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El trastorno afectivo ? conductual: consideraciones generales para su interpretación (página 2)



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¿Qué
consideraciones existen acerca de la definición de
trastornos de la conducta
?

La conducta es la
forma particular que tiene el sujeto para manifestarse en el
proceso de
comunicación social. La misma se
caracteriza por determinadas actitudes y
motivaciones, que posibilitan organizar la acción
del sujeto durante el establecimiento de relaciones
interpersonales (Ortega, 1988).

La conducta considerada como normal le permite al
hombre,
asimilar las exigencias y los retos que impone la sociedad,
manteniendo un equilibrio en
las respuestas y la manera de actuación del sujeto durante
la relación con el medio, en el proceso de
satisfacción de sus necesidades y aspiraciones. Cuando se
evidencian manifestaciones conductuales que se alejan de las
normas
elementales de convivencia social, y se hacen sistemáticas
las respuestas inadecuadas ante los estímulos que se
proporcionan, es posible que el sujeto sea portador de un
trastorno de la conducta.

Las manifestaciones de los trastornos de la conducta se
presentan de forma variada, según la propia personalidad
del sujeto. Esta diversidad es analizada por diferentes autores y
organizaciones, los cuales describen y clasifican
de disímiles formas esta manifestación, utilizando
para ello términos y definiciones en relación con
las concepciones que sustentan.

Para esta investigación se consultaron algunas
concepciones como la del Departamento Federal de Educación
norteamericano, (1977); el manual de
diagnóstico y estadística de los trastornos mentales
(Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. DSM-IV,
1994); el Glosario Cubano
de Psiquiatría (GC-2) y autores como Martin Herbert, 1893;
Phillips Newcomer 1987; Grossman, 1983; colectivo de autores del
MINED, 1988; Arias, 1992; Betancourt, 2001; Fontes y Pupo, 2002;
Permuy, 2004 y Pérez, 2005 que posibilitaron sistematizar
las principales características o las invariantes
presentes en las diferentes teorías. A continuación esbozaremos
algunas de las consultadas:

  • Martin Herbert (1983) (1) analiza que los
    trastornos de la conducta son producto de
    estrategias que
    el sujeto elabora ante un medio hostil y por lo tanto resalta
    la significación de la influencia del medio externo en
    la determinación del trastorno, independientemente que
    existan factores internos predisponentes (enfoque
    conductual)
  • Phillips Newcomer (1987) () plantea que:
    "La perturbación emocional es un estado del
    ser caracterizado por aberraciones en los sentimientos que
    tiene el individuo
    respecto a sí mismo y al medio
    ambiente. La existencia de la perturbación emocional
    se deduce del comportamiento" (en Betancourt, 2001). Esta
    concepción resalta la importancia de considerar el
    trastorno emocional como una consecuencia del trastorno
    comportamental y la estrecha relación que existe entre
    lo interno y lo externo en la configuración del
    trastorno.
  • Una de las concepciones más conocidas en
    Cuba es la
    de. Grossman, G. y Col (1983) () la cual expresa
    que, los trastornos de la conducta son el resultado de la
    relación que se produce entre las condiciones
    intrapersonales e interpersonales desfavorables,
    observándose un carácter persistente de las
    manifestaciones en los diferentes escenarios donde el sujeto
    interactúa (familia,
    escuela,
    comunidad).
    Además esta concepción tiene presente la
    multicausalidad en el origen de este tipo de trastorno e
    incluye casos de dificultades en el aprendizaje
    que poseen manifestaciones similares.
  • En libro
    "Acerca de la labor reeducativa en las escuelas para la
    educación de alumnos con trastornos de la conducta"
    de un colectivo de autores del MINED (1988), se considera
    trastorno de la conducta a las "desviaciones que se
    presentan en el desarrollo
    de la
    personalidad de los menores, cuyas manifestaciones
    conductuales son variadas y estables, esencialmente en las
    relaciones familiares, escolares y en la comunidad. Estas
    desviaciones tienen como base fundamental las influencias
    externas negativas asociadas o no a condiciones internas
    desfavorables" ()

Esta concepción ha sido muy utilizada en el
diagnóstico, por la descripción que realiza de las
características y la etiología del trastorno.
Actualmente se ha enriquecido a partir de las concepciones de
autores como Arias (1992), Betancourt (2001), Fontes
(2002).

  • Actualmente en la mayoría de los
    países, el diagnóstico se basa en el Manual de
    diagnóstico y estadística de los trastornos
    mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental
    Disorders. DSM-IV, 1994) () En el mismo aparecen
    clasificaciones de: trastornos por déficit de atención y comportamiento perturbador,
    trastornos por déficit de atención con
    hiperactividad, trastorno disocial de la conducta, trastorno
    negativista desafiante, trastorno adaptativo (con alteraciones
    del comportamiento o con alteración mixta de las
    emociones y
    el comportamiento), trastornos del control de
    los impulsos (como la cleptomanía y el juego
    patológico), así como trastornos relacionados al
    consumo de
    sustancias tóxicas (alcohol,
    alucinógenos, cocaína).

En sentido general, la concepción hace
énfasis en la persistencia prolongada de los
síntomas básicos de la alteración en el
sujeto por un período de 6 a 12 meses para realizar un
diagnóstico.

  • El Glosario Cubano de Psiquiatría (GC-2)
    establece una delimitación entre las perturbaciones de
    la conducta, las perturbaciones de las emociones y de la
    formación de la personalidad, típicas de la
    niñez y la adolescencia
    entre las cuales incluye: inadaptación neurótica,
    timidez, inadaptación esquizoide y problemas de
    relación, ansiedad de separación, trastornos de
    la identidad
    psicosexual en la niñez, fuga en el niño y el
    adolescente, agresividad no socializada y trastornos mixtos.
    Establece otra categoría para el Síndrome
    Hipercinético de la niñez. Estas
    categorías incluyen lo que se clasifica en Cuba como
    Trastornos de la Conducta a los efectos del tratamiento
    psicológico y pedagógico (GC-2,
    1983).
  • Fontes y Pupo (2002) () a partir de la
    vasta experiencia desplegada en el tema consideran que "Los
    trastornos de la conducta son alteraciones variadas y
    estables de la esfera emocional volitiva, que resultan de la
    interrelación dialéctica de factores negativos
    internos y externos, los cuales originan principalmente
    dificultades en el aprendizaje y
    en las relaciones interpersonales, todo lo cual se expresa en
    desviaciones del desarrollo de la personalidad que tiene un
    carácter reversible".
  • La Dra. Juana Betancourt, ha aportado una
    visión integradora que sintetiza la posición de
    diferentes especialistas cubanos y extranjeros, y permite
    comprender la configuración psicológica
    particular de estos sujetos e insistir en que la causa
    fundamental del origen de los trastornos afectivo-conductuales
    y de su posterior evolución es "la existencia de un estado
    vivencial angustioso del que no siempre es consciente el sujeto
    y que se ha establecido por las relaciones inadecuadas de
    comunicación que se han producido en los
    diferentes espacios de relación" (Betancourt, 2001)
    ().

En este sentido esta autora analiza que este trastorno,
constituye un tipo de configuración personal con
relativa estabilidad, donde se integran determinadas formas de
interpretar la realidad en los diferentes contextos de interacción del menor, que trae como
resultado una forma particular de comportamiento creado a partir
de los sistemas
vivenciales que impulsan la actuación, la
orientación y las expectativas del sujeto; interpretación que se asume para la
elaboración de la concepción de esta tesis
(Betancourt, 2004).

Muchos han sido los términos utilizados para
identificar este tipo de necesidad educativa. El término
más utilizado ha sido trastornos de la conducta (Thomas A.
S, 1969; Arias B. G., 1992; Ortega L. 1982; Grossmann, 1983;
Fontes S. O., 1990). En los últimos años se ha
utilizado el término trastornos emocionales y de la
conducta (Betancourt T. J, 2001), desviación de la
conducta social (Vasallo B. N, 2003 en Pupo, 2006), trastornos de
la conducta social (Vega V. R, 2004), trastornos
afectivos-conductuales (TAC) (Betancourt T. J, González U.
O., 2003) y otros; pero todos se refieren a la misma
categoría de niños y
adolescentes
incluidos en el Decreto Ley 64/
82.

Al analizar las posiciones teóricas anteriores es
posible sintetizar las características que, en la
actualidad, y teniendo como base la comprensión
histórico-cultural que realiza Vigotsky sobre
la educación del escolar difícil, resultan
invariantes para el diagnóstico y la intervención
de niños, adolescentes y jóvenes con
TAC.

  • Se produce una alteración primaria de la
    esfera afectivo-volitiva de la personalidad con un
    carácter estable y reversible.
  • Su origen tiene causas multifactoriales que surgen de
    la interrelación dialéctica de lo interpersonal y
    lo intrapersonal, prevaleciendo la influencia de estados
    vivenciales negativos en el plano de las relaciones
    sociales.
  • Existe alteración en el sistema de
    relaciones del sujeto durante su interacción social en
    los diferentes ambientes de relación (familia, escuela,
    comunidad).
  • Se producen dificultades en el aprendizaje,
    relacionadas fundamentalmente a problemas de
    desmotivación y desinterés propiciados,
    precisamente, por el daño
    presente en lo afectivo-volitivo y un medio hostil, no
    potenciador del desarrollo.
  • En la literatura
    podemos encontrar diferentes formas clínicas del
    trastorno según el tipo de formación
    psicológica de que se trate: con predominio de la
    hiperactividad, la agresividad, el aislamiento, la
    inadaptación, etc (estas formas clínicas no se
    dan generalmente puras, se habla en función
    de la predominante al analizar la configuración personal
    del sujeto).

Las posiciones teóricas analizadas y la
determinación de sus invariantes, posibilitan adoptar una
definición operacional que asume el trastorno
afectivo-conductual como una alteración
relativamente estable de la esfera afectivo-volitiva de la
personalidad, originada por la interrelación
dialéctica de factores biológicos,
psicológicos y sociales, que ocasionan estados vivenciales
negativos en el individuo, capaces de generar conductas
inadecuadas ante situaciones diversas, emociones contradictorias
y fluctuantes, así como una disarmonía
generalizada, que trae como consecuencia, trastornos en el
aprendizaje como categoría general.

Estructura del defecto.
Elementos caracterizadores del niño con trastornos
afectivo – conductuales

Las reflexiones del eminente psicólogo y pedagogo
Liev Semionovich Vigotsky sobre el carácter
biológico y social del defecto, permite establecer un
nuevo concepto para
organizar y dirigir el trabajo con
escolares que presentan necesidades educativas especiales. En
este sentido, se dedicó a estudiar la estructura el
defecto
y su influencia en la conformación de la
personalidad del niño(a).

Vigotsky planteaba que "cualquier defecto se debe
analizar desde el punto de vista de su relación con el
sistema nervioso
central y con el aparato psíquico del niño"
(Vigotsky, 1989) (), haciendo énfasis en las
consecuencias sociales que produce este daño en el
desarrollo del niño, así como la falta de una
educación y estimulación adecuada desde los
primeros momentos. Esta interpretación facilita el estudio
particular de los sujetos y el establecimiento de estrategias de
educación y desarrollo, acordes a las potencialidades de
cada sujeto y las posibilidades reales de compensar o corregir
las consecuencias sociales que se manifiestan.

Al profundizar en la estructura del
defecto en escolares con trastornos afectivo-conductuales, se
analiza que el defecto primario, puede devenir en
alteraciones que se producen en la esfera emocional volitiva y
que se evidencian ante la presencia de una inadecuada
formación de motivaciones, necesidades, intereses,
procesos
volitivos, así como dificultades en el proceso de planificación de las acciones.

Este último elemento, expresado en los
ineficientes resultados de las acciones de respuesta del sujeto,
sin que medie una planificación previa entre estas y el
surgimiento de las necesidades, o que surjan las necesidades y no
se manifiesten las respuestas, como expresión de la
inhibición de la conducta externa (Fontes y Pupo,
2002).

En consecuencia, como defecto secundario, surgen
diferentes alteraciones en los procesos cognoscitivos y las
relaciones interpersonales. Esta situación aparece
generalmente desde edades tempranas y se manifiesta con mayor
fuerza,
durante la etapa de escolarización, haciéndose
evidente las dificultades en el proceso de aprendizaje general y
el fracaso escolar, como máxima preocupación de
educadores y padres.

En el libro "Los trastornos de la conducta. Una
visión multidisciplinaria", sus autores Omar Fontes y
Mevis Pupo, realizan un análisis minucioso sobre las
características de la personalidad de estos educandos. En
este sentido plantean que las alteraciones emocionales que
presentan son fundamentalmente, el resultado de un lento e
inadecuado aprendizaje, de experiencias muy personales que van
adquiriendo dentro del medio en que crecen y se desarrollan,
teniendo en cuenta que, en la mayoría de los casos, estas
experiencias emocionales son tan negativas que suelen marcar la
personalidad del menor durante muchos años.

La práctica pedagógica sistemática
en las escuelas, permite analizar que las emociones de los
menores con trastornos de la conducta se caracterizan por
respuestas inadecuadas ante situaciones diversas e incapacidad
para controlarlas por sí mismo. Apareciendo expresiones de
cólera,
desesperación, llanto, irritabilidad, frecuentes estados
depresivos, indiferencia, inexpresividad, aburrimiento, angustia,
ataques de risa, manifestaciones eufóricas donde predomina
la desinhibición, existencia de emociones contradictorias
y fluctuantes hacia las personas y los objetos.

El escolar con trastornos de la conducta por lo general
va a los extremos máximos, en dependencia de las
características del trastorno que se halla desarrollado en
él: o es extremadamente introvertido e inhibido o por el
contrario, se puede manifestar muy excitado y agresivo, como
regularidad de su comportamiento.

Por otra parte, las principales dificultades en su
actividad voluntaria se dan en la etapa de la acción
implícita; en muchos de ellos la acción queda
trunca en la fase del surgimiento de la necesidad, por regla
general no llegan a formarse un verdadero propósito que
les permita ejecutar la acción hacia el objeto adecuado
que satisfaga su necesidad. Muchas veces la tendencia a alcanzar
el objeto que satisface la necesidad no llega a transformarse en
interés, por lo que no siempre ante ellos
aparece de forma definida y clara la orientación
consciente hacia el objetivo.
Generalmente no hay una planificación adecuada de las
acciones, ni un análisis profundo de sus
consecuencias.

Podemos encontrar además, un pobre desarrollo de
la iniciativa, en sentido general no suelen premeditar lo que
hacen, son imprudentes, indecisos, tienen muy dificultades para
el autocontrol, son poco tenaces, con tendencia a la dependencia,
poco enérgicos para la actuación, con frecuencia
abandonan las tareas ante el primer obstáculo dado a la
poca perseverancia en lo que hacen.

Estas manifestaciones, en estrecha relación con
las particularidades en la esfera cognoscitiva, dan al traste con
la aparición de disímiles dificultades en el
aprendizaje como categoría general. En este sentido, estos
alumnos pueden manifestar dificultades en el aprendizaje de
contenidos escolares, en los modos y formas comportamentales para
relacionarse en su entorno, así como en el aprendizaje
emocional, necesario para lograr la formación de recursos
personales que posibiliten adoptar una actitud
adecuada ante los conflictos y
situaciones que vivencia.

Por regla general el primer problema se manifiesta en un
desinterés por la escuela, por asistir a clases y este
desinterés evoluciona hacia un rechazo a la actividad
docente educativa. No existe correspondencia entre los intereses
de estos menores, sus principales deseos y la necesidad de
participar en el proceso docente educativo.

A partir de esta situación se inicia un proceso
de rechazo activo donde aparecen los problemas de disciplina, se
mantienen alejados de la actividad de aprendizaje, su
atención es dispersa, la retención de los
contenidos se dificulta, evaden la realización de la tarea
orientada por el profesor, la
posibilidad de participar en las clases, de copiar los
contenidos, prestar atención a las orientaciones del
maestro y muchas veces tienen tendencia a olvidar los libros, las
libretas, entre otros útiles escolares. Evidencian
dificultades en la escritura, con
problemas en la coordinación fina de la mano lo que hace
que la caligrafía sea deficiente, también presentan
problemas en la lectura;
esto último hace que se nieguen a leer si se les manda, no
quieran ir a la pizarra por temor al fracaso y se constata
torpeza en los cálculos matemáticos. Además,
tienen presencia de movimientos generales incoordinados, que
acompañan sus manifestaciones de agresividad y
ansiedad.

Sin embargo, estos menores caracterizados por estados de
disarmonía general, poseen potencialidades que se
manifiestan según las particularidades individuales de
cada cual, pero que en sentido general pudieran relacionarse con
la preferencia por la realización de actividades
lúdicas, musicales, de movimiento y
práctico manuales. Marcado
interés por actividades no cotidianas, que rompan con los
cánones ya establecidos. Capacidad de expresión y
comunicación conservada, (aunque pueda manifestarse
distorsionadamente), así como la capacidad para sentir
afectos y brindarlos en un entorno educativo adecuado.

Semejantes planteamientos nos hacen reflexionar sobre la
necesidad de promover el crecimiento personal, aprovechando los
aspectos positivos del desarrollo de los escolares, para
compensar las carencias afectivas y dotar al estudiante de
estrategias que le permitan su inserción social de forma
útil, y con proyección de futuro. En sentido
general se trata de promover actitudes conscientes,
autónomas, de autoaceptación, para asimilar las
diferentes situaciones de conflicto,
valorarlas desde una perspectiva adecuada e incorporarlas a la
experiencia sin que constituyan amenazas para el desarrollo de la
personalidad del sujeto.

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Datos del autor del artículo

Yanelín López
Rodríguez

Estudios realizados: Licenciatura en Educación
Especial en la Universidad Pedagógica Enrique
José Varona (ISPEJV). Ciudad de la Habana, Cuba. (1996).
Maestría en Educación Especial (2001) y candidata
a Doctor en Ciencias Pedagógicas (Próximo
diciembre del 2006).

Palabras claves del artículo: trastornos
afectivos-conductuales, necesidades educativas especiales,
trastornos de la conducta.

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