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Efectos de la violencia en los medios de comunicación (página 3)



Partes: 1, 2, 3

La que formulaba Sir Karl Popper en
1994 no es una advertencia cualquiera. La democracia
contemporánea ha creado complejos sistemas de
participación, representación y contrapesos. El
sufragio es la
fuente originaria del consenso y junto con él, tanto para
garantizarlo como para supervisar el desempeño de los gobernantes y
representantes así electos, existen instituciones,
organizaciones
y reglas que forman parte del entramado tanto estatal como de la
sociedad.
Pero algo fundamental ha quedado fuera de las han alcanzado
tal influencia que no sólo complementan, sino a veces
inclusive sustituyen a la política.
instituciones y en muchas ocasiones más allá de las
leyes:
los medios de
comunicación.

La preocupación del austriaco Popper se
dirigía específicamente a un medio de comunicación: "una democracia no puede
existir si no pone bajo control la
televisión o, más precisamente, no podrá
existir por mucho tiempo cuando
el poder de la
televisión
se descubra plenamente",
decía en ese
ensayo.
Quizá el diagnóstico de Popper haya sido
tardío –aún no sabemos si su advertencia
también lo fue–porque para entonces, al menos en el
terreno de la política, los medios
electrónicos desde hace rato han sido imprescindibles
y cada vez más dejan de ser instrumentos, para convertirse
en actores de los procesos
políticos, con agendas e intereses propios.

Novedades y limitaciones en la sociología de la
comunicación

La interacción entre política y
medios, es tan
evidente como intensa en nuestros días. Una y otros, se
complementan e incluso llegan a sustituirse. Los espacios
privilegiados de los partidos y los dirigentes políticos
para el proselitismo y el afianzamiento de sus posiciones en las
sociedades
modernas, son sin lugar a dudas los medios de
comunicación.

El ingrediente comunicacional o, para decirlo de otra
manera, el papel de los medios, aún es soslayado en la
mayor parte de las explicaciones acerca de las transformaciones
políticas e incluso en el estudio sobre la
cultura
política en las sociedades latinoamericanas.

La sociología de los medios de
comunicación es una disciplina
relativamente nueva en nuestro país, aún sin un
bagaje teórico suficientemente sólido ni apuntalado
en experiencias abundantes. Apenas desde hace pocos años
(a mediados de la década de los ochenta, cuando muy lejos)
se ha empezado a estudiar a los medios tomando en cuenta su
interacción con la sociedad, más allá de las
disecciones ideológicas o incluso semánticas de sus
contenidos y mensajes. Esa condición relativamente nueva
del estudio de los medios desde una mirada sociológica,
implica limitaciones y necesidades peculiares: el contexto y la
atención para ese tipo de investigaciones
resulta escaso, la metodología es casi inexistente y la
atención académica a los resultados de ese trabajo
todavía es precaria.

El estudio de los medios de comunicación en
América
Latina, si bien reciente, ha avanzado con lentitud en la
exploración de vertientes capaces de rescatar la
complejidad, al mismo tiempo que la especificidad, de los
procesos de comunicación en las sociedades
contemporáneas.

La descripción de las tecnologías
nuevas (sistemas de cable y satélites,
video
grabaciones y fibras ópticas, etcétera)
llamó la atención por las posibilidades que
ofrecían para ampliar el número de emisores y
así, como opciones a la democratización
mediática.

Ya no se escribe y opina sobre los medios solamente a
partir de la interpretación subjetiva del investigador,
o con apoyo nada más en recuentos históricos y en
materiales
hemerográficos sino, junto con ello, parece haber una
clara tendencia al empleo de
otros soportes analíticos (encuestas,
estudios de audiencia, medición de espacios,
etcétera).

Las corrientes metodológicas y el significado
teórico de las investigaciones realizadas, no han sido del
todo específicas. De hecho, puede decirse que aún
están construyéndose los paradigmas
capaces de explicar el comportamiento
de los medios y sus interacciones en y con la sociedad. Ese
proceso no es
sencillo, pero siempre resulta fascinante, debido al carácter mudable y dinámico de los
sujetos de su estudio: quizá no hay actores sociales tan
cambiante como los medios de comunicación, cuyos rasgos
formales y cuya influencia entre los públicos se modifican
o incrementan constantemente.

Ese auge reciente en los estudios de sociología
de la
comunicación, permite reconocer la complejidad de los
procesos en virtud de los cuales los medios actúan para
reforzar, propiciar o reorientar comportamientos
específicos en grupos
sociales. Los medios no actúan de manera mecánica, ni las decisiones a su interior
suelen estar propiciadas por motivaciones simples. Esa
complejidad, es preciso reconocerla para eludir la
tentación de arribar a conclusiones apresuradas. El
análisis del comportamiento
específico de los medios en coyunturas peculiares,
tendría que estar enmarcado en esa diversidad de
tensiones, intereses y costumbres que definen las decisiones en
las empresas de
comunicación.

Conforme se desarrolla y entonces se diversifica, el
estudio de los medios tiende a reconocer esa multiplicidad,
aunque no siempre es sencillo. El prestigiado investigador Mauro
Wolf explicó, al respecto: "De la exposición
de las principales características y resultados de los
estudios sobre la producción de la información, podemos concluir que este tipo
de análisis ha evidenciado claramente, por un lado, la
complejidad de los elementos en juego, y por
otro las determinaciones estructurales de la cobertura
informativa y de la representación de la realidad social
que los medios ofrecen normalmente".

Puede afirmarse que los análisis sobre el
newsmaking describen el trabajo
comunicativo de los emisores como un proceso en el que 'dentro
hay de todo' (rutinas pegajosas, distorsiones intrínsecas,
estereotipos funcionales, precedentes sedimentados, etc.). Sobre
la base de la etnografía de los mass media, estos
análisis articulan y determinan empíricamente los
numerosos niveles de construcción de los textos informativos de
masas. Representan por tanto un primer intento, a nivel
empírico, de describir las prácticas comunicativas
que dan lugar a las formas textuales recibidas por los
destinatarios" 

¿Cómo influyen los medios en la
decisión de los electores?

El de los efectos de los medios en la sociedad o en
grupos
específicos de ella ha sido un tema difícil, sobre
todo por la complejidad de los estudios de campo en esa
área. De la misma manera, la sociología de los
procesos electorales (sociología de la transición,
se aventuran a denominarla algunos) tiene un arraigo reciente.
¿En qué medida la influencia de los medios define o
modifica la decisión electoral de los ciudadanos? Esa es
la pregunta esencial, aunque no siempre del todo
explícita, en la discusión académica sobre
las campañas políticas y los medios. La
interpretación más mecánica, pero todavía de frecuente
éxito
tanto entre analistas como entre profesionales de la mercadotecnia
política, sugiere que mientras más intensa es una
campaña, mayores serán sus posibilidades para
moldear las convicciones políticas de los electores. Se
supone, así, que hay dos factores preponderantes para que
los medios tengan tal influencia. El primero de ellos, es la
capacidad financiera de un partido o un candidato: la
exposición en los medios cuesta y la exposición
intensa cuesta mucho, especialmente en aquellos sistemas
electorales en los que está permitida la compra de
espacios para anuncios políticos en la televisión y la radio. El
segundo factor, relacionado con el anterior, es la
asesoría que el candidato y su campaña reciban en
materia de
medios de comunicación. Esa vertiente interpretativa (que
está presente en el análisis académico, pero
también en el discurso
político) supone que el éxito electoral depende
fundamentalmente de recursos para
pagar espacios en los medios y con recomendaciones adecuadas para
manufacturar una imagen
apropiada.

A esa corriente, emparentada con la escuela
comunicacional que supone que los medios determinan actitudes de
los públicos por encima del contexto social y otras
influencias, se le denomina "el modelo
hipodérmico". Con ese término, se describe la idea
de que a la sociedad se le "inyectan" mensajes capaces de
determinar sus conductas, entre otros campos en la
participación electoral. Más recientemente sin
embargo, nuevas investigaciones y una reflexión más
crítica
sobre los elementos que determinan la cultura política de
los ciudadanos, han reconocido que la influencia de los medios no
es tan mecánica como algunos estudiosos han
supuesto.

Los medios de comunicación –y aquí nos
referimos a sus efectos políticos pero esta
consideración puede ampliarse a otro tipo de
consecuencias– tienen un ascendiente enorme, quizá en
ocasiones incluso mayor al de otras fuentes de
acreditación de valores y
convicciones. Pero su efecto, está determinado y
circunscrito por el contexto de cada persona o de cada
colectividad. El habitante de una colonia en donde la
mayoría de los vecinos son adeptos de un partido
político, tendrá un entorno más receptivo a
ese que a otros partidos, por ejemplo. Los mensajes de
carácter político que obtenga a través de
los medios, serán tamizados por ese contexto.

La nueva interrelación entre los medios y los
asuntos públicos, especialmente políticos, plantea
nuevas vertientes a la sociología de la
comunicación. Ya no se trata sólo de diagnosticar
efectos, sino de entender motivaciones y posibilidades de los
medios. El especialista argentino Humberto Muraro,
escribió hace no muchos años: " queda en claro que
la acumulación de investigaciones, por encuestas o
según técnicas
cualitativas, permite acceder de manera más directa a
procesos de formación de las opiniones y demandas de la
ciudadanía cuya riqueza y complejidad no
encajan en las nociones tradicionales de 'cultural popular',
'cultura nacional' o 'ideología'. La coyuntura histórica,
en síntesis,
ha tenido la deferencia de regalarles un verdadero laboratorio
político cultural"

TELEVISIÓN Y FAMILIA

Existe un sólido consenso de que la familia es
la
célula de la sociedad. De esa afirmación
depende una serie de hechos que es necesario tener en
cuenta.

Dos de los hechos que sobresalen en nuestra sociedad
latinoamericana y que inciden en la familia de hoy,
tienen que ver con la paternidad responsable o planificación
familiar y la influencia de los medios de
comunicación. Uno de los temas que acaso despierte mayor
interés
es el relacionado con la influencia de los medios masivos de
comunicación, especialmente la
televisión.

El modelo de familia que promueven los medios de
comunicación

Los medios masivos de comunicación como: la
radio, la
televisión, los diarios, revistas, el cine, y la
Internet son
instrumentos cuyas funciones
principales son informar, educar, animar y distraer.

Resulta importante que conozcamos las formas
subliminales en que los medios operan en las personas, influyendo
en su manera de pensar y de actuar. También es fundamental
que conozcamos cómo interpretar críticamente las
ideologías dominantes y los antivalores que nos
ofrecen.

a) El tipo de familia que ofrece la
televisión

El escritor argentino Julio Mafud en su libro hace un
análisis sociológico y sintetiza el modelo de
familia que promueve la televisión. Según
él, se trata de una familia reducida, con unos padres
absorbidos por sus trabajos fuera del hogar. A veces, la
situación socioeconómica de nuestros países
tercermundistas obliga a los padres a tomar dos o tres empleos,
lo que agrava la situación. Así las cosas, los
hijos se tornan en "succionadores" de los medios que saturan sus
mentes ofreciéndoles un amplio panorama de opciones para
pedir y nunca estar satisfechos. Perdido el control de los hijos,
los padres ya no son los que orientan sus gustos, no dan pautas a
sus vidas. Hasta la línea que divide lo permitido de lo
prohibido se torna casi imperceptible.

b) La ideología y antivalores que promueve la
televisión

Ya nadie puede dudar que la televisión es hoy, el
medio masivo de comunicación que mayor impacto tiene en la
sociedad. Se ha dicho que en nuestra era electrónica, podríamos cambiar
el lenguaje
popular "dime con quien andas y luego te diré quien eres",
por "dime cuántas horas por días pasas frente al
televisor y te diré qué esperas de la vida y de tus
semejantes".

Un hecho importante que marcó a nuestra sociedad
y que tiene que ver mucho con este tema, fue lo ocurrido en
Carmen de Patagones, ya que el mismo hizo que se replanteara la
situación actual de los medios de
comunicación. (Ver ANEXO
2)

Vivimos en una "cultura de masas", entendiendo por ello
el producto de
toda una tecnología al
servicio
– teóricamente – de la comunicación
humana. Decimos teóricamente porque, aunque suene
contradictorio, muchas veces lo que menos hay es
comunicación.

Como se ha señalado, los medios de
comunicación "sustituyen cada vez más al diálogo
entre el género
humano, que es la base de la convivencia humana y del vivir
democrático". Es necesario estudiar la televisión
como medio de comunicación. La televisión conlleva
un doble efecto. El primer efecto, al que se puede considerar
denotativo, tiene que ver con lo objetivo y
explícito, es decir, lo que concretamente ofrece un
mensaje determinado. Pero hay otro al que se puede llamar
connotativo, que contiene un mensaje implícito que
añade o sugiere significados que apuntan a otras ideas y
sentimientos.

Es importante que conozcamos ejemplos concretos de los
antivalores que nos dan los medios de comunicación, en
especial la televisión. He aquí algunos ejemplos
que nos ofrecen los autores: Mafud, Peyrú, y
Roldán:

   *Desintegración familiar. "En
una serie dramática de la televisión Argentina de
hace algunos años, ninguno de los tres personajes
centrales tenía una familia estable e integrada. Uno de
ellos se la pasaba "probando" de pareja en pareja. Otro,
aparentemente era divorciado. El tercero vivía en la
incertidumbre en ese terreno. El contexto social y familiar que
esos hombres representaban daba como una realidad incambiable el
hecho de que es posible ser persona actualizada, de éxito
y de importancia, sin que ello implique necesariamente estar al
frente de una familia.

Precisamente, Graciela Peyrú sostiene al respecto
que en la televisión "los besos y las caricias, cuando se
incluyen, forman sólo parte de la dupla seducción /
violencia o
son expansiones mínimas de vínculos
fugaces

   *Sexo
libre.
Los televidentes no tendrán dificultad en ver
enlatados nacionales y extranjeros, cómo indirectamente se
aprueban ciertos pecados como relaciones premaritales, adulterio,
fornicación, robos, asesinatos, y homosexualidad. A propósito de este
último, nos dice Peyrú: "recuerdo el caso de otra
serie argentina, en la cual su personaje central era un
homosexual". Las escenas mostraban cómo el muchacho no
encontraba solución a su problema ni en la psicología, ni en la
psiquiatría, ni en la religión. Finalmente,
todo termina con una carta que le
envía su hermana donde le dice más o menos
así:

"Querido hermano, la decisión es tuya. Es lo
único que cuenta. Hacé lo que vos quieras. Nadie
puede ni debe meterse en tu vida. La opción es tuya y si
es bueno para vos, entonces es bueno". Conclusión que
queda en la mente del televidente promedio: "Está bien lo
que me hace sentir feliz. No hay absolutos. La homosexualidad es
una opción más que no es ni mejor ni peor que la
heterosexualidad".

c) La publicidad en los
medios de comunicación

La publicidad se define como "una técnica de
difusión masiva, a través de la cual una industria o
empresa lanza
un mensaje a un determinado grupo social
de consumidores con el propósito de incitarlos a comprar
un producto".

Las coordenadas bajo las que se estructura la
publicidad son básicamente dos: el Progreso y el
Placer.

La publicidad apela a "estímulos subliminales".
Es decir, fuerzas sensoriales a escala
inconsciente. El estímulo subliminal es como una "memoria dormida"
que cuando despierta hace actuar a la persona. Muchos aspectos de
la realidad que no vemos como conscientes los percibimos
subliminalmente y se van almacenando en nuestro
inconsciente.

Lo importante en la publicidad no está
sólo en lo que explícitamente dice un comercial.
Muchas veces está en lo que el mensaje implica en
términos de "felicidad", "realización humana",
"progreso", "conquista", etc.

d) Claves para interpretar los medios de
publicidad

Como todo mensaje publicitario requiere una adecuada
interpretación. Por lo general, toda publicidad sigue el
siguiente esquema:

Necesidad humana + Conflicto
insatisfacción + producto propuesto = Solución del
problema. Lo grave del problema es que se trata de "soluciones
falsas a problemas
reales". Los slogans que ofreceremos a continuación son un
claro exponente de lo que estamos diciendo, son tomados de
Victorino Zecchetto .

Algunos slogans publicitarios que apelan a la felicidad,
el éxito, la fama, son estos:

Siempre habrá tiempos felices. Cuente con
cigarrillo… Interpretación: El fumar ese cigarrillo hace
posible la felicidad.

Automóvil… la gran tentación!
Aquí aparece una mujer de color, mirada
atractiva, labios carnosos y a punto de morder una
manzana.

Muchas veces las imágenes
son simbólicas y apelan, por lo general, a la sexualidad.
Así aparecen como "telón de fondo" objetos de
placer. Y uno dice: "pero, yo no me di cuenta de eso. Por lo
tanto no me tiene que afectar".

Otro caso de error. Como se sostiene en una obra
ya citada: "El descubrimiento fundamental fue este: los motivos
que impelen a un individuo a
comprar o no comprar una cosa son diez por ciento de nivel
consciente y noventa por ciento de nivel
subconsciente".

e) El niño y la televisión:
¿Entretenimiento o masificación
?

Los niños
son los que generalmente pasan más tiempo frente al
televisor. Como sostiene un especialista en comunicaciones, el profesor
Miguel A. Pérez Gaudio, la familia "le ha abierto a la
televisión de par en par las puertas de su intimidad hasta
el punto de que estos medios llegan a imponer sus horarios,
modifican los hábitos, alimentan conversaciones y
discusiones, y sobre todo afectan la psicología de los
usuarios en los aspectos tanto afectivos e intelectuales
como religiosos y morales". (El maestro y el niño frente a
la televisión, Córdoba: Ideas educativas, citado
por Roldán: 294).

Se consideran que son televidentes livianos los que
pasan menos de cuatro horas por día viendo
televisión. Los pesados, son los que pasan más de
cuatro horas por día.

f) ¿Cómo incide la televisión en
la conducta de los
niños
?

Para responder a esta pregunta nos basamos en dos
escritores especialistas en este campo: Miguel Pérez
Gaudio y Graciela Peyrú.

En primer lugar, en cuanto a rendimiento escolar, en una
prueba que se hizo en 1984 por el programa Evaluación
Nacional del Progreso en Educación en los
Estados Unidos
de Norte América, nos dice al respecto:

"Los niños de 9 años que miraban seis
horas o más de televisión por día se
desempeñaban en la escuela mucho peor que aquellos que
miraban menos horas. Entre los jóvenes de 13 a 17
años encuestados, los niveles de la lectura
ascendían a medida que mermaban las horas frente al
televisor". (Diario: La Nueva Provincia, 1988).

En segundo lugar, está el tema de la violencia.
En una encuesta
realizada en una escuela de la ciudad de Buenos Aires, se
halló que había un comportamiento disímil
entre dos grupos de niños. El grupo que había
contemplado programas
violentos dejaba a los más pequeños cuando se
trenzaban en peleas. Los que no habían estado
expuestos a ese tipo de programas sí intervenían
para separar a los que se estaban peleando.

Las conclusiones son las siguientes: "Se ha comprobado
reiteradamente que los niños acostumbrados a ver programas
violentos como televidentes pesados muestran menos índices
corporales de alteración emocional frente a la
agresión que los menos habituados livianos. Esta
"desestabilización" va acompañada de un aumento
directo de las fantasías y conductas agresivas". Esto
queda claramente demostrado según el artículo
publicado en Internet por American Academy of Child and
Adolescent Psichiatry: Los niños y la violencia en la
televisión. (Ver ANEXO
3)

g) ¿Cómo podrá el televidente
desarrollar una mentalidad crítica y reflexiva que le
permita ver televisión?

Debemos estar al tanto de la escala de valores que nos
ofrecen los medios de comunicación, en especial la
televisión. Extraeremos algunos datos que surgen
de la investigación del profesor Pérez
Gaudio, realizada con 100.000 estudiantes:

– Asimilación de los contenidos
televisivos.

– Agresividad por imitación.

– Alteración de los valores
personales, familiares, sociales y religiosos.

– Ligereza para imitar e identificarse con los
personajes propuestos en las programaciones
televisivas.

– Desjerarquización de la autoridad
familiar y docente.

– Consumismo material excesivo.

Finalmente ¿Cómo desarrollar una
mentalidad crítica que nos permita ver televisión
sin ser masificado por la misma ni ser receptores pasivos de sus
mensajes? .

  Podemos hacer uso de la televisión. Otra
cosa, muy distinta, es que la televisión termine
usándonos.

Si logramos revestirnos de una mentalidad
crítica, entonces podrá ser de cierta utilidad en
términos de entretenimiento y aún cultural. De lo
contrario, terminará siendo un instrumento de
masificación de nuestras familias.

Un ambiente
afectivo

Existe una realidad que está presente en cada
familia como el aire que respira
y es la atmósfera formada por
los que integran la familia. El carácter, los
sentimientos, los principios y los
valores religiosos y morales, el tipo de relaciones constituyen
ésta atmósfera que abarca a toda la familia y le da
un carácter particular.

 Reflexiones sobre la violencia
(televisiva)

La violencia presente en los medios de
comunicación, como una vertiente específica del
papel desempeñado por la violencia en nuestra sociedad, se
ha convertido en objeto de preocupación continuada para
buena parte de los ciudadanos en los países
desarrollados.

Existe una opinión mayoritaria que rechaza los
excesos de la violencia televisiva, que defiende la necesidad de
su reducción e incluso de su eliminación; y sin
embargo, la violencia no desaparece del medio. Dado que los
responsables televisivos no cifran precisamente sus objetivos en
ofrecer contenidos que no agradan a los espectadores,
cabría preguntarse porqué a pesar de todo la
violencia audiovisual continúa pujante en las parrillas
televisivas sin distinción de géneros, formatos y
franjas horarias.

Una primera explicación de esta aparente paradoja
apuntaría hacia el hecho de que en términos
generales el rechazo de la violencia se sitúa en el plano
del deber ser, del super yo. Un rechazo, por tanto, perfectamente
compatible con el gusto por la visión de contenidos
agresivos, tal y como puede demostrarse empíricamente
mediante la comparación entre aquello que los espectadores
dicen que ven (conocido a través de los estudios de
audiencia declarada), lo que afirman que les gustaría ver
(conocido a través de las investigaciones , tanto
cuantitativas como cualitativas, de opinión y de
expectativas sobre la oferta
televisiva) y lo que realmente ven (conocido a través de
la audiometría).

Desde el punto de vista de la audiometría, los
datos ponen de relieve el
éxito del que gozan los espacios violentos entre los
espectadores, y muy especialmente entre los espectadores de menor
edad. Basta con echar un vistazo a los Top Ten de programas
españoles o extranjeros para advertir los buenos lugares
que ocupan las películas de acción
en las que ocurren muertes y peleas; los dibujos
animados agresivos; la mostración de catástrofes,
accidentes y
acontecimientos trágicos, etc. Sistemas como el
Videorating3 ponen de relieve determinadas correlaciones entre
los contenidos violentos y el comportamiento de la audiencia: la
gente tiende a permanece en las cadenas que ofrecen escenas
agresivas y se reduce su migración
a otros canales.

Se puede ser crítico con las posibilidades de la
audiometría a la hora de dar cuenta de los intereses y
deseos de los ciudadanos en relación con la
televisión; pero parece evidente la existencia de una
atracción de los espectadores por los contenidos arriba
citados que no puede negarse sólo para legitimar
posiciones antiviolentas en muchas ocasiones tan bien
intencionadas como estériles.

La cuestión es, por tanto, qué hacer con
la violencia televisiva partiendo de su indudable atractivo,
partiendo del máximo respeto a la
libertad de
expresión, pero partiendo también de una
consideración de la televisión como instancia
fundamental para la socialización, la enculturización y
la formación de los ciudadanos.

No se trata de estar a favor o en contra de la violencia
televisiva, sino de reflexionar sobre su puesta en escena , sobre
su posible influencia y sobre la función
que esa violencia mediática viene a cumplir desde el punto
de vista de la reproducción social.

La retórica de la violencia
televisiva

Buena parte de los estudios realizados en los
últimos años sobre violencia y televisión
siguen la estela de los trabajos de George Gerbner, el cual da
una importancia fundamental al análisis de contenido. En
estos estudios se identifican, clasifican y computan los actos
violentos mostrados en la pantalla, atendiendo a variables como
las motivaciones, antecedentes y consecuentes de dichos actos;
las características sociodemográficas de agresores
y agredidos; el tipo de violencia (física, verbal,
psicológica); su virtualización individual o
grupal, así como la interacción entre los
implicados; el tono narrativo (serio, humorístico); el
grado de intensidad en la demostración de la violencia y
de su ejercicio (sadismo, brutalidad) etc.

Los resultados obtenidos permiten extraer conclusiones
por franjas horarias, cadenas, géneros, segmentos de
audiencia, períodos temporales, etc. Y permiten
también utilizar indicadores
homologados internacionalmente, como ocurre con el índice
del propio Gerbner o el GID, poniendo de relieve elementos
recurrentes tanto en la mostración de la violencia como en
los estereotipos que afectan o determinan el comportamiento de
los personajes que recurren a la violencia.

Analizando sus conclusiones, pueden señalarse a
grandes rasgos algunas afirmaciones compartidas por estos
estudios:

 Omnipresencia de la violencia. Aunque existen
resultados contradictorios sobre el signo de la evolución de la violencia televisiva,
todos coinciden en poner de relieve su alto grado de presencia
en los programas de ficción, observándose una
tendencia al incremento de violencia en los informativos, en
los documentales y en los llamados reality shows, en los que la
coartada de la veracidad parece liberar a los programadores de
cualquier reflexión sobre lo que se debe o no mostrar en
pantalla. .

Impunidad de
la violencia. La mayoría de actos violentos mostrados en
la pantalla quedan sin castigo, aun cuando los antagonistas
principales de los relatos sí suelen recibir finalmente
"su merecido".

 Banalización de la violencia. En
muchos casos La puesta en escena de la violencia televisiva es
desdramatizadora, edulcorante, humorística, sin
mostración o referencias al dolor de las víctimas
o a los perjuicios físicos y emocionales que
éstas padecen.

 Inevitabilidad de la violencia. La violencia
aparece como el recurso más eficaz para la resolución de conflictos. Por ello es
sistemáticamente ejercida tanto por los personajes
negativos como por los protagonistas y personajes positivos del
relato. La no utilización de la violencia se presenta
generalmente en términos de incapacidad.

El análisis y cuantificación de los actos
violentos emitidos por televisión, así como la
utilización de índices estandarizados, ha supuesto
sin duda un gran avance en la investigación sobre la
violencia televisiva. Pero sus propios presupuestos
metodológicos conllevan notables insuficiencias, y pueden
abocarnos a una situación en la que los árboles
no nos dejen ver el bosque; es decir, en la que el
análisis de los elementos manifiestos, visibles y
denotativos de la violencia obvien e incluso oculten el sentido
profundo de la presencia de la violencia en los
medios.

No hay que olvidar que junto a la violencia
explícita existe también en los medios la violencia
simbólica, normalmente latente en las relaciones
interpersonales, en los estilos de vida y en los valores
representados en muchos espacios televisivos pretendidamente no
violentos.

Los efectos de la violencia televisiva

El estudio de la literatura científica
dedicada a analizar el fenómeno de la violencia televisiva
pone de relieve hasta qué punto los modelos de
interpretación y evaluación de la influencia de la
televisión en los espectadores se han visto condicionados
por las diferentes escuelas teóricas sobre la
comunicación en las que dichos modelos se inscriben. Se
trata de condicionamientos que afectan fundamentalmente a la
interpretación sobre el modo, la función y el
sentido de esa influencia:

 Por lo que se refiere al modo, el
análisis de los efectos ha pasado de una etapa inicial
en la que se sobrevaloraba la capacidad de la televisión
para modificar conductas a una visión en la que la
televisión aparece como un factor más de
influencia en las actitudes, valores y actuaciones del
espectador, junto con otros como la
organización social, el marco antropológico y
psicosocial preexistente en los receptores o la experiencia
directa.

Paradójicamente, las investigaciones
empíricas empeñadas en evidenciar de forma
mecánica la influencia de los contenidos televisivos en la
conducta de los espectadores han acabado por situar bajo
mínimos las expectativas sobre los efectos de los medios,
a causa de sus decepcionantes resultados. Sin embargo, las
visiones relativizadoras que buscan tener en cuenta, al menos
teóricamente, la multitud de elementos que pueden
determinar la influencia de los medios y de la violencia mostrada
por la televisión han permitido descubrir relaciones
causales subyacentes y a largo plazo que vuelven a convertir en
convincente esa influencia.

La visión relativizadora (o no determinista) de
la influencia de los medios mantiene fundamentalmente que no
hay respuestas unívocas a un mismo estímulo, que
no todos los espectadores reaccionan igual ante un mensaje
violento y que, en todo caso, la violencia televisiva parece
influir especialmente en aquellas personalidades que por
cuestiones sociales, familiares y personales están
más predispuestas al desarrollo
de comportamientos violentos.

 Por lo que se refiere a la función
de esa influencia, las posiciones se sitúan en un
continuo que va desde la defensa de un papel catártico
de la violencia difundida por la televisión, que
permitiría vehicular vicariamente los impulsos
violentos y contribuiría así al equilibrio
social hasta las visiones más apocalípticas
sobre la violencia televisiva como causa del aumento de
comportamientos agresivos entre los espectadores y como
factor desencadenante de la violencia
social . Pasando por la afirmación según la
cual la sobrerrepresentación de la violencia en
televisión constituye un mensaje simbólico
reforzador de la confianza en la ley, el orden
y el status quo.

De nuevo, la relativización lleva a pensar
que cada espectador percibe el propio concepto de
la violencia de forma distinta ¿qué es en
sí más violento, un informativo de
televisión, un encuentro deportivo, una
película de Mad Max o un dibujo
animado japonés? ¿Qué tipo de
retórica violenta puede influir más
negativamente en el espectador, la verosímil (con
mostración brutal de sangre y
lesiones) o la humorística, paródica y
desdramatizada?

 Finalmente, por lo que se refiere al
sentido de la influencia, buena parte de la reflexión
teórica parece ser todavía cautiva de la
circularidad que supone discutir sobre si, por centrarnos en
el caso que nos ocupa, los jóvenes son más
violentos porque ven violencia en televisión o ven
violencia en televisión porque tienen tendencias
violentas.

Sin entrar en una discusión sobre el
carácter innato o aprendido de la violencia
(discusión que, planteada en esos términos, carece
de sentido), parece evidente que los mensajes difundidos por los
medios de comunicación influyen en los conocimientos,
valores, sentimientos, actitudes y conductas de sus receptores.
Pero esta influencia ni se produce siempre, ni se produce siempre
en todos esos planos, ni se produce siempre con la misma
intensidad.

En línea con lo ya señalado al hablar del
análisis de la presencia de la violencia en los contenidos
televisivos, los estudios que analizan también los efectos
de la violencia televisiva y no sólo su contenido
coinciden en una serie de aspectos básicos
mayoritariamente aceptados:

 La desensibilización ante el
sufrimiento de los otros. Este fenómeno, derivado
fundamentalmente de la banalización de la violencia,
significa que la retórica de la violencia televisiva nos
distancia de las víctimas, las cosifica e impide la
empatización con ellas. Y ello es especialmente grave en
la medida en la que la violencia se hace atractiva no
sólo desde el sadismo, sino también desde la
ignorancia del otro.

 La distorsión perceptiva sobre el
papel de la violencia en el mundo real, mayor cuanto mayor es
el grado de consumo
televisivo. Distorsión que genera la sensación de
vivir en un mundo más sórdido y peligroso de lo
que la realidad indica, especialmente cuando el espectador
pertenece o se identifica con grupos "simbólicamente
victimizados" en el relato televisivo. Esta distorsión
puede generar tanto comportamientos inhibidores como
manifestaciones agresivas en la línea de lo que Manuel
Martín Serrano y Olivia Velarde denominan "legitimación de la
autodefensa".

 La posibilidad de fomentar comportamientos
agresivos hacia los otros, especialmente a través de
mecanismos de proyección e identificación
proyectiva. En este planteamiento subyace la idea de la
violencia como conducta que se aprende de forma directa o
vicaria.

A estas conclusiones podrían añadirse
otros efectos derivados de la exposición al medio en
sí, independientemente de sus contenidos. Así, la
pasividad, el aislamiento y el talante rutinario generalizado del
espectador televisivo potenciarían la influencia del medio
frente a otras formas de exposición más
planificadas y motivadas.

Como contrapartida a la violencia transmitida por los
medios de comunicación, podemos rescatar un aspecto
positivo que se está llevando a cabo en los mismos y se
relaciona con los proyectos de
solidaridad que
están ocupando un lugar significativo.

(Ver ANEXO 4)

La importancia del punto de vista

El tratamiento que debe darse a la violencia televisiva
no pasa por la pretensión tan inútil como
indeseable de su desaparición de la pantalla (como no pasa
tampoco por su asunción más o menos resignada),
sino por plantearse un tratamiento continuado,
sistemático, beligerante contra la violencia que ponga de
relieve los efectos perversos que para la convivencia social de
derivan de ella. Que afirme claramente que con el ejercicio de la
violencia todo el mundo pierde; incluso aquellos que
teóricamente ganan.

Ello significa, por ejemplo, reflexionar hasta
qué punto debemos seguir potenciando el uso de la
violencia como divertimento, como patrón de comportamiento
inevitable y exitoso, como elemento positivo de carácter
identitario y socializador. Y no porque la violencia no sea
divertida, sino precisamente porque lo es.

Significa también reflexionar sobre el hecho de
que en muchos productos
televisivos y cinematográficos los buenos se caracterizan
por ejercer la violencia en mayor medida y de forma más
eficaz que los malos. O, en el mismo sentido, sobre la estrategia de
mantenimiento
de los contenidos violentos en pantalla aggiornados por mor de lo
políticamente correcto: los enemigos a destruir (a
destrozar) no son ya los comunistas, ni siquiera los terroristas
islámicos: lo son los contaminadores, los
xenófobos, los destructores de especies en peligro de
extinción, los machistas.

La violencia en los filmes de Segal o de Stallone, la
violencia televisiva de los Powers Rangers – justificada, eso
sí, por una "buena causa"- continua siendo, como la
guerra para
Marinetti, la sola igiene del mondo. y continúa ofreciendo
a los espectadores la idea más o menos manifiesta de que
los fines justifican los medios, cuando en realidad son los
medios los que condicionan los fines.

El gusto por la violencia

Existe, ya lo hemos dicho, un innegable interés
de los espectadores por la violencia, y nada se consigue
negándolo. Podemos hablar de la existencia de un estado de
"excitación no resuelta" para explicar la
satisfacción que produce la visión de la violencia
representada. Podemos hablar de la búsqueda de
gratificaciones autoafirmativas. Podemos hablar de la importancia
de la violencia y de la agresividad en la conformación de
las personalidades gregarias, en la relación de
pertenencia al grupo y también en la conformación
de personalidades narcisistas. Podemos hablar, desde un punto de
vista más psicoanalítico, del placer que el
espectador extrae de la visión de la violencia televisiva
como una exortización del temor interno o, como
diría Freud, del placer
de la repetición de experiencias angustiosas en
situaciones controladas ("masoquismo defensivo").

Este tipo de material hermenéutico nos ayuda a
plantear el problema de la violencia televisiva desde
aquél que recibe el mensaje, desde sus estructuras de
recepción, desde (Michel de Certou dixit) la
producción en el consumo. Y desde esta posición, el
problema de la violencia estaría más en su
significación receptiva que en la su realidad
mostrativa.

Es decir, para poner un ejemplo que haga más
patente nuestra afirmación: la diferencia entre la
violencia verdadera de las llamadas snuff movies (en las que las
violaciones, las mutilaciones y los asesinatos ocurren realmente
ante los ojos del espectador) y la violencia verosímil de
las películas "normales" (en las cuales ocurre lo mismo,
pero en la ficción) es ciertamente fundamental desde el
punto de vista legal, y, lógicamente vital des del punto
de vista de los protagonistas, pero quizás no lo sea tanto
desde el punto de vista del espectador que disfruta con el
espectáculo del sufrimiento de los otros.

Más allá de la abominación
generalizada que despiertan, las snuff movies pueden entenderse
como la consecuencia lógica
(sub specie marquetiniana) de "enriquecer" un producto de buena
salida en el mercado (la
violencia audiovisual) con un valor
añadido, en este caso "la verdad". El mismo valor que
aportan los infoshows y los docu-soaps en relación a las
telenovelas o los filmes pornográficos en relación
a los eróticos.

Y quedaría aún por mencionar un
último aspecto de confluencia entre los significantes
comunicativos de la violencia y los significados
psicológicos de la agresividad: el papel del terror como
elemento de socialización y de control social. A ello nos
referiremos en un próximo apartado.

Los menores y los jóvenes ante la violencia
televisiva

¿Son los medios de comunicación, y
especialmente las películas y series televisivas, un
elemento fundamental para comprender la violencia de los
jóvenes?. ¿Es la violencia mostrada por la
televisión un reflejo necesario e inevitable de la
violencia del mundo u ofrece, por el contrario, una visión
distorsionada de la realidad que obedece a criterios de
atracción de la audiencia? ¿Cumple la violencia
televisiva una función valvular, (y por tanto funcional)
o, por el contrario, potencia la
agresividad tanto en las relaciones interpersonales y sociales
como en el propio ámbito psicológico
individual?

Estas podrían ser, groso modo, las principales
preocupaciones de la opinión
pública en torno al problema
de la violencia televisiva, que tienen su correspondencia en la
creciente preocupación por la intensificación de la
violencia juvenil no sólo en sus aspectos cuantitativos
sino también cualitativos: grupalidad y vandalismo
indiscriminado; inseguridad y
destrozos en los centros educativos; aumento de las lesiones en
robos; enfrentamiento con las figuras que representan la "ley y
el orden", etc.

No es, por supuesto, nueva, ni privativa de este siglo,
la reflexión sobre la influencia negativa que los relatos
de diversa especie pueden tener en las actitudes, valores y
conductas de las personas, individual o socialmente consideradas.
De hecho, con un talante amplio y más o menos
metafórico, pueden traerse aquí a colación
las advertencias de Cervantes en
El Quijote sobre los libros de
caballerías, las acusaciones recibidas por Goethe de
propiciar el suicidio de los
jóvenes con su Werther o las llamadas de atención,
tan comunes en el mundo anglosajón del siglo XIX, sobre la
nefasta influencia de la prensa
sensacionalista en las clases populares.

Pero, obviamente, el notable salto cualitativo que
supone la televisión en términos de influencia
psicosocial no ha hecho sino intensificar esta reflexión,
a la que intentan responder desde hace varias décadas, con
mayor o menor fortuna, un importante volumen de
investigaciones sobre los contenidos y los efectos de la
violencia televisiva.

La lectura de
esas investigaciones pone de relieve la existencia de un consenso
generalizado a la hora de afirmar 1)Que la televisión es
demasiado violenta, derivándose de ello consecuencias
negativas para la convivencia. 2) Que los aspectos negativos de
la influencia de la televisión afectan de modo muy
especial a la audiencia infantil y juvenil.

En el caso de los jóvenes, su consumo televisivo
es más intenso que extenso. Al desarrollar su ocio
preferentemente fuera de casa, son menos cautivos de la oferta
audiovisual doméstica, que por otra parte cuenta con poca
programación específicamente
dirigida a su segmento de edad. No obstante, desde el punto de
vista cuantitativo, ese consumo es cada vez más su
actividad prioritaria dentro del hogar, y desde el punto de vista
cualitativo desarrollan un comportamiento ante la pantalla tan
selectivo como fiel, con un gusto muy pronunciado por los
programas de ficción.

Violencia y control social

Un día cualquiera del mes de noviembre de 1997,
cuatro niñas uruguayas intentaron envenenar a su profesora
utilizando dulces adulterados con barbitúricos y
psicofármacos diversos. Como la profesora no probó
el producto en cuestión las niñas optaron por la
alternativa de ofrecerlos a las primeras de su clase, las
cuales hubieron de ser hospitalizadas. Los expertos que
analizaban el caso encontraron enseguida una relación
entre este comportamiento y una serie Argentina, Chiquititas y
Cebollitas, que en aquellos momentos es difundía por la
televisión del Uruguay.

Este ejemplo ilustra una interpretación
recurrente que relaciona directamente los contenidos del cine, de
la televisión o de los videojuegos
con las conductas agresivas de niños y jóvenes. Tal
ocurre con los asesinatos escolares en EEUU, con el infanticidio
de Liverpool (asociado a la visión film Murderous Doll por
parte de los niños autores) o con los menores saltan desde
la terraza de su casa después de ver hacerlo a
Superman.

Los actos violentos, sobre todo si son cometidos por
niños y/o contra niños, provocan de forma
cíclica tanto el escándalo social sobre el camino
que sigue nuestra civilización como la reflexión
sobre la responsabilidad y los límites de
los medios de comunicación.

Las leyes, los movimientos sociales, un gran
número de investigaciones de ámbito internacional
proponen diferentes medidas orientadas a ahorrar a los menores la
visión de la violencia, a extirparla -en las propuestas
más radicales- de su idealizado mundo infantil. Pero la
incómoda pregunta del
inicio de este Documento sobre la paradoja entre el rechazo a la
violencia y el gusto por la misma permite plantear una
cuestión previa: ¿Porqué los adultos someten
a los menores casi desde su nacimiento a todo tipo de mensajes
violentos a través de los cuentos, de
los dibujos animados, de los juegos, de las
películas?

Descartada, ante lo evidente de su recurrencia, la
posibilidad del azar, una explicación no exenta de
razón remite al carácter violento de los menores en
contraposición a la imagen edulcorada que los adultos nos
empeñamos en mantener de la infancia. En
nuestra cultura actual hemos construido una imagen del
niño asociada unidimensionalmente a la autenticidad, la
naturaleza, la
intuición, la ternura, la bondad, la ingenuidad. Pero el
mundo psíquico infantil, menos reprimido que el de los
adultos, es también más agresivo, y cuando la
crueldad o el sadismo, a los cuales cerramos la puerta en esa
construcción del niño mítico, se cuelan por
la ventana, y los menores matan, atormentan o agreden, nos
sentimos horrizados porque no consideramos esos actos desde la
visión del niño, sino desde nuestra
proyección.

Parece incuestionable, en este sentido, el gusto de los
menores por la violencia; pero más incuestionable
aún es el hecho de que ese gusto por la violencia depende
en buena medida de una relación dialéctica entre el
ambiente y el mundo genético. Y eso quiere decir que la
presencia de los contenidos agresivos en los productos culturales
dirigidos a niños y jóvenes, igual que no se
debía al azar, tampoco parece deberse a la necesidad, sino
más bien al orden. Es decir, al proceso de
socialización y enculturización. Lowenstein,
hablando del "masoquismo defensivo", señalaba la
importancia que en la constitución de tales tendencias
masoquistas tiene la experiencia infantil, muy común, de
haber participado en juegos con adultos en los que éstos
se dedican a asustar a los niños.

Si pensamos en la vida cotidiana, es muy común
ese hábito (generalmente no consciente) en los adultos de
asustar a los niños, reproduciendo así de forma
circular una cadena de raíces muy profundas: la violencia,
la violencia en la televisión, la violencia en la
televisión dirigida a los menores contribuiría
así a la "necesidad gerontocrática" que los adultos
tienen de dominar a las generaciones siguientes por medio del
terror.

La utilización del terror forma así parte
de una cadena cada vez más sofisticada de simbolizaciones
de lo que en las civilizaciones primigenias va a ser la matanza
de los hijos y el filicidio ritual, sirviendo de exempla vitanda
de los castigos que esperan a los menores y a los jóvenes
si transgreden la norma, si se atreven a matar al padre aunque
sea simbólicamente a través del mecanismo de la
sustitución. Evidencia la envidia (tanto oral como
genital) y el miedo de los mayores ante las generaciones
emergentes, y tiene como trasunto el miedo de los menores al
infanticidio.

Todo lo cual llevaría a plantearnos hasta
qué punto ese gusto de los menores por la violencia, por
los programas de adultos, por los crímenes, no
sería tanto un "gusto natural" que explica el despliegue
de la violencia televisiva, sino una consecuencia del ya
mencionado proceso de socialización.

En el caso de los jóvenes, la violencia deviene
en elemento fundamental de la construcción de la identidad
adolescente en nuestra sociedad. En este sentido, el alto grado
de agresividad presente en los relatos dirigidos a los
jóvenes busca adecuarse sin duda, en términos de
mercado, a lo que se consideran los rasgos evolutivos
discriminantes de la adolescencia
desde el punto de vista psicológico: falsa conciencia de
invulnerabilidad, necesidad de experimentación y
reconocimiento de los propios límites, búsqueda de
gratificaciones autoafirmativas, etc. Siendo también por
ello una herramienta sistemáticamente utilizada en favor
del mantenimiento del orden social.

Lo malo de la violencia televisiva no está
sólo en lo que muestra, sino
sobre todo en lo que no muestra o impide mostrar en la pantalla;
en su carácter paradigmático como modelo relacional
que excluye otras alternativas. La violencia no sólo se
presenta en los relatos televisivos como un elemento eficaz para
la resolución de conflictos
frente al derecho o la política. También prima las
actuaciones individuales sobre las colectivas o grupales; prima
la competitividad
frente a la colaboración en las relaciones
interpersonales, infravalora el poder de la solidaridad para
oponerse al mal.

Frente a ello, sería necesario plantearse una
clara distinción entre la violencia y los elementos
retóricos de su representación en los medios de
comunicación, con el fin de averiguar qué
posibilidades hay de construir la violencia televisiva
diferenciando los contenidos propiamente violentos de los
ingredientes narrativos, expresivos y formales que constituyen su
puesta en escena y que pasan por ser enormemente seductores para
niños y jóvenes. Y ello con el fin de poder
construir relatos televisivos atractivos a través de los
cuales vehicular mensajes positivos que introduzcan la no
violencia, la solidaridad, la responsabilidad
social, etc., en su marco de valores.

Un planteamiento interesado en paliar los efectos
negativos de la violencia televisiva debe plantearse la
conveniencia de su contextualización. Profundizando en el
desarrollo de modelos mediáticos de representación e
interpretación de la violencia que aprovechen el acervo de
conocimientos ya existentes en las ciencias
sociales para dirigir a los jóvenes mensajes que
contengan no sólo información o entretenimiento,
sino que propicien también la adquisición y
aprendizaje de
habilidades específicas y soluciones prácticas para
resolver conflictos. Sin recurrir a la violencia, pero
manteniendo su identidad como jóvenes y su autoestima.

Y a todo lo anterior habría que añadir la
necesidad de formulación de un mensaje ético contra
la violencia que, digámoslo de nuevo, no niegue su
existencia ni su indudable eficacia
performativa, sino que se preocupe en resaltar la ineficacia
sustancial de la agresividad para con los otros en el modelo de
sociedad en el que merece la pena vivir.

Violencia y Publicidad

Puede afirmarse que la publicidad y la ficción
(en mayor medida que la información y la opinión)
son los géneros comunicativos con más influencia
entre los ciudadanos; influencia que, en el caso de la
publicidad, no se limita únicamente a condicionar las
decisiones de consumo, sino que también influye en la
creación de estereotipos y en la conformación de
actitudes, valores y conductas de carácter
psicosocial.

Sin embargo, la mayoría de nuestras reflexiones
sobre la representación de la violencia en los medios se
centran en los contenidos de ficción, en la
información e incluso en los espacios educativos, dejando
a un lado normalmente los mensajes publicitarios.

¿Por qué ocurre esto? En primer lugar, por
el entendido generalizado de que la publicidad nos propone un
mundo cuyos valores son fundamental y diametralmente opuestos a
los de la violencia. Como señalan Divina Frau-Meigs y
Sophie Jehel, "el contenido de los spots publicitarios funciona
casi a la inversa que los contenidos de los programas violentos:
reposa sobre la risa, el humor, la paz de un mundo optimista en
el que la violencia no existe (…) el amor
eterno, la felicidad en la familia y la belleza de un mundo de
lujo y voluptuosidad. Es como si los valores positivos de la
sociedad estuvieran refugiados en los spots".

Esta visión de una publicidad asociada al placer,
al confort, a la joie de vivre, por lo que respecta a sus
contenidos y a su retórica, se vería además
reforzada por sus especiales características de distribución y consumo: la
repetición y la redundancia como elementos que potencian
la eficacia del mensaje, pero que también crean un espacio
propio, familiar, conocido, de certidumbre y eliminación
del desasosiego.

Las cosas, sin embargo, son algo más complicadas.
Por un lado, hay quien considera que la relación entre
violencia y publicidad es inevitable, ya que el argumentario de
los anuncios apela siempre a valores como el éxito, la
competitividad, la dominación, la imposición de la
voluntad propia por delante de la de los demás, etc.
Valores que, como tales, mantienen una relación con la
violencia más estrecha de lo que podría
pensarse.

Por otro, y como afirmaba Pascale Weil, los pecados
capitales de la tradición judeocristiana son, en
sustancia, la argumentación publicitaria por antonomasia.
Así, si el valor añadido de los productos
anunciados puede ser la avaricia, la lujuria, la envidia o la
pereza, también puede serlo la ira; es decir, la
agresividad y la violencia.

Publicidad e infancia

Lo cierto es que la reflexión específica
sobre la violencia y la publicidad se circunscribe normalmente a
los anuncios dirigidos a la juventud y,
sobre todo, a la infancia. En dichos anuncios, la violencia se
muestra de forma más explícita, tosca y abundante
que en el resto de la publicidad televisiva, tal y como pasa
también en la programación juvenil e infantil en
contraste con el resto de espacios.

Los estudios del Consell de l’Audiovisual de
Catalunya, en línea con las investigaciones realizadas en
Francia, EE UU
o Canadá, indican que esa presencia de elementos de
violencia fáctica o verbal se da especialmente en la
publicidad de juegos para niños (violencia de
género, por tanto): guerreros, vehículos, CD-ROMS,
compacts, etc. Sería necesario reflexionar también
sobre la inducción a comportamientos
miméticos peligrosos que en ocasiones está presente
en este tipo de anuncios, así como sobre la dificultad de
los niños y niñas de menor edad a la hora de
diferenciar entre spots y programas (las propias estrategias de
marketing lo
hacen muchas veces muy complicado) o para comprender el papel de
la publicidad en la industria audiovisual.

La idea de que la violencia mostrada en la publicidad
afecta gravemente sobre todo a los menores se ha convertido en un
lugar común mayoritariamente aceptado, que explica la
existencia en muchos países de una legislación
limitadora de la mostración de esta violencia en pantalla.
En el caso de España,
las Normas de
Admisión de Publicidad de TVE de 1984 no admitían
anuncios que incitaran a la violencia y, en relación a la
publicidad infantil, prohibían los anuncios que exaltaran
el belicismo o la violencia, que reprodujeran armas o
instrumentos peligrosos para los niños o que escenificaran
de manera activa ambientes bélicos concretos.

Tras la anulación de dichas Normas por Sentencia
del Tribunal Supremo, a raíz del recurso presentado por la
Asociación Española de Anunciantes, se aprueban
sendas Normas en 1987 y 1990 que mantienen las mencionadas
prohibiciones. Sin embargo, con la Ley 25/94 de
transposición de la Directiva de la Televisión Sin
Fronteras, y a pesar de lo recogido en su anteproyecto, se
produce una merma de los niveles de protección existentes
hasta ese momento: la citada Ley se limita a indicar que no se
podrá, sin motivo justificado, presentar a los menores en
situaciones peligrosas, sin hacer ninguna referencia a los
juguetes
bélicos. Esta posición se mantiene en la nueva Ley
22/99 que modifica la Ley 25/94

La violencia como valor añadido

Pero más allá de la publicidad infantil y
juvenil, un análisis sistemático del contenido de
los anuncios difundidos por los diferentes medios de
comunicación pone de relieve la existencia de un buen
número de mensajes violentos. Mensajes más o menos
explícitos, que pueden verse infravalorados en una mera
visión superficial, pero que están muy presentes y
que reflejan una tendencia preocupantemente progresiva a
introducir la violencia en el discurso publicitario como valor
añadido para captar el interés de la
audiencia.

Estas serían sus principales
características:

1. La violencia identitaria, asociada generalmente a
la construcción del estereotipo masculino en la
publicidad. Se trata de la forma más tradicional de
violencia publicitaria, y durante años ha dominado en
una gran variedad de anuncios, desde el alcohol a
los automóviles, pasando, por supuesto, por los
perfumes. Ejemplo paradigmático es el de la
campaña inicial del perfume Egoïste, en que el
protagonista se pega literalmente con su sombra para conseguir
tan preciado producto.

2. La violencia intimidatoria, utilizada sobre todo en
campañas institucionales destinadas a conseguir, no que
se haga algo (adquirir bienes y
servicios),
sino que no se haga algo (agresión a las mujeres,
drogadicción, SIDA,
tráfico). En estas últimas semanas hemos asistido
precisamente a todo un despliegue mediático sobre el
endurecimiento de las campañas de la Dirección General de Tráfico; en
él se han puesto de manifiesto todos los lugares comunes
sobre la influencia del miedo publicitario, sin tener en cuenta
los resultados de muchas investigaciones que señalan que
ante este tipo de campañas la angustia bloquea
cognitivamente al espectador y provoca en ocasiones un efecto
contrario al que se pretendía.

3. La violencia humorística. A través
del humor, uno de los rasgos más identificadores de la
publicidad de este final de siglo, se recurre cada vez
más en los anuncios a la agresividad. Bofetadas como la
propinada por una joven a su novio en un anuncio de
automóviles; tartazos en el caso de la publicidad de un
operador telefónico, o los anuncios claramente gore y
sadomaso de cierto reresco ejemplifican muy claramente esta
tendencia. Se trata de una agresividad paródica,
desdramatizada, que tiene como consecuencia la
banalización de la violencia, la propuesta al receptor
de una falsa conciencia de invulnerabilidad, la falta de
empatía con el dolor del prójimo (cada vez
más el otro y menos nuestro otro).

A la hora de valorar la presencia de la violencia en los
contenidos publicitarios, la pretensión de AUC no se
orienta al objetivo tan inútil como indeseable de
erradicar la violencia de los medios de comunicación. Pero
sí a introducir una cierta visión ética con
respecto a la misma; una visión que ponga de relieve sus
efectos perversos para la convivencia y el hecho de que con el
ejercicio de la violencia todo el mundo pierde. Incluso los que
teóricamente "ganan".

CONCLUSIÓN

Aunque la televisión como los demás
medios, ha sido creada como herramienta de comunicación y
recreación, los mensajes que ésta
transmite influye indirectamente en el comportamiento del
público televisivo, estos mensajes son emitidos por unos
pocos emisores (generalmente del exterior del país),con
una cultura diferente y con intenciones puramente
económicas. Es así que las situaciones violentas
(tanto reales como ficticias) mostradas en televisión
proporcionan un incentivo en la psiquis del televidente, haciendo
que éste actué, muchas veces, de manera más
violenta, siendo más vulnerables a estos comportamientos
los niños y adolescentes.

Por todo esto es necesario crear una especie de
conciencia frente a esta realidad y acompañar y aconsejar
(por no decir regular) el tiempo y la calidad de la
programación de la televisión que miran los chicos
y los adolescentes.

ANEXOS

ANEXO 1

Domingo 2 de Enero de 2000

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GLOBALIZACIÓN / Economías
dependientes

 ¿Qué
aprendimos?

Por Robert Rubin
Especial para The Economist y La Nación

WASHINGTON.- EXISTEN dos nociones ampliamente
aceptadas respecto de las cuestiones económicas en los
años que vendrán.
En primer término, que están en marcha nuevas y
poderosas fuerzas -particularmente la
globalización y la tecnología de la era de la
información- que están generando un gran cambio a ritmo
acelerado y que todo eso representa un nuevo modelo.
Y en segundo término, que los mercados
financieros y las economías de mercado reemplazaron a
la economía
dirigista y relegaron al gobierno a un
plano de participación relativamente menor en los asuntos
económicos.
Después de pasar veintiséis años en Wall
Street y seis años y medio en el gobierno, creo que cada
una de esas afirmaciones es sumamente acertada, por un lado, y
sumamente desacertada, por el otro.
Los obstáculos que impedían los flujos de capital y de
intercambio comercial disminuyeron notablemente y el avance de la
tecnología es raudo.
El resultado parece ser un significativo incremento de la
productividad,
particularmente en los Estados Unidos, en tanto que algunas de
las conquistas que muchos aseguran que se han alcanzado bien
podrían ser excesivas.
Esto es alentador para las economías de todas las naciones
que están abiertas al cambio y al comercio, y
que cuentan con adecuadas políticas en diversas
áreas, que van desde la disciplina fiscal hasta
la
educación.
Sin embargo, son cada vez más los comentaristas que
extrapolan de todo esto la idea de un nuevo modelo que,
según se cree, llevará hacia conclusiones sin
precedente con respecto a los ciclos económicos, las
evaluaciones del mercado y demás.
Comparto la opinión de que el cambio económico
está produciendo grandes beneficios.
Las condiciones económicas y los mercados
están fundados en la psiquis humana. La confianza afecta
profundamente los mercados y las economías.
Los legisladores deben seguir trabajando intensamente en el
proyecto de
largo plazo de reformar la estructura de los mercados financieros
globales.
Los responsables de las decisiones en el sector privado deben
hacer lo que el sector privado nunca hace durante períodos
de prosperidad: identificar y analizar los riesgos
adecuadamente en la toma de
decisiones.
Tengo la impresión de que el largo período de
prosperidad en las naciones industrializadas, y la rápida
recuperación lograda cuando los mercados tambalearon, en
1997 y 1998, atenuaron la preocupación por el riesgo.
Otro aspecto importante del gran cambio que está en marcha
es el desplazamiento hacia la economía de mercado con el
consabido alejamiento de la economía dirigista.
Eso hizo que muchos comentaristas afirmaran que los mercados
financieros, los mercados de intercambio comercial y la
economía basada en el mercado se han vuelto a tal punto
más poderosos que los gobiernos que la legislación
importa relativamente poco.
No hay duda, a mi juicio, de que los esfuerzos del gobierno para
fijar los precios del
mercado en contraste con las fuerzas de ese sector no
podrán prevalecer en ningún período
determinado, y no hay duda de que los mercados financieros
globales se han convertido en una poderosa fuerza
correctora tanto con respecto a la disciplina fiscal como a la
política
monetaria y otras.
Por otro lado, ésa es sólo una parte de la historia. El gobierno
aún tiene una función decisiva e importante que
cumplir: es diferente pero no menos significativa que las
funciones de antaño, relacionadas con la planificación central y la propiedad
estatal.
Necesitamos gobiernos
El gobierno debe ejercer las funciones que los mercados, por su
propia naturaleza, no pueden ni habrán de realizar con
óptima eficiencia, y
esas áreas proporcionan los puntales y la estructura para
la economía de mercado.
Los economistas captan esa idea resumiéndola en conceptos
tales como "factores ajenos o externos" e "incapacidad o
inoperancia del mercado". Algunos ejemplos son la
educación pública, la protección del
medio
ambiente, la defensa nacional y las redes de seguridad
social.
Claro que el gobierno también puede administrar mal, ya
fuere por imponer regulaciones excesivas o inadecuadas
políticas fiscales o monetarias, y eso puede ser sumamente
perjudicial.
Un debate de
decisiva importancia en los próximos años
tratará de establecer dónde debería ser
trazada la línea entre lo que deben hacer los mercados y
lo que debe hacer el gobierno.
Y ese debate deberá establecer no sólo
cuáles son las funciones en las que el gobierno
debería estar implicado sino, cuando éste lo
esté, en qué medida debería ejercer una
determinada función por su cuenta y en qué medida,
suministrar incentivos o
entregar subsidios para que el sector privado se encargue de esa
función.
Los subsidios para la educación, las cárceles
privadas, las negociaciones de la regulación en materia de
contaminación ambiental, son buenos
ejemplos de los campos de batalla en los que se centrará
el debate en los Estados Unidos.
De manera que las cosas, cuanto más cambian, tanto
más siguen como están, en el sentido de que, en el
análisis final, los mercados tienen relación con
los seres humanos y la naturaleza
humana.
Debemos actuar para tener un cabal sentido del beneficioso
potencial que hay en esos poderosos cambios, pero también
debemos evitar la complacencia y, tanto en el sector
público como en el privado, considerar de manera
realista los riesgos y actuar consecuentemente.
También debemos permitir que las fuerzas del mercado
operen allí donde puedan promover al máximo nuestro
bienestar, pero también debemos respaldar al gobierno en
el ejercicio de su decisiva e importante función.
El futuro de la economía global es más que
prometedor, pero para que esa perspectiva promisoria se vuelva
realidad tanto el sector público como el privado deben
actuar sensatamente en muchos frentes, que están a veces
en conflicto con las ideas convencionales y ampliamente aceptadas
del momento.
(Traducción de Luis Hugo Pressenda)
El autor fue secretario del Tesoro de los EE.
UU.

ANEXO 2

DEBATE
Medios y violencia social
Roxana Morduchowicz. Directora del Programa
Escuela y Medios del Ministerio de Educación.
Los hechos de Carmen de Patagones despertaron una vez más
el debate sobre las causas de la violencia juvenil. El cine y
la televisión aparecieron nuevamente como uno de los
responsables de las conductas violentas de los
jóvenes.

"Demasiadas series excesivamente agresivas" o "El horario de
protección al menor no se respeta" suelen ser los
argumentos que aparecen cuando la sociedad necesita explicar las
actitudes agresivas de los chicos. Se mencionó en este
caso la película "Bowling for Columbine" que los alumnos
habían visto días atrás.
Sin desresponsabilizar a los medios de comunicación por
sus contenidos, es necesario decir que las conclusiones no pueden
ser lineales. Los discursos
condenatorios hacia los medios como principales responsables de
la violencia están siendo cuestionados en todo el mundo.
En primer lugar, porque la condena a la televisión por la
violencia de sus programas ignora a la sociedad en la que
estas emisiones circulan. En segundo lugar, porque decir que los
chicos que ven programas violentos son violentos es pensar en
un receptor pasivo
que absorbe lo que ve, lee y escucha tal
cual fue emitido.
La violencia social, real, local e internacional que reflejan
los noticieros generan en los chicos mucha más
angustia
que la que pueda transmitir una serie televisiva.
Esto es porque cuando el receptor mira una serie sabe que se
trata de una ficción, pero cuando se enfrenta a un
noticiero o cuando lee un diario, sabe que se trata de
imágenes reales
. ¿Habría que prohibir a
los chicos mirar noticieros o leer diarios y revistas? La
solución no es la prohibición.
Los chicos de Carmen de Patagones vieron "Bowling for Columbine"
en la escuela. Este hecho debería ser objeto de elogio.
Nada mejor para los chicos que mirar la televisión, el
cine o un diario en compañía de los adultos.
Porque ésta es la mejor oportunidad que tienen de poner en
palabras, debatir y explorar lo que sienten y, sobre todo, lo que
no alcanzan a entender, con sus docentes,
padres o hermanos mayores. Frente al uso solitario e individual
de los medios que experimentan cada vez más los
adolescentes, ver juntos es ciertamente la única
respuesta. Mejor que prohibir ver es permitir pensar.
Más que preguntarnos qué hacen los medios con los
chicos, la pregunta es qué hacen los chicos con los
medios. Aquí, el papel de la escuela es
fundamental.

ANEXO 3

LOS NIÑOS Y LA VIOLENCIA
EN LA TELEVISION

No. 13

(Revisado 4/99)

Los niños americanos miran
televisión por un promedio de tres a cuatro horas
diarias. La televisión puede ser una influencia
poderosa en el desarrollo de un sistema de valores y en la
formación del comportamiento. Desgraciadamente,
una gran parte de la programación actual es
violenta. Cientos de estudios sobre los efectos de la
violencia en la televisión en los niños y
los adolescentes han encontrado que los niños
pueden:

  • volverse "inmunes" al horror de la
    violencia
  • gradualmente aceptar la violencia como un
    modo de resolver problemas
  • imitar la violencia que observan en la
    televisión
  • identificarse con ciertos caracteres, ya sean
    víctimas o agresores

Los niños que se exponen excesivamente a
la violencia en la televisión tienden a ser
más agresivos. Algunas veces, el mirar un
sólo programa violento puede aumentar la
agresividad. Los niños que miran
espectáculos en los que la violencia es muy
realista, se repite con frecuencia o no recibe castigo,
son los que más tratarán de imitar lo que
ven. Los niños con problemas emocionales, de
comportamiento, de aprendizaje o del control de sus
impulsos puede que sean más fácilmente
influenciados por la violencia en la TV. El impacto de la
violencia en la televisión puede ser evidente de
inmediato en el comportamiento del niño o puede
surgir años más tarde y la gente joven
puede verse afectada aun cuando la atmósfera
familiar no muestre tendencias violentas.

Esto no indica que la violencia en la
televisión sea la única fuente de
agresividad o de comportamiento violento, pero es
ciertamente un factor contribuyente
significativo.

Los padres pueden proteger a los niños de
la violencia excesiva en la televisión de la
siguiente manera:

  • prestándole atención a los
    programas que los niños ven en la
    televisión y mirando algunos con
    ellos
  • estableciendo límites a la cantidad de
    tiempo que pueden estar mirando televisión;
    considerando quitar el televisor del cuarto del
    niño
  • señalándoles que, aunque el
    actor no se ha hecho daño ni se ha muerto, tal
    violencia en la vida real resulta en dolor o en
    muerte
  • negándose a dejar que los niños
    miren programas que se sabe contienen violencia y
    cambiando el canal o apagando la televisión
    cuando se presenta algo ofensivo, explicandoles
    qué hay de malo en el programa
  • no dando su aprobación a los episodios
    violentos frente a sus hijos, enfatizando la creeencia
    de que tal comportamiento no es la mejor manera de
    resolver un problema
  • contrarrestando la presión que ejercen sus amigos y
    compañeros de clase, comunicándose con
    otros padres y poniéndose de acuerdo para
    establecer reglas similares sobre la cantidad de tiempo
    y el tipo de programa que los niños pueden
    mirar.

Los padres deben de también tomar ciertas
medidas para prevenir los efectos dañinos de la
televisión en temas tales como los asuntos
raciales y los estereotipos sexuales. La cantidad de
tiempo que los niños miran televisión, sin
importar el contenido, debe de ser moderada, ya que
reduce el tiempo para que los niños lleven a cabo
otras actividades de mayor beneficio, tales como leer y
jugar con sus amigos, y desarrollar aficiones. Si los
padres tienen dificultades serias estableciendo
límites, o mucha preocupación sobre
cómo su niño está reaccionando a la
televisión, ellos deben de ponerse en contacto con
un psiquiatra de niños y adolescentes para una
consulta y ayuda.

 

ANEXO 4

ENTREVISTA A JUAN CARR
"La solidaridad no da rating pero los
medios pueden salvar vidas"

Por Marcela
Mazzei.
De la Redacción de Clarín.com

Hace casi diez años, junto a un grupo de amigos,
fundó la Red Solidaria, una
estructura virtual que promueve la cultura de la ayuda. Convive
día a día con el dolor pero se define como un
optimista que encuentra satisfacción cuando se salva una
vida. Reconoce el valor de los medios de comunicación en
la tarea de ayudar a los que menos tienen porque les da
visibilidad, pero cree que hace falta un paso más para
transformar la realidad, el compromiso.

¿Cómo llegó la Red Solidaria a
los medios de comunicación? ¿Y cómo fue esta
experiencia hasta el momento?

Arrancamos esta propuesta de solidaridad y no
conocíamos los medios de comunicación. Lo que
nosotros vimos en estos diez años -que no sabíamos-
es que los medios servían para comentar lo que
hacía falta y, por otro lado, para que la gente
colaborara. ¿Qué descubrimos nosotros, que queremos
compartir? La principal característica de los marginados
es su invisibilidad, no se ven en lo que uno hace diariamente. Y
lo primero que descubrimos de esta herramienta que son los medios
es (la posibilidad de) sacar de la oscuridad, mostrarlo
dignamente y ahí venía la explosión
solidaria. Lo que sabemos ahora es: la solidaridad da prestigio,
no da rating. Todos saben que tenemos un país con la mitad
de pobres o un mundo con la tercera parte de pobres y que algo
hay que hacer. Y el que se dedica a eso y lo muestra en la
comunicación tiene prestigio. Digamos, cuando las cosas se
hacen definitivamente por la foto, estamos perdidos. En un mundo
en el que nadie cree en nada, en la solidaridad está muy
mal visto lo que tiene que ver con la utilización del
prójimo, y viste que los pobres se utilizan para tantas
cosas.
¿Cuáles son las amenazas más
evidentes para la Red Solidaria?

La cultura de la solidaridad tiene dos monstruos evidentes:
la indiferencia y el resentimiento. Con la Red Solidaria
estás a veces con la gente que tiene más capacidad
económica y cultural de la Argentina y el mundo, y
estás a veces en donde está la tragedia, en el
abandono, en el barro, en el hospicio. La Red Solidaria atraviesa
todo eso. Si estás mucho tiempo cerca de la alfombra
colorada, del brindis permanente -que a mí me encanta el
brindis- pero si estás todo el tiempo allí, es
posible que te vuelvas indiferente, porque te olvidás de
los más marginados. Y al revés, si francamente te
instalás cerca del dolor, y todo el tiempo en el barro y
en la catástrofe y nunca salís, aparece el
resentimiento. Esos son los dos monstruos y lo vemos con una
enorme claridad. Donde hay resentimiento estamos perdidos, no hay
posibilidad de construir nada.
¿Qué perspectivas de expansión
tiene la Red de ahora en adelante?

Nosotros no sabíamos… primero que por los
medios de comunicación y ahora por Internet podían
salvarse vidas. Nosotros tenemos personas que están vivas
porque fueron trasplantadas, porque tienen un medicamento, o
chicos que no tienen más hambre por los medios de
comunicación y entre ellos por Internet. En los
próximos cinco años estamos tratando de globalizar
la solidaridad. Buscamos a todos los argentinos y a todos los de
habla hispana que están en el mundo para hacer algo por la
comunidad. En
todos los países, creo que son 197, queremos tener un
amigo nuestro. Es como una ironía, ¿no? Falta el
contubernio del bien: la mayoría de la gente es buena,
pero los que se juntan y pareciera que operan tanto son los que
delinquen.

Bibliografía

  • Arrondo, María y otros; "del mundo de la
    bipolaridad al mundo de la globalización
    "-HOMO
    SAPIENS Ediciones. 1997
  • Follari, Roberto; "Modernidad y Posmodernidad, una vista desde América
    Latina
    ", AIQUE GRUPO EDITOR 1994
  • Marchesi Alvaro – Elena Martín
    ,"Calidad de la enseñanza en tiempos de cambio"
    psicología de la educación – Alianza
    editorial
  • Obiols, Guillermo A. y Di Segni Silvia;
    "Adolescencia, posmodernidad y escuela secundaria"-KAPELUZ
    1993
  • Trejo Delarbre Raúl ,"Mediocracia sin
    mediaciones. Prensa, televisión y elecciones"
    ; Cal
    y Arena, 2001    
  • Ulrich Beck, "¿Qué es la globalización?", Editorial Paidos-
    Buenos Aires 1998.
  • "La enciclo";tomo II; Arrayán Editorial,
    1993

  • http://html.rincondelvago.com/medios-masivos-de-comunicacion.html
  • www.terra.com/mujer/articulo/html/hof8736.htm
  • www.aacap.org/publications/apntsfam/violence.htm

Este trabajo fue realizado en el año 2004
por un grupo de futuros profesores de idioma inglés
de la ciudad de Pergamino provincia de Buenos Aires para la
perspectiva sociopolítica de primer año del
Instituto de formación
docente nro 5 de dicha ciudad.

Hernandorena M, Latini M,

Torre C, Zapata D.

Mauro Hernán Latini Collivadino

Partes: 1, 2, 3
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