco
acostumbrados a hablar en lengua castellana, no faltarán
de alegar mil pretextos contrarios a lo que acabo de probar"
(2).

Rafael Gobelli nació en Casalcermelli en 1862;
falleció en Salta en 1944. En su trabajo "Caza
de subsistencia en la provincia de Salta: su importancia en la
economía
de aborígenes y criollos del Chaco semiárido",
Francisco Ramón
Barbarán y Carlos Javier Saravia Toledo se refieren a este
sacerdote: "A fines del siglo XIX, la aparición del
ferrocarril y la iniciación de la industria
azucarera, determinaron el aprovechamiento de los
aborígenes como mano de obra, llegando a trasladarse
tribus enteras con la colaboración del ejército, a
los ingenios de Tucumán. Posteriormente la actividad
azucarera se expande a las Provincias de Salta y Jujuy, que
atraen grupos
aborígenes mediante el sistema de contratistas de indios.
Los indígenas también se empleaban en los ingenios
voluntariamente, al recibir en pago cuchillos, hachas e incluso
escopetas, que los hacían mas eficientes en la caza y la
recolección. Las armas de fuego
fueron artículos codiciados porque las usaban
además en los continuos enfrentamientos que
mantenían con unidades del ejército, lo cual es
corroborado por diversos autores. Gobelli (1912) manifestaba que
"hasta ahora las armas que los ingenios y obrajes han dado a los
indios les han servido para matar a los oficiales y soldados del
ejército’ " (3)

Alfredo Coasollo "había nacido en 1875, en la
provincia de Torino, comuna del Monasterio de Cantalupa. (…) A
la edad de 15 años se embarcó en Génova
rumbo a Buenos Aires, completamente solo, empleando 48
días en el viaje con el vapor ‘Manila’. El
pasaje le costó 163 liras, y arribó al puerto de
Buenos Aires con un capital de 7 liras y un inmenso entusiasmo de
trabajar. El director del hotel de inmigrantes le entregó un pan
de 4 kilos ya cortado y lo puso sobre el tren rumbo a
estación Aurelia, en la provincia de Santa Fe"
(4).

En un reportaje, Antonio Dal Masetto recuerda a su
padre, el italiano Narciso, un hombre
valiente. De él dice: "era tremendamente trabajador,
tremendamente amante de su familia y
tremendamente testarudo. Durante la Segunda Guerra
Mundial, él trabajaba en una fábrica. Su turno
terminaba a medianoche. Había toque de queda desde las
siete de la tarde, y muchos se quedaban a dormir en la
fábrica, por temor. Mi padre volvía a casa. Su
argumento era grande como una montaña. Decía: Yo
quiero dormir en casa. Tengo una casa, y nadie me lo puede
prohibir. Ni Hitler, ni
Mussolini…
" (5).

María Teresa Andruetto manifiesta: "Soy hija de
un partisano que llegó desde el norte de Italia a la
Argentina, en 1948, y por una sucesión de circunstancias
más o menos azarosas, se instaló en un pueblo de la
pampa húmeda, donde nací, y ahí vivió
toda su vida. También mi mamá es hija de
inmigrantes italianos que llegaron al país hacia finales
del mil ochocientos. El agradecimiento a la tierra de
llegada que le había permitido trabajar y formar una
familia, fue la otra cara de la tristeza que le causaba a mi
padre el desarraigo. A poco de venir, murió su madre y
luego otros y otros, hasta que cada vez se hizo más fuerte
la idea de ya no regresar".

En Stefanonovela juvenil
que dedica a su padre, y que obtuvo numerosas distinciones y fue
traducida al alemán y al gallego-, relata la vida de un
inmigrante italiano que llega a nuestro paìs con su bagaje
de ilusiones y recuerdos. "Aunque Stéfano no relata
la vida de mi padre, hay muchas cosas de él en el libro, cosas
desperdigadas aquí y allá, sobre todo
pequeñas anécdotas y rasgos familiares, como el
mandolín que toca el viejo Moretti, o el hambre cuyo
fantasma acosó a los inmigrantes para siempre, o las
comidas que se comían en casa, o las canciones que
cantaban en el puerto, o el nombre de ciertos pueblos por donde
sé que él pasó, o el título mismo del
libro que replica su nombre. Si un libro es un modo de conocer,
una manera de penetrar en el mundo y buscar el sitio que nos
corresponde en él, Stéfano me
permitió recuperar la sensación de hambre,
desarraigo, extrañamiento, de hombre y mujeres que, tal
como los que hoy se marchan, ayer llegaban buscando una vida
mejor" (6).

Notas

  1. Vernaz, Celia: La Colonia San José.
    Santa Fe, Colmegna,
  2. ibídem
  3. Barbarán, Francisco Ramón y Saravia
    Toledo, Carlos Javier: "Caza de subsistencia en la provincia de
    Salta". Theomai. Universidad
    Nacional de Quilmes.
  4. Britos, Orlando: "Historias de Crespo", en
    Bienvenidos al mayor portal regional,
    www.unespacio.com.ar.
  5. Roca, Agustina: "Historia de vida", en
    La Nación Revista, 12 de julio de
    1978.
  6. Andruetto, María Teresa:
    Stéfano. Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
    Ilustraciones: Daniel Roldán.

Sicilia

Javier Villafañe evoca los teatros de
tìteres a los que asistìan los italianos de La
Boca: "Teníamos entre diecisiete y diecinueve años
y descubrimos los títeres de La Boca, con Wernicke,
José P. Correch y José Luis Lanuza. Era un teatro
estable con muñecos de origen italiano –‘los
pupi’- que hablaban y decían los textos en
genovés… A ese ámbito llegué por primera
vez a los diecisiete años. ¡Qué
impresión, quedé maravillado! Estos marionetistas
representaban episodios de obras que duraban hasta un año.
En estos espectáculos de los títeres de San
Carlino, las marionetas pesaban entre 20 y 30 kilos y eran
manipuladas por una barra. Este descubrimiento de los
títeres de La Boca, tal vez, selló mi camino. Desde
ese momento visité reiteradamente a don Bastián de
Terranova y a su mujer doña
Carolina Ligotti –eran una pareja muy hermosa-,
descendientes de antiguas familias marionetistas
–titiriteros sus abuelos y sus padres-, quienes
tenían en Sicilia uno de los más famosos teatros de
marionetas. Representaban obras clásicas: Ariosto,
de Torcuato Tasso, episodios de las aventuras de Orlando y
Rinaldo, que duraban en episodios un año entero, y casi
siempre, era su público –el mismo público-
viejos italianos, nostálgicos marineros, obreros del
puerto de La Boca y algunos curiosos como yo y como Raúl
González Tuñón, que me había dedicado
su libro El violín del diablo, en plena calle y con
quien desde ese entonces, además de frecuentar el teatro
de San Carlino, nos hicimos muy amigos".

Recuerda la relación que lo unió a los
titiriteros: "Estos viejos titiriteros de La Boca se convirtieron
en grandes amigos míos. Los frecuentaba, y fui testigo de
cómo, al igual que sus abuelos y padres, envejecieron y
murieron al lado de sus marionetas. Conservo aún fresco en
mi memoria el
recuerdo imborrable de estos dos pioneros inmigrantes que
despertaron en mí la pasión más perdurable
por el teatro de muñecos. Desde ese instante y hasta hoy,
con 80 años, sigo firme y fiel a ese mandato de la
historia en constituirme en un humilde difusor de este arte
milenario que es el títere".

"También por esos años –relata Pablo
Medina- descubrió (Villafañe) el teatro de Vito
Cantone, de Catania, Italia, que se instaló en La Boca, en
la calle Necochea 1339, sobre el ‘camino viejo’.
Ahí estaba el Teatro Sicilia: teatro de títeres,
seres de ficción construidos en madera,
vestidos y ornamentados con terciopelo, seda y otras telas de
múltiples colores. Cantone
provenía de una dinastía aggiornada y muy antigua
de la historia de los títeres sicilianos. Llegó a
la Argentina con la gran inmigración de 1895" (1).

Carlos Alonso nació en Tunuyán, Mendoza,
en 1929. Tuvo "como abuelo materno a Salvatore Lisandrello, un
siciliano de Siracusa, y su abuelo paterno era Sandalio Alonso
quien vino de León. España.
Ambos llegaron a nuestro país en 1914. (…) Ya a temprana
edad cursó estudios en la Academia de Bellas Artes
de Mendoza y luego en Tucumán con el maestro Spilimbergo.
Cuando cuenta 24 años viaja a Buenos Aires y expone por
primera vez en esta ciudad, viajando posteriormente a Europa. Es
el artista más popular del arte contemporáneo
argentino y en reiteradas ocasiones volvió a Europa en
busca de sus raíces, habiendo vivido largas temporadas
tanto en España como en Italia" (2).

Dino Rawa-Jasinski se refiere a su tierra natal:
"Nací en Sicilia, pero estoy nacionalizado argentino y me
recibí de bioquímico en la Universidad de Buenos
Aires. Por once años trabajé en un laboratorio,
pero estudié paralelamente el profesorado de piano en el
Instituto Alberto Williams, y me perfeccioné con Anita
Gelber, la madre de Bruno. Era feliz. En 1987, el doctor Bruno
Petruccio, que era director general del teatro Coliseo,
escuchó una versión mía de la Polonesa
heroica
, de Chopin, y me ofreció la dirección artística del teatro y, al
año siguiente, la dirección general"
(3).

Junto a la religión,
llegó a América la superstición. El actor
Gabriel Corrado, nieto de italianos, expresó: "Los padres
transmiten la enseñanzas básicas; entre ellas,
algunas difíciles de explicar, como no abrir un paraguas
bajo techo o caminar para atrás si te cruzás con un
gato negro, que yo recibí de mis ancestros sicilianos"
(4).

Notas

  1. Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
    Villafañe, Javier: Antología. Obra y
    recopilaciones
    . Buenos Aires, Sudamericana,
    1990.
  2. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: "Los
    inmigrantes", Catálogo de la muestra de
    Alonso y Marchi en Casa FOA 2000, Desembarcadero y Hotel de
    Inmigrantes. Buenos Aires, Octubre-Noviembre de
    2000.
  3. Aubele, Luis: "A boca de jarro Dino Rawa-Jasinski "Mi
    trabajo es como estoar sentado en un volcán", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 25 de abril de
    2004.
  4. Baduel, Graciela: "Por la vuelta", en
    Clarín, 24 de octubre de 2000.

Toscana

El sacerdote Mario Pantaleo nació en Pistoia en
1915; falleció en Buenos Aires en 1992. "Debido a la
crisis
provocada por la Primera Guerra
Mundial, la familia de Mario Pantaleo emigró a la
Argentina, radicándose en Córdoba. Mario
estudió en un colegio salesiano y, luego, junto a su
familia, volvió a su país natal. Allí
concurrió al seminario de
Arezzo y fue ordenado sacerdote en la catedral de Mattera en
1944. Volvió al país en 1948, afincándose en
González Catán" (1).

"Además de su obra benéfica para la gente
carencia de su barrio, lo que dio fama al padre Mario fueron las
largas ‘filas de la esperanza’ como se llamó a
la gran cantidad de gente que desde la madrugada se juntaba en
González Catán y dos veces por semana en los fondos
de una panadería del barrio de Floresta para buscar alivio
a sus enfermedades y
problemas,
porque como ya dijimos, el Padre Mario era un Cura Sanador. Se
calcula que atendió en los últimos treinta
años un promedio de 2.000 personas por semana. Sus
seguidores eran principalmente los humildes, pero también
muchos famosos y de renombre, como el pintor Raúl Soldi,
Amalia Lacroze de Fortabat, el escritor Ernesto
Sábato, el ex-Presidente Arturo Frondizi, el empresario
Francisco Macri (padre del Presidente del Club Boca Juniors), e
incluso el propio Ex-Presidente de la República, Carlos
Menem"
(2).

Marco Denevi
afirmó: "Genética y
educación
se confabularon para hacerme adicto a la música. Mi padre, que
nunca exteriorizaba sus emociones,
sólo aflojaba frente a la òpera. Nací y me
crié en un hogar donde se hacía música a
diario, donde la música mal llamada culta formaba parte de
la vida cotidiana. Todavía niño, y de la mano de
mis mayores, fui a salas de concierto y al Teatro Colón"
(3).

Griselda Gambaro también escribió
remitiéndose a sus vivencias. Para El mar que nos
trajo
, "En lo que respecta a Italia, acudí a mis
propios recuerdos de los lugares que se mencionan: (…)
Recordaba particularmente la isla de Elba, donde sucede el relato
cuando se traslada a Italia. La había visitado
hacía muchos años, conocido a los descendientes de
Agostino, quienes me acompañaron al pueblo bajo cercano a
la playa y al alto, sobre la cumbre de una colina, a ‘la
playa de arena y piedras romas’ " (4).

Notas

  1. Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
    Buenos Aires, Clarìn, 2002.
  2. S/F: "José Mario Pantaleo", en
    www.losenigmas.gov.ar
  3. Delaney, Juan José: Marco Denevi y la sacra
    ceremonia de la escritura:
    una biografía literaria. Buenos Aires,
    Corregidor, 2005. 244 pp.
  4. Gambaro, Griselda: "Crónica de una familia",
    en Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de
    2001

Veneto

Gigliola Zecchin, más conocida como Canela.
"Llegó al país a los diez años.
Estudió Letras Modernas en la Universidad de
Córdoba. En 1962 inició su carrera presentando los
programas
vespertinos del canal 10 de la Universidad de Córdoba.
(1). " ‘Recién ahora, cincuenta años
más tarde, estoy logrando indagar sobre mi propia historia
y sobre la guerra que me
hizo llegar a Argentina separándome de mis padres y
abuelos. El exilio tiene consecuencias terribles en los niños,
sentimientos de miedo, insomnio, pesadillas. De esto se trata el
desarraigo, de sacar algo de raíz’, concluyó"
(2). Es la autora de Paese (3) y Arte povera (4),
entre otras obras.

Horacio Spinetto recuerda a un paragüero
inmigrante: "Conocí hace tiempo a Cesare, un
paragüero que alternaba su recorrido entre los barrios de
Villa del Parque y Caballito, era un hombre muy amable que
realizaba sus trabajos con una gran calidad. Era
italiano, de Venecia, cuando cumplió la mayoría de
edad, y con el oficio ya aprendido, se dedicó a recorrer
el mundo. Fue así que llegó a Buenos Aires, ciudad
que lo atrapó definitivamente, aquí se casó
y formó su familia. Un día de diciembre de 1961,
luego de entregar todos los paraguas reparados,
desapareció y nunca más se lo volvió a ver"
(5).

Notas

  1. Sosa de Newton,
    Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres
    Argentinas
    . Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
  2. Irigoyen, Pedro: "MESA REDONDA
    Aquel exilio, este exilio, la misma tristeza", en
    Clarín, 28 de febrero de 2002.
  3. Zecchin, Gigliola: Paese. Buenos Aires, De la
    Flor, 2000.
  4. Zecchin, Gigliola: Arte povera. Buenos Aires,
    Paradiso, 2006.
  5. Spinetto, Horacio: "El Paraguero y El Bastonero", en
    www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.

Sin mención de origen

En La gran inmigración (1), de Ema Wolf y
Cristina Patriarca, se reproducen algunas "Cartas de
recién venidos". Son las siguientes:

"De Vittorio Petrei, en Jesús María
(1878): "Nosotros estamos seguros de ganar
dinero y no
hay que tener miedo a dejar la polenta que aquí se come
buena carne, buen pan y buenas palomas. Los señorones de
allá decían que en América se encuentran
bestias feroces: las bestias están en Italia y son esos
señores".

"De Luigi Basso, en Rosario (1878)": "He pensado en
marcharme a Montevideo, y si no hay trabajo me voy al Brasil, que
allí hay más trabajo y al menos tienen buena
moneda, no como aquí, en la Argentina, que el billete
siempre pierde más del veinte (por ciento) y no se ve ni
oro ni
plata".

"De Girolamo Bonesso, en Colonia Esperanza (1888)":
"Aquí, del más rico al más pobre, todos
viven de carne, pan y minestra todos los días, y los
días de fiesta todos beben alegremente y hasta el
más pobre tiene cincuenta liras en el bolsillo. Nadie se
descubre delante de los ricos y se puede hablar con cualquiera.
Son muy afables y respetuosos, y tienen mejor corazón
que ciertos canallas de Italia. A mi parecer, es bueno
emigrar".

José Brendel relata los problemas que
tenía un sacerdote italiano. Olga Weyne transcribe ese
testimonio: "(En 1913): ‘El tiempo de la ausencia del padre
Kotulla (uno de los más recordados sacerdotes del Verbo
Divino, en colonia San Miguel), fue cubierto provisoriamente por
un sacerdote italiano, recién llegado, que no hablaba ni
el alemán ni el castellano, pero que con su bondad y sus
expresivos ademanes italianos, se hizo querer, ya que no
entender, por la población. Se llamaba Juan Sciortino. Sus
sermones eran un acopio pintoresco de varias lenguas, pues
también hacía sus ensayos en
alemán, que le enseñaban los monaguillos y que
él mismo repetía después en el altar, con
abundante transpiración aunque con vano intento. Los
niños eran sus predilectos y para ellos siempre
tenía golosinas; (…) San Miguel guarda un recuerdo
cariñoso del Padre Juan y quiere que estas líneas
sean un homenaje a su vocinglera bondad" (2).

Deyacobbi:, nacido en 1886, quien, a los
dieciséis años, "se embarcó como
polizón siendo descubierto a los pocos días
quedando a cargo del panadero del barco que le
enseñó su oficio y le dio al llegar a Buenos Aires
una recomendación para la empresa
Molinos Río de la Plata" (3).

María Pizzul de Russian nació en Mossa,
Italia, en 1901. Vive en Buenos Aires "desde 1924, cuando con su
marido ‘fuimos a vivir a un conventillo de Chacarita que
dejamos cuando compramos un terreno en Agronomía’,
barrio que, desde entonces, nunca abandonó"
(4).

Angelina Pagano nació en 1889; falleció en
Buenos Aires en 1962. En "Desde Angelina Pagano, el teatro se
hizo niño", leemos: "En la historia de¡ teatro
argentino para chicos se pueden delinear dos épocas. La
primera va desde los años 20 hasta principios de los
cuarenta, con esporádicas representaciones de
compañías españolas y argentinas, como las
de Camila Quiroga y Angelina Pagano, el teatro infantil del
Labardén, un centro formativo que fue un semillero notable
-con obras de Alfonsina Storni -, y el elenco que en la sala Juan
B. Justo dirigió Enrique Agilda. La segunda etapa se
inició en 1955 cuando Roberto Aulés -surgido de los
elencos de Agilda- creó y dirigió el Teatro de los
Niños. Angelina Pagano fue la fundadora del Teatro
Infantil, primero en su género,
que desarrolló presentaciones regulares en los teatros San
Martín, Ideal y Smart La compañía estaba
formada por niños de entre cuatro y quince años,
algunos de los cuales -como Ángel Magaña, Irma
Córdoba, Marcos Zucker y Rosa Rosen- se
incorporarían años después a importantes
elencos profesionales" (5).

Pierina Dealessi nació en 1894; falleció
en Buenos Aires en 1983. "Desde el magma mental de mis imágenes
–escribe Mariliflores-, me llegaron Pinky y Cacho Fontana.
Maratónicas horas frente a cámara. Pierina
Dealessi, donado todas sus joyas y sus bienes,
ganados en mas de sesenta años de dura labor en las tablas
de los teatros. Mujeres compitiendo en tejido de bufandas y
abrigos para los soldados. Las toneladas de alimentos donadas
por empresarios y por los pobres también…Todo eso
perdido definitivamente en el desconocido destino de la estafa,
sin que ningún periodista ni juez, investigara"
(6).

Iris Marga nació en 1901; falleció en
Buenos Aires en 1997. En una entrevista, le preguntaron:
"¿Es cierto que usted estuvo sentada en las rodillas del
general Roca y en esa posición le recitó La avispa
Teresa?". Ella respondió: "Sí, mi mamá era
profesora de idiomas de la familia De Vedia y un día la
acompañé a ella y dio la casualidad de que estaba
Roca. Parece ser que yo era muy simpática de chica y el
general me pidió que le recitara algo. Entonces me
senté en sus rodillas y le recité La avispa Teresa
en italiano" (7).

El actor y empresario teatral Darío Vittori
nació en 1921; falleció en Buenos Aires en 2001. Su
nombre verdadero era Melito Darío Spartaco Margozzi.
"Llegó al país de niño. Debutó en
teatro en la obra Bettina, más tarde actuó
en puestas como Paula y los leones, El padre de la
novia
y Las píldoras. En la década del
60 presentó obras de teatro desde los sets televisivos, en
el ciclo Teatro como en el teatro, al que le siguieron
El Teatro de Darío Vittori y Humor a la
italiana
. Como empresario se destacó como uno de los
pioneros de las temporadas estivales en Mar del Plata. En 1963
debutó en cine en el filme Los que verán a
Dios
" (8). En cine fue, también, su última
actuación.

"Luca Filiziu tiene 82 años y es uno de los
primeros inmigrantes italianos que a mediados de siglo pasado
trajo al país esa costumbre gastronómica que para
los nativos resultaba extraña. Ahora ha vuelto a despuntar
el vicio: a falta de quinta, cría caracoles en el
balcón de su departamento, en el barrio de Constitución. ‘En la Argentina
tenemos que buscar los platos con nuestro propio estilo’,
dice, mientras saca del horno una fuente con brochettes de
caracoles envueltos en panceta y otra con lumaches (como se
denominan en italiano) en salsa picante" (9).

Giorgio Bortot escribe que a los inmigrantes "se les
exigió: 1) ser preferentemente europeo; 2) ser de sana y
robusta constitución, exenta de enfermedades y
malformaciones que alteren su capacidad laborativa presente o
futura; 3) asegurar que no venían a practicar la
mendicidad, y la mujer adulta,
además, a ejercer la prostitución; 4) declarar su
religión; 5) viajar en segunda o tercera clase; 6)
residir en zonas determinadas; 7) al llegar, tomar otros recaudos
para asegurar la defensa social". Y agrega: "pocos se
enteraron de tales restricciones. (…) El que escribe fue
traído de niño y debió acatar aquello"
(10).

En el Hotel de Inmigrantes nació, en 1947,
Américo Fiorentini. Su hermana Aurora, afincada en
Bariloche, escribe: "Ni bien llegué a la Argentina, junto
a mis padres, en 1947, tuvimos que quedarnos más de un mes
en el hotel de inmigrantes, cerca del puerto de Buenos Aires. Mi
padre, profesor
italiano en el exterior, enviado por el Gobierno
italiano, tenía que presentarse en la Dante Alighieri de
Santa Fe para asumir su dirección y mi madre
también, como maestra. Mi madre estaba embarazada de 8
meses y a nuestra llegada resultó claro que el bebé
no tenía intenciones de esperar demasiado para nacer.
Trámites, mudanzas, trabajo no formaban parte de sus
planes y por lo tanto ellos tuvieron que esperar a que naciera
antes de retomar sus obligaciones.
Mi hermano, de nombre Américo, nació 15 días
después de nuestra llegada y mi madre salió en los
diarios porque, como siempre, la prensa
está a la caza de noticias algo extrañas. Puesto
que en la Argentina está en vigor la ley de la sangre
para lo que se refiere a la ciudadanía, los periodistas anunciaron que
una inmigrante italiana, apenas llegada, había donado un
hijo a su patria de adopción.
Es de notar que el sensacionalismo no es un invento actual"
(11).

La Navidad en la
nueva tierra es evocada por los inmigrantes, a veces comparada
con la de sus países de origen. María Cuda escribe:
"Desde que vivo en la Argentina, mi Navidad es distinta, porque a
pesar de ser gran parte de la población de Capital y Gran
Buenos Aires de origen europeo, mantiene sus costumbres en forma
muy variada. Tal vez por eso y más allá del
respeto a los
preceptos religiosos que la gente continúa observando, me
resulta contradictorio encontrar el clásico pavo, las
frutas secas y el pan dulce, en un clima netamente
veraniego. Encuentro la justificación en la nostalgia, la
tradición y el amor que el
inmigrante siente por su tierra lejana, pero tan cercana
aquí en el corazón. Por eso, las Fiestas mantienen,
también en este país, el espíritu de unidad
familiar y son motivo de intercambio de presentes. Algunas
expresiones cambian y, en vez de ser la ‘Befana’ y
medias, son los zapatos, el pasto, el agua para
los camellos de los tres Reyes Magos. Finalizando, diría
que el espíritu común es el deseo de buenos
augurios y el sentimiento compartido de la creencia en Dios,
Nuestro Señor" (12).

Milena Gastaldo Brac, sicóloga social, explica el
efecto que el viaje tuvo en su espíritu: "ese barco que
una vez me trajo de Italia estaba siempre ahí y
aparecía ante cualquier anécdota como si fuera un
hueco sin tapar. Tenía una enorme sensación de
orfandad, de carencia". Hasta que viajó y "el milagro
sucedió en la iglesia, con la nieve cayendo sobre el
pueblo: ya no sentí más el vacío en el
pecho, ni la necesidad de Italia; la había aprehendido. La
pude juntar, tomar y metérmela en el alma, en el
gran cofre de los dulces recuerdos junto a los villancicos
navideños. En ese mismo momento sólo ansié
volver a Buenos Aires, al calor de mi
país nuevo y de mi familia nueva, de hijos y nietos
argentinos" (13).

Rosa Marafioti es la autora de "Carta a mi
pueblo", en la que expresa: "He vuelto: Aquí estoy,
después de tanto tiempo. ¿Me recuerdas? Yo
sí te recuerdo, jamás te olvidé. Estoy
segura de que tú también lloraste al verme, aunque
no haya visto tus lágrimas, porque una madre siempre llora
al ver a una hija que desde mucho tiempo no veía, estoy
segura de que te emocionaste tanto como yo" (14).

Da algunos ejemplos del habla de ciertos inmigrantes
italianos: "Pantaleón había llegado a Buenos Aires
en el año 1949, después de la guerra infame que
diezmó Italia y los obligó a emigrar.
Pantaleón no podía decir huevos, ni hasta luego,
pero no quiero extenderme sobre él, porque habría
mucho que contar. Se empeñaba y porfiaba que los huevos se
llamaban huovos, y se decía, hasta luogo. Mi
tío Pepe quería vender cascotes, y puso un cartel
en su casa: Se vendino cascotie. Mi suegro decía
que en Italia se decía monga y cirola, por
ciruela y monja, incantato por candado. Una paisana que
quería comprar manteca, pedía burro, y el
feriante le decía que no vendía burros, ella le
mandaba una puteada, al uso nostro, y se iba enojada"
(15).

El periodista Santo Biasatti expresó: "mi viejo
fue un inmigrante que llegó y estuvo un día en el
hotel de inmigrantes de Retiro. Llegó un viernes, el
sábado salió, el domingo fue a comer a casa de unas
personas del pueblo y el lunes fue a laburar. Y nunca
habló bien castellano. Pero como él no había
podido quería que su hijo fuese al colegio y se
rompió el traste para que su hijo pudiese estudiar"
(16).

La cantante Estela Raval recuerda a su padre: "Mi viejo
era un inmigrante italiano que llegó con una bebita en
brazos. Su mujer, en Italia, falleció cuando dio a luz a
esa criatura. A los pocos meses de llegar conoció a mi
mamá, que tenía catorce años, la
pidió en matrimonio a mi abuela que no sé
cómo se la dio y a los quince la hizo madre. Mi
mamá crió al hijo que nacía, Manuel, y a esa
nenita que trajo mi papá de Italia" (17).

"La Italia de mis padres" se titula el ciclo de charlas
que ofrece Carlos Frangi en el Museo Municipal de Arte
López Claro, en Azul, provincia de Buenos
Aires.

Por conocer poco el idioma, Carlos Vergiati, padre de
Julián Centeya, no pudo ejercer en la nueva tierra su
profesión: "Llegados al país, se instalaron en San
Francisco, pueblo de la provincia de Córdoba, lugar en el
que el padre trabajó de carpintero, ya que su escaso
conocimiento
del idioma le impedía desarrollar su actividad
periodística" (18).

"Entre los diferentes aspectos de la construcción –escribe Horacio
Spinetto-, uno de los más notables, dado que "pone la
cara" al edificio, es el del tratamiento de la fachada.
Ahí es donde desarrollaba su experiencia y su habilidad el
frentista, personaje, que cuando era bueno, resultaba muy
solicitado. En su mayoría fueron de origen italiano, que
en su país natal fueron maestros del estuco, hombres rudos
que se trepaban con gran agilidad por los andamios mientras iban
componiendo el frente de una casa, esa suerte de rompecabezas que
determinaba la
personalidad de la construcción, aquí
inventaron un revoque imaginativo que copió la piedra
hasta en sus más pequeños detalles. "Los cortes,
las tallas, todo: dureza más, dureza menos, igualito que
en París", como escribiera Alicia Dujovne Ortiz en su
artículo "Buenos Aires, alma de piedra París". Las
casas chorizo, ese clásico de la arquitectura
porteña, representan un buen catálogo de la obra de
los frentistas.

La mayoría de las fachadas de estas casas fueron
realizadas en revoque símil piedra. Con este material,
tradicional en nuestro medio, se sustituía la escasez de
canteras y la falta de desarrollo
constructivo en piedra. La habilidad técnica y artesanal
de los frentistas, lograba una excelente imitación, tanto
de color como de
textura, de la verdadera piedra París. Esta técnica
en la ejecución de fachadas resultó muy difundida,
determinando una impronta característica en el paisaje
urbano de Buenos Aires y de muchas otras ciudades del
país, como en Balcarce, donde el frentista italiano Fangio
realizó una intensa labor. Allí nació, en
1911, su hijo Juan Manuel, con el tiempo extraordinario
quíntuple campeón mundial de Fórmula 1"
(19).

Juan Fazzini recuerda que su madre los impulsó a
emigrar: "Fue Rina quien alentó a la familia a dejar
Italia y venirse a la Argentina para escapar de la miseria que
había dejado la Segunda Guerra
Mundial. ‘Es una tierra donde no hay hambre y no hay
guerra’, le decía a su esposo Pedro, que era
mecánico de vuelo" (20).

Ana Padovani dice: "mi abuelo me contaba que cuando vino
en barco a la Argentina, los pasajeros de la primera clase
bajaban a la bodega para oír los relatos de los
inmigrantes de tercera clase" (21).

En "16 de Junio de 1982", escribe Marili Flores: "Esas
idas a la Pza. Ramírez con la gurisada del barrio en mi
Citroen en manifestaciones multitudinarias con binchas y
banderitas celestes y blancas se convertían ese atardecer
en la violada utilería de una puesta de teatro del absurdo
y nosotros, actores que grotescamente festejábamos un
conflicto
bélico. Esos bocinazos me aturdían, ahora. Esos con
los que, estentóreamente expresábamos en
patrioterismo de mundial de fútbol la dramaturgia
horrorosa de una guerra. Lo que me impidió entenderlo al
Nonno Juan, cuando en el asado de aquel domingo me preguntaba en
su cocoliche, "ma caraco que festeca?! Una guera?" y
pensé, cincuenta años en este país, pero no
es argentino, no entiende . Esa tarde sentí al Nonno,
creciendo otra vez desde su sabiduría, desde mi dolor"
(22).

De su nona Francesca, dice la actriz Virginia Innocenti:
"era perfecta. Estaba casada con el abuelo Francesco. Era la
típica abuela italiana, de pelo blanco, que jamás
se puso una gota de maquillaje; zurcía la ropa, preparaba
dulce de uvas y cappelletti. Esa era la mamá de mi
papá" (23).

En "Las monedas del nonno Pepe", escribe una nieta
nostálgica: "Todavía recuerdo esos domingos a la
hora de la siesta, eran 5 las cuadras que había que
recorrer de mi casa hasta la del Nonno Pepe, así que mi
papá me tomaba de la mano, me ubicaba del lado de la pared
(nunca del lado del cordón) y salíamos a veces
solos, otras con mis hermanos a cuesta, a ese mundo de olor a
salsa pomodoro, a maní recién tostado, y a flores
adornando los portarretratos de los difuntos de la familia, nunca
había gritos, claro, solo vivían allí los
nonnos, y la casa permanecía en silencio hasta que se
llenaba de nietos. Yo, la verdad, nunca me fijé con
qué se entretenían mis hermanos allá, pero
jamás me voy a olvidar la colección de monedas que
se guardaban custodiadas bajo la severa mirada de la nonna Anna,
en un bolsita cosida a mano y en forma de largo tubo.
Debían ser más de 500, pienso ahora. Eran "el
tesoro" y solo yo podia jugar con ellas; en realidad, a cada
nieto que entraba a la casa, para que no molestara mucho, se le
daba la bolsa, pero como íbamos por separado, no nos
enteramos hasta ya crecidos" (24).

Muchos italianos fueron pescadores, en Mar del Plata. Un
descendiente se refiere a la vida cotidiana de uno de estos
inmigrantes: "A Juan Carlos D’Amico lo llaman
Chupete. (…) A Chupete le gusta su
profesión, la misma de su padre y de sus dos abuelos
italianos. Para ellos, toda la vida giró en torno a la
pesca.
‘Mi abuelo llegaba a la casa, se lavaba y preparaba el
chupín. Mientras se cocinaba, tejía la red. Todos los días
un poquito. Terminaba de coser, comía, y se iba a dormir
hasta el otro día, que volvía a pescar. Esa era la
vida de él" (25).

En la Isla Maciel, "Enrique Eusebi repara un bote
averiado en el patio de su casa. El oficio lo aprendió de
su padre. Pura madera de roble. ‘Ese conventillo de
acá al lado, era de mi abuelita’. Eusebi, don Pocho,
señala más allá de su patio. La abuela vino
de Italia en 1865 y era pariente de Giacomo Puccini, dice. Una
prima, si mal no recuerda. ‘Es ése que hacía
música’, añade por si acaso. ‘Pobre mi
abuelita, siempre decía ‘mi hanno portato a
questa isola
, todos indios’. Se ríe Eusebi.
Sólo una tía pudo volver a la tierra de sus padres,
con tanta mala suerte que estalló la guerra. ‘Y
nosotros le mandábamos café y
azúcar
a mi tía. Mire ahora’. Cuando por fin volvió,
la tía no paraba de comer" (26).

De Italia vino un antepasado de Alberto Bellucci: "Su
bisabuelo Guglielmo era músico, y arribó al
país a fines del siglo XIX para dirigir el viejo Teatro
Colón como empresario. Pero al llegar, el teatro
había cerrado y tuvo que esperar veinte años, de
1889 a 1908, mientras se construía el nuevo. En el
programa de la
función
inaugural, del 25 de mayo de 1908, con la presencia del
presidente Figueroa Alcorta, Guglielmo figura como director de la
banda que aparece en el segundo acto de la ópera
Aída, de Verdi" (27).

Muchos italianos eran barrenderos; la Avenida de Mayo
"de continuo era recorrida por las ‘victorias de
plaza’ cuya caballería impuso la necesidad del
barrendero municipal, aquel a quien los chicos le gritaban
¡Musolino!, sin saber el por qué del apelativo
itálico". Por esa avenida, transitaba el vendedor de
"escobas y plumeros, por lo general italiano con bigotes de
carabinero" (28).

"El 2 de junio de 1884 la colectividad italiana
fundó el Cuartel de Bomberos Voluntarios de La Boca, el
primero del país. (…) El segundo cuartel de bomberos
voluntarios en el barrio surgió el 9 de enero de 1935,
cuando Francisco Carbonari, capitán de los Bomberos
Voluntarios de La Boca, se alejó por diferencias que hoy
nadie sabe precisar y fundó el cuartel de Vuelta de Rocha
en lo que era su sodería. Cuenta la leyenda que el hombre
empezó yendo a apagar los incendios con
su camión de reparto y que su primer socio y fundador fue
el pintor Quinquela Martín" (29).

Chilo Parisi cuenta que en La Rioja, "Los paisanos
italianos que vivían en el barrio de Vargas, se
reunían en cada caa todos los domingos para jugar a las
cartas: Tresette, Biscambra y Patrón y Sotto
(patrón y subalterno). Estos juegos eran
típicos de Italia. (…) En estos encuentros se
estrechaban vínculos de parentesco, amistad y
camaradería, siendo los juegos muy cordiales y
tomándolos como en entretenimiento, de paso contar
anécdotas pasadas durante la 1° Guerra Mundial
(1914-1918) en la que combatieron todos estos
paisanos".

Estas narraciones, las hacían cuando se tomaban
un breve descanso, en la que el dueño de casa invitaba a
todos los presentes a comer unas ricas sopresattas, salchichas y
un buen queso, acompañado con un pan recién
horneado, todo ello, preparado y servido por el anfitrión,
en la que no faltaba la damajuanita de vino tinto. Cuando se
iniciaba el juego del
tresette o la brisocla y finalizado el mismo, se daba comienzo al
Patrón y Sotto en la que venían amigos a
divertirse, viendo cómo se jugaba este juego tan especial
y distinto de otros. Los visitantes podían beber en
cualquier momento, no así los jugadores. El juego
consistía en dar 2 cartas a cada jugador, ganado el que
mayor escalera obtenía, por ejemplo el 11 y el 12 eran las
más altas y era elegido Patrón, el que lo
seguía en la escalera, se lo designaba
‘Sotto’, estos ganadores eran dueños y
encargados de administrar la bebida previo acuerdo, se
determinaba la bebida a jugar, lo que era de muy poco
monto".

"En ciertas ocasiones el Patrón y Sotto, invitaba
a beber a todos los jugadores, en otras a algunos, a veces a
ninguno y se la tomaban ellos, también se daba el caso,
cuando no se ponían de acuerdo el Patrón y Sotto,
se tomaba toda la bebida el Patrón. Lo gracioso era cuando
se dejaba a uno o dos jugadores durante toda la tarde al
‘Urmo’ (al último) y les daban a beber unas
pocas gotas de vino… para que no se les secara la boca… hasta
el próximo domingo. Esto era cuando se acercaba el
crepúsculo y era hora de ir cada uno a su casa"
(30).

Rosa Damiana Fique, nieta del primer argentino que en
1887 se estableció en Ushuaia, recuerda a los italianos
que llegaron a la ciudad alrededor de 1950: ‘-Daba gusto
verlos, venían de una guerra y de pasar hambre, pero no
dejaban de sonreír y de cantar… Sí, los italianos
dieron vuelta al pueblo con su alegría" (31).

John Argerich afirma que los inmigrantes italianos
cazaban pajaritos: "se los morfaban con polenta, como
hacían los nonos, dejando sin gorriones la zona de Retiro,
en que se erigía el Hotel de Inmigrantes, única
posada del mundo donde daban catrera y chupi sin pagar"
(32).

El pianista Bruno Gelber, "También de sus
años con el famoso y temido maestro Scaramuzza guarda
recuerdos entrañables. ‘Conservo una dulce nostalgia
de esas horas mágicas. Sus clases eran una mise-en-scene,
un ritual, y si bien es verdad que todos experimentábamos
terror frente a él, porque era odioso y malo, al mismo
tiempo era un santo que dedicaba su vida a los alumnos. Era un
ser inaccesible, irritable y apasionado, alguien que desde un
castillo lleno de música –una casa de dos pisos, en
Lavalle 1982, de la que recuerdo el olor a humedad y los sillones
de cuero– nos
legaba sus secretos. Nos convertía en pianistas y, en
verdad, estábamos hipnóticamente fascinados con su
genio" (33).

En su trabajo "Del italiano al cocoliche" (34), Fernando
Sorrentino escribe: "Juan Carlos Rizzo (35), entonces niño
de nueve o diez años, testimonia el uso, hacia 1940, del
cocoliche (no literario sino espontáneo) por parte de los
italianos (los tanos) que jugaban a los naipes en el comercio de su
padre: ‘ [Los criollos] jugaban al truco, al mus y al tres
siete mezclándose con los tanos.

Era gracioso escucharlos cuando imitaban los dichos de
los gringos tratando de traducirlos… O cuando, a la
inversa, eran ellos los que, acriollándose en una
imitación muy graciosa del decir de nuestros paisanos,
improvisaban sus versos. Muchas veces mi padre me llamó
para que los escuchara… Io sono un criocho italiano/ que
parla mal la castilla./ ¡Non se caiga de la silla,/ que
tengue flor nella mano…!’. En seguida seguía
el divertido contrapunto, que terminaba por transformarlos en
auténticos payadores: ‘ Y yo soy criollo, no
gringo,/ y atajate, que te bocho:/ ¿cómo se dice en
tu lengua/ contraflor con treinta y ocho?’. Terminada esa
partida, o la siguiente (porque el orden no viene al caso), uno
de los truqueadores gringos respondía en tono de milonga
pampeana: ‘Aquí me pongo a cantare/ co la guetarra a
la mano/ e le canto ¡contraflore!/ Angárresela,
paisano’.

En 1956, Laura Devetach "tenía un segundo grado
con cincuenta y seis alumnos que oscilaban entre los siete y los
diecisiete años", en un pueblo del norte de Santa Fe. Un
día –recuerda- "les pedí a los chicos que
contaran los cuentos que
sabían. Y ese contar fue glorioso porque salieron el
lobizón, el zorro, el Pombero, ánimas, asesinatos
varios, adulterios en la familia, canciones de Italia, refranes,
oraciones" (36).

Máximo Yagupsky evoca un carnaval bonaerense:
"siendo muchacho –estaba en segundo año del
secundario nacional- iba a acompañar a un tío
mío que organizó un remate en la provincia de
Buenos Aires, en Maza, cerca de La Pampa. Era Carnaval. Y en Maza
vivían a la sazón muchos italianos. En esa
oportunidad nos han hecho gozar de las canciones líricas
italianas como nadie. Aquella noche de carnaval la pasaron
viviendo en Italia" (37).

En Tantas voces, una historia, Eleonora
María Smolensky y Vera Vigevani Jarach destacan que,
cuando arribaron los judíos
italianos, "Algunos amigos argentinos judíos asumieron el
compromiso de mitigar las dificultades de los comienzos. Ellos se
encargaron de alojar a los recién llegados en hoteles o pensiones donde, por lo general,
permanecieron durante escasos días. (…) Un segundo
momento, de imprevisibles consecuencias, transcurrió en
las pensiones que los hospedaron durante los meses siguientes".
(38)

Manuel Enrique Pereda evoca a unos italianos que
vivían en Villa Pueyrredón: "Había una
vez… allá por los años 1922, una familia formada
por Don Clemente Enrique Pereda, argentino, nacido en el Bajo
Belgrano, y Doña Estrella Mon, española, de
Galicia, con su hijo Manuel Enrique (…), que se radicaron en
una pieza alquilada en la calle Argerich 4685 a un matrimonio de
italianos de apellido Pettorosi que tenían tres hijos
llamados Pascua, Armando y Pepa, siendo estas chicas mis primeras
compañeras de juegos (…) Tengo presente a la tana
Doña Emilia, de carácter fuerte y cerrado dialecto, cuando
al poco tiempo de convivir en su casa, siendo carnaval, mi viejo
le tiró un baldazo de agua.
¿Qué ‘rosca’ se armó! Se lo
quería comer crudo. Recuerdo al viejo Don José
cuando regresaba del ‘laburo’ en el ferrocarril,
previas paradas en fondas y bodegones, gustando con sus paisanos
el vino servido directo de la bordalesa, entrar a casa entonando
canzonetas de la Italia que un día dejó para venir
a ‘hacer la América’ " (39).

Escribe Horacio Spinetto: "Cuenta el pintor Aldo Severi
que en sus primeros años infantiles en el barrio de La
Boca, al inicio de los ´30, cada vez que aparecía el
deshollinador por la plaza Almirante Brown, con su galera y sus
cepillos, asustado por esa silueta negra de pies a cabeza que se
desplazaba ágilmente en bicicleta, corría a buscar
refugio, junto a otros chicos, en su casa de Alvar
Núñez 271" (40).

En "Las fronteras históricas del legalismo",
Mariano Gutierrez reproduce una carta, fechada en Villa Merced en
septiembre de 1879, en la que el fraile Donati "le
advertía a su compañero de las trampas en que el
gobierno pretendía hacer caer a los indios". Donati
escribe al M.R.P. Moysés Alavez: "Mi querido padre
Prefecto: Recibí la apreciable de V.P.M.R. fecha 28 de
presente. Con respecto á Ramón, consideratis
considerandis, nosotros me parece que no debríamos
más que aconsejarle á que se reduciese entre
Cristianos á una vida civil para que despues
consiguiésemos su conversión. Por ahora no usan
otros términos que se entendiese con los Gefes o con el
Gobierno, en cuanto á las propuestas que se hiciesen que
después no se hubiesen de cumplir caeriamos en su
desgracia.

Según la carta de V.P.
me confirmo siempre más que los actuales gobernantes no
quieren reducciones, pero si la sumisión de los indios por
medio de dispersiones de ellos. En una palabra reducirlos en un
estado como se
halla en los tiempos presentes la nación hebrea que no
forma población reunida. Es de dura necesidad mostrarse
indiferente con ello, que haga expontáneamente lo que les
parezca mejor. Por el contrario se nos sublevaría si
viniesen con propuestas que probablemente no serán
fielmente realizadas. Me buscan que vaya para hablar ellos
conmigo, por que gracias a Dios me creen; pero yo no tengo
datos seguros
que el futuro Presidente quiera favorecer á nosotros y
á los indios. Ygnoro los proyectos de
él y las instrucciones que tienen los Gefes. Yvanoski me
ha comunicado que Sarmiento no quería pagarle este
último trimestre. Es más fácil evitar el
pantano que salir caído en el. Muéstrese neutral
con Ramón dígale que se entienda con el Coronel
Roca. Me es doloroso usar estos términos (…).
también V.P. tenga la advertencia de reflexionar bien
sobre el racionamiento de Nicolás, no sea que este pobre
caiga en la red como han quedado estampados aquí una
cuadrilla de cautivos que comenzaron á racionarles con el
título de Vaqueanos prestando servicios. A
poco á poco, de vez en cuando los mandaban a descubrir el
campo, en seguidos que estuviesen vestidos de paisanos reunidos
en tal Fortín, la conclusión fue que ahora
están gobernados por un oficial como militares veteranos.
Nicolás debería pensarlo bien y determinar si
él mismo quiere carne de la Patria. Se me han desaparecido
un par de botas; Marquito me asegura que las ha visto en mi celda
puede ser que alguno de los Padres las haya ocupado para ir a
cazar; me parecía que no estuviesen allí;
pregunté de ellas, son botas casi nuevas. Entró el
Padre Luis, algo ha de haber sucedido. En lo que tengo encargado
que no me dejen la llave a nadie. Saludo con toda la
expansión de mi corazón á los
compañeros, en particular á V.P. Fray Marcos
Donati" (41).

El misionero salesiano José Fagnano nació
en 1844 y falleció en Chile en 1916. En "El cura y el
cowboy" se recuerda a monseñor Fagnano: "La Patagonia tuvo
en aquellos lejanos tiempos muchos aventureros. ¡Hasta los
misioneros que recorrían leguas a caballo, como el padre
Mascardi, el padre Quiroga, el padre Falkner y otros tantos
aventureros de la Cruz! ¿Por qué no recordar
también a Monseñor Fagnano, cuando cruzaba Tierra
del Fuego en 1886 a lomo de mula? … o al padre Angel Savio,
remontando en 1885 el río Santa Cruz, rumbo al lago
Argentino pasando por las chozas de los tehuelches. Y no
olvidemos al padre Bonacina quien en 1892, en pleno invierno
cruzó con un baqueano y una tropilla de Viedma a Rawson
para fundar allí una iglesia salesiana" (42).

Notas

  1. Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: La gran
    inmigración
    . Buenos Aires, Sudamericana,
    1991.
  2. S/F: "El negocio del hielo", en La Capital,
    Mar del Plata, 25 de mayo de 2000.
  3. Márquez, Enrique: "Ya pasaron los 100
    años y siguen lo más campantes", en
    Clarín, Buenos Aires, 3 de noviembre de
    2003.
  4. Bortot, Giorgio: "Correo de lectores", en La
    Nación Revista
    , Buenos Aires, 23 de febrero de
    2003.
  5. Fiorentini, Aurora: "Recuerdos de una emigrante
    italiana", en Fiorentini 3.
  6. Cuda, María: "En Argentina", en DANTE
    Noticias
    , N° 68/ Octubre-Noviembre 1998.
  7. Moreno, Liliana: "El regreso a la tierra de uno", en
    Clarín, 17 de octubre de 1999.
  8. Marafioti, Rosa: "Carta a mi pueblo", en El Barrio
    Villa Pueyrredón
    , Mayo de 2003.
  9. Marafioti, Rosa: "Cómo hablaban nuestros
    inmigrantes", en El Barrio Villa Pueyrredón,
    Buenos Aires, Año V, N° 55, Noviembre de
    2003.
  10. Masci, Florencia: "Santo Biasatti. Un reflejo de
    nosotros mismos", en Noticias de Luján,
    Año I, N° 53. 27 de junio de 2002,
    www.lujanargentina.com/www.lujanargentina.com.ar
    .
  11. Saidon, Gabriela: "Si no te enamoraste, no
    podés cantarle a la vida", en Clarín,
    Buenos Aires, 26 de septiembre de 2003.
  12. Criscuolo, Eduardo: "Un habitante ‘gris’
    de Coghlan: Julián Centeya", en El Barrio Periódico de Noticias. Buenos Aires,
    diciembre de 2003.
  13. S/F: "La estrategia del
    caracol", en Página 12, 25 de agosto de
    2002.
  14. "Desde Angelina Pagano, el teatro se hizo
    niño", 1 del 4 de 1994.
  15. Mariliflores en elmuro.com
  16. "Fui actriz porque a un empresario se le
    ocurrió" La Maga 1 del 4 de 1994.
  17. Parisi, Chilo: "El Padrono y Sotto de los Paisanos",
    en El Independiente, La Rioja, 1° de junio de
    2003.
  18. Sotelo, Sergio (texto) y
    Pessah, Daniel (fotos): "Estampas del fin del mundo", en La
    Nación Revista
    , 15 de agosto de 2004.
  19. Spinetto, Horacio: "El Frentista", en Los Oficios –
    Entre el Olvido y el Rescate", en
    www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
  20. Barbiero, Daniel: "Confieso que he vivido", en El
    Barrio Periódico de Noticias
    , Año 5, N°
    50, Mayo de 2003.
  21. Itzcovich, Mabel: "De profesión, contadoras de
    cuentos", en Clarín, Buenos Aires, 20 de octubre
    de 1997.
  22. Guerriero, Leila: " Virginia Innocenti.
    Melodía para actriz y piano", en La Nación
    Revista
    , 4 de noviembre de 2001.
  23. A.M.A. www.desdeelalma.tripod.com.ar
  24. Zárate, Francisco de (texto); Hax,
    Andrés (fotos): "A la pesca", en Clarín
    Viva
    , 23 de mayo de 2004.
  25. Piotto, Alba: "La
    Isla Maciel por dentro". Fotos: Rubén Digilio, en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 27 de junio de
    2004.
  26. Aubele, Luis: "A boca de jarro: Alberto Bellucci
    ‘Me interesa el arte aplicado a mejorar la calidad de
    vida’ ", en La Nación, Buenos Aires, 23
    de mayo de 2004.
  27. Llanés, Ricardo M. La Avenida de Mayo.
    Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft Limitada,
    1955.
  28. Blanco, Leonardo: "El barrio de La Boca es tierra de
    bomberos", en La Nación, Buenos Aires, 9 de
    febrero de 2003.
  29. Argerich, John: "Los grandimbento deste mundo
    –sic- (Dónde se habla de tarro e
    inspiración)", en www.amasijo.com.
  30. Scalisi, Cecilia (texto); Pessah, Daniel (fotos):
    "Memorias de
    un niño prodigio", en La Nación Revista,
    15 de agosto de 2004.
  31. Vacarezza, Alberto: "Un sainete en un soneto", en
    Cantos de la vida y de la tierra. 1944.
  32. Vigevani Jarach, Vera y Smolensky, Eleonora M.:
    Tantas voces, una historia. Buenos Aires, Editorial
    Temas, 1999.
  33. Sorrentino, Fernando: "Del italiano al cocoliche",
    Centro Virtual Cervantes
    Lunes, 31 de marzo de 2003
  34. Rizzo, Juan Carlos: Las Catorce Provincias
    (relatos del boliche).
    Buenos Aires, 2002, págs.
    205-206. Citado por Sorrentino.
  35. Devetach, Laura: "Autobiografía", en El
    Tiempo
    , Azul, 25 de agosto de 2002.
  36. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
    nuestra historia", en La Prensa Buenos Aires, 18 de
    julio de 1999.
  37. Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra", en
    Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de
    2000.
  38. Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo
    amor", en
    La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de
    2002.
  39. Pereda, Manuel Enrique: Nuestra querida Villa
    Pueyrredón
    . Buenos Aires, Del Carril Impresora,
    1986. Citado por Eduardo Criscuolo en "Páginas para el
    recuerdo de Villa Pueyrredón", El Barrio
    Periódico de Noticias
    , Año 6, N° 62,
    Buenos Aires, Mayo de 2004.
  40. Spinetto, Horacio: "El Deshollinador", en "Los
    Oficios – Entre el Olvido y el Rescate", en
    www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
  41. Gutiérrez, Mariano: "Las fronteras
    históricas del legalismo", en
    derechopenalonline.com.
  42. S/F: "El cura y el cowboy", en
    www.misionrg.com.ar.

Varios

Alberto Giúdici transmite un testimonio de
León Untroib -inmigrante polaco-, en el que se evoca la
nostalgia de los peninsulares, relacionada con el fileteado:
"Fueron inmigrantes italianos, en su mayoría, los que
iniciaron a fines del siglo XIX este oficio que dio vida al gris
impuesto por
las ordenanzas municipales para el transporte
público. El fileteado, con todo su colorido y su
elegancia, pronto se derramó en carros, camiones,
colectivos; en las pianolas y organitos que circulaban por la
ciudad y también en los carritos de reparto que usaban los
vendedores llegados de l’Italia. Don León Untroib,
un maestro del filete, así lo decía en sus
recuerdos, allá por 1974: ‘Los verduleros italianos
venían y me decían: ‘-Facheme un
bastimente’. Para don León, la nostalgia alimentaba
el pedido: "Pienso que esos verduleros soñaban con los
barcos. Pienso que dibujándolos en sus carritos de mano
recordaban a los seres queridos que habían quedado en
Calabria, en Sicilia, en la Lombardía: era una especie de
acicate para redoblar los esfuerzos, trabajar duro, juntar
el dinero para
el pasaje y así reunirse con ellos’. El deseo y la
nostalgia alimentando un oficio, un arte que terminó
poblando las calles de Buenos Aires" (1).

María Rosa Fugazot, "la hija de la legendaria
actriz de teatro, revista y cine María Esther Gamas y del
músico Antonio Fugazot recordó: ‘De chica,
mamá vivió en un conventillo; decía que era
como la casa grande de una gran familia. Había un
matrimonio siciliano y otro napolitano cuyas mujeres
vivían peleando. El marido de una era motorman de
tranvía y el de la otra, portuario. ¡Ah, Santa
Madonna!, que al marido di questa lo strafuque il tranvia e que
non quede niente di niente!,
exclamaba la napolitana
revolviendo su negra melena. E, que il tuo marito se caiga al
aqua e se ahogue
, contestaba la siciliana. Sin embargo,
cuando llegaba un momento difícil, cuando un hijo se
enfermaba o alguno se accidentaba, todos se unían para
proteger al que lo necesitaba" (2).

José Alberto Marchi desciende de inmigrantes
italianos y españoles. Gutiérrez Zaldívar se
refiere detalladamente al origen del artista: "Alberto Marchi, su
padre, es el tercer hijo de Carmen Ferreyra, andaluza nacida en
Granada, España; y de Sillo Catullo Marchi, lombardo
nacido en Mántova, Italia". El oficio del abuelo es
recordado por Gutiérrez Zaldívar: "Como su padre y
sus hermanos, Sillo trabajaba en la sastrería de la
familia, ubicada en la Av. Las Heras, entre Ayacucho y
Junín, que con orgullo contaba entre sus clientes al Dr.
Marcelo Torcuato de Alvear. ‘Benigno Marchi e
hijos’
, decía el letrero de la puerta del local,
lugar simbólico donde José encontró los
hilos
, ese motivo tan personal que hace
inconfundibles a sus obras. Hilos reales que su familia enhebraba
en el quehacer diario, y al mismo tiempo, hilos simbólicos
que unen a José con su obra".

Otros miembros de la familia son relacionados por el
crítico con la obra del pintor: "Sus abuelos maternos
Nazareno y Angela, eran italianos, nacidos en Ancona y en Chietti
respectivamente. Nazareno fue ‘pastero
–juntaba fardos para dar de comer al ganado-, y luego por
largos años trabajó como encargado en una
fábrica de dulces, una rudimentaria industria de
principios de siglo, que bien podría ser el escenario
donde los personajes de José clasifican incansablemente
extraños vegetales" (3).

Afirma Horacio Spinetto: " en el barrio de La Boca, esta
tradición popular continúa con la labor de Nora
Seilicovich y Omar Gasparini, creadores de muñecos y
máscaras. Dijo Osvaldo Soriano: "En las paredes de chapa,
como al descuido, quilombo y protesta. Un mundo napolitano y
genovés que, de pronto, se vuelve guaraní y
uruguayo…Curiosas figuras, con vestido gentil y caras de
circunstancia o melancolía. Personajes ilusorios pero con
un resto de vida. El necesario para la vieja tradición de
un barrio de artistas populares. No en vano entre los personajes
de Seilicovich y Gasparini está también el cordial
Gardel…" Gasparini trabaja en estrecha relación con el
talentoso ‘Grupo de
Teatro Catalinas’ " (4).

Notas

  1. Alberto Giudici (Curador): "Exposiciones El filete
    porteño: entre el pop art y el realismo
    mágico" (Titulado "Bus Pop"
    apareció publicado en New Society, el 5 de septiembre de
    1968 y reproducido en Buenos Aires por la revista Summa, en
    diciembre de 1986), en www rcc0102.rcc.com.ar.
  2. Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra", en
    Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de
    2000.
  3. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio:
    Marchi. Buenos Aires, Zurbarán Editores,
    1995.
  4. Spinetto, Horacio: "El Fabricante de Máscaras
    y Cabezudos", en "Los Oficios – Entre el Olvido y el Rescate",
    en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.

Italianos y otros

En "La formación de una raza argentina", José
Ingenieros –inmigrante italiano- se alegra de la
adaptación al medio geográfico que se verifica en
los inmigrantes: "Las variedades de la raza europea aquí
trasplantadas sienten ya, en sus hijos argentinos, los efectos de
la adaptación a otro medio físico, que engendra
otras costumbres sociales. Los Andes, la Pampa, el Litoral, el
Atlántico, la Selva, el Iguazú, son cosas nuestras,
y solamente nuestras. Viviendo junto a ellas, las razas blancas
inmigradas adquieren hábitos e ideas nuevas, hasta
engendrar una variedad, distinta de las originarias"
(1).

Según lo que comían, Santiago de Estrada
podía reconocer la procedencia de los habitantes de los
conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus
celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos
comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y
genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y
gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda"
(2).

"La gran epidemia de fiebre amarilla
de 1870 es uno de los episodios que conserva vívidamente
nuestra memoria nacional. Menos conocido es que la inmensa
mayoría de las víctimas del
‘vómito
negro’ y del terror subsiguiente fueron los inmigrantes"
(3).

"Se culpó de la epidemia a los inmigrantes
italianos y se los expulsó de sus empleos.
Recorrían las calles sin trabajo ni hogar; algunos,
incluso, murieron en el pavimento" (4).

La confluencia de inmigrantes de distinta procedencia y
de criollos permite que confraternicen y que conozcan sus cocinas
típicas. En una calle porteña vivió
doña Catalina, la madre de Miriam Becker. En una sentida
evocación que escribe poco después de la muerte de la
rumana, comenta que la anciana "De sus vecinos -españoles,
italianos, argentinos del interior-, había descubierto que
el mejor arroz con pollo lo hacía doña
María, la gallega, pero sin panceta; lo rico que eran el
grelo, la nabiza y la achicoria como los preparaban los Brunetta
–los italianos saben comer verduras-, y que las empanadas
con la carne cortada a cuchillo de doña Pepa eran mejores
que con la picada común" (5).

La escritora e investigadora Gladys Onega también
habla sobre la influencia de la instrucción pública
en los hijos de los inmigrantes: "A mí lo que más
me atrajo, y me metí en un trabajo muy arduo y
gratificante, fue el de la escritura adulta que tiene que crear
un narrador niño pero con una escritura adulta. Esta fue
una gran tensión que se produjo en mí con el lenguaje; y
además tratar de encontrar las voces que me rodeaban en
aquel momento, ya que tenía la de mi padre que hablaba en
gallego con sus parientes, pero no en mi casa porque mi madre era
criolla, y también la de todos los italianos que en ese
tiempo hablaban realmente el italiano. Para mí era
maravilloso tener todos estos sonidos. Eran todas palabras
misteriosas. Los chicos que iban al colegio en el 35 y
provenían del campo hablaban en italiano, y en la escuela era donde
verdaderamente se nacionalizaban. Ese fue el gran factor
unificador de la escuela
pública" (6).

La actriz Rita Cortese recuerda la presencia inmigrante
en la sociedad: "Cuando yo era chica, los inmigrantes europeos
eran algo vivo y cercano. Tanos y gallegos, como decíamos,
estaban allí, al lado nuestro, en la calle, en el barrio.
Pesaba su manera de ser y de hablar, sus costumbres, comidas,
espectáculos. Formaban parte de nuestra vida cotidiana"
(7).

Los inmigrantes trabajaron asimismo en el adoquinado de
las calles. Lo recuerda José Luis Corsetti, quien afirma:
"De las canteras de Tandil salió gran parte del empedrado
de las calles de nuestro país. Los picapedreros
españoles, italianos, montenegrinos y yugoslavos fueron,
desde 1870, personajes entrañables que dejaron cuerpo y
alma, cuando no la vida, en cada cincelada" (8).

Hugo Nario describió la dura vida de los
picapedreros: "Despeñarse, quedar aplastado por el
desprendimiento de piedras o cascajo, perder un ojo reventado por
una escalla o por un pinchote mal templado, morir destrozado por
una voladura imprevista, caer bajo las ruedas de las zorras que
bajaban cargadas de material desde lo alto de la pendiente, o
carros cuyo control de
descenso se perdía, y volcando arrastraban por el
precipicio a caballos y conductor. Y en todo tiempo, el arresto,
el allanamiento, las redadas, días y meses de encierro, la
amenaza de la deportación, a veces sin proceso"
(9).

El dibujante Quino expresó: "Nací en
Mendoza en una familia andaluza, en un barrio donde el panadero
era español,
el verdulero, italiano, el otro comerciante, libanés. A
los primeros argentinos los conocí en la escuela. Todos
mis parientes eran españoles. Desde chico tuve una
visión muy amplia. Quizás por eso a Mafalda la
quieren tanto en tantas culturas distintas" (10).

En "La Argentina racista", "el escritor Pedro Orgambide
analiza el costado más intolerante de los argentinos. Y
describe cómo han ido cambiando a lo largo de la historia
los destinatarios de la discriminación: el indio y los mestizos,
primero, luego los españoles, italianos y judíos
que llegaron a nuestras tierras y ahora los inmigrantes de los
países limítrofes" (11).

Guillermo Saccomanno, autor de El buen dolor,
afirma en un reportaje que "Aquellos tanos y
gallegos que venían con una mano atrás y
otra adelante también eran segregados" (12). Ellos, a su
vez, despreciaban a los provincianos.

Una Noticia de la Defensoría del Pueblo acerca de
la discriminación de los extranjeros
latinoamericanos en 2000, afirma que "Los argumentos son viejos.
Podría decirse que comenzaron a utilizarse en los
últimos años del siglo anterior, cuando se
responsabilizaba a los inmigrantes de origen europeo de haber
traído al país ideas disolventes. Con esa excusa se
dictó la ley de residencia que autorizaba a expulsar a
aquellos extranjeros que desarrollaran actividades sindicales y
políticas" (13).

Notas

  1. Ingenieros, José: "Ensayo de
    identidad",
    en Clarín, Buenos Aires, 27 de febrero de
    2000.
  2. Estrada, Santiago: Viajes y otras páginas
    literarias
    . 1889. Citado por Jorge Páez en El
    conventillo
    , Buenos Aires, CEAL, 1970.
  3. Zengotita, Alejandro Ulises: "Los inmigrantes", en
    Revista Mayores, Año II, N° 11,
    1994.
  4. Scenna: El día que murió Buenos
    Aires
    , citado por Zengotita.
  5. Becker, Miriam: "La última idische mame", en
    La Nación Revista, 23 de marzo de
    1997.
  6. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
    historia de infancia en
    la pampa gringa.
    Buenos Aires, Grijalbo Mondadori,
    1999.
  7. Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo
    amor", en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de
    2002.
  8. Corsetti, José L.: "Lejos del corralito, cerca
    de la naturaleza",
    en La Nación, 27 de enero de 2002.
  9. Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es
    historia
    , N°178, Marzo de 1982.
  10. Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos
    están arruinando a los chicos’ ", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 7 de diciembre de
    2003.
  11. S/F, en Orgambide, Pedro: "La Argentina racista", en
    Clarín Viva, 27 de agosto de 2000.
  12. Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
    tomado por la memoria",
    en La Nación, Buenos Aires, 15 de agosto de
    1999.
  13. Noticias de la Defensoría del Pueblo de la
    Ciudad de Buenos Aires: "Los culpables de todo. La historia se
    repite", en Centenario, Buenos Aires, Junio
    2000.

En memorias

Friulanos

Juan Faccioli, pionero friulano, escribió sus
memorias. "Según Faccioli, al llegar al Hotel de
Inmigrantes se enteraron de que estaban destinados al Territorio
Nacional del Chaco, donde les darían tierras que estaban
habitadas por aborígenes: algunos huyeron del Hotel de
Inmigrantes, pero luego de vagar sin conseguir trabajo ni comida
volvieron y aceptaron llegar a Reconquista y, desde allí,
a una colonia que se formaría al otro lado del arroyo El
Rey" (1).

Liguria

En sus memorias, tituladas Desde ya y sin
interrupciones
(2), María Esther Podestá
destaca que de los Podestá actores, el único que
debe ser considerado argentino por derecho de suelo es su
abuelo, Jerónimo Bartolomé. Los demás
nacieron en Montevideo, adonde había marchado la pareja de
inmigrantes ligurinos, atemorizada por el rumor de un
degüello de "gringos" durante el gobierno rosista. "La
familia permaneció en Montevideo desde 1851 –dice
María Esther-, y allí nacieron mis tíos
abuelos Pedro, José Juan (Pepe), Juan Vicente, Graciana,
Antonio Domingo, y Cecilio Pablo, quien artísticamente
suprimiría su primer nombre".

Recuerda a su padre, José Francisco, de quien
dice que "como la mayoría de los Podestá, mi padre
era músico, además de autor de comedias.
Trabajó siempre, incansablemente, en los últimos
años administrando las temporadas del teatro Smart de la
calle Corrientes, rebautizado en 1967 en homenaje a la tía
Blanca".

En otra página nos habla de Pablo, quien
prodigaba su talento en diversos campos del arte: "Pero no fue
sólo como actor, cómico o dramático, que
Pablo Podestá proyectó su singular personalidad
artística. Hacia 1910, hallándose en gira por el
interior del país, estrenó con su
compañía, en el Olimpo de Rosario, una obra
titulada Miseria, de la que era autor. También le
pertenecía la música que completaba la pieza.
Asimismo, había pintado el decorado. Es decir que
simultáneamente fue autor, músico, pintor y actor,
hecho no muy frecuente en el mundo del teatro. Del músico
que era Pablo son difíciles de olvidar los acordes que
compuso para el estilo de La piedra del escándalo,
sobre los versos románticos de Martín Coronado.
También Pablo esculpía con facilidad. Se conserva
en el Museo del Teatro el busto que le hizo de niña a Eva
Franco, en 1917,cuando las representaciones de Con las alas
rotas
, de Emilio Berisso".

No podía faltar en estas memorias el homenaje a
la tía Blanca, de quien dice la autora: "Blanca fue un
crédito
mayor de la familia. Me resisto a verla en el pasado porque ella
avanzó en el tiempo y siguió actuando cuando muchos
familiares habían dejado de hacerlo. Era una mujer
fundamentalmente buena, de una imagen fuerte que
encubría sus apacibles sentimientos. Como actriz tuvo la
primera influencia de equilibrio de
su padre y una segunda de Pablo, de quien fue primera actriz en
temporadas memorables y a quien se acercó en equivalencia
de temperamento".

La sobrina valora los méritos actorales de la
tía: "Tal vez Blanca, elegante e imponente, se
debatió siempre entre su femineidad y una voz más
bien ronca. Estaba más predispuesta para el drama que para
la comedia, y generalmente dramas fueron los mejores aciertos en
su carrera de estrella absoluta fuera de la órbita de
Pablo. Nunca dejó de representar a autores argentinos pero
después del veinte hizo una apertura al repertorio
internacional, en una alternancia fulgurante de varias
décadas sumadas a su ya larga e intensa carrera
anterior".

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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