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La prostitución en la desestructuración del sistema feudal




Enviado por gabof



     
     
     
     

    • 1.     
      La desestructuración de los mecanismos del
      sistema
    • 2.     
      Los autores
    • 3.     
      Los temas significativos
    • v    
      ¿Qué es la prostitución?
    • v    
      ¿Quién la ejerce?
    • v    
      ¿Cómo se articuló en
      la sociedad
      bajomedieval?
    • v    
      Bajemos ahora de la
      filosofía…
    • v    
      Las razones más frecuentes
    • v    
      Esos signos distintivos
    • v    
      Esta moral
    • v    
      El cursus
    • v    
      Cómo y cuánto
    • v    
      Su herramienta: el
      cuerpo
    • v    
      El
      bien común: una prostitución ordenada
    • v    
      La
      alteridad
    • v    
      Las
      hermandades de jóvenes. Las
      agredidas, los agresores.
    • v  
      El
      proxenetismo
    • v  
      El
      1400
    • v  
      Para
      1460 o 1470
    • v  
      Entre
      1520 y 1570
    • 4.     
      Conclusiones
    • 5.     
      Bibliografía

    La época,
    desde donde enfocaré mi tema, corresponde a la desestructuración de los
    mecanismos del sistema. 

    Esta época, 
    “de prueba” según Robert Fossier, le llega al 
    occidente europeo (la zona para el análisis de mi tema) en la segunda
    mitad del siglo XIII. La Europa cristiana conocerá el desfallecimiento económico
    y las tensiones sociales, sufrirá los efectos de las guerras, la peste y el
    hambre. La producción se estanca y los ejes comerciales se desplazan. Las
    confrontaciones de clase se traducirán en revueltas campesinas y urbanas. Ante
    esta crisis general (quiero acotar que asoló igualmente a todo el continente),
    las defensas tradicionales flaquean. Al debilitamiento del clero, sacudido por
    los cismas, se añade la aparición de nuevos protagonistas: notarios y abogados
    (ligados al Estado y a la ley), aventureros y soldados de fortuna (ligados a la
    guerra), prestamistas, comerciantes y especuladores (ligados a la coyuntura),
    bastardos y cortesanas (ligados a la liberación moral). Es la edad de los
    excesos en las formas de vida, como en la literatura y en el arte.  

    Pero
    analicemos con mayor detenimiento el proceso de la crisis.

     

    Las
    interpretaciones sobre esta debacle varían de forma considerable. Para algunos
    la crisis fue consecuencia de un mal ajuste de los factores de producción.
    Veamos.

    Para
    Wilhelm Abel (1935) el descenso demográfico fue el elemento fundamental,
    seguido por una crisis agrícola caracterizada por el bajo precio del grano[1].

    Otros
    historiadores y economistas (desconsiderando según Hilton[2]
    los aspectos demográficos, monetarios o de otro tipo) consideran que la crisis
    abarcó la totalidad del sistema socioeconómico.

    Es
    interesantísima la propuesta de Hilton que, desde varios textos, reconoce la
    crisis pero no el fin del sistema. 

    Dirá
    desde el Debate Brenner: “Las
    crisis son, por definición momentos críticos en la historia de los organismos
    tanto sociales como naturales; el organismo puede morir, también puede
    sobrevivir más o menos intacto o puede sobrevivir tras sufrir los cambios
    necesarios que le permitan enfrentarse a las circunstancias cambiantes. Después
    de la primera crisis de los siglos XIV y XV, el feudalismo tuvo una larga y
    problemática historia en la que aparecen varias fechas clave: 1640, 1789, 1917.
    Ahora bien, si la primera crisis del sistema social no implicó la desaparición
    de éste, no hay razón alguna que impida suponer que la crisis no tuvo lugar”[3]

     

    El
    determinante más profundo de esta crisis, según Anderson[4],

    radicaría en un bloqueo de los mecanismos de reproducción del sistema en el
    punto límite de sus últimas capacidades. Parece claro que

    el motor básico
    de las roturaciones rurales, que impulsa por tres siglos a toda la economía
    medieval supera finalmente los límites objetivos de la tierra y de la
    estructura social.

    La población

    siguió creciendo
    mientras las cosechas ocupaban las tierras marginales 
    todavía disponibles para su roturación y el suelo se degradaba por la
    precipitación y el mal uso.

    El
    avance de las tierras destinadas al cereal se había conseguido, frecuentemente,
    en detrimento de los pastizales, cosa que afectó a la cría de animales y, con
    ella, al suministro de abonos para la misma tierra cultivada.

    Según
    Anderson, el progreso de la agricultura medieval sufría ahora su propio
    castigo.

     

    La
    roturación de bosques y tierras baldías no fue
    acompañada de un cuidado similar en su conservación. Se utilizaron muy poco
    los fertilizantes, de tal modo que las capas altas de la tierra quedaron rápidamente
    exhaustas.

     

    Se
    entraba en un marco de desequilibrio ecológico y el
    fantasma de una mala cosecha amenazaba con superpoblación y hambre. Las
    inundaciones y los vendavales de polvo se hicieron más frecuentes.

     

    La
    diversificación de la economía feudal europeacon el desarrollo del comercio
    internacional había provocado en algunas regiones una disminución en la
    producción de grano a costa de otras ramas de la agricultura (vino, lino, lana,
    ganadería) y, por tanto, un aumento en la dependencia de las importaciones con
    sus peligros consiguientes.

    En
    algunas regiones, como en el centro de Italia, las rentas exhorbitantes del
    campesinado ya estaban disminuyendo su índice de reproducción en el siglo
    XIII. Al mismo tiempo, la economía urbana tropezó con obstáculos decisivos
    para su desarrollo.

    Pero
    el medio básico de circulación para el intercambio mercantil quedó paralizado
    por la crisis, ya que a partir de las primeras décadas del XIV hubo una escasez
    generalizada de dinero que afectó a la banca y al comercio. Las razones de ésta
    son oscuras, pero uno de sus principales factores fue la llegada al límite de
    las propias fuerzas de producción.

     

    En
    la minería, como en la agricultura, se alcanzó una
    barrera técnica, y esta escasez de metales provocó una inflación galopante.

     

    Sí,
    como dije ya, la población aumenta brutalmente entre el X y el XIII (en
    Francia, según Duby, se triplica), su posterior descenso condujo a una
    contracción en la demanda de artículos de subsistencia de tal forma, que los
    precios del grano se hundieron a partir de 1320. Sin embargo,

    las
    manufacturas urbanas y los bienes caros producidos
    para el consumo señorial gozaban de una clientela fija y hasta aumentaban
    progresivamente sus precios, pero los ingresos de sus parcelas, a la inversa,
    decrecían. Esta presión (desde el frente del consumo y el ingreso decreciente) 
    desencadena una oleada de guerras para ganar ingresos. En algunos caso se
    recurre hasta al saqueo (Condottieri, Raubrittertum, etc.). 

    La
    guerra se convierte, de
    vocación caballeresca del noble, en su actividad profesional. 
    Los servicios de caballería dieron paso, progresivamente, a la violencia
    a sueldo y a los capitanes mercenarios.Y si a toda esta desolación estructural
    le faltara algo, sobrevino una catástrofe coyuntural:

    la peste
    negra. Procedente de
    Asia en 1348, sega quizá una cuarta parte de los habitantes. Los pintores la
    representan como una lluvia de flechas asesinas enviadas por Cristo[5].
    A partir de entonces, los brotes se hicieron endémicos en muchas regiones. Ésta
    produjo una terrible escasez de mano de obra justo cuando la economía feudal más
    la necesitaba. Toda esta acumulación de desastres provocó, también desde
    Anderson, una desesperada lucha de “clases” [las comillas son mías] por la
    tierra. Los nobles, acosados por deudas e inflación intentan reforzar la
    condición servil. Es  general para
    toda Europa occidental. Esto generará violentas
    resistencias dirigidas, generalmente,  por
    los campesinos más cultos y prósperos. Las
    relaciones de producción cambiaron antes que las fuerzas de producción. Por
    lo tanto, la consecuencia inmediata de la crisis del Feudalismo occidental no
    fue una rápida liberación de nueva tecnología, sino fue más bien una extensa
    transformación social en el campo occidental, porque estas violentas rebeliones
    rurales condujeron, a pesar de su derrota, a cambios en el equilibrio de las
    fuerzas en pugna por la tierra y a ir (por eso mis comillas anteriores) formando
    una conciencia de clase en sí y para sí,  en la todavía informe masa campesina.En cuanto a la
    localización geográfica de estas rebeliones, todas suceden en zonas con
    poderosos centros urbanos. Connoto entonces, que la ciudad funcionaría como un
    “calentador” de insurrecciones.

     

    Psicología

    En
    algunas ciudades, las pobres gentes del común se unían a la rebelión de los
    campesinos por solidaridad social pero, deduzco, no por el campesinado en sí,
    sino como   oposición al señor.
    Los gobiernos de las ciudades recibían con los brazos abiertos a los siervos
    fugitivos ya que  éstos
    representaban una entrada de mano de obra para sus propias manufacturas.

    Los
    señores necesitados de dinero se veían forzados a aceptar esta relajación de
    los vínculos serviles en el campo. Esto es fundamental, a pesar de su
    lento-pero-seguro progreso hacia la conmutación de renta-trabajo
    por renta-especie, y de ésta por renta-dinero. De
    hecho, la servidumbre había desaparecido casi por completo a principios del
    XIV, con dos o tres generaciones de diferencia en el área de Europa de este
    trabajo.Hacia 1450,
    el dominio señorial cultivado por mano de obra servil era un anacronismo en
    Francia, Inglaterra, Alemania occidental, Italia del Norte y la mayor parte de
    España.

    2

    Antes de
    citar quienes trabajaron puntualmente sobre el tema, no puedo dejar de citar
    que, ante un primer y rápido vistazo, éste parecía bastante acotado, y hasta
    algo monótono; pero al comenzar la lectura, comenzaron a estallar una cantidad
    enorme de conceptos que iban mucho más allá de la genitalidad, la sexualidad y
    la historia social.

     

    Los
    autores

     

    v     
    Platón

    Como
    su maestro, está persuadido de que el verdadero saber no puede referirse a lo
    que cambia, sino a algo permanente. Desde aquí mirará al Hombre y la Sociedad.

     

    v     
    Aristóteles                      

    En
    la época que considera este trabajo, su obra fue considerada la obra científica
    por excelencia.

     

    v     
    Foucault

    Si
    bien este autor no habla puntualmente de la prostitución, ni de la Baja Edad
    Media, habla de la sexualidad como articulación de Poder
    y Deseo,
    los supone ligados e inexorables.

     

     

    v     
    Duby

    En
    estos textos, el autor explora las mentalidades de entonces y las articula con
    el hoy, desde lo social y fundamentalmente, desde los grupos de poder y sus
    manifestaciones artísticas, sin descuidar lo ecológico, lo demográfico y lo
    tecnológico, así como las estructuras de la sociedad.

     

    v     
    Le
    Goff, J.

    Recurrí
    a este autor, para analizar su visión de la tipología de la marginalidad, sus
    bases ideológicas y los procesos de marginación y de exclusión.

    Le
    Goff estudia a los marginados de manera histórica, es decir, dinámica.

    Analiza
    procesos antes que estados. Es un estudioso de los ambientes y las ideologías 
    donde los actores se mueven.

     

    v     
    Ariés
    y Duby

    De
    esta bibliografía extraje material sobre la “herramienta” de la prostituta
    de todas las épocas, es decir, del cuerpo; su imagen y su moral.

    Las
    evasiones clandestinas y la ostentación pública de lo privado.

    Los
    autores lo analizan desde lo ideológico, lo social, lo filosófico y lo
    religioso.

     

    v     
    Frontón
    Simón

    Esta
    historiadora hace una breve reseña con una muy buena cita de fuentes primarias.

    Aborda,
    sobre todo, la relación de los afeites, como artificio de la prostitución, y
    su impresión en lo que hoy llamaríamos “opinión pública”.

     

    v   
    Wade
    Labarge, Margaret

     

    Esta
    autora aborda ya directamente el tema de la prostitución. Lo hace desde lo público
    y lo privado. Analiza los motivos de la prostitución y su relación con algunas
    instituciones en algunas ciudades y comunidades de aldea de algunos países. Su
    relación con lo económico y como fuente de extracción de renta-dinero. Las
    distintas maneras de ejercer el oficio y sus espacios físicos, su constucción,
    mantenimiento y dirección. La relación de los actores del prostibulum.
    La vestimenta y la mujer frente a los tribunales y a la ley.

     

    v   
    Moore,
    R. I.

    Este
    autor nos cuenta el cómo, no el porqué.

    Nos
    cuenta como aparecen las chicas
    municipales
    en los escritos de la época, pero sólo se limita a citar el
    nombre del autor y el título de la obra.

    La
    analiza fundamentalmente en relación con lo urbano y las relaciones de poder.

    También,
    como Wade Labarge, escribe sobre las relaciones dentro de los burdeles y su
    “gerencia” y la rentabilidad del “negocio”. Expande el tema, conectándose
    en ciertos puntos con Le Goff, en el problema de la alteridad y el mito construído
    sobre la diferencia.

     

    v     
    Rossiaud

    Un
    trabajo totalmente dedicado al tema.

    Es
    un depurado estudio de historia social con muy buena documentación, sobre todo
    de Dijon y la región del Ródano.

    Lo
    enfoca fundamentalmente desde lo jurídico, lo literario y lo teológico.

    Ya
    lo dice Duby desde el prólogo: Hace
    emerger la historia social a partir de la historia económica”.

     

    v     
    Dillard,
    H.

     Este capítulo es específico de la España de la reconquista,
    y habla en general de toda mujer sin honor. Las ve en relación a lo jurídico y
    lo social. El texto es riquísimo en su discriminación geográfica, tanto por
    villas como por ciudades, y dentro de éstas, las distintas interrelaciones
    sociales.

     

    v     
    Galán
    Sanchez y López Beltrán

    Éstos
    ven el tema desde el Reino de Granada en la primera mitad del XVI, precisamente
    sobre las ordenanzas de 1538.

    Hacen
    las distinciones esencialmente desde el materialismo con elementos de lo demográfico,
    lo social y lo jurídico.

    Son
    muy claros sobre las “concesiones” de los prostíbulos, 
    la pugna por conseguirlas, los beneficios y sus gerentes.

     

    v     
    Duby/Perrot          

    Estos
    autores, directores aquí de la obra, unifican y seleccionan acertadamente los
    autores para “ver” a la mujer, y su variedad de representaciones. Es una
    Historia de larga duración, centrada en occidente.  

     

      

    3

      

    ¿Qué
    es la prostitución?

     

    Según
    el Shorter Oxford English Dictionary (que
    la define sólo en relación a las mujeres) 
    es el ofrecimiento del cuerpo, a
    través de una lascivia indiscriminada, en alquiler
    [6].

    El
    fenómeno es universal. Algunos lo conectan solamente con factores económicos,
    mientras otros, lo analizan desde el cuerpo psicológico y los problemas
    emocionales.

    A
    mi entender, todo será considerado.

    Según
    el análisis de Galán Sánchez y López Beltrán, (éstos trabajan sobre el
    Reino de Granada en la primera mitad del siglo XVI)

    las
    concepciones están sometidas a una triple exigencia: una represión total del fenómeno (lo trataré luego desde
    Foucault), la aceptación de un fenómeno
    inevitable y su necesidad de controlarlo lo máximo posible, y el hecho de que
    estas mujeres pueden producir ingresos fiscales

    La
    prostitución se desarrolló tanto en zonas de paz como de guerra, aunque fue más
    floreciente en las metrópolis en expansión. La toleraron los bastiones de la
    Iglesia como las regiones de menor rigor.

    La
    prostitución pública, en la desestructuración del sistema medieval, era
    considerada un instrumento de Salud Pública, un valor central de la ética
    urbana. Era una salvaguardia para las esposas e hijas decentes.

     

     

     

    Dijo
    Duby

    Todas
    las ciudades y aldeas tienen sus prostitutas. Su presencia desafía los siglos a
    pesar de los obstáculos puestos a su oficio (vestimenta, domicilio, salidas,
    impuestos). La presencia indefectible de las prostitutas y su sorprendente número
    demuestran el éxito general y su papel en la apertura a todos los niveles
    sociales, de las barreras de lo privado estricto”.

     

     

    ¿Quién
    la ejerce?

     

     

    Según
    la Enciclopaedya Britannica (que para
    definir a la prostitución define a la prostituta) esta es una
    mujer que está total o parcialmente dedicada a ofrecer su cuerpo a intercambios
    sexuales indiscriminados, especialmente por dinero o algún bien[7]
    .

    Para
    los pastores del período de mi trabajo, la prostituta era a la vez auxiliar y
    testigo. Pobre, humillada y parte, en cierta manera, de la lucha contra los
    vicios siendo ella misma la víctima, personificando la miseria humana.

    La
    prostituta no podía acusar a otros, tenía prohibido heredar propiedades y tenían
    que recurrir a un representante para responder de cualquier acusación contra
    ellas.

    Con
    el tiempo, los moralistas llegaron a admitir que tenían derecho a quedarse con
    el dinero producido. Si alquilaban sus cuerpos, serían entonces definidas como mercenarios.

    El
    principal problema para una mujer, pública o secreta, sería el peligro de
    chocar con la ley involucrándose en robos, violencia o brujería. En Londres,
    una prostituta ante el menor escándalo, era encarcelada de inmediato. Un primer
    robo podía llevarla a perder una oreja y la horca era un castigo corriente.

    Se
    la podía ver también como a una potencial Magdalena, es decir, como futura
    conversa y santa.[8]  

    Según
    Dillard, se la definía, en la época de la reconquista española, como una
    inconsciente, impúdica, maliciosa y poco digna de confianza, pero sobre todo
    como una mala mujer.

     

    ¿Cómo
    se articuló en la sociedad bajomedieval?

     

     

    Según
    Rossiaud

    Intentar
    comprender la amplitud y significado social de la prostitución, equivale a
    definirla en función de las estructuras, los valores culturales y las
    mentalidades colectivas de los grupos sociales que la toleran o reprimen.

     

    Al
    leerlo tuve, durante toda la lectura de su trabajo, la sensación de que el
    fantasma de Foucault descendería sobre sus líneas. No pasó. Yo me le animo.

     

    El
    secreto para el análisis estaría en descifrar de que manera se articulan Poder
    y Deseo. Los suponen ligados de una manera más compleja y originaria que el
    juego entre una energía salvaje, natural y viviente, que sin para desciende
    desde lo bajo, y un orden de lo alto que busca obstaculizarla.

     

    Distingue
    los siguientes rasgos:

     

    1.      
    La relación negativa

    Entre
    el poder y el sexo toda relación se establece de modo negativo: rechazo,
    exclusión, barrera, ocultación o máscara[9].

    El
    Poder nada puede sobre el sexo y los placeres, salvo decirles NO.

    Produce
    ausencias, lagunas, elide elementos, introduce discontinuidades, separa lo
    unido.

     

    2.      
    La
    instancia de la regla

    El
    sexo es colocado entonces bajo un régimen binario: lícito e ilícito,
    permitido y prohibido.

    El
    poder prescribe al sexo un orden.

    El
    sexo se descifra a partir de su relación con la ley. El Poder apresa al Sexo
    por el hecho mismo de articularse un estado de derecho.

     

    3.      
    El
    ciclo de lo prohibido

    No
    te acercarás.

    No
    tocarás.

    No
    experimentarás placer.

    No
    aparecerás.

    No
    existirás, salvo en la sombra y el secreto.

    El
    objetivo del Poder sería que el Sexo renuncie a sí mismo so pena de ser
    suprimido. NO APARECERáS SI NO QUIERES DESAPARECER. Tu existencia no será
    mantenida sino a precio de tu anulación.

     

    4.      
    La
    Lógica de la Censura

    De
    lo que está prohibido no se debe hablar hasta que esté anulado de la realidad.

    Lo
    que se debe callar se encuentra proscripto de lo real como lo que está
    prohibido por excelencia.

     

    5.      
    La unidad de dispositivo

    El
    poder sobre el sexo se ejercería de la misma manera en todos los niveles. De
    arriba abajo.

    Cualquiera
    que sean los aparatos o las instituciones en las que se apoye, actuaría de
    manera uniforme y masiva; funcionaría según los engranajes simples e
    indefinidamente reproducidos de la ley, la prohibición y la censura: del Estado
    a la Familia, del Príncipe al Padre, del tribunal a la trivialidad de los
    castigos cotidianos.

     

    Como si
    hiciera falta aclarar algo más,

    el
    poder

    es
    tolerable sólo con la condición de enmascarar una parte importante de sí
    mismo.

    Su
    éxito

    es
    directamente proporcional a lo que esconde de sus mecanismos. El secreto, para
    el poder, no es abuso, es indispensable.

     

    Las
    grandes instituciones de poder que se desarrolaron en la Edad media

    la
    monarquía, los aparatos de Estado- tomaron impulso sobre el fondo de una
    multiplicidad de poderes que eran anteriores y, hasta cierto punto, contra
    ellos: poderes densos, enmarañados, conflictivos, poderes ligados al dominio
    directo o indirecto de la tierra, a la posesión de las armas, a la servidumbre,
    a los vínculos de sobreranía o vasallaje. Si tales instituciones pudieron
    implantarse, si supieron hacerse aceptar, fue porque se presentaron como
    instancias de regulación, de arbitraje, de delimitación, como una manera de
    introducir entre estos poderes un orden.

    Esas
    grandes formas de poder, frente a fuerzas múltiples que chocaban entre sí,
    funcionaron por encima de todos los derechos con el triple carácter de
    constituirse como conjunto unitario, de identificar su voluntad con la ley y de
    ejercerse a través de mecanismos de prohibición y sanción.

     

    Otra
    cita obligada era el “Jefe de la tropa”, al decir de Duby, de la masa de
    “adoradores de Aristóteles”: Santo Tomás de Aquino.

     

    La
    sociedad de entonces

    se
    regía por la concepción aristotélica de las virtudes y la política.

    Las
    virtudes morales

    por
    las que el hombre es digno de alabanza consisten en el sometimiento y dominio de
    la parte instintiva y racional. [10]

    En
    cuanto a la política, el hombre es por naturaleza un animal político o social.

    Los
    hombres no pueden realizarse como tales sino a través de la sociedad. Es en la
    sociedad donde el hombre puede alcanzar su perfección y felicidad.

     

    Esta
    sociedad tiene tres formas naturales: la
    familia, la aldea y la ciudad o estado
    .[11]

    La familia

    consiste
    en la unión de un hombre con una mujer para perpetuar la especie.

    La aldea,

    o
    comunidad de familias, nace para la satisfacción de las necesidades cotidianas.

    La ciudad,

    existe
    para la consecución de una vida plena y feliz.

     

    Parecería
    redundante decir entonces, que todo aquello que atenta contra esta armonía será
    ilícito, prohibido.

     

    Platón

    distinguió
    en sus postulados fundamentales, que no existirá una moral para los individuos
    distinta de la del Estado. Dado que el Estado se compone de individuos y existe
    para los hombres, el código moral debe ser único, pues rige a la vez para los
    hombres y para las sociedades.

     

    Bajemos ahora de la filosofía

     

     

    En
    la Edad Media

    (y
    recuerdo el período de mi competencia) la prostitución estaba muy bien
    organizada en esta sociedad con tantos solteros (en primer lugar los clérigos y
    después, todos esos jóvenes que se casaban tarde).

    Todo
    el mundo consideraba que era indispensable dar un cauce de salida a sus
    necesidades sexuales. La prostitución en sí no era entonces considerada una
    falta determinante de la reacción social. 

     

     

    Las
    razones más frecuentes

     

     

    para
    que las mujeres se hicieran prostitutas eran la pobreza y la violencia
    masculina.

    La
    viuda pobre

    (con hijos pequeños o no),

    la
    sirvienta o la criada

    (usadas como concubinas por su amo y luego abandonadas),

    la
    extranjera
    [12]
    (incapaz de conseguir un trabajo legítimo);

    es
    decir, toda mujer sin medios ni oportunidades tenía en la prostitución, casi
    la única vía para ganarse la vida.

    Recibidas
    por la ciudad, las mujeres comunes deben prestar juramento a las autoridades,
    pagar semanalmente su alquiler a la dueña del burdel, entregar algunas monedas
    al sujeto que las protege y participar de los gastos de calefacción.

     

    La
    tolerancia

    beneficia
    a la inmigrante, la viuda o la necesitada, contra la mujer lujuriosa que busca sólo
    el placer. Son un mero receptáculo del inevitable ardor de los solteros, o de
    las víctimas del deseo. Los maestros consideran la simple fornicación como el
    acto cometido con una prostituta pública. Esto, en lugar de relajar, refuerza
    el orden socioespiritual. Pero hay otras mujeres que considerar, las decentes.

    Entonces
    las prostitutas llevarán alguna marca que las identifique.

     

     

    Esos
    signos distintivos

     

    Son
    signos involuntarios exhibidos por los propios marginados, signos infamantes
    impuestos a las mujeres públicas para diferenciarlas de las decentes.

    El
    signo de Rahab impuesto bajo San Luis era una advertencia disuasiva a las
    mujeres de caer en la prostitución.  Aparte
    de la marca, llamada aiguillette, las
    prohibiciones vestimentarias estaban encuadradas en las ordenanzas suntuarias
    generales que se aplicaban a todas las categorías sociales, y que por otra
    parte, nunca fueron respetadas estrictamente.

    En
    1389, las prostitutas del burdel de Toulouse se sintieron molestas porque los
    funcionarios de la ciudad les exigían que llevaran capuchas y cintas blancas
    como marcas distintivas. Solicitaron al rey el derecho de vestir como quisieran
    y se les otorgó permiso real para llevar la ropa del color que quisiesen, pero
    igualmente se
    insistió en que llevaran una banda de color distinto en el brazo.

    Se
    les confiscaban ropas o adornos reservados para las decentes.
    Se les insistía en que llevasen una capucha sin forro de tela a rayas.

    Algunas
    llevaban paternosters 
    o imágenes de santos, asistían a misa 
    en los Dominicos y Franciscanos, se retiran por Pascua o Navidad para no
    pecar y “gozar” de la penitencia.

     

     

    Esta
    moral

    fue
    indirectamente proporcional a la crisis del sistema. Los laicos que aceptaban en
    un tiempo la prostitución, adoptaban ahora medidas represivas, que olvidarían
    con los mejores tiempos.

     

    El
    cursus

    Para
    casi todas, la prostitución comenzó alrededor de los 17 años. La mitad de éstas
    no fue impelida por violencia, y casi una cuarta parte, fue prostituída por la
    familia o cayeron en desgracia por el carácter repulsivo del medio familiar.

    Las
    secretas tenían unos 17 años,
    siempre promedio, las camareras de los baños 20, y las alojadas en prostíbulos
    rondaban los 28.

    Casi
    todas comenzaron por la actividad ocasional, trabajando durante el día, por la
    fuerza o no. Pronto reclutadas, o compradas por alcahuetas, se convertían en
    camareras de baños públicos. Tarde o temprano acababan en la Gran Casa, porque
    ya no daban resultado económico en los baños o porque eran conducidas por sus
    rufianes, por las autoridades municipales o por otras mujeres comunes. 

    No
    pueden quedarse más allá de la treintena. Para entonces son las decanas. Y más
    allá llegaba la incertidumbre. Algunas hacían carrera en el oficio convirtiéndose
    en abadesas o patronas de casas de baños, asegurándose así su vejez. Otras,
    arrepentidas, se retiraban al claustro. No todas eran recibidas ya que basaban
    el ingreso en la edad y la belleza[13].
    Las autoridades no veían con buenos ojos esta medida, pues contribuía, según
    ellos, a empujar a chicas pobres a la prostitución teniendo, de alguna manera,
    resuelto su futuro. Algunas se veían obligadas a errar. Terminaban en la
    miseria, de limosneras, vistiendo harapos y muriendo en algún hospital, en la
    mejor de las suertes. Pero la mayoría de las mujeres de alrededor de treinta años
    tenían posibilidades de reinserción social. Todavía continuaban en edad de
    matrimonio y podrían encontrar un lugar como sirvientas o esposas. Para muchos
    ciudadanos, estas mujeres eran dignas de compasión, simpatía y caridad,
    impulsando las limosnas del barrio. Las autoridades municipales favorecían a
    las arrepentidas y hasta le suministraban dote para casarlas. Contrariamente a
    lo que podría suponerse, el matrimonio era el fin más frecuente de las mujeres
    comunes, y hasta en la misma ciudad donde habían comerciado con su cuerpo.

     

    Deducimos
    entonces que su “vida anterior” era vista como una función que les había
    tocado cumplir.

     

    Cómo
    y Cuánto

    La
    unión carnal se vio rodeada, por la sociedad medieval, de ritos publicitarios
    cuando se trataba del acto que fundaba una familia. Los recién casados podían
    ser observados por sus allegados en su lecho nupcial y las sábanas, al día
    siguiente de la consumación, serían expuestas jubilosamente.

    Duby
    dirá:

    “…
    no obstante, dado que, los humanos no se reproducen como las abejas, y que para
    ello deben copular, y dado que entre las trampas que tiende el demonio la peor
    de todas es el uso desmedido de los órganos sexuales, la Iglesia admite el
    matrimonio como mal menor”[14].

     

    Pero,
    atención, no se deja al desnudo a la recién casada, ni la posesión y, muchísimo
    menos, el placer. El acto necesita de la sombra y el retraimiento.

    Las
    prostitutas aparecen en forma destacada en los relatos chismosos y morales de
    los escritos monásticos.

    Provistas
    de un nombre de batalla, adornadas y luciendo joyas, “levantaban” a sus
    clientes en las puertas de las iglesias, en los mercados o en las tabernas.

    Cantaban
    de noche por la calle para llamar la atención de los clientes.

    Debían
    rechazar a los excesivamente jóvenes y a los hombres casados.

    Tenían
    derecho a complacer a varios a la vez con la única condición de que no fueran
    parientes.

    El
    acto sexual aparecía como la satisfacción de una necesidad elemental de los
    hombres, que encuentran siempre, de grado o por la fuerza, su pareja.

    El
    acto costaba el equivalente, según Rossiaud, a media jornada de trabajo
    femenino en las viñas (un blanco),
    pero podían cobrar tres o seis veces más si aceptaban pasar toda la noche con
    un solo hombre. Tomaba aproximadamente media hora y usaban velas para medir el
    tiempo.

    No
    podían hacer entrar a un hombre al burdel, baño, taberna o donde fuera, 
    por la fuerza. Tampoco podía aceptar su dinero y luego negarse. No se
    les permitía tener amante propio ni llevar delantal.

     

    El
    cuerpo, su herramienta

    La
    concepción dualista sobre la que se levantaba cualquier representación del
    mundo no ponía en duda que la persona estuviera formada por un cuerpo y un
    alma. La carne y el espíritu. Lo pesante, que tiende a lo inferior, y lo que
    aspira a la perfección celeste.

    El
    cuerpo es peligroso. Es el lugar donde
    moran las tentaciones.

    El
    alma se transparenta a través del
    cuerpo que la contiene. Es su corteza.

    Habrá
    que velar y cuidarse de ese cuerpo para que no corrompa el alma.

    El
    cuerpo femenino es más permeable a la
    corrupción por estar menos cerrado. 

    La
    mujer no podrá entonces vivir sin un hombre, deberá estar bajo su guarda y
    poder.

    Se
    halla en peligro y es fuente de peligro.

     

    La
    prostituta debía, con él, llamar la atención de sus clientes. Uno de los métodos,
    aparte de la ropa y las joyas, eran los afeites.

    Jean
    de Meun expondrá en el Roman
    de la Rose:

     

    Pues
    toda mujer a Venus venera

    Sin
    tener en cuenta ningún miramiento,

    Por
    lo cual se adornan y se ponen bellas

    Para
    engatusar a quienes las miran;

    Se
    pasan así el día en la calle

    Tanto
    para ver como para ser vistas,

    Y
    para avivar en quienes las siguen

    El
    deseo ardiente de yacer con ellas.

    Con
    el mismo fin suelen adornarse

    cada
    vez que acuden a fiestas e iglesias,

    lo
    que nunca haría ninguna mujer

    de
    estar convencida de que no la miran,

    o
    si no quisiera agradar a aquellos

    a
    quienes supone que ha de seducir

                              
    (vv.
    9025-9038)

     

    Nos
    dejó Fray Fernando de Talavera:

     

    Si
    esto se hiziera con moderación pudiera passar… que si alguna se finge
    hermosa, con afeites, y colores, pelando las cejas, y puniendo alcoholes

     

     

     

    Leandro
    de Sevilla les dirá:

     

    ¿Qué
    artificiosas formas no urde para halagar a los ojos? ¿Con qué olores extraños
    no impregna los vestidos para halagar a los ojos? Finge el cutis la que adultera
    el rostro con ficciones, tiñéndolo con colorete rojizo, de modo que no se
    reconoce a sí misma y engaña al hombre con hermosura prestada, no con la
    propia. Y ¿crees que tendrá limpia el alma la que de ese modo corrompe su
    rostro?

     

    Clemente
    de Alejandría recalca la asquerosidad
    de estas mujeres:

     

    “…
    las floridas pinturas del rostro son señal y pregón de ramera… así como los
    ojos vendados o la mano envuelta en emplastos, a quien lo ve hace indicio de
    enfermedad, así el color postizo y los afeites de fuera dan a entender que el
    alma en lo de dentro está enferma.

     

     Según
    el Manual de Confesión de Thomas de Chombham

     la
    prostituta actúa mal al elegir su oficio pero
    no obra mal al recibir el precio de su trabajo, una vez admitido que es
    prostituta. Mas si se prostituye por placer y si alquila su cuerpo para conocer
    el placer, entonces no alquila su cuerpo, y el beneficio es tan vergonzoso como
    el acto. Así mismo si la prostituta se perfuma y se adorna de forma que atrae
    con falsos atractivos y hace creer en una belleza y en incentivos que no posee,
    por comprar el cliente lo que ve, y ser en este caso mentira, la prostituta
    comete con ello un pecado, y no debe conservar el beneficio que con ello
    saca.

     

    Es
    clarísimo en este texto que hoy, en lugar de pecado,
    leeríamos delito. Recién en
    el siglo XVIII se distinguirá lo político, que irá al ámbito de lo público;
    de la religión, que irá al ámbito de lo privado. Quiere decir que hasta
    entonces, todo lo ilegal era pecado.

     

    Al
    afianzarse la victoria de la Iglesia sobre los herejes,

    los
    más destacados teólogos comprendieron, e hicieron comprender, que el bien común
    no se podía concebir sin una prostitución ordenada.

     

    El
    bien común. Una prostitución ordenada.

     

    En
    el medio urbano

    se
    expandió, revistió formas complejas y se institucionalizó. A los notables y a
    los propietarios les interesaba atemperar estas turbulencias. Propusieron a sus
    criados e hijos la fornicación municipalizada, de la que se aprovecharían
    ellos mismos.

    En
    la mayor parte de las ciudades del sudeste de Francia existía un

    v     
    Prostibulum
    publicum
    ,

    construido,
    regenteado y mantenido por las autoridades municipales o principescas. Las
    ciudades tenían su maison lupanarde, su
    bon hostel, su bonne carriere, su Chateau-Gaillard,
    en lenguaje popular se llamaba preferentemente burdel. Afirman los autores
    que no existía una buena ciudad sin su “buena
    casa”
    .El prostibulum, que lo más
    frecuente era que se hubiera construido con dinero de la comunidad, estaba
    arrendado a una abadesa o a un gerente
    que tenía el monopolio (al menos en teoría) de la profesión.

    Se
    podía reservar todo un barrio, con varias calles alrededor de una plazoleta
    arbolada rodeada por las habitaciones. Por lo común, el burdel no es una casa
    cerrada donde las chicas estén recluidas, como en un convento. Esto no respondía,
    solamente, a un imperativo de seguridad colectiva, sino que cumplía una benévola
    función bajo la dirección de las autoridades.

    Pero
    existen en cada ciudad, además del burdel público, varias casas de tolerancia.
    Una de ellas radica en

    v     
    Los baños que
    son establecimientos prostibularios con una finalidad honesta y otra deshonesta.
    A pesar de tener prohibida la entrada a prostitutas, todos los baños las
    tienen. Las habitaciones son numerosas y las camas de gran tamaño.

    Era
    la solución más onerosa pero la más tranquila y con muchachas más expertas y
    jóvenes. Su clientela era más selecta. Los sacerdotes forman, al menos un 20%
    de la clientela.

    Estos
    no disimulan la existencia de un tercer nivel de prostitución, el que Rossiaud
    llama artesanal. Son los:

    v     
    Bordelages
    privados mantenidos por alcahuetas que tienen a dos o tres chicas, o las buscan
    para la ocasión, un cuarto nivel de prostitución:

    v     
    Cuentapropismo
    van de casa en casa. Pueden ser concubinas o amantes de varios. Pueden
    tener protectores/as oficiales o privados, tanto por el peligro de su actividad
    como por la competencia. Estos escalones del comercio amoroso son registrados
    con distintos nombres
    que distinguen a las mujeres del prostibulum
    de las que ejercen en los baños o en las habitaciones. A las públicas comunes se oponen las secretas
    y las esquineras. A las enclaustradas
    y a las secretas, las vagabundas y las ligeras.
    Prostitutas
    públicas y secretas están infiltradas por todas partes y aparecen tanto en Ciudades,
    parroquias ricas, barriadas y aldeas
    .

    Dillard
    cita, considerando a la España de la reconquista, pero lo podríamos hacer
    extensivo a todo el occidente, que las ciudades atraían criminales, vagabundos,
    cazadores de fortunas y mujeres para ejercer la prostitución. Si la prostituta
    estaba en los campos sitiados, podía aprovechar la situación en una villa
    nueva antes de que las esposas y familias de los colonizadores empezaran a
    llegar. Normalmente no se la trataba como una criminal, ya que ofrecía un
    servicio público. Pero no se le ofrecían los 
    privilegios de los que gozaban las villanas de buena reputación.

    La
    prostitución definida en sentido estricto es un fenómeno no sólo
    esencialmente urbano, sino necesariamente basado en el dinero o el intercambio;
    en realidad, la relación entre prostituta y cliente podría servir como
    paradigma del miedo a las relaciones y/o vínculos personales.

     

    Las
    reglas que las autoridades se esfuerzan en observar son:

     v     
    Sanitarias
    (en época de peste el prostíbulo cierra, se clausuran los baños y los bailes)

    v     
    Religiosas
    (a fin de respetar las prohibiciones, limitadas por Semana Santa y Navidad)

    v     
    Morales
    (para que ningún
    escándalo se produzca en las proximidades de las iglesias o de las calles
    patricias)

    v     
    Fiscales
    (con la finalidad de que el sector privado no arruine el monopolio municipal)

     

    El
    gerente o la abadesa

    La
    abadesa era una mujer común, o bien una antigua prostituta, que podía, o no,
    estar casada.

    Era
    considerada la “madre” de las chicas.

    Tenía
    a su cargo el reclutamiento de las pupilas, luego aceptadas o no por el oficial
    de justicia. Eran obligadas a aceptar ciertas reglas. En caso de muerte o
    renuncia de la abadesa, los cónsules gobernaban ellos mismos las casas.

     

    Los
    oficiales de Justicia

    Admiten
    o rechazan a las mujeres. La abadesa, que es también un agente de las
    autoridades de información, debe respetar las reglas
    del oficio,
    hacérselas respetar a sus pupilas y cuidar de que la
    casa
    no se transforme en casa de juego o de que se blasfeme en ella. 

     La
    organización material variaba con la importancia de la ciudad.

     

    La
    clientela

    Los
    jóvenes, que acudían a las prostitutas, no eran para nada mal vistos. Nada
    demuestra que ellos debieran ir a la Gran Casa, a los baños, a los privados o a
    las cuentapropistas, furtivamente. Era
    una prueba de normalidad social y
    psicológica.

    El
    acceso sí estaba vedado a los casados y a los clérigos, al menos teóricamente.
    La abadesa juraba no admitirlos. Según Rossiaud, en su zona de estudio (el
    Valle del Ródano), jamás se respetó esta reglamentación.

     

    La
    Iglesia

    se
    enfrentaba con un problema ético, el de la corrección o no, de beneficiarse de
    las ganancias de las limosnas de las  prostitutas.
    La doctrina de la Iglesia se mostraba bastante ambigua al respecto[15].

    El
    siglo XIII

    había
    reducido los tabúes, excusando bajo ciertas circunstancias las prácticas
    anticonceptivas y rehabilitando, tímidamente, el placer. Pretendió modificar
    la jerarquía de los pecados (de los delitos) de la carne, por supuesto en el
    marco del matrimonio. Éstas desembocarían, con el tiempo, a excusar ciertos
    comportamientos fuera del matrimonio.

     

     

    La
    alteridad

     

    Herejes,
    leprosos, judíos, locos, brujos, homosexuales, tullidos e inválidos,
    extranjeros y prostitutas eran, entre otros, los marginados.

    Durante
    los siglos XI, XII y XIII fueron víctimas, en grados diferentes, de una
    reacomodación que los definió con más exactitud que antes y los clasificó
    como enemigos de la sociedad.

    Sabemos
    que la realidad histórica está constituida por fenómenos de marginación que
    pueden llevar a la exclusión, o a la reintegración. Ese miedo a los grupos
    peligrosos se cristalizaba alrededor de algunas obsesiones. La enfermedad y el
    cuerpo, lugar de encarnación del pecado, lleva a condenar a las prostitutas. El
    modo de pensar maniqueo anulaba todos los matices

    Según 
    Le Goff, el personaje es siempre igual a sí mismo, deducimos entonces
    que la prostituta no fue cambiando en sí, sino el ambiente.

    La
    idea de la pureza tiene sus raíces en la creencia en la unión indisoluble del
    cuerpo y del alma y en el papel de indicador material que tiene el cuerpo en
    cuanto a expresión del alma.

    La
    prostituta pertenece al bando de los excluidos o destinados a la exclusión. En
    ellos trabaja el enemigo del género humano: el Diablo.

     

     

    En
    el siglo XIII

    se
    puede observar un importante movimiento hacia la recuperación de los marginados
    en el campo de lo que se consideraban oficios lícitos e ilícitos. 

    La
    Iglesia las tolera (como mal menor y sólo para solteros) las únicas compañeras
    lícitas, fomentando la creencia de que la unión efímera con ellas no es
    pecado grave, sino venial. Igualmente habrá de cuidarse de manifestarlo explícitamente.   

     

    Según
    Rossiaud, el Purgatorio triunfaba.

    La
    peste se alejaba y las marcas se van abandonando y van apareciendo prósperas
    casas de baños, literatura galante, los chistes gruesos y los jóvenes
    agresores, salvajes que insultaban y deshonraban a sus víctimas amparados en la
    moral.

     

    Eran
    estas las “Hermandades de jóvenes”

    Había,
    para esta época, demasiadas personas solteras en las ciudades. Estos jóvenes
    solían agruparse con un jefe a la cabeza. Eran verdaderas bandas
    institucionalizadas. Sólo había una por ciudad y gozaban de algunos
    privilegios. Los jóvenes podían, en ciertos momentos, liberar sus impulsos en
    la ciudad misma. Allí se los autorizaba. Las mujeres en situación marginal, o
    buenos partidos descuidados por un momento de sus familias, eran las víctimas
    principales.

     

    Las fraternidades de jóvenes

    se
    encuentran bajo los más variados nombres, tanto
    en las ciudades como en las villas
    .

    Éstas
    trabajaban sobre el control de los impulsos y la defensa de la comunidad y sus
    tradiciones. Las abadías de jóvenes, o fraternidades alegres son instituciones
    reconocidas, e integradas en el cuerpo social de la ciudad.

    El
    Abad, el tesorero, los priores, son a menudo elegidos en presencia del
    magistrado urbano. El Abad estaba asistido por cuatro priores (dos por los
    solteros y dos por los casados)

    Los
    litigios internos del grupo son arbitrados por el consejo de la ciudad, que
    controla sus finanzas, autoriza o rechaza sus manifestaciones y el ejercicio de
    su jurisdicción.

    Los
    jóvenes ejercen una jurisdicción sobre los solteros y los casados. Se muestran
    exigentes cuando las uniones lesionan sus intereses o cuando las costumbres
    matrimoniales son transgredidas. Esto se transluce en fuertes multas que
    alimentan la caja de la banda que sirve para organizar banquetes, entre otras
    actividades.

    Organizaban
    escándalos humillantes ante los “culpables”. 
    La justicia, por lo general les delegaba la tarea de  “policía de las costumbres”. Sorprendían a los amantes
    y los atormentaban. Llevaban por la fuerza a los burdeles a mujeres ya
    “advertidas” (léase amenazadas). Deducimos que era bien fácil legitimar
    cualquier conspiración que tuviera por objeto la “caza” de una mujer
    (deseada o no)

    Se
    estaba obligado, siendo ciudadano, joven y no demasiado pobre a formar parte.

    En
    cuanto a la estructura de los grupos responden a cierta homogeneidad en la edad,
    a una estructura socioprofesional y a un número.El
    rito mayor de estas asociaciones juveniles era la violación, la violación
    colectiva.

    La
    mayor parte de las agredidas no elevaba su queja por vergüenza, poe miedo a
    represalias o porque su familia intentaba un acuerdo monetario con el/los
    agresores y así, no intervendría la justicia.

     

    Los
    agresoresson, los menos, forasteros, pero los más son gente de la ciudad, hijos
    de familia o criados. Provenían de todas las “clases sociales”. En su gran
    mayoría son artesanos y peones.

    Sólo
    una décima parte, según Rossiaud, es imputable a bandas bajo la dirección de
    un jefe. En éstas hay un 85% de hijos de familia y “compañeros” por casar.
    Tienen una media entre dieciocho y veinticuatro años. Esta agresividad no
    estaba ligada a alguna fecha en particular. Era regular durante todo el año, es
    una dimensión normal, permanente de la vida urbana.

    Si
    bien traté el tema del deseo y la pulsión desde Foucault, agrego que si esta
    pulsión sexual no estaba bien encauzada, la agresividad de estos grupos
    nocturnos se traduciría en violencia sexual.

     

    Violencia
    (en la sociedad) + Sexo (mal encauzado) = Violencia sexual

     

     

     

     

     

     Ésta
    violencia obedecería a dos motivaciones principales:

    a.      
    Adquirir el privilegio de masculinidad. Esta se logra dominando a la
    mujer que es, pura o pública, no hay más status posibles para la época.

    b.      
    El rechazo a un orden, al Estado del matrimonio. 

     

    El
    ataque

    podía
    ser cometido en plena calle, y la víctima ser arrastrada a los fosos de la
    ciudad.

    Casi
    todas las violaciones son de una brutalidad inaudita, pero nunca intentan herir
    gravemente o matar a las víctimas. La violencia física venía acompañada de
    violencia moral.

     

    La
    víctima

    es
    casi siempre difamada. Tiene dificultades para su reinserción social y
    familiar. Si es esposa, frecuentemente es abandonada por su marido. Está
    marcada para sus vecinos. Ella misma se siente avergonzada, culpable y sujeto de
    escándalo. No puede esperar nada, ni quedarse en su lugar, ni recuperar su
    honor. Así la violencia precede, generalmente al

     

    proxenetismo

    ejercido
    desde las clases altas a las mas
    bajas. Desde las oficinas municipales o
    de los príncipes
    , a la alcahuetería.
    Los primeros están encargados de hacer cumplir los reglamentos de la prostitución
    y de registrar a las mujeres, rechazándolas o admitiéndolas y hacerles pagar
    una tasa. Estos son los proxenetas notorios.

    En
    cuanto a la segunda, era una actividad específicamente femenina. Había
    distintos grados en esta profesión. En la cumbre de esta jerarquía estaban las
    regentes de las casas de baños. Solían dominar a sus pupilas creándoles
    deudas.

    Los
    rufianes podían salir de la mendicidad y protegían a las
    prostitutas. La mayoría de las mujeres secretas o públicas tenían a su
    “amigo”. Éstos se llevaban una parte de las ganancias. No parecen
    organizados en bandas y no vivirían de esto. Son en su mayoría zapateros,
    costureros, barberos o clérigos. No forman parte del mundo de la delincuencia.

     

     

     

     

    La
    ruptura se produce en el 1400

     

    Duby

    llamará
    a esta época de “popularización del Cristianismo”, ya que la ortodoxia
    deberá adaptar la catequesis a las ideas en curso.

     

    Las
    ideas de laicos y clérigos convergieron.

    Las
    epidemias recurrentes acabaron en desastre.

    Los
    trabajadores solteros tardaban en tomar mujer, y los turcos derrotaban a la
    Cristiandad abrumada por el Cisma y la guerras intestinas.

    Los
    actos contra natura fueron denunciados con nuevo vigor, perseguidos y reprimidos
    con crueldad.

    Los
    eclesiásticos, obsesionados con la moral social, llevaban a término un plan de
    sanciones penitenciales que no habían pasado, hasta entonces, de ser teóricas.

    Los
    defensores del Naturalismo ganaban nuevos adeptos invocando a dejar los vicios y
    volver a la naturaleza.

    Los
    extremistas cantaban al placer carnal.

    Los
    moderados pensaban en la prostitución como un asunto serio que se debía
    controlar.

    Los
    burdeles parecían apropiados para la preparación del matrimonio y
    resguardaban, de ellos mismos, a sus futuras mujeres.

    En
    esta época, los clérigos de la Universidad de París, para resistir, conceden
    a los esposos el derecho al placer fuera de los fines procreadores, mientras no
    atenten contra el fruto del matrimonio.

    Durante
    treinta o cuarenta años, las condiciones económicas, sociales y espirituales
    contribuyeron a la expansión de una moral social marcada por el Naturalismo.

    Las
    redes de ayuda mutua funcionaban, los negocios eran buenos y la Iglesia no quería
    (ni podía) discutir lo concedido.

    Se
    satisfacía a la naturaleza sin temer a la condena.

    Las
    Municipalidades favorecían  la
    prostitución pública. Según Gerson, había que permitir desfogarse al pueblo,
    como se airea un vino, para evitar que estalle el tonel.

    Cuando
    la Reina Juana de Nápoles estuvo en Avignon, dio permiso a las prostitutas para
    que tuvieran su propia asociación y estatutos.

     

    Para 1460 o 1470,

     

    las
    infiltraciones cortesanas, el sensualismo acentuado y la exaltación del amor
    natural llevaba al desorden acompañando las contradicciones del sistema moral.
    Las calamidades de 1480 contribuyeron a su desarrollo.

     

    Vuelven
    entonces los fanáticos de la penitencia colectiva que logran imponer sus puntos
    de vista.

    Los
    que veían esta constricción con buenos ojos, eran aquellos excluidos o
    perjudicados con las ventajas de la moral social anterior, como los que, sin
    medios para pertenecer a Hermandades o Cofradías, veían a sus hijas
    prostituirse con potentados, o las mismas mujeres de los artesanos que no
    gozaban de la libertad de las jóvenes burguesas.

    Este
    antifeminismo provocó “La querella de las mujeres” que no desaparecerá jamás.

     

    Entre 1520 y 1570

     

    aparecen
    múltiples signos de un rechazo progresivo de la prostitución por las
    comunidades urbanas. La miseria se acentuaba. Los trabajadores o desocupados
    combatían con los rufianes y los jóvenes burgueses. El precio de la mujer en
    el mercado de trabajo bajaba peligrosamente. Las autoridades municipales,
    apoyadas por la Iglesia y por la monarquía, acabaron tomando medidas rigurosas
    contra lo que parecía un azote social. Las casas de baños fueron clausuradas o
    vigiladas; las concubinas de cura y mujeres secretas desterradas.

    La
    prostitución no murió con esto, pero se encareció y se volvió más
    peligrosa. Todo anunciaba la vuelta a la época clásica, es decir, chicas con
    marca y castigadas a látigo, y su clientela despreciada. 

     

     

    4.

     

    Conclusiones

     

     

    Un
    cuerpo que logra dominar al alma
    es peligroso.

    Muy
    peligroso si es más vulnerable aún que el del varón.

    Más
    peligroso si esta debilidad es usada como recurso para la supervivencia.

    Y
    mucho más si este uso llega a subvertir las mismas estructuras de la sociedad.

     

    La
    mujer, desde la culpa original, de la cual parece nunca
    desprenderse, se hace merecedora, ante la mínima desprotección o ausencia de
    su marido-patrón-protector, de cualquier vejación o sometimiento.

     

    La
    prostituta, en los siglos de mi trabajo, fue el receptáculo de
    muchas cargas y culpas. La prostituta no sólo es mujer, sino que utiliza el
    instrumento que la hace ser lo que es para sobrevivir en un mundo violento y que
    parece no pertenecerle salvo por la negativa.

    Lo
    único que la justifica es su tarea profiláctica y ser la representante de la
    miseria humana, un ejemplo muy visible de la caída.

    Su
    carácter de mercenario agravaba su status y
    debía, en una sociedad donde todo era subrayado para el contraste, notarse su
    condena para no ser confundida con la buena gente.

     

    El
    estudio de la Historia nos lleva, muchas veces, a sufrir por nosotros mismos.
    Nos vemos en acto, como sus propios productores y actores. Nos vemos enmarañados
    en sistemas filosóficos, de producción y en debacles coyunturales. 
    Somos hombres y somos mujeres. Somos poderosos y somos insignificantes.

    Si
    nos faltó humanidad dejamos de ser humanos.

    Tendremos
    que buscarnos un nuevo nombre para llamarnos.  

     

     

     

     

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    1987.

    v     
    Wade Labarge,
    M. La mujer en la Edad Media. Nerea. 1989.

     

    [1]
    De ésta saldrá el famoso Debate Brenner.

    [2]
    Hilton, R.  Conflicto
    de clases y crisis del feudalismo.
    Crítica. 1988.

    [3]
    Ashton y Philpin Editores. El debate
    Brenner.
    Crítica. 1988.

    [4]
    Anderson, P. Transiciones de la antigüedad
    al feudalismo.
    Siglo XXI. 1997.

    [5]
    Anónimo. Cristo lanzando flechas de
    la peste.
    1424
    Hannover, Niedersaschsisches, Landesmuseum.

    [6]
    “The offering of
    the body in indiscriminate lewdness for hire”

    [7]
    A prostitute is
    defined as a woman who is devoted or (usually) offers her body to
    indiscriminate sexual intercourse, especially for hire.

    [8]
    En el sigloXII, Enrique el Monje exhortaba a sus seguidores a casarse con
    prostitutas arrepentidas.

    [9]
    En 1523, se prohibe en Granada que las personas tengan máscaras y vayan
    tapadas bajo pena de 100 azotes, si es persona baja, y de destierro por seis
    meses, si es persona noble. Si el delito se comete de noche, se doblará la
    pena. Novísima Recopilación, V,
    p. 347.

    [10]
    “…así pues la virtud está en
    relación con las acciones, como con las pasiones…”
    (Aristóteles, Etica
    Nicomaquea,
    II. 6.)

    [11]

    “…toda ciudad o estado es una
    especie de comunidad, y toda comunidad se ha formado teniendo como fin un
    determinado bien…”

    “… la comunidad primaria constituida por varias
    familias para satisfacción de las necesidades meramente cotidianas es el
    pueblo o aldea, parece ser una colonia de una familia, formada por los que
    algunos llaman “compañeros de leche”, hijos e hijos de los hijos.
    Finalmente, la comunidad compuesta de varios pueblos o aldeas es la
    ciudad-estado. De aquí que toda ciudad-estado existe por naturaleza en la
    misma medida en que existe naturalmente la primera…”

    (Aristóteles, Política. I, 1.)

    [12]
    Muchas
    flamencas se dedicaban a la prostitución en las ciudades de Francia e
    Inglaterra, al haber emigrado y no encontrar trabajo.

    [13]
    Nos cuenta Rossiaud que en Avignon era preciso tener menos de 25 años y ser
    bella.

    [14]
    Duby, G. El amor en la Edad Media. Op.
    cit.

    [15]
    La Iglesia jamás dio por lícita la fornicación. Se sabe que en los
    Concilios de Vienne y Basilea se debatió el asunto.

    Trabajo
    enviado por:
     Gabriel Ferro.

     


     Para
    la
    cátedra de Historia de la Edad Media del Instituto Nacional Superior del
    Profesorado Dr. Joaquín V. González.

    Capital Federal.
    Profesora titular: María Inés Carzolio

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