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La lucha por la tierra en la Banda Oriental y en los llanos venezolanos



Partes: 1, 2

    1. Factores básicos en la
      estructuración de la sociedad
    2. La
      tierra: factor eje
    3. La
      acción de las masas rurales: formación y
      evolución de los frentes
      antagónicos
    4. Los
      jefes movilizadores
    5. Aspectos
      esenciales de la participación de las masas
      rurales
    6. La
      revolución y la legislación sobre tierras en
      ambas regiones

    Factores
    básicos en la estructuración de la
    sociedad

    Hasta fines del siglo XVIII la Banda Oriental fue una
    verdadera marca fronteriza,
    sujeta a los designios de los españoles y criollos de
    Buenos Aires y
    los portugueses de Brasil. Hacia
    1800, según los cálculos de Azara, la ciudad de
    Montevideo alcanzaba los 15.000 habitantes, mientras el total de
    la población de la Banda Oriental superaba
    levemente los 30.000, sin contar los indígenas ni las
    Misiones Orientales. De acuerdo a la estimación de Edmundo
    Narancio, incluyendo estas dos últimas categorías,
    la población total del territorio no excedía los
    50.000 habitantes.

    La sociedad
    colonial en la Banda Oriental se estructuró sobre la base
    de dos factores predominantes: las actividades generadas en el
    puerto de Montevideo, plaza fuerte y ciudad comercial por
    excelencia, e indisolublemente ligado a este aspecto, el
    creciente desarrollo de
    la ganadería
    extensiva.

    El aumento constante de la demanda de
    frutos del país, cueros y productos de
    la industria
    saladeril en las últimas décadas del siglo XVIII
    posibilitó la consolidación de un núcleo
    hegemónico en la sociedad oriental, que logró
    expresión política concreta en
    el control del
    Cabildo montevideano. La gravitación que alcanzaron en las
    decisiones de este organismo las Juntas de Comerciantes y el
    Gremio de Hacendados, así como el ejercicio efectivo de
    las funciones
    capitulares, permite visualizar el entrelazamiento de intereses
    que caracterizó a la oligarquía
    dominante.

    Grandes comerciantes, importadores y exportadores,
    navieros, acopiadores, saladeristas y grandes hacendados
    latifundistas, entrecruzaron actividades y capitales, al punto de
    encontrarse reunidos muchas veces en una sola persona.

    Este sector oligárquico se proyectó en la
    campaña a través del núcleo reducido de
    terratenientes residentes en Montevideo que controlaban la mayor
    parte de las tierras. Poseedores de enormes extensiones,
    obtenidas generalmente merced a la vinculación con
    autoridades de Buenos Aires y Montevideo, detentaban la tierra como
    lugar de faena del ganado cimarrón, encomendada a las
    partidas de changadores, que bajo la dirección de un capataz practicaban las
    vaquerías.

    Por debajo de latifundistas y grandes hacendados, se
    encontraba un crecido número de pequeños y medianos
    propietarios y poseedores, establecidos preferentemente al sur
    del río Negro; la mayoría fue beneficiaria de los
    repartos de Montevideo y de los posteriores realizados en otras
    zonas por funcionarios reformistas de la Corona. Este sector
    constituyó el tipo de hacendado que pobló la
    campaña con la estancia de rodeo, el verdadero estanciero
    colonizador, como lo denomina Pivel Devoto.

    Dentro de las masas rurales de la Banda Oriental se
    ubicaban los puesteros, peones y agregados, y aun esclavos,
    vinculados por relaciones de dependencia personal con los
    diferentes grupos de
    hacendados, y el sector marginal conformado especialmente por los
    llamados gauchos y
    changadores, además de los indios.

    Puesteros y peones constituían la base de lo que
    Pivel Devoto denomina el "proletariado rural"; realizaban las
    tareas generales o especializadas (desjarretador, corambrero,
    domador, tropero, etc.) en las estancias de rodeo.
    Percibían una parte de su salario en
    dinero,
    completándose muchas veces en forma de alimentos y
    vivienda. Una figura importante de este sector estaba
    representada por los agregados, en muchos casos antiguos
    ocupantes instalados en predios de grandes o medianos hacendados,
    con su propio grupo
    familiar. El agregado fue tolerado frecuentemente por el
    propietario o poseedor como garantía contra el
    asentamiento de nuevos ocupantes, manteniéndolo en las
    tierras a cambio del
    mejor derecho del hacendado.

    El gaucho era el habitante que no poseía tierras
    ni ganado y además carecía de arraigo en un lugar
    determinado. Vinculado estacionalmente a las faenas de corambre,
    por lo general clandestinas, alcanzó de esta manera los
    medios de
    subsistencia indispensables, sin conchabarse en una
    ocupación fija. Esta relativa independencia
    se mantuvo vigente mientras no se completó el proceso de
    apropiación del ganado en gran escala.

    A comienzos de la década de 1790, la
    afirmación de la estancia de rodeo, vinculada a la
    expansión del saladero, llevó al Gremio de los
    Hacendados a reclamar enérgicamente la aplicación
    de las leyes represivas
    de la vagancia. Estas circunstancias acentuaron la marginalidad del
    gaucho que buscó crecientemente evadir la posibilidad del
    conchabo incrementando su participación en las "partidas
    sueltas" que arreaban ganado por cuenta de los cabecillas del
    contrabando, o
    haciendo corambre mezclado con los indígenas. "Los
    minuanes y charrúas con el gaucho vagabundo representaban
    la parte anárquica y tumultuosa de la sociedad colonial, a
    la que no les vinculó lazo algunos."

    Venezuela constituyó, hasta entrado el siglo
    XVIII, una de las áreas marginales del imperio
    hispánico por carecer de metales preciosos
    y de productos exportables que los mercados español o
    europeo demandaban. A pesar de los esfuerzos de sus pobladores,
    los intentos por producir bienes con los
    cuales incorporarse al comercio
    imperial, no prosperaron. La agricultura
    venezolana se encontraba, pues, en un mero nivel de
    subsistencia.

    Durante el siglo XVIII, sin embargo, comenzó a
    exportarse cacao, aunque su comercialización no se realizaba por los
    cauces legales desde el punto de vista imperial, sino que era
    controlada por los holandeses desde Curazao y Bonaire. Para
    impedir que manos extranjeras continuaran beneficiándose
    con la venta del cacao
    venezolano en el continente europeo, la corona otorgó, en
    la tercera década del siglo XVIII, el monopolio a la
    Compañía Guipuzcoana.

    Desde entonces, el área costera -donde se
    cultivaba el cacao- quedó incorporada a los circuitos
    económicos españoles. La producción del primer bien exportable
    aumentó considerablemente con el accionar de la
    Guipuzcoana, en parte por los bajos precios
    pagados a los productores que hacían que éstos se
    esforzaran por producir más para aumentar sus
    decaídas ganancias.

    La compañía monopólica dio escasa
    importancia a otros renglones comercializables que aparecieron
    tardíamente o que asomaron desprotegidos, como los cueros,
    el tabaco y el
    café;
    fomentó sólo momentáneamente el cultivo del
    algodón
    y del añil. Pese a todo, la ubicación
    geográfica de la provincia -cercana a las Antillas
    extranjeras- y la extensión de sus costas, posibilitaron
    el comercio clandestino, principalmente con buques holandeses e
    ingleses, de los artículos mencionados.

    Durante el siglo XVIII, Venezuela
    estuvo dividida en dos zonas: la costera, con una economía
    agrícola destinada predominantemente al cacao, organizada
    en la plantación latifundista de mano de obra
    principalmente esclava y que, como dijimos, estaba ligada al
    circuito comercial imperial; por otro lado, una región
    semimarginal interior -los llanos- con una producción
    ganadera extensiva de caballos, vacas y mulas, que
    requería escasa mano de obra y cuyos propietarios
    residían en ciudades distantes.

    La producción de esta segunda región no
    tenía una salida fluida a través de buques
    españoles sino que, por el contrario, encontraba su
    principal mercado en el
    contrabando por el Orinoco y en el abasto de la provincia de
    Caracas.

    El poblamiento en Venezuela marcaba otra
    distinción estructural, diferenciando aun más las
    dos regiones señaladas. Hacia principios del
    siglo XIX, casi el 80% de los aproximadamente 900.000 habitantes
    estimados pertenecían a la zona costera y a los valles
    cercanos. Por lo tanto, y teniendo en cuenta la extensión
    de los llanos, percibimos claramente la baja densidad de
    población que correspondía a los mismos.

    La agricultura esclavista del cacao condicionó
    racialmente a Venezuela. Los negros africanos eran introducidos
    legal e ilegalmente para trabajar en las plantaciones de la
    costa. La Compañía Guipuzcoana tuvo por muchos
    años el control del comercio negrero, pero la
    cercanía de las Antillas extranjeras permitía a los
    grandes plantadores de cacao- proveerse en tan amplio mercado del
    Caribe.

    De este modo, a principios del siglo XIX, la
    población negra de Venezuela llegaba al 17% del total,
    incluyendo a esclavos, libres y fugitivos. La población
    blanca para la misma época representaba el 20%, dentro del
    cual los criollos eran abrumadora mayoría frente a los
    escasos 12.000 peninsulares. Los indígenas llegaban al 18%
    y, por último, los llamados "pardos" -categoría que
    englobaba a todos los individuos nacidos del entrecruzamiento
    racial- constituían el 45% del total de la
    población.

    En esta sociedad polirracial, los criollos blancos eran
    los que detentaban los factores de producción:
    dueños de las mejores tierras (generalmente grandes
    extensiones), poseían esclavos negros que les
    servían como mano de obra en las plantaciones y
    tenían capital
    suficiente para poner en marcha la producción de cacao.
    Así quedó constituída, desde el siglo XVIII,
    una aristocracia criolla que dominaba la agricultura esclavista,
    orientando su explotación hacia el comercio de exportación. Esta aristocracia, denominada
    "mantuana", tenía además una profunda conciencia de
    clase y se
    veía a sí misma como una élite social y, al
    mismo tiempo, racial
    que estrechaba sus vínculos en sus filas a traves de los
    lazos familiares y de clan. El conservadurismo social era la
    característica lógica
    de los mantuanos en una sociedad hecha a su modo, como lo era
    también el temor a las pretensiones del sector más
    numeroso de la población: los pardos.

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