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Causación social y método comparativo – Emile Durkheim (página 2)



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Pero aunque fuera posible realizar una
clasificación mediante este método,
tendría el gran defecto de no prestar los servicios que
son su razón de existir. Efectivamente, ante todo debe
tener por objeto abreviar el trabajo
científico, sustituyendo la multiplicidad indefinida de
los individuos por un número restringido de tipos. Pero
pierde esta ventaja sí estos tipos sólo han sido
constituidos después que todos los individuos han sido
enteramente revisados y analizados. No puede facilitar la
investigación, si sólo resume
investigaciones ya hechas. Sólo será
verdaderamente útil si nos permite clasificar otros
caracteres que los que le sirven de base, si nos procura un marco
para los hechos futuros. Su misión es
proporcionamos puntos de referencia a los que podamos relacionar
otras observaciones que las que nos han provisto los marcos de
referencia mismos. Para esto, es preciso que la
clasificación no se haga según un inventario
completo de todos los caracteres individuales, sino de una
pequeña cantidad de ellos, cuidadosamente
escogidos.

Reglas relativas a
la explicación de los hechos sociales

La mayoría de los sociólogos cree haber
dado cuenta de los fenómenos una vez que han establecido
para qué sirven y qué papel desempeñan. Se
razona como si sólo existieran en vistas de ese papel y no
tuvieran otra causa determinante que el sentimiento, claro o
confuso, de los servicios que pueden prestar.

Es por ello que se cree haber dicho todo lo preciso para
hacerlos inteligibles una vez establecida la realidad de esos
servicios y demostrado cuál es la necesidad social que
satisfacen. De esta manera, Comte reduce toda la fuerza
progresiva de la especie humana a esta tendencia fundamental "que
impulsa directamente al hombre a
mejorar su condición, cualquiera que sea, sin cesar y en
todos sus aspectos", y Spencer, a la necesidad de una mayor
felicidad. Es en virtud de este principio como explica la
formación de la sociedad a
través de las ventajas que reporta la cooperación,
la institución del gobierno por la
utilidad de
regularizar la cooperación militar, las transformaciones
sufridas por la familia a
través de la necesidad de conciliar cada vez más
perfectamente los intereses de los padres, de los hijos y de la
sociedad.

Pero este método confunde dos problemas muy
distintos. Demostrar cuál es la utilidad de un hecho no
significa explicar cómo surgió ni por qué es
lo que es. Ya que sus utilidades suponen las propiedades
específicas que lo caracterizan, pero no las crean. La
necesidad que tenemos de las cosas no puede hacer que ellas sean
de determinada manera, y, en consecuencia, no es esta necesidad
la que puede sacarlas de la nada y conferirles el ser.

Su existencia depende de causas de otro tipo. El
sentimiento que experimentamos de la utilidad que presentan
puede, sí, incitarnos a poner en acción
esas causas y obtener los efectos que implican, pero no a
suscitar, esos efectos de la nada. Esta afirmación es
evidente en tanto se trata de fenómenos materiales o
aun psicológicos. Tampoco podría ser discutida en
sociología, si a causa de su extrema
inmaterialidad, los hechos sociales no nos aparecieran,
equivocadamente, como destituidos de toda realidad
intrínseca. Como no se ve en ellos otra cosa que
combinaciones puramente mentales, parece que deberían
producirse por sí mismos a partir de que surja su idea,
con la sola condición de que se los encuentre
útiles. Pero puesto que cada uno de ellos es una fuerza y
que domina la nuestra, ya que tiene una naturaleza que
le es propia, para darle el ser no podría bastar el deseo
ni la voluntad.

Hace falta, además, que se den fuerzas capaces de
producir esta fuerza determinada, naturalezas capaces de producir
esta especial naturaleza. Sólo será posible con
estas condiciones. Para reanimar el espíritu de familia donde
esté debilitado, no basta que todo el mundo comprenda sus
ventajas; hay que poner directamente en acción a las
causas susceptibles de engendrarlo. Para otorgar a un gobierno la
autoridad
necesaria, no basta sentir su necesidad; hay que dirigirse a las
únicas fuentes de que
deriva toda autoridad, es decir, constituir las tradiciones, un
espíritu común, etcétera; para esto, es
necesario remontarse más aun en la cadena de las causas y
los efectos, hasta encontrar un punto en que la acción del
hombre pueda insertarse eficazmente.

Por otra parte, no queremos decir que las tendencias,
las necesidades y los deseos de los hombres jamás
intervengan activamente en la evolución social. Por el contrario, es
cierto que les es posible apresurar o contener el desarrollo de
un hecho, según su influencia sobre las condiciones de que
depende. Sólo hay que tener en cuenta que en ningún
caso pueden crear algo de la nada y que su misma
intervención, sean cuales fueren los efectos, sólo
puede tener lugar en virtud de causas eficientes.

Por lo tanto, cuando se emprende la explicación
de un fenómeno social, hay que investigar separadamente la
causa eficiente que lo produce y la función
que cumple. Nos servimos de la palabra función,
preferentemente a fin u objeto, precisamente porque los
fenómenos sociales generalmente no existen en vistas de
los resultados útiles que produzcan. Lo que es preciso
determinar, es si existe correspondencia entre el hecho
considerado y las necesidades generales del organismo social y en
qué consiste esta correspondencia, sin preocuparse por
saber si ha sido o no intencional. Por otra parte, todos estos
problemas de intención son demasiado subjetivos como para
poder ser
tratados
científicamente.

Pero aunque sólo deba procederse en segundo lugar
a la determinación de la función, ella no deja de
ser necesaria para que la explicación del fenómeno
sea completa. Efectivamente, si bien la utilidad del hecho no es
lo que le otorga su ser, generalmente es preciso que sea
útil para poder mantenerse. Pues basta que no sirva para
nada para convertirse, por eso mismo, en perjudicial, ya que -en
este caso- cuesta algo sin reportar nada. Por lo tanto, si la
generalidad de los fenómenos sociales tuviera tal carácter parasitario, el presupuesto del
organismo estaría en déficit y la vida social seria
imposible.

La sociedad no es una simple suma de individuos, sino
que el sistema formado
por su asociación representa una realidad
específica, con caracteres propios. Sin duda, no puede
producirse nada colectivo si no están dadas las
conciencias particulares; pero esta condición necesaria no
es suficiente. Falta todavía que estas conciencias
estén asociadas, combinadas, y combinadas de cierta
manera; es de esta combinación de donde resulta la vida
social y, por lo tanto, es esta combinación la que la
explica.

Agregándose, penetrándose,
fusionándose, las almas individuales dan origen a un ser,
psíquico si se quiere, pero que constituye una
individualidad psíquica y de nuevo tipo. Por lo tanto, es
en la naturaleza de esta individualidad, y no en la de las
unidades componentes, donde hay que buscar las causas
próximas y determinantes de los hechos que en ella se
producen. El grupo piensa,
siente y actúa de manera totalmente distinta de como lo
harían sus miembros aislados. Por lo tanto, si se parte de
estos últimos, no podrá comprenderse nada de lo que
sucede en el grupo. En una palabra, entre la psicología y la
sociología existe la misma solución de continuidad
que entre la biología y las
ciencias
fisicoquímicas. En consecuencia, toda vez que un
fenómeno social está directamente explicado por un
fenómeno psíquico, puede asegurarse que la
explicación es falsa.

Llegamos, entonces, a la siguiente regla: la causa
determinante de un hecho social debe ser buscada entre los hechos
sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia
individual. (La idea de tomarme el trabajo de
transcribir todo el texto es para
que puedas acceder al material de estudio de manera gratuita,
hacé el esfuerzo y seguí la cadena:
topbirra[arroba]yahoo.com.ar) Por otra parte, se concibe
fácilmente que todo lo precedente se aplica tanto a la
determinación de la causa, como de la función. La
función de un hecho social sólo puede ser social,
es decir que consiste en la producción de efectos socialmente
útiles. Sin duda, puede darse, y en efecto sucede que como
contrapartida también sirva al individuo.
Pero este feliz resultado no es su razón de ser inmediata.
Por lo tanto, podemos completar la proposición precedente
diciendo que: la función de un hecho social siempre debe
ser buscada en la relación que sostiene con algún
fin social.

El método
comparativo

Sólo tenemos una manera de demostrar que un
fenómeno es causa de otro; es comparar los casos en que
están simultáneamente presentes o ausentes y buscar
si las variaciones que presentan en estas diferentes
combinaciones de circunstancias prueban que uno depende del otro.
Cuando pueden producirse artificialmente, según el deseo
del observador, el método es de experimentación
propiamente dicha.

Por el contrario, cuando no está a nuestra
disposición la observación de los hechos y sólo
podemos relacionarlos tal como se producen
espontáneamente, el método empleado es el de la
experimentación indirecta o método
comparativo.

Hemos visto que la explicación sociológica
consiste exclusivamente en establecer relaciones de causalidad,
ya sea que se trate de relacionar un fenómeno con su
causa, o, por el contrario, una causa con sus efectos
útiles. Puesto que, por otra parte, los fenómenos
sociales evidentemente escapan a la acción del operador,
el método comparativo es el único que conviene a la
sociología. Es verdad que Comte no lo juzgó
suficiente; creyó necesario completarlo mediante lo que
llamó el método histórico; pero la causa de
ello está en su particular concepción de las
leyes
sociológicas. Según él, no debían
expresar principalmente relaciones definidas de causalidad, sino
el sentido en que se dirige la evolución
humana en general; no podían, pues, descubrirse con la
sola ayuda de comparaciones ya que, para poder comparar las
diferentes formas que toma un fenómeno social en distintos
pueblos, es preciso haberlo abstraído de las series
temporales a las que pertenece.

Ahora bien, si se empieza por fragmentar de esta manera
el desarrollo
humano, uno se encuentra con la imposibilidad de encontrar su
continuidad. Para llegar a ello, conviene proceder por amplias
síntesis y no por análisis. Lo que se necesita es
relacionarlos entre sí y reunir en una misma
intuición, de alguna manera, a los estados sucesivos de la
humanidad, de manera de percibir "el continuo incremento de cada
disposición física, intelectual,
moral y
política".
Tal es la razón de ser de este método que Comte
llama histórico y que, en consecuencia, está
desprovisto de todo objeto desde el momento en que se ha
rechazado la concepción fundamental de la
sociología de Comte.

Desde el momento en que se ha probado que, en un
determinado número de casos, dos fenómenos
varían al unísono, podemos estar seguros de
encontrarnos en presencia de una ley.

No debe creerse que la sociología se encuentre en
un estado de
sensible inferioridad respecto de las otras ciencias, por no
poder servirse, casi, más que de un solo procedimiento
experimental. Efectivamente, este inconveniente compensa a
través de la riqueza de las variaciones que se ofrecen
espontáneamente a las comparaciones del sociólogo y
de las que no se ofrece ningún ejemplo en los; otros
reinos de la
naturaleza. Los cambios que tienen lugar en un organismo en el
curso de una existencia individual son escasos y restringidos;
los que pueden provocarse artificialmente sin destruir la vida
también están comprendidos dentro de estrechos
límites. Es verdad que se han producido
importantes cambios en el transcurso de la evolución
zoológica, pero sólo han dejado raros y oscuros
vestigios y es aun más difícil descubrir las
condiciones que los determinaron.

Por el contrario, la vida social es una serie
ininterrumpida de transformaciones, paralelas a otras
transformaciones en las condiciones de la existencia colectiva; y
no sólo tenemos a nuestra disposición las que se
refieran a una época presente, sino que gran cantidad de
aquellas por las que han pasado los pueblos desaparecidos han
llegado hasta nosotros. A pesar de sus lagunas, la historia de la humanidad es
más clara y completa que la de las especies animales.
Además, existen una multitud de fenómenos sociales
que se producen en toda la extensión de la sociedad, pero
toman formas diversas según las regiones, las profesiones,
las confesiones, etc. Tales son, por ejemplo, el crimen, el
suicidio, la
natalidad, la nupcialidad, la economía, etc. De la
diversidad de esos medios
especiales resulta, para cada uno de estos órdenes de
hechos, nuevas series de variaciones, además de las que
produce la evolución histórica. Por lo tanto, si
bien el sociólogo no puede emplear con pareja eficacia todos
los procedimientos de
la investigación experimental, el único
método casi del que puede servirse, con exclusión
de los otros, puede ser muy fecundo en sus manos, ya que tiene
incomparables recursos para
ponerlo en práctica.

En consecuencia, para dar razón de una
institución social, perteneciente a una especie
determinada, se compararán las diferentes formas que
presenta, no sólo en los pueblos de esta especie, sino en
todas las especies anteriores. ¿Se trata, por ejemplo, de
la
organización doméstica? Ante todo, se
constituirá el tipo más rudimentario que
jamás haya existido, para seguir luego paso a paso la
forma en que se ha complicado progresivamente.

Este método, que se podría llamar
genético, daría de una sola vez el análisis
y la síntesis del fenómeno. Ya que, por una parte,
nos mostraría en estado disociado los elementos que lo
componen, por el mismo hecho de mostrárnoslo
sobreagregándose sucesivamente los unos a los otros y, al
mismo tiempo,
gracias a ese amplio campo de comparación, sería
más adecuado para determinar las condiciones de que
dependen su formación y su asociación. En
consecuencia, sólo puede explicarse un hecho social de
alguna complejidad a condición de seguir su desarrollo
integral a través de todas las especies
sociales.

La sociología comparada no es una rama particular
de la sociología; es la sociología misma, en tanto
deja de ser puramente descriptiva y aspira a dar razón de
los hechos.

Introducción a la Sociología
–UBA–

Cátedra Di Tella

CAPÍTULO III (texto completo)

 

Garófalo Plosbalía

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