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La difusión del miedo y la inseguridad en los medios de comunicación en Argentina (página 2)




Enviado por Sebastian Negrelli



Partes: 1, 2

En el presente, la delincuencia
es presentada como "particularmente violenta". A raíz de
esto se han encaminado acciones desde
diferentes organismos, no solo estatales (piénsese en
Blumberg), para incrementar el control y una
mayor severidad en el castigo.

Siguiendo la opinión de Pita esta política, basada en
la "cultura del
miedo" intenta sistematizar un sentido común que potencia la
violencia y el
autoritarismo y tiende a predominar la opinión de sectores
de la sociedad que
consideran "permisivas" y "benignas" las normas
garantístas del sistema penal
argentino.

El predominio de estos enfoques conlleva a una
"consolidación de un sistema de exclusión donde la
seguridad y la
legalidad se
garantizan de forma desigual"[8].

Ahora bien, en primer lugar, debo determinar si este
fenómeno social, la delincuencia (o si se quiere, la
inseguridad),
puede ser entendido desde el estudio del conflicto
social, o es necesario encontrar otras teorías
que permitan su explicación?; si esto último lo
correcto, ¿cuál o cuáles serán esas
teorías?. En segundo lugar, es preciso determinar cual es
el factor o los factores que originan la delincuencia (entendida
esta como delincuencia utilitaria), en tal sentido voy a
centrarme en el análisis de las diferentes explicaciones
que proponen los teóricos del conflicto y si estas
resultan inadecuadas para tal fin, en buscar la teoría
o las teorías que resulten explicativas; para luego
centrarme en el análisis de los posibles factores que
producen este tipo de delincuencia.

Según Ritzer[9], la teoría del conflicto
tiene muchas raíces, los teóricos del conflicto se
orientan hacia el estudio de las estructuras y
las instituciones
sociales. Se oponen a la concepción clásica del
funcionalismo que
supone que la sociedad es estática o
que se encuentra en equilibrio
móvil. Por el contrario, los teóricos del conflicto
suponen una sociedad sujeta a procesos de
cambio en todo
momento. La base de tal perspectiva estaría dada en que
consideran que la mayoría de los fenómenos sociales
contribuyen a la desintegración y el cambio.

Siguiendo los planteamientos de Simmel quien considera
que el conflicto social es uno de los modos básicos de
vida en sociedad podemos comenzar a considerar este marco
teórico como pertinente para el análisis del
fenómeno de la inseguridad. Sin embargo hay todavía
muchas cuestiones por resolver.

Según Marx, "el
conflicto es siempre inherente a la vida. La sociedad no escapa a
esta regla"[10]. Sin embargo, Marx, redujo todos los conflictos
sociales a conflictos de clases. Con el concepto de
"lucha de clases", Marx se está refiriendo a una lucha que
opone a dos clases antagónicas[11] en búsqueda de
la propiedad de
los medios de
producción.

No obstante, los modos de conflicto son muy variados,
por ejemplo, hay fricciones familiares, lucha de clases, competencia
económica, guerras, lucha
por poderes dentro de facciones políticas,
pugnas deportivas, etc.

En este contexto no es posible relacionar el
fenómeno de la delincuencia con la "lucha de clases" a lo
Marx. Seria inoportuno limitar este tipo de conflicto a la nueva
situación creada por el neoliberalismo.

Otro teórico del conflicto es Dahrendorf, este
autor evidentemente inspirado en la corriente marxiana, sostiene
que la "fuente estructural del conflicto social no es la desigual
distribución de los medios de
producción sino, mas bien, la desigual distribución
de la autoridad"[12].

Según este autor, la autoridad esta estrechamente
vinculada al puesto ocupado o al rol desempeñado en una
organización social. Así la fuente
estructural de los conflictos podrían encontrarse solo en
la autoridad, es decir en la posesión de la misma o en la
carencia de la misma. En este caso Dahrendorf opone
también a dos grupos
antagónicos, los que detentan la autoridad y los que la
sufren. Esta perspectiva parece acercarse mas al problema, pero
veamos otras.

Otro autor, Durkheim,
introduce el concepto de anomía, es decir, el de un
vacío normativo, según Giner, "en sociología anomía denota una
situación en la que existe un conflicto de normas, de
manera que los individuos no pueden orientar con precisión
su conducta es
decir, no respetan las normas porque no les son precisas"
[13].

Las consecuencias de esto pueden derivar en la
delincuencia, es decir, por medio de un camino opuesto al de las
normas estatuidas, ciertos individuos tratarían de
alcanzar determinados objetivos. Si
consideramos esto, podemos concluir que ciertos casos de
delincuencia es anómica. Pero Merton advierte que para que
esto se produzca, es necesario que la falta de oportunidad en
estos individuos ocurra en una sociedad en la que constantemente
se predique la igualdad de
oportunidades al tiempo que
existan fuertes barreras contra esa igualdad.

Seria importante tratar de especificar cuales son los
condicionamientos culturales o estructurales que determinan los
modos conflictivos de interacción. Hay muchos autores, por
ejemplo Coser, que consideran el conflicto como necesario para el
mantenimiento
de la identidad y
las fronteras de cada grupo
social.

En relación con estos últimos aspectos,
mas las concepciones de la autoridad y del poder de
Dahrendorf, se puede comenzar a vislumbrar otro camino: de esta
forma la manipulación ideológica, la discriminación, el control de los centros
decisorios, la utilización mediática de las
preferencias televisivas, son ejemplos de un ejercicio del
poder.

Esto relacionado al concepto de "capital
simbólico" de Bourdieu. Según este autor "el
capital simbólico es cualquier propiedad (cualquier tipo
de capital, físico, económico, cultural, social)
cuando es percibido por agentes sociales cuyas categorías
de percepción son de tal naturaleza que
les permiten conocerlas (distinguirlo) y reconocerlo, conferirle
algún valor"[14].
Además sostiene que el principal detentador del capital
simbólico es el Estado,
éste actuando "a modo de banco de capital
simbólico, garantiza todos los actos de autoridad, unos
actos, a la vez arbitrarios y desconocidos en tanto que tales, de
impostura legitima"[15]. El Estado tiene
todas las prerrogativas de ejercer una violencia
simbólica.

Aquí podemos, quizás, entrever un camino
recto que nos conduzca a la solución del
problema.

"La violencia simbólica, tan naturalizada y
arraigada que ya no se la reconoce como tal es una forma profunda
de dominación". [16]

Es muy común escuchar en todos los medios, ya
sean audiovisuales o gráficos, términos como
"mundializacion", "flexibilidad", "gobernabilidad", tolerancia cero",
etc. Pero no así los de "capitalismo",
"clase",
"explotación", "dominación", "desigualdad",
"exclusión", etc.

Esto es el resultado evidente de un "imperialismo
propiamente simbólico, sus agentes transmisores son los
partidarios de la ideología neoliberal"[17].

"Estas doctrinas neoconservadoras, que desde hace un
tiempo vienen erosionando las ya casi acabadas estructuras de
bienestar social, son las que por otra parte alimentan la
tendencia a promover la "tolerancia cero", el tratamiento de los
menores de edad como a adultos en su relación con la
justicia y
hasta la pena de muerte
como solución a los problemas de
inseguridad urbana y barrial"[18]. En este sentido es
común escuchar en medios informativos como se bombardea a
la gente con preguntas acerca de si está o no de acuerdo
con la pena de muerte, si es
necesaria una política más dura contra la
delincuencia, etc. O también de llegar al extremo de
detener a dos niños
de nueve años por portar armas de juguetes!. La
inseguridad que se ha visto incrementada en la realidad
–hay que admitirlo- se muestra, sin
embargo, como el centro del tejido social, pero debemos tener en
cuenta que muchos de estos picos de inseguridad son
sospechosos.

Las estadísticas provocan un efecto de verdad,
de legitimidad científica y de fundamento incuestionable a
la hora de formular políticas, pero debe advertirse sobre
un uso instrumental que, fuera de contexto, contribuye a la
magnificación del fenómeno.

En este sentido es esclarecedor el argumento de
Pita:

"Los datos disponibles
en materia de
delincuencia y criminalidad son escasos, presentan una serie
considerable de problemas metodológicos y son empleados en
más de una oportunidad como botín de guerra entre
sectores políticos enfrentados"[19]

Además sostiene:

"El generalizado proceso de
redefinición del Estado apunta a convertirlo en un
gendarme que interpreta los conflictos sociales en clave criminal
antes que política, al tiempo que se retira de
áreas clave como la salud y la educación. En este
contexto es necesario preguntarse qué sentido adquiere y
qué riesgos
entraña proponer la "tolerancia cero" neoyorquina en un
país donde las fuerzas de seguridad se caracterizan por su
discrecionalidad, arbitrariedad y uso abusivo de la fuerza; donde
muchos de sus miembros están acusados de numerosos
delitos (desde
la cotidiana "coima" hasta la participación en hechos como
el atentado contra la AMIA o el asesinato del reportero
gráfico José Luis Cabezas); donde hay fuertes
indicios, acusaciones y procesos por su actividad en la
administración del delito y se las
señala como una de las principales fuentes de
inseguridad. Las denuncias de quienes sostienen que deben pagar
un canon a la policía para poder ejercer sus actividades
(prostitutas, quinieleros, automovilistas, vendedores ambulantes
o comerciantes que corren el riesgo de ser
robados en sus negocios si no
aceptan), no cesan de aumentar"[20].

Así, volviendo al concepto de violencia
simbólica, se puede ver como a partir de la
desaparición del Estado benefactor, de la reducción
del Estado social, y del fortalecimiento del Estado penal se
tiende a criminalizar la miseria y por esa vía normalizar
la precariedad de la situación de los
excluidos.

Esta violencia simbólica se origina en los
órganos encargados de poner en práctica el "rigor
penal", en este terreno, el sector privado aporta su
contribución; son conocidos los debates recientes en
torno a la
persona de
Blumberg de la necesidad de nuevos códigos de convivencia
civil, de políticas de mano dura contra la delincuencia,
la tolerancia cero, etc., recientemente el Estado
proporcionó los medios económicos para que un
"experto en seguridad" calificara que los chicos que limpian
vidrios en las calles, de Córdoba, son
terroristas[21].

En general la campaña se presenta como lucha
contra el delito, pero en la cacería los principales
sospechosos son los adolescentes y
los habitantes de asentamientos y villas miserias.

Con la tolerancia cero "intentan aplacar el miedo de las
clases medias y altas, que son las que votan, mediante el
permanente hostigamiento de los pobres en los espacios
públicos, haciendo intervenir a las fuerzas del orden en
problemas menores como ebriedad, ruido,
mendicidad, atentados a las costumbres, y otros comportamientos
antisociales vinculados con los sin techo"[22].

En este sentido es categórico el argumento de
Elías en el cual sostiene que "el esfuerzo y la
previsión que suponen el mantenimiento de la superior
posición social de la clase alta se manifiestan claramente
en las relaciones internas de la sociedad, en el carácter estricto de la vigilancia social
que ejercen unos miembros sobre otros; el temor que origina en la
situación del conjunto del grupo, en su lucha por mantener
su posición superior y en su mayor o menor amenaza
actúa de este modo inmediatamente como una fuerza
instintiva para el mantenimiento del código
de comportamiento".[23]

En este sentido es posible incorporar el concepto de
"autocoacción" esgrimido por él. A diferencia de lo
que ocurre con los que están incluidos (llámese
clase media, alta, etc.), los excluidos no experimentan, en la
mayor parte de los casos, ese miedo a perder el prestigio social
(que por otro lado no poseen).

Esto es según este autor, lo que explica porque
en tales clases la regulación emocional, y, ante todo, el
establecimiento de autocoacciones es por lo general, mayor en las
clases altas, el miedo a la perdida o, incluso, a la
disminución del prestigio social es uno de los motores
más poderosos del cambio de las coacciones externas en
autocoacciones"[24]

Como estos individuos, a los que no se les ha dejado
margen de maniobra, es decir los excluidos, actúan de
acuerdo a sus urgentes necesidades, en forma delictiva, ponen en
cuestionamiento los órganos encargados de coaccionarlos,
es por ello necesario emprender políticas represivas que
oculten de manera sistemática las verdaderas razones de su
exclusión y por lo tanto de su "delictiva" forma de
actuar.

El efecto de tal medida es el encarcelamiento masivo por
medio de la penalización de la miseria.

Estos encarcelamientos masivos son el fruto del
repliegue del Estado social y de la aplicación de las
políticas cada vez más fuertes de control de la
población. Debemos relacionar esto con
desempleo, el
subempleo, marginalización, etc., como una de las
características básicas de las políticas
neoliberales. Lo más dramático es ver a una enorme
cantidad de presos residiendo en fabricas desactivadas en la
Provincia de Bs. As., donde antes hubo trabajo para
miles de obreros, ahora hay cárceles.

El problema a mi entender puede ser enmarcado dentro de
la teoría del conflicto social, pero desde la perspectiva
sociológica del análisis de la delincuencia y la
criminalidad, no obstante, es muy importante incorporar todos los
demás enfoques que sirvan para explicar el
fenómeno; en tal sentido son muy importantes los aportes
de Bourdieu, con sus conceptos de "campus", "hábitus",
"capital" (en todas sus variantes), etc. Los de Dahrendorf, con
sus ideas acerca de la desigual distribución de la
autoridad, por que no también los aportes de Marx, que
siempre resultan tan esclarecedores si se los interpreta
adecuadamente.

Con todos estos aportes y algunos otros, que
quizás he olvidado mencionar, es necesario tratar de
descubrir las razones ciertas del fenómeno, las que se
esconden detrás de los discursos
políticos, mediáticos, legitimadores de un nuevo orden
liberal en el cual, como es casi recurrente a lo largo de toda la
historia, el mas
perjudicado es el pobre.

 

Sebastian Negrelli

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