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Efectos de la violencia en los medios de comunicación (página 2)



Partes: 1, 2, 3

MODERNIDAD, MODERNIZACIÓN,
MODERNISMO

Cabría caracterizar el momento histórico
moderno, tanto desde el punto de vista de sus
características distintivas, como desde el período
aproximadamente. Por supuesto, ambas delimitaciones se
condicionan mutuamente.

Hay una posición que se refiere a la modernidad en
términos del maquinismo la revolución
industrial. Sería aquello por lo cual, según la
frase de Marx, "todo lo
que es sólido se evapora en el aire"
es
decir, la modificación radical de los modos
"tradicionales" de existencia hacia la mutivocidad de
oportunidades que ofrecen las grandes ciudades, y la
modificación de los ritmos de la temporalidad cotidiana,
de las limitaciones en el espacio y el
conocimiento de los otros y del mundo por viajes,
multitudes urbanas, medios de
comunicación, etc. Se trata de la
modernidad de las nacientes metrópolis y cuya
"culminación" se cumplirá en el mundo tecnologizado
de la actualidad.

Otra interpretación de lo moderno ubica su
inicio desde el siglo XVI, según la clásica forma
de demarcar lo moderno como el fin del medioevo. Los rasgos
diferenciales de lo moderno, en este caso, son ampliamente
conocidos: final de la legitimación teológica del poder
político; aparición de la vida urbana como "centro"
económico y cultural; desvanecimiento de las corporaciones
hacia la apropiación privada de la riqueza e
"individualización" de lo económico e
ideológico; finalmente, desplegamiento de la noción
de "razón" en todos los campos de la existencia social,
debido a la necesidad de racionalización creciente de los
procesos de
producción y acumulación
económica. Ello lleva al surgimiento de la ciencia
empírica moderna, a las tantas veces aludida revolución
de Copérnico y Galileo, y a la consecuente
modificación de parámetros filosóficos, con
la aparición central del tema del conocimiento,
el cartesianismo como paradigma de
tal Problematización, la respuesta empírica y la
búsqueda de sintetizar filosofía con la ciencia de la
época.

La expresión "modernización"
-no siempre deslindada de la de "modernidad"- refiere no a una
época, sino a un proceso. El
término, muy discutido hoy en Latinoamérica – y no en Europa porque
allí la modernización está realizada y ya
criticada- se aplica a la actividad consciente, por la cual se
alcanzan los estadios más altos de la modernidad. La
modernización – por tanto – no hace al "llegar a la
época moderna", sino a los grados más altos de la
racionalización científico-tecnológica que
caracteriza a tal época. La modernización es un
término más ligado a procesos económicos,
sociales y culturales relativamente contemporáneos, de
plazos más bien breves, lo que conlleva su presencia
más directa en el debate
político acerca de los modelos de
sociedad
deseable.

Cabe distinguir "regiones" de la modernización:
la económica, la sociocultural, etc. Éstas regiones
se vinculan entre sí, pero no dentro de una temporalidad
unívoca y homogénea, de modo que las relaciones que
guardan no son lineales ni de causalidad unidireccional: por otra
parte, desde el punto de vista ideológico-valorativo
podrían resultar contradictorios unos procesos con otros,
es decir, es posible postular la modernización
económica como opuesta a la cultural, o lo inverso, apoyar
la cultural sin herir la económica.

El "modernismo" puede referir simplemente a
quienes hicieron o hacen la exaltación de la modernidad.
Aquello denominado modernismo ha sido bastante más vasto y
contradictorio; han formado parte de ese movimiento el
expresionismo,
el futurismo, la música atonal, el
cubismo, el
constructivismo
en cine y
teatro, etc.
Es decir, que no estamos ante un movimiento unívoco sino
ante una serie de ramificaciones que se entrecruzan y diferencian
y que sólo en un sentido muy genérico pueden
responder a un mismo nombre. Difícilmente sea
lícito, por ello, englobarlo todo como celebratorio de la
modernidad. Más bien nos hallamos ante un abanico de
posiciones caracterizadas por una fuerte innovación en la modalidad expresiva, una
salida de la simple representación o de la
narración lineal, una radical ruptura con todo
"naturalismo", un hacer consciente y la función
del arte.

El modernismo estuvo unificado por la noción de
"vanguardia",
por ser rupturista y renovador en la forma, y por plantear para
el arte una función privilegiada de critica social del
presente; pero no por el contenido de dicha critica, que
podía implicar ya sea la aceptación o la
denigración de la modernidad; o posiciones matizadas, como
la asumicion de que ella tenia posibilidades intrínsecas
que el capitalismo
impedía realizar, o que posibilitaba una percepción
del mundo que sólo unos cuantos asumían mientras a
la vez se adocenaba a las grandes masas sociales.

Tecnologismo, marxismo,
teleología

El avance tecnológico desde fines del siglo XIX
estuvo definidamente al servicio del
aumento de las fuerzas productivas, por una parte, y de la
regimentación creciente del sistema social,
por la otra. Las nacientes ciencias
sociales fueron dedicadas especialmente a racionalizar la
legitimación y el dominio.
Parecía que las posibilidades de lo tecnológico en
el control social
podía ser casi ilimitada, además de que los grandes
problemas
sociales serían gradualmente resueltos por vía
técnica. Las ciencias
sociales no sólo ofrecían medios eficaces de
manipulación, sino que también prestaban un
andamiaje conceptual para oponerse a la difundida teoría
sobre el derrumbe del capitalismo.

La estabilidad reinante a fines del siglo XIX y a
comienzos del XX en Europa, el afianzamiento del capitalismo y la
sindicalización como "colchón " a las modalidades
de protesta más duras de la clase obrera,
parecían augurar una época de tranquilidad para los
sectores sociales dominantes.

No obstante, esa tranquilidad era acechada por la
aparición de las vanguardias artísticas, que
profetizaban mundos diferentes y acusaban a los rasgos
masificantes de la sociedad tecnoburocrática en construcción, y también por la
organización obrera, ligada a la teoría
revolucionaria, que había intentado la toma del poder en
Rusia en 1905,
y que mostraba amplia fuerza en
Europa Central. L a explosión de la primera Guerra Mundial
terminaría de asestar los golpes a la confianza asumida a
principios de
siglo.

Mientras el Mundo iba siendo marcado ( nos referimos a
Europa en este caso) crecientemente por el predominio de la
técnica y la
administración impersonal burocrática y
sistematizada, aparecían modos de reacción a ese
predominio. No es casual que las reacciones surgieran de la
tradición alemana de pensamiento:
no sólo por el retraso en la constitución de la burguesía en ese
país, clase apenas nacientes a fines del siglo XX; sino
también por el peso que el historicismo de raigambre
alemana ha dado al sentido de ¨ subjetivo, es una
ligazón de ethos y logos que es prácticamente
inencontrable en el empirismo
sajón o en el formalismo racionalista
francés.

La otra posición, marcada también por la
matriz del
idealismo
alemán, pero en éste caso el hegeliano, se da entre
los partidarios de Marx. La fuerte impronta dialéctica del
pensamiento marxiano, huella de la tradición especulativa
que marca su
distancia con toda noción empirista de lo
científico-social, había sido "reabsorbida" por la
concepción oficial en posiciones gradualistas, etapitas y
positivizantes desde la II internacional. El intento de Lenin,
coronado por el triunfo de la revolución soviética,
aun cuando conceptualmente contradictorio; y los esfuerzos
teóricos de Lukacs, Korsch y R. Luxemburgo, importaron un
rechazo frontal de la ciencia social como "neutra" y "objetiva",
como supuesta observación desinteresada, espejo del
mundo.

¿Qué relación guarda la
teoría dialéctica –la de Marx mismo- con la
modernidad?,
una modernidad que no aparecía
monolítica. Mostraba la cara "positiva" de la razón
y la técnica, del progreso y la producción, la
funcionalización creciente de los procedimientos.
Pero, por otra parte y en un mismo movimiento, generaba su propia
crítica
inherente: la del "irracionalismo" de las vanguardias, su
protesta defensora de la subjetividad, la afectividad, la
sensibilidad y el desorden; crítica que alcanzaría
un punto agudo en el surrealismo y
el dadaísmo, y poco después en los
guturales y el teatro de la crueldad de A. Artaud. En realidad,
tal "calco en negativo" de la modernidad acompañó a
ésta desde su surgimiento; no solo desde las "flores del
mal" que veía crecer la poesía
francesa de fin de siglo, ni de los experimentos
formales que desembocarían en Valery y Mallarmé. El
racionalismo,
en su unílateralización de la experiencia pensada y
asumida por la filosofía y por el pensamiento en general,
dio lugar constantemente a la aparición de un
"irracionalismo" concomitante, entendible como su interna
oposición dialéctica, como el polo negativo y
subordinado de un mismo movimiento de lo social real.

Dentro de la modernidad se encontrará Marx con un
pensamiento decididamente moderno, que incluso en algunos
aspectos llega a maximizar ciertos rasgos propios de la
modernidad. En el marxismo existe un proyecto de
construcción histórica consciente y
teleológico. Por cierto, éste es diferente del de
la razón instrumental medio / fines, o dicho mejor, ubica
a esta razón como "momento" subordinado de la
construcción global del proyecto de la sociedad. Cuando lo
dialéctico del marxismo ha sido opacado, su racionalismo
ha tendido a confundirse lisa y llanamente con la propuesta del
avance ilimitado de las fuerzas productivas como motor de la
historia, es
decir, con el modelo
impuesto por
la burguesía, sólo que expresado en otro lenguaje,
"valorado" y percibido de otra manera. Ese racionalismo que
piensa la historia como ascendente y teleológica,
continúa, en perpetuo desarrollo
guiado por la industrialización creciente, redunda en un
optimismo histórico moralista y elemental, propio de la
ideología oficial soviética de la
guerra
fría, que sabiamente desmenuzó H. Lefebvre hace
casi 30 años. Esa ideología oficial corona su
"reabsorción" del marxismo en el positivismo
con su apelación a ese imaginario decálogo de
verdades que pretende ser el "materialismo
dialéctico", que se supone a sí mismo
"filosofía científica", sin advertir el
contrasentido de ésta expresión.

La dialéctica marxiana es muy diferente de un
cientificismo optimista. Implica todos los supuestos
("invertidos") del hegelianismo que la ciencia analítica
no acepta: la nación
de historicidad y disolución temporal de lo positivo, la
de que todo "factum" incluye su negación, la de que
además remite a una totalidad postulada que no es nunca
"suma de todo". También la inmersión del sujeto en
lo objetivo y su
movimiento, es decir, la identidad
sujeto-objeto y su circularidad; y la inmanencia del conocimiento
a la historia, de la conciencia social
al ser social.

Para Marx, la historia y la práctica en ella son
racionalizables; y lo son en tan fuerte sentido que, más
allá de lo que intentan los empiristas, Marx pretende que
el movimiento de expansión de la investigación es idéntico al
de lo real investigado. De tal manera y en consecuencia con la
totalización propia del hegelianismo y su
pretensión de absolutización del Logos al
identificarlo con la historia misma, Marx no reconoce el "resto",
lo informe no
conceptualizable, como todo aquello que, como en Hamlet,
está más allá de lo que pueda soñarse
por un sujeto o muchos de ellos. La excedencia de lo real
al pensamiento está postulada por Marx en su
problemática "inversión" de Hegel , pero no
asumida como supuesto fundante que debería evitar
cualquier suposición de que la teoría "abarca" el
movimiento de lo real mismo.

El teleologismo – con el optimismo concomitante-
también puede derivarse de la lectura de
Marx. La unicidad entre libertad y
necesidad que aparece en la dialéctica lleva a pensar en
un derrumbe no automático ni debido a leyes puramente
"objetivas", pero finalmente necesario; la historia
tendría su astucia y los hombres "lo hacen, pero no lo
saben", según la celebre frase . Las leyes objetivas
operarían mediadas por la acción
consciente, pero esto no quitaría su eficacia; por
ello, el curso de la humanidad hacia la "superación" del
presente estaría garantizado.

Así, la conciencia y la "negatividad", tan
importantes para la dialéctica, no pueden entenderse sin
su ubicación dentro de lo objetivo, aunque a su vez
lo objetivo mismo sea "conciencia objetivada".

Hay en Marx una idea de avance de la historia, de
progreso y superación que es más fuerte que
la del racionalismo positivizante; porque liga el interés
técnico con el que Habermas llama "práctico"
(relativo a la organización social), la redención
del proletariado con el desarrollo
económico y productivo, la conciencia-sujeto y la
historia-objeto . Estamos ante un racionalismo que racionaliza la
utopía e inmanentiza la plenitud, posibilidad de la
historia misma.

La asumicion de lo no- racional es racionalizada,
también en la dialéctica; lo particular ( y lo
singular) son remitidos a la totalidad y –muy lejos de su
propia inmediata – alcanzan allí su sentido
más verdadero y su concepto: lo
sensible es sólo un momento a superar por el entendimiento
analístico primero, y por la razón abarcadora
después.

Las características racionalista-totalizantes del
marxismo son las que llevaron a su choque gradual con el
posestructuralismo y los nuevos enfoques teóricos surgidos
de la fusión de
lingüística y psicoanálisis lacaniano como los del
grupo "Tel
Quel"

La modernidad, vía marxismo, pondría su
vista en el pasado interpretándolo a su imagen y
semejanza con un etnocentrismo inaceptable: Baudrillard habla de
las "sociedades
primitivas" y señala cómo en éstas el
intercambio tenía una función simbólica y no
económica, y que por tanto no tiene sentido aplicarles el
concepto de "excedente". Es decir: la primacía de la
producción es propia del industrialismo y no puede
extrapolarse fuera de sus propias fronteras históricas; en
esto el marxismo compartiría con el psicoanálisis
una búsqueda de universalidad que es a la vez un error
epistemológico y una velada forma de dominio.

El etnocentrismo no sería casual; es fruto
esperable de la aceptación del criterio de la
producción como actividad fundamental de relación
del hombre con la
naturaleza, lo
que obviamente privilegia a las sociedades productivizantes y
desarrolladas.

La producción, el privilegio del conocimiento
objetivo y de la conciencia que se siguen necesariamente, signan
fuertemente al marxismo, y son sin duda características
típicamente "proyectual / modernas".

Marxismo, modernismo, vanguardias

La relación del marxismo con las vanguardias
estéticas ha sido conflictiva no solo desde el poder
político soviético sino desde los intelectuales
mismos. Los pocos que manifestaron inquietudes en ésta
dirección, mantuvieron posiciones
conflictivas ante el modernismo.

Era esperable: una lógica
de la acumulación, ya fuera productivo / económica
o de fuerzas políticas,
asigna escaso lugar a lo que sea percibido como desorden,
desarmonía, ruptura de la "organización". Es
éste el caso de un intelectual del brillo de G.
Lukács, quien, coherente con su origen patricio,
defendió el realismo,
entendido como función "cognoscitiva" y representativa del
arte, posición que frente al modernismo apareció
como una reacción conservadora. Lukács,
incluyó al modernismo dentro del marco global de "asalto a
la razón" que creía encontrar en su época.
Los signos de
fisura en la modernidad que empezaban a aparecer, resultaban
lesivos para el racionalismo de Lukács, quien los
entendía generalizadamente como decadencia y apertura de
espacios para el fascismo.
Así, en filosofía habían sido atacados
Nietzche y Heidegger, y también el descubrimiento
freudiano, a pesar de su vetusta y tradicional epistemología, sería tematizado como
parte del fenómeno.

La razón de Lukács no era instrumental, y
en esto rechazaba también a Brecht, que ponía el
arte al servicio de la lucha política. Sus usos de
"montaje" que analogizaban algunos del cine de Éisentein y
su búsqueda de "distanciamiento" carecían de
finalidad estética autónoma: el teatro era
arma de la política .

En lo que hace a nuestro interés, importa
destacar que Brecht asignaba valor a las
posibilidades "modernas" como movilizadoras de la sensibilidad,
como aperturas y modos de ruptura con lo rutinizado para acceder
a una "negación". De tal modo, se producía
aquí una curiosa combinación de necesidad
práctico-instrumental en relación a lo
ideológico y político inmediatos, con
valorización "moderna" de posibilidades de la
técnica; se confiaba en que lo técnico podía
servir a romper con su propia lógica, lo cual
permitía aceptar el lado ¨ negativo ¨ de la
modernidad, sin rechazar, su faz de ¨ progreso ¨
tecnológico.

La posición del marxismo sobre el modernismo
– vanguardias de comienzos de siglo – fue, en sus
mejores intelectuales interesados por el arte, muy diferenciada
pero siempre "moderna", si la vemos desde la perspectiva actual
de crítica de la modernidad. La de Lukács
respondió a la dialéctica racionalizante en el
sentido que hemos desarrollado acerca de Marx, sólo que
éste era capaz de integrar lo ¨ plebeyo ¨ al
análisis, recurso que se dificulta a
Lukács.

Podríamos decir que las vanguardias constituyen
"la otra" gran crítica inmanente a la modernidad,
además de la del marxismo. Apuntan hacia otra
dirección que ésta, en la medida que provienen del
arte, no pretenden tanto la construcción práctica
de una sociedad diferente, como establecer una nueva forma de
experiencia. Un modo de experiencia que rompa con la impuesta por
el mundo instrumental, como será claro en el expresionismo
y el surrealismo. Las vanguardias no están, por lo tanto,
situadas en el espacio de apología de la producción
y de la funcionalización crecientes, dominantes en el
proyecto moderno.

No es desdeñable tampoco atender a la
homología con el significado del termino político
"vanguardia", utilizado a menudo por la izquierda, asociado con
la idea leninista de lo político como centralizado,
jerarquizado, practicado por profesionales de la política
alejados de las bases y que harán llegar a éstas
los frutos de su saber especializado.

El posmodernismo renunció a ser vanguardia y a
toda idea de vanguardia. No agregó nada nuevo,
reapropió -mezclándolo- lo anterior; ninguna ida
hacia delante, pero tampoco nostalgia del pasado. Simple uso
desustancializado de materiales
anteriores que no pretende llevar a cabo "proyecto"
alguno.

La paradoja del presente es que no sólo se ha
consumado la modernidad tecnológica hasta el límite
de la robotización y del predominio de la informática por sobre lo industrial, sino
también la protesta cultural moderna; la que fuera
utopía de una vida llena de estímulos, sin
tabúes, moralmente "liberada", se ha cumplido. La falta de
vanguardia es hoy expresión de una doble ausencia: la de
algún futuro por hacer, y la de un pasado que valga la
pena reivindicar.

Carlos Marx

Crisis de la razón

Resuelta difícil acotar lo que se entiende por
esta expresión. Partamos de superar malentendidos: no se
trata de que la razón no se use más, de "hacerse el
loco", y lanzar invectivas irracionales contra la razón.
Se habla de crisis de la
razón desde el postulado de cierta razón, apelando
a argumentos racionales.

Cuando se habla de crisis de la razón se habla de
crisis del fundamento, crisis de legitimidad de la razón.
Se afirma que de hecho los usos de la razón ya no se
asumen como "naturales" ni universales, ni correspondientes a una
legalidad
intrínseca del mundo o de "la mente" en general. Se trata
de que el supuesto avance de la racionalidad hacia un mundo cada
vez "mejor", mas manejado por el hombre y
acorde a las necesidades de éste es lo que ya no se acepta
como evidente.

El desarrollo del productivismo industrial a presentado
sus limitaciones: agotamiento de recursos no
renovables, contaminación, ciudades inhabitables
despersonalización, etc. . En el capitalismo avanzado se
reconoce claramente esto, lo cual a conducido últimamente
a una revolución tecnológica permanente que va en
dirección opuesta al gigantismo en las fabricas y que
tiende a las unidades productivas pequeñas, y a la
predominancia de la informática como una tecnología que no
implica transformación material con sus desventajas
concomitantes. Todo esto a golpeado sobre la legitimación
de la racionalidad tecnológica ha minado la fe en esta y
en la transformación que se creyera ilimitada del mundo
físico, ha movido incluso a ruidosas protestas contra sus
frutos indeseados y ha repercutido en una mirada diferente sobre
la ciencia. Ésta, ligada desde la modernidad
intrínsicamente a la tecnología, e incluso cada vez
más reducida por ella en el capitalismo avanzado, no ha
podido escapar al cuestionamiento. La ciencia está ligada
con la tecnología social de la instrumentalización
de la naturaleza y del control político, y esto ha sido
por fin masivamente percibido.

Por otra parte hay crisis del fundamento de la
legitimidad, donde ala retirada del marxismo en el capitalismo
avanzado, puede sumarse la evidente falta e entusiasmo ciudadano
en torno al sistema
político, el cual cada vez más es percibido
como una simple "representación" externa y con tintes de
"show", mientras la moral
afirmativa del sistema es mínima; el Estado de
bienestar ha desaparecido como posibilidad, dando lugar a una
jungla individualista, y existe el peligro constante de una
tecnocratización de lo político que convierta a su
ámbito en una máquina anónima y sin
capacidad alguna de reconocimiento de lo axiológico
.

En la cuestión de la ciencia, el gran paradigma
de la física
newtoniana fue sacudido en microfísica por el problema de
la indeterminación en cuántica; y en
macrofísica por la teoría de la relatividad,
pasando a depender variables y
categorías hasta entonces creídas como naturales y
"esenciales" del sistema de referencia.

Ya no hay un "momento" de universalidad de lo social en
el concepto, ni se confía en que una interpretación
unificante pueda dar cuenta de las características del
mundo; la apertura por la modernidad de la escisión
arte-ciencia-política se ha hecho ahora más
marcada, y la filosofía no es más pensada como
cúspide sintetizadora.

A esto deberá agregarse las variantes
epistemológicas o "anarquistas", es decir, la ruptura del
logicismo "duro" en la filosofía de la ciencia
anglosajona, y la emergencia en lo literario y lo
científico, de discursos que
se hacen conscientes de la crisis.

De lo que se trata es de la crisis de una idea de la
razón, aquella que la pretendía autofundada,
suficiente, universal, con criterios de decidibilidad
prácticamente definitivos, en fin, una fiel lectura de la
esencia del mundo en la suposición de que existe algo como
esa esencia. Tal razón es la que se ha quebrado. Y los que
lo constatan, cabe señalarlo, no son sólo
apocalípticos; quienes han hablado del tema provienen
también de las ciencias sociales e incluso en algunos
casos de discursos tan poco proclives al "irracionalismo" como el
marxismo.

Nos encontramos en un amplio mosaico de posibilidades,
que van desde la epistemología a las ciencias sociales, de
éstas a las físico-naturales y de allí al
arte y la política. Pretender negar el fenómeno
sería una reacción ingenua; no admitir que pueda
denominarse "crisis de la razón" – por
adscripción a un racionalismo cuya raigambre en nuestra
cultura es
sobradamente sólida- obligaría a encontrar una
expresión más feliz, pero que no evite denotar que
hay un "desfondamiento" de certidumbres supuestas, esas que
hallaban su suelo en la
creencia de que existe autosuficiente.

¿Cuál es la ubicación de
éste fenómeno en relación con el de la
posmodernidad?

Diríamos que, en cuanto a su efecto actual, ambos
fenómenos se superponen en buena parte, pero no
completamente. La posmodernidad
es crisis de la razón, sin duda, pero también
crisis de las modalidades de cotidianidad previas y
también de las utopías; es decir, está
implicado más que aquello que se hace a la razón,
dentro del campo de lo que hemos discutido acerca de su ejercicio
o su fundamento.

El fenómeno de crisis de la racionalidad en el
momento actual es menos abarcativo que el de la posmodernidad,
sería casi "una parte" de éste, aunque
puntualizamos también que sus consecuencias no son siempre
y necesariamente convergentes con las de lo posmoderno, mas
allá de la tendencial coincidencia.

SOBRE
LO POSMODERNO

Existen al respecto versiones variadas: por ejemplo,
aquellas que la asocian a posmodernismo artístico y
posestructuralismo teóricos sin mayores diferenciaciones
con estos, y que no se preocupan de una "sociedad posmoderna",
sino de obras posmodernistas discutiendo los efectos
ideológicos y sociales de éstas. Se trabaja acerca
del fin de las vanguardias, y se discute si la retracción
hacia la mezcla lisa y llana de arte y cotidianidad puede
producir efectos de criticidad o de adaptación a lo
establecido.

Debemos discutir, además, los efectos
políticos del posmodernismo, advirtiéndose que hay
una vertiente que es crítica y otra adaptacionista, aunque
la valla de demarcación no sea fácil de establecer.
Pero habrá que admitir que los parámetros con los
cuales se juzga aquí lo posmoderno le son externos, es
decir que se hace una lectura con nociones de la política
moderna sobre lo posmodernista.

Los posmodernistas deberían ser conscientes de la
cuestión y de su toma de posición no solo frente al
arte posmodernista y las vanguardias artísticas, sino
también sobre las sociedades moderna y posmoderna y sus
respectivas concomitancias axiológicas.

El posmodernismo implica abandono de la proyectualidad,
o imposibilidad de su pensamiento, asumido esto como dato social
objetivo; ausencia de cualquier "totalidad" como horizonte de
significación social o política; una
estética que no "rompe" con lo dado.

Si nos ubicamos en los valores
que lo posmoderno ha planteado, hay que advertir, en una misma
textualidad, la existencia de aspectos compartibles:
reasumición de la experiencia inmediata del sujeto, sin
mistificarla en presencia; recuperación de lo
corpóreo; toma de lugar en los problemas más
directos de la comunidad a que
se pertenece; eliminación de los teleologismos que
pretenden una historia predeterminada; capacidad para un talante
"no crispado" de la experiencia y para el goce correspondiente,
su búsqueda y reconocimiento, etc.

Lo posmoderno implica asumir una actitud no
critico-negadora, no engarzada en el talante "duro" de lo que
Lipovetski denomina época disciplinario-revolucionaria. En
esta última época el poder se concentraba y
establecía el autoritarismo y el disciplinamiento social
como necesidad interna de su mantenimiento;
hoy, por el contrario, se ha consumado la crítica a la
cultura de la modernidad, se ha realizado
prácticamente.

La crisis de comienzos de siglo en cuanto a la
"razón" fue modulando pasos hasta que se impuso: ya no
escandaliza hablar de diferencia, el sistema lo soporta; el
territorio de la tolerancia se ha
impuesto, y la dominación social se mantiene perfectamente
sin necesidad de una cultura de la represión; no se
necesita, en términos de Marx, "coacción
extraeconómica".

El mundo tecnocrático consumado "absorbió"
a su polo negativo- dialéctico, lo incluyó en si,
lo paso a la negatividad a la realización, sin necesidad
de la revolución ni ruptura y por tanto lo
apaciguó.

Tenemos corporeidad, no aceptación de la
representación, negación de la teleología,
deslegitimación de los grandes textos del Logos, pero
ninguna revolución del orden establecido, ningún
abierto desbordamiento de las practicas, ninguna
afirmación de lo abismático enfrentada a la
organización social vigente. Todo lo contrario;
sumisión pasiva, alejamiento hacia la subjetividad,
interés por lo individual, narcisismo y "masaje",
espíritu calmo y autocomplacido. El capitalismo avanzado
nos ofrece el escenario del tedio y un
amable "pasar lo mejor posible"; la liquidación de telos
no ha dado lugar a la esperada emergencia de un heterodoxo
espacio del acontecimiento y la experiencia de los límites.

No adscribimos a la posmodernidad la desesperada
"búsqueda de los límites"; ésta se inscribe
en un rechazo de la técnica y de lo instrumental, que no
es propio del rebasamiento posmoderno, el cual no ataca a la
técnica, sino descree de ella asumiendo sin embargo su
existencia como inevitable. La posmodernidad, tal cual se
plantea, ha transformado a los sujetos en pantallas informes de
una constante estimulación por los medios de
comunicación de masas; sujetos que pierden toda
identidad / unidad e n su servir de punto terminal de emisiones
que pueden poner en un mismo plano lo que pasa en la esquina con
lo de la India, lo
trágico y lo banal, la publicidad con
las noticias, lo
íntimo y lo público, determinando la pérdida
de la posibilidad de elaboración diferenciada de las
recepciones, con lo cual la respuesta emocional deja de adecuarse
a las características de lo receptado, para simplemente
in-diferenciarse ante todo tipo de situaciones.

En lo posmoderno se abandona toda voluntad de cambio global,
y más decisivamente la idead de que deba apelarse al
esfuerzo que implica lo voluntario.

¿Posmodernidad en
Latinoamérica
?

¿Qué podemos decir acerca de la
cuestión de la posmodernidad en relación con
América
Latina?. Partamos primero de establecer que nos parece
erróneo afirmar sobre esta cuestión.

La primera idea que establecemos es que lo posmoderno
sea ajeno a nuestra idiosincrasia, a nuestra identidad
nacional o continental. La identidad es siempre fluyente y en
permanente situación de reconstitución. Nos guste o
no, en el mundo de las comunicaciones
satelitales es impensable pensar las culturas populares en una
esfera de influencia y poder.

La segunda idea es que lo posmoderno sea identificable
"punto a punto" con "irracionalismo" u oposición
cualquiera al pensamiento racionalista occidental. Al
comprenderlo así, resulta que los latinoamericanos
seriamos posmodernos avanzados al libreto; posición
notoriamente cercana a la anterior. Seríamos superiores,
ya estábamos instalados en el lugar en que trabajosamente
se está ahora ubicando en Europa. Sólo que se
olvida que el prefijo "pos" implica rebasamiento,
superación. La posmodernidad es la culminación de
la modernidad no su "superación", sino una
aceptación, profundización. Imposible superar el
horizonte de la modernidad cuando ésta aún mantiene
sus promesas, cuando se escucha en nuestros países hablar
de necesidad de mayor producción, mientras los posmodernos
discuten cómo liberarse de los efectos de
ésta.

La tercera idea es que lo posmoderno sea una tapadera
ideológica de los graves problemas del subconsciente, un
procedimiento
efectivo para desviar la atención.

La cuarta idea se trata del caso de quienes desde
nuestros países no establecen "especificada" sobre
Latinoamérica, sino que se inscriben en el debate a nivel
mundial. Y renuevan la tesis de que
la modernidad no esta concluida, lo cual en América
Latina es por demás obvio.

Despejado el camino de los supuestos que no compartimos,
podemos avanzar en la cuestión misma. Lo posmoderno nunca
podría darse entre nosotros en "estado puro",
no puede incorporarse sin modulaciones, porque no nos tocan las
situaciones sociales que lo han originado. No estamos en el
paraíso fatuo del consumo
inútil, no hemos llegado a hartarnos de los excesos de la
productividad
y el industrialismo, no se nos ha perdido la naturaleza ni la
automatización ha encerrado todas nuestras
rutinas. Lejos estamos de que así sea, en todo su
desarrollo y para toda la población. Sin embargo, habitamos grandes
metrópolis donde el smog y la impersonalidad son
omnipresentes, desde México a
San Pablo; contamos con la informática operando en la
producción y la administración, tanto pública como
privada; receptamos las comunicaciones por satélite desde
el cualquier parte del mundo, vivimos la imposición del
video y
ejercemos la comunicaciones con personas de países
cercanos en una medida impensable hace 40 años. La
irracionalidad en la administración de las grandes
metrópolis, sus problemas de desempleo y
transportes, la cantidad de desocupados y de habitantes sin
acceso a los servicios
elementales que viven en ellas, hacen que allí la
"desustancialización" típica de lo posmoderno no
sólo se verifique, sino que se incremente sensiblemente.
Desde el punto de vista tecnológico estamos afectados de
hecho, por algunos de los fenómenos que han dado lugar a
la irrupción de lo posmoderno en los países
"centrales".

Estamos afectados por fenómenos que han producido
el efecto posmoderno, aunque la cobertura social del caso sea
menos general, y la interpretación o conciencia social del
mismo se articule con situaciones diferentes de aquellas que
hacen a las sociedades avanzadas.

Otro hecho tener en cuenta es que en nuestras sociedades
ha llegado directamente la influencia de la cultura posmoderna,
como modo de vida, y también como estilo artístico
y posición teóricas en ciencias sociales y
filosofía. Los jóvenes se han investido del modo de
vestir, el paso de baile, la música de los países
centrales. Pero como el hombre no es otra cosa que sus
relaciones, es decir, sus influencias. Nos guste o no, los
jóvenes que se reconocen en el rock son tan
nacionales como aquellos que gustan de la tonada o el tango; la
mayoría de ellos no salió nunca de la Argentina, y
es dentro del país donde asimiló como propias estas
manifestaciones culturales. No hay ya una cultura nacional a la
que asimilarse, sino una multivocidad de subculturas según
zonas geográficas, clases
sociales, edades cronológicas, niveles de
escolarización. Sin duda los jóvenes, los
intelectuales, y personas de clase media y media alta han
recibido de manera directa influjos de la cultura posmoderna
impuesta en los países del capitalismo desarrollado. Y,
como sucede con toda apropiación, no han copiado nada,
sino que habrán reconfigurado sus representaciones previas
combinándolas con la nuevas, y recomponiendo a
éstas a su vez. Habrá que insistir en que lo
"nacional" también puede sustentarse en una
configuración propia de insumos no-nacionales.

En lo que hace a las posibilidades del progreso en el
bienestar y el consumo, del aumento de la productividad y el
aumento de las posibilidades redistribucionistas, hay que admitir
que la cuestión de la deuda ha segado todas las ilusiones.
Latinoamérica va hacia atrás. Si se paga la deuda
habrá miseria creciente, si no se la paga las represalias
económicas y políticas implica también
miseria creciente, aunque con otra perspectiva de futuro, y una
alta conflictividad social y política en el presente.
Muchos jóvenes advierten que no tienen futuro en nuestros
países, que el esfuerzo de estudiar no asegura recompensa
para quien finaliza una carrera universitaria, que, en fin, "todo
da igual". Esta mentalidad de desesperanza y "dejar pasar", de
admitir que hay que concentrarse en el momento porque el futuro
no promete, es paradójicamente similar a la de los que
practican el hedonismo frente al hartazgo de posibilidades
ofrecidas, o por debilidad, dado que ha vivido en una sociedad
que todo lo otorgó. El "efecto" es muy similar:
individuación, falta de solidaridad,
ausencia de tecnología, aferramiento al presente,
desencantamiento del mundo.

No somos ajenos a la posmodernidad en el subcontinente.
El fenómeno está entre nosotros, aunque su
presencia se mezcle con los hechos y posiciones que devienen del
campo de "modernizadores" y de "antimodernos".

Antes de ingresar en la cuestión de
modernización, convendrá hacer referencia a la
problemática de la modernidad latinoamericana.
¿Somos o no modernos?. En buena medida coincidimos con las
tesis expuestas por Brunner y las de un artículo de G.
Yúdice: la modernidad latinoamericana ha sido una
modernidad "sui generis". Naturalmente se trata de una modernidad
"inconclusa", pero si quitamos todo principio finalístico,
habrá que señalar que más bien ha sido
heterogénea: es decir, que ha tenido cumplimientos
diferenciados según diversos sectores sociales. Esta
heterogeneidad, posible por los amplios sectores sociales no
concernidos directamente por la lógica del empleo y los
servicios en el capitalismo dependiente, da lugar a un amplio
margen de "modernidad sui generis".

También puede afirmarse que nuestro subcontinente
asumió forma jurídicas e institucionales que se
correspondían con el desarrollo económico de los
países europeos, pero no con el propio. De manera que
nuestra modernidad en este aspecto es particularmente "coja": no
ha cubierto del todo la ruptura entre moral, arte y
ciencia que Habermas señala a la salida del sistema
feudal.

Podemos hacer nuestra la afirmación de que
"nuestro subcontinente parece estar atravesado por las cualidades
y consecuencias de una modernidad que fue aquí menos
emancipatoria y mucho más trunca, y por trazos de
posmodernidad que gestan valores sobre
bases seguramente diferenciales de las del primer
mundo"

La modernización como
búsqueda

La cuestión de la "modernización" ha sido
la referida al cumplimiento de la "ultima etapa" de la modernidad
y la secularización y tecnologización que le
serían inherentes, según la idea implícita
de que hay "una" modernidad. Se trata, por los partidarios de la
modernización, de imponer ciertas normas
"universales" de la racionalización hasta sus
últimas consecuencias en lo económico,
tecnológico, político y cultural.

Por tanto, la modernización no pretende la
"entrada a la modernidad", lo cual sería hoy obviamente
extemporáneo, sino el cumplimiento de sus posibilidades
máximas, el impulso para la realización de tales
posibilidades en sociedades en que ellas no se han verificado, y
donde hay evidentes obstáculos para ello.

A quienes proponen la modernización suele
llamárselos "posmodernos", probablemente porque han
renunciado a la noción de revolución social, y en
esto coinciden con el talante "blando" posmoderno. Pero la
equiparación es errónea, en cuanto la posmodernidad
parte de la apuesta fuerte por la pluralidad social y
multiplicidad de lenguajes, mientras la de modernización,
de la funcionalización de la sociedad como sistema
regulado. La primera desconfía de la razón, la
segunda es una propuesta de racionalización "progresiva" y
teleológica de corte tradicional. La primera asume frente
a la tecnología una resignada distancia, la segunda la
reivindica como fuente de superación en lo
económico y cultural.

Es en el plano de lo político donde se ha dado la
discusión sobre la modernización de una manera
más acabada. Si bien algunos han enfatizado lo
tecnológico y sus consecuencias para el desarrollo
económico, los desarrollos más acabados y
conceptualizados se dan en torno a la relación entre
sistema político y modernización en el plano de la
cultura.

Si por una parte, la sola tecnología no alcanza
para salvar nuestra economía,
¿tendremos que aceptar que resulta "indiferente" para
nuestra situación económica? Cuanto mayor sea la
brecha tecnológica con los países centrales,
¿mejor nos irá?. ¿Esperaremos a las grandes
reformas sociales y a los programas
epopéyicos para reformular nuestra pobre política
en lo tecnológico?

El debate más interesante es el que se dio en
relación con la cuestión político –
institucional, fue en la Argentina el mas activo en la promoción de la
modernización.

La "aplicación práctica" de la
cuestión de la modernización debiera pensarse no
abarcando a la totalidad de la gestión
de gobierno, sino
sólo en relación a lo institucional, a lo cual se
atuvo principalmente.

La propuesta se trataba de eliminar los comportamientos
"irracionales" y autoritarios, o hacerlos residuales y
controlables, a fin de permitir un sistema político
democrático estable.

Hecho este diagnostico, se impone entonces favorecer e
impulsar un proceso de racionalización progresiva de los
comportamientos sociales y políticos: esto sería la
modernización. Impulsarla sería propender a una
mentalidad más pragmática y tolerante, menos
principista y "dura"; en esto colaborarían modificaciones
material-económicas y la insistencia de la pluralidad, el
consenso, la "laicización" de la discusión
pública sin principios absolutos ni verdades supuestamente
trascendentales.

Ésa es la propuesta, sintetizada en extremo. A
ella se opondrían, esperablemente, los sectores
políticos más conservadores y las instituciones
de discurso
"duro".

La problemática debiera ser siempre "situada".
Ciertas respuestas desde la izquierda y el peronismo se
mantuvieron en la negación tradicional en base a los
dogmas preestablecidos, o a intentos de discusión
teórica donde se niega la pertinencia del problema como si
no pudiera pensarse qué tiene que ver la
modernización con la dependencia, si ambas no pueden ser
problemáticas articuladas.

Del
mundo de la bipolaridad al mundo de la
globalización

Una mirada a la segunda mitad del siglo
XX

Es posible percibir el peso de la densa trama de esta
etapa de la historia humana. El siglo XX aparece estructurado
como un tríptico: una primera etapa que transcurre entre
1914 y el fin de la segunda guerra
mundial; un periodo de aproximadamente cuarto de siglo desde
1945 y el último cuarto de siglo.

Durante la segunda mitad del siglo XX hemos tenido la
oportunidad de asistir al desarrollo de un proceso que se
inició con el surgimiento de la estructura
bipolar al finalizar la segunda guerra
mundial.

La partición del mundo en dos
campos

La segunda guerra mundial
marcó una ruptura significativa en el campo de las
relaciones
internacionales; sucede un régimen caracterizado por
la bipolaridad y el surgen las
superpotencias.

Entre 1945 y 1955 se configura lo que se denominó
guerra fría. Esto implicó la adopción
de la política de la contención en Estados Unidos y
el control de los países de la Europa Oriental por parte
de la Union Sovietica.

Durante la realización del XX Congreso del PCUS
(1956) Nikita Kruschev anunció una política de
coexistencia pacífica entre las sociedades
comunista y capitalista, pero esto no significó la
desaparición total de los conflictos.

Al comenzar la década del 70 la
administración de Nixon inaugura el periodo de la
détente o distensión. A esta altura,
el sistema internacional presentaba modificaciones que lo
volvían diferente de la bipolaridad estricta de los
años 50: La Union Sovietica se encontraba más
consolidada, China se
presentaba como un poder en el este asiático, Europa y
Japón
se convertían progresivamente en los competidores
económicos más importantes de los Estados
Unidos.

La administración Carter adhirió, en un
primer momento, a la política de distensión, pero
sobre el final de la década algunos acontecimientos
hicieron que se retomara el principio de
contención.

La década del 80, pues, se inició con la
crisis de los lineamientos de la política internacional
sostenidos durante los años 70.

El gobierno republicano (Ronald Reagan 1981) pone en
marcha un conjunto de concepciones que contemplaban el
retorno de la guerra fría y una
relación estrecha entre los intereses de la
economía y la seguridad.

Sin embargo, el desarrollo de algunos acontecimientos
evidencian la imposibilidad de revivir la guerra fría en
su plenitud.

La URSS fronteras adentro

Durante el estalinismo la Unión Soviética
logró llevar a cabo su industrialización a marcha
forzada logrando nivelarse hacia los años 40 con el mundo
occidental. Luego de la segunda guerra mundial emprende una nueva
carrera destinada a equipararse en poderío militar a la
superpotencia rival.

Pero la magnitud del esfuerzo militar estaban minando
sus propios cimientos económicos.

A comienzos de los años 70, la URSS comienza a
sufrir un proceso de desaceleración de su ritmo de
crecimiento, un aparato reproductivo envejecido requería
de inversiones
masivas que los gastos militares
hacían /imposibles.

El proceso de desarme

Desde la década de los 60 y 70 venían
produciéndose negociaciones
soviético-norteamericanas en torno al armamento
nuclear.

En 1987 Ronald Reagan y Mijail Gorbachov firman el
tratado de Eliminación de Armas Nucleares
de Alcance Intermedio (INF), en noviembre de 1990 se establece la
reducción de fuerzas convencionales en Europa, en 1991
ambas potencias eliminan el 30% de sus armamentos nucleares
(START1), en enero de 1993 (START II) reducen en los tercios las
armas nucleares estratégicas de ambas
superpotencias.

Es notable la concentración de iniciativas y
concreciones en el terreno del desarme que cubren la
década del 80.

La crisis económica en la URSS y una serie de
acontecimientos y factores internos y del sistema internacional
en relación con Estados Unidos crean las condiciones para
que la iniciativa soviética de desarme cristalice y
origine un giro en las relaciones internacionales.

Acerca del orden económico
internacional

La noción de economías occidentales nace
en 1948/49 cuando el occidente de Europa queda incluido dentro
del orden económico liberal y el este europeo pasa a
integrar el COMECON.

Dentro del campo occidental, reconstruir ese orden
económico liberal constituyó una de las prioridades
de la segunda posguerra.

En la conferencia
Monetaria y Financiera de la ONU (1944) se
acordaron las reglas de juego de
funcionamiento de la economía en el terreno
internacional.

Allí se estableció un sistema de
convertibilidad en dos niveles: por un lado entre el dólar
(convertido en divisa clave) y el oro y por el
otro, entre el dólar y las demás monedas
(denominadas como divisas
periféricas).

Se creo un fondo de ayuda mutua (fondo Monetario
Internacional).

Este orden, conocido como Bretón Woods, se
apoyaba en el oro, pero, además, consagraba el papel
central del dólar.

Durante toda la década del 50 y hasta mediados de
los 60 Estados Unidos era dueño del 50% del producto bruto
mundial.

Esta etapa corresponde al periodo denominado "la edad de
oro" y es globalmente considerada de enorme expansión.
Este panorama se vera progresivamente modificado hacia fines de
la década de los 60. A esta altura, el valor total de los
dólares en el mundo excede al del oro depositado en la
Reserva Federal y esto produce el fin de la paridad fija entre el
oro y el dólar en 1971, y el oro va desapareciendo del
sistema.

La duplicación de los precios del
petróleo en 1973 y 1974 sumó un
elemento mas a la crisis, llevo a primer plano la conciencia de
la dependencia de los países industriales y afectó
principalmente a estos últimos, llevó a una
revaporización del mercado y a una
retracción de la presencia del Estado.

Los datos que
constituían el mundo de posguerra poco a poco han ido
desapareciendo o relativizándose.

Nos encontramos pues, en los 90 con el "mundo de
la
globalización"
.

Características de estas
décadas:

Los años sesenta y primeros de los
setenta:

Etapa de progreso y optimismo, se impulsaron en muchos
países cambios estructurales.

Los años ochenta:

La brusca desaceleración del crecimiento
económico condujo a un aumento de las tasas de
inflación y a un incremento de la deuda
pública y del desempleo.

La incertidumbre sobre el futuro, la reducción de
los niveles de ingreso, la prolongación de la esperanza de
vida, los cambios en la estructura familiar y el incremento de
los movimientos migratorios entre los países fueron
algunos de los rasgos que caracterizaron este periodo.

Aproximaciones al fenómeno de la
globalización

La idea de globalización remite al análisis del
sistema internacional y al campo académico de las
relaciones internacionales.

Análisis descriptivo

Un primer fenómeno claramente perceptible es el
volumen y
complejidad de los flujos de información, de capitales, de bienes, de
personas y de ideas que recorren con extraordinaria facilidad y
rapidez el planeta.

La capacidad de la tecnología de las
comunicaciones hace posible lo que no hasta hace mucho tiempo era
impensable.

Las empresas
transnacionales (ET) se convierten progresivamente en las
principales protagonistas de la economía
mundial.

Un segundo fenómeno es la conformación de
grandes espacios económicos:
regionalización. La actividad económica
mundial se concentra cada vez más en tres grandes
áreas: Asia,
América del Norte y Europa.

Dos cuestiones aparecen vinculadas con la
regionalización. La primera tiene que ver con el
interrogante acerca de quienes inducen los procesos de integración regional; la segunda se refiere
a la posibilidad o no de compatibilizar dos procesos
(regionalización y globalización)

Toru Yanagihara afirma que la economía mundial se
caracterizará durante el próximo siglo por la
coexistencia del globalismo y el regionalismo.

Hoy se habla de dos macro regiones geopolíticas:
la región incluida y la región
excluida
del modelo de desarrollo globalizado.

En el terreno de la ideología puede observarse
una revalorización de las concepciones
liberales
tanto en el sector de la economía como
en el de la política, el sistema internacional ha
experimentado importantes transformaciones.

Por otra parte, de un sistema internacional en el que el
estado era el protagonista, se está transitando a uno
donde las organizaciones
subnacionales y no gubernamentales adquieren
protagonismo.

El fenómeno de la globalización relativiza
el concepto de frontera y las
posibilidades de control efectivo del estado nacional.

En torno a la interpretación

Podemos distinguir entre las interpretaciones que
restringen al fenómeno de la globalización al
terreno de lo económico y aquellas que engloban en
él un conjunto más amplio de los
aspectos.

Entre quienes realizan un análisis puramente
económico se encuentra la Dra. Diana Tussie. Su
análisis indica que en los años 80 se plantea una
ruptura que hace posible la distinción entre la etapa de
la internacionalización de la de la
globalización.

Características de la
internacionalización:

  • El factor catalítico de la economía
    internacional era el comercio
  • Existía la inversión
    extranjera pero no integraba mercados
    sino que los segmentaba
  • La principal fuente de flujos de capital era
    Estados Unidos
  • Las tres cuartas partes del comercio
    mundial y de la inversión extranjera se llevaban a cabo
    entre los países centrales.

A partir de los 80 el factor catalítico ha dejado
de ser el comercio y ha pasado a ser la inversión.
Esta inversión está preocupada por la
reducción de costos e
incorpora a la inversión productiva a todos los
países buscando la optimización de los factores
de producción.

Japón y Europa también son flujos de
capital, hay un cambio en la participación relativa de
la periferia en la economía internacional (
del 25%
pasa a un 40%)

La globalización avanza de dos maneras: por
extensión y por profundización.

Luciano Tomassini, cree que no se trata de una
fenómeno puramente económico, dice que la
globalización es la difusión e integración a
trabes de las sociedades nacionales de las formas de
producción, de los procesos tecnológicos, de los
movimientos de capital, de la forma de organización de los
mercados, del diseño
organizacional y gerencial de las empresas y otras instituciones
públicas y privadas, de la forma de vida urbana familiar e
individual, de los intereses de la juventud o
la mujer en la
sociedad, etc.

Tomamos un ejemplo de un recorte periodístico del
año 2000 que nos demuestra que es lo que se
aprendió sobre la globalización apuntada los
proceso del mercado y la economía.(Ver ANEXO 1)

Dice también que es importante distinguir entre
fenómenos situados entre otros momentos históricos
como la internacionalización (principios del siglo XVI) y
la transnacionalización (en la segunda mitad de la
década del 60).

Raúl Bernal-Meza (analista en relaciones
internacionales) ve a estos dos conceptos como los "generadores
de las bases de la globalización de hoy".

Define a la globalización como un
paradigma:"como tal expresa un marco conceptual,
ideológico, interpretativo. Es una determinada
visión del mundo"

Características de los años
90

La internacionalización de la economía
esta transformando las relaciones sociales, la cultura y los
valores dominantes de acuerdo con los valores de la
economía de mercado.

La globalización de la
comunicación y de la información

El desarrollo científico y
tecnológico

La desaparición de las barreras entre las
naciones y el atractivo de los países desarrollados
están producciones o movimientos migratorios de enormes
repercusiones

Cambios demográficos y familiares como el aumento
de la esperanza de vida, disminución de la natalidad,
envejecimiento de los trabajadores empleados, incremento de las
familias monoparentales y la creciente incorporación de la
mujer al mundo
del trabajo.

La diversificación del empleo

El mantenimiento del desempleo

El pluralismo ideológico y moral de la
sociedad

Parece más cercana a la realidad una
interpretación amplia del fenómeno de la
globalización.
Sin duda la globalización abarca
también fenómenos de orden político y
cultural de los cuales es preciso dar en cuenta.

Es un fenómeno ineludible y complejo en el
cual estamos inmersos, frente al cual los Estados deberán
articular determinadas estrategias, es
un proceso signado por marchas y contramarchas, con sus
limitaciones y consecuencias no deseadas.

Globalización significa la perceptible perdida de
fronteras del quehacer cotidiano en las distintas dimisiones de
la economía, la información, la ecología, la
técnica, los conflictos transculturales y la sociedad civil,
y, relacionada básicamente con todo esto, una cosa que es
al mismo tiempo familiar e inasible, que modifica a todas luces
con perceptible violencia la
vida cotidiana y que fuerza a todos a adaptarse y
responder.

El dinero, las
tecnologías, las mercancías, las informaciones y
las intoxicaciones
"traspasan" las fronteras, como si estas no existieran. Inclusive
cosas, personas e ideas que los gobiernos mantendrían, si
pudieran, fuera del país consiguen
introducirse.

Así entendida, la globalización significa
la muerte del
apartamiento, el vernos inmersos en formas de vidas
transnacionales a menudo no queridas e incomprendidas o –
tomando prestada a la definición de Anthony
Giddens*
-actuar y (con)vivir superando todo tipo de
separaciones (en los mundos aparentemente separados de los
Estados Nacionales, las regiones, las religiones y los
continentes).

*A. Giddens,Jenssits von links und Rechts;
op.cit.,pags.23 y sigs.

LOS
MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN

Los medios masivos de comunicación son una
herramienta, que permiten mantener a todo el mundo informados de
lo que pasa a nivel nacional o internacional. Se trata de canales
que nos entregan información, noticias e imágenes
sobre cómo es el mundo en que vivimos. En las sociedades
modernas, que necesitan estar en constante contacto y enteradas
de todo lo que sucede, los medio se comunicación son
fundamentales. Se cree que no se podría vivir de la misma
manera que lo hacemos, sin ellos.

Son muchos, pero los más masivos y con más
llegadas al público son la prensa, la radio,
la
televisión y en último tiempo se ha integrado
también a este grupo Internet. Entre estos medios
se ha formado una jerarquía. Un ejemplo con una noticia
cualquiera es: la radio cuenta la
noticia, la televisión
la muestra, la
prensa la comenta e Internet presenta las alternativas de
interpretación no oficiales. Con lo que se demuestra que
los medios masivos de comunicación se complementan entre
ellos.

Tienen cada vez más influencia en la vida como
formadores culturales y determinan parte de nuestras ideas,
hábitos y costumbres, debido a que nos muestran a diarios
"ejemplos" de lo que es el estilo de vida actual.

Se les critica a éstos medios masivos de
comunicación de hacer de la violencia algo cotidiano y
normal en la sociedad, desculturizar con programación sin importancia, en la
televisión y en la radio, y
artículos en la prensa, y desintegrar la unidad familiar
entre otros problemas.

Se les acusa también de manipular el pensamiento
del público con ideas política, económicas,
etc. de un interés particular.

Pueden crear pasividad en los usuarios, con lo que
influyen más fácilmente enlos pensamientos de las
personas y pueden imponer actitudes
superficiales y consumistas en ellas.

Podrían, por un lado, ayudar a culturalizar a las
personas, pero por otro lado pueden mostrar una cultura
superficial, rutinaria y consumista.

Así como se pueden usar los medios para entregar
mensajes, por ejemplos de personas o productos,
también se pueden dar mensajes que puedan ayudar a la
gente que oye o ve, sobre temas sociales para tratar de
solucionarlos, por ejemplo, mensajes sobre no consumir drogas o ahora
último sobre la prevención del cigarro en los
jóvenes. Estos avisos pueden generar actitudes positivas
para hacer caso a los avisos que se dan.

LOS MEDIOS

La Prensa

Durante el siglo XIX hasta el principio del siglo XX el
medio de comunicación más importante, y casi el
único, fue la prensa, porque no existía otro medio
capaz de competir con ella. Llegaba a todas las clases sociales
desde la gente rica a la gente menos adinerada. Después de
algunos años, a los diarios se información se le
sumaron también revistas económicas y financieras,
culturales, deportivas, para niños,
etc. Por eso se hizo aún más masiva y pudo alcanzar
a un público que no le interesaba sólo leer
noticias, sino que quería saber almo
más.

En el último tiempo, la prensa, ha aprovechado
Internet, para crear diarios con elementos que no se
podrían incluir en el papel, como videos y sonidos. Esto
crea una ventaja para el lector. Incluso hay diarios que son
sólo virtuales y no se publican impresos.

La Radio

Apareció a mediados de los años veinte y
se generalizó entre los años cuarenta y cincuenta
con la invención transistor. En
esos años era igual sentarse frente a la radio y escuchar
las noticias, también la radionovela, como en la
televisión ahora. Luego comenzó a decaer en los
años sesenta con la llegada de la
televisión.

Con la expansión de la frecuencia modulada y de
la estereofonía se crearon nuevas emisoras sin riesgo de
interferencia entre ellas, con lo que aumento su numero y algunas
se especializaron en distintos temas.

La televisión

Aparece un tiempo después de la segunda guerra
mundial. Hace lo mismo que la radio, informa, entretiene, etc.,
pero incluye la imagen para hacer más atractivos los
mensajes. Se posiciona como el medio masivo más usado y
preferido hasta el día de hoy.

Internet

En la década de los setenta, cuatro universidades
norteamericanas se unieron para crear lo que ahora conocemos como
Internet, a partir de un proyecto del Departamento de Defensa de
Estados Unidos.

Internet facilita la posibilidad de recibir datos
precisos de cualquier tema y en cualquier lugar del mundo en
forma casi instantánea. Es como una mezcla entre los otros
medios ya que combina un estilo como el de la prensa ( texto con
imágenes) con sonidos y videos. Además por
éste medio se puede interactuar con otras personas en
tiempo real. Por esos motivos este medio se está haciendo
popular muy rápidamente.

INCIDENCIAS DE LA GLOBALIZACIÓN EN LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Donde más se nota el fenómeno de la
globalización es en los cambios que se han producidos en
los últimos años en todo lo relacionado con los
medios masivos de comunicación.

La globalización se revela en lo comunicacional
como una tendencia hacia el establecimiento de una cultura
global. Mensajes masivos, uniformes, estandarizados, son
recibidos en el mismo momentos por personas diferentes, en
distintos lugares del mundo.

Hoy los mensajes son generados y manipulados en un lugar
ajeno, por personas ajenas y con intereses ajenos a la comunidad
que los recibe.

Se está produciendo un vertiginoso proceso de
centralización y monopolización de
los medios de
comunicación.

Como consecuencia de esto nos encontramos con una serie
de problemas: el primer problema es, entonces, como resguardar
nuestra identidad social y cultural, dentro de un mundo
mediáticamente globalizado. Un segundo tema, ligado al
anterior, es el de la creciente influencia de los medios en la
sociedad, en la política y en las
instituciones.

El circuito mediático está conformado por
las empresas, los medios y el público. Pero en él
se producen numerosas interferencias. Las empresas generan
mensajes, pero reciben presiones del poder económico y del
poder político; el público, por su parte, recibe
esos mensajes ya manipulados, pero genera, al mismo tiempo
demandas a través del consumo.

El fenómeno globalizador incide de manera
decisiva en la realidad económica, política y
social de las naciones, pertenezcan estas al grupo minoritario de
los países que sufren el atraso y la insatisfacción
de sus necesidades.

La industria de
los medios de comunicación no escapa a esta realidad,
provocando una situación nueva desde el punto de vista de
la comunicación.

Esta nueva forma de establecer contacto, obliga a
replantearse el diseño de las pautas comunicativas. El
neoliberalismo
ha impuesto la tecnoburocratización de las decisiones y
avanza hacia la uniformidad internacional. De esta manera, todo
aquello que en las sociedades está sujeto a debate, se ve
soslayado o reducido por presiones relacionadas con factores
económicos; pareciera que las sociedades se planifican
desde instancias inalcanzables y que lo único accesible
son los bienes y mensajes estandarizados que llegan a los hogares
de los ciudadanos.

Como contrapartida, la globalización provoca que
el público, lejos de tener libertad de elección, se
encuentre ante una gran cantidad de medios que ofrecen el mismo
producto comunicativo; en otras palabras, podemos hacer zapping
por decenas de canales televisivos o recorrer todas las
estaciones de un dial y comprobaremos fácilmente que la
programación no difiere demasiado entre uno y otro medio,
poniendo de manifiesto la ausencia de alternativas –salvo
en casos excepcionales-.

Otro tema relacionado con el público, siempre en
el marco de un mundo globalizado, es que éste dista mucho
de ser uniforme y, por el contrario, conforma un conjunto con un
solo denominador común: recibir el mismo texto, a la misma
hora, por idénticos canales. Pero allí terminan las
similitudes y comienzan las diferencias profundas e
insospechadas. Todo parece indicar que el propio mercado de
consumo ha generado su propia tensión sin estar preparado
para ella. Esta tensión se manifiesta en el avance del
individualismo; es decir que el propio mercado de consumo ha
exacerbado el individualismo en forma tal, que se encuentra hoy
ante una multiplicidad de demandas que no puede
satisfacer.

Esta situación indica que estamos ante una
complejidad creciente de audiencias. Esto constituye una
cuestión de fondo que se manifiesta de manera distinta,
con ritmos distintos, en distintos sectores del mercado de medios
de comunicación. En otras palabras: los públicos
sé complejizan cada vez mas y la relación con los
medios parece fragilizarse día a día, adquiriendo
el carácter de inestable.

Por otra parte, la identidad ya no se define tanto por
cuestiones históricas, sino que se configura mas bien en
el consumo, depende de lo que uno posee o es capaz de llegar a
apropiarse. Esto hace que las características de cada
comunidad vayan variando, con ayuda de las nuevas
tecnologías aplicadas, dando como resultado una
comunicación más extensiva e intensiva entre las
sociedades.

Toda la información que se produce a partir de la
globalización, rompe las fronteras culturales que se
habían consolidado, sobre todo, a través de la
transmisión familiar. La transnacionalización de lo
local y la incidencia de otras culturas, genera una nueva
cultura, globalizada, de mercado y consumista, a la que se hace
imprescindible ubicar en el marco de la construcción de
significados en el colectivo social.

A través de los medios de comunicación,
las señales
civilizatorias globalizantes circundan el planeta al segundo,
generando nuevos imaginarios colectivos. Pero la ecuación
fundamental a resolver se sitúa, sin dudas, en el nivel
del poder.

Los discursos, están articulados sobre los
modos de
producción y reproducción socio históricas, lo
cual incide decisivamente en la emisión o recepción
de un mensaje. La globalización no es ingenua, si bien
responde a una dinámica intrínsica del sistema
productivo, en el plano sociopolítico sabemos que tiene
claras hegemonías. Hoy podemos observarlo con claridad en
la siguiente secuencia: concentración del capital,
concentración de poder económico,
concentración del poder mediático.

Lo que merece un debate profundo, entonces, es
plantearnos qué política de medios elaboramos
frente a este dato de la realidad. Se impone preguntarnos si es
el estilo neoliberal de globalizarnos el único, o el
más satisfactorio.

Los medios masivos de comunicación tienen cada
vez mayor poder y tienen una influencia creciente en la vida
política nacional. No solo generan opinión y marcan
tendencias, sino que muchas veces imponen los temas de la agenda
política e inciden en el funcionamiento de las
instituciones.

Sin dudas, el principal problema que plantea la
globalización se relaciona directamente con los monopolios
y oligopolios informativos. Sabido es que, por un lado, la
concentración mediática provoca una merma en las
programaciones locales, en detrimento de la difusión de la
cultura y las tradiciones de cada comunidad. Por otra parte, el
avance de la centralización ha puesto en riesgo numerosas
fuentes de
trabajo de técnicos, empleados y profesionales de los
medios de esas poblaciones, fundamentalmente del interior del
país.

Según la UNESCO, el vertiginoso desarrollo
tecnológico tiende a tornar obsoleta cualquier medida
antimonopólica. Esta situación se agudiza en los
países empobrecidos, donde la lucha por el derecho humano
a la información se da conjuntamente con otras luchas
relacionadas con la necesidad de hallar soluciones
para millones de personas azotadas por la pobreza, el
analfabetismo
y el desempleo.

Elaborar una política y una legislación
que garantice el acceso a la información y el pluralismo,
es una de las tareas impostergables para la elaboración de
un nuevo proyecto de Nación
para el presente siglo.

La globalización y la
televisión

La irrupción del sistema satelital en la
Argentina ha tenido mayor desarrollo a partir de la década
del ´80. Sin embargo, el impacto permanente de los cambios
vertiginosos relacionados con la concentración de los
medios de comunicación y, en especial de la
televisión, ha provocado perjuicios en lo
económico. Este fenómeno provoca una consecuencia
casi imperceptible pero que nos llevan a modificar y perder
nuestras herencias culturales como producto de los cambios de los
mensajes que se emiten. Por ejemplo, Halloween que
es una celebración extranjera que ya hace varios
años que se celebra en nuestro país como una fiesta
autóctona.

Por la necesidad de ver algo diferente y de reemplazar
el canal abierto como única señal posible se
generaron nuevos empleos: unas 1.600 pequeñas empresas de
video cable nacieron a partir de las necesidades de la gente. Es
por eso que podemos decir que en nuestro país no hay
herencia
cultural posible.

La concentración llegó a los medios de
comunicación de tal modo que tres o cuatro empresas poseen
los canales de cable de todo el país. De ésta
forma, han logrado acaparar todo, no sólo desde el punto
de vista económico, sino también desde lo
funcional.

Con el levantamiento de los troncales (que son los que
permiten la emisión individual) desaparecieron los
espacios locales de difusión y se dio paso a un proceso de
terciarización ligado a la globalización, es
así que se despersonalizan los contenidos de
emisión.

Otro tema importante es el referido a la
legislación. Si la ley 22.285 de
radiodifusión no ha sido modificada, es porque los
sectores que tienen que sentarse a la mesa para ponerse de
acuerdo, aún no lo han hecho. Siempre se toman como
ejemplo medios de comunicación estatales como la RAI y la
BBC de Londres, pero deberían prestar más
atención a casos más cercanos como la
Televisión Nacional de Chile o la época de oro de
ATC (Argentina televisor a color). Esto
significa que hasta en las democracias más avanzadas, la
mayoría de las emisiones estatales, no renuncian a la
cuota de contenido nacional.

El tema de los contenidos es una cuestión
prioritaria y debe estar señalado en una ley que haga
comprender al Estado Nacional que ATC debe estar regido por su
propia normativa y debe poseer se propio esquema de
funcionamiento.

En términos generales, éste
fenómeno de globalización –que en los medios
masivos comenzó con la televisión pero que se
extenderá- va a profundizar la brecha entre los que pueden
acceder y los que no.

Democracia amenazada, medios bajo
observación

"La democracia
consiste en poner bajo control el poder político. Es
esta su característica esencial. En una democracia no
debería existir ningún poder no controlado.
Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido
en un poder político colosal,
se podía decir
que potencialmente, el más importante de todos, como si
fuera Dios mismo quien habla. Y así será si
continuamos consintiendo el abuso
. Se ha convertido en un
poder demasiado grande para la democracia.
Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin
al abuso de ese poder… Creo que un nuevo Hitler
tendría, con la televisión, un poder
infinito."

Karl R Popper (1902-1994),
filósofo social y político austriaco

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