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Maras, ?clicas? o pandillas en Centroamérica y México (página 2)



Partes: 1, 2

El ingreso a la mara asume distintas formas según
la región o el país. Una de las ceremonias de
iniciación en la Mara Salvatrucha es que el candidato
soporte 13 segundos de golpiza. En este ritual llamado
"brincamiento" el candidato se debe pelear con tres pandilleros y
en algunos casos con cinco. En otros casos debe pasar por un
"túnel" formado por "hommies" quienes se encargan del
maltrato. Otra de las obligaciones
sería matar a un miembro de una organización enemiga.

El consumo de
drogas es
cotidiano, desde aspirar pegamento hasta el uso drogas más
pesadas como cocaína o
crack. Se consume también marihuana,
anfetaminas,
heroína y otras drogas. El consumo de alcohol
también es corriente (cerveza, ron,
tequila, guaro, etc). Las armas más
usadas son piedras, puñales, machetes, granadas de mano y
todo tipo de armas de fuego (pistolas, escopetas de caño
recortado, metralletas, etc.).

Las maras son agrupaciones estrictamente
jerárquicas, a pesar de semejar "fraternidades". Los
cabecillas son, en general, quienes han demostrado mayor sangre
fría en la práctica de los delitos, o
quienes poseen una mayor capacidad de liderazgo. Sin
embargo, con frecuencia se hacen votaciones –por ejemplo,
qué castigo recibirá algún miembro de la
mara que haya violado una de sus reglas-, lo que da una cierta
ilusión de participación.

Muchas son las reglas que regulan el funcionamiento de
las maras, y varían de acuerdo a las regiones. Las reglas
más frecuentes son, por ejemplo, la prohibición de
alternar con alguien de la mara enemiga y la obligación de
participar en toda pelea en la que la mara esté envuelta.
Otra regla común es la obligación de reaccionar y
responder toda provocación, aunque se esté en
condiciones de inferioridad.

Cuando se ingresa a la "clica", se ingresa para toda la
vida. No está permitido el abandono de la misma, que es
considerado como "deserción". Es aceptado, sin embargo,
que los jóvenes que pasan los 30 años lentamente
vayan alejándose de la actividad delicitiva
–"calmarse" o "frenar"-, por lo menos los pocos que tienen
la fortuna de no haber terminado en prisión, en el
hospital o en el cementerio.

3. Ser
mujer en un mundo
hipermachista

Los roles de los sexos en las maras son los
tradicionales, fijados por una sociedad
machista. En un principio, las jóvenes sólo
tenían el rol de ser las novias de los mareros, y si
participaban en forma activa de las "acciones" de
la pandilla, era solamente para servir de mensajeras o "correos",
pero actualmente las jóvenes adoptan más y
más las costumbres de sus compañeros: ejercer la
violencia,
usar armas y tatuarse al igual que los muchachos.

El rito de iniciación de las muchachas en las
maras tiene dos variantes: la "tradicional" golpiza de los trece
segundos; la otra es el contacto sexual obligatorio con un
número determinado de "hommies" de la pandilla. La primera
alternativa es la más corriente y la que da más
status. Quien se decide por la segunda opción debe
conformarse con una posición subalterna en el grupo.

La mayoría de las jóvenes que ingresan en
las maras tienen entre 16 y 18 años y, en general,
permanecen menos tiempo que los
muchachos. Muchas son atraídas por la aparente fraternidad
de la "clica" pero al poco tiempo se dan cuenta que los esquemas
de poder son los
mismos que en los de la sociedad en general.

Mientras que los jóvenes dicen ingresar a la mara
para recibir "respeto" y ganar
poder, las jóvenes van en busca de la amistad que no
encontraron en otros ambientes. La mayoría de las
jóvenes se alejan de las bandas al quedar embarazadas, lo
que sucede con mucha frecuencia, puesto que poco y nada se sabe
de métodos
anticonceptivos. Todas dicen desear un futuro mejor para sus
hijos, lo cual es un deseo que suele ser muy difícil de
llevar a la práctica.

Las jóvenes que roban, se drogan, tienen
relaciones sexuales con los "homeboys", se tatúan y
utilizan la violencia, rompen con muchos más tabúes
que los muchachos, reciben una condena mucho más dura de
parte de la sociedad y les resulta enormemente más
difícil separarse de la mara y reinsertarse en la
sociedad.

La religiosidad está también presente en
la vida de los mareros. Muchos se consideran, paradojalmente,
creyentes, y las iglesias son espacios neutrales, respetados
cuando hay pelea. En las iglesias tampoco, por lo general, se
porta armas. La idea es que sólo Dios comprende a los
mareros, y no los juzga.

Todos los miembros de la mara, al ingresar, reciben un
nuevo nombre, o seudónimo. El seudónimo funciona
como símbolo de una nueva identidad y
también para marcar la doble vida que muchos llevan. Con
frecuencia se sabe solamente el apodo de los "homeboys" y no su
verdadero nombre.

4.
Reclutamiento

La violencia de las maras es brutal, impiadosa,
injustificada y, sobre todo, visible. Los jóvenes
integrantes de las pandillas viven en la calle, ostentan sus
cuerpos tatuados y no ocultan su acceso a las armas o su
afición por las drogas.
Representan la violencia visible y personificada, pero no debemos
olvidar que forman parte de una sociedad con una carga de
violencia constante en todos sus estratos: violencia de parte de
las autoridades y de la policía, y violencia en la esfera
privada: el maltrato a las mujeres y a los niños,
el machismo, los roles de género, la
discriminación: desde las estructuras de
poder hasta las estructuras familiares, todo está
traspasado por esta cultura de la
violencia.

Son muchos los motivos por los cuales las maras siguen
reclutando jóvenes. Es una historia compleja sin
soluciones
rápidas o unilaterales. Muchos afirman que mientras el
problema se enfoque como problema policial y se deje de lado su
aspecto social y cultural no se podrá frenar este
fenómeno. Las sangrientas guerras
civiles con su herencia
traumática y la influencia de las pandillas
norteamericanas han contribuido a su formación, pero
también la pobreza, el
desempleo, las
corrientes migratorias del campo a la ciudad, la creciente
urbanización, el derrumbe de la estructura
familiar, los padres ausentes, la búsqueda de la identidad
de los jóvenes, la cultura de la violencia siempre
presente. Y no menos el problema del hacinamiento: las viviendas
ínfimas, donde, estadísticamente, conviven 3,3
personas en cada habitación, pero donde no es raro que
hasta 5 adultos y 5 niños vivan en un sólo cuarto y
cocina.

En familias donde reina el desempleo, el alcoholismo y
la violencia, los niños y jóvenes que no quieren o
pueden permanecer en su casa tienen una sola alternativa: la
calle. Y ya en la calle son presa fácil de las clicas, que
les ofrecen una identidad y la ilusión de pertenecer a una
"familia".
Otras alternativas no existen: el tiempo sobra, los adultos no
tienen trabajo, los
niños con frecuencia no van a la escuela y no hay
canchas de fútbol, bibliotecas,
cafés, discotecas o espacios donde los jóvenes
puedan reunirse para actividades positivas. Queda sólo el
"Barrio" o la "esquina".

Abandonar la escuela es, cuando no causa del ingreso a
la mara, su consecuencia. Y quien no deja voluntariamente la
escuela luego del ingreso a la pandilla, deberá dejarla a
la fuerza, puesto
que las escuelas cierran sus puertas a los mareros. El temor a la
violencia, el uso de drogas, las armas, son motivos atendibles,
pero es, a la larga, una situación
insostenible.

El contacto con la policía es, más que
contacto, un choque. Ambos grupos se
aborrecen. Los mareros ven en la policía a sus enemigos y
los policías suelen usar violencia no provocada y apalear
a los mareros en cuanto se les presenta la oportunidad. Las dos
partes recurren a la violencia como la aparente solución
de los problemas, lo
cual llevan este espiral de violencia a crecer aún
más.

La mayoría de los jóvenes integrantes de
las maras acaban tarde o temprano en la cárcel. Se calcula
que cerca del 70% ha cumplido, alguna vez, una condena de
prisión (3). La mayor parte por delitos de asalto,
maltrato u homicidio. Si
bien existen algunas instituciones
para la rehabilitación de jóvenes pandilleros, la
gran mayoría acaba en las cárceles comunes, donde
se los mezcla con delincuentes comunes y con integrantes de las
maras rivales. La situación de las cárceles deja
mucho que desear: hacinamiento, malas condiciones de sanidad,
prisioneros que permanecen meses y hasta años sin juicio y
sin sentencia. En las cárceles se reclutan nuevos adeptos
a las maras, lo que hace de este castigo una contribución
a la espiral de violencia.

La vida como marero es, desde todo punto de vista,
desgastante. De entre los jóvenes que han pertenecido a la
mara más de cinco años, 8 de 10 quieren alejarse
(según encuestas
realizadas por la UCA, Universidad
Centroamericana y por UNICEF) (4) pero es un deseo enormemente
difícil de realizar, puesto que son jóvenes
"marcados" por sus tatuajes y su dependencia de la droga. No
tienen trabajo y las escuelas se niegan a recibirlos. Carecen de
familia, vivienda y una red social y familiar
que los apoye.

Hasta ahora ha sido la Iglesia
Católica, en colaboración con algunas organizaciones de
cooperación internacional, quienes intentan crear espacios
donde estos jóvenes puedan recibir apoyo en su
reinserción social, pero aún queda mucho por
hacerse. Un ejemplo de programa muy
apreciado ha sido el del Hospital Rosales en San Salvador, que
ofrece la posibilidad de borrar los tatuajes con rayo Láser, lo
que significa para muchos jóvenes la esperanza de una
nueva vida: ser aceptados en las escuelas y poder conseguir un
trabajo, metas imposibles de alcanzar para quienes estén
"marcados". Lamentablemente son enormemente más los
interesados en el tratamiento que las posibilidades del Hospital
de brindar ayuda, pero el programa es un ejemplo de apoyo
concreto en el
proceso de
reinserción
social.

5.
Leyes
antimaras

Los delitos que los mareros cometen van desde robos
simples hasta operaciones
complejas con características de comandos
paramilitares, crímenes por encargo, el paso por la
frontera de
ilegales y disputas de territorios por el control y el
manejo de drogas. Los mareros son también utilizados,
sobre todo los más jóvenes, por los carteles de la
droga. Son la carne de cañón de los barones del
narcotráfico: a sueldo, aprovisionados de
dinero, armas
pesadas y drogas para consumo propio, son pagados para introducir
el comercio y
vigilar la zona.

Sus filas están formadas en su mayoría por
jóvenes pobres y sin educación, lo que los
deja en una situación de exclusión social sin
inserción en el sistema. Los
más arrojados suelen ser los miembros más
jóvenes, de apenas 12 o 13 años de edad, quienes
desean ganar status en la mara. También utilizan a los
inmigrantes recién llegados, los cuales son más
baratos y temerarios, al venir de situaciones de una pobreza
extrema.

Cabe aclarar que no sólo de pobres e inmigrantes
se nutren las maras, ya que entre ellos se puede encontrar a
personas que han pertenecido a las fuerzas armadas y de seguridad de
países centroamericanos. Algunos de éstos
provendrían del área de inteligencia y
fuerzas especiales. Por otro lado, han resurgido las agrupaciones
clandestinas de represión a la manera de los Escuadrones
de la muerte,
ahora conocidas como la temida "Sombra Negra", que se dedican a
secuestrar o "eliminar" a objetivos
seleccionados dentro de las maras. Se ha detectado la presencia
de, entre otros, miembros de la policía como integrantes
de estos grupos.

Varios países centroamericanos han legislado para
intentar frenar este problema. En julio de 2003, Honduras
promulgó reformas a su Código
Penal, que culminaron en la llamada Ley antimara, la
cual desató una campaña inmediata de
detenciones.

Tres meses después, en octubre de 2003, El
Salvador aprueba una ley antimara aún más severa,
que define como marero a todo aquel "que se reúna
habitualmente, que haga señas o tenga símbolos como medio de
identificación, que se marque el cuerpo con cicatrices o
tatuajes" (5), la cual dió origen a detenciones muy
controversiales. En México, al
año siguiente (2004), se procedió a la
tipificación del "delito de
pandillerismo", que facilita la detención de sospechosos
de pertenecer a estas bandas. Desde agosto de 2004, El Salvador
ha desarrollado un programa denominado "Plan Súper
Mano Dura" cuyo nombre hace innecesaria las explicaciones (aunque
luego, a raíz de las críticas, se intentó
cambiar este nombre por el de "Plan Súper Mano Amiga").
Como muchos señalan, sin embargo, combatir a las maras con
la represión policial y sin medidas sociales, sólo
empeora la situación.

Al decir del escritor mexicano Rafael Ramírez
Heredia, los mareros son como las serpientes de la cabeza de la
Medusa: cuando se le corta una, nacen diez nuevas. (6)

6. La
frontera México-Guatemala

Según cifras de abril del 2006, existirían
cerca de 80.000 pandilleros en Centroamérica,
principalmente en El Salvador, Honduras y Guatemala (7)
Sin embargo, el problema de la aparición y
multiplicación de las maras no es un problema solamente en
El Salvador o en Centroamérica. Las maras se reproducen
también en todo México y desde allí muchos
intentan penetrar continuamente a los Estados Unidos.
Se calcula que en México hay 10.000 jóvenes
pertenecientes a las Maras, en su mayoría en el estado de
Chiapas.

La franja fronteriza México-Guatemala les brinda
a las maras un espacio para actuar con mucha impunidad, lo
que los llevó a establecerse y crear un imperio del terror
no sólo contra los migrantes sino también para las
poblaciones fronterizas de ambos países. La ciudad
guatemalteca de Tecún Umán, que funciona como
embudo de los muchos migrantes que sueñan con probar
fortuna en el país del norte, es considerada como un nido
de maras. En menor escala, lo mismo
sucede en Ciudad Hidalgo, ciudad fronteriza del lado
mexicano.

La táctica de los mareros es la siguiente:
mezclarse con los migrantes en los trenes de carga, a los que
éstos, tramo por tramo, van ascendiendo. Durante el viaje
se identifican a quienes lleven consigo dinero u objetos de
valor, y a los
que son más vulnerables, a causa de su edad o de su
sexo. Eligen
luego el momento más propicio para actuar: los lugares de
cruce clandestino, espacios de evasión de los controles
migratorios o los espacios donde los migrantes se concentran y
refugian, como ser casas abandonadas o estaciones de
ferrocarril.

A la primera oportunidad, atacan, asaltando y robando
dinero, pertenencias y hasta la ropa y los zapatos de las
víctimas. También sucede que obligan a los
migrantes a pagar por la "protección" que les
otorgarían contra maras contrarias o contra las acciones
de las autoridades. Actúan generalmente armados con
cuchillos, machetes u otros objetos punzantes, y casi sin
excepción, lo hacen bajo el influjo de estimulantes,
drogas y alcohol. Es frecuente encontrarlos en cantinas, bares y
prostíbulos luego de cometer sus abusos (8).

Los intregrantes de estas bandas suelen provenir de las
poblaciones aledañas; son conocedores del terreno y
especialistas en encontrar lugares de difícil acceso, sin
vigilancia policíaca, y, escondidos por la maleza o por un
terreno propicio a las actividades delictivas, actúan con
total impunidad. Sus víctimas son muy vulnerables, y la
osadía de los migrantes de internarse en las zonas de
descampado es justamente el ansia de evadir los controles
migratorios. Muertes, heridas y violaciones son delitos cometidos
a diario. Las maras fronterizas actúan en grupos
más pequeños, sin un asentamiento fijo, actuando
indistintamente en ambas zonas de las fronteras, lo que las hace
más difíciles de ubicar y combatir.

Otro factor que dificulta la acción
policial es el carácter clandestino de las
víctimas, quienes, por desconocimiento de sus derechos, el miedo a las
represalias o la desconfianza por las autoridades, no tienen
motivaciones para realizar la denuncia correspondiente. Esto
refuerza la situación de impunidad de la cual se
aprovechan los mareros.

Si bien las maras fronterizas han demostrado una
crueldad extrema tanto en la elección de las
víctimas más indefensas como en el calibre de la
violencia empleada, existen muchas organizaciones de este tipo en
distintos puntos de México. En principio se expanden
siguiendo el trayecto del tren de la frontera: desde Tecún
Umán en Guatemala, con Suchiate, Chiapas, a Coatzacoalcos,
Veracruz. La Procuraduría General de la República
(PGR) de México ha registrado la presencia de mareros en
Oaxaca, Jalisco, Tamaulipas y Baja California Norte. Se ha
mencionado también Villahermosa, Guadalajara, y, por
supuesto, el Distrito Federal (9). En abril del 2006 se acaba de
celebrar la II Convención Antipandillas en San Salvador,
con unos 200 delegados policiales de Centroamérica,
México y Estados Unidos, donde se intercambiaron
experiencias y propuestas para combatir y prevenir el problema de
las maras.

7.
La
globalización del terror

Los Estados Unidos ya han advertido sobre los
vínculos que habría entre los mareros y el terrorismo de
origen islámico. En este sentido han comenzado a realizar
una operación de cierre y control de fronteras con
México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica,
Panamá
y Honduras.  La finalidad sería evitar que dentro de
las actividades que llevan a cabo los integrantes de las maras,
como paso de ilegales, asesinatos y operativos comandos,
éstos se involucren también en acciones terroristas
por encargo, como una nueva actividad criminal de las
pandillas.

Según el Washington Post, en julio de
2004, uno de los lideres de Al Qaeda (Andan El Shukrijumah) se
habría reunido con miembros de las maras en la
República de Honduras, después de ingresar
ilegalmente desde Nicaragua. A su vez también
habría tenido reuniones en Panamá. El objetivo del
líder
terrorista sería comprometer a los pandilleros en
atentados de embajadas  de países como España,
Gran Bretaña y los Estados Unidos.

A su vez, el fanatismo de éstos jóvenes se
asemeja en algunos casos al que ejercen los fundamentalistas
islamitas. Uno de estos hechos se dió cuando en el
año 2005 en Honduras, atacaron con armamento un
ómnibus público, donde perdieron la vida 24
personas y 16 resultaron heridas. Esta acción fue un acto
de venganza ante la acusación que hicieron al gobierno
hondureño de asesinar a dos pandilleros,
prendiéndoles fuego, en cárceles
estatales.

La red criminal de las maras se
extiende en más de doce estados dentro de los Estados
Unidos y cinco países de Centroamérica. Este es
otro elemento que considera el gobierno estadounidense al
señalar a los integrantes de la pandillas como una posible
amenaza terrorista, al tener la capacidad de utilizar sus canales
habituales para el tráfico de drogas, como el paso ilegal
de terroristas internacionales.

Notas:

(1) A causa de las guerras internas en El Salvador
(1981-1992), que cobraron la vida de 70.000 personas, se
inició una enorme migración
de salvadoreños, tanto dentro de los propios límites
del país, como a los países limítrofes y
fundamentalmente a los Estados Unidos y a México. En el
año 2000 vivía cerca de un millón de
salvadoreños en el país del norte, sobre todo en
Los Angeles, California. Luego de los terremotos del
2001 se incrementó aún más el número
de inmigrantes.

(2) Este curioso tatuaje, símbolo clásico
de la tragedia y la comedia, simbolizaría en estos casos,
según algunos, la alegría y la tristeza: la
tristeza de estar "tirando tiempo" en la cárcel, y la
alegría al recuperar la libertad y
poder reintegrarse a la Vida Loca de la Mara.

(3) Ver Schmidt, Johan. Grupptryck: om
ungdomsgäng i El Salvador
. Foto: Magnus Rosshagen.
Rädda Barnen/ UBV, Stockholm, 1998

(4) Ver Ström, Anna. La vida loca: röster
från gängens El Salvador
(med bilder av Magnus
Rosshagen). Atlas, Stockholm, 2000

(5) Ver Juan Balboa, "En ascenso, la presencia de maras
salvatruchas en territorio mexicano", noviembre de 2004
(en: )

(6) Ver "Si matan al marero que lo maten! Me importa
madres", entrevista de
Diego Murcia y Christian Guevara a Rafael Ramírez Heredia
(en:
http://www.elfaro.net/Programas/Imprimir/Imprime_Pagina.asp?Url
)

(7) ver: noticia en El diario de Hoy: http://www.elsalvador.com/printedf/printedfv1.asp?url

(8) ver: "Maras Salvatruchas no reconocen la ley;
dinero, drogas y mujeres, su objetivo de vida" (en:
http://www.lacrisis.com.mx/maras260204.htm
)

Bibliografía:

Bartolomei, María Luisa.
Niños/niñas y adolescentes
en conflicto con
la ley
. Un estudio sobre la situación en El
Salvador
. Instituto de Sociología del Derecho, Universidad de
Lund, 1997

Candelario, Sheila. "Violencia, globalización y literatura: o el dilema del
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El Salvador", en
http://www.denison.edu/collaborations/istmo/n08/articulos/violencia

Clancy, Tom. Los dientes del tigre. Buenos Aires,
Emecé, 2004

Cortes, Carlos. "De la banana republic a la
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, en
http://www.denison.edu/collaborations/istmo/n09/foro/banana.html

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Utrikespolitiska Institutet, 2002

Floyd, Carmilla. Respekt. Ett reportage från
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. Fotografier av
Joseph Rodríguez. Stockholm, Bokförlaget DN,
1998

Hamilton, Nora & Stoltz Chinchilla, Norma.
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. Temple University Press,
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Isaksson, David. El Salvador- fred mot alla odds.
Utrikespolitiska Institutet, Stockholm, 1993

Isaksson, David. Efter kriget. Om barnen i El
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. Stockholm, Rädda Barnen, 1993

"Maras Salvatruchas no reconocen la ley; dinero,
droga y mujeres, su objetivo de vida"
, en: http://www.lacrisis.com.mx/maras260204.htm

Pineda, Eduardo et al. Jóvenes sedientos de
amor
. El Salvador, 1999

Ramírez Heredia, Rafael. La Mara.
Alfaguara, Barcelona, 2004

Schmidt, Johan. Grupptryck: om ungdomsgäng i El
Salvador
. Foto: Magnus Rosshagen Rädda Barnen/ UBV,
Stockholm, 1998

Ström, Anna. La vida loca: röster
från gängens El Salvador
(med bilder av Magnus
Rosshagen). Atlas, Stockholm, 2000

Diversos artículos en la prensa escrita y
en periódicos y revistas digitales.

 

Ramiro Anzit Guerrero

Lilian Fernández Hall

Partes: 1, 2
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