- El génesis: los Derechos
naturales - La libertad de los antiguos y la
libertad de los modernos - Los
Derechos Humanos: entre la alianza y el
contrato - Laicismo y
derechos humanos en un planeta
intercultural
Don Quijote y Sancho Panza se toparon con una docena de
hombres ensartados en una cadena de hierro y luego
de indagar el manchego las causas de tanta desdicha, les dijo a
las guardas:
"… y el voto que en ella hice (la orden de
caballería) de favorecer a los menesterosos y opresos de
los mayores (…) porque me parece duro caso hacer esclavos a
los que Dios y Naturaleza
hizo libres".
Luego de esto emprendió con furia contra el
comisario y las guardas. Los presos aprovechando el barullo
lograron liberarse de las cadenas con el apoyo de "el de la
triste figura". Así Don Quijote
pidió a los galeotes que agradezcan el beneficio recibido
con una visita a Dulcinea del Toboso, su amada. Los recién
liberados entraron en cólera
y una lluvia de piedras y golpes de palos recibieron Sancho
Panza, el hidalgo, Rocinante y el jumento.
El
génesis: los derechos
naturales
¡Un texto sobre
laicismo que se inicia con el relato bíblico del
génesis! Se presta para más de una paradoja. Pero,
sí, los mitos
fundacionales de casi toda ética o de
una visión acerca de lo justo o de lo injusto se
encuentran en las religiones. Y es que la
religiosidad está íntimamente ligada con la
historia del
pensamiento:
"Dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen y
semejanza (…) Y creó Dios al hombre a su imagen. A
imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los
creó".
Si el ser humano fue creado a imagen y semejanza de
Dios, entonces debe tener algo de sagrado. Y esa sustancia
sagrada es lo que nos hace personas, esto es, seres humanos
dignos, pues por el mero hecho de existir poseemos en forma
inalienable un conjunto de derechos naturales.
En efecto, los derechos humanos
antes fueron conocidos como derechos naturales. Los derechos que
posee todo ser humano justamente por su condición de
humanidad. El Quijote, el héroe de las causas perdidas,
sublima la idea de humanidad en la utopía y en la locura.
Las de la libertad, la
justicia y la
igualdad, son
ideas todas reivindicadas desde el amor, el
amor a
Dulcinea, por la cual El Quijote preferiría morir, como lo
demuestra en su duelo con el caballero de la Blanca
Luna:
"Dulcinea del Toboso es la más hermosa
mujer del
mundo, y yo el más desdichado caballero de la Tierra, y
no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta,
caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has
quitado la honra".
Una vida sin honra, no es digna. Preferible la muerte, a
una vida sin dignidad.
¿Pero esta visión acerca de lo humano es
universal? ¿Pertenece a la humanidad como un todo, o,
acaso, forma parte de una matriz
cultural determinada? ¿Es la libertad del ser humano un
derecho
natural para todas las civilizaciones y para todas las
teorías
comprehensivas acerca de la filosofía política?
Como veremos estas preguntas son fundamentales a la hora
de entender el laicismo y los derechos humanos en la era
contemporánea.
La
libertad de los antiguos y la libertad de los
modernos
Con estas palabras Benjamín Constant, en 1819,
establecería una clásica caracterización del
concepto de
libertad, referida a las libertades civiles y políticas,
entendiéndolas como la capacidad de actuar sin
coacción en una comunidad
política.
Para los antiguos, con más precisión para
la tradición griega, la libertad consistía en la
obligación ciudadana de participar en los asuntos
públicos. El hombre
libre era aquel que estaba legitimado para actuar en la polis. De
hecho, ciudadano, viene de la palabra ciudad y la ciudad es
entendida como una comunidad política.
"Así pues, es evidente que la ciudad es por
naturaleza y es anterior al individuo;
porque si cada uno por separado no se basta a sí mismo,
se encontrará de manera semejante a las demás
partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir
en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no
es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios (…)
En todos existe por naturaleza la tendencia hacia tal comunidad
(…) pues así como el hombre perfecto es el mejor
de los animales,
así también, apartado de la ley y de la
justicia, es el peor de todos".
Ya lo señaló Savater en Política
para Amador: "idiota" para los griegos era el que no se
preocupaba de los asuntos de la ciudad. Platón
y Aristóteles coinciden en colocar siempre al
todo antes que a las partes, a la sociedad
política antes que al individuo. De donde se deduce que el
ciudadano para ser tal debe ocuparse de la política, debe
participar con responsabilidad y conciencia
moral. Esta
visión está en la base del republicanismo
clásico y tiene también un parentesco cercano con
las ideas platónicas del bien y de la virtud. El hombre
virtuoso persigue el bien, el bien para todos en la comunidad
política.
Pero la Edad Moderna
(con aportes fundamentales de la Edad Media al poner en diálogo
las escrituras con los filósofos griegos), no tendrá
exactamente el mismo concepto de libertad. En la modernidad se
afianzará la noción de que el ser humano, con
anterioridad a la comunidad política, tiene un conjunto de
derechos naturales, que le corresponde como persona, y que
más bien la sociedad política y el estado
deben respetar.
En la base de esta reivindicación están
las luchas contra los absolutismos políticos y religiosos.
Se ha dicho que la modernidad es la era del individuo y, en
efecto, en múltiples aspectos se coloca al individuo como
el elemento anterior y fundacional de la sociedad. Todo liberalismo,
incluso el republicanismo liberal, parte de un concepto de
individuo en tanto átomo
social que posee un conjunto de atributos y derechos permanentes,
naturales e inalienables. Así, desde el punto de vista del
derecho positivo,
la sociedad es un conjunto de individuos iguales,
autónomos, libres y racionales. Surge así con mayor
fuerza el
relato de la justicia, frente al primado greco-romano de la
búsqueda del bien y de la virtud.
Uno de los filósofos que fundamentará el
derecho natural en el individuo fue Kant:
"En el reino de los fines todo tiene un precio o una
dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por
algo equivalente; en cambio, lo
que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite
nada equivalente, eso tiene una dignidad. Lo que se refiere a
las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio
comercial; lo que, sin suponer una necesidad, se conforma a
cierto gusto, es decir, a una satisfacción producida por
el simple juego, sin
fin alguno de nuestras facultades, tiene un precio de afecto;
pero aquello que constituye la condición para que algo
sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor
relativo o precio, sino un valor interno, esto es, dignidad. La
moralidad es
la condición bajo la cual un ser racional puede ser fin
en sí mismo, porque sólo por ella es posible ser
miembro legislador en el reino de los fines. Así, pues,
la moralidad y la humanidad, en cuanto que ésta es capaz
de moralidad, es lo único que posee
dignidad".
En otras palabras, solo la persona, el ser humano, es un
fin en sí mismo y nadie tiene derecho a convertirle en
medio de algo, ni siquiera la comunidad como un todo. Por esta
radicalidad del concepto de dignidad moderna, J. S. Mill
afirma:
"Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de
una misma opinión y esta persona fuera de opinión
contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que
hablase, como ella misma lo sería si, teniendo poder
bastante, impidiera que hablara la humanidad".
La libertad de los modernos está asociada
íntimamente con el laicismo, pues es esta libertad la que
establece las "libertades" básicas de la persona, esto es,
las libertades civiles y políticas del individuo: el
derecho a expresar la propia opinión, la libertad de
culto, la libertad de asociación, el derecho a elegir y
ser elegido, el derecho a disfrutar de un conjunto de libertades
y autonomías en la vida privada.
La libertad de los modernos protege al individuo de la
dominación externa, especialmente del estado. Se
trata de un principio de independencia
y de autonomía. Un estado laico, por tanto, debe proteger
con neutralidad y pluralismo, estas libertades del
individuo.
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