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Italianos en la Argentina (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

En Hacer la América, de Pedro Orgambide,
aparecen varios italianos. Los más importantes son Enzo
Bertotti, Giovanni Valetta y Gina Spaventa (19).

Carolina de Grinbaum narra en La isla se expande,
la forma en la que una niña aprende otra lengua. En un
conventillo recalaron una mujer italiana y
sus dos hijas, apenadas aún por una desgracia familiar:
"Tenemos instalada en una habitación próxima a la
gentil señora que llega al caserón un día, a
acomodar su viudez ya las dos hijas casi adolescentes a
un nuevo ambiente,
lejos de sus tristezas que permanecían adheridas al duelo
paternal. Llenaban las jóvenes sus horas y lúgubres
espacios, con cantos entonados en la dulce lengua de su lugar de
origen: ‘la alta Italia’.

La más grata variedad de composiciones que hasta
entonces había tenido Mariana la oportunidad de conocer,
vibraban a diario, todas ellas deleitaban sus oídos. No
disponía siquiera de un modesto aparato de radio, cuya
adquisición en esos momentos en especial, resultaba
inaccesible a su padre. En un acompañamiento desafinado
pero voluntarioso, hizo Mariana un aprendizaje veloz
de las letras y las melodías con las que pudo acceder al
conocimiento
de un nuevo idioma, canto y música, al mismo
tiempo. De esa
manera lo entendía cuando intervenía con su voz,
haciendo coro" (20).

En esa novela, la
pequeña protagonista evoca sus sensaciones ante la comida
de una familia italiana:
"Mi olfato hambriento extendía los tentáculos a fin
de transferir los perfumes de la comida cercana, hasta mi
desabrido plato. Escudriñaba las sopas que
deglutían, el caldo sustancioso rumoreante como las olas
del mar, los enormes fideos dedalito que flotaban como infinidad
de barcos veleros, el abundante queso rallado, que
esparcían como lluvia generosa –esa lluvia que deja
un olor feliz sobre las tierras secas".

Salvador Petrella, personaje de Frontera sur
(21), de Horacio Vázquez-Rial, muere de fiebre amarilla
en el barco. Su cuerpo fue cremado en el horno del lazareto de la
Isla Martín García. La novia que lo esperaba "pone
el brazo izquierdo sobre la mesa, la mano abierta, la palma
arriba, y con la derecha se da un hachazo…". Esa fue la
espantosa forma en que se suicidó.

María Angélica Scotti evoca, en Diario
de ilusiones y naufragios
(22), la vida de una inmigrante
española, desde que, en la infancia, deja
España
con su madre; a ellas se unirá un italiano que la mujer conoce a
bordo. "Padrazo chapurreaba bastante el español;
lo venía practicando desde antes de embarcarse en
Génova", dice la protagonista de la novela que
mereció el premio Emecé 1995/6.

Esther Goris es la autora de Agatha Galiffi, la flor
de la mafia
, obra acerca de "una joven mujer quien
luchó en los años 30s, pese a su corta edad, contra
la mafia imperante en Buenos Aires. La
novela fue publicada por la editorial Sudamericana, y fue elegida
por el jurado de la Feria del Libro, como
una de las destacadas de este año" (23). Fue la novela
más vendida del año 2000" (24).

Andrés Rivera es el autor de Guido (25),
protagonizada por un italiano a quien se le aplica la Ley de
Residencia. Reflexiona el inmigrante: "Estoy aquí, en un
camarote o calabozo, de dos por dos y medio, tirado en una
roñosa cucheta, vestido, el cigarrillo en la mano, roja la
brasa del cigarrillo, y sobre mí, encendida, una
lámpara que ellos rodearon con tiras de metal.
Idiotas, creen que trasladan a suicidas. Sé quién
soy. Soy un tipo que llegó, joven, y tan tierno que,
ahora, hoy, no me reconozco en esa estampa de víctima de
algún estrago arrasador de la Naturaleza que
pisa las maderas y piedras del puerto de Buenos
Aires"."

Rivera conoció a Guido: "Alrededor de esa mesa se
sentaban los responsables sindicales del Partido Comunista
argentino, el más incondicionalmente estalinista de
América
del Sur. Entre ellos estaban Guido Fioravanti, Secretario General
de la FONC (Federación Nacional de Obreros de la Construcción), y mi padre. Guido Fioravanti
era bajo y flaco. Músculo puro. Una cara pequeña,
de piel, huesos y una
barba rubia de dos días. Ojos verdes y furiosos. Manos
encaladas. Guido Fioravanti bajaba del andamio para atender,
hasta las primeras horas de la madrugada, sus tareas gremiales. Y
yo, un chico de diez años o algo así,
asistía, mudo, a esas citas vehementes, y después,
cuando ingresaron a mi recuerdo, épicas. Mi madre,
silenciosa. Repartía sándwiches de milanesa y vasos
de vino. Aquellos hombres duros y sanos siempre tenían
hambre" (26).

En conjunto

Relata el narrador, en Una ciudad junto al
río,
de Jorge Isaac: "Los italianos –que forman
la corriente numérica más importante en este
tiempo- lo hacen en grupos compuestos
por una o muchas familias que cantan, ríen o gritan tanto
como pueden, volcando su entusiasmo contagioso y vital. Son los
barulleros por excelencia. Y parece que el puerto, luego que
ellos pasan, necesitase cuanto menos un par de días para
reponerse de tanto ruido y
retornar a su estado de
serena quietud" (27).

Italianos y otros

En La última carta de
Pellegrini
, de Gastón Pérez Izquierdo, escribe
el protagonista: "La afluencia de inmigrantes seguía
transformando la fisonomía física y social de la
metrópoli con sus gritos, sus palabras mal pronunciadas,
sus risas y sus nostalgias por la tierra
dejada. En ese fragor positivista algunas pequeñas
señales
cada tanto advertían que éramos de carne y hueso y
no estábamos en el Paraíso Terrenal. Las
condiciones deficientes de alojamiento de los inmensos
contingentes de extranjeros que desembarcaban pronto causaron una
alarma general: un brote de cólera
amenazaba con expandirse como epidemia y salirse de control. Para una
ciudad que todavía guardaba en su memoria colectiva
los horrores de la fiebre amarilla la noticia cayó como el
anuncio de la llegada de los cuatro jinetes. El Presidente
convocó de urgencia al gabinete y concurrí a la
reunión para proponer medidas intrépidas, como las
que se recordaban de los tiempos de la epidemia maldita"
(28).

En Moira Sullivan (29), de Juan José
Delaney, la protagonista escribe una carta fechada en 1932, en la
que expresa: "Debo decir que pese a que los hijos de Erín
se jactan de haberse integrado con el resto de la población, la verdad no es exactamente
así. Tienen sus propios colegios, sus propios templos y
clubes, y quien comete la osadía de casarse con un "nap"
(¿napolitano y por extensión italiano?) o con un
"gushing" (derivado, probablemente, del verbo inglés
to gush, que significa hablar con excesivo entusiasmo y que es un
neologismo para aludir a los gallegos y también por
extensión a los españoles), se aíslan o son
lenta pero inexorablemente segregados. En verdad esto ocurre con
casi todas las comunidades extranjeras que se han radicado
acá: árabes, armenios, ucranios y, muy
especialmente, judíos.
Para no hablar de los británicos que a su injustificado
desdén agregan cierto cinismo ancestral".

María Esther de Miguel evoca, en Un dandy en
la corte del rey Alfonso
, la actitud de los
hombres del 80 ante el aluvión inmigratorio. Se trataba de
"una tanda de hombres intelectuales
y bien pensantes que pasarían a la historia, según
decían, porque se dedicaban a ser diplomáticos,
escribir libros
interesantes y sacar adelante el país, sobre todo por el
esfuerzo de los inmigrantes que habían llegado para
‘laburar’, como decían ellos. Aunque los
habían confinado en fábricas, saladeros y
conventillos, los pobres se manejaban bien y sacrificadamente, y
no pasaría mucho tiempo sin que la mayoría de ellos
tuvieran, de acuerdo a los sueños que los habían
transportado a América, ‘m’hijo el
dotor’ " (30).

Tínkele, bielorrusa sobreviviente de Auschwitz,
es uno de los personajes de Hija del silencio, de Manuela
Fngueret. A ella "Se le mezclan las historias con la suya. La
llegada a Buenos Aires, el primer día de trabajo en la
fábrica de camisetas a unas cuadras de la casa de sus
primos. Allí emplean también a otras mujeres
inmigrantes como ella: italianas, españolas o polacas, con
las que casi no intercambian palabra en agotadoras jornadas de
trabajo. Una Babel de rostros e idiomas" (31).

En La logia del umbral, de Ricardo Feierstein,
narra uno de los personajes, que vivía en Villa
Pueyrredón, a mediados del siglo pasado: "Por las
mañanas, en la escuela
pública donde todos concurríamos,
conviví con el inglés Stanley y el italiano
Badaracco, protagonistas de una pelea memorable donde vi correr
sangre por
primera vez; con el galleguito Pérez y un francés
medio raro que se hacía dibujos en las
manos con hojitas de afeitar" (32).

En Lunas eléctricas para las noches sin
luna
, escribe Belén Gache: "Al igual que Mirko y mis
padres, han llegado a estas tierras personas provenientes de Hong
Kong, de Túnez, de Madeira, de Angola y del Orinoco. Si
uno juntara los nombres de todas ellas, seguro se
formaría, a su vez, un océano, un gran
océano de nombres" (33).

 

Notas

  1. López, Lucio V.: La gran aldea, Costumbres
    bonaerenses
    . Buenos Aires, CEAL.
    (Capítulo).
  2. Garasa, Delfín Leocadio: La otra Buenos
    Aires. Paseos literarios por barrios y calles de la ciudad
    .
    Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1987.
  3. Martel, Julián: La Bolsa. Buenos Aires,
    Huemul, 1979. Prólogo de Diana Guerrero.
  4. Güiraldes, Ricardo: Don Segundo Sombra.
    Buenos Aires, CEAL, 1979. 216 pp.
    (Capítulo).
  5. Gutiérrez, Eduardo: Juan Moreira.
    Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
  6. Podestá, M. T.: Irresponsable. Buenos
    Aires, Editorial Minerva, 1924.
  7. Argerich, Antonio: ¿Inocentes o
    culpables?
    . Madrid,
    Hyspamérica, 1984.
  8. S/F: en Argerich, Antonio: ¿Inocentes o
    culpables?
    . Madrid, Hyspamérica, 1984.
  9. Ocantos, Carlos M.: op.cit.
  10. Sicardi, Francisco A.: Libro extraño.
    Buenos Aires, Imprenta
    Europea, 1894.
  11. Holmberg, Eduardo L.: "La casa endiablada", en
    Cuentos fantásticos. Buenos Aires, Hachette,
    1957. Prólogo de Antonio Pagés
    Larraya.
  12. Pagés Larraya, Antonio: "Prólogo", en
    Cuentos fantásticos. Buenos Aires, Hachette,
    1957.
  13. Burgos, Fausto: El gringo. Buenos Aires, Tor,
    1935.
  14. Arias, Abelardo: Alamos talados. Buenos Aires,
    Sudamericana, 1990.
  15. Marechal, Leopoldo: Adán Buenosayres.
    Buenos Aires, Sudamericana, 1970.
  16. Marechal, Leopoldo: Megafón. Citado en
    Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
    1970.
  17. Poletti, Syria: Gente conmigo. Buenos Aires,
    Losada, 1962.
  18. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos
    Aires, Sudamericana, 2000.
  19. Orgambide, Pedro: Hacer la América.
    Buenos Aires, Bruguera, 1984.
  20. Grinbaum, Carolina: La isla se expande. Buenos
    Aires, ig, 1992.
  21. Vázquez-Rial, Horacio: Frontera Sur.
    Barcelona, Ediciones B, 1998.
  22. Scotti , María Angélica: Diario de
    ilusiones y naufragios
    . Buenos Aires, Emecé,
    1996.
  23. Salinas, Martín: "Esther Goris presentó
    dos proyectos para
    filmar en San Luis", 13 de julio de 2005.
  24. "Quiero devolver en San Luis lo que la vida me ha
    dado", 22 de enero de 2006.
  25. Rivera, Andrés: Guido, en Para
    ellos, el Paraíso
    . Buenos Aires, Alfaguara,
    2002.
  26. Rivera, Andrés: "El hombre
    que nadie pudo comprar", en La Nación, Buenos
    Aires, 3 de marzo de 2002.
  27. Isaac, Jorge: Una ciudad junto al río.
    Buenos Aires, Marymar, 2006.
  28. Perez Izquierdo, Gastón: La última
    carta de Pellegrini.
    Buenos Aires, Sudamericana,
    1999.
  29. Delaney, Juan José: Moira Sullivan.
    Buenos Aires, Corregidor, 1999.
  30. Miguel, María Esther de: Un dandy en la
    corte del rey Alfonso
    . Buenos Aires, Planeta,
    1999.
  31. Fingueret, Manuela: Hija del silencio. Buenos
    Aires, Planeta, 1999.
  32. Feierstein, Ricardo: La logia del umbral.
    Buenos Aires, Galerna, 2001.
  33. Gache, Belén: Lunas eléctricas para
    noches sin luna
    . Buenos Aires, Sudamericana,
    2004.

En novelas
infantiles y juveniles

En Aventuras del capitán Bancalari ,
aparece un inmigrante ilustre. Relata el narrador: "A Rosita
Rosales la conocí en cierta recepción que, en la
Casa de Gobierno, se dio
para agasajar a don Clemente Onelli. Este naturalista italiano,
director del Jardín Zoológico de Buenos Aires,
acababa de volver de una de sus tantas expediciones al lago
Nahuel Huapi y al lago Argentino: aquí –se
decía- había dado caza a un plesiosaurio, animal
extinguido millones de años atrás.

El científico, muy bien trajeado, era el centro
de la atención general: en la mano derecha
sostenía una copa de champaña; en la izquierda, una
correa a cuyo extremo, del cuello, estaba atado el inexistente
bicho en cuestión" (1).

Piamonte

En Stéfano (2), novela que dedica a su
padre, María Teresa Andruetto relata la vida de un
inmigrante italiano que llega a nuestro paìs con su bagaje
de ilusiones y recuerdos. En tiempos de guerra, en
Italia, la pobreza llega
a extremos patéticos. La madre del protagonista ha
encontrado un ave. Años después, el hijo recuerda:
"La veo en la cocina: saca agua de la que
hierve en un latón, echa el agua sobre
la torcaza muerta y la despluma con dedos diestros, luego la
chamusca sobre la llama y la desventra. Lava víscera por
víscera, desechando sólo la hiel amarga.

Cuando está limpia, la divide en cuatro y dice:
Tenemos para cuatro días. Yo no digo nada, sólo
miro cómo separa una de las partes y luego oigo que me
envía a guardar las tres restantes sobre el techo de la
casa, para que el sereno las mantenga frescas. Cuando regreso,
está sacando de la bolsa harina de maíz. Mete
la mano hasta el fondo y yo escucho el ruido que hace el
tazón al raspar la tela. ¿Alcanza?, pregunto. Para
esta vez, dice. ¿Y mañana? Dios
dirá".

Stèfano se despide de su madre, viuda y sin
màs hijos, quien no quiso acompañarlo en la
aventura por el nuevo mundo. La partida es desgarradora para
ambos, no obstante haber sido anunciada con años de
anticipaciòn por el muchacho. La mujer "distinguiò,
por sobre la distancia que los separaba, los tiradores
derrumbados, el pelo de niño ingobernable, la compostura
todavìa de un pequeño. Sabìa que
correrìa riesgos, pero
no dijo una palabra, la mirada detenida allà en la curva
que le tragaba el hijo. A poco de doblar, cuando supo que
habìa quedado fuera de la vista de su madre,
Stèfano se secò los ojos con la manga del
saco".

Luego vendrìa la travesìa en el Syrio, el
naufragio. A Stéfano le toca en suerte un viaje
accidentado: "En medio de la noche los ha despertado la tormenta,
el ruido del agua contra la banda de estribor. El llanto de un
niño viene del camarote vecino o de otro que está
más allá. Aquí donde ellos esperan, nadie
grita, sólo el hombre de
jaspeado dice que el mar esta noche no quiere calmarse y es todo
lo que dice; habla con serenidad, pero Stéfano sabe que
está asustado. Al llanto del niño se han sumado
otros, pero nadie ha de tener más miedo que él, que
quisiera que a este barco llegara su madre y lo apretara entre
los brazos y le dijera, como cuando era pequeño y
todavía no soñaba con América, duerme, ya
pasará".

Llegan los sobrevivientes. Stèfano se hospeda en
el Hotel de Inmigrantes: "El hotel
está a pocos pasos de la dársena; tiene largos
comedores y un sinfín de habitaciones. Les ha tocado un
dormitorio oscuro y húmedo. En la puerta, un cartel dice:
Se trata de un sacrificio que dura poco. (…) Los
dormitorios de las mujeres están a la izquierda, pasando
los patios. Por la tarde, después de comer y limpiar,
después de averiguar en la Oficina de
Trabajo el modo de conseguir algo, los hombres se encuentran con
sus mujeres. Un momento nomás, para contarles si han
conseguido algo. Después se entretienen jugando a la mura,
a los dados o a las bochas". Comienza la vida americana del
inmigrante.

El muchacho y su amigo se trasladan al campo del
tìo de este ùltimo, en el que comprende que, por
mucho que se esfuerce, nunca tendrà un puesto similar al
de su compañero de viaje. Se inicia en la mùsica y
se integra a un circo, hasta que finalmente se establece, forma
pareja, y la vida le regala la felicidad de un hijo.

Este es –muy resumido- el argumento de la historia
que està destinada a lectores adolescentes, pero que puede
ser leìda con sumo interès por los adultos. Tanto
unos como otros encontraràn en ella ecos de lo que les han
relatado sus mayores, atisbos de la misma esperanza y el mismo
dolor, narrados con maestrìa por una escritora que sabe
hacernos vibrar con su pluma y que presenta interesantes recursos
estilìsticos, como el manejo del tiempo y el cambio de
registro en la
narraciòn.

La novela permite que los jòvenes de hoy,
bisnietos de quienes vinieron a "hacer la Amèrica"
comprendan cuànto debieron abandonar sus mayores y
cuànto encontraron aquì. Al mismo tiempo les
permitirà disfrutar de la lectura de
una obra muy bien escrita, que no por abordar un tema con
sentimiento, deja de lado la riqueza de la literatura cultivada con
talento.

Notas

  1. Aventuras del capitán Bancalari , Editorial
    Alfaguara, Colección Alfaguara Infantil, Buenos Aires
    1999. Ilustraciones de Pablo Zweig.
  2. Andruetto, María Teresa:
    Stéfano. Buenos Aires, Sudamericana,
    2001.

En
cuentos

Lombardía

Un personaje de "El día de las grandes
ganancias", de Alberto Gerchunoff, es italiano. El dueño
de la "Tienda de las cuatro estaciones" es descripto así
por el narrador adolescente: "Lombardo de fuertes piernas,
espaldas enormes y cara redonda como un plato, en la que
brillaban dos ojos grises, rientes y móviles,
hallábase siempre instalado en el fondo del negocio,
colgando de los labios la curva pipa de barro. Hombre de cuarenta
años, obeso y jovial como un párroco de aldea, no
concebía entre las paredes de la tienda el malhumor que
amargaba mis planes" (1).

En "Santana", de Roberto Mariani, una lombarda sufre un
percance: "Después de aquel temporal en que un aletazo de
viento tumbó al suelo a la
lombarda del segundo patio destrozándole la sopera y
derramándole el humeante caldo, las vecinas todas, en un
acuerdo defensivo, decidieron cocinar en sus respectivas
habitaciones durante los días de recio viento o dura
lluvia, rebeldes a la obstinada reclamación del negro
Apolinario, encargado del conventillo" (2).

Notas

  1. Gerchunoff, Alberto: "El día de las grandes
    ganancias", en Cuentos de ayer. Buenos Aires,
    Ediciones Selectas Amèrica, Tomo I, Nº 8, 1919.
    Págs. 227/8.
  2. Mariani, Roberto: "Santana". Citado por
    Páez, Jorge en El conventillo. Buenos Aires,
    CEAL, 1970.

Piamonte

"La loca y el relato del crimen" es el cuento de
Ricardo Piglia en el que el autor presenta a la amante de
Bairoleto, hijo de piamonteses. "No hubo nunca en todo este
país un hombre más hermoso que Juan Bautista
Bairoleto, el jinete. (…) La vieja entró mirando la
luz y se
movió por la tarima con un leve balanceo, como si caminara
atada. (…) –Yo he visto todo he visto como si me viera el
cuerpo todo por dentro los ganglios las entrañas el
corazón
que pertenece que perteneció y va a pertenecer a Juan
Bautista Bairoleto el jinete" (1).

Notas

  1. Piglia, Ricardo: "La loca y el relato del crimen",
    en H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros: El
    cuento policial.
    Selección de Jorge Lafforgue y Jorge B.
    Rivera. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo, vol.
    104).

Sin mención de origen

Giusseppe el zapatero protagoniza un tango de
Guillermo del Ciancio. En un cuento de Horacio Vaccari, el hijo
médico escribe una carta a Giuseppe. Le dice: "Hoy me
duele decir todo esto, pero necesito torturarme con la verdad,
con mi triste verdad y he de asumirla hasta el fin. Cumplí
con la voluntad que usted me impuso desde la cuna. Estudié
Medicina, fui
uno más en el montón, aunque sacaba buenas notas.
Tenía que hacerme perdonar mi origen, si bien mis
compañeros me respetaban porque era callado y estudioso"
(1).

En "El salón dorado 1904" (2), de Manuel Mujica
Láinez, la dueña de una mansión en
decadencia se entera de que muchas de las habitaciones se han
transformado en locales. Uno de ellos es ocupado por un sastre
presumiblemente italiano: "El ama de llaves la detiene delante de
la puerta que da al comedor. En su panel central hay clavado un
cartel: ‘Bruno Digiorgio, sastre’. Entran
allí. Los cortes de género se
apilan sobre un mostrador; los maniquíes rodean a la
estufa, encima de la cual permanece, como un testigo
irónico, el lienzo pintado de la ‘Carrera de
Atalanta’ que imita un gobelino".

Guillermo House evoca, en "El mangrullo", la
agonía de un hijo de inmigrantes, y el heroísmo del
camarada sanjuanino que intenta protegerlo: "El conscripto
Colombo (un hijo de gringos de la provincia de Santa Fe) es
regular tirador, pero flojazo para las penurias. (…)
Como Colombo no puede moverse, él le introduce en la boca
su dedo meñique húmedo de rocío. Pero
el sol no
tarda en disipar este engaño, y desde temprano se deja
sentir" (3).

Humberto Costantini escribe acerca de un gringo; en su
"Historia de una amistad": "a
mí me gustaba cuando don Aldo me hablaba de sus cosas.
Cuando vine a América, ¿sabe?, me soñaba
tener una casa y una familia. Muchos hijos, sabe. Así como
usted. O más todavía. Ocho, diez. Una mesa larga,
larga, y todos allí a la noche comiendo con buen apetito.
En mi ciudad había un sastre que tenía doce. Todos
carabineros. ¿Se imagina? Con estos sombreros grandes…,
me decía" (4).

En el cuento "Niebla", escribe José Luis
Pérez: "Era el patio de ladrillos de un inquilinato,
pulido por los pasos de fatigados inmigrantes, con enrejados
verdes de varillas de maderas entrecruzadas, grandes macetas
rojas y amarillas de formas acampanadas llenas de plantas, un gran
piletón en el centro, el parral cubriéndolo todo y
en una silla baja, sentado, con una chaqueta en su falda y una
aguja en su mano, cosiendo con destreza y chupando su pipa,
estaba él. Un aroma de uva madura y tabaco fuerte
llenaba el espacio, de una vieja radio salía la voz de
Beniamino Gigli, cantando "Wien, Wien, nur du allein’ "
(5).

Un amor imposible
causa la emigración de un italiano, en un cuento de
José Luis Cassini: "El mismo día en que Enrico se
hizo cargo de la sastrería, el único auto de la
villa se detuvo enfrente. El chofer entró: ‘La hija
del Patrón se va a casar con un doctor de Zóppola,
como él ha dispuesto; y aquí te manda este dinero a
cuenta del traje de novia que le vas a confeccionar’.
Enrico lo entregó y se embarcó" (6).

En "La confesión" (7), Víctor
Casafús relata un extraño suceso en el que
intervino un italiano: "Antes de irme, se me ocurrió pasar
por la Sacristía para averiguar el nombre del Santo que
tanto bien me había hecho. Para mi sorpresa me dijeron:
-No. Con motivo de la pintura se
quitaron todos los Santos. Al único que puede encontrar
por ahí es a Don Giuseppe, el pintor".

La historia secreta de un italiano es el tema de "El
último patio" (8), de Haydee Massa, que se inicia con
estas palabras: "Resolví ir a Jujuy porque en una de las
últimas cartas tío
Antonio rogaba que lo visitase. Era el hermano menor de mi padre
y a éste le hubiese gustado que satisficiera su deseo.
Ambos vinieron muy jóvenes desde Italia para establecerse
en la Argentina. Después de convivir varios años en
Buenos Aires, la afición por la arqueología
incitó a tío Antonio a promover investigaciones
en los yacimientos indígenas del país. Con el paso
del tiempo quedóse definitivamente a vivir en
Jujuy".

En "Desarraigo", cuento de Ana María de
Benedictis, el narrador, que piensa en emigrar de la agobiada
Argentina del siglo XXI, se arrepiente, evocando una historia
familiar vinculada con la guerra: "Recordó que una
mañana muy temprano llegó una carta bordeada de una
franja verde, blanca y roja; que la abrió su abuela
materna y comenzó a secarse las lágrimas con el
delantal; que una a una iban llegando sus tías tratando de
frenar el llanto que brotaba sin pedir permiso" (9).

Notas

  1. Vaccari, Horacio: "Final de juego", en
    Cuentos elegidos. Buenos Aires, Troquel, 1978. 138
    págs.
  1. Mujica Láinez, Manuel: "El salón dorado
    1904", en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires,
    Sudamericana, 1977.
  2. House, Guillermo: "El mangrullo", en L. Gudiño
    Kramer, J.P. Sáenz y otros:: El cuento argentino
    1930-1959* antología
    . Selecc. prólogo y notas
    de Eduardo Romano. Buenos Aires, CEAL, 1981. Pág.
    83.(Capítulo, vol. 77).
  3. Costantini, Humberto: "Historia de una amistad"
    (fragmento), en .
  4. Pérez, Jose Luis: "Niebla", en Varios autores:
    Nosotros el Sur. Selección de Nené
    D’Inzeo. Buenos Aires, Tu Llave, 1992. 124
    pp.
  5. Cassini José L.: "El mar en los ojos", en
    Rotary Club de Ramos Mejía Comité de Cultura.
    Buenos Aires, 1994.
  6. Casafús, Víctor: "La confesión",
    en La esquina literaria. Buenos Aires, Ediciones Tu
    Llave, 1996.
  7. Massa, Haydee: "El último patio", en La
    esquina literaria
    . Buenos Aires, Ediciones Tu Llave,
    1996.
  8. De Benedictis, Ana María: "El desarraigo", en
    El Tiempo, Azul, 24 de marzo de 2002.

Italianos y otros

En "Santana", uno de los Cuentos de la oficina,
Roberto Mariani se refiere a los habitantes de un conventillo:
"Una de estas antiquísimas mansiones actualmente agoniza
en conventillo. En sus espaciosas habitaciones donde acaso en
1815 ó 1820 algún general de la Independencia
abandona esposa e hijas para ir a satisfacer su sed
patriótica en los abiertos campos de batalla, hoy conviven
apretujadas seis u ocho familias de las más diversas
nacionalidades, y costumbres contradictorias hasta la
beligerancia. Italianos, franceses, turcos, criollos. La
última habitación la ocupa un griego relojero"
(1).

El protagonista de "Esperanza", de Santiago Korovsky,
"Con la gente del conventillo se había ido
encariñando, había cinco polacos, una pareja de
gallegos, una pareja de judíos con un hijo, tres italianos
y dos alemanes. Era gente humilde, cariñosa, generosa y
solidaria. Algunos habían probado suerte como él,
pero, también, habían perdido" (8).

Notas

  1. Mariani, Roberto: "Santana". Citado por Páez,
    Jorge en El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
    1970.
  2. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en "Bienvenidos al
    Concurso Literario 1997", El Jardín de la Esquina /
    Aequalis.

En cuentos
infantiles y juveniles

Campania

En Palermo, en las primeras décadas del siglo XX,
vive Fernando Da Salerno, protagonista de un cuento de Fernando
Sorrentino, con su madre. En la calle Costa Rica
-relata el narrador-, "en un cuartucho de un conventillo
grisáceo, nos arrinconábamos mi madre y yo. Mi
madre, llamada doña Ferdinanda, y siempre vestida de
negro, pertenecía, simultáneamente, a tres
categorías (no incompatibles), a saber: a) santa
viejecita; b) viuda; c) napolitana. A pesar de lo Rica que era la
Costa de nuestra calle, vivíamos en la peor de las
pobrezas y no teníamos ni dónde caernos muertos"
(1).

Piamonte

Del Piamonte vino la abuela de María Teresa
Andruetto, quien contaba a sus nietas los relatos que la
escritora reunió en Benjamino (2). Dedica este
libro, en el que reescribe dos cuentos
tradicionales, "a la nonna Felicitas". Sobre ella expresa: "Mi
abuela Felicitas, la mamà de mi mamà, fue
colchonera, en el tiempo en que los colchones eran de lana, se
apelmazaban y debìan desarmarse y rehacerse cada tanto. De
ella recuerdo casi todo, porque la tuve hasta que fui grande: su
casa de Arroyo Cabral, donde nacì, el piso fresco de
ladrillos de esa casa, las màquinas de tisar lana, sus
amigas hablando en una lengua desconocida para mì, sus
comidas deliciosas (¡el dulce de leche
azucarado!), su cara gordita, las mejillas coloradas, el pelo
blanco que prendìa con horquillas en un rodete…
Horquillas, rodetes, colchones apelmazados, màquinas de
tizar lana… nombres de cosas que ya no existen".

Comenta el origen de los dos cuentos incluidos en el
libro –"Benjamino" y "Zapatero pequeñito"-: "Ella
habìa nacido en un pequeño pueblo del Piamonte, al
norte de Italia, y de esa regiòn vinieron hasta mì
las aventuras de Gioaninn ca boija (Juancito, el que se
las ingenia) y Ciavtin cit (el zapatero pequeñito)
que nos contaba, tal vez para mostrarnos que, por màs
pequeño que uno sea, puede, con algo de astucia y un poco
de suerte, engañar a los lobos y a los ogros" .

Sicilia

Ema Wolf afirma que no sólo venían
personas en los barcos. Venían también
extraños personajes como el Mamucca, un duende que
llegó desde Sicilia: "Con toda seguridad
llegó acá en un barco. Lo habrá
traído algún inmigrante en su bolsillo, en la
bocamanga de los pantalones o en el pliegue del sombrero. Lo
habrá traído sin querer, sin darse cuenta. Porque
uno puede mudarse de continente llevando hasta un ropero, pero a
nadie se le ocurriría cargar a propósito con algo
tan fastidioso como el Mamucca" (3).

Italianos y otros

Había inmigrantes entre los personajes de "No
hagan olas", de Elsa Bornemann: "En aquel conventillo de Buenos
Aires, cercano al puerto y donde vivían hace muchos
años, los inquilinos argentinos tenían la costumbre
de poner apodos a los extranjeros que –también-
alquilaban alguna pieza allí. No eran nada originales los
motes, y errados la mayoría de las veces, ya que
–para inventarlos- se basaban en el supuesto país o
región de procedencia de cada uno. Tan supuesto que
–así, por ejemplo- don José era llamado
‘el Ruso’, aunque hubiera nacido en Ucrania… A
Sabadell, Berenguer y sus esposas les decían ‘los
gallegos’, si bien habían llegado de Barcelona sin
siquiera pisar Galicia… Apodaban ‘los turcos’ al
matrimonio de
sirilibaneses; ‘los tanos’, a la pareja de
jóvenes italianos de Piamonte que jamás
habían conocido Nápoles e –invariablemente-
‘el Chino’, a cualquier japonés que diera en
fijar allí su transitorio domicilio. Sin embargo,
podríamos deducir un poco más de conocimientos
geográficos, de información y hasta cierto trabajo
imaginativo por parte de aquellos pensionistas argentinos, de
acuerdo con los sobrenombres que les habían adjudicado a
la dueña de la casona y a su hijo. Ambos eran griegos. Por
lo tanto ‘la Homera’ y ‘el Homerito’, en
clara alusión al autor de La Ilíada y La
Odisea
, el genial Homero. Por
supuesto, a todas las criaturas que habitaban esa
construcción tipo ‘chorizo’ (cuartos en
hilera, cocina y bañitos ídem, abiertos a ambos
lados de un patio), los `rebautizaban’ con los mismos motes
que sus padres, sólo que en diminutivo" (4).

Notas

  1. Sorrentino, Fernando: "Hombre de recursos", en La
    venganza del muerto y otros cuentos con astucias
    . Ilustr.
    Jorge Sanzol. Buenos Aires, Alfaguara, 2003.
  2. Andruetto, María Teresa: Benjamino.
    Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
  3. Wolf, Ema: "El mamucca" en Clarín,
    Buenos Aires, 22 de marzo de 1998.
  4. Bornemann, Elsa: No hagan olas (Segundo pavotario
    ilustrado. 12 cuentos)
    . Ilustraciones: O´Kif. Buenos
    Aires, Alfaguara, 1998.

En
poemas

Calabria

Adelina C. Cela, en el poema "Madre Patria" (1), imagina
el sentimiento de su tierra:

Tú clamabas por mí

como una madre divina,

con lágrimas derramadas

en nostálgica partida.

Como un susurro tu lengua

me acunó toda la vida

y no le diste abandono

a tu hija en lejanía.

Alfredo Conte (2) homenajea a su padre, que llegó
desde Cosenza en 1887:

Mi viejo, vos hiciste el mundo nuevo

abriste surcos, criaste hijos

y fuiste solamente un inmigrante.

No sé cómo decirlo en dos
palabras.

A sus abuelos calabreses evoca Griselda García
(3):

mi abuela obligándonos a terminar el
plato,

haciendo bocaditos fritos con las sobras
porque

‘ustedes por suerte no conocen lo que es la
guerra, el hambre…’;

(…)

mi abuelo que para todas las actividades
cotidianas

produce un sonido distinto
con la boca;

que en los sesenta era sastre en
Aerolíneas

y hacía los trajes de azafatas y
pilotos,

Notas

  1. Cela, Adelina: "Madre Patria", en La Capital,
    Mar del Plata, 5 de septiembre de 1999.
  2. Conte, Alfredo: Pascualino. Edición homenaje. Buenos Aires,
    2001.

    Campania

    En el Martín Fierro (1) encontramos
    muchas referencias al inmigrante. Transcribo uno de estos
    pasajes:

    Un nápoles mercachifle

    Que andaba con un arpista,

    Cayó también en la lista

    Sin dificultá ninguna:

    Lo agarré a la treinta y una

    Y le daba bola vista.

    José Portogalo evoca, en "Los pájaros
    ciegos" (2), a un napolitano:

    Mi padre, violinista, fracasó en Buenos
    Aires.

    Sin embargo su nombre –Pierángelo-
    traía

    "gli uccelli" luminosos de las calles de
    Nápoles;

    Doménico Scarlatti, heraldo de sus
    pájaros,

    clareaba el mundo denso de su infancia y sus
    lágrimas.

    Notas

    1. Hernández, José: Martín
      Fierro
      . Testo originale con traduzione, commenti e note
      di Giovanni Meo Zilio. Buenos Aires, Asociación
      Dante Alighieri, 1985.
    2. Portogalo, José: "Los pájaros
      ciegos" (Fragmento), en L. Lugones, B. Fernández
      Moreno, R. Molinari y otros: La poesía argentina. Buenos Aires,
      CEAL, 1979. Pág. 111. (Capítulo, Vol.
      4).
  3. García, Griselda. Poema
    inédito.

Friuli

En "Otra vez las dolomitas" (1), Syria Poletti evoca el
paisaje de su infancia:

Aún remonto la picada sobre el
abismo,

sin cuerda.

Pero algo ha cambiado:

ya no añoro tu
mano.

Notas

  1. Lombardía

    En el poema "Antiguo Almacén ‘A la ciudad de
    Génova’" (1), Olivari evoca al italiano
    Miquelín:

    Miquelín, grande como una estatua,

    que se iba a la cosecha y volvía rico dos
    semanas

    -apenas para pagar la vuelta a todo el
    barrio-.

    Mientras le duraba la plata cantaba,

    cantaba las lejanas canciones milanesas de su
    tierra

    y hombreaba recuerdos como hombreando
    cereal…

    Cerca de Lombardía, en el Cantón
    Ticino, un cantón suizo de habla italiana,
    nació Alfonsina Storni, la autora de Palabras a mi
    madre
    (2):

    No las grandes verdades yo te pregunto,
    que

    no las contestarías; solamente
    investigo

    si, cuando me gestaste, fue la luna
    testigo,

    por los oscuros patios en flor,
    paseándose.

    Y si, cuando, en tu seno de fervores
    latinos,

    yo escuchando dormía, un ronco mar
    sonoro

    te adormeció las noches, y miraste, en el
    oro

    del crepúsculo, hundirse los pájaros
    marinos.

    Notas

    1. Olivari, Nicolás: "Antiguo Almacén
      ‘A la ciudad de Génova’", en L. Lugones,
      B. Fernández Moreno, R. Molinari y otros: La
      poesía argentina.
      Antología,
      prólogo y notas por Alberto M. Perrone. Buenos
      Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, Vol. 4).
    2. Storni, Alfonsina: "Palabras a mi madre", en
      Storni, Alfonsina: Antología poética.
      Selección por Alfredo Veiravé. Prólogo
      y notas por Alejandro Fontenla. Buenos Aires, CEAL, 1980.
      Pág. 44. (Capítulo, vol. 51).
  2. Poletti, Syria: "Otra vez las Dolomitas", en
    Letras de Buenos Aires.

Piamonte

María Teresa Andruetto evoca, en "Citröen"
(1), a su padre inmigrante:

Regresábamos en un Citröen

rojo, desde una laguna de sal,

un pueblo ahora de fantasmas,

a nuestra casa, en la luz. Y él

cantaba, de viva voz, como

nunca cantaba, voglio vivere

cosí, con il sole in fronte, y

mi madre y nosotras también

cantábamos.

En el mismo libro (2) evoca un funeral de la
colectividad piamontesa en Córdoba:

Alguien nos alzó

hacia el tufo de la muerta

(se llamaba Elizabeta),

para que viéramos.

Notas

  1. Andruetto, María Teresa: "Citröen", en
    Kodak. Córdoba, Ediciones Argos,
    2001.
  2. Andruetto, María Teresa: op.
    cit.

Sicilia

Oscar González, en "La anunciación" (1),
evoca a una mujer italiana:

Llegó a Puerto Nuevo

En otro fin de siglo

Confiando en la arcilla de estas playas

Y abierta como un surco,

Se dio a la tarea de procrear espigas.

Notas

  1. González, Oscar: "La anunciación", en
    El Tiempo, Azul, 16 de abril de 2000.

Veneto

Gigliola Zecchin, más conocida como Canela.
"Llegó al país a los diez años.
Estudió Letras Modernas en la Universidad de
Córdoba. En 1962 inició su carrera presentando los
programas
vespertinos del canal 10 de la Universidad de Córdoba.
(1). " ‘Recién ahora, cincuenta años
más tarde, estoy logrando indagar sobre mi propia historia
y sobre la guerra que me hizo llegar a Argentina
separándome de mis padres y abuelos. El exilio tiene
consecuencias terribles en los niños,
sentimientos de miedo, insomnio, pesadillas. De esto se trata el
desarraigo, de sacar algo de raíz’, concluyó"
(2). Es la autora de Paese (3), obra que incluye el poema
"Calle de la infancia":

toda felicidad

horada la memoria

afuera cae la nieve

aiuto! Il lupo! Il lupo!

nena tonta

hay que limpiar la respiración triste

mi lugar para dormir

vagamente celeste.

Notas

  1. Sosa de Newton,
    Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres
    Argentinas
    . Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
  2. Irigoyen, Pedro: "MESA REDONDA
    Aquel exilio, este exilio, la misma tristeza", en
    Clarín, 28 de febrero de 2002.
  3. Zecchin, Gigliola (Canela): Paese. Buenos
    Aires, De la Flor, 2000.

Sin mención de origen

En "El alma del
suburbio" (1), escribe Evaristo Carriego:

Soñoliento, con cara de taciturno,

cruzando lentamente los arrabales,

allá va el gringo… ¡Pobre Chopin
nocturno

de las costureritas sentimentales!

¡Allá va el gringo! ¡Cómo
bestia paciente

que uncida a un viejo carro de la
Harmonía

arrastrase en silencio, pesadamente,

el alma del suburbio, ruda y
sombría!

De Villoldo (2) son estos versos:

Sos para el canto, che, gringo

como para el bofe el gato

tomá una grapa d’Italia

y descansemos un rato.

Gustavo Riccio, en el poema "Elogio de los albañiles italianos" (3), evoca la realidad
social de los inmigrantes:

Hacen subir las puntas de agudos
rascacielos,

Trepan por los andamios; y en lo alto sienten
ellos

que una canción de Italia se les viene al
encuentro.

Más líricos que el pájaro son
estos que yo elogio:

el nido que construyen no es para su
reposo,

el lecho que levantan no es para sus
retoños…

¡Ellos cantan haciendo las casas de los
otros!.

A un trabajador peninsular, establecido en Mar del
Plata, evoca Eduardo Martín La Rosa (4):

Probaste todos los trabajos.

Al fin, la cal y el rojo ladrillo

se metieron en tu sangre.

Volabas por los andamios.

Tu silbido triste, enamoraba a las nubes.

Mirabas el mar… Siempre… el mar…

Alvaro Yunque es el autor de "Una familia de inmigrantes
por la Avenida" (5):

A la cabeza el padre, un hombrachote

que lleva un chiquitiño entre sus
brazos;

atrás de él dos muchachas, dos
gringuitas

de trenzas rubias y de ojos garzos;

detrás la madre cuyo vientre
elévase

con la promesa de algún nuevo
vástago;

y aún detrás cansadamente
marchan

dos chicuelos cogidos de la mano;

Escribe Alvaro Abós: "Uno de los periodistas
estrella de Crítica, Héctor Pedro Blomberg,
glosaba los crímenes del día en romances. Y
así trató el caso Donatelli:

‘En el lago flotante, en las aguas,

un sereno encontró el otro
día

el cadáver cortado en pedazos

de una pobre mujer. ¿Quién
sería?

(…)

¿Quién llevó esta carroña
hasta el lago

Y la hundió cuando nadie
veía?

¿La llevó algún señor de
Lavalle?

De Lavalle y Riobamba sería…’ "
(6).

Roberto Cossa escribió, en El Sur y
después
(7):

Allá murió la infancia

una caricia, una canción,

una plaza, una fragancia.

Los brazos viajaron, el corazón
quedó.

Pero una estrella nos llama del sur.

Y un barco de esperanzas cruza el mar.

América, la tierra del sueño
azul.

Es un vaso de vino, es un trozo de pan.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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