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La Doctrina Social de la Iglesia (página 2)



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Sujetos

El primer sujeto activo de la Doctrina Social de la
Iglesia es el
Espíritu Santo. Su acción
se concreta en el momento del discernimiento de la fe, pues la
Doctrina Social es una experiencia de fe que luego se proyecta en
la acción social. En segundo lugar actúa la
jerarquía de la Iglesia en su papel de indagar las
realidades de las vida y de pastorear al pueblo de Dios. En
tercer lugar, el diálogo
con los demás cristianos y con los hombres de buena
voluntad se convierte en sujeto agente. En resumen, sujeto activo
de la Doctrina Social es toda la Iglesia, iluminada por Dios. El
papa con la autoridad
universal que le viene de Cristo interviene en la fijación
de la Doctrina Social con sus proclamaciones en las
encíclicas sociales y en otros documentos de
diverso rango. Todos los cristianos, guiados por sus pastores,
están implicados en la tarea de discernir y proclamar la
enseñanza social, pero son los papas los
responsables directos de la Doctrina Social.

Por otra parte ha de distinguirse la doctrina del
Magisterio de otros estudios que expertos y teólogos hacen
sobre la realidad social o sobre la propia Doctrina Social. A
esos otros estudios se les llama doctrina social
católica.

Destinatarios

Los documentos oficiales por los que se exhibe de manera
oficial la Doctrina Social van dirigidos a los Pastores de la
Iglesia y a todos los fieles del orbe católico. Sin
embargo, desde la Pacem in terris es habitual dirigir
estos documentos a "todos los hombres de buena voluntad", porque
se tiene el convencimiento de que el compendio de Doctrina Social
es eminentemente razonable y pertenece al mundo de la verdad
humana. Así pues, la Doctrina Social de la Iglesia se ha
hecho también ecuménica. La dimensión
antropológica que Juan Pablo II ha impregnado en la
Doctrina Social se ha centrado en la búsqueda de la
dignidad de la
persona
humana, imagen de Dios.
Por esto, la Solicitudo rei socialis dirá en su
comienzo que «la preocupación social de la iglesia
se orienta al desarrollo
auténtico del hombre y de la
sociedad, que
se respete y promueva en toda su dimensión la persona
humana».

Es significativo, no obstante, que, cuando el Magisterio
de la Iglesia amplía los destinatarios de sus
enseñanzas, se va omitiendo el empleo al
recurso de la ley natural y se
va fundamentando con más firmeza en la revelación,
porque se entiende que ésta es un elemento imprescindible
para abordar en profundidad la cuestión social. En esta
dirección el Catecismo de la Iglesia
Católica
dice en su canon 2419:

«La revelación cristiana […] nos
conduce a una comprensión más profunda de las
leyes de la
vida social (GS 23). La Iglesia recibe del Evangelio la plena
revelación de la verdad del hombre. Cuando cumple su
misión
de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de
Cristo, su dignidad propia y su vocación a la
comunión de las personas; y le descubre las exigencias
de la justicia y
de la paz, conformes a la sabiduría
divina».

Es necesario para seguir pensando en el trabajo
valorar estos puntos que nos permite entender la importancia de
trabajar por algo, por alguien y por nosotros mismo.

Alegrémonos de contar con un trabajo que
nos brinda la oportunidad de:

  • Realizarnos como seres humanos.
  • Ofrecer lo mejor a nuestra familia.
  • Perfeccionar nuestras habilidades y
    destrezas.
  • Desarrollar el potencial de cada cual.
  • Alcanzar las metas personales así como las de
    la
    Organización.
  • Contribuir al engrandecimiento de nuestra economía y
    desarrollo del país.
  • El ser útil, nos permite engrandecer nuestra
    autoestima y
    satisfacción por el deber cumplido.

Es importante tener una síntesis
de la encíclica de Juan Pablo II " Laborem
Exercens"

Para valorar el trabajo humano. " La Iglesia está
convencida de que el trabajo constituye una dimensión
fundamental de la existencia del hombre en la tierra.
Ella se confirma en esta convicción considerando
también todo el patrimonio de
las diversas ciencias
dedicadas al estudio del hombre: la antropología, la paleontología, la
historia, la
sociología, la psicología, etc.;
todas parecen testimoniar de manera irrefutable esta realidad. la
Iglesia, sin embargo, saca esta convicción sobre todo de
la fuente de la Palabra de Dios revelada, y por ello lo que es
una convicción de la inteligencia
adquiere a la vez el carácter de una convicción de
fe.

El motivo es que la Iglesia -vale la pena observarlo
desde ahora- cree en el hombre: ella piensa en el hombre y se
dirige a él no sólo a la luz de la
experiencia histórica, no sólo con la ayuda de los
múltiples métodos
del conocimiento
científico, sino ante todo a la luz de la palabra
revelada del Dios vivo. Al hacer referencia al hombre, ella trata
de expresar los designios eternos y los destinos trascendentes
que el Dios vivo, Creador y Redentor ha unido al
hombre."

El
trabajo en sentido objetivo: la
técnica

" Esta universalidad y a la vez esta multiplicidad del
proceso de
"someter la tierra"
iluminan el trabajo del hombre, ya que el dominio del
hombre sobre la tierra se realiza en el trabajo y mediante el
trabajo. Emerge así el significado del trabajo en sentido
objetivo, el cual halla su expresión en las varias
épocas de la cultura y de
la civilización.

El hombre domina ya la tierra por el hecho de que
domestica los animales, los
cría y de ellos saca el alimento y vestido necesarios, y
por el hecho de que puede extraer de la tierra y de los mares
diversos recursos
naturales. Pero mucho más "somete la tierra", cuando
el hombre empieza a cultivarla y posteriormente elabora sus
productos, adaptándolos a sus necesidades. La agricultura
constituye así un campo primario de la actividad
económica y un factor indispensable de la producción por medio del trabajo humano. La
industria, a
su vez, consistirá siempre en conjugar las riquezas de la
tierra -los recursos vivos de
la naturaleza,
los productos de la agricultura, los recursos minerales o
químicos- y el trabajo del hombre, tanto el trabajo
físico como el intelectual. Lo cual puede aplicarse
también en cierto sentido al campo de la llamada industria
de los servicios y al de la investigación, pura o aplicada."

El trabajo en sentido subjetivo: el hombre,
sujeto del trabajo.

"Para continuar nuestro análisis del trabajo en relación con
las palabras de la Biblia, en virtud de las cuales el hombre ha
de someter la tierra, hemos de concentrar nuestra atención sobre el trabajo en sentido
subjetivo, mucho más cuanto lo hemos hecho hablando acerca
del significado objetivo del trabajo, tocando apenas esa vasta
problemática que conocen perfecta y detalladamente los
hombres de estudio en los diversos campos y también los
hombres mismos del trabajo según sus especializaciones. Si
las palabras del libro del
Génesis, a las que nos referimos en este análisis,
hablan indirectamente del trabajo en sentido objetivo, a la vez
hablan también del sujeto del trabajo; y lo que dicen es
muy elocuente y está lleno de un gran
significado.

El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque
como "imagen de Dios" es una persona, es decir, un ser subjetivo
capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir
acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo.
Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo. Como persona
él trabaja, realiza varias acciones
pertenecientes al proceso del trabajo; éstas,
independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas
ellas a la realización de su humanidad, al
perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en
virtud de su misma humanidad. Las principales verdades sobre este
tema han sido últimamente recordadas por el Concilio
Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes, sobre todo en
el capítulo I, dedicado a la vocación del
hombre".

Trabajo
dignidad de la persona

"Continuando todavía en la perspectiva del hombre
como sujeto del trabajo, nos conviene tocar, al manos
sintéticamente, algunos problemas que
definen con mayor aproximación la dignidad del trabajo
humano, ya que permiten distinguir más plenamente su
específico valor moral. Hay que
hacer esto, teniendo siempre presente la vocación
bíblica a "dominar la tierra", en la que se ha expresado
la voluntad del Creador, para que el trabajo ofreciera al hombre
la posibilidad de alcanzar el "dominio" que le es propio en el
mundo visible.

La intención fundamental y primordial de Dios
respecto del hombre, que El "creó… a su semejanza, a su
imagen", no ha sido revocada ni anulada ni siquiera cuando el
hombre, después de haber roto la alianza original con
Dios, oyó las palabras: "Con el sudor de tu rostro
comerás el pan". Estas palabras se refieren a la fatiga a
veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo
humano; pero no cambian el hecho de que éste es el camino
por el que el hombre realiza el "dominio", que le es propio sobre
el mundo visible "sometiendo" la tierra. Esta fatiga es un hecho
universalmente conocido, porque es universalmente experimentado.
Lo saben los hombres del trabajo manual, realizado
a veces en condiciones excepcionalmente pesadas. Lo saben no
sólo los agricultores, que consumen largas jornadas en
cultivar la tierra, la cual a veces "produce abrojos y espinas",
sino también los mineros en las minas o en las canteras de
piedra, los siderúrgicos junto a sus altos hornos, los
hombres que trabajan en obras de albañilería y en el sector de la
construcción con frecuente peligro de vida
o de invalidez. Lo saben a su vez, los hombres vinculados a la
mesa de trabajo intelectual; lo saben los científicos; lo
saben los hombres sobre quienes pesa la gran responsabilidad de decisiones destinadas a tener
una vasta repercusión social. Lo saben los médicos
y los enfermeros, que velan día y noche junto a los
enfermos. Lo saben las mujeres, que a veces sin un adecuado
reconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismo
familiares, soportan cada día la fatiga y la
responsabilidad de la casa y de la educación de los
hijos. Lo saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es
verdad que el trabajo es una vocación universal, lo saben
todos los hombres."

Trabajo y Sociedad: Familia,
Nación

"Confirmada de este modo la dimensión personal del
trabajo humano, se debe luego llegar al segundo ámbito de
valores, que
está necesariamente unido a él. El trabajo es el
fundamento sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un
derecho
natural y una vocación del hombre. Estos dos
ámbitos de valores -uno relacionado con el trabajo y otro
consecuente con el carácter familiar de la vida humana
-deben unirse entre sí correctamente y correctamente
compenetrarse.

El trabajo es, en un cierto sentido, una
condición para hacer posible la fundación de
subsistencia, que el hombre adquiere normalmente mediante el
trabajo. Trabajo y laboriosidad condicionan a su vez todo el
proceso de educación dentro de
la familia,
precisamente por la razón de que cada uno "se hace
hombre", entre otras cosas, mediante el trabajo, y ese hacerse
hombre expresa precisamente el fin principal de todo el proceso
educativo. Evidentemente aquí entran en juego, en un
cierto sentido, dos significados del trabajo: el que consiente la
vida y manutención de la familia, y aquel por el cual se
realizan los fines de la familia misma, especialmente la
educación. No obstante, estos dos significados del trabajo
están unidos entre sí y se complementan en varios
puntos.

En conjunto se debe recordar y afirmar que la familia
constituye uno de los puntos de referencia más
importantes, según los cuales debe formarse el orden
socio-ético del trabajo humano. La doctrina de la Iglesia
ha dedicado siempre una atención especial a este problema
y en el presente documento convendrá que volvamos sobre
él. En efecto, la familia es, al mismo tiempo, una
comunidad
hecha posible gracias al trabajo y la primera escuela interior
de trabajo para todo hombre.

El tercer ámbito de valores que emerge en la
presente perspectiva -en la perspectiva del sujeto del trabajo-
se refiere a esa gran sociedad, a la que pertenece el hombre en
base a particulares vínculos culturales e
históricos. Dicha sociedad -aun cuando no ha asumido
todavía la forma madura de una nación
es no sólo la gran "educadora" de cada hombre, aunque
indirecta (porque cada hombre asume en la familia los contenidos
y valores que componen, en su conjunto, la cultura de una
determinada nación), sino también una gran
encarnación histórica y social del trabajo de todas
las generaciones. Todo esto hace que el hombre concilie su
más profunda identidad
humana con la pertenencia a la nación y entienda
también su trabajo como incremento del bien común
elaborado juntamente con sus compatriotas, dándose
así cuanta de que por este camino el trabajo sirve para
multiplicar el patrimonio de toda la familia humana, de todos los
hombres que viven en el mundo.

Estos tres ámbitos conservan permanentemente su
importancia para el trabajo humano en su dimensión
subjetiva. Y esta dimensión, es decir la realidad concreta
del hombre del trabajo, tiene precedencia sobre la
dimensión objetiva. En su dimensión subjetiva se
realiza, ante todo, aquel "dominio" sobre el mundo de la
naturaleza, al que el hombre está llamado desde el
principio según las palabras del libro del Génesis.
Si el proceso mismo de "someter la tierra", es decir, el trabajo
bajo el aspecto de la técnica, está marcado a lo
largo de la historia y, especialmente en los últimos
siglos, por un desarrollo inconmensurable de los medios de
producción, entonces éste es un fenómeno
ventajoso y positivo, a condición de que la
dimensión objetiva del trabajo no prevalezca sobre la
dimensión subjetiva, quitando al hombre o disminuyendo su
dignidad y sus derechos
inalienables."

"EDGAR MORIN Y UNA PROPUESTA PARA
PENSAR
"

Este autor manifiesta que " la humanidad es una entidad
planetaria y biosférica. El ser humano, al mismo tiempo
natural y sobrenatural, tiene su fuente en la naturaleza viviente
y física,
pero emerge y se distingue de ella por medio de la cultura, el
pensamiento,
la conciencia.

La vida cotidiana es una vida en la que cada uno juega
varios roles sociales. Cada ser tiene una multiplicidad de
personalidades en sí mismo, un mundo de fantasmas y
sueños que acompañan su vida.

El mundo contemporáneo y la nueva
conciencia planetaria

Morin es muy crítico sobre lo que ha llamado los
procesos de
degradación de nuestra civilización. En tal
sentido, la civilización occidental que nos
prometía el bienestar es la causante de una serie de
malestares. Asuntos que eran considerados subsidiarios o efectos
menores del desarrollo de Occidente, son, desde la óptica
de Morin, los grandes problemas de nuestro tiempo, el
revés de la moneda. El individualismo es la cara perversa
del proceso de individuación que ha supuesto la cultura de
occidente. Se han perdido las antiguas solidaridades y muchas de
nuestras grandes

ciudades son espacios donde prima la
anonimidad.

El Estado no ha
resuelto las necesidades de los seres humanos, y no ha llegado a
ser ni siquiera, como decía Octavio Paz,
el "ogro filantrópico" que podía resolver las
necesidades que antes se resolvían en los límites
del clan o la familia ampliada. La tecnificación ha
invadido aspectos cada vez más amplios de la vida
cotidiana, de manera tal que hoy dependemos cada vez más
de las máquinas
para cosa tan elementales como tener alimentos
frescos, cocinar nuestra comida, movilizarnos a nuestro centro de
trabajo, y hasta para escribir -o enviar- un trabajo como este.
Según Morin, la tecnificación ha destruido mucho de
la
comunicación interpersonal, cara a cara. La
monetarización y la creación de un mercado mundial
de bienes y
capital nos ha
permitido ampliar las posibilidades de acceso a productos y
servicios; sin embargo, la mayoría de la población mundial está excluida de
las ventajas del mercado y la inequidad en la distribución de los bienes es cada vez
más creciente. Además, el dinero no
ha mejorado la calidad de
vida de mucha gente en las sociedades
opulentas. En pocas palabras, el desarrollo propuesto por
Occidente no es sustentable, y no se ha logrado lo que Morin
llama una "civilización sustentable"

Desde esta perspectiva, a lo que estamos asistiendo es
al nacimiento de una nueva época, lo que algunos han
llamado la "planetización", que va mucho más
allá de lo que se ha llamado la "globalización". Como señala Motta,
"la
globalización es una totalidad cerrada que deja una
diversidad de mundos en la intemperie, es una exclusión,
una totalidad imperfecta, como toda totalidad". Esta
versión excluyente de globalización nos hace creer,
como en el caso de las torres de Nueva York, que los intereses de
unos son los intereses de todos, y que hay cruzadas mundiales a
las que todos debemos adscribirnos. Ciertamente, como lo han
afirmado los críticos sociales y políticos
más lúcidos, lo que viene pasando en los
últimos meses es mucho más complejo de lo que vemos
en las grandes cadenas de noticias en
televisión.

En otras palabras, la globalización que se
promueve en ciertos ámbitos es excluyente, simplificadora,
reduccionista. En cambio, la
planetización, que es sustentada por autores desde el
enfoque de la complejidad, supone una nueva conciencia de la
co-responsabilidad planetaria, y una nueva actitud frente
a los problemas contemporáneos. La conciencia planetaria
debe asumir una serie de contradicciones, lo que exige gran
apertura y una nueva sensibilidad. Veamos algunas de
estas

contradicciones básicas: En primer lugar,
está el asunto de las culturas y de la perplejidad ante
las culturas. Somos parte de una cultura, pero las culturas no
existen como entidades autónomas aisladas. Ahora, como
antes, reconocemos que están en continuo cambio e
interrelación. No existe el "ciudadano del mundo".
Esta

es una ilusión creada por la
ilustración y esconde, detrás de su aparente
atractivo, una actitud reduccionista. Siempre estamos anclados en
una cultura, en un contexto, y desde allí tendemos a mirar
lo demás y a los demás. Lo que el desarrollo de las
comunicaciones
han permitido es la ilusión de la disolución de las
fronteras. Pero la contradicción subsiste. Por ello, la
interculturalidad es un reto más grande, porque antes
podíamos asombrarnos frente a lo desconocido. Hoy lo
lejano se nos hace

cercano (o así lo creemos) gracias al alcance de
la
televisión o la Internet.

Otro punto de contradicción que la conciencia
planetaria ha develado es la responsabilidad ecológica.
Cada vez más se reconoce la importancia de cuidar el
medio
ambiente, y su importancia para la calidad de vida no
sólo de hoy sino de las generaciones futuras. Sin embargo,
la ecología
esconde una

realidad mundial basada en la exclusión, en la
que millones de personas están fuera de las ventaja
actuales. No sólo es cierto que las naciones ricas son la
que más contaminan, sino que no se puede

plantear un nuevo orden ecológico si no se
plantea el asunto de la redistribución de recursos y la
equidad de
acceso a los bienes.

Otro punto de discusión es lo que algunos llaman
la Sociedad de la Información. En los diagnósticos
internacionales y regionales se plantean dos escenarios respecto
a las ventajas y los riesgos de las
nuevas
tecnologías de la información y comunicación para nuestros países
llamados emergentes o en vías de desarrollo. Hay quienes
se muestran optimistas dado que la sociedad de la
información contribuiría a quebrar las brechas de
diferencias entre los países, a la vez que los
países con menor desarrollo podrían saltar algunas
etapas y alcanzar de manera más rápida las ventajas
de la sociedad de la información. En contraste con esta
visión hay quienes temen que los avances

tecnológicos y los cambios en el acceso a la
información hagan crecer las diferencias sociales y
económicas, creando mayor exclusión al interior de
los países y aumente las brechas entre el mundo
desarrollado y el mundo en desarrollo.

¿Sociedad de la
Información?

El mundo de la computadora
e Internet está configurando nuevos lenguajes, nuevos
códigos de comunicación. Las culturas orales
tradicionales han encontrado en Internet una forma intermedia de
comunicación entre lo formal – escrita, y lo
informal –oral. Para quienes crecimos con el teléfono se nos hace natural comunicarnos a
través de la voz a cualquier hora, incluso con gente
distante.

Quienes nacieron con la computadora
encuentran como algo natural no sólo escuchar, sino
también hablar, leer textos y ver imágenes a
través de una computadora. Si tienen acceso a Internet
pueden acceder a una cantidad inmensurable de información
de diferentes disciplinas y fuentes de
conocimiento;
se comunican, conocen ideas, culturas, personas, hacen amigos y
establecen relaciones a través de una computadora. La
falta de manejo de recursos tecnológicos se ha convertido
en una nueva forma de analfabetismo.
Hoy, para cualquier empleo, se requiere conocimientos
de

computación, por lo que el sistema
educativo, en sus diferentes niveles, no puede ser ajeno a
ésta realidad y debería garantizar el desarrollo de
habilidades que permitan a los ciudadanos incorporarse
adecuadamente tanto a la sociedad como al mundo del
empleo.

Sin embargo, ¿estamos avanzando hacia una real
Sociedad de la Información? No hay duda que cada vez
contamos con mayor información, de varias fuentes, pero
esto no significa que estemos mejor informados y mucho menos
comunicados.

CONCLUSIÓN

Llegando al final de esta reflexión queda para
seguir meditando varios temas como ser la Persona Humana y Su
Dios, los Derechos Humanos
Justos, la Familia Unida, Sociedad y Estado para el Bien
Común, el Derecho Natural y la Propiedad
Privada, el Trabajo y la alegría de Vivir, la
Ecología y la pureza de la vida, la Cultura y la
Multiplicidad, la Ciencia y
la Técnica en permanente Cambios, la Economía y la
Igualdad
etc.

Para terminar decimos que sin Dios no hay sentido de
vida en comunidad, y sin amor al
prójimo no existe la sociedad que desea hacer las cosas
para el bien de muchos, pues recordemos siempre entonces que si
estamos llamados al servicio y a la caridad para desarrollarnos
plenamente como hijos de DIOS. Digamos sí a la vida con
todos nuestros actos diarios y cotidianos para construir el nuevo
REINO DEL AMOR.

GLOSARIO

Cartas Encíclicas

Del Latín Literae encyclicae, que literalmente
significa "cartas
circulares". Las encíclicas son cartas públicas y
formales del Sumo Pontífice que expresan su
enseñanza en materia de
gran importancia. Pablo VI definió la encíclica
como "un documento, en la forma de carta, enviado
por el Papa a los obispos del mundo entero".

Las encíclicas se proponen:

  • Enseñar sobre algún tema doctrinal o
    moral
  • Avivar la devoción
  • Condenar errores
  • Informar a los fieles sobre peligros para la fe
    procedentes de corrientes culturales, amenazas del gobierno,
    etc

Las encíclicas
sociales
:

Encíclica

Papa

Rerum novarum
(1891), sobre los problemas del capital y el
trabajo.

León XIII

Quadragésimo
anno
(1931), sobre la
reconstrucción del orden social.

Pío XI

Mater et magistra
(1961), sobre el Cristianismo y el progreso
social.

Juan XXIII

Populorum progresio
(1967), sobre el desarrollo de los
pueblos.

Pablo VI

Laboren exercens
(1981),sobre el trabajo humano.

Juan Pablo II

Sollicitudo rei
socialis
(1987), sobre la
preocupación social de la Iglesia.

Juan Pablo II

Centesimus annus
(1991), sobre varias cuestiones de la doctrina
social.

Juan Pablo II

 

BIBLIOGRAFÍA

GALINDO, A. Moral socioeconómica. B.A.C.
Madrid
1996

JUAN PABLOII Laborem Exercens" 1981

Edgar Morin La cabeza Bien Puesta 2005

CARTA ENCÍCLICA POPULORUM
PROGRESSIO
Del Papa Pablo VI 1967

 

Amarilla Adolfo Andrés

PROFESOR DE FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA
EDUCACIÓN CON ORINETACIÓN PASTORAL
JUVENIL.
PROF DE ENSEÑANZA SUPERIOR EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS
DE LA EDUCACIÓN.

Año 2006

Partes: 1, 2
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