Las crisis de los años veinte y su repercusión en la realidad económica venezolana
- Resumen
- Consideraciones generales. La
crisis de la reconversión de 1921 - El
período 1923-1929 - La
crisis de 1929 - Consideraciones
finales - Notas
- Bibliografía
Resumen:
Presentaremos un análisis general de las crisis
económicas de los años veinte, para después
centrarnos en el impacto que tuvieron en la económica
venezolana. Haremos especial énfasis en el desarrollo de
la actividad petrolera y en la decadencia de la producción agrícola como actividad
fundamental de nuestra economía, lo cual
marca el final
de una etapa histórica que ancla sus raíces en la
realidad colonial venezolana.
Palabras claves: Crisis / Crash / Economía /
Bursátil / Inflación / Deflación /
Especulación / Reconversión.
Consideraciones generales
1. La crisis de la reconversión de
1921
Cuando nos referimos a la crisis de 1921 en realidad
estamos considerando un período más amplio que se
extiende de 1920 a 1923, y que constituye la consecuencia
inevitable del retorno a una economía de paz, de
allí el nombre de crisis de la
reconversión.
Los años de la primera guerra
mundial, 1914-1918, son años en los que la
producción de bienes se
multiplica, sobre todo en Estados Unidos de
América, y se evidencia una tendencia
alcista en los precios que se
mantiene hasta los dos años posteriores a la
culminación de esta primera conflagración mundial
(Morilla, 1984: 57).
La crisis no se presenta de manera inmediata a la
finalización del conflicto por
la sencilla razón de que la necesidad de bienes y
artículos de consumo
superaba a la oferta.
Había una necesidad de reponer todo lo dañado
durante la lucha armada. Además, por esa misma
época la novedad de los electrodomésticos que
apuntaban a una vida más confortable sobre todo para
la mujer,
revolucionan en mercado y
direccionan la demanda de los
consumidores.
Por otra parte, personas que tuvieron la
previsión de poner a salvo sus capitales durante los
años de lucha, comenzaban a repatriarlos, imprimiendo
dinamismo a las relaciones económicas de los primeros
años de la posguerra, en virtud del aumento del capital
circulante.
No obstante, es imposible explicar el auge
económico de finales de la segunda década del siglo
XX, sin tener en cuenta el carácter expansivo de la política
monetaria de los Estados Unidos de América y Europa, lo cual
facilitó la obtención de dinero.
Estados Unidos de América pasa a ser el
país más importante en cuanto a producción
industrial y agrícola, e igualmente, el principal poseedor
de capital. Recordemos que el inicio de la guerra
significó para ese país la entrada en un
círculo virtuoso de producción y
desarrollo.
Sus exportaciones se
multiplicaron, lo cual a su vez le permitía la importación de cantidades inmensas de
oro, que
favorecían el crédito
interno, crédito que se empleaba en el aumento de la
producción para la exportación. "Los Estados Unidos eran los
mayores acreedores, pues habían prestado una gran cantidad
de dinero a Gran Bretaña, Francia y
otros países y, por supuesto, pensaban recuperarla.
Habían sufrido mucho menos que Europa, y por lo mismo
habían prosperado gracias a la guerra" (Asimov, 1992:
742; Redondo, 1989: 243)
Hacia 1917 la capacidad de compra de los países
aliados que participaban directamente en el conflicto comienza a
mermar, lo que podía significar para los Estados Unidos de
América una crisis como consecuencia de la
detención del flujo exportador. Esto determinó en
parte la toma de dos decisiones por las autoridades del
país: primero la entrada en el conflicto enviando hombres
a los campos de batalla, y en segundo lugar, la concesión
de empréstitos a los países europeos, con lo que se
reimpulsaba su capacidad de compra que lógicamente se
orientaba hacia los Estados Unidos. "…al comienzo de la primera
guerra mundial
los Estados Unidos debían 4.000 millones de dólares
al resto del mundo, y al terminar, eran acreedores por un total
de 10.000 millones (Asimov, 1992: 745).
Las dificultades no estaban ausentes, por una parte la
entrada de capitales procedentes de Europa tenía efectos
inflacionarios, lo cual obligaba a debatirse entre limitar el
crédito, dificultándolo, y mantener la fortaleza de
la moneda, o facilitarlo, como venía ocurriendo, para
incentivar el desarrollo interno y la exportación. Esta
situación no hace crisis en los primeros años de la
posguerra, porque como resaltamos, la demanda superaba por mucho
a la oferta, de allí la prosperidad de los años que
van de 1917 a 1920, empero, cuando a la avasalladora
producción norteamericana se sume la recuperación
de la industria
europea, la deflación se presentará
inevitablemente. En estas circunstancias, plantear un recorte del
crédito más que una medida correctiva era una
medida depresiva, que influiría interna e
internacionalmente.
Esto va a ocurrir en Estados Unidos de América en
1920, cuando la banca
presionó para que se produjera una restricción del
crédito. La consecuencia fue una caída acelerada de
los precios, circunstancia que se agravó por el pánico
que acompañó al fenómeno. Se
desvanecía la idea de una prosperidad ilimitada. El corte
del flujo crediticio hacia Europa exportó la crisis hacia
aquellos países y hacia el mundo, además los
productores del país del norte, que mantenían en
sus anaqueles cantidades importantes de productos que
no podían vender, presionaron al gobierno para que
colocara barreras arancelarias que protegieran la industria
nacional, lo cual profundizó la crisis internacional, al
verse restringido el comercio con
los Estados Unidos (Morilla, 1984: 60).
En Estados Unidos "La crisis de 1920 barrió
muchos cientos de millones de dólares, convirtió a
muchos propietarios en arrendatarios, acabó con las
esperanzas de muchos por convertirse en propietarios y
dejó en todos los estados del Oeste y en algunos del Sur
un sentimiento de frustración". (Brogan, 1986:
422)
Las circunstancias en Gran Bretaña no son muy
distintas a las explicadas.
Después de finalizada la guerra, las industrias
tradicionales inglesas experimentaron una alta demanda de sus
productos, lo cual se tradujo en prosperidad, al no contar con
competencia en
rubros como el carbón y los textiles.
Sin embargo, la reactivación del resto de la
comunidad
europea, dejó al descubierto la verdadera capacidad
competitiva de la industria británica. La crisis laboral no se
hizo esperar y la huelga
dominó el escenario. Ni siquiera el abaratamiento de los
productos funcionó como paliativo, ya que otros
países, como Estados Unidos, adoptaron la misma conducta, lo cual
dejaba a Gran Bretaña en desventaja (Crouzet, 1986: 397;
Morilla, 1984: 60-62).
En Francia los factores que generan la crisis en nada
difieren de los estudiados. Si varía la forma como deciden
afrontarlos, al desarrollar una política
presupuestaria expansiva. Esto hace que el impacto de la crisis
sea puntual, evitando la deflación, en virtud del mantenimiento
de la demanda de bienes, que tenían que ser adquiridos
internamente, debido al aumento de los impuestos de
aduana que
hacían más costosos los productos importados
(Redondo, 1989: 253).
Sin embargo, esta política
económica generó un estancamiento de la
producción francesa, al no preocuparse por la
modernización de su parque industrial, que sólo
alcanzó el nivel que tenía antes de la guerra, lo
cual en la práctica podía verse como un retroceso.
Esto colocará a Francia en una situación de
dependencia de las barreras arancelarias y de la devaluación de la moneda para proteger su
economía.
En países como Alemania el
impacto de la crisis no se sintió sino hasta 1923, cuando
se quebró el esquema inflacionario que había
logrado prolongar la corriente alcista de los precios hasta esa
fecha. La crisis internacional genera un fenómeno de
inflación galopante que podría catalogarse de
hiperinflación. Empero, el mismo
será aprovechado por los alemanes para
enfrentarla.
La devaluación de la moneda representó una
disminución real de los pagos por reparaciones de guerra,
lo cual perjudicó fundamentalmente a otros países
como Francia. Esta política económica sólo
sirvió para retardar la agudización de la crisis, y
mientras en otros países el fenómeno ocasionaba
estragos, en Alemania la industria pasaba por momentos de
recuperación. Sin embargo, el aumento exagerado de los
precios no tardó en ahorcar a las empresas, que
vieron mermados sus capitales y no podían hacer las
importaciones
necesarias para la producción interna (Morilla, 1984:
64)
Cuando en 1923 el esquema especulativo adoptado por
Alemania muestre sus debilidades, su moneda estaba totalmente
devaluada, al punto que las pocas transacciones se hacían
por la vía del trueque o valiéndose de los
pequeños montos de moneda extranjera que circulaban. A la
crisis económica siguió una crisis social, que
sólo benefició a los especuladores.
En los países hispanoamericanos los años
de la guerra habían sido en líneas generales
años de opulencia. El capital de los Estados Unidos
había sustituido al capital europeo. Se había
generado la ampliación de la producción de materias
primas para la exportación, y al mismo tiempo, la
concentración de la propiedad y de
la actividad comercializadora en pocas manos. Cuando se inicia la
crisis de la reconversión, muchos países
latinoamericanos despiertan a la realidad de una reducción
al mínimo de sus mercados
internos. (Parry, 1986: 444-445). Sin embargo, la
orientación para la exportación de la actividad del
sector primario aumenta la participación de estos
países en el equilibrio
económico mundial, factor que no puede en lo sucesivo
desestimarse (Morilla, 1984: 70)
Hacia 1922 comienza a generarse la especie de que era
necesario recuperar las economías internas e internacional
para realmente solventar el problema de la crisis y no depender
de medidas proteccionistas, que al entrabar el flujo comercial, a
la larga terminaban alimentando la misma crisis.
Esta normalización de la situación
imperaba un acuerdo entre las naciones, ya que se entendía
que la realidad de cualquiera de los países no era
totalmente ajena a la situación propia. Es por esto que se
realizan reuniones internacionales, en la cuales se arriba entre
otras a la conclusión de que era urgente una
estabilización de las monedas nacionales y el
restablecimiento de la convertibilidad de las mismas en
oro.
Pero había un problema; no todos los
países contaban con reservas suficientes de dicho metal
precioso, razón por la cual se acudió al
patrón oro, que permitía el mantenimiento de las
reservas en metal o en divisas
convertibles al oro. Se recogieron las monedas de oro, se
utilizó el billete y se estableció que éste
sólo sería convertible a oro en lingotes (Morilla,
1984: 78)
La recuperación de las economías de los
distintos países se entendió como una
reasunción de las situaciones existentes antes de
iniciarse la guerra y se vio en este objetivo la
garantía de la recuperación que comenzaba a
observarse en los distintos países hacia 1924. No se daban
cuenta que las medidas adoptadas llevaban en sí mismas
factores perturbadores de la realidad económica. En
consecuencia, a la prosperidad que se extendió desde 1923
hasta 1929 vendrá una nueva crisis, esta vez mucho
más profunda.
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