I.
INTRODUCCIÓN
En el siglo XVIII, la Nueva España era
reino rico y próspero, que vio esfumarse gran parte de su
grandeza en el curso de medio siglo debido a muchas causas. Su
base era frágil porque en su sociedad
había grandes contrastes, peor el deterioro lo
aceleró una serie de circunstancias. En primer lugar, hay
que mencionar las reformas borbónicas establecidas por la
Corona española para modernizar el funcionamiento del
Imperio y obtener mayores ingresos de sus
colonias.
Las reformas afectaron a las principales corporaciones:
la Iglesia, el
Consulado de Comerciantes y la burocracia, con
lo que causaron honda división y descontento. En segundo
lugar, las nuevas cargas fiscales y los préstamos
voluntarios y forzosos impuestos a todos
los grupos
sociales del virreinato para pagar las guerras y el
endeudamiento de la metrópoli, terminaron por
descapitalizar a la Nueva España.
Fue natural que, en el marco de las ideas ilustradas y
de sus ideales políticos, el malestar producido por esas
medidas hiciera que el viejo anhelo de la autonomía se
convirtiera en deseo independentista, sobre todo porque el
espíritu de la revolución
estaba en el ambiente desde
la independencia
de Estados
Unidos.
En Europa el siglo
XVIII fue de cambio en el
ámbito cultural. Muchos pensadores buscaron en el racionalismo
filosófico y científico, remedios para los males de
la sociedad producto del
fanatismo, la ignorancia, la tiranía y la injusticia,
herencia de un
pasado que obstaculizaba el progreso humano. Vieron en la educación uno de
los medios
más eficaces para acelerar el progreso.
El modelo
político de muchos de estos hombres, conocidos con el
nombre de ilustrados, fue el inglés,
con su división de poderes y su monarquía limitada.
LA
INDEPENDENCIA DE MÉXICOSus inicios:
En 1742, por ejemplo, se inició secretamente
una conjuración que tenía por objeto derribar
al Virreynato y proclamar la independencia. Los conjurados,
conocedores del antagonismo existente entonces entre
España e Inglaterra, nombraron una comisión,
también de carácter secreto, que se acercara al
jefe de las fuerzas británicas de Nueva Inglaterra,
general Oglenthorpe, a pedirle la ayuda de las autoridades
inglesas.En 1765, se insistió en una empresa
parecida, con pretexto de presentar al Rey quejas contra la
tiranía del Gobierno
Virreinal, se trasladó a Madrid,
ese año, una comisión compuesta por tres
individuos, la cual de hecho no hizo otra cosa que trabajar
en pro de la independencia.En 1766 habían ocurrido los motines de
Valladolid y Pátzcuaro, que ya conocemos. Al
año siguiente, los que provocó en
Apatzingán, Valladolid, Guanajuato y San Luis
Potosí, la expulsión de los jesuítas, a
pesar de que el Virrey, a pesar de que el Virrey en el bando
respectivo, prevenía a sus gobernados que
habían nacido "para callar y obedecer".La excitación pública producida por
las noticias
de la Revolución francesa, determinó
que la mañana del 8 de septiembre de 1794 amanecieron
pegados en las esquinas de la Capital
unos papeles que aplaudían la decisión de
Francia de
"haberse hecho república", hojas que intimidaron
grandemente los ánimos de las gentes del Gobierno y
fueron mandadas quitar violentamente.Las autoridades civiles y militares se vieron
ayudadas por la Inquisición que por su cuenta
declaraba herejes, deístas, francmasones o judaizantes
a los presuntos conspiradores, y aun llegó a celebrar
autos de
fe con reos de nacionalidad francesa.
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