La consideración de la dimensión axiológica en el ejercicio del liderazgo
- Resumen
- Algunas
razones por las cuales a menudo no se llegan a establecer
claramente los valores organizativos
deseables - ¿Cómo
puede generarse un entorno ético en una
organización? - Referencias
bibliográficas
RESUMEN
La nobleza de los ideales en el líder
es condición esencial de su autenticidad y hasta de su
eficacia. Los
ideales se encuentran corporizados en el líder y en toda
persona como
una aspiración, un deseo, y, naturalmente, sólo se
desea lo valioso. En consecuencia se puede afirmar que los
ideales surgen de la actitud
valorante del ser humano y esta especial actitud está
dirigida hacia aquello a lo cual se ha dado en llamar "valores".
Éstos se descubren en la percepción
de la realidad objetiva en donde se encuentran plasmados en las
cosas valiosas. La inserción de esta dimensión
axiológica en el ejercicio del liderazgo es
una condición esencial para que el quehacer organizativo
resultante sea positivo. En este sentido, le cabe al líder
la enorme responsabilidad de ser el actor central, aunque no
exclusivo, en los tareas propias de la definición,
plasmación, educación y monitoreo
todos los quehaceres asociados a la existencia de los valores
propios de cada organización.
El propósito de este artículo es destacar
la relevancia de la existencia de unos valores claramente
definidos en una organización así como varias
circunstancias por las cuáles ellos no siempre llegan a
estar firmemente establecidos. Finalmente, se analizan algunas
vías de acción
para llegar a generar un entorno ético adecuado en el
quehacer organizativo.
INTRODUCCIÓN
Resulta muy difícil imaginar que en la
actualidad una organización pueda funcionar de manera
efectiva sin que ella esté impregnada de un conjunto de
valores institucionales bien articulados. La existencia y la
actualización continua de estos valores hacen posible que
se constituyan redes de colaboración
efectivas que la
organización necesita para operar a un buen nivel. Es
obvio que la mera enunciación y declaración de esos
valores no es suficiente.
Los valores profesionales y colectivos a los niveles
macro y micro deben impregnar todas las decisiones que se tomen
en cada una de las esferas organizativas. Si bien los distintos
grupos
componentes de una dada organización poseen una cultura
propia, es necesario llevar a cabo un esfuerzo concertado para
construir principios y
prácticas comunes que conformen los valores básicos
de la organización, aunque cada uno de aquellos mantenga
sus propias características particulares. Y así,
valores tales como la confidencialidad, el cuidado, la equidad, la
honestidad, la
franqueza, la participación, la validación, la
responsabilidad, la confianza y la comprensión son algunos
ejemplos que deberían formar parte de la cultura de toda
la organización (1).
Aunque los líderes pueden ser definidos de muchas
maneras válidas, los que hayan de destacarse en el futuro
deberán poseer un sistema de
valores propios que sea lo suficientemente expansivo y flexible
para adaptarse a la dinámica socioeconómica y las
grandes velocidades de cambio que
imperan en la actualidad en todos los órdenes del quehacer
humano.
El verdadero líder debe ser capaz de abrazar el
cambio y utilizarlo de maneras que sean socialmente beneficiosas.
Las tareas sociales consecuentes y numerosas que caracterizan el
desenvolvimiento de los conceptos afines al líder y a la
función
del liderazgo consisten en analizar, definir, describir y en
última instancia, asignar valores sociales y aplicaciones
fructíferas. Pero para que esto sea factible, el
líder debe ser creíble y, a su vez, esto
sólo puede plasmarse cuando hay suma claridad respecto de
los valores personales y coherencia cierta entre lo que se dice y
lo que se hace.
La investigación ha mostrado que los mejores
líderes de las organizaciones
efectivas conforman sus quehaceres en torno a la
identificación y la
comunicación consecuente de los valores centrales de
ellas, delineando, adaptando y aplicando esos valores para
potenciar el desempeño, asegurando la bondad de la gente
que trabaja en torno a ellos, escuchando una gran cantidad de
tiempo, y
hablando distintos lenguajes según lo impongan las
circunstancias y los interlocutores circunstanciales. O sea, que
ellos son reales creadores y sostenedores de una cultura
orientada hacia el desempeño apropiado de la
organización.
Una de las características básicas del
liderazgo contemporáneo es el redescubrimiento de la
necesidad de definir, formular y aplicar los valores
fundamentales sobre los cuales se asienta la organización.
Y nótese que se dice "redescubrir". O sea que hay nada
nuevo en este tema. En efecto, es algo que los fundadores de
varias de las compañías líderes reconocieron
de un modo intuitivo en su mismos orígenes. Es cierto que
en la actualidad los valores no son definidos, formulados,
comunicados y aplicados explícita y concretamente en la
mayoría de las organizaciones, pero ellos siempre
están presentes en aquellas que se destacan por su
eficiencia,
influencia e importancia.
Página siguiente |