La lucha por la tierra en la Banda Oriental y en los llanos venezolanos
- Factores básicos en la
estructuración de la sociedad - La
tierra: factor eje - La
acción de las masas rurales: formación y
evolución de los frentes
antagónicos - Los
jefes movilizadores - Aspectos
esenciales de la participación de las masas
rurales - La
revolución y la legislación sobre tierras en
ambas regiones
Factores
básicos en la estructuración de la
sociedad
Hasta fines del siglo XVIII la Banda Oriental fue una
verdadera marca fronteriza,
sujeta a los designios de los españoles y criollos de
Buenos Aires y
los portugueses de Brasil. Hacia
1800, según los cálculos de Azara, la ciudad de
Montevideo alcanzaba los 15.000 habitantes, mientras el total de
la población de la Banda Oriental superaba
levemente los 30.000, sin contar los indígenas ni las
Misiones Orientales. De acuerdo a la estimación de Edmundo
Narancio, incluyendo estas dos últimas categorías,
la población total del territorio no excedía los
50.000 habitantes.
La sociedad
colonial en la Banda Oriental se estructuró sobre la base
de dos factores predominantes: las actividades generadas en el
puerto de Montevideo, plaza fuerte y ciudad comercial por
excelencia, e indisolublemente ligado a este aspecto, el
creciente desarrollo de
la ganadería
extensiva.
El aumento constante de la demanda de
frutos del país, cueros y productos de
la industria
saladeril en las últimas décadas del siglo XVIII
posibilitó la consolidación de un núcleo
hegemónico en la sociedad oriental, que logró
expresión política concreta en
el control del
Cabildo montevideano. La gravitación que alcanzaron en las
decisiones de este organismo las Juntas de Comerciantes y el
Gremio de Hacendados, así como el ejercicio efectivo de
las funciones
capitulares, permite visualizar el entrelazamiento de intereses
que caracterizó a la oligarquía
dominante.
Grandes comerciantes, importadores y exportadores,
navieros, acopiadores, saladeristas y grandes hacendados
latifundistas, entrecruzaron actividades y capitales, al punto de
encontrarse reunidos muchas veces en una sola persona.
Este sector oligárquico se proyectó en la
campaña a través del núcleo reducido de
terratenientes residentes en Montevideo que controlaban la mayor
parte de las tierras. Poseedores de enormes extensiones,
obtenidas generalmente merced a la vinculación con
autoridades de Buenos Aires y Montevideo, detentaban la tierra como
lugar de faena del ganado cimarrón, encomendada a las
partidas de changadores, que bajo la dirección de un capataz practicaban las
vaquerías.
Por debajo de latifundistas y grandes hacendados, se
encontraba un crecido número de pequeños y medianos
propietarios y poseedores, establecidos preferentemente al sur
del río Negro; la mayoría fue beneficiaria de los
repartos de Montevideo y de los posteriores realizados en otras
zonas por funcionarios reformistas de la Corona. Este sector
constituyó el tipo de hacendado que pobló la
campaña con la estancia de rodeo, el verdadero estanciero
colonizador, como lo denomina Pivel Devoto.
Dentro de las masas rurales de la Banda Oriental se
ubicaban los puesteros, peones y agregados, y aun esclavos,
vinculados por relaciones de dependencia personal con los
diferentes grupos de
hacendados, y el sector marginal conformado especialmente por los
llamados gauchos y
changadores, además de los indios.
Puesteros y peones constituían la base de lo que
Pivel Devoto denomina el "proletariado rural"; realizaban las
tareas generales o especializadas (desjarretador, corambrero,
domador, tropero, etc.) en las estancias de rodeo.
Percibían una parte de su salario en
dinero,
completándose muchas veces en forma de alimentos y
vivienda. Una figura importante de este sector estaba
representada por los agregados, en muchos casos antiguos
ocupantes instalados en predios de grandes o medianos hacendados,
con su propio grupo
familiar. El agregado fue tolerado frecuentemente por el
propietario o poseedor como garantía contra el
asentamiento de nuevos ocupantes, manteniéndolo en las
tierras a cambio del
mejor derecho del hacendado.
El gaucho era el habitante que no poseía tierras
ni ganado y además carecía de arraigo en un lugar
determinado. Vinculado estacionalmente a las faenas de corambre,
por lo general clandestinas, alcanzó de esta manera los
medios de
subsistencia indispensables, sin conchabarse en una
ocupación fija. Esta relativa independencia
se mantuvo vigente mientras no se completó el proceso de
apropiación del ganado en gran escala.
A comienzos de la década de 1790, la
afirmación de la estancia de rodeo, vinculada a la
expansión del saladero, llevó al Gremio de los
Hacendados a reclamar enérgicamente la aplicación
de las leyes represivas
de la vagancia. Estas circunstancias acentuaron la marginalidad del
gaucho que buscó crecientemente evadir la posibilidad del
conchabo incrementando su participación en las "partidas
sueltas" que arreaban ganado por cuenta de los cabecillas del
contrabando, o
haciendo corambre mezclado con los indígenas. "Los
minuanes y charrúas con el gaucho vagabundo representaban
la parte anárquica y tumultuosa de la sociedad colonial, a
la que no les vinculó lazo algunos."
Venezuela constituyó, hasta entrado el siglo
XVIII, una de las áreas marginales del imperio
hispánico por carecer de metales preciosos
y de productos exportables que los mercados español o
europeo demandaban. A pesar de los esfuerzos de sus pobladores,
los intentos por producir bienes con los
cuales incorporarse al comercio
imperial, no prosperaron. La agricultura
venezolana se encontraba, pues, en un mero nivel de
subsistencia.
Durante el siglo XVIII, sin embargo, comenzó a
exportarse cacao, aunque su comercialización no se realizaba por los
cauces legales desde el punto de vista imperial, sino que era
controlada por los holandeses desde Curazao y Bonaire. Para
impedir que manos extranjeras continuaran beneficiándose
con la venta del cacao
venezolano en el continente europeo, la corona otorgó, en
la tercera década del siglo XVIII, el monopolio a la
Compañía Guipuzcoana.
Desde entonces, el área costera -donde se
cultivaba el cacao- quedó incorporada a los circuitos
económicos españoles. La producción del primer bien exportable
aumentó considerablemente con el accionar de la
Guipuzcoana, en parte por los bajos precios
pagados a los productores que hacían que éstos se
esforzaran por producir más para aumentar sus
decaídas ganancias.
La compañía monopólica dio escasa
importancia a otros renglones comercializables que aparecieron
tardíamente o que asomaron desprotegidos, como los cueros,
el tabaco y el
café;
fomentó sólo momentáneamente el cultivo del
algodón
y del añil. Pese a todo, la ubicación
geográfica de la provincia -cercana a las Antillas
extranjeras- y la extensión de sus costas, posibilitaron
el comercio clandestino, principalmente con buques holandeses e
ingleses, de los artículos mencionados.
Durante el siglo XVIII, Venezuela
estuvo dividida en dos zonas: la costera, con una economía
agrícola destinada predominantemente al cacao, organizada
en la plantación latifundista de mano de obra
principalmente esclava y que, como dijimos, estaba ligada al
circuito comercial imperial; por otro lado, una región
semimarginal interior -los llanos- con una producción
ganadera extensiva de caballos, vacas y mulas, que
requería escasa mano de obra y cuyos propietarios
residían en ciudades distantes.
La producción de esta segunda región no
tenía una salida fluida a través de buques
españoles sino que, por el contrario, encontraba su
principal mercado en el
contrabando por el Orinoco y en el abasto de la provincia de
Caracas.
El poblamiento en Venezuela marcaba otra
distinción estructural, diferenciando aun más las
dos regiones señaladas. Hacia principios del
siglo XIX, casi el 80% de los aproximadamente 900.000 habitantes
estimados pertenecían a la zona costera y a los valles
cercanos. Por lo tanto, y teniendo en cuenta la extensión
de los llanos, percibimos claramente la baja densidad de
población que correspondía a los mismos.
La agricultura esclavista del cacao condicionó
racialmente a Venezuela. Los negros africanos eran introducidos
legal e ilegalmente para trabajar en las plantaciones de la
costa. La Compañía Guipuzcoana tuvo por muchos
años el control del comercio negrero, pero la
cercanía de las Antillas extranjeras permitía a los
grandes plantadores de cacao- proveerse en tan amplio mercado del
Caribe.
De este modo, a principios del siglo XIX, la
población negra de Venezuela llegaba al 17% del total,
incluyendo a esclavos, libres y fugitivos. La población
blanca para la misma época representaba el 20%, dentro del
cual los criollos eran abrumadora mayoría frente a los
escasos 12.000 peninsulares. Los indígenas llegaban al 18%
y, por último, los llamados "pardos" -categoría que
englobaba a todos los individuos nacidos del entrecruzamiento
racial- constituían el 45% del total de la
población.
En esta sociedad polirracial, los criollos blancos eran
los que detentaban los factores de producción:
dueños de las mejores tierras (generalmente grandes
extensiones), poseían esclavos negros que les
servían como mano de obra en las plantaciones y
tenían capital
suficiente para poner en marcha la producción de cacao.
Así quedó constituída, desde el siglo XVIII,
una aristocracia criolla que dominaba la agricultura esclavista,
orientando su explotación hacia el comercio de exportación. Esta aristocracia, denominada
"mantuana", tenía además una profunda conciencia de
clase y se
veía a sí misma como una élite social y, al
mismo tiempo, racial
que estrechaba sus vínculos en sus filas a traves de los
lazos familiares y de clan. El conservadurismo social era la
característica lógica
de los mantuanos en una sociedad hecha a su modo, como lo era
también el temor a las pretensiones del sector más
numeroso de la población: los pardos.
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