Entre estos nuevos conatos de independencia, se descubre el mismo año
de 94 una conspiración encabezada por un señor
don Juan Guerrero, el que por denuncia de Antonio Carey y
Camaño, es aprehendido en la Capital e
internado en la Real Cárcel junto con Francisco de
Rojas Rocha, Pedro de Acevedo, José Tamayo, Francisco
Rodríguez Valencia y el padre Juan Vara, el proceso
fue largo y difícil, los detenidos no dijeron toda la
verdad, hay indicios de personas a las que no delataron,
entre ellos al cura Hidalgo.Antes de terminar el siglo XVIII, es descubierta
otra conspiración, el 9 de noviembre de 1799, un tal
Teodoro Francisco Aguirre hace la denuncia de lo que denomina
"conspiración de los machetes" porque todos los
conspiradores se habían armado de este tipo de
utensilios y tomado por insignia una imagen de la
Virgen de Guadalupe.Desde 1800 se venía fraguando en Tepic, villa
de la jurisdicción de Nueva Galicia, una
sublevación encabezada por un indio llamado Mariano,
hijo del gobernador del pueblo de Tlaxcala, con el objeto de
restablecer la antigua monarquía de los aztecas.En 1810 en Querétaro, su corregidor, don
Miguel Domínguez, y su esposa Doña Josefa
Ortíz, simpatizaban con las ideas autonomistas. En sus
tertulias literarias se reunían con oficiales como
Ignacio Allende y Juan Aldama, el padre José
María Sánchez. Allende invitó a don
Miguel
Hidalgo, el cura de Dolores, hombre
ilustrado y ex rector del colegio de San Nicolás, de
Valladolid, a participar en las juntas que se hacían
para iniciar una insurrección en el mes de diciembre,
al tiempo de
la feria en San Juan de los Lagos.La conspiración de Querétaro fue
denunciada y la Corregidora aviso a Allende y Aldama, quienes
partieron a Dolores el 15 de septiembre para avisar al cura,
después de discutir decidieron que era necesario
adelantar la insurrección. Don Miguel Hidalgo
aprovecho que era domingo y durante la misa, incitó a
sus feligreses a seguirlo en su lucha contra el mal gobierno,
la respuesta fue inmediata. La ruta por la libertad
se había iniciado.El valle de Toluca se consideraba extendido hasta
las llanuras que rodean San Felipe del Progreso, a
través de las cuales corría el viejo camino
colonial para las minas de Agangueo y Tlalpujahua. Fue una
región pobre donde los indios mazahuas eran siervos de
las haciendas. Vivían en caseríos dispersos
pero siendo mansos y humildes reaccionaban con violencia
siempre que unidos pudieran rechazar el ataque o castigar al
que los maltratara.Ixtlahuaca a la que pertenecía San Felipe del
Obraje formaba parte de la Alcadía Mayor de Metepec,
junto con Toluca, y era el pueblo más importante de la
comarca. Tanto San Felipe del Obraje, como Ixtlahuaca, eran
la residencia habitual de labradores criollos de diversas
posesiones económicas.El 27 de octubre de 1810 Don Miguel Hidalgo
entró a Ixtlahuaca. Fue recibido con pompa
extraordinaria por el cura del lugar y por los principales
vecinos y ahí. Según consta en la historia se
produjo un molesto incidente en ese lugar cuando el Cura de
Jocotitlán Don José Ignacio Muñiz le
mostró el edicto de la Inquisición. En plena
fiesta mostró los edictos de Abad y Queipo, del
Arzobispo y de la Inquisición, los dos últimos
posiblemente desconocidos para la mayoría de los jefes
insurgentes. Allí mismo, dentro de la iglesia
los hicieron pedazos y los pisotearon exclamando: "Cuarenta
excomuniones que el Tribunal fulmine, entre nosotros viene
quien las absuelva", y alguien oyó a Hidalgo decir
esta frase en la que parece condensarse su creciente nacionalismo: "No habrá inquisidor
gachupín, ni arzobispo gachupín, ni virrey
gachupín, ni rey gachupín, ni santo
gachupín".De todas maneras Hidalgo anunció que el
día 2 de noviembre estaría en México.El 28 de octubre, mientras Calleja saqueaba en
Dolores la casa de Hidalgo, destruyendo moreras, hornos,
panales y libros,
las masas combatientes oían misa tendidas en las
laderas de los cerros, y el teniente coronel Torcuato
Trujillo, que llegó a la Nueva España
con el virrey Venegas, se situaba primero en el puente Don
Bernabé y más tarde ocupaba el Monte de las
Cruces, así llamado a causa de las numerosas cruces
que recordaban a los viajeros asesinados por los forajidos de
la región.El 28 de octubre fue domingo. Las tropas insurgentes
después de oír misa comenzaron a salir para
Toluca distante de Ixtlahuaca nueve leguas por el viejo
camino colonial.Toluca era entonces una ciudad de ocho mil o diez
mil habitantes y estaba gobernada directamente por un
Corregidor, pues era una de las ciudades que
pertenecían al Marquesado del Valle. Entre los
labradores que en ella residían hubo muchos
partidiarios de los insurgentes, aunque nunca se produjo
ninguna conspiración. Se recibió a Hidalgo con
pompa y después de que entró a la iglesia del
Convento de san Francisco donde el Padre Fray Pedro
Orcillés le dio la bienvenida, fue invitado a
descansar en la casa que se encuentra en la casa actual de
las calles de Isabela Católica y Lerdo, entonces de
Esquipules y de la Tenería.Hidalgo no estuvo sino unas tres horas en Toluca,
aceptando que se le sirviera un chocolate en la casa del
señor José Mariano Olaes, dueño de la
casa citada y donde lo atendieron Doña Lorenza Orozco
esposa del mismo Olaes y sus hijas Pomposa y Luisa que
también atendieron a los acompañantes. Algunas
casas de Toluca entre ellas aquellas en que se hospedó
Hidalgo adornaron sus fachadas. Entre tanto merendaba en uno
de los balcones de la casa del señor Olaes se exuso
una imagen de la virgen de Guadalupe que en 1910 fue donada
al Instituto Científico y Literario del estado por
el Dr. Carlos Chaix.Toluca, la entrada a Tierra
Caliente y el paso obligado a Michoacán, se le
entregó sin resistencia. La pequeña y hosca ciudad,
cabeza actual del caprichoso Estado de México, cortada
de sus grandes zonas industriales, conserva todavía
algo del aire
provinciano que la distinguiera como centro de una
región pródiga en riquezas agrícolas y
en artes populares.En todos Santos y Día de Muertos, sus
extensos portales se ven colmados de calaveras,
ataúdes, borregos y extraños animales de
azúcar con que se adornan, entre los
amarillos zempasúchiles y las ofrendas
rituales, los altares elevados en memoria de
los fieles difuntos. No hay cosa que México
produzca que no pueda hallarse en el mercado, y
aunque su fama principal descanse en los chorizos, cremas,
quesos y requesones, vinos de frutas y otros primores de
nuestra vieja cocina, Toluca atrae a numerosos visitantes
por los cestos preciosos, las telas bordadas, los repujados
cueros, los juguetes
de barro que se venden junto a los filtros mágicos,
los chupamirtos disecados, las plantas y
las piedras medicinales, los amuletos contra el mal de ojo
que exhibe el conjunto de yerberas más imponente que
pueda ofrecer cualquier mercado mexicano.Hidalgo, preocupado por la inminente batalla,
abandonó pronto Toluca y el día 30 salió
de Tianguistenco en busca de Trujillo.El Virrey Venegas, aunque odiaba a Bonaparte,
trataba de imitar –sin conseguirlo desde luego-, el
estilo de sus proclamas: "Trescientos años –le
escribía a Trujillo- de triunfos y conquistas de las
armas
españolas en estas regiones, nos contemplan; la
Europa
tiene sus ojos fijos en nosotros, es cara patria por la que
tanto suspiramos, tiene pendiente su destino de nuestros
esfuerzos, y lo espera todo vuestro celo y decisión.
Vencer o morir es nuestra divisa. Si a usted le toca pagar
este tributo en un punto, tendrá la gloria de haberse
anticipado a mí, de pocas horas, en consumar tan grato
holocausto; yo no podré sobrevivir a la
mengua de ser vencido por gente vil y fementida".Torcuato Trujillo, abroquelado por esa carta en la
cual se le condenaba a una muerte
segura, se situó con su reducida tropa, en el camino
real, protegido por el espeso bosque. No tenía
más de dos mil hombres y dos cañones, pero
estos cañones, bien empleados y sostenidos por un vivo
fuego de fusilería, abrían huecos enormes en
las masas indefensas de los indios. Allende, entonces,
ordenó a Jiménez ocupar las alturas con un
cañon y cargaron sobre los españoles sus
mejores soldados.Varias horas se luchó ferozmente, entre
centenares de muertos y de heridos que gritaban sin ninguna
esperanza de ser atendidos. Una traición de Trujillo
precipitó al descenlace: accedió en un momento
a parlamentar, y cuando los insurgentes se acercaron
confiados, les fue arrebatado el estandarte de la Virgen de
Guadalupe y ametrallados. Los hombres de hidalgo, llenos de
cólera, lanzaron su último
ataque y Trujillo, sin importarle mucho la "cara patria por
la que tanto suspiramos" ni la deshonra de ser vencido "por
gente vil y fementida", abriéndose paso entre los
patriotas, huyó hacia Cuajimalpa.Ahora México, visible en lo que fue la
región más transparente del aire, se le
ofrecía indefensa, más Hidalgo se mantuvo
indeciso y al final decidió remontar de nuevo los
cerros y emprender el camino de la lejana
Guadalajara.La ciudad vio desfilar al día siguiente al
resto de las destrozadas fuerzas de Trujillo, muerta de
pánico, y el primero de noviembre,
según cuentan don Carlos María Bustamante, con
su rudo humorismo, hubo una grande alarma "causada por dos
columnas de polvo observadas en diferentes direcciones, que
no eran menos que dos manadas de carneros, que venían
al rastro de la cuidad. Aquí mostraron todo su
ánimo los que poco antes braveaban,
cayéndoseles las quijadas de terror y huían
despavoridos por las calles dando gritos sin hallar agujero
donde meterse, pues todo el mundo cerraba sus puertas, y el
estruendo de tantas como hay en México,
multiplicó el pavor de que se veían
sobrecogidos sus moradores.¿Qué hizo retroceder a Hidalgo? Tres
días permaneció inactivo con su enorme
ejército de 83 mil hombres en este paraje donde los
domingos, grupos de
excursiones comen en la hierba contemplando la columna que
conmemora la batalla y los autos que
se deslizan por la carretera obstruida hace 150 años
con las fuerzas de Torcuato Trujillo. Ninguno tal vez
recuerde que a poca distancia, Hidalgo tomaba, lenta,
trabajosamente, una decisión fatal para la causa de la
independencia. Cierto es que Flon y Calleja marchaban sobre
México, cierto es que tenían escasos pertrechos
y podía verse cortado entre dos ejércitos, pero
estas razones eran casi nulas ante el hecho evidente de que
la ciudad no le hubiera ofrecido una seria resistencia.
Dueño de sus riquezas, con el apoyo de millares de
partidarios y el prestigio que le daría la conquista
de la metrópoli, es evidente que habría
obtenido una victoria casi definitiva.No fue así. A partir de la batalla de las
Cruces, la estrella de Hidalgo inició su descenso y la
nación debería sufrir ruinas y
muertes por espacio de once años
interminables.IV. CONCLUSIÓN
La ciudad de Toluca y sus habitantes de tradiciones
conservadoras, se ha distinguido en la historia de
México como una población con ideas liberales y de
cambio.Población que pareciera pacífica y
tranquila ha ido de la mano de los grandes cambios del
país, levantándose ante las injusticias y las
arbitrariedades de quienes detentan el poder.
Importante reflexión para una ciudad que es
distinguida por su belleza y rígida
tradición.VISITA DE
HIDALGO A TOLUCAEs importante dar a conocer la historia de Toluca de
manera que los tolucenses retomemos ese arraigo y ese
carácter de unión, lucha y
valentía para enfrentar con mayor ahínco las
circunstancias que actualmente nos aquejan y nos han
invadido.Propuesta
Bibliografía
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del Héroe, México, EDOMEX, 1960, p.p.
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Abraham Bastida Aguilar
Maestro en derecho judicial
México
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