- 1.
La desestructuración de los mecanismos del
sistema - 2.
Los autores - 3.
Los temas significativos - v
¿Qué es la prostitución? - v
¿Quién la ejerce? - v
¿Cómo se articuló en
la sociedad
bajomedieval? - v
Bajemos ahora de la
filosofía… - v
Las razones más frecuentes - v
Esos signos distintivos - v
Esta moral - v
El cursus - v
Cómo y cuánto - v
Su herramienta: el
cuerpo - v
El
bien común: una prostitución ordenada - v
La
alteridad - v
Las
hermandades de jóvenes. Las
agredidas, los agresores. - v
El
proxenetismo - v
El
1400 - v
Para
1460 o 1470 - v
Entre
1520 y 1570 - 4.
Conclusiones - 5.
Bibliografía
La época,
desde donde enfocaré mi tema, corresponde a la desestructuración de los
mecanismos del sistema.
Esta época,
de prueba según Robert Fossier, le llega al
occidente europeo (la zona para el análisis de mi tema) en la segunda
mitad del siglo XIII. La Europa cristiana conocerá el desfallecimiento económico
y las tensiones sociales, sufrirá los efectos de las guerras, la peste y el
hambre. La producción se estanca y los ejes comerciales se desplazan. Las
confrontaciones de clase se traducirán en revueltas campesinas y urbanas. Ante
esta crisis general (quiero acotar que asoló igualmente a todo el continente),
las defensas tradicionales flaquean. Al debilitamiento del clero, sacudido por
los cismas, se añade la aparición de nuevos protagonistas: notarios y abogados
(ligados al Estado y a la ley), aventureros y soldados de fortuna (ligados a la
guerra), prestamistas, comerciantes y especuladores (ligados a la coyuntura),
bastardos y cortesanas (ligados a la liberación moral). Es la edad de los
excesos en las formas de vida, como en la literatura y en el arte.
Pero
analicemos con mayor detenimiento el proceso de la crisis.
Las
interpretaciones sobre esta debacle varían de forma considerable. Para algunos
la crisis fue consecuencia de un mal ajuste de los factores de producción.
Veamos.
Para
Wilhelm Abel (1935) el descenso demográfico fue el elemento fundamental,
seguido por una crisis agrícola caracterizada por el bajo precio del grano[1].
Otros
historiadores y economistas (desconsiderando según Hilton[2]
los aspectos demográficos, monetarios o de otro tipo) consideran que la crisis
abarcó la totalidad del sistema socioeconómico.
Es
interesantísima la propuesta de Hilton que, desde varios textos, reconoce la
crisis pero no el fin del sistema.
Dirá
desde el Debate Brenner: Las
crisis son, por definición momentos críticos en la historia de los organismos
tanto sociales como naturales; el organismo puede morir, también puede
sobrevivir más o menos intacto o puede sobrevivir tras sufrir los cambios
necesarios que le permitan enfrentarse a las circunstancias cambiantes. Después
de la primera crisis de los siglos XIV y XV, el feudalismo tuvo una larga y
problemática historia en la que aparecen varias fechas clave: 1640, 1789, 1917.
Ahora bien, si la primera crisis del sistema social no implicó la desaparición
de éste, no hay razón alguna que impida suponer que la crisis no tuvo lugar[3]
El
determinante más profundo de esta crisis, según Anderson[4],
radicaría en un bloqueo de los mecanismos de reproducción del sistema en el
punto límite de sus últimas capacidades. Parece claro que
el motor básico
de las roturaciones rurales, que impulsa por tres siglos a toda la economía
medieval supera finalmente los límites objetivos de la tierra y de la
estructura social.
La población
siguió creciendo
mientras las cosechas ocupaban las tierras marginales
todavía disponibles para su roturación y el suelo se degradaba por la
precipitación y el mal uso.
El
avance de las tierras destinadas al cereal se había conseguido, frecuentemente,
en detrimento de los pastizales, cosa que afectó a la cría de animales y, con
ella, al suministro de abonos para la misma tierra cultivada.
Según
Anderson, el progreso de la agricultura medieval sufría ahora su propio
castigo.
La
roturación de bosques y tierras baldías no fue
acompañada de un cuidado similar en su conservación. Se utilizaron muy poco
los fertilizantes, de tal modo que las capas altas de la tierra quedaron rápidamente
exhaustas.
Se
entraba en un marco de desequilibrio ecológico y el
fantasma de una mala cosecha amenazaba con superpoblación y hambre. Las
inundaciones y los vendavales de polvo se hicieron más frecuentes.
La
diversificación de la economía feudal europeacon el desarrollo del comercio
internacional había provocado en algunas regiones una disminución en la
producción de grano a costa de otras ramas de la agricultura (vino, lino, lana,
ganadería) y, por tanto, un aumento en la dependencia de las importaciones con
sus peligros consiguientes.
En
algunas regiones, como en el centro de Italia, las rentas exhorbitantes del
campesinado ya estaban disminuyendo su índice de reproducción en el siglo
XIII. Al mismo tiempo, la economía urbana tropezó con obstáculos decisivos
para su desarrollo.
Pero
el medio básico de circulación para el intercambio mercantil quedó paralizado
por la crisis, ya que a partir de las primeras décadas del XIV hubo una escasez
generalizada de dinero que afectó a la banca y al comercio. Las razones de ésta
son oscuras, pero uno de sus principales factores fue la llegada al límite de
las propias fuerzas de producción.
En
la minería, como en la agricultura, se alcanzó una
barrera técnica, y esta escasez de metales provocó una inflación galopante.
Sí,
como dije ya, la población aumenta brutalmente entre el X y el XIII (en
Francia, según Duby, se triplica), su posterior descenso condujo a una
contracción en la demanda de artículos de subsistencia de tal forma, que los
precios del grano se hundieron a partir de 1320. Sin embargo,
las
manufacturas urbanas y los bienes caros producidos
para el consumo señorial gozaban de una clientela fija y hasta aumentaban
progresivamente sus precios, pero los ingresos de sus parcelas, a la inversa,
decrecían. Esta presión (desde el frente del consumo y el ingreso decreciente)
desencadena una oleada de guerras para ganar ingresos. En algunos caso se
recurre hasta al saqueo (Condottieri, Raubrittertum, etc.).
La
guerra se convierte, de
vocación caballeresca del noble, en su actividad profesional.
Los servicios de caballería dieron paso, progresivamente, a la violencia
a sueldo y a los capitanes mercenarios.Y si a toda esta desolación estructural
le faltara algo, sobrevino una catástrofe coyuntural:
la peste
negra. Procedente de
Asia en 1348, sega quizá una cuarta parte de los habitantes. Los pintores la
representan como una lluvia de flechas asesinas enviadas por Cristo[5].
A partir de entonces, los brotes se hicieron endémicos en muchas regiones. Ésta
produjo una terrible escasez de mano de obra justo cuando la economía feudal más
la necesitaba. Toda esta acumulación de desastres provocó, también desde
Anderson, una desesperada lucha de clases [las comillas son mías] por la
tierra. Los nobles, acosados por deudas e inflación intentan reforzar la
condición servil. Es general para
toda Europa occidental. Esto generará violentas
resistencias dirigidas, generalmente, por
los campesinos más cultos y prósperos. Las
relaciones de producción cambiaron antes que las fuerzas de producción. Por
lo tanto, la consecuencia inmediata de la crisis del Feudalismo occidental no
fue una rápida liberación de nueva tecnología, sino fue más bien una extensa
transformación social en el campo occidental, porque estas violentas rebeliones
rurales condujeron, a pesar de su derrota, a cambios en el equilibrio de las
fuerzas en pugna por la tierra y a ir (por eso mis comillas anteriores) formando
una conciencia de clase en sí y para sí, en la todavía informe masa campesina.En cuanto a la
localización geográfica de estas rebeliones, todas suceden en zonas con
poderosos centros urbanos. Connoto entonces, que la ciudad funcionaría como un
calentador de insurrecciones.
Psicología
En
algunas ciudades, las pobres gentes del común se unían a la rebelión de los
campesinos por solidaridad social pero, deduzco, no por el campesinado en sí,
sino como oposición al señor.
Los gobiernos de las ciudades recibían con los brazos abiertos a los siervos
fugitivos ya que éstos
representaban una entrada de mano de obra para sus propias manufacturas.
Los
señores necesitados de dinero se veían forzados a aceptar esta relajación de
los vínculos serviles en el campo. Esto es fundamental, a pesar de su
lento-pero-seguro progreso hacia la conmutación de renta-trabajo
por renta-especie, y de ésta por renta-dinero. De
hecho, la servidumbre había desaparecido casi por completo a principios del
XIV, con dos o tres generaciones de diferencia en el área de Europa de este
trabajo.Hacia 1450,
el dominio señorial cultivado por mano de obra servil era un anacronismo en
Francia, Inglaterra, Alemania occidental, Italia del Norte y la mayor parte de
España.
2
Antes de
citar quienes trabajaron puntualmente sobre el tema, no puedo dejar de citar
que, ante un primer y rápido vistazo, éste parecía bastante acotado, y hasta
algo monótono; pero al comenzar la lectura, comenzaron a estallar una cantidad
enorme de conceptos que iban mucho más allá de la genitalidad, la sexualidad y
la historia social.
Los
autores
v
Platón
Como
su maestro, está persuadido de que el verdadero saber no puede referirse a lo
que cambia, sino a algo permanente. Desde aquí mirará al Hombre y la Sociedad.
v
Aristóteles
En
la época que considera este trabajo, su obra fue considerada la obra científica
por excelencia.
v
Foucault
Si
bien este autor no habla puntualmente de la prostitución, ni de la Baja Edad
Media, habla de la sexualidad como articulación de Poder
y Deseo, los supone ligados e inexorables.
v
Duby
En
estos textos, el autor explora las mentalidades de entonces y las articula con
el hoy, desde lo social y fundamentalmente, desde los grupos de poder y sus
manifestaciones artísticas, sin descuidar lo ecológico, lo demográfico y lo
tecnológico, así como las estructuras de la sociedad.
v
Le
Goff, J.
Recurrí
a este autor, para analizar su visión de la tipología de la marginalidad, sus
bases ideológicas y los procesos de marginación y de exclusión.
Le
Goff estudia a los marginados de manera histórica, es decir, dinámica.
Analiza
procesos antes que estados. Es un estudioso de los ambientes y las ideologías
donde los actores se mueven.
v
Ariés
y Duby
De
esta bibliografía extraje material sobre la herramienta de la prostituta
de todas las épocas, es decir, del cuerpo; su imagen y su moral.
Las
evasiones clandestinas y la ostentación pública de lo privado.
Los
autores lo analizan desde lo ideológico, lo social, lo filosófico y lo
religioso.
v
Frontón
Simón
Esta
historiadora hace una breve reseña con una muy buena cita de fuentes primarias.
Aborda,
sobre todo, la relación de los afeites, como artificio de la prostitución, y
su impresión en lo que hoy llamaríamos opinión pública.
v
Wade
Labarge, Margaret
Esta
autora aborda ya directamente el tema de la prostitución. Lo hace desde lo público
y lo privado. Analiza los motivos de la prostitución y su relación con algunas
instituciones en algunas ciudades y comunidades de aldea de algunos países. Su
relación con lo económico y como fuente de extracción de renta-dinero. Las
distintas maneras de ejercer el oficio y sus espacios físicos, su constucción,
mantenimiento y dirección. La relación de los actores del prostibulum.
La vestimenta y la mujer frente a los tribunales y a la ley.
v
Moore,
R. I.
Este
autor nos cuenta el cómo, no el porqué.
Nos
cuenta como aparecen las chicas
municipales en los escritos de la época, pero sólo se limita a citar el
nombre del autor y el título de la obra.
La
analiza fundamentalmente en relación con lo urbano y las relaciones de poder.
También,
como Wade Labarge, escribe sobre las relaciones dentro de los burdeles y su
gerencia y la rentabilidad del negocio. Expande el tema, conectándose
en ciertos puntos con Le Goff, en el problema de la alteridad y el mito construído
sobre la diferencia.
v
Rossiaud
Un
trabajo totalmente dedicado al tema.
Es
un depurado estudio de historia social con muy buena documentación, sobre todo
de Dijon y la región del Ródano.
Lo
enfoca fundamentalmente desde lo jurídico, lo literario y lo teológico.
Ya
lo dice Duby desde el prólogo: Hace
emerger la historia social a partir de la historia económica.
v
Dillard,
H.
Este capítulo es específico de la España de la reconquista,
y habla en general de toda mujer sin honor. Las ve en relación a lo jurídico y
lo social. El texto es riquísimo en su discriminación geográfica, tanto por
villas como por ciudades, y dentro de éstas, las distintas interrelaciones
sociales.
v
Galán
Sanchez y López Beltrán
Éstos
ven el tema desde el Reino de Granada en la primera mitad del XVI, precisamente
sobre las ordenanzas de 1538.
Hacen
las distinciones esencialmente desde el materialismo con elementos de lo demográfico,
lo social y lo jurídico.
Son
muy claros sobre las concesiones de los prostíbulos,
la pugna por conseguirlas, los beneficios y sus gerentes.
v
Duby/Perrot
Estos
autores, directores aquí de la obra, unifican y seleccionan acertadamente los
autores para ver a la mujer, y su variedad de representaciones. Es una
Historia de larga duración, centrada en occidente.
3
¿Qué
es la prostitución?
Según
el Shorter Oxford English Dictionary (que
la define sólo en relación a las mujeres)
es el ofrecimiento del cuerpo, a
través de una lascivia indiscriminada, en alquiler [6].
El
fenómeno es universal. Algunos lo conectan solamente con factores económicos,
mientras otros, lo analizan desde el cuerpo psicológico y los problemas
emocionales.
A
mi entender, todo será considerado.
Según
el análisis de Galán Sánchez y López Beltrán, (éstos trabajan sobre el
Reino de Granada en la primera mitad del siglo XVI)
las
concepciones están sometidas a una triple exigencia: una represión total del fenómeno (lo trataré luego desde
Foucault), la aceptación de un fenómeno
inevitable y su necesidad de controlarlo lo máximo posible, y el hecho de que
estas mujeres pueden producir ingresos fiscales.
La
prostitución se desarrolló tanto en zonas de paz como de guerra, aunque fue más
floreciente en las metrópolis en expansión. La toleraron los bastiones de la
Iglesia como las regiones de menor rigor.
La
prostitución pública, en la desestructuración del sistema medieval, era
considerada un instrumento de Salud Pública, un valor central de la ética
urbana. Era una salvaguardia para las esposas e hijas decentes.
Dijo
Duby
Todas
las ciudades y aldeas tienen sus prostitutas. Su presencia desafía los siglos a
pesar de los obstáculos puestos a su oficio (vestimenta, domicilio, salidas,
impuestos). La presencia indefectible de las prostitutas y su sorprendente número
demuestran el éxito general y su papel en la apertura a todos los niveles
sociales, de las barreras de lo privado estricto.
¿Quién
la ejerce?
Según
la Enciclopaedya Britannica (que para
definir a la prostitución define a la prostituta) esta es una
mujer que está total o parcialmente dedicada a ofrecer su cuerpo a intercambios
sexuales indiscriminados, especialmente por dinero o algún bien[7]
.
Para
los pastores del período de mi trabajo, la prostituta era a la vez auxiliar y
testigo. Pobre, humillada y parte, en cierta manera, de la lucha contra los
vicios siendo ella misma la víctima, personificando la miseria humana.
La
prostituta no podía acusar a otros, tenía prohibido heredar propiedades y tenían
que recurrir a un representante para responder de cualquier acusación contra
ellas.
Con
el tiempo, los moralistas llegaron a admitir que tenían derecho a quedarse con
el dinero producido. Si alquilaban sus cuerpos, serían entonces definidas como mercenarios.
El
principal problema para una mujer, pública o secreta, sería el peligro de
chocar con la ley involucrándose en robos, violencia o brujería. En Londres,
una prostituta ante el menor escándalo, era encarcelada de inmediato. Un primer
robo podía llevarla a perder una oreja y la horca era un castigo corriente.
Se
la podía ver también como a una potencial Magdalena, es decir, como futura
conversa y santa.[8]
Según
Dillard, se la definía, en la época de la reconquista española, como una
inconsciente, impúdica, maliciosa y poco digna de confianza, pero sobre todo
como una mala mujer.
¿Cómo
se articuló en la sociedad bajomedieval?
Según
Rossiaud
Intentar
comprender la amplitud y significado social de la prostitución, equivale a
definirla en función de las estructuras, los valores culturales y las
mentalidades colectivas de los grupos sociales que la toleran o reprimen.
Al
leerlo tuve, durante toda la lectura de su trabajo, la sensación de que el
fantasma de Foucault descendería sobre sus líneas. No pasó. Yo me le animo.
El
secreto para el análisis estaría en descifrar de que manera se articulan Poder
y Deseo. Los suponen ligados de una manera más compleja y originaria que el
juego entre una energía salvaje, natural y viviente, que sin para desciende
desde lo bajo, y un orden de lo alto que busca obstaculizarla.
Distingue
los siguientes rasgos:
1.
La relación negativa
Entre
el poder y el sexo toda relación se establece de modo negativo: rechazo,
exclusión, barrera, ocultación o máscara[9].
El
Poder nada puede sobre el sexo y los placeres, salvo decirles NO.
Produce
ausencias, lagunas, elide elementos, introduce discontinuidades, separa lo
unido.
2.
La
instancia de la regla
El
sexo es colocado entonces bajo un régimen binario: lícito e ilícito,
permitido y prohibido.
El
poder prescribe al sexo un orden.
El
sexo se descifra a partir de su relación con la ley. El Poder apresa al Sexo
por el hecho mismo de articularse un estado de derecho.
3.
El
ciclo de lo prohibido
No
te acercarás.
No
tocarás.
No
experimentarás placer.
No
aparecerás.
No
existirás, salvo en la sombra y el secreto.
El
objetivo del Poder sería que el Sexo renuncie a sí mismo so pena de ser
suprimido. NO APARECERáS SI NO QUIERES DESAPARECER. Tu existencia no será
mantenida sino a precio de tu anulación.
4.
La
Lógica de la Censura
De
lo que está prohibido no se debe hablar hasta que esté anulado de la realidad.
Lo
que se debe callar se encuentra proscripto de lo real como lo que está
prohibido por excelencia.
5.
La unidad de dispositivo
El
poder sobre el sexo se ejercería de la misma manera en todos los niveles. De
arriba abajo.
Cualquiera
que sean los aparatos o las instituciones en las que se apoye, actuaría de
manera uniforme y masiva; funcionaría según los engranajes simples e
indefinidamente reproducidos de la ley, la prohibición y la censura: del Estado
a la Familia, del Príncipe al Padre, del tribunal a la trivialidad de los
castigos cotidianos.
Como si
hiciera falta aclarar algo más,
el
poder
es
tolerable sólo con la condición de enmascarar una parte importante de sí
mismo.
Su
éxito
es
directamente proporcional a lo que esconde de sus mecanismos. El secreto, para
el poder, no es abuso, es indispensable.
Las
grandes instituciones de poder que se desarrolaron en la Edad media–
la
monarquía, los aparatos de Estado- tomaron impulso sobre el fondo de una
multiplicidad de poderes que eran anteriores y, hasta cierto punto, contra
ellos: poderes densos, enmarañados, conflictivos, poderes ligados al dominio
directo o indirecto de la tierra, a la posesión de las armas, a la servidumbre,
a los vínculos de sobreranía o vasallaje. Si tales instituciones pudieron
implantarse, si supieron hacerse aceptar, fue porque se presentaron como
instancias de regulación, de arbitraje, de delimitación, como una manera de
introducir entre estos poderes un orden.
Esas
grandes formas de poder, frente a fuerzas múltiples que chocaban entre sí,
funcionaron por encima de todos los derechos con el triple carácter de
constituirse como conjunto unitario, de identificar su voluntad con la ley y de
ejercerse a través de mecanismos de prohibición y sanción.
Otra
cita obligada era el Jefe de la tropa, al decir de Duby, de la masa de
adoradores de Aristóteles: Santo Tomás de Aquino.
La
sociedad de entonces
se
regía por la concepción aristotélica de las virtudes y la política.
Las
virtudes morales
por
las que el hombre es digno de alabanza consisten en el sometimiento y dominio de
la parte instintiva y racional. [10]
En
cuanto a la política, el hombre es por naturaleza un animal político o social.
Los
hombres no pueden realizarse como tales sino a través de la sociedad. Es en la
sociedad donde el hombre puede alcanzar su perfección y felicidad.
Esta
sociedad tiene tres formas naturales: la
familia, la aldea y la ciudad o estado.[11]
La familia
consiste
en la unión de un hombre con una mujer para perpetuar la especie.
La aldea,
o
comunidad de familias, nace para la satisfacción de las necesidades cotidianas.
La ciudad,
existe
para la consecución de una vida plena y feliz.
Parecería
redundante decir entonces, que todo aquello que atenta contra esta armonía será
ilícito, prohibido.
Platón
distinguió
en sus postulados fundamentales, que no existirá una moral para los individuos
distinta de la del Estado. Dado que el Estado se compone de individuos y existe
para los hombres, el código moral debe ser único, pues rige a la vez para los
hombres y para las sociedades.
Bajemos ahora de la filosofía
En
la Edad Media
(y
recuerdo el período de mi competencia) la prostitución estaba muy bien
organizada en esta sociedad con tantos solteros (en primer lugar los clérigos y
después, todos esos jóvenes que se casaban tarde).
Todo
el mundo consideraba que era indispensable dar un cauce de salida a sus
necesidades sexuales. La prostitución en sí no era entonces considerada una
falta determinante de la reacción social.
Las
razones más frecuentes
para
que las mujeres se hicieran prostitutas eran la pobreza y la violencia
masculina.
La
viuda pobre
(con hijos pequeños o no),
la
sirvienta o la criada
(usadas como concubinas por su amo y luego abandonadas),
la
extranjera[12]
(incapaz de conseguir un trabajo legítimo);
es
decir, toda mujer sin medios ni oportunidades tenía en la prostitución, casi
la única vía para ganarse la vida.
Recibidas
por la ciudad, las mujeres comunes deben prestar juramento a las autoridades,
pagar semanalmente su alquiler a la dueña del burdel, entregar algunas monedas
al sujeto que las protege y participar de los gastos de calefacción.
La
tolerancia
beneficia
a la inmigrante, la viuda o la necesitada, contra la mujer lujuriosa que busca sólo
el placer. Son un mero receptáculo del inevitable ardor de los solteros, o de
las víctimas del deseo. Los maestros consideran la simple fornicación como el
acto cometido con una prostituta pública. Esto, en lugar de relajar, refuerza
el orden socioespiritual. Pero hay otras mujeres que considerar, las decentes.
Entonces
las prostitutas llevarán alguna marca que las identifique.
Esos
signos distintivos
Son
signos involuntarios exhibidos por los propios marginados, signos infamantes
impuestos a las mujeres públicas para diferenciarlas de las decentes.
El
signo de Rahab impuesto bajo San Luis era una advertencia disuasiva a las
mujeres de caer en la prostitución. Aparte
de la marca, llamada aiguillette, las
prohibiciones vestimentarias estaban encuadradas en las ordenanzas suntuarias
generales que se aplicaban a todas las categorías sociales, y que por otra
parte, nunca fueron respetadas estrictamente.
En
1389, las prostitutas del burdel de Toulouse se sintieron molestas porque los
funcionarios de la ciudad les exigían que llevaran capuchas y cintas blancas
como marcas distintivas. Solicitaron al rey el derecho de vestir como quisieran
y se les otorgó permiso real para llevar la ropa del color que quisiesen, pero
igualmente se
insistió en que llevaran una banda de color distinto en el brazo.
Se
les confiscaban ropas o adornos reservados para las decentes.
Se les insistía en que llevasen una capucha sin forro de tela a rayas.
Algunas
llevaban paternosters
o imágenes de santos, asistían a misa
en los Dominicos y Franciscanos, se retiran por Pascua o Navidad para no
pecar y gozar de la penitencia.
Esta
moral
fue
indirectamente proporcional a la crisis del sistema. Los laicos que aceptaban en
un tiempo la prostitución, adoptaban ahora medidas represivas, que olvidarían
con los mejores tiempos.
El
cursus
Para
casi todas, la prostitución comenzó alrededor de los 17 años. La mitad de éstas
no fue impelida por violencia, y casi una cuarta parte, fue prostituída por la
familia o cayeron en desgracia por el carácter repulsivo del medio familiar.
Las
secretas tenían unos 17 años,
siempre promedio, las camareras de los baños 20, y las alojadas en prostíbulos
rondaban los 28.
Casi
todas comenzaron por la actividad ocasional, trabajando durante el día, por la
fuerza o no. Pronto reclutadas, o compradas por alcahuetas, se convertían en
camareras de baños públicos. Tarde o temprano acababan en la Gran Casa, porque
ya no daban resultado económico en los baños o porque eran conducidas por sus
rufianes, por las autoridades municipales o por otras mujeres comunes.
No
pueden quedarse más allá de la treintena. Para entonces son las decanas. Y más
allá llegaba la incertidumbre. Algunas hacían carrera en el oficio convirtiéndose
en abadesas o patronas de casas de baños, asegurándose así su vejez. Otras,
arrepentidas, se retiraban al claustro. No todas eran recibidas ya que basaban
el ingreso en la edad y la belleza[13].
Las autoridades no veían con buenos ojos esta medida, pues contribuía, según
ellos, a empujar a chicas pobres a la prostitución teniendo, de alguna manera,
resuelto su futuro. Algunas se veían obligadas a errar. Terminaban en la
miseria, de limosneras, vistiendo harapos y muriendo en algún hospital, en la
mejor de las suertes. Pero la mayoría de las mujeres de alrededor de treinta años
tenían posibilidades de reinserción social. Todavía continuaban en edad de
matrimonio y podrían encontrar un lugar como sirvientas o esposas. Para muchos
ciudadanos, estas mujeres eran dignas de compasión, simpatía y caridad,
impulsando las limosnas del barrio. Las autoridades municipales favorecían a
las arrepentidas y hasta le suministraban dote para casarlas. Contrariamente a
lo que podría suponerse, el matrimonio era el fin más frecuente de las mujeres
comunes, y hasta en la misma ciudad donde habían comerciado con su cuerpo.
Deducimos
entonces que su vida anterior era vista como una función que les había
tocado cumplir.
Cómo
y Cuánto
La
unión carnal se vio rodeada, por la sociedad medieval, de ritos publicitarios
cuando se trataba del acto que fundaba una familia. Los recién casados podían
ser observados por sus allegados en su lecho nupcial y las sábanas, al día
siguiente de la consumación, serían expuestas jubilosamente.
Duby
dirá:
…
no obstante, dado que, los humanos no se reproducen como las abejas, y que para
ello deben copular, y dado que entre las trampas que tiende el demonio la peor
de todas es el uso desmedido de los órganos sexuales, la Iglesia admite el
matrimonio como mal menor[14].
Pero,
atención, no se deja al desnudo a la recién casada, ni la posesión y, muchísimo
menos, el placer. El acto necesita de la sombra y el retraimiento.
Las
prostitutas aparecen en forma destacada en los relatos chismosos y morales de
los escritos monásticos.
Provistas
de un nombre de batalla, adornadas y luciendo joyas, levantaban a sus
clientes en las puertas de las iglesias, en los mercados o en las tabernas.
Cantaban
de noche por la calle para llamar la atención de los clientes.
Debían
rechazar a los excesivamente jóvenes y a los hombres casados.
Tenían
derecho a complacer a varios a la vez con la única condición de que no fueran
parientes.
El
acto sexual aparecía como la satisfacción de una necesidad elemental de los
hombres, que encuentran siempre, de grado o por la fuerza, su pareja.
El
acto costaba el equivalente, según Rossiaud, a media jornada de trabajo
femenino en las viñas (un blanco),
pero podían cobrar tres o seis veces más si aceptaban pasar toda la noche con
un solo hombre. Tomaba aproximadamente media hora y usaban velas para medir el
tiempo.
No
podían hacer entrar a un hombre al burdel, baño, taberna o donde fuera,
por la fuerza. Tampoco podía aceptar su dinero y luego negarse. No se
les permitía tener amante propio ni llevar delantal.
El
cuerpo, su herramienta
La
concepción dualista sobre la que se levantaba cualquier representación del
mundo no ponía en duda que la persona estuviera formada por un cuerpo y un
alma. La carne y el espíritu. Lo pesante, que tiende a lo inferior, y lo que
aspira a la perfección celeste.
El
cuerpo es peligroso. Es el lugar donde
moran las tentaciones.
El
alma se transparenta a través del
cuerpo que la contiene. Es su corteza.
Habrá
que velar y cuidarse de ese cuerpo para que no corrompa el alma.
El
cuerpo femenino es más permeable a la
corrupción por estar menos cerrado.
La
mujer no podrá entonces vivir sin un hombre, deberá estar bajo su guarda y
poder.
Se
halla en peligro y es fuente de peligro.
La
prostituta debía, con él, llamar la atención de sus clientes. Uno de los métodos,
aparte de la ropa y las joyas, eran los afeites.
Jean
de Meun expondrá en el Roman
de la Rose:
Pues
toda mujer a Venus venera
Sin
tener en cuenta ningún miramiento,
Por
lo cual se adornan y se ponen bellas
Para
engatusar a quienes las miran;
Se
pasan así el día en la calle
Tanto
para ver como para ser vistas,
Y
para avivar en quienes las siguen
El
deseo ardiente de yacer con ellas.
Con
el mismo fin suelen adornarse
cada
vez que acuden a fiestas e iglesias,
lo
que nunca haría ninguna mujer
de
estar convencida de que no la miran,
o
si no quisiera agradar a aquellos
a
quienes supone que ha de seducir
(vv.
9025-9038)
Nos
dejó Fray Fernando de Talavera:
Si
esto se hiziera con moderación pudiera passar… que si alguna se finge
hermosa, con afeites, y colores, pelando las cejas, y puniendo alcoholes…
Leandro
de Sevilla les dirá:
¿Qué
artificiosas formas no urde para halagar a los ojos? ¿Con qué olores extraños
no impregna los vestidos para halagar a los ojos? Finge el cutis la que adultera
el rostro con ficciones, tiñéndolo con colorete rojizo, de modo que no se
reconoce a sí misma y engaña al hombre con hermosura prestada, no con la
propia. Y ¿crees que tendrá limpia el alma la que de ese modo corrompe su
rostro?
Clemente
de Alejandría recalca la asquerosidad
de estas mujeres:
…
las floridas pinturas del rostro son señal y pregón de ramera… así como los
ojos vendados o la mano envuelta en emplastos, a quien lo ve hace indicio de
enfermedad, así el color postizo y los afeites de fuera dan a entender que el
alma en lo de dentro está enferma.
Según
el Manual de Confesión de Thomas de Chombham
la
prostituta actúa mal al elegir su oficio pero
no obra mal al recibir el precio de su trabajo, una vez admitido que es
prostituta. Mas si se prostituye por placer y si alquila su cuerpo para conocer
el placer, entonces no alquila su cuerpo, y el beneficio es tan vergonzoso como
el acto. Así mismo si la prostituta se perfuma y se adorna de forma que atrae
con falsos atractivos y hace creer en una belleza y en incentivos que no posee,
por comprar el cliente lo que ve, y ser en este caso mentira, la prostituta
comete con ello un pecado, y no debe conservar el beneficio que con ello
saca.
Es
clarísimo en este texto que hoy, en lugar de pecado,
leeríamos delito. Recién en
el siglo XVIII se distinguirá lo político, que irá al ámbito de lo público;
de la religión, que irá al ámbito de lo privado. Quiere decir que hasta
entonces, todo lo ilegal era pecado.
Al
afianzarse la victoria de la Iglesia sobre los herejes,
los
más destacados teólogos comprendieron, e hicieron comprender, que el bien común
no se podía concebir sin una prostitución ordenada.
El
bien común. Una prostitución ordenada.
En
el medio urbano
se
expandió, revistió formas complejas y se institucionalizó. A los notables y a
los propietarios les interesaba atemperar estas turbulencias. Propusieron a sus
criados e hijos la fornicación municipalizada, de la que se aprovecharían
ellos mismos.
En
la mayor parte de las ciudades del sudeste de Francia existía un
v
Prostibulum
publicum,
construido,
regenteado y mantenido por las autoridades municipales o principescas. Las
ciudades tenían su maison lupanarde, su
bon hostel, su bonne carriere, su Chateau-Gaillard,
en lenguaje popular se llamaba preferentemente burdel. Afirman los autores
que no existía una buena ciudad sin su buena
casa.El prostibulum, que lo más
frecuente era que se hubiera construido con dinero de la comunidad, estaba
arrendado a una abadesa o a un gerente
que tenía el monopolio (al menos en teoría) de la profesión.
Se
podía reservar todo un barrio, con varias calles alrededor de una plazoleta
arbolada rodeada por las habitaciones. Por lo común, el burdel no es una casa
cerrada donde las chicas estén recluidas, como en un convento. Esto no respondía,
solamente, a un imperativo de seguridad colectiva, sino que cumplía una benévola
función bajo la dirección de las autoridades.
Pero
existen en cada ciudad, además del burdel público, varias casas de tolerancia.
Una de ellas radica en
v
Los baños que
son establecimientos prostibularios con una finalidad honesta y otra deshonesta.
A pesar de tener prohibida la entrada a prostitutas, todos los baños las
tienen. Las habitaciones son numerosas y las camas de gran tamaño.
Era
la solución más onerosa pero la más tranquila y con muchachas más expertas y
jóvenes. Su clientela era más selecta. Los sacerdotes forman, al menos un 20%
de la clientela.
Estos
no disimulan la existencia de un tercer nivel de prostitución, el que Rossiaud
llama artesanal. Son los:
v
Bordelages
privados mantenidos por alcahuetas que tienen a dos o tres chicas, o las buscan
para la ocasión, un cuarto nivel de prostitución:
v
Cuentapropismo
van de casa en casa. Pueden ser concubinas o amantes de varios. Pueden
tener protectores/as oficiales o privados, tanto por el peligro de su actividad
como por la competencia. Estos escalones del comercio amoroso son registrados
con distintos nombres
que distinguen a las mujeres del prostibulum
de las que ejercen en los baños o en las habitaciones. A las públicas comunes se oponen las secretas
y las esquineras. A las enclaustradas
y a las secretas, las vagabundas y las ligeras.
Prostitutas
públicas y secretas están infiltradas por todas partes y aparecen tanto en Ciudades,
parroquias ricas, barriadas y aldeas.
Dillard
cita, considerando a la España de la reconquista, pero lo podríamos hacer
extensivo a todo el occidente, que las ciudades atraían criminales, vagabundos,
cazadores de fortunas y mujeres para ejercer la prostitución. Si la prostituta
estaba en los campos sitiados, podía aprovechar la situación en una villa
nueva antes de que las esposas y familias de los colonizadores empezaran a
llegar. Normalmente no se la trataba como una criminal, ya que ofrecía un
servicio público. Pero no se le ofrecían los
privilegios de los que gozaban las villanas de buena reputación.
La
prostitución definida en sentido estricto es un fenómeno no sólo
esencialmente urbano, sino necesariamente basado en el dinero o el intercambio;
en realidad, la relación entre prostituta y cliente podría servir como
paradigma del miedo a las relaciones y/o vínculos personales.
Las
reglas que las autoridades se esfuerzan en observar son:
v
Sanitarias
(en época de peste el prostíbulo cierra, se clausuran los baños y los bailes)
v
Religiosas
(a fin de respetar las prohibiciones, limitadas por Semana Santa y Navidad)
v
Morales
(para que ningún
escándalo se produzca en las proximidades de las iglesias o de las calles
patricias)
v
Fiscales
(con la finalidad de que el sector privado no arruine el monopolio municipal)
El
gerente o la abadesa
La
abadesa era una mujer común, o bien una antigua prostituta, que podía, o no,
estar casada.
Era
considerada la madre de las chicas.
Tenía
a su cargo el reclutamiento de las pupilas, luego aceptadas o no por el oficial
de justicia. Eran obligadas a aceptar ciertas reglas. En caso de muerte o
renuncia de la abadesa, los cónsules gobernaban ellos mismos las casas.
Los
oficiales de Justicia
Admiten
o rechazan a las mujeres. La abadesa, que es también un agente de las
autoridades de información, debe respetar las reglas
del oficio, hacérselas respetar a sus pupilas y cuidar de que la
casa no se transforme en casa de juego o de que se blasfeme en ella.
La
organización material variaba con la importancia de la ciudad.
La
clientela
Los
jóvenes, que acudían a las prostitutas, no eran para nada mal vistos. Nada
demuestra que ellos debieran ir a la Gran Casa, a los baños, a los privados o a
las cuentapropistas, furtivamente. Era
una prueba de normalidad social y
psicológica.
El
acceso sí estaba vedado a los casados y a los clérigos, al menos teóricamente.
La abadesa juraba no admitirlos. Según Rossiaud, en su zona de estudio (el
Valle del Ródano), jamás se respetó esta reglamentación.
La
Iglesia
se
enfrentaba con un problema ético, el de la corrección o no, de beneficiarse de
las ganancias de las limosnas de las prostitutas.
La doctrina de la Iglesia se mostraba bastante ambigua al respecto[15].
El
siglo XIII
había
reducido los tabúes, excusando bajo ciertas circunstancias las prácticas
anticonceptivas y rehabilitando, tímidamente, el placer. Pretendió modificar
la jerarquía de los pecados (de los delitos) de la carne, por supuesto en el
marco del matrimonio. Éstas desembocarían, con el tiempo, a excusar ciertos
comportamientos fuera del matrimonio.
La
alteridad
Herejes,
leprosos, judíos, locos, brujos, homosexuales, tullidos e inválidos,
extranjeros y prostitutas eran, entre otros, los marginados.
Durante
los siglos XI, XII y XIII fueron víctimas, en grados diferentes, de una
reacomodación que los definió con más exactitud que antes y los clasificó
como enemigos de la sociedad.
Sabemos
que la realidad histórica está constituida por fenómenos de marginación que
pueden llevar a la exclusión, o a la reintegración. Ese miedo a los grupos
peligrosos se cristalizaba alrededor de algunas obsesiones. La enfermedad y el
cuerpo, lugar de encarnación del pecado, lleva a condenar a las prostitutas. El
modo de pensar maniqueo anulaba todos los matices
Según
Le Goff, el personaje es siempre igual a sí mismo, deducimos entonces
que la prostituta no fue cambiando en sí, sino el ambiente.
La
idea de la pureza tiene sus raíces en la creencia en la unión indisoluble del
cuerpo y del alma y en el papel de indicador material que tiene el cuerpo en
cuanto a expresión del alma.
La
prostituta pertenece al bando de los excluidos o destinados a la exclusión. En
ellos trabaja el enemigo del género humano: el Diablo.
En
el siglo XIII
se
puede observar un importante movimiento hacia la recuperación de los marginados
en el campo de lo que se consideraban oficios lícitos e ilícitos.
La
Iglesia las tolera (como mal menor y sólo para solteros) las únicas compañeras
lícitas, fomentando la creencia de que la unión efímera con ellas no es
pecado grave, sino venial. Igualmente habrá de cuidarse de manifestarlo explícitamente.
Según
Rossiaud, el Purgatorio triunfaba.
La
peste se alejaba y las marcas se van abandonando y van apareciendo prósperas
casas de baños, literatura galante, los chistes gruesos y los jóvenes
agresores, salvajes que insultaban y deshonraban a sus víctimas amparados en la
moral.
Eran
estas las Hermandades de jóvenes
Había,
para esta época, demasiadas personas solteras en las ciudades. Estos jóvenes
solían agruparse con un jefe a la cabeza. Eran verdaderas bandas
institucionalizadas. Sólo había una por ciudad y gozaban de algunos
privilegios. Los jóvenes podían, en ciertos momentos, liberar sus impulsos en
la ciudad misma. Allí se los autorizaba. Las mujeres en situación marginal, o
buenos partidos descuidados por un momento de sus familias, eran las víctimas
principales.
Las fraternidades de jóvenes
se
encuentran bajo los más variados nombres, tanto
en las ciudades como en las villas.
Éstas
trabajaban sobre el control de los impulsos y la defensa de la comunidad y sus
tradiciones. Las abadías de jóvenes, o fraternidades alegres son instituciones
reconocidas, e integradas en el cuerpo social de la ciudad.
El
Abad, el tesorero, los priores, son a menudo elegidos en presencia del
magistrado urbano. El Abad estaba asistido por cuatro priores (dos por los
solteros y dos por los casados)
Los
litigios internos del grupo son arbitrados por el consejo de la ciudad, que
controla sus finanzas, autoriza o rechaza sus manifestaciones y el ejercicio de
su jurisdicción.
Los
jóvenes ejercen una jurisdicción sobre los solteros y los casados. Se muestran
exigentes cuando las uniones lesionan sus intereses o cuando las costumbres
matrimoniales son transgredidas. Esto se transluce en fuertes multas que
alimentan la caja de la banda que sirve para organizar banquetes, entre otras
actividades.
Organizaban
escándalos humillantes ante los culpables.
La justicia, por lo general les delegaba la tarea de policía de las costumbres. Sorprendían a los amantes
y los atormentaban. Llevaban por la fuerza a los burdeles a mujeres ya
advertidas (léase amenazadas). Deducimos que era bien fácil legitimar
cualquier conspiración que tuviera por objeto la caza de una mujer
(deseada o no)
Se
estaba obligado, siendo ciudadano, joven y no demasiado pobre a formar parte.
En
cuanto a la estructura de los grupos responden a cierta homogeneidad en la edad,
a una estructura socioprofesional y a un número.El
rito mayor de estas asociaciones juveniles era la violación, la violación
colectiva.
La
mayor parte de las agredidas no elevaba su queja por vergüenza, poe miedo a
represalias o porque su familia intentaba un acuerdo monetario con el/los
agresores y así, no intervendría la justicia.
Los
agresoresson, los menos, forasteros, pero los más son gente de la ciudad, hijos
de familia o criados. Provenían de todas las clases sociales. En su gran
mayoría son artesanos y peones.
Sólo
una décima parte, según Rossiaud, es imputable a bandas bajo la dirección de
un jefe. En éstas hay un 85% de hijos de familia y compañeros por casar.
Tienen una media entre dieciocho y veinticuatro años. Esta agresividad no
estaba ligada a alguna fecha en particular. Era regular durante todo el año, es
una dimensión normal, permanente de la vida urbana.
Si
bien traté el tema del deseo y la pulsión desde Foucault, agrego que si esta
pulsión sexual no estaba bien encauzada, la agresividad de estos grupos
nocturnos se traduciría en violencia sexual.
|
Ésta
violencia obedecería a dos motivaciones principales:
a.
Adquirir el privilegio de masculinidad. Esta se logra dominando a la
mujer que es, pura o pública, no hay más status posibles para la época.
b.
El rechazo a un orden, al Estado del matrimonio.
El
ataque
podía
ser cometido en plena calle, y la víctima ser arrastrada a los fosos de la
ciudad.
Casi
todas las violaciones son de una brutalidad inaudita, pero nunca intentan herir
gravemente o matar a las víctimas. La violencia física venía acompañada de
violencia moral.
La
víctima
es
casi siempre difamada. Tiene dificultades para su reinserción social y
familiar. Si es esposa, frecuentemente es abandonada por su marido. Está
marcada para sus vecinos. Ella misma se siente avergonzada, culpable y sujeto de
escándalo. No puede esperar nada, ni quedarse en su lugar, ni recuperar su
honor. Así la violencia precede, generalmente al
proxenetismo
ejercido
desde las clases altas a las mas
bajas. Desde las oficinas municipales o
de los príncipes, a la alcahuetería.
Los primeros están encargados de hacer cumplir los reglamentos de la prostitución
y de registrar a las mujeres, rechazándolas o admitiéndolas y hacerles pagar
una tasa. Estos son los proxenetas notorios.
En
cuanto a la segunda, era una actividad específicamente femenina. Había
distintos grados en esta profesión. En la cumbre de esta jerarquía estaban las
regentes de las casas de baños. Solían dominar a sus pupilas creándoles
deudas.
Los
rufianes podían salir de la mendicidad y protegían a las
prostitutas. La mayoría de las mujeres secretas o públicas tenían a su
amigo. Éstos se llevaban una parte de las ganancias. No parecen
organizados en bandas y no vivirían de esto. Son en su mayoría zapateros,
costureros, barberos o clérigos. No forman parte del mundo de la delincuencia.
La
ruptura se produce en el 1400
Duby
llamará
a esta época de popularización del Cristianismo, ya que la ortodoxia
deberá adaptar la catequesis a las ideas en curso.
Las
ideas de laicos y clérigos convergieron.
Las
epidemias recurrentes acabaron en desastre.
Los
trabajadores solteros tardaban en tomar mujer, y los turcos derrotaban a la
Cristiandad abrumada por el Cisma y la guerras intestinas.
Los
actos contra natura fueron denunciados con nuevo vigor, perseguidos y reprimidos
con crueldad.
Los
eclesiásticos, obsesionados con la moral social, llevaban a término un plan de
sanciones penitenciales que no habían pasado, hasta entonces, de ser teóricas.
Los
defensores del Naturalismo ganaban nuevos adeptos invocando a dejar los vicios y
volver a la naturaleza.
Los
extremistas cantaban al placer carnal.
Los
moderados pensaban en la prostitución como un asunto serio que se debía
controlar.
Los
burdeles parecían apropiados para la preparación del matrimonio y
resguardaban, de ellos mismos, a sus futuras mujeres.
En
esta época, los clérigos de la Universidad de París, para resistir, conceden
a los esposos el derecho al placer fuera de los fines procreadores, mientras no
atenten contra el fruto del matrimonio.
Durante
treinta o cuarenta años, las condiciones económicas, sociales y espirituales
contribuyeron a la expansión de una moral social marcada por el Naturalismo.
Las
redes de ayuda mutua funcionaban, los negocios eran buenos y la Iglesia no quería
(ni podía) discutir lo concedido.
Se
satisfacía a la naturaleza sin temer a la condena.
Las
Municipalidades favorecían la
prostitución pública. Según Gerson, había que permitir desfogarse al pueblo,
como se airea un vino, para evitar que estalle el tonel.
Cuando
la Reina Juana de Nápoles estuvo en Avignon, dio permiso a las prostitutas para
que tuvieran su propia asociación y estatutos.
Para 1460 o 1470,
las
infiltraciones cortesanas, el sensualismo acentuado y la exaltación del amor
natural llevaba al desorden acompañando las contradicciones del sistema moral.
Las calamidades de 1480 contribuyeron a su desarrollo.
Vuelven
entonces los fanáticos de la penitencia colectiva que logran imponer sus puntos
de vista.
Los
que veían esta constricción con buenos ojos, eran aquellos excluidos o
perjudicados con las ventajas de la moral social anterior, como los que, sin
medios para pertenecer a Hermandades o Cofradías, veían a sus hijas
prostituirse con potentados, o las mismas mujeres de los artesanos que no
gozaban de la libertad de las jóvenes burguesas.
Este
antifeminismo provocó La querella de las mujeres que no desaparecerá jamás.
Entre 1520 y 1570
aparecen
múltiples signos de un rechazo progresivo de la prostitución por las
comunidades urbanas. La miseria se acentuaba. Los trabajadores o desocupados
combatían con los rufianes y los jóvenes burgueses. El precio de la mujer en
el mercado de trabajo bajaba peligrosamente. Las autoridades municipales,
apoyadas por la Iglesia y por la monarquía, acabaron tomando medidas rigurosas
contra lo que parecía un azote social. Las casas de baños fueron clausuradas o
vigiladas; las concubinas de cura y mujeres secretas desterradas.
La
prostitución no murió con esto, pero se encareció y se volvió más
peligrosa. Todo anunciaba la vuelta a la época clásica, es decir, chicas con
marca y castigadas a látigo, y su clientela despreciada.
4.
Conclusiones
Un
cuerpo que logra dominar al alma
es peligroso.
Muy
peligroso si es más vulnerable aún que el del varón.
Más
peligroso si esta debilidad es usada como recurso para la supervivencia.
Y
mucho más si este uso llega a subvertir las mismas estructuras de la sociedad.
La
mujer, desde la culpa original, de la cual parece nunca
desprenderse, se hace merecedora, ante la mínima desprotección o ausencia de
su marido-patrón-protector, de cualquier vejación o sometimiento.
La
prostituta, en los siglos de mi trabajo, fue el receptáculo de
muchas cargas y culpas. La prostituta no sólo es mujer, sino que utiliza el
instrumento que la hace ser lo que es para sobrevivir en un mundo violento y que
parece no pertenecerle salvo por la negativa.
Lo
único que la justifica es su tarea profiláctica y ser la representante de la
miseria humana, un ejemplo muy visible de la caída.
Su
carácter de mercenario agravaba su status y
debía, en una sociedad donde todo era subrayado para el contraste, notarse su
condena para no ser confundida con la buena gente.
El
estudio de la Historia nos lleva, muchas veces, a sufrir por nosotros mismos.
Nos vemos en acto, como sus propios productores y actores. Nos vemos enmarañados
en sistemas filosóficos, de producción y en debacles coyunturales.
Somos hombres y somos mujeres. Somos poderosos y somos insignificantes.
Si
nos faltó humanidad dejamos de ser humanos.
Tendremos
que buscarnos un nuevo nombre para llamarnos.
Bibliografía
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v
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v
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v
Pernoud, R. A
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v
Rossiaud, J. La
prostitución en el Medievo. Ariel. 1986.
v
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y textos de filosofía. Biblioteca de orientación Universitaria. Alhambra.
1987.
v
Wade Labarge,
M. La mujer en la Edad Media. Nerea. 1989.
[1]
De ésta saldrá el famoso Debate Brenner.
[2]
Hilton, R. Conflicto
de clases y crisis del feudalismo. Crítica. 1988.
[3]
Ashton y Philpin Editores. El debate
Brenner. Crítica. 1988.
[4]
Anderson, P. Transiciones de la antigüedad
al feudalismo. Siglo XXI. 1997.
[5]
Anónimo. Cristo lanzando flechas de
la peste. 1424
Hannover, Niedersaschsisches, Landesmuseum.
[6]
The offering of
the body in indiscriminate lewdness for hire
[7]
A prostitute is
defined as a woman who is devoted or (usually) offers her body to
indiscriminate sexual intercourse, especially for hire.
[8]
En el sigloXII, Enrique el Monje exhortaba a sus seguidores a casarse con
prostitutas arrepentidas.
[9]
En 1523, se prohibe en Granada que las personas tengan máscaras y vayan
tapadas bajo pena de 100 azotes, si es persona baja, y de destierro por seis
meses, si es persona noble. Si el delito se comete de noche, se doblará la
pena. Novísima Recopilación, V,
p. 347.
[10]
…así pues la virtud está en
relación con las acciones, como con las pasiones… (Aristóteles, Etica
Nicomaquea, II. 6.)
…toda ciudad o estado es una
especie de comunidad, y toda comunidad se ha formado teniendo como fin un
determinado bien…
… la comunidad primaria constituida por varias
familias para satisfacción de las necesidades meramente cotidianas es el
pueblo o aldea, parece ser una colonia de una familia, formada por los que
algunos llaman compañeros de leche, hijos e hijos de los hijos.
Finalmente, la comunidad compuesta de varios pueblos o aldeas es la
ciudad-estado. De aquí que toda ciudad-estado existe por naturaleza en la
misma medida en que existe naturalmente la primera…
(Aristóteles, Política. I, 1.)
[12]
Muchas
flamencas se dedicaban a la prostitución en las ciudades de Francia e
Inglaterra, al haber emigrado y no encontrar trabajo.
[13]
Nos cuenta Rossiaud que en Avignon era preciso tener menos de 25 años y ser
bella.
[14]
Duby, G. El amor en la Edad Media. Op.
cit.
[15]
La Iglesia jamás dio por lícita la fornicación. Se sabe que en los
Concilios de Vienne y Basilea se debatió el asunto.
Trabajo
enviado por:
Gabriel Ferro.
Para
la
cátedra de Historia de la Edad Media del Instituto Nacional Superior del
Profesorado Dr. Joaquín V. González.
Capital Federal.
Profesora titular: María Inés Carzolio