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Italianos en la Argentina (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Lombardía

Del fascismo y sus
reiteradas golpizas huye el protagonista de El laúd y
la guerra
, libro de
Martina Gusberti. Decidió emigrar "porque él, como
vehemente socialista, fue apaleado varias veces por los camisas
negras". El anciano narra qué había sucedido:
"Sabían que era músico, director de una banda, y me
buscaron para colaborar, pero yo me negué a tocar la
marcha fascista y por eso me ligué unos buenos bastonazos,
¡brutte bestie! Me protegí la cabeza como
pude, pero ésa es otra historia. Después,
emigré a América" (3).

Trentino

En Aquellos tiempos…, Alcides J. Bianchi
recuerda su infancia en la
colectividad italiana de Mendoza. El escribe: "Pienso que uno de
los recuerdos más gratos de nuestra infancia fue la
época de los Reyes Magos. Cuando al aproximarse la
finalización del año, mamá nos hablaba de la
Navidad
recordándonos su significado, predisponiendo nuestro
ánimo, para que toda la familia
participara de la cotidiana celebración. Hacíanos
recomendaciones sobre nuestro buen comportamiento
a fin de que se fuese superando cada día, para que la
‘Befana’ (leyenda italiana que ella recordaba de la
época de su niñez) o cuando la llegada de los Reyes
Magos, pudiésemos recibir un hermoso juguete, en
mérito a nuestra buena conducta. Esto
nos preocupaba sobremanera, haciéndonos obedientes y
diligentes en todo lo que se nos indicaba, para así
merecer la bondad de la ‘Befana’, o de Melchor,
Gaspar y Baltazar. Ya próximos a la fecha tan ansiosamente
esperada, mi madre nos preguntaba de quién habíamos
decidido recibir el regalo. La elección era obligatoria
pues Jesús entregaba tan sólo uno para cada
destinatario" (4).

Sin mención de origen

En Juvenilia, Miguel Cané –cuyo
nombre se recuerda vinculado con la Ley de
Residencia- evoca al enfermero que trabajaba en el Colegio
Nacional de Buenos Aires:
"Era italiano y su aspecto hacìa imposible un
càlculo aproximativo de su edad. Podìa tener
treinta años, pero nada impedìa elevar la cifra a
veinte unidades màs. Fue siempre para nosotros una grave
cuestiòn decir si era gordo o flaco. (…) Empezaba su
individuo por
una mata de pelo formidable que nos traìa a la idea la
confusa y entremezclada vegetaciòn de los bosques
primitivos del Paraguay, de que
habla Azara; veìamos su frente, estrecha y deprimida, en
raras ocasiones y a largos intervalos, como suele entreverse el
vago fondo del mar, cuando una ola violenta absorbe en un
instante un enorme caudal de agua para
levantarlo en espacio. Las cejas formaban un cuerpo unido y
compacto con las pestañas ralas y gruesas como si hubieran
sido afeitadas desde la infancia. La palabra mejilla era un ser
de razòn para el infeliz, que estoy seguro
jamàs conociò aquella secciòn de su cara,
oculta bajo una barba, cuyo tupido, florescencia y frutos nos
traìa a la memoria un
ombù frondoso".

"El cuerpo, como he dicho, era enjuto; pero un vientre
enorme despertaba compasiòn hacia las dèbiles
piernas por las que se hacìa conducir sin piedad. El
equilibrio se
conservaba gracias a la previsiòn materna que lo
habìa dotado de dos andenes de ferrocarril, a guisa de
pies, cuyo envoltorio, a no dudarlo, consumìa un cuero de
baqueta entero. Un dìa, nos confiò en un momento de
abandono, que nunca encontraba alpargatas hechas y que las que
obtenìa, fabricadas a medida, excedìan siempre los
precios
corrientes".

Recuerda el personal castellano del
enfermero: "Debìa haber servido en la legiòn
italiana durante el sitio de Montevideo o haber vivido en
comunidad con
algùn soldado de Garibaldi en aquellos tiempos, porque en
la època en que fue portero, cuando le tocaba despertar a
domicilio, por algùn corte inesperado de la cuerda de la
campana, entraba siempre en nuestros cuartos cantando a voz en
cuello, con el aire de una diana
militar, este verso (!) que tengo grabado en la memoria de una
manera inseparable a su pronunciaciòn especial:
Levàntasi, muchachi,/ que la cuatro sun/ e lo federali/
sun venì a Cordun
. Perdiò el gorjeo matinal a
consecuencia de un reto del señor Torres que,
hacièndole parar el pelo, le puso a una pulgada de la
puerta de calle".

Sobre sus aptitudes para el trabajo,
afirma: "Como prototipo de torpeza, nunca he encontrado un
spècimen màs completo que nuestro enfermero.
Su escasa cantidad de sesos se petrificaba con la presencia del
doctor, a quien habìa tomado un miedo feroz y de cuya
conciencia
mèdica hablaba pestes en sus ratos de confidencia".
(5).

En sus Memorias, escribe Lucio V. Mansilla: "Este
San Pío era italiano, casado, muy bonachón y
cariñoso. Sus quesos de Goya, y particularmente sus
chorizos, allí a la vista, tenían fama(…) No
sabía leer ni escribir, ni hablaba italiano, ni español,
ni genovés, ni dialecto itálico alguno, sino una
media lengua suya
propia; y a fuerza de
oírse llamar San Pío por sobrenombre, llegó
a olvidarse de su verdadero patronímico. (…) Una vez,
teniendo que prestar declaración con motivo de un
bochinche, le preguntó a la mujer: – Che,
¿cómo me llamo yo? – San Pío – No, le nombre
de Italia
¡Ah!, está en el baúl (quería decir en
el pasaporte)" (6).

Carlos Ibarguren, en La historia que he vivido,
recuerda un festejo de inmigrantes: "el casamiento fue celebrado
con una fiesta en la modesta casa del barrio en que vivía
la novia. Concurrió allí invitado el elemento
gringo de la vecindad con sus respectivas familias –algunas
con hijos argentinos- y varios amigos de Darío, entre los
que yo me contaba. Se bailó animadamente hasta la
madrugada en el patio, al compás del acordeón,
ocarina y flauta; de la cocina, donde se jugaba a la morra,
partían vociferaciones en italiano, mientras el moscato y
el nebiolo espumante enardecían los ánimos sin
distinción de edad, sexo ni
nacionalidad;
y aún recuerdo cómo nos atrajo a los muchachos la
bella Carlota, hermana del desposado, que resultó esa
noche, reina indiscutida de aquel regocijo meridional"
(7).

En conjunto

En sus Memorias, Lucio V. Mansilla escribe: "El
italiano no había comenzado aún su éxodo de
inmigrante. De España, en
general del Ferrol, de La Coruña, de Vigo sobre todo,
sí llegaban muchos barcos de vela, rebosando de
trabajadores, aprensados como sardinas (…) En cierto sentido
eran como cargamento de esclavos" (8).

 

Italianos y otros

Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era
otro. Una historia de infancia en la pampa gringa
(9),
convencida de que "todos tenemos derecho a escribir nuestra
historia" (10).

Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe,
donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que
se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno
de una familia integrada
por un gallego tan esforzado y ahorrativo como autoritario; una
criolla apasionada por la hija mayor, la lectura y
la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña
reclamará para sí. Junto a ellos encontramos la
familia de la casa da pena –los gallegos que
quedaron en su tierra-, los
parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de la
madre, y los inmigrantes –en su mayoría italianos-
que viven en el pueblo.

En un viaje por Santa Fe, Onega y su padre ven a "los
expulsados de la tierra":
"vimos un carrito del que tiraban una mujer y un
hombre, cada
uno de su vara; en ese carrito pequeño y angosto llevaban
su casa. Allí habían cargado los muebles, los
hierros de labranza, un baúl, atados de ropa y
todavía cabía una cama donde unos chicos y la nona
se amontonaban y se tapaban del sol con la colcha blanca de
algodón
ahora ennegrecido, que había formado parte del ajuar
europeo y que tantas veces había visto en las casa de
chacareros, atada por sus cuatro puntas al respaldo y a la
piesera de hierro de la
cama. Debajo de ese toldo trataban de salvarse del terrible
castigo del sol y del bochorno de la tarde con el aire que
debía soplar por los costados libres. Detrás del
carrito venían unos muchachos que empujaban aliviando el
esfuerzo de sus padres".

En "Mínima autobiografía de la exiliada
hija" (11), trabajo que
integrarà un volumen sobre el
exilio español republicano de 1939, a publicar por la
Universidad de
Lèrida, Marìa Rosa Lojo se refiere a su vida como
hija de un gallego y una madrileña exiliados en la
Argentina. Sobre la alimentación en la
nueva tierra, escribe: "También los sabores, los gozos de
la comida, se conformaron y se acuñaron fuera de los
hábitos de la cocina argentina moderna. Para mí
eran absolutamente familiares los pulpos y los langostinos, los
calamares, los camarones y mejillones ajenos a los hábitos
de las pampas, y que más bien horrorizaban con sus valvas,
sus tintas y sus viscosos tentáculos a la mayoría
de mis compañeras de escuela. En
cambio,
durante la infancia y adolescencia
consideré como elementos exóticos las pastas y la
pizza –‘clásicos’ para un recetario
argentino, definido por su neta hibridez
ítalo-criolla-".

 

Notas

  1. S/F: "Friulanos sobre el Paraná", en La
    Nación Revista
    , Buenos Aires, 29 de
    julio de 2001.
  2. Podestá, María Esther: Desde ya y
    sin interrupciones
    . Buenos Aires, Corregidor,
    1985.
  3. Gusberti, Martina: El laúd y la guerra.
    Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.
  4. Bianchi, Alcides J.: Aquellos tiempos…
    Buenos Aires, Marymar, 1989.
  5. Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires,
    CEAL, 1980.
  6. Mansilla, Lucio V.: Mis memorias, citado en
    www.oniescuelas.edu.ar.
  7. Ibarguren, Carlos: La historia que he vivido.
    Buenos Aires, Biblioteca
    Dictio, 1977.
  8. Mansilla, Lucio V.: Mis memorias
  9. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
    historia de infancia en la pampa gringa
    . Buenos Aires,
    Grijalbo-Mondadori, 1999.
  10. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
    nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de
    julio de 1999.
  11. Lojo, María Rosa: "Mínima
    autobiografía de una ‘exiliada hija’ ", en
    Sitio Al Margen Revista
    Digital
    . Noviembre de 2002.

En
biografías

Abruzzos

"En Severino Di Giovanni, el idealista de la
violencia
, escrito entre 1968 y 1970, Bayer reprodujo las
cartas"
enviadas por el anarquista a Josefa Scarfó. "Bayer acude a
las cartas para definir ese amor.
‘Hablaban de un amor que podríamos calificar de
puro, profundo, pero casi sin referencias de tipo carnal o
sexual’. Para Bayer, estos escritos destilan la moral
anarquista de Di Giovanni: ‘Sus cartas tenían ese
tono porque por sus ideas, sentía un gran respeto por el
género
femenino’ " (1).

Piamonteses

Parte de Italia el matrimonio
Vairoleto con su primogénito, porque "en aquella
región las posibilidades de prosperar eran muy escasas
para los aldeanos pobres, y Vittorio concibió el proyecto de ir a
América. Algunos emigrantes, incluso un cura que
había estado en la
parroquia de la villa, escribían enviando noticias
favorables desde la Argentina, un país donde hacía
falta mano de obra y eran bienvenidos los labriegos italianos
para poblar las colonias agrícolas. Ilusionados por esas
perspectivas, Vittorio y Teresa se dispusieron a marchar al nuevo
continente con su bebé recién nacido". Aquí
nacería Juan Bautista.

Los Vairoleto "siguieron hasta Rosario remontando el
gran río Paraná. Al bajar en los muelles con sus
bultos, mientras la sirena de la nave seguía anunciando el
arribo, los emigrantes de tercera clase se
encontraron con una cantidad de gente que les hablaba en
piamontés, ofreciéndoles los más variados
destinos y trabajos a cambio de alojamiento y comida. Todo les
resultaba asombroso y no era fácil saber qué les
convenía, pero tenían que hacer la prueba. Vittorio
comenzó trabajando en la cosecha de esa temporada, y
emprendieron un largo itinerario buscando un pedazo de tierra
donde afincarse" (2).

"Alberto María De Agostini nació en
Pollone, pequeño pueblo de Piamonte, en las
cercanías de Biella, el 2 de noviembre de 1883 (3).
Monseñor Patagonia.
Vida y viajes de
Alberto De Agostini el sacerdote salesiano y explorador
(4)
se titula la biografía escrita por
Germán Sopeña, acerca de la que leemos: "En esta
biografía de Alberto De Agostini trabajaba Germán
Sopeña cuando lo sorprendió la muerte. Y
no por azar está dedicada al gran explorador salesiano.
Fueron la pasión y el amor que
Sopeña sentía por la Patagonia los que lo llevaron
a rescatar del olvido y el desconocimiento a uno de sus
más destacados pioneros. Tras una profunda investigación que incluye testimonios de
quienes lo conocieron, Sopeña traza la semblanza de este
"montañista de alma", del
"descubridor de hombres, regiones y montañas", del
misionero preocupado por la desaparición de las culturas
aborígenes y por la protección de la naturaleza.
Sin dudas, Sopeña compartía con De Agostini la
misma y poderosa atracción por la misteriosa región
patagónica. Así lo refleja tan bella y
elocuentemente este Monseñor Patagonia"
(5).

Nora Ayala escribe acerca de su abuelo, que dejó
su tierra: "¡Bagnasco! Nunca hubiera creìdo que
extrañarìa tanto ese pueblo contra el que tanto
habìa despotricado, las tardes con Franco y Luigi mojando
los anzuelos en el Tanaro mientras soñaban con tierras
lejanas, aventuras, ciudades, fortunas" (6).

Toscana

"Por más de cuarenta años Marco Denevi
(1920-1998) ocupó un lugar central en la narrativa
argentina. Títulos que van desde la ya clásica
Rosaura a las diez hasta Nuestra Señora de la Noche
–su última novela–,
pasando también por la inolvidable Ceremonia secreta,
revelaron una voz original que se expresó en
prácticamente todos los géneros, sin excluir
guiones para cine y
televisión. Esta biografía de Juan
José Delaney –rica en documentos,
cartas, testimonios y textos inéditos– da cuenta del
camino del escritor, su formación, búsquedas,
éxitos, fracasos y preocupaciones filosóficas y
cívicas, dentro del contexto histórico y literario
en que se desarrollaron. En otro sentido, el ensayista examina
los procesos de
escritura en
Denevi e ilumina y valora aspectos soslayados de la producción del escritor como, por ejemplo,
su condición de cuentista excepcional. El resultado es un
trabajo que interesará no sólo a los admiradores de
la obra de Marco Denevi sino también a estudiosos de la
escritura en general y de la literatura
argentina en particular" (7).

Marco Denevi afirmó: "Genética y
educación
se confabularon para hacerme adicto a la música. Mi padre, que
nunca exteriorizaba sus emociones,
sólo aflojaba frente a la òpera. Nací y me
crié en un hogar donde se hacía música a
diario, donde la música mal llamada culta formaba parte de
la vida cotidiana. Todavía niño, y de la mano de
mis mayores, fui a salas de concierto y al Teatro
Colón" (8).

Trentino

Alcides J. Bianchi es el autor de Valentìn, el
inmigrante
(9), obra en la que relata la vida de su padre,
exitoso empresario
afincado en Mendoza. Don Valentín nació en Fasano,
Italia, en 1887. Se dedicó a la docencia hasta
que una carta de su
hermano lo decide a emigrar a la Argentina. Tenía
veintidós años. El hijo evoca ese viaje lleno de
ansiedad e incomodidades, con las ratas caminando por encima de
la cama del pasajero.

En nuestro país, el italiano
desempeñó distintos oficios, destacándose
por su facilidad para la contabilidad y
su excelente caligrafía, que le valió el apodo de
"el gringo de la letra bonita". Fue empleado contable y rematador
de lotes, hasta llegar a su ocupación definitiva: la de
bodeguero. Formó familia en San Rafael, donde nacieron sus
hijos. La esposa soportó la estrechez de los primeros
tiempos haciendo economía en el hogar.
Bianchi cuenta que su madre cazaba pajaritos con su rifle y los
hijos –pequeños, en ese entonces- los deshuesaban,
para almorzarlos con polenta. Cuando llegó el momento de
pensar en el futuro de su empresa, hizo que
los hijos mayores –una hija y el autor de la
biografía- estudiaran para poder
continuar con el emprendimiento paterno. A partir de ese momento,
comenzó a viajar periódicamente a Fasano, donde, ya
viudo, pasaba temporadas con su hermana, a quien no había
visto durante décadas. Bianchi encontró la muerte en una
ruta de su pueblo, en 1968.

El autor relata – basándose en una importante
investigación y en la colaboración prestada por
aquellos a quienes agradece- cómo el inmigrante
llegó, desde la orfandad que signó su infancia,
hasta la posición social y económica que se
forjó en la Argentina. Este libro narra la historia de un
inmigrante exitoso que, sin embargo, nunca dejó de sentir
nostalgia por su tierra.

Varios

La Asociación Dante Alighieri publicó
numerosos volúmenes de biografías de
ítaloargentinos destacados. Entre estos volúmenes
se cuentan Rodolfo Kubik, compositor y músico, por
Vittorio Balanza; Juan A. Buschiazzo, arquitecto y urbanista
de Buenos Aires
, por Alberto O. Córdoba; Torquato
Di Tella, industrial y algunas cosas más
, por Torcuato
Di Tella; Roberto F. Giusti. Su vida, su obra, por
Fermín Estrella Gutiérrez; El padre Marcos
Donati y los franciscanos italianos en la misión de
Río Cuarto
, por Inés I. Farías;
Eugenio Pini, el maestro y las armas, por Alberto A.
Fernández; Cesare Cipoletti. Sus obras, sus proyectos, sus
colaboradores
, por Paolo Girosi; José
Ingenieros
, por Francisco P. La Plaza; Francisco Bibolini.
De la Liguria a la Pampa
, por María C. Maradeo;
Agustín Rocca en treinta años de recuerdos,
por Dionisio Petriella; Alberto M. De Agostini SDB, por
Amalia del Pino; Clemente Onelli, de pionero de la Patagonia a
director del Jardín Zoológico
, por Diego A.
Pino; Rodolfo Mondolfo, maestro insigne de filosofía y
humanista
, por Eugenio Pucciarelli y otros; Carlos Spada,
médico y filántropo
, por Carlos A.
Rezzónico; Víctor De Pol, el escultor
olvidado
, por Edgardo J. Rocca; Eugenia Sacerdote de
Lustig
, una pionera de la ciencia en
la Argentina
, por Laura Rozenberg; Joaquín
Frenguelli. Vida y obra de un naturalista completo
, por Mario
E. Teruggi, y Syria Poletti, mujer de dos mundos, por
Walter Gardini.

Sin mención de origen

Félix Luna, en Soy Roca, relata lo
sucedido en 1909 en una mesa electoral, cuando se presenta como
austríaco un hombre al que su aspecto y su modo de hablar
"lo delataban como un bachicha recién desembarcado". Roca
le pregunta si es italiano; el inmigrante le responde que
sí, y que no sabe lo que dice la libreta: "-Io non
só niente…. ¡A mí me la datto don Gaetano !
‘Don Gaetano’, Cayetano Ganghi era el árbitro
de la elección, con sus roperos llenos de libretas
falsificadas y sus huestes de inmigrantes analfabetos y de
atorrantes dispuestos a votar cinco o seis veces en diferentes
mesas" (10).

En tránsito

En El ángel del capitán, Chuny
Anzorreguy relata qué se planteó el croata al
llegar a la Argentina: "Primero debíamos aprender el
idioma. Habiendo ya aprendido más o menos el italiano, la
cosa se nos iba a hacer más fácil. Así fue.
En poco tiempo podía comunicarme en un castellano bastante
pasable" (11).

Italianos y otros

En La última carta de Pellegrini, de
Gastón Pérez Izquierdo, escribe el protagonista:
"La afluencia de inmigrantes seguía transformando la
fisonomía física y social de la
metrópoli con sus gritos, sus palabras mal pronunciadas,
sus risas y sus nostalgias por la tierra dejada. En ese fragor
positivista algunas pequeñas señales
cada tanto advertían que éramos de carne y hueso y
no estábamos en el Paraíso Terrenal. Las
condiciones deficientes de alojamiento de los inmensos
contingentes de extranjeros que desembarcaban pronto causaron una
alarma general: un brote de cólera
amenazaba con expandirse como epidemia y salirse de control. Para una
ciudad que todavía guardaba en su memoria colectiva los
horrores de la fiebre amarilla
la noticia cayó como el anuncio de la llegada de los
cuatro jinetes. El Presidente convocó de urgencia al
gabinete y concurrí a la reunión para proponer
medidas intrépidas, como las que se recordaban de los
tiempos de la epidemia maldita" (12).

Nora Ayala relata que su abuela criolla, que
vivía en Misiones, tenía prejuicios contra los
extranjeros. "Nosotros no vinimos a matarnos el hambre como los
gringos –decía-, estuvimos siempre acá".
Otros parientes de Ayala, inmigrantes, discriminaban a los
nativos. La bisabuela italiana dice que tiene una hija "casada
lamentablemente con un criollo". El abuelo de la misma nacionalidad
"dijo sin vueltas que los criollos eran todos haraganes y que no
quería ninguno en su familia, con lo cual Samuel quedaba
automáticamente excluido" (13).

Notas

  1. S/F: "Las cartas de amor de Severino Di Giovanni", en
    Clarín, Buenos Aires, 27 de julio de
    1999.
  2. Chumbita, Hugo: Ultima frontera.
    Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero
    . Buenos Aires,
    Planeta, 1999.
  3. S/F: Cuadernos Patagónicos – 2 El padre
    De Agostini y la Patagonia, en
  4. Sopeña, Germán: Monseñor
    Patagonia. Vida y viajes de Alberto De Agostini el sacerdote
    salesiano y explorador
    . Editorial Tusquets, 2004, 132
    páginas.
  5. S/F: en Sopeña, Germán:
    Monseñor Patagonia. Vida y viajes de Alberto De
    Agostini el sacerdote salesiano y explorador
    . Editorial
    Tusquets, 2004, 132 páginas.
  6. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
    historias
    . Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.
  7. S/F: Información de prensa, en
    www.corregidor.com.ar.
  8. Delaney, Juan José: Marco Denevi y la sacra
    ceremonia de la escritura: una biografía literaria
    .
    Buenos Aires, Corregidor, 2005. 244 pp.
  9. Bianchi, Alcides J.: Valentín el
    inmigrante
    . Santiago de Chile, Edición del autor, 1987.
  10. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos
    Aires, Sudamericana, 2000.
  11. Anzorreguy, Chuny: El ángel del
    Capitán. Biografía del Capitán Croata Miro
    Kovacic
    . Buenos Aires, Corregidor, 1996.
  12. Pérez Izquierdo, Gastón: La
    última carta de Pellegrini
    . Buenos Aires,
    Sudamericana, 1999.
  13. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
    historias
    . Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.

En
periodismo

Piamonte

Un pasajero es recordado por Susana Aguad, su nieta, en
"Al bajar del barco", donde escribe: "Se disipa la angustia de
una travesía de dos meses que les quitó fuerza y
salud. Sin
embargo, a algunos se les llenan los ojos de lágrimas
cuando miran por última vez al ‘Génova’
con sus dos banderas trenzando azules y verdes" (1).

Italianos y otros

En 1860 escribió José Hernández:
"Nuestros puertos se abren al comercio del
mundo, atraído por las valiosas e importantes producciones
de nuestro suelo; nuestros
desiertos llaman a la inmigración, y la inmigración
vendrá estimulada por los temas ocultos que aguardan
solamente brazos e industrias que lo
exploten" (2).

"De aquella antigua inmigración que
inspiró al dramaturgo Vacarezza, a la que desinfectaban
con los chorros de fumigadores de animales sobre
los muelles de Puerto Madero donde hoy se come con inmaculada
vajilla, quedan sus jerarquizados descendientes –nosotros-,
bruscamente sobresaltados", afirma Orlando Barone (3).

Mauricio Kartun, en "El siglo disfrazado", se refiere a
las fotos que se
enviaban a los países de origen, para mostrar el bienestar
de los hijos de los inmigrantes.

Analiza la relación del Carnaval con la
inmigración: "Fue con el vendaval inmigratorio de
principio de siglo que la farra desbordó todo orden
institucional, la mascarita se independizó, y el disfraz
pasó a ser un atributo de fenomenal creatividad
individual, un orgullo familiar en el que las mujeres de la casa
lucían su solvencia con el molde y la aguja".

Una vez disfrazado el niño, debía
fotografiárselo, para enviar esa imagen al
país de origen: "Colas de una cuadra en Foto Bixio, o en
Pascale, bajo el sol calcinante
de febrero, ése que aseguraba con el resplandor de la
primera tarde los mejores contrastes en la vidriada
galería de pose del estudio. ¿Cómo
testimoniar sino allá en el terruño el prodigio de
costura, las costumbres, el crecimiento y la belleza de los
chicos, engalanados y maquillados?"

El afianzamiento de la inmigración hizo que
cambiaran los disfraces elegidos por las madres para sus hijos:
"Viejas fotos. Sólo eso queda de aquella magnífica
pasión por el disfraz. De pierrot, sobre todo,
hasta los años 20 en que las colectividades tomaron peso
propio. De allí en más predominaron los
baturros, toreros y gaiteros asturianos, las
majas, las gitanas, y los vascos pelotaris
con sus paletas en miniatura, o su versión lechera con los
tarros también a escala.
Napolitanas, damas venecianas, y
polichinelas certificaban el amor a Italia."

Fotos que se enviarían a los parientes que tanto
se extraña: "Atrás unas líneas ya casi
ilegibles: ‘Cara mamma: le invio una fotografia del mio
Cesarino. Veda come cresce bello e grasso. Chi manca tanto. Sua
cara figlia, Renza’
. En la foto, un pequeño
soldadito garibaldino. Un sombrero emplumado, y una descolorida
mirada melancólica" (4).

Notas

  1. Aguad, Susana: "Al bajar del barco", en
    Clarín, Buenos Aires, 20 de octubre de 1999.
  2. Hernández, José: "La nueva
    época", en El Nacional Argentino de
    Paraná, 1860. Incluido en "Literatura
    inmigrante", www.oniescuelas.edu.ar.
  3. Barone, Orlando: "El avance de la intolerancia
    aldeana", en La Nación, Buenos Aires, 13 de
    febrero de 2000.
  4. Kartun, Mauricio: "El siglo disfrazado", en
    Clarín Viva, 20 de febrero de 2000.

En
costumbrismo

Sin mención de origen

En sus cuentos (1),
Fray Mocho presenta escenas cotidianas, que podían ser
protagonizadas por cualquier habitante de la ciudad. En ellas
encontramos personajes verosímiles, con los que sin duda
habría trabado relación, dada la fidelidad con que
los describe y la coherencia con que los vemos actuar. Si bien es
importante la habilidad para escribir, no lo es menos la
capacidad de observación, y Fray Mocho posee ambas. Sus
cuentos lo demuestran. Muchos de estos personajes que retrata son
inmigrantes. Entre las diversas nacionalidades que evoca, se
destacan los italianos.

Un comerciante de esa procedencia aparece en plena
labor, intentando convencer a una compradora de que el producto que
desea no es el adecuado, y le dice eso simplemente porque no
tiene lo que la mujer le solicita. La descripción del inmigrante es elocuente:
"Pascalino se siente arrebatado; las venas del cuello se le
inflan, los ojos se le inyectan; le revuelve la bilis,
evidentemente, la terquedad de una cliente que
quiere longanizas cuando él no tiene y se encamina
apresuradamente a su carro como para marcharse, pero vuelve con
la misma rapidez, se encara con ella, desocupa la boca de la
mascada que le dificulta la palabra, y dice con tono
despreciativo, aunque casi lloriqueando de puro meloso y
derretido: ‘-¡Ma!… Perqué non parlate guiaro
allora?… ¡Voi volete artigoli fate con gose di pero!…
¡Ebene!… ¡Andate al meregato sui volete!…
¡Pascalino non dimenticará de la sua fama!’ ".
La reproducción del idioma del extranjero hace
que su retrato sea aún más logrado, y evidencia el
esfuerzo por adaptar su lengua nativa a la de la nueva
tierra.

En "Instantánea", es una italiana la que dialoga
con un criollo, tratando en vano de convencerlo de que no le
conviene vivir con ella: "Ma… ¿dícame un poco?…
¿Cosa li parece inamuramientos tra ina lavandiera e in
bombiero? … E anque… tra ina gringa come me e ono criollo
come osté… que é propio in chino…". El criollo
no entiende razones, y lo expresa con estas palabras:
"-¿Pobre?… ¡La gran perra, que había sido
avarienta!… ¿Y tuavía querés ser
más rica de lo que sos, mi vida?… ¡Pucha!…
¡si al pensar que me vi’a juntar con vos, me parece
que me junto con el Banco e
Londres!…".

El mismo tema es abordado por Fray Mocho en "Tirando al
aire", cuandro en el que un italiano, requerido de casamiento,
afirma no poder hacerlo por estar ya casado en su tierra. En un
texto de Fray
Mocho vemos a dos argentinas intentando una alianza matrimonial
con un inmigrante, mas la misma no se da porque el italiano
declara estar casado ya en su país. Ante esta
situación, la tía de la joven lo increpa:
"-¿Y que más quedrá este condenao?…
¡Se necesita ser un gringo afilador, pa crer que una
muchacha como mi sobrina sea capaz de fijarse en él si no
es para casarse!… ¿Pa qué estarán los
criollos?… ¡Aura mismo le habi’avisar al
escribiento que no habías sido lo que parecés…
condenao!… ¡Si hasta facha e’criminal en tu tierra
t’estoy encontrando… verás con quién te has
metido a tirar tiros al aire!…".

Estos y muchos más son los inmigrantes
eternizados por Fray Mocho en sus colaboraciones escritas para
Caras y Caretas. En esas páginas aparece como el
testigo de un momento clave de la historia argentina, en el que
supo ver con nitidez al hombre, más allá del
fenómeno social. Simpáticos o no, sus personajes
son esencialmente creíbles y es por eso que debe
recurrirse a ellos cuando se trata de conocer nuestro pasado y la
diversidad de nacionalidades que forman nuestro
presente.

En "¡Ficate-in-poco; ficate!", texto de 1908,
Santiago Dallegri presenta a una española que quiere
comprar ligas de seda. Uno de los personajes dice a la mujer:
"-No s’enoje misia España, que dispués de
todo, no lo hago porque me deba un par de nales sino por hacerle
un bien. Pues dígame, ¿pa qué
v’á gastar dinero en
ligas de seda, si naides se las v’á ver?"
(2).

En "Pedrín", Félix Lima muestra el
desprecio con que trata a sus padres un hijo de italianos que ha
estudiado (3).

Notas

  1. Fray Mocho: Cuentos. Buenos Aires, Huemul,
    1966.
  2. Dallegri, Santiago: "¡Ficate-in-poco; ficate!",
    en Fray Mocho, Félix Lima y otros. Los costumbristas
    del 900.
    Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de
    Marta Bustos. Capítulo. Buenos Aires, CEAL,
    1980.
  3. Lima, Félix: "Pedrín", en Fray
    Mocho, Félix Lima y otros. Los costumbristas del
    900.
    Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta
    Bustos. Capítulo. Buenos Aires, CEAL,
    1980.

En historietas

Calabreses

Inodoro Pereyra, el personaje de Fontanarrosa, pregunta
por un cacique ranquel. El personaje con el que dialoga le dice
que el cacique se llama "Capobianco. No desciende de ranqueles.
Desciende de calabreses" (1).

Sin mención de origen

En otra oportunidad, Inodoro se encuentra con don Nino.
El italiano lleva en el hombro un loro, al que le ha
enseñado a cantar el himno de su tierra (2).

En una viñeta de Fontanarrosa, referida a las
perspectivas de los universitarios en la Argentina, un abuelo
dice al nieto: "Vos, Cachito, tenés que aprovechar las
oportunidades que ahora, te brinda el país… Yo, como
vine de Italia sin nada, tuve que ir a una escuela
pública… Vos, en cambio, hoy por hoy, tenés
la posibilidad de ir a levantar la cosecha…" (3).

Notas

  1. Fontanarrosa, Roberto: "Inodoro Pereyra ‘El
    renegáu’ ", en Clarín Viva, 16 de abril de
    2000.
  2. Fontanarrosa, Roberto: "Inodoro Pereyra ‘El
    renegáu’ ", en Clarín Viva, 24 de febrero
    de 2002.
  3. Fontanarrosa, Roberto: en "Qué hacer con la
    Universidad", en Clarín, Buenos Aires, 16 de mayo de
    1999.

En
textos escolares

Italianos y otros

Cien lecturas se titula el libro destinado a
alumnos de quinto grado, que publicó la Editorial
Guillermo Kraft Limitada. Son sus autores José Mazzanti e
I. Mario Flores. La lectura
41 de esas cien, es "Los inmigrantes". Transcribo un fragmento de
la misma: "¿Quiénes son los que se han atrevido a
desafiar así las penurias de la travesía,
abandonando su hogar y su patria? Son los inmigrantes.

A medida que van desembarcando, les oímos hablar
veinte idiomas distintos. Ved aquel italiano, que baja, de amplio
pantalón de pana y raro sombrero; aquel español, de
chaqueta corta y ajustada; aquel alemán, rubio y
mofletudo… Y desfilan así, con sus trajes y rasgos
característicos, rusos, franceses, turcos, belgas…
ciudadanos de todos los países que vienen en procura del
pan y del bienestar que ofrece nuestro pródigo suelo a
todos los hombres de buena voluntad que deseen
habitarlo".

Notas

  1. Mazzanti, José y Flores, I. Mario: "Los
    inmigrantes", en Mazzanti, José y Flores, I. Mario:
    Cien lecturas. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft
    Limitada, 1956. 19° edición. 249 pp.

En
novelas

La llegada de los inmigrantes a suelo argentino
significò una transformaciòn de gran importancia.
El porteño se encontrò conviviendo con extranjeros
de diversas nacionalidades y esa realidad se vio reflejada en la
literatura.

Abruzzos

Mempo Giardinelli fue distinguido con el Premio
Rómulo Gallegos en 1993, por Santo Oficio de la Memoria
(1), novela a la que Carlos Fuentes se
refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan conmovedora,
tan importante para estos tiempos de odio, racismo y
xenofobia".

La obra cuenta un siglo de historia privada, argentina y
mundial, desde la llegada a nuestro país de Antonio
Domeniconelle, su esposa y su primogénito, a fines del
siglo XIX, quienes emigran porque eran "muy pobres. Muy pobres.
Más pobres que toda la pobreza que
hayas visto".

Relata el hijo mayor, refiriéndose al padre:
"Llegaron casados, ya. Conmigo. El decidió que Vincenzo y
Nicola se quedaran allá. Luego los buscaría, dijo.
No atendió el llanto de Angela. No escuchó las
razones de nadie. Nunca. (…) El sabía cuanto
sufría ella por los hijos que dejaron en Italia, pero
jamás hizo nada por traerlos. Cómo un hombre puede
ser así, es algo que yo no me explico. Fue terrible, eso".
Otro personaje relata que el hombre
también pensaba en i bambini: soñaba que en
la nueva casa "habría rosas en los
floreros y comerían bien, tres veces al día, o
cuatro, con todos los chicos, porque iban a traer a Vincenzo y a
Nicola de Italia. El país progresaba a pesar de todo, y
él también", pero murió antes de concretar
su proyecto.

Entrevistado por Mona Moncalvillo, Giardinelli habla
sobre su novela. "Es una novela histórica, sobre la
inmigración, y a lo largo de varias generaciones viene
recorriendo los distintos cruces históricos, que son los
cruces dramáticos de nuestra historia: memoria versus
olvido, vida-muerte, noche-día,
pacificación-violencia,
intolerancia-democracia.

Hay una serie de dicotomías, es una cosa muy
doble, una especie de gran esquizofrenia que
va recorriendo la historia
argentina. Al mismo tiempo hice una novela en la que quise
meterme con un montón de temas que para mí
tenían que ver. Es una discusión sobre la
literatura argentina, y también quise hacerla ahí
porque la literatura argentina acompaña y se contrapone
con la historia. Los epígonos literarios de la Argentina,
son en general gente que pertenece a élites que
difícilmente llegan a ser valores
populares" (2).

Notas

  1. Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la
    Memoria
    . Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
  2. Moncalvillo, Mona: reportaje a Mempo Giardinelli, en
    Humor, 1991. Reproducido en www.literatura.org.

Calabria

En el Libro Tercero de Adán Buenosayres,
de Leopoldo Marechal, aparece Juan Sin Ropa, el que
derrotò a Santos Vega. Juan Sin Ropa –explica el
folklorista Del Solar- "es el gringo desnudo que vence a
Santos Vega en una clase de lucha que nuestro paisano ignoraba:
la lucha por la vida". En ese momento, "el vistoso gaucho fue
borràndose para dejar sitio a un hombretòn forzudo
y coloradote, de camisa y bombachas a cuadros, botas amarillas,
facòn ostentoso y un rebenque guarnecido de plata casi
hasta la lonja. No sin una efusiòn de simpatìa, los
aventureros identificaron al punto la imagen risueña de
Cocoliche".

" Sono venuto a l’Argentina per fare
l’América
–declaró el aparecido-.
E sono in América por fare l’Argentina.
-¡Ajá! –le gritó Del Solar-.
¡Así quería verte! ¿No sos el
gringo bolichero que con hipotecas y trampas robó
la tierra del paisanaje? Cocoliche tendió y exhibió
sus grandes manos encallecidas. –Io laboro la terra
–dijo-. Per me si mangia il pane. Risas hostiles
mezcladas a voces de aliento festejaron el retrueque de
Cocoliche. –En eso tiene razón el gringo –
admitió Pereda. -¡Es un bolichero! Insistía
Del Solar-. ¡Sólo ha venido a
enriquecerse!".

"Y aquí la figura de Cocoliche se
transformó a su vez en la de un anciano cuyas barbas
patriarcales relucían como latón fino. Miraba como
abriendo grandes horizontes, vestía un poncho de
vicuña y un chiripá sombrío; y Adán
Buenosayres, temblando como una hoja, reconoció la efigie
auténtica del abuelo Sebastiàn, el antepasado
europeo de Adàn Buenosayres, quien le dice a Del Solar:
"Cien veces crucè la pampa en mi carreta, y cien veces el
rìo en mi ballenero de contrabandista. Arè la
tierra virgen y agrandè rebaños. Y no es mìa
ni la tierra donde se pudren mis huesos"
(1).

En Sobre héroes y tumbas, Ernesto
Sábato evoca la partida desde la tierra de
origen: " ‘Addio patre e matre,/ Addio sorelli e
fratelli’
Palabras que algún inmigrante-poeta
habrá dicho al lado del viejo, en aquel momento en que el
barco se alejaba por las costas de Reggio o de Paola, y en el que
aquellos hombres y mujeres, con la vista puesta sobre las
montañas de lo que en un tiempo fue la Magna Grecia,
miraban más que con los ojos del cuerpo (débiles,
precarios y finalmente incapaces) con los ojos del alma, esos
ojos que siguen viendo aquellas montañas y aquellos
castaños, a través de los mares y de los
años" (2).

En "La memoria de la tierra", discurso
pronunciado al recibir en 1999 la ciudadanía italiana y la Medalla de
Oro a la
Cultura
Italiana en la Argentina, dijo Sábato:
"Yo fui el décimo hijo de una familia de once varones a
quienes, junto con el sentido del deber y el amor a estas pampas
que los habían cobijado, nuestros padres nos transmitieron
la nostalgia de su tierra lejana".

El sentimiento se transforma en literatura: "Ese
desgarro, esa nostalgia del inmigrante le he volcado en un
personaje de Sobre héroes y tumbas, el viejo
D’Arcángelo, que extrañaba su viejo
terruño, sus costumbres milenarias, sus leyendas, sus
navidades junto al fuego". Y se asocia a una etapa de la vida:
"¿Cómo no comprender la nostalgia del viejo
D’Arcángelo? A medida que nos acercamos a la muerte
nos acercamos también a la tierra, pero no a la tierra en
general sino a aquel ínfimo pedazo de tierra en que
transcurrió nuestra infancia. Así también mi
padre, descendiente de esos montañeses italianos
acostumbrados a las asperezas de la vida, en sus años
finales, para defenderse de lo irremediable con el humilde
recurso del recuerdo, evocaba la Paola de su infancia. Aquella
misma Paola de San Francesco, donde un día se
enamoró de mi madre. (…) En el siglo pasado, mis padres
llegaron a estas playas con la esperanza de fecundar una tierra
de promisión. Se instalaron en la ciudad de Rojas, donde
tuvieron un pequeño molino harinero. (…) Al igual que
tantos hijos de inmigrantes, crecimos oyendo sus mitos, sus
leyendas y sus cantos tradicionales, viendo casi sus
montañas y sus ríos de los cuales mi padre me
hablaba por las tardes, cuando yo era apenas un niño
sentado en sus rodillas (3).

Roberto Raschella hace decir, en Diálogos en los
patios rojos (4), a uno de los personajes: "alguno me recuerda la
efigie de los paisanos que retornaban al país desde
América… y nosotros éramos niños… y no sabíamos si estaban
animados o disperados… y cuál era la ambición que
los dominaba, hacia atrás, hacia delante… de sí
mismos, de los otros seres queridos… ¿Y qué
traían debajo? Una turbia enfermedad asemejante a la
malaria, una galera vivida… Y recogían los dichos sobre
sus mujeres, y apenas querían oír… Por que no hay
humano que soporte años de abandono sin covar la venganza
que te pone en igualdad………. Todo es el poder
también, ¿comprendes? Es el poder si te hacen
viajar y estacionarte, sospechar y medir… Un día
estás aquí en buena compañía… al
otro día te encuentras distante, isolado… y golpeas y te
golpean, envueltos todos en boca de tormentos… Y no es un
hombre, no son hombres que golpean, es una fuerza
exterminada………. Pero sientes un progreso,, un bien…
quieres subir, quieres abrazarte a los giros del caso… Y si
eres vencedor, persigues a los inútiles… a los
melancólicos… a los pícaros… a las levadoras…
Persigues, persigues, como un jacobino…".

En 1998, fue distinguido con el Segundo Premio Nacional
de Novela, por Si hubiéramos vivido aquí
(5). Reporteado por Pablo Ingberg, el escritor afirma: "Mi padre
vino varias veces desde la primera preguerra, hasta que,
perseguido por el fascismo, se quedó aquí para
siempre en 1925. Mi madre, después de muchas dificultades
para poder salir de Italia, llegó en 1929. (…) Hasta
pasados los treinta años, me dediqué al cine y
también a la política. En 1964
abandoné las dos cosas. Viajé a Italia, el pueblo
de mis antepasados, y al volver empecé a escribir la que
fue mi segunda novela. La época anterior y posterior al
viaje va a ser la base de mi tercera novela" (6).

Notas

  1. Marechal, Leopoldo: Adán Buenosayres.
    Buenos Aires, Sudamericana, 1984.
  2. Sábato, Ernesto: Sobre héroes y
    tumbas
    . Buenos Aires, Losada, 1966.
  3. Sábato, Ernesto: "La memoria de la tierra", en
    La Nación, 5 de diciembre de 1999.
  4. Raschella, Roberto: Diálogos en los patios
    rojos
    . Buenos Aires, Paradiso Ediciones, 1994. 202
    pp.
  5. Raschella, Roberto: Si hubiéramos vivido
    aquí…
    Buenos Aires, Losada, 1998.
  6. Ingberg, Pablo: "El amor a los vencidos", en La
    Nación, Buenos Aires, 14 de febrero de
    1999.

Campania

Cambaceres, en la novela En
la sangre
(1), alude al italiano, padre del protagonista, con
estas palabras: "Arrojado a tierra desde la cubierta del vapor
sin otro capital que su
codicia y sus dos brazos, y ahorrando asì sobre el techo,
el vestido, el alimento, viviendo apenas para no morirse de
hambre, como esos perros sin
dueño que merodean de puerta en puerta en las basuras de
las casas, llegò el tachero a redondear una corta
cantidad".

Un napolitano, personaje de Barrio Gris, de
Joaquín Gómez Bas, hace música: "Madruga
diariamente, como vendedor de periódicos que es. Al
mediodía llega con una amplia correa cruzada en bandolera.
Almuerza; duerme la siesta, riega después un
pequeño jardín para despabilarse y practica en la
guitarra hasta el atardecer. Entonces se sienta a tocar en el
umbral hasta la hora de la cena. Y retorna al instrumento, una
pieza tras otra, sin pausa" (2).

"Alguien le hizo una broma al napolitano –escribe
Dal Masetto, en La tierra incomparable-: le robó un
zapato. El napolitano está parado en cubierta con un pie
descalzo. Anda así desde hace varios días porque no
tiene otro par. Habla en voz alta, acusa, está dolorido y
furioso. Los demás lo miran desde lejos, divertidos y
expectantes. Por fin el napolitano se quita el zapato que le
queda, lo levanta sobre su cabeza, lo muestra y después lo
arroja al mar. En ese momento, venido desde alguna parte, el otro
zapato cruza el aire y cae a sus pies. El napolitano lo levanta y
lo tira también por encima de la borda.
‘Ahora’, grita, ‘tendré que desembarcar
descalzo’ " (3)

Notas

  1. Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos
    Aires, Plus Ultra, 1968.
  2. Gómez Bas, Joaquín: Barrio Gris.
    Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora,
    1963.
  3. Dal Masetto, Antonio: La tierra incomparable.
    Buenos Aires, Sudamericana, 2003.

Friuli

En Hermana y Sombra, de Bernardo Verbitsky, dos
inmigrantes presumiblemente rusos fundan una cartonería
que se llama "La Friulana", en honor a la esposa de uno de ellos
(1).

En el año 1961, Gente conmigo (2) de Syria
Poletti, fue distinguida con el Premio Internacional de Novela
convocado por la Editorial Losada. Al año siguiente, dicha
obra mereció el Segundo Premio Municipal de Buenos Aires y
fue seleccionada entre las diez mejores novelas
sudamericanas por la editorial Alan Williams de Nueva York. Fue
traducida al inglés,
alemán y ruso, y se realizó una adaptación
cinematográfica y otra televisiva.

En esa obra, un médico niega a la protagonista el
permiso para emigrar, a causa de una malformación en la
espalda: "Entramos a un salón vasto y desnudo. Era el
lugar reservado a la revisión sanitaria. Junto a unas
mesas, los médicos revisaban a mujeres y chicos con
ráoida indiferencia. Pase usted, pase usted, adelante,
otra, rápido. Y las mujeres esperaban pacientemente, con
la ropa a medio quitar y los críos berreando". Comienza
entonces el peregrinar de la hermana mayor, que debió
emigrar sola, y no se resigna a que Nora quede en Italia, cuando
ya están todos en América.

En 1965 Jorge Masciángioli adapta para cine
Gente conmigo, novela de Syria Poletti que obtuvo el
Premio Municipal de Buenos Aires en 1962.. "La película es
dirigida por Jorge Darnell e interpretada por Milagros de la
Vega, Norma Aleandro, Alberto Argibay y otros actores. Esta
versión fílmica es elegida para el Festival
Internacional de Venecia por el Instituto Nacional de
Cinematografía, y obtiene una importante distinción
en el Festival Cinematográfico Internacional de Locarno
(Suiza)" (3). En 1967, Syria Poletti adapta para televisión su novela Gente conmigo
(4).

En 1971 apareció Extraño oficio
(5), novela por la cual Poletti fue nominada para el Premio
Nacional de Literatura.

Notas

  1. Verbitsky, Bernardo: Hermana y Sombra. Buenos
    Aires, Editorial Planeta Argentina, 1977.
  2. Poletti, Syria: Gente conmigo. Buenos Aires,
    Losada, 1962
  3. S/F: "Biobibliografía de Syria Poletti", en
    Poletti, Syria: Taller de imaginería. Buenos
    Aires, Losada, 1977.
  4. ibídem
  5. Poletti, Syria: Extraño oficio. Buenos
    Aires, Losada, 1971

Liguria

En la casa de Quilito, protagonista que da título
a la novela de Ocantos (1), trabajaba una italiana: "Un apetitoso
olor de guisado salía de la cocina abierta, donde una
genovesa cerril movía espátulas y zarandeaba
cacerolas, envuelto en el humo espeso del asado, que chirriaba
sobre las parrillas". Más adelante dirá de esta
mujer que cantaba "un aire de su país, con
acompañamiento de platos y cacerolas".

Notas

  1. Ocantos, Carlos María: Quilito.
    Madrid,
    Hyspamérica, 1984.

Lombardía

Atilio Betti escribió La noche lombarda
(1), libro en el que se narra el viaje del hijo de un italiano a
la tierra de sus mayores. "La noche lombarda es el
encuentro de un hombre con las fuentes originarias y es,
también, a través de la emoción y el
lirismo, un documento humano de hondo contenido" (2).

A Italia viaja Atilio Betti en 1967; también lo
hace el protagonista de su novela, premiado por el Gobierno de la
península. El personaje vive su premio como una revancha:
"Mi padre me había negado la educación. Me
había condenado, por no querer trabajar bajo su mando, en
su fabrica, a una juventud de
lucha. A defenderme a puñetazos por las calles y las
oficinas, con tal de salir con la mía. Y ahora me hallaba
allí, en viaje hacia Italia, en calidad de
invitado y futuro huésped de su patria. Libre y solo.
Solo, sí, pero libre y triunfante".

Notas

  1. Betti, Atilio: La noche lombarda. Buenos
    Aires, Plus Ultra, 1984.
  2. S/F: en Betti, Atilio: La noche lombarda.
    Buenos Aires, Plus Ultra, 1984.

Piamonte

Antonio Dal Masetto es el autor de Oscuramente fuerte
es la vida
(1), distinguida con el Primer Premio Municipal y
el Premio Club de los XIII. La protagonista dejó su
tierra, para reunirse con su marido: "Hasta último
momento, yo seguía formulándome preguntas que no
encontraban respuesta. Teníamos lo que habíamos
querido siempre: la casa, el terreno, la posibilidad de trabajar.
Habíamos defendido esas cosas, las habíamos
mantenido durante esos años difíciles. Ahora,
cuando aparentemente todo tendía a normalizarse,
¿por qué debíamos dejarlas? Me costaba
imaginar un futuro que no estuviese ligado a esas paredes, esos
árboles, esas montañas y esos
ríos. Había algo en mí que se
resistía, que no entendía. Sentía como si
una voluntad ajena me hubiese tomado por sorpresa y me estuviese
arrastrando a una aventura para la cual no estaba preparada.
(…) Llevaba en la mano una bolsita de tela y la llené de
tierra. Me acordé de mi abuelo abonando esa tierra, de mi
padre punteando, sembrando hortalizas. (…) Entré en la
casa, abrí una valija y guardé la bolsita con la
tierra. Recorrí las habitaciones como había
recorrido el terreno. Con el brazo extendido rocé las
paredes, las puertas, las ventanas. Me senté en un
rincón y me quedé ahí, sin moverme, hasta
que fue la hora de despertar a Elsa y Guido".

La tierra incomparable (2), obra en la que narra
la visita de la emigrante a su pueblo, cuarenta años
después, fue distinguida con el Premio Planeta Biblioteca
del Sur 1994.. En una entrevista,
aclara quién viajó: "En realidad, fui yo el que
regresó. Allí se dio algo interesante desde el
punto de vista del oficio: me propuse contarlo desde la
visión de Agata y mi esfuerzo fue tratar de ver todo con
los ojos de ella. Ese cambio de personalidad
me obligaba a cierto tipo de asombro. Mi mamá -por
ejemplo- nunca subió a un avión. Al terminar el
libro se lo mandé, ella tenía entonces 80
años. Después la llamé por teléfono y al preguntarle si lo
había leído, me respondió tan sólo:
Sí, está bien. Hoy tiene 86 años, es
un personaje obcecado, sin violencia, pero duro como un roble"
(3) .

En la Feria del Libro 2005 se presentó la novela
La sed (4), de Hernán Arias, galardonada con el
Premio en el Concurso de Novela Daniel Moyano. A criterio de
Carlos Gazzera, "La novela de Hernán Arias está
narrada desde la óptica
de un niño del interior de la pampa gringa, casi campero.
Cinco capítulos-historias, independientes entre sí
en lo que respecta a la anécdota, pero todos conformando
un mismo ambiente. Cada
uno de los capítulos está escuetamente marcado por
una fecha que precisa el tiempo histórico.
Lacónica, esa fecha no tiene ninguna conexión con
lo que se cuenta: una salida a cazar perdices con el padre, el
tío y el abuelo, la tala del primer árbol para la
leña de la casa, el encuentro con el primo que viene de la
gran ciudad y la novia de su tío, una tarde de
sábado en las cuadreras del pueblo más cercano, un
asado en familia. En fin, episodios cotidianos, sin trascendencia
para cualquier adulto, pero que resultan vitales para ese
niño que lee en los intersticios de esa vida cotidiana,
gris, la gramática de una vida que deberá
aprender a sobrellevar. La sutileza del lenguaje es
notable. Hernán Arias, se diría, intenta abolir el
adjetivo. Una descarnada economía busca dotar a ese
niño y a los personajes que lo rodean del lenguaje que
mejor les cabe. El ejemplo más logrado es el cocoliche de
la abuela piamontesa. Tres, cuatro líneas, nada
más, para que esa abuela se convierta en la
enigmática figura del dolor trágico que se
ciñe sobre la familia. La enfermedad que postra a la
abuela organiza las metáforas del dolor en esa familia. No
hacen falta lágrimas, palabras de queja. Nada. La
economía textual se reduce a marcar los gestos, los
diálogos. El dolor –como todo otro
sentimiento–se dice por elipsis" (5).

Notas

  1. Dal Masetto, Antonio: Oscuramente fuerte es la
    vida
    . Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
  2. Dal Masetto, Antonio: La tierra incomparable.
    Buenos Aires, Sudamericana 2003.
  3. Roca, Agustina (texto), Digilio, Rubén
    (fotos): "Antonio Dal Masetto Historia de vida", en La
    Naciòn Revista
    , 12 de julio de 1998.
  4. Arias, Hernán: La sed.
  5. Gazzera, Carlos: "Rostros grises en la pampa gringa"
    en La Voz del Interior, Córdoba, 19 de mayo de
    2005.

Sicilia

La ginebra consuela a un siciliano. Don Pico Sanzone,
personaje de Gabriel Báñez, salía de noche
con un vagón negro; "lo que en verdad ocurría era
que Sanzone sacaba el fúnebre para emborracharse y
terminar descarrilado en alguna curva. Mataba la nostalgia de
Sicilia con ginebra y manivela, y terminaba llorando como un
chico hasta que los compañeros lo sacaban de la cabina y
se lo llevaban a dormir la mona ‘Su la vía sento
macanudo’, gemía mientras era arrastrado"
(1).

Notas

  1. Báñez, Gabriel: Virgen.
    Barcelona, Sudamericana, 1998.

Toscana

Sabemos que muchos extranjeros regresaron a sus patrias,
pero otros dejaron atrás su pasado y crearon familias con
mujeres de nuestra tierra. Alrededor de esta situación
gira la existencia del protagonista de El mar que nos
trajo
, de Griselda Gambaro, quien se ve obligado a regresar a
su país de origen.

Gambaro escribió la novela (1)
remitiéndose a sus vivencias: "La historia familiar
relatada en El mar que nos trajo transcurre
alternativamente en Argentina e Italia. Comienza en el año
1889 y concluye poco después de la Segunda Guerra
Mundial, en la época del peronismo. En la
Argentina e Italia pasaron en ese lapso muchas cosas. Pero la
historia de ambos países sólo es un fondo para la
novela, aunque a veces determine muertes, expulsiones y
alejamientos. Sólo recurrí a material de
investigación histórica para corroborar algunas
fechas, algunos datos como los
que se referían, por ejemplo, a las condiciones sociales y
laborales a fines del siglo XIX y principios del
XX. En otro orden, me fue muy útil un libro hoy agotado de
Edmundo D’Amicis que me prestó Leopoldo Brizuela.
D’Amicis había viajado a Buenos Aires precisamente
en 1889, fecha en la que por coincidencia comienza la novela, y
lo había hecho en primera clase, pero, observador sagaz,
proporciona en su libro En el océano. Viaje a la
Argentina
, enriquecedores aportes sobre la vida y la
navegación de los inmigrantes que viajaban en tercera. En
lo que respecta a Italia, acudí a mis propios recuerdos de
los lugares que se mencionan: la isla de Elba, un pueblo de la
Calabria, Bonifati, y otro innombrado que fue Pizzo, la cuna de
mi abuelo materno, también en Calabria. Recordaba
particularmente la isla de Elba, donde sucede el relato cuando se
traslada a Italia. La había visitado hacía muchos
años, conocido a los descendientes de Agostino, quienes me
acompañaron al pueblo bajo cercano a la playa y al alto,
sobre la cumbre de una colina, a ‘la playa de arena y
piedras romas’ " (2).

En la novela, Agostino "Cada atardecer, salvo que el
tiempo lo impidiera, salía en barca bajo patrón en
jornadas que, según la pesca,
concluían al amanecer o al mediodía siguiente. Se
trabajaba mucho y se ganaba poco. (…) Ellos estarían
condenados al mismo ritmo de trabajo toda la vida: la pesca, la
venta a precios
viles y el ocio destinado al arreglo de las redes".

En Los jardines del Carmelo, novela de Ana
María Guerra,
Ferrario, un artista florentino que vuelve a su tierra,
"embriagado, gritaba a los cuatro vientos: Questo é un
paese bruto, molto bruto, tutti sono indio, baguale, sporcachone"
(3).

Notas

  1. Gambaro, Griselda: El mar que nos trajo.
    Buenos Aires, Norma, 2001.
  2. Gambaro, Griselda: "Crónica de una familia",
    en Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de
    2001.
  3. Guerra, Ana María: Los jardines del
    Carmelo
    . Buenos Aires, Corregidor, 2003.

Sin mención de origen

Lucio Vicente López dedica La gran aldea
(1) a Miguel Canè, su "amigo y camarada". En esta obra
aparecen inmigrantes, vistos desde la perspectiva de un escritor
que añora un pasado que no volverà. Lòpez
compara a los tenderos de antaño con los del presente:
"¡Y què mozos! ¡Què vendedores los de
las tiendas de entonces! Cuàn lejos estàn los
tenderos franceses y españoles de hoy de tener la alcurnia
y los mèritos sociales de aquella juventud dorada, hija de
la tierra, ùltimo vàstago del aristocràtico
comercio al menudeo de la colonia".

Recuerda a uno de los tenderos criollos: "Entre los
prìncipes del mostrador porteño, el màs
cèlebre, sin disputa, era don Narciso Bringas: gran
tendero, gran patriota, nacido en el barrio de San Telmo, pero
adoptado por la calle del Perù como el rey del mostrador.
No habìa mostrador como el de aquel porteño: todo
el barrio junto no era capaz de desdoblar una pieza de
madapolàn y de volverla a doblar como don Narciso; y si la
piràmide misma le hubiera querido disputar su amor a
Buenos Aires, a la piràmide misma le habrìa
disputado ese derecho".

Describe la estrategia del
tendero para dirigirse a su clientela: "Don Narciso subìa
o bajaba el tono segùn la jerarquìa de la
parroquiana: dominaba toda la escala; poseìa toda la
preciosidad del lenguaje culto de la època y daba el
do de pecho con una dama para dar el con
una cocinera".

"Los tratamientos variaban para èl segùn
las horas y las personas. Por la mañana se permitìa
tutear sin pudor a la parda o china criolla
que volvìa del mercado y entraba
en su tienda. Si la clienta era hija del paìs, la trataba
llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo. Si
èl distinguìa que era vasca, francesa, italiana,
extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el ùltimo precio, el
‘se lo doy por lo que me cuesta’, por el tratamiento
de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la
mañana, con algunas cuantas palabras de imitaciòn
de francès que èl sabìa balbucir, era
irresistible. Durante el dìa, los tratamientos variaban
entre hija e hijita, entre tù y usted, entre madamita y
madama, segùn la edad dela gringa, como èl la
llamaba cuando la compradora no caìa en sus
redes".

A criterio de Delfín Garasa, "Una de las
más cumplidas descripciones de un heterogéneo
desembarco es la que ofrece Luis Pascarella en su novela-alegato
documental, El conventillo. Llega el Christoforo
Colombo
y primero bajan los hombres de negocio con su
apoplética cerviz, con el paso resuelto de los
acostumbrados a dar órdenes y ser obedecidos, los turistas
ingleses con sus máquinas
fotográficas y algunas señoras un tanto perplejas
por no ver en el muelle indios con plumas y taparrabos. Por ese
entonces, el viaje a Europa empezaba a
otorgar prestigio social, y los argentinos que regresan cambian
opiniones en alta voz sobre los modelos de
París, el mobiliario inglés o la sinfonía
escuchada en la Opera de Viena.

Y, finalmente, aparecen los inmigrantes, tan fustigados
en los azares de las proclamas políticas,
un ‘enorme hormiguero’ que había viajado en el
mayor hacinamiento. Rostros curtidos, exhaustos, azorados. En
todos se presiente la pregunta: ¿Qué les
deparará esta nueva tierra? De pronto, una mirada se
ilumina o un brazo se agita en alto porque se ha reconocido a
alguien en la muchedumbre que espera. Van bajando los hebreos de
desgreñadas barbas y gastados levitones, los
‘turcos’ con sus espaldas combadas, los
nórdicos enjutos, los napolitanos pequeños y
retorcidos como raíces, los andaluces gárrulos, los
gallegos pacientes, los holandeses esponjosos, los genoveses de
músculo recio e insaciable voracidad. Una mujer besa la
tierra que los acoge y tras su actitud ritual
se adivina un pasado de penurias y recelos. Y agrega Pascarella:
‘La gran ciudad de calles dirigidas hacia el Oeste recibe
en su seno aquella semilla que purificada en un ambiente de
libertad (…)
se reproducirá en su inmensidad desierta" (2).

En la Bolsa de Comercio, Julián Martel encuentra
"Promiscuidad de tipos y promiscuidad de idiomas. Aquí los
sonidos ásperos como escupitajos del alemán,
mezclándose impíamente a las dulces notas de la
lengua italiana; allí los acentos viriles del
inglés haciendo dúo con los chisporroteos
maliciosos de la terminología criolla; del otro lado las
monerías y suavidades del francés, respondiendo al
ceceo susurrante de la rancia pronunciación
española" (3).

En Don Segundo Sombra, Ricardo Güiraldes
escribe acerca de "la desvergüenza del gringo Culasso que
había vendido por veinte pesos a su hija de doce
años al viejo Salomovich, dueño del
prostíbulo" (4).

En Matanzas se afincó el gringo Sardetti, a quien
Juan Moreira, protagonista que da nombre a la obra de Eduardo
Gutiérrez, mata por haber negado la deuda que tenía
con el gaucho: "Concluyamos que es tarde –dijo
levantándose de pronto-. Amigo Sardetti, vengo a que me
pague los diez mil pesos o a cumplir mi palabra empeñada.
El pulpero vaciló, miró con espanto a Moreira, y
dirigiendo una mirada de suprema súplica al paisano que
había tratado de disuadir a aquel terrible acreedor,
respondió de una manera humilde y quejumbrosa: -Yo no
tengo plata, amigo Moreira; espérese unos días, y
le juro por Dios que le he de pagar hasta el último peso.
-No espero más –contestó el paisano con
suprema altivez-; vengan los diez mil pesos o te abro diez bocas
en el cuerpo, para que por ellas puedas contar que Juan Moreira
cumple lo que promete, aunque lo lleve el diablo. Y con la mano
segura desnudó su daga, que brilló con un fulgor
siniestro" (5).

En Irresponsable, su novela de 1889, escribe M.
T. Podestá: "A lo lejos empezó a divisar una
caravana de hombres, mujeres y niños, que parecían
acudir a alguna feria. Era una larga fila de inmigrantes que
cruzaban la plaza marchando detrás de sus equipajes que
ellos mismos ayudaban a transportar. Jóvenes en su mayor
parte, fuertes, vigorosos, con esa robustez peculiar de los hijos
de las montañas. Vestían sus mejores trajes: los
hombres, sus chaquetillas lustrosas, con botones de metal,
colgadas del hombro derecho, y dejando ver su camisa blanca,
amplia, de hilo crudo, sujeta al cuello con un pañuelo de
seda multicolor; sombrero de fieltro, en cuya cinta habían
colocado algunos una pluma; el brazo izquierdo desnudo,
musculoso, férreo, caras plácidas, de hombres
sanos, contentos, sanguíneos; hablaban fuerte en su
dialecto especial, echando tal vez sus cuentas sobre la
probabilidad
de una próxima fortuna.

Algunos llevaban en sus brazos criaturas rollizas,
rubias, con la plasticidad exuberante de la buena pasta con que
estaban amasados; otros iban encorvados, cargando sobre sus
espaldas cuadradas sus baúles y sus valijas, jadeantes,
colorados, dejando caer gruesas gotas de sudor sobre la arena
caliente y brillante del suelo. Las mujeres, con sus trajes de
aldeanas, de colores vivos,
con sus caderas anchas, redondeadas, sobre las que apoyaban
negligentemente su mano" (6).

Antonio Argerich (7), en ¿Inocentes o
culpables?
, publicada por primera vez en 1884, fundamenta su
aversiòn en supuestos provenientes de las ciencias
mèdicas, refutados oportunamente por un sacerdote.
Esgrimiendo razones de ìndole cientìfica, a todas
luces discutibles, Argerich se opone a la llegada de los
extranjeros, reflejando la posiciòn de muchos argentinos
de la època. "¿Inocentes o culpables? es una
de las pocas obras que registran abiertamente aquel sentimiento,
tan comùn en los habitantes de esa Argentina que se
veìa invadida por otras razas y otras costumbres. Por eso
su testimonio es valioso" (8).

En el prólogo a su novela, Argerich manifiesta:
"me opongo franca y decididamente a la inmigración
inferior europea, que reputo desastrosa para los destinos a que
legítimamente puede y debe aspirar la República
Argentina; (…) La intromisión de una masa considerable
de inmigrantes, cada año, trae perturbaciones y
desequilibra la marcha regular de la sociedad, -y
en mi opinión no se consigue el resultado deseado, esto
es, que se fusionen estos elementos y que se aumente la población. En efecto, si buscamos unidad,
sería importante encontrarla: se habla de colonias
aun aquí mismo en la Capital de la República y ya
tenemos los oídos taladrados de oír hablar de la
patria ausente, lo que implica un estravío moral y hasta
una ingratitud, inspirada, muchas veces, por el interés
que azuza un sentimiento exótico y apagado para que se ame
a una madrastra hasta el fanatismo".

Sostiene que "para mejorar los ganados, nuestros
hacendados gastan sumas fabulosas trayendo tipos escogidos, -y
para aumentar la población argentina atraemos una
inmigración inferior. ¿Cómo, pues, de padres
mal conformados y de frente deprimida, puede surgir una
generación inteligente y apta para la libertad? Creo que
la descendencia de esta inmigración inferior no es una
raza fuerte para la lucha, ni dará jamás el
hombre
que necesita el país". Considera que "tenemos
demasiada ignorancia adentro para traer todavía más
de afuera" y que "es deber de los Gobiernos estimular la selección
del hombre argentino impidiendo que surjan poblaciones formadas
con los rezagos fisiológicos de la vieja
Europa".

En esa obra, al nacer el primer hijo de los inmigrantes
italianos, Argerich habla de la influencia que "la raza, el medio
y el momento" ejercerían en él, tal como afirmaba
Hipólito Taine. Le resta toda capacidad de
decisión, pues "todo estaba preestablecido. Todo lo
habían ordenado voluntades y cerebros
anteriores".

Escribe Ocantos, en Quilito, sobre un "italianito
vendedor de diarios" y sobre Rocchio, un corredor de Bolsa, "un
hombrazo con muchas barbas, italiano con sus ribetes de criollo".
Este hombre es descripto por Ocantos con rasgos animales: "un
italiano atlético, cuadrado, con las crines erizadas, cuya
voz era un rugido; (…) Trabajador, eso sí, como una mula
de carga, y ahorrativo como una hormiga; Rocchio no perdía
un minuto de su día comercial, ni gastaba un centavo
más de su cuenta del mes" (9).

En Libro extraño, obra de 1894, escribe
Francisco A. Sicardi, un inmigrante añora su tierra.
Relata el hijo: "muchas veces, cuando volvía de noche de
su trabajo y yo estaba al lado de la vela de sebo, leyendo la
cartilla, él me contaba las cosas de su tierra, un
pueblito todo blanco, al lado de la playa, donde los pescadores
cantaban con las piernas desnudas hasta la rodilla, sacando en
hileras paso a paso la red, que traía agua
verde y pescados; y a mí me enseñaba las cantinelas
que tenían como rumores y estruendos de borrascas y
bofetadas del mar contra los barcos perdidos y solitarios…"
(10).

En "La casa endiablada" (11), de Eduardo L. Holmberg,
aparecen italianos de humilde condición, carreros y
verduleros, holgazanes y supersticiosos. Antonio Páges
Larraya considera que " ‘La casa endiablada’ tiene
para nosotros tres motivos de interés: es su primera obra
de imaginación a la que traslada nuestra realidad
ciudadana; es la primera novela policial escrita en el
país, y finalmente, es la primera en la literatura
universal en que se descubre un delito por el
sistema
dactiloscópico" (12).

El gringo (13) que protagoniza la novela de
Fausto Burgos, se enorgullece de su sangre: "yo soy
gringo, gringo puro, más gringo que todos lo gringo que
hanno formato la colonia italiana en San Rafael", dirá.
Para la familia del protagonista, en cambio, ser inmigrante es
una vergüenza que se debe ocultar: ‘Usted no es un
gringo –afirma el yerno que vive a expensas del italiano-;
usted ya puede llamarse criollo; ya tiene títulos para
ello’ ". Burgos reitera a lo largo de la novela la
acusación que los nativos hacen a los extranjeros:
"’¿No son ustedes los que nos vienen a quitar la
tierra y el vino y el pan y todo? Los peones inmigrantes miran
con lástima a quien esto dice y comentan: ‘Povero
nero’, ‘povero chino’, ‘é una
bestia’".

Alamos talados (14) fue distinguida en 1942 con
el Primer Premio de Literatura de Mendoza, el Primer Premio
Municipal de Buenos Aires y el Primer Premio de la
Comisión Nacional de Cultura. La clase alta, representada
fundamentalmente por los abuelos, se mostraba bondadosa con los
criollos y los inmigrantes, en general, aunque había
excepciones. Don Ramón
Osuna sentía un "desprecio soberano por los gringos, como
él llamaba a cuantos no hablaran el castellano. Desprecio
que alcanzaba a toda idea que de ellos proviniera. No quiso
alambrar su estancia; sembrar era cosa de gringos y nunca el
arado rompió sus tierras" .

La diferencia entre terratenientes e inmigrantes es
señalada por uno de los personajes: "Doña Pancha
aún no podía comprender cómo abuela
había recibido, ‘con aire de visita’, a uno de
esos gringos bodegueros, decía ella recalcando la palabra
con retintín. Ella no podía entenderlo y menos
disculparlo. Entre tener una viña y tener bodega para
hacer vino había un abismo infranqueable. Eran dos castas
distintas, y la Pancha se había constituido
guardián insobornable de esa
separación".

Los criollos, que se agrupan bajo la protección
de la señora y sus descendientes, ven como algo degradante
el trabajo en la viña, pues nacieron para domar potros y
para hacer tareas que exijan valor y
destreza: " ‘Los criollos no somos muy guapos pa’
estos menesteres, eso di’ andar cortando racimitos son
cosas pa’ los gringos y las mujeres –había
dicho Eulogio-. Ahora, lidiar con toros, jinetear potros, trenzar
tientos de cuero crudo, marcar animales, ésas son cosas
di’ hombre’ y hasta si se trataba de dar una manito
para cargar las canecas, entonces se ajustaban el cinto y la
faja, acomodaban el cuchillo en la cintura, ‘y no le
hacían asco a juerciar un poco’ " .

En el Segundo Libro de Adán Buenosayres
(15), de Leopoldo Marechal, los personajes se trenzan en un
debate acerca
de las responsabilidades de criollos y de gringos. Samuel Tesler,
filòsofo villacrespense, exclama: "Estoy harto de
oìr pavadas criollistas (…). Primero fue la
exaltación de un gaucho que, según ustedes y a
mí no me consta, haraganeó donde actualmente sudan
los chacareros italianos. ¡Y ahora les da por calumniar a
esa pobre gente del suburbio, complicàndola en una triste
literatura de compadritos y milongueros!".

En un conventillo reúne a sus discípulos
José Luna, personaje de Marechal en Megafón:
"En la sala única del púgil se juntaban sin
armonizar el comedor, el dormitorio y una cocina de leña,
cuyo tiraje pésimo fue un manantial de humo que, sin
embargo, nunca molestó en adelante ni a José Luna
ni a sus tres discípulos, en las discusiones que
mantuvieron sobre las metáforas del Apocalipsis. Los tres
discípulos eran Juan Souto, llamado ‘el
gaita’, Vicente Leone, o ‘el tano’, y Antenor
Funes, conocido por ‘el salteño’ "
(16).

Syria Poletti narra en Gente conmigo lo sucedido
a una pareja italiana: "El llegó primero; trabajó
duro y construyó la casa. Entonces se casaron por poder y
ella tomó el barco. Un barco hacia América, hacia
él, hacia el nuevo hogar. Durante la travesía la
contagió el tracoma y no pudo desembarcar. Las
prescripciones sanitarias no lo permitieron. Y él tampoco
pudo subir a la nave. Debió conformarse con agitar el
pañuelo desde el muelle cuando el buque zarpó de
regreso a Italia". La narradora sabe bien por qué
sucedió eso a la infortunada pareja de emigrantes: "Ella
había contraído el tracoma por viajar junto a
algún enfermo clandestino. Un enfermo a quien alguien
–un médico o un traductor- habría
posibilitado el embarco eludiendo o alterando un diagnóstico" (17).

Félix Luna, en Soy Roca, relata lo
sucedido en 1909 en una mesa electoral, cuando se presenta como
austríaco un hombre al que su aspecto y su modo de hablar
"lo delataban como un bachicha recién desembarcado". Roca
le pregunta si es italiano; el inmigrante le responde que
sí, y que no sabe lo que dice la libreta: "-Io non
só niente…. ¡A mí me la datto don Gaetano !
‘Don Gaetano’, Cayetano Ganghi era el árbitro
de la elección, con sus roperos llenos de libretas
falsificadas y sus huestes de inmigrantes analfabetos y de
atorrantes dispuestos a votar cinco o seis veces en diferentes
mesas" (18).

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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