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Ricardo Flores Magon – Antología libertaria 3




Enviado por hcetinamx



Partes: 1, 2

    1. Tomemos la
      riqueza
    2. Dentro de la ley y el
      orden
    3. Sin
      jefes
    4. Sin
      autoridad
    5. Sin
      gobierno
    6. Por la
      patria
    7. La
      intervención y los presos de Texas
    8. El deber del
      revolucionario
    9. No
      más gobierno
    10. Las
      elecciones

    31 de Enero de 1914

    TOMEMOS LA RIQUEZA

    "El porvenir revolucionario de México es
    más brillante cada día, Las tendencias del movimiento son
    cada vez más preciosas.

    Al principio, el pueblo oprimido se levantó en
    armas, cansado
    de sufrir la tiranía del cacique y del patrón: pero
    fue en la generalidad de los rebeldes un acto ciego ya que,
    sintiendo en el cuello la presión de
    una mano estranguladora, emplea puños, uñas y
    dientes para salvarse de la asfixia.

    Fue el movimiento del que, rodando por una pendiente, se
    aferra al primer ramaje con que tropiezan sus manos.

    El movimiento causado por desesperación pudo
    haber terminado en una nueva tiranía, en un vulgar
    cambio de
    gobernantes, si la propaganda y
    ejemplo de los revolucionarios conscientes no hubiera logrado
    concretar en una aspiración común el ansia de
    libertad y de
    bienestar que animaba al pueblo.

    Esa aspiración común es la
    abolición de la propiedad
    individual de la
    tierra.

    Por eso ahora el proletario que tiene un fusil en las
    manos, aunque milite bajo las banderas de Zapata, Vázquez
    Gómez o Carranza, tiene una aspiración
    común: la toma de posesión de la tierra.

    La propaganda y el ejemplo de los libertarios del
    Partido Liberal Mexicano han producido ese saludable efecto, y
    los revolucionarios sinceros debemos sentirnos satisfechos del
    resultado.

    La sangre de la
    Práxedis, de Ulibarri, de Tanguma, de Pérez
    Peña. De Rincón y de tantos miles de los nuestros
    no, ha sido regada en vano.

    El sacrificio de los buenos no ha sido estéril, y
    esto debe servirnos de estímulo para redoblar nuestros
    esfuerzos, hasta lograr que la aspiración común no
    sea solamente la toma de posesión de la tierra, de la
    maquinaria y de los medios de
    transporte,
    sino la abolición del principio de
    autoridad

    Pues mientras la autoridad
    exista serán un sueño la libertad económica,
    política y
    social del proletariado, como lo explicamos en nuestro Manifiesto
    del 23 de septiembre de 1911.

    Debemos llevar al cerebro de todos
    los desheredados la convicción de que ningún
    Gobierno puede
    conducir al pueblo a la libertad, porque el gobierno es una
    institución necesaria para defender los intereses de la
    clase
    capitalista.

    El Gobierno es el enemigo natural lógico de la
    clase trabajadora.

    El interés
    del capitalista es aumentar sus ganancias, y no puede aumentarlas
    sin robar al trabajador el producto de su
    trabajo.

    El capitalista no podría efectuar ese robo sin
    el auxilio de la autoridad, y es por eso por lo que la
    sostiene.

    Los desheredados, los pobres, no tenemos necesidad
    alguna de autoridad, y debemos luchar por aniquilarla,
    considerándola como lo que en realidad es: el perro del
    capital

    Cuando logremos llevar a la conciencia de los
    que luchan bajo las banderas políticas,
    la convicción de que la autoridad significa
    tiranía: de que los proletarios no debemos esperar nada
    del Gobierno, como no sea opresión y
    miseria.

    Cuando al empuñar el fusil del proletario se haga
    el propósito de tomar por si mismo posesión de la
    tierra, de la maquinaria y de los medios de transporte, sin
    esperar a que un gobernante bueno le haga el favor, entonces la
    revolución
    social habrá sido consumada.

    Acerquémonos ese instante, hermanos de
    infortunios; desconozcamos a todos los jefes; hagámonos el
    propósito firmísimo de arreglar nuestros asuntos
    por nosotros mismos.

    No esperemos a que nos hagan el favor de darnos lo que
    nos pertenece.

    Como hombres, pongamos nuestras manos sobre lo que
    siglos de ignorancia y de cobardía habían permitido
    que estuvieran en poder de
    nuestros verdugos: la riqueza".

    (De Regeneración)

    14 de febrero de 1914

    DENTRO DE LA LEY Y EL
    ORDEN

    "Proletario: si alguien, quienquiera que él sea,
    te dice que tu emancipación puede ser alcanzada dentro de
    la ley y el orden, escúpele el rostro con la seguridad de que
    habrás castigado a un embustero.

    Dentro de la ley y el orden puedes ir a la esclavitud, nunca
    a la libertad.

    Es practicando la ilegalidad; es transformando lo que la
    ley llama orden como se conquista la
    emancipación.

    Y no puede ser de otra manera: la ley obliga a que
    respetemos las instituciones
    políticas y sociales que nosotros creemos malas, porque de
    ellas se derivan la pobreza, el
    crimen y la esclavitud.

    Si queremos, pues, cambiar esas instituciones
    políticas y sociales que nos esclavizan, por otras que
    garanticen nuestra libertad y nuestra felicidad, tenemos
    forzosamente que desobedecer el mandato de la ley que nos obliga
    a respetar las instituciones existentes, y esa desobediencia
    trastorna el orden.

    Por eso todo revolucionario sincero, honrado y valiente
    debe ser un ilegal.

    El revolucionario que proclama respetar la ley y el
    orden es un farsante.

    O se es legalista, y entonces, ya que confundirse con la
    masa de carneros que sufren con paciencia todas las
    humillaciones

    del actual sistema, o se es
    ilegalista, irrespetuoso, desobediente,
    revolucionario.

    Nosotros los revolucionarios vamos contra el capital, el
    gobierno y el clero que forman las instituciones políticas
    y sociales que la ley ampara.

    ¿Podríamos demoler esas instituciones sin
    tropezar siquiera con la ley? Claro está que
    no.

    Porque la ley claramente ordena que la respetemos y,
    cualquier atentado que cometamos contra ellas es un
    crimen.

    Así pues, si no queremos cometer ese crimen,
    seremos legalistas, pero no revolucionarios, aunque a voz en
    cuello gritemos que somos esto último.

    Si respetamos la ley y el orden seremos muy buenos
    borregos, pero muy malos revolucionarios.

    A escupir el rostro de los llamados revolucionarios que
    respetan la ley y el orden".

    (De Regeneración)

    28 de febrero de 1914

    Partes: 1, 2

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