La difusión del miedo y la inseguridad en los medios de comunicación en Argentina
Resumen:
Con la tolerancia cero
"intentan aplacar el miedo de las clases medias y altas, que son
las que votan, mediante el permanente hostigamiento de los pobres
en los espacios públicos, haciendo intervenir a las
fuerzas del orden en problemas
menores como ebriedad, ruido,
mendicidad, atentados a las costumbres, y otros comportamientos
antisociales vinculados con los sin techo"[1].
Desarrollo:
Según Giner, la delincuencia
es, en general, "una de las formas más descollantes de la
desviación social"[2]; más precisamente cuando esta
conducta se
aparta de las normas o de los
intereses grupales. "En tales casos las
<<desviaciones>> son desviaciones de una moral
proclamada por grupos concretos
que poco pueden hacer contra las costumbres enraizadas en la
conciencia
colectiva y respaldadas por la estructura
económica"[3].
Sin embargo, es preciso entender una conducta delictiva,
no arbitrariamente, sino relacionada a una estructura
social determinada, y sobre todo a una cultura dada
que se ve respaldada por un poder y unas
normas. El acto delictivo de trasgresión es, según
este autor, el crimen o el delito[4].
Giner realiza una distinción entre el "delito
utilitario", "delito reincidente" y los actos de vandalismo. Este
trabajo se
centrará en la primera categoría. Giner entiende
como delito utilitario, por ejemplo, al realizado por un obrero
que ha sido despedido y que ataca a otro ciudadano impulsado por
la necesidad[5].
Un hecho social incuestionable de los últimos
tiempos en Argentina (y por cierto en casi todos los
países del mundo, especialmente en América
Latina) es la escalada de violencia
criminal que es presentada de manera sistemática por
los medios de
comunicación, en el discurso
político y en buena parte de la opinión
publica.
En los últimos tiempos nos hemos visto invadidos
constantemente por informes sobre
delincuencia, inseguridad,
crimen, secuestros, etc. Sin embargo, no se han puesto en duda la
veracidad de los esquemas enunciados por estos medios, es
decir, es preciso "establecer si estas olas de violencia se
corresponden con un aumento real del fenómeno o si resulta
de una utilización de los hechos que apunta a legitimar un
discurso justificatorio de móviles punitivos, porque una
vez asumido como incuestionable, este discurso propicia la
configuración de una sociedad mas
autoritaria y violenta; menos garantista"[6]. Es preciso
señalar que la utilización de esta "violencia
simbólica"* no es nueva ya qua ha sido utilizada en otros
periodos históricos recientes en nuestro
país.
Por ejemplo, desde la reinstauración del
régimen democrático liberal en 1983, el tema de la
inseguridad ya no se inscribe en el universo de la
doctrina de Seguridad
Interior y en la apelación al enemigo publico, sino en el
de la democracia, el
orden y el control social
para sostenerla.
En el periodo de la
administración Menem, la
noción de seguridad ha sido contrapuesta al desorden
social y a la utilización instrumental de las denominadas
olas de violencia, con esta utilización se justificaron
importantes procesos de
privatizaciones, por ejemplo, el robo en trenes,
que acaparó, en su momento la atención de los medios, de manera llamativa
fecundizó la privatización de este importante medio de
transporte.
Otro fenómeno, el asalto a colectivos,
generó el consenso para la realización de
operativos de control poblacional indiscriminados sobre grupos
"potencialmente peligrosos y sospechosos". Otros tantos casos
(manifestaciones masivas en Santiago del Estero y Jujuy contra
sus gobiernos provinciales) fueron relacionados con el
delito.[7]
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