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bibliográficas
La economía
ecológica es una rama de la teoría
económica, también conocida como teoría del
desarrollo
humano o economía del bienestar natural, que asume una
relación inherente entre la salud de los ecosistemas
y la de los seres humanos. En ocasiones se menciona como
"Economía Verde", y se encuentra en amplio contraste con
otras escuelas de pensamiento en
el seno de la economía. Los
economistas verdes suelen tomar con
frecuencia posturas más radicales que las que se
encuentran entre la más convencional economía
ambiental con respecto al crecimiento
económico.
El argumento primario de la economía
ecológica que la separa de la teoría
económica previa podría resumirse en la
asunción de la economía en sí misma como un
subconjunto estricto de la ecología, ya que esta
última analiza las transacciones de materia y
energía de la vida sobre la Tierra, y
la economía humana está por definición
contenida en este sistema. A la
cabeza de las críticas de la actual economía
normativa por los economistas ecológicos se encuentra su
aproximación a los recursos
naturales y el capital.
Los análisis desde el punto de vista de la
economía convencional y ambientalista minusvaloran el
capital natural en el sentido de que es tratado como un factor de
producción intercambiable por trabajo y
tecnología
(capital
humano).
Desde la economía ecológica se argumenta
que el capital humano es complementario al capital natural, en
lugar de intercambiable, ya que el capital humano se deriva
inevitablemente del capital natural de una u otra forma. Rechaza
la visión procedente de la economía
energética de que el crecimiento del insumo
energético en un sistema dado esté relacionado
directamente con el bienestar -mediante estudios empíricos
sobre la
Paradoja de Jevons, o refutaciones
teóricas de la hipótesis neoliberal ortodoxa de la
Desmaterialización de la
economía, centrándose en su lugar
en el manejo de la biodiversidad
y en la creatividad –
o el capital natural y el capital individual, en la
terminología en ocasiones adoptada para describirlos
económicamente.
El origen de la economía ecológica como un
campo específico per se se atribuye al ecologista y
profesor de la
Universidad de
Vermont Robert Costanza, quien fundó la Sociedad
Internacional para la Economía Ecológica y
llevó a cabo gran parte de la investigación fundacional desde la
Universidad de Maryland. Su colega de la Universidad de Maryland
Herman Daly ha contribuido de forma significativa a su desarrollo.
Los precursores intelectuales
de la Economía Ecológica pueden rastrearse en gran
parte en la economía
política, un refinamiento de la temprana teoría
económica que incluye entre sus primeros investigadores
a
Thomas Malthus,
David Ricardo, y Karl
Marx. El profesor David Harvey fue uno de los
primeros en incluir explícitamente preocupaciones
ecológicas a la literatura económica.
Este desarrollo paralelo en economía política ha sido
continuado por analistas como el sociólogo John Bellamy
Foster.
Una consecuencia esencial, resaltada desde la
economía ecológica, derivada de la naturaleza de
los objetos económicos es que las medidas de la actividad
económica o del bienestar (PIB o RN)
sólo tienen encuenta una porción de los objetos
existentes; aquellos que son reproductibles, intercambiables y
apropiables.
Así, la primera conclusión a sacar es que
la economía ecológica rechaza la utilización
del PIB como indicador del bienestar y que la economía
formal solamente se ocupa accidentalmente de las funciones vitales
de la naturaleza, solo en la medida que cumplan los tres
requisitos señalados.
Efectivamente, los economistas tradicionalmente
incorporan la naturaleza dentro de su función de
producción de dos formas distintas: o bien bajo la
categoría de tierra o bien
bajo la categoría de recursos
naturales.
La tierra, obviamente, es apropiable e intercambiable
pero no reproductible, a pesar de incumplir con la tercera de las
condiciones la tierra es considerada un objeto económico.
¿ Cómo se soluciona esta paradoja? Quienes
así proceden consideran a la tierra en sentido ricardiano,
esto es, la tierra es inconsumible, no se deprecia con su uso.
Proceder de esta forma es totalmente arbitrario pues la evidencia
nos dice que la tierra se puede perder irremediablemente: las
pérdidas de tierra por la construcción de infraestructuras es un caso
desgraciadamente presente en la actualidad, o la pérdida
de tierra fértil por prácticas agrícolas
nocivas son ejemplos suficientes que demuestran la consumibilidad
de la tierra.
Por otra parte, la incorporación de la naturaleza
en el proceso de
producción mediante la categoría de recursos
naturales acarrea problemas
cuando consideramos los recursos no renovables que, claramente,
incumplen el tercero de los requisitos. En este caso,
además, no es posible equipararlos al concepto de
tierra pues, por definición, los recursos no renovables se
consumen con su uso. ¿Cuál es la solución en
este caso? Considerar, de una forma nuevamente arbitraria, que el
agotamiento de cualquier recurso natural nunca será un
problema económico grave pues el hombre,
mediante el progreso técnico, podrá suplir
cualquier escasez.
A partir de estas consideraciones iniciales debemos
preguntarnos sobre cual es el proceder de la economía en
la asignación de los recursos. La economía es
la ciencia de
los precios y su
formación consiste en que los individuos, con sus
dotaciones respectivas, acuden al mercado y
expresan sus preferencias formándose los precios de
equilibrio
cuando la oferta
coincide con la demanda. De
este proceder general podemos reflexionar sobre tres
cuestiones.
La primera hace referencia a que aquellos individuos que
no tienen dotación monetaria alguna no pueden acudir al
mercado y, si nadie lo remedia, se morirán de hambre. Esto
es, el intercambio se producirá no en función de
las necesidades que tenga el demandante sino solamente cuando su
demanda esté respaldada por divisas. Los
excedentes agrícolas producidos por la política
agraria comunitaria (PAC) son un ejemplo oportuno.
La segunda cuestión hace referencia directa al
objeto de este artículo: los recursos no renovables pueden
ser utilizados en la actualidad, o pueden ser consumidos por
generaciones futuras: esto es, un barril de petróleo consumido hoy significa un barril
menos para mañana, o lo que es lo mismo, nuestro consumo actual
tiene que ver con el consumo que puedan hacer los agentes futuros
pero, dado que aún no han nacido, esos agentes no pueden
acudir al mercado a expresar sus preferencias por ese recurso no
renovable del cual dispondrán, o no, en función de
la ética
de la presente generación. ¿Cómo resuelve la
economía este grave problema ontológico? Pues
otorgando a la demanda de las generaciones futuras un peso
determinado a través de una tasa de descuento.
La economía y el mercado operan normalmente con
tasas positivas considerando, así, que la riqueza del
futuro es menos importante que la riqueza del presente. La
cuestión no es "acertar" sobre cual es la tasa de
descuento óptima sino modificar la operatividad de la
economía en el sentido de que el economista se convierta
en historiador de la tecnología (la demanda futura
dependerá mucho de cual sea el estado de
la técnica), en filósofo moral y
sociólogo (se debe conocer como se forman las
preferencias.) Mientras, el mercado será un
"óptimo" asignado
Finalmente, si llevamos al límite extremo el
individualismo metodológico y enfrentamos la cantidad
limitada de combustibles fósiles, por ejemplo, con toda la
demanda que se generará hasta que el sol deje de
brillar, dentro de 5,000 millones de años, el resultado
serán precios infinitos, vetándose su consumo
actual. Esta solución sería consecuencia de aplicar
una metodología, la individualista, que
persigue la maximización del beneficio en el corto plazo a
problemas que afectan a toda la humanidad en los que está
en juego la
supervivencia de la propia especie humana. En relación con
esto es posible realizar una nueva pregunta: ¿En
razón a qué lógica
los precios del petróleo,
del cual existe cada vez una menor cantidad, tienen tendencia
descendente en los últimos años?
La respuesta a la pregunta formulada debemos buscarla en
las relaciones de poder, en el
orden económico internacional vigente. Galeano lo explica
formidablemente; los impuestos
occidentales que gravan las materias primas importadas del Tercer
Mundo superan al precio pagado
al productor
Georgescu afirma que entre ambas fuentes de
energía disponible existen importantes asimetrías
de las cuales depende la resolución del problema
bioeconómico señalado:
1) La primera asimetría es que la componente
terrestre es una existencia mientras que la radiación
solar es un flujo. En teoría, los hombres podrían
utilizar en un único período de tiempo todo el
stock de recursos terrestres; sin embargo, no ejercen
ningún control sobre el
flujo solar, estando impedidos para usar ahora el flujo del
futuro. En cambio, las
existencias futuras de recursos terrestres están afectadas
por el consumo que se haga en la actualidad.
2) Cada una de las fuentes de energía disponible
cumple un papel específico. Mientras el stock terrestre
permite elaborar todos los aparatos fundamentales para fines
humanos que satisfacen las necesidades exosomáticas, la
radiación solar es la fuente primaria, empezando con la
fotosíntesis, de toda la vida sobre la
tierra. Además, no existe a escala humana un
mecanismo capaz de transformar energía en materia.
Mientras que las generaciones futuras tendrán su parte
inalienable de energía
solar, sus existencias pueden estar a ser consumidas en la
actualidad.
3) El stock de recursos terrestres es una fuente muy
pequeña en comparación con la del sol. Mientras que
la actividad del sol durará 5 mil millones de años,
el stock de recursos terrestres es equivalente a
únicamente unos cuantos días de energía
solar (cálculos optimistas cifran en dos semanas la
equivalencia entre todas las reservas de combustibles
fósiles y la radiación solar llegada al
planeta.)
4) Desde el punto de vista de su uso industrial, la
energía solar presenta una importante desventaja respecto
a la energía terrestre: ésta se encuentra
disponible en forma concentrada mientras que el uso directo de la
energía solar no es sencillo. El flujo de energía
solar no se acumula en ningún sitio a partir del cual
pueda ser utilizada de una forma concentrada.
5) La principal virtud de la energía solar es que
su uso no causa contaminación adicional: esto es, los rayos
solares que no son utilizados se degradan inexorablemente. Sin
embargo, de ser usada en un lugar distinto a donde fue recogida
el clima de ese
sitio se vería afectado.
6) La supervivencia de todas las especies terrestres y
acuáticas depende, directa o indirectamente, de la
radiación solar. Sólo los hombres y las mujeres, a
causa de su adición exosomática, dependen
también de los recursos minerales.
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