Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Trabajo social en el Sistema Penitenciario femenino (página 2)



Partes: 1, 2

  • Ritualismo; el individuo se
    siente incapaz de cumplir con las metas de la sociedad,
    pero a la vez su conducta
    externa le exige continuar con las exigencias impuestas aunque
    esto le implique un cierto grado de dificultad.
  • Retraimiento; el sujeto renuncia a los valores
    y a seguir las formas externas de conducta señaladas por
    la sociedad.
  • Innovación; ocurre cuando el sujeto
    está dispuesto a violar las normas morales
    con tal de lograr su beneficio. Por ejemplo, el deportista que
    se droga para
    obtener un mayor rendimiento.
  • Rebelión; el sujeto niega los fines,
    las normas y las instituciones sociales.

Continuando con la línea de la
desorganización social, Merton (en López 1996) la
criminología divide dos enfoques de
intervención en la reinserción del ser humano:
el método de
prevención,
este método se caracteriza por
influir en los actos delictuales como son los factores
socioeconómicos y culturales, aquí el objetivo es
prevenir antes que la persona cometa un
delito y el
segundo enfoque es el método de
rehabilitación
, en este análisis la preocupación recae en
los mecanismos de reinserción social de los individuos que
transgredieron y que cumplen condena (Fuentealba, 1997, citado
por Gallegos y Mettifogo, 2001). En el modelo de
rehabilitación, el recluso es sometido a un proceso
reeducativo, esto implica dos grandes líneas de acción
que son la educación y
el trabajo,
ambos procesos
están enfocados a entregar habilidades y valores para
la posterior resocialización. (Sebastián, 1997,
citado por Gallegos y Mettifogo, 2001).

Cooper (1994) señala que la desigualdad
social se asocia directamente con la delincuencia,
pertenecer a un estrato más bajo de la sociedad no
sólo implica la exposición
a problemas de
sobrevivencia, sino también a una deprivación
cultural educacional, a una marginación social y
ecológica de sectores periféricos de las ciudades. Continuando
con la autora citada anteriormente, señalaremos que las
prácticas delictivas están estrechamente vinculadas
a la delincuencia, está comprobado que tanto la
delincuencia masculina como la femenina se asocia al estrato bajo
de la población y tiene una escasa
participación en el mercado laboral debido a
trabajos informales, precarios, esporádicos y bajas
remuneraciones,
lo que originaría situaciones de marginalidad
traducidas en la insatisfacción de necesidades
básicas de alimentación,
vivienda, vestuario, salud y educación.

Lo anterior contribuye al incremento de los
fenómenos de delincuencia y/o formas de conductas
desviadas. Se puede señalar como repercusión
positiva, aquellas personas con índices de pobreza donde la
cárcel puede ser un medio de satisfacción de
necesidades básicas o como una instancia de disciplina o
rehabilitación.

Por otro lado, en la delincuencia
femenina la mujer es
impulsada a delinquir por motivos afectivos y emocionales
más que por índices económicos. Estudios
realizados sobre la criminalidad femenina, Cooper (1994), indican
que se ha incrementado en las últimas décadas
llegando a un promedio del 8%, y las razones están
asociadas preferentemente a las sustancias ilícitas y su
perfil psicosocial que estaría caracterizado por
pertenecer a núcleos familiares conflictivos, alta tasa de
internación, pertenecer a un nivel socioeconómico
bajo, pertenecer a familia con
antecedentes de violencia
intrafamiliar y en un número menor, son personas que
pertenecen a modelos
parentales vinculados al sistema
penal.

Algunos antecedentes desde la delincuencia
femenina

1. Cambios en la Delincuencia Femenina; desde los
años setenta, la delincuencia femenina ha sufrido notables
cambios, pasando de los delitos
tradicionales como es el caso del robo, a los delitos con mayor
violencia y
relacionados al tráfico de droga, en este caso, motivada
especialmente por razones económicas, como una forma de
salir del entorno de pobreza al que se pertenece, ya que se
piensa que al mejorar la situación económica se
podrá satisfacer algunas de las necesidades básicas
de la familia. De
acuerdo a Ossa et al. (citado por Gallegos y Mettifogo 2001). La
mujer en
prisión sufre una pérdida de la imagen de
sí misma, a veces mayor que en el caso de los hombres. Y
con la aplicación de las sanciones, se deja de lado el
hecho de que la privación de libertad
provoca la desintegración debido a su protagónico
rol en la familia.

2. Efectos en las Relaciones Familiares; para
Montero, (citado por Gallegos y Mettifogo 2001), ciertas
situaciones como el abandono de los hijos, situación de
divorcio de
los padres, el embarazo
precoz, la violencia intrafamiliar, son problemas
sociales muy frecuentes que contribuyen a que uno de los
miembros de de una familia ingrese al sistema carcelario y por
ende contribuir a la formación de una conducta anormal. La
familia de la reclusa se ve seriamente afectada, ya que debe
realizar una serie de cambios en su dinámica y más aún si se
considera que la delincuencia se propicia en condiciones sociales
de marginación. Por otra parte, Gallegos y Mettifogo
(2001), señalan que los hijos o las hijas se ven afectado
cuando la madre está encarcelada, quienes quedarían
expuestos a situaciones de riesgo social y
estigmatizados por la sociedad, acentuando en la
desvinculación afectiva con el padre o la
madre.

Los estudios de Cooper, (2002) señalan que la
prisión daña la
comunicación en las personas privadas de libertad,
así también daña la intimidad de las
relaciones entre el detenido y la familia. Ante la existencia de
vínculo afectivo entre el recluso o la reclusa con la
familia, con frecuencia se ve alterado producto de
los horarios rígidos de las visitas propio del sistema
penitenciario. En situaciones que la madre es ingresada a
prisión, por lo general la unidad familiar se desintegra,
la madres se culpabilizan recibiendo las consecuencias dentro de
la cárcel, esto se observa en una mayor dependencia
afectiva y de soledad, (Gallegos y Mettifogo, 2001).

Existen casos en que las madres tienen miedo de informar
a sus hijos sobre la encarcelación y prefieren mentir,
evitan ser vista por la propia familia y los amigos, viven en un
estado de
negación que dificulta las interacciones llegando incluso
a romper el vínculo con los hijos. Se puede afirmar que el
castigo de la madre pasa a ser también el castigo de los
hijos. Por otra parte, la maternidad en reclusión agrava
el castigo debido a que sufren por ellas y sus hijos.

Servicios Sociales Penitenciarios y Estudio de
Caso

Durante el periodo de la Primera Guerra
Mundial, se introdujo el Estudio de Caso y en 1917 se publica
el libro Diagnóstico Social, de Mary Richmond,
esta obra tiene gran relevancia para la investigación del entorno social y espacios
para realizar estudios de personalidad
del sujeto, con ello se pretende obtener un tratamiento que fuera
eficaz y a la vez aplicarlo al ambiente
social natural del sujeto. En las décadas posteriores,
surgen estudios en la psiquiatría y las teorías
psicoanalíticas, cuyo foco de interés
estaba puesto en la individualidad del infractor y en sus
dinámicas emocionales, (Bondeson, 1994, citado por Heskia,
2001).

En los años 60 aparece el Modelo del Tratamiento,
este modelo aportaría las herramientas
para trabajar en el tratamiento del infractor o infractora y
lograr un cambio
importante en la prevención de la reincidencia. En este
periodo, se pensaba que el crimen podría ser derrotado a
través de las intervenciones realizadas por los
Trabajadores Sociales y por especialistas del área de la
salud.

En la actualidad, producto de la modernidad, el sistema
penitenciario se ve enfrentado a nuevos desafíos, tanto
para los reclusos y reclusas como para los Trabajadores Sociales,
quienes deben brindar apoyo y asesoría profesional ante
situaciones como es la delincuencia femenina y las consecuencias
de índole individual, familiar y social que ésta
provoca.

Hoy en día los servicios
sociales penitenciarios juegan un rol fundamental en al
ámbito del sistema penitenciario, ya que según el
reglamento penitenciario, El Trabajador Social puede actuar en el
interior y exterior de éstos para prestar atención social a los internos e internas y
familiares" (Arce Villanueva, 2000, citado en Fernández y
Alemán, 2003, pág. 535).

Dentro del sistema penitenciario, los servicios sociales
se encuentran estructurados de la siguiente manera:

1. Atención en los Centros Penitenciarios hacia
los internos y sus familiares. La finalidad es la
incorporación social de las personas privadas de libertad
interviniendo en aquellas situaciones y problemáticas de
cada persona a corto, mediano y largo plazo. La función
asistencial requiere ser revisada permanentemente, del tal modo
que entregue una respuesta afectiva a los problemas del mundo
contemporáneo y que sus estrategias
resulten consecuentes con el desarrollo
personal de cada cliente,
entendiéndolo como un ser único e irremplazable
para la sociedad.

Se trata de visualizar la función asistencial,
tal como lo fue en los años 20, incorporando la
intervención con un método de tratamiento,
entregando consejo y orientación al cliente con el fin de
persuadirlo para modificar su situación. En este proceso
es de vital importancia además, el cumplimiento de la
función educativa hacia el o la reclusa,
complementada con la función coordinadora para
activar y poner a su disposición redes sociales de apoyo
familiar y de recursos
institucionales (Juárez, 1995).

2. Trabajo Social.
La intervención del profesional Trabajador Social es
fundamental para el tratamiento del o de la delincuente, ya que,
a través de la función socializadora se facilita la
reeducación e integración en la comunidad y de
esta forma se puede contribuir a la prevención de la
delincuencia y lucha contra el delito. Al interior de los centros
penitenciarios, existen distintas formas de aplicación. El
profesional es quien se ocupa de aquellos factores
socioculturales, que pueden influir en el proceso de socialización de los sujetos con conductas
desviadas; ayudar a valorar las relaciones íntimas y
familiares; asesorar y favorecer los vínculos, establecer
relaciones favorables con el exterior, orientar e informar al
interno y su familia, valorar y promover las oportunidades de
trabajo cuando
el individuo salga en libertad.

A modo de conclusión, el Trabajador Social cuenta
con recursos que ayudan a facilitar y crear instancias de
responsabilización en relación al delito cometido
por el recluso o reclusa. El Trabajador Social y la persona, es
un vínculo que surge de una necesidad con la finalidad de
dar respuesta a la situación que el sujeto está
denunciando, es una relación intencional y de mutuo
acuerdo que apunta a conocer y transformar una "situación
problema". La situación problema está conformada
por hechos, elementos, relaciones y condiciones y como tales es
un complejo que involucra a varios problemas interrelacionados e
interdependientes. Una situación problema es siempre
social.

El Trabajador Social, en su primera etapa de
intervención, debe indagar sobre la naturaleza del
problema expuesto, indagar la importancia que le asigna la
persona que lo expone, los esfuerzos realizados para resolver el
problema, ¿qué intentó hacer por sí
mismo?, ¿con qué recursos personales cuanta?,
¿cómo puede utilizarlos si dispone de ellos?.
Así también, indagar sobre la naturaleza de la
solución que pretende hallar en la institución, el
Trabajador Social debe conocer los otros contextos sociales en
los que la persona vive, actúa y se mueve.

Referencias Bibliográficas

Cooper, D. (1994). Delincuencia Común
en Chile.
Santiago de Chile: ediciones Lom.

Cooper, D. (2002). Criminología y
delincuencia femenina en Chile. Santiago: Ediciones
Lom.

Fernández, T. & Alemán, C.
(2003). Introducción al Trabajo Social. Madrid:
Alianza Editorial.

Juárez, M. (1995). Trabajadores
Sociales, su papel y cometidos.
Madrid: Narcea.

López, H. (1996). La perspectiva
Interdisciplinaria de la Delincuencia.
México:
Ecasa.

Méndez, J. (1996). Paradojas y
Contradicciones del Sistema Carcelario. Revista de
Trabajo Social. Pontificia Universidad
Católica de Chile. Nº 68, 77-91.

Heskia, J. (2001). Las Penas Comunitarias y el
Problema del Crimen. Revista de Estudios Criminológicos y
Penitenciarios. Nº 3, 29-55.

Gallegos, C. & Mettifogo, D. (2001).
Relación madre-hijo: situación de las mujeres
encarceladas. Revista de Estudios Criminológicos y
Penitenciarios. N2, 65-99, 101-138.

Mª Isabel Chavarría
Cárdenas

Mª Isabel Chavarría Cárdenas,
Trabajadora Social, Licenciada en Trabajo Social, Diplomada en
Intervención Familiar, Diplomada en Mediación
Familiar, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Doctora © en Psicología
social y Antropología de las Organizaciones,
Universidad de Salamanca, España.
Académica de la Universidad San Sebastián, Carrera
Trabajo Social.

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter