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Ricardo Flores Magon – Antología libertaria 3 (página 2)




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¡MUERA LA CONSTITUCIÓN!

"Estamos en plena efervescencia
constitucionalista.

Hay muchos, hay muchísimos constitucionalistas, y
no falta quien se deje romper la crisma y esté dispuesto a
romperla a su vez por defender un libraco que tiene por
título: "Constitución política de los
Estados Unidos
Mexicanos".

Este libraco fue promulgado el 5 de 1857. Para su
promulgación corrió torrentes de sangre del
proletario mexicano y a torrentes siguió corriendo como
resultado de la misma promulgación.

Centenares de miles de vidas de trabajadores
contó al pueblo mexicano la adquisición de ese
libraco, que no fue escrito para emancipar a la clase
trabajadora, sino para legalizar el robo cometido por la clase
patronal y robustecer la autoridad.

Naturalmente que los jefes animaron a los proletarios a
tomar las armas para tener
una constitución diciéndoles que la
constitución los iba a hacer libres y felices.

Y los proletarios lucharon como los buenos para remachar
sus cadenas, pues con su triunfo quedó legalizado el
principio de propiedad
individual que es la base de todas las tiranías, de todas
las explotaciones, de todas las imposiciones.

La constitución de 57 legalizó el robo
cometido pro el conquistador español
con perjuicio del indio y, los robos de todos los burgueses de
todas las épocas hasta su promulgación.

Después, siguió legalizando la
explotación del burgués a quien autoriza para que
tome para su beneficio parte de lo que produce el trabajador,
quedando éste reducido a la misma condición de
siempre.

Esclavo del taller, de la fábrica, de la mina,
del campo, a pesar de la sangre derramada a torrentes, a pesar de
las promesas de los jefes, sucediendo todo esto por la sencilla
razón de que, como antes dije, la constitución no
fue escrita para emancipar a la clase trabajadora, sino para
garantizar a la burguesía el disfrute pacífico de
sus rapiñas y dar a la autoridad el prestigio y la
fuerza
moral que
tanto necesita: ser obedecida y terminada.

Después del triunfo de la constitución,
triunfo que estuvo amenazado de muerte por la
resistencia de
los conservadores y las agresiones de la intervención
francesa y del imperio de Maximiliano, pudo consolidarse el
gobierno
democrático de Benito Juárez, el notable
gobernante.

Notable, porque él fue la encarnación de
la buena fe y de las instituciones
sanas, pues pocos hombres como Juárez, habrán
escalado el poder con el
corazón
todo abierto para lo que significa libertad y
bienestar del pueblo.

A pesar de todas las buenas intenciones, a pesar de la
honradez indiscutible de Benito Juárez, la clase
trabajadora mexicana sufrió hambre, escasez, miseria
y esclavitud bajo
el gobierno de ese hombre
excepcional y al amparo de la
flamante constitución política.

Preguntad a los ancianos, si comieron más pan por
medio de su trabajo
durante la sencilla democracia de
Benito Juárez que bajo el imperio de Maximiliano o la
dictadura de
Santa Anna, y os dirán que para el trabajador el pan ha
sido escaso bajo todas las formas de
gobierno.

Tan escasa fue la libertad bajo el imperio, como bajo la
dictadura y la república.

Y es que, al amparar la constitución del 57 el
principio de la propiedad privada o individual, deja al pobre a
merced del rico.

La constitución del 57 proclama la libertad
política del ciudadano, garantiza a éste su
libertad política, esto es, la libertad de hablar y de
escribir sobre cualquier materia: la
libertad de reunión, la libertad de moverse de un lugar a
otro.

Prohíbe molestar a los ciudadanos en su
domicilios, papeles y personas.

Concede el derecho de votar y otras muchas cosas, pero
descuida garantizar a todo ser humano el derecho de vivir, pues a
nadie se le garantiza el alimento, el vestido y el
albergue.

De ahí que tan desgraciado sea el pobre bajo el
amparo de la constitución del 57, como bajo la dictadura y
el imperio.

Y a pesar de todo, miles de trabajadores extraviados por
las palabras sin sentido de los jefecillos y oradores
carrancistas, se rompen la crisma por ver una vez más
triunfante el pobre libraco que legaliza la esclavitud del
proletariado y la explotación del
burgués.

Trabajadores carrancistas, dejad a vuestros pastores que
con palabras más o menos bonitas os ponen el yugo en la
nuca.

La libertad política garantizada por la
constitución del 57 es una mentira, y seguirá
siendo una mentira, mientras todos y cada unos de los seres
humanos que residen en México,
hombres y mujeres, no tengan garantizado el pan, el vestido y el
albergue que son los bienes que
constituyen los que se llama libertad económica,
entendedlo bien, es la base firme de todas las
libertades.

Un burgués es un hombre libre porque tiene
asegurado el sustento, el vestido y el albergue, mientras que un
pobre es un esclavo, porque no tiene asegurados esos bienes, que
son los esenciales, los necesarios para la vida
humana.

No podéis disfrutar de los derechos, garantías y
privilegios que al ciudadano concede la constitución del
57 por la sencilla razón de que sois pobres.

No podéis ejercitar el derecho de escribir y
hablar, porque no habéis tenido la oportunidad de educaos
y de instruiros como lo han tenido los hijos de la
burguesía.

Aun cuando fuerais aptos para hablar y escribir sobre
cualquier materia, tendrías que amoldaros a los gustos de
vuestros señores, pues si alguna vez hablaseis en contra
de las leyes y de las
instituciones existentes, y vuestra palabra o vuestros escritos
pusieran en alguna manera en peligro la tranquilidad o los bienes
del sacerdote, del rico o del representante de la autoridad, bien
pronto ahogarían en vuestras gargantas la palabras y
encadenarían vuestras manos , para que no hablaseis , ni
escribieseis.

Veis pues, que esos derechos o libertades, son una
mentira cuando los que tratan de ejercitarlos son miembros de la
clase trabajadora.

¿Para qué demonios sirve entonces ese
libraco que se llama constitución política de los
Estados Unidos Mexicanos?

¿El derecho de reunión garantizado por la
constitución, pudiera ser ejercitado por los pobres?
¡Tampoco!

Podéis reuniros ciertamente y aún tratar
en vuestras reuniones asuntos de interés
público o simplemente gremial.

Más apenas tocáis alguna cuestión
interesante para vuestra clase, pero que la clase capitalista
considera como contraria a sus privilegios, vuestra reuniones son
disueltas a balazos o a palos y los más abnegados de los
vuestros fusilados, ahorcados o encarcelados.

¿Y qué me diréis del derecho de
moveros de un lugar a otro? Como sois pobres, llegáis muy
mal vestidos y de muy mal aspecto a cualquier lugar en busca de
trabajo.

Con lo primero que tropezáis es con ese perro
capital que se
llama Policía, gendarme o "tecolote", como queráis
y desde luego os encontrarais abrumado por preguntas que con todo
vuestro corazón quisierais contestar con una
puñalada, tan impertinentes y ultrajantes así
son.

Y por si por vuestra mala fortuna no dais alguna
contestación satisfactoria para el animal que os interroga
acerca de vuestros antecedentes y de vuestros propósitos,
vais derechito a la cárcel como sospechoso o como
vago.

De ahí se os enviará al cuartel o a las
plantaciones de los burgueses como esclavos, mientras vuestras
familias padecen hambre o se prostituyen para llevar a la boca un
pedazo de pan.

Eso si, todo esto ocurrirá de una manera muy
constitucional u democrática, bajo el amparo del libraco
que ha costado torrentes de sangre al proletariado
mexicano.

Todo esto ha ocurrido en tiempo de
Juárez, en tiempo de Santa Anna, en tiempo de Maximiliano,
en tiempo de Lerdo, en tiempo de Díaz.

En tiempo de De la Barrera, en tiempo de Madero, en
tiempo de Huerta y sucederá bajo el gobierno de Venustiano
Carranza si sois tan necios de luchar por la constitución
en lugar de empuñar el rifle para conquistar vuestra
libertad económica tomando posesión de la tierra, de
la maquinaria y de los medios de
transporte sin
esperar a que nadie os dé esos bienes sino
tomándolos como hombres.

Desafiáis la muerte para
implantar la constitución que os tiene en la esclavitud,
¿por qué no la desafiáis para conquistar la
libertad económica?

Y en cuanto al derecho electoral. ¿Qué
bien os reporta el nombraos autoridades?

¿No sabéis que la autoridad tiene que
respetar el odioso libraco llamado constitución
política de los Estados Unidos Mexicanos, el libraco que
remacha vuestra cadenas, el libraco que os hace
esclavos?

¿La autoridad? Yo quisiera que me os dijerais en
que os beneficia la autoridad, a no ser que tengáis como
beneficio el que os tome de soldados, el que os encierre en las
prisiones, el que auxilie a vuestros amos para que se os explote
mejor.

Yo quisiera que me dijeseis para qué os sirve el
"tecolote" a no ser que consideréis como protección
el acto de romperos el cráneo o las costillas de un
garrotazo y arrearos a patadas a la cárcel por el solo
delito de ser
pobres.

Si peleáis por ganar el voto seréis, como
dice Mirabeau, más estúpidos que las reses, porque
siquiera esos dignos animales no
eligen el carnicero que ha de degollarlos.

Sabedlo, proletariados carrancistas, con vuestra
actitud
estáis remachando vuestras cadenas.

Ilusionados por las promesas de que se os darán
las tierras "después del triunfo", seguís la
maldita bandera del constitucionalismo.

Por el mismo hecho de apoyar la constitución, os
suicidáis, porque la constitución es vuestro peor
verdugo, la constitución prohíbe terminantemente
que se toque el derecho de
propiedad de los ricos.

Volved los fusiles sobre vuestros jefes y oficiales,
proletarios carrancista, y gritaos con todas las fuerzas de
vuestros pulmones: ¡Muera la constitución!
¡Viva la Tierra y
Libertad!"

(De Regeneración)

21 de marzo de 1914

SIN JEFES

"Quered jefes y querer al mismo tiempo ser libres, es
querer un imposible.

Hay que escoger de una vez una de las dos cosas; o ser
libres, enteramente libres, negando la autoridad, o ser esclavos
perpetuando el mando del hombre sobre el
hombre.

El jefe o gobiernos son necesarios solamente bajo un
sistema de
desigualdad económica.

Si yo tengo más que Pedro, temo, naturalmente,
que Pedro me agarre por el cuello y me quite lo que él
necesite.

En este caso necesito que un gobernante o jefe me
proteja contra los posibles ataques de Pedro.

Pero si Pedro y somos iguales económicamente, si
los dos tenemos la misma oportunidad de aprovechar las riquezas
naturales, tales como la tierra, el agua, los
bosques, las minas y demás, así como la riqueza
creada por la mano del hombre, como la maquinaria, las casa, los
ferrocarriles, y los mil y objetos manufacturados.

La razón dice que sería imposible que
Pedro y yo nos agarráramos de los cabellos para
disputarnos cosas que a ambos nos aprovechan por igual, y en este
caso no hay necesidad de tener un jefe.

Hablar de jefes entre iguales es un contrasentido, a no
ser que se trate de iguales en servidumbre.

Si los dos tenemos la misma oportunidad de aprovechar
las riquezas naturales, tales como la tierra, el agua, los
bosques, las minas y demás, así como la riqueza
creada por mano del hombre, como la maquinaria, las casa, los
ferrocarriles, y los mil y un objetos manufacturados.

La razón dice que sería imposible que
Pedro y yo nos agarráramos de los cabellos para
disputarnos cosas que a ambos nos aprovechan por igual, y en este
caso no hay necesidad de tener un jefe.

Hablar de jefes entre iguales es un contrasentido, a no
ser que se trate de iguales en servidumbre, de hermanos de
cadenas, como somos actualmente los trabajadores.

Muchos son los que dicen que es imposible vivir sin
jefes o gobierno.

Si son burgueses los que tal cosa dicen, les concedo
razón, porque temen que los pobres de les echen al cuello
y les arrebaten la riqueza que amansaron haciendo sudar al
trabajador, pero ¿para qué necesitan los pobres
jefe o gobierno?

En México hemos tenido y tenemos centenares de
pruebas de que
la humanidad no necesita de jefes o gobierno sino en los casos en
que hay desigualdad económica.

En los poblados o comunidades rurales, los habitantes no
han sentido la necesidad de tener un gobierno.

Las tierras, los bosques, las aguas y los pastos han
sido, hasta fecha reciente, la propiedad común de los
habitantes de la comarca.

Cuando se hablaba de gobierno a esos sencillos
habitantes, se echaban a temblar porque el gobierno, para ellos,
era lo mismo que verdugo.

Significaba lo mismo que tiranía.

Vivían felices en su libertad, sin saber en
muchos casos ni siquiera el nombre el Presidente de la
República.

Solamente sabían que existía un Gobierno
cuando los jefes militares pasaban por la comarca en busca de
varones que convertir en soldados, o cuando el recaudador de
rentas del Gobierno hacia sus visitas para cobrar los impuestos.

El gobierno era pues, para una gran parte de la población mexicana, el tirano que arrancaba
de sus hogares a los hombres laboriosos para convertirlos en
soldados, o el explotador brutal que iba a arrebatarle el tributo
en nombre del fisco.

¿Podrían sentir esas poblaciones la
necesidad de tener un gobierno? Para nada lo
necesitaban.

Así pudieron vivir cientos de años, hasta
que les fueron arrebatadas las riquezas naturales para provecho
de los hacendados colindantes.

No se temían unos a otros, como temen que ocurra
los que solamente han conocido el sistema capitalista en que cada
ser humano tiene que competir con los demás para llevarse
a la boca un pedazo de pan.

No tiranizaban los fuertes a los débiles, como
ocurre bajo la civilización capitalista, en que los
más bribones, los más codiciosos y los más
listos tienen dominados a los honrados y los buenos.

Todos eran hermanos en esas comunidades.

Todos se ayudaban, y sintiéndose todos iguales,
como lo eran realmente.

No necesitaban que la autoridad alguna vez velase por
los intereses de los que tenían, temiendo posibles asaltos
de los que no tenían.

En estos momentos ¿para que necesitan gobierno
las comunidades del Yanqui, de Durango, del sur de México
y de tantas otras regiones en que los habitantes han tomado en
que se consideran iguales, con el mismo derecho a la madre
Tierral.

No necesitan de un jefe que proteja privilegios en
contra de los que no tienen, pues todos son
privilegiados.

Desengañémonos, proletarios; el gobierno
solamente debe existir cuando hay desigualdad
económica.

Adoptar, pues, todos, como guía moral, el
Manifiesto del 23 de septiembre de 1911".

(De Regeneración)

28 de marzo de 1914

SIN AUTORIDAD

"Ya hemos visto que en una sociedad de
iguales, en que todos tengan los mismos derechos, no se necesita
la autoridad, porque la función de
esta es proteger intereses de los que tienen bienes..

Sin embargo, muchas personas creen que es indispensable
que exista la autoridad tanto para impedir como para castigar lo
que se llama crimen.

Esas personas tienen razón si se consideran las
cosas desde el punto de vista del sistema capitalista, basado en
la desigualdad económica.

No la tienen cuando se trata de las relaciones de los
seres humanos entre sí si en una sociedad de
iguales.

Lo que hoy llamamos crimen, no es otra cosa que el
resultado directo o indirecto de las causas que tienen la
raíz en la desigualdad económica que resulta del
principio de propiedad privada o individual.

La desigualdad económica produce la miseria, y
ésta empuja, a los que no tienen bienes de fortuna, a
tomar, de donde lo hay, lo que necesitan para no morir ellos de
hambre ni dejar que mueran los suyos.

A eso es lo que la ley llama robo, y
ese delito, así como el fraude, la estafa
y todos los demás actos cometidos en contra del llamado
derecho de propiedad, son los que le dan mayor contingente de
prisioneros a las prisiones.

Pudiéndose asegurar que casi el noventa por
ciento de los reclusos de los presidios son individuos que
violaron la ley empujados por circunstancias
económicas.

En una sociedad de iguales, como la que propone el
Partido Liberal Mexicano en su Manifiesto del 23 de septiembre de
1911, dejarán de existir las causas que obran para empujar
al ser humano a cometer delitos contra
la propiedad.

Por lo mismo, sale sobrando la autoridad, o sea el rey o
presidente, los ministros, los soldados, los gendarmes y los
carceleros.

Pero, se dirá, "quedan los delitos contra las
personas, como el homicidio, las
lesiones, la violación, el estupro, el adulterio y
otros.

Pues bien, el homicidio y las lesiones tienen sus
raíces, al menos la mayor parte de sus raíces, en
causas económicas.

El ser humano esta acostumbrado a ver en su semejante,
cualquiera que sea la clase social a que pertenezca, un
competidor que, si es burgués, puede arruinarle en sus
empresas
financieras, y si es proletario, puede arrebatarle el pan de la
boca, ya alquilándose por lo menos precio o bien
obligándose por menos precio, o bien obligándole a
permanecer forzada la huelga porque
hay abundancia de brazos.

Por otra parte, el pobre vive en continua zozobra; no
tiene la certidumbre de poder llevarse mañana un pedazo de
pan a la boca, su miseria contrasta con el lujo, los hartazgos y
las fiestas de los señores.

Su condición de inferioridad social les irrita y
les predispone a la intemperancias de carácter, y todo el ambiente
social, preñada de injusticias y de iniquidades, de
contrastes que lastiman sus sentimientos de justicia y
equidad, de
atentados cometidos a cada paso por la maquinaria gubernamental
contra la libertad de las personas, hace que el hombre viva en
continua sobre excitación nerviosa y esté pronto a
la riña y a la violencia,
contestando con una puñalada una palabra o un acto
baladíes.

Actos de esta clase no pueden ser efectuados en un medio
de justicia y libertad en que el ser humano tiene satisfechas sus
necesidades y no tiene satisfechas sus necesidades y no tiene ya
la incertidumbre del pan de mañana ni el desmoralizador
espectáculo de sufrir privación, miseria o
injusticia.

Cuando todo lo que produce, y tiene derecho a todos los
goces y de bienestar, el ser humano está más
dispuesto a la bondad y a fraternizar con sus semejantes, que
bajo condiciones de tiranía y de miseria.

"Estómagos lleno, corazón contento",
decían nuestros abuelos, y decían una verdad, pues
los hombres de carácter más intratable son
más benévolos y más tratables cuando se
encuentran bajo la influencia de una grata
digestión.

Quedan solamente los casos excepcionales en que el autor
de un acto contra sus semejantes es un individuo de
mentalidad defectuosa; pero estos casos entran en el dominio de
la ciencia
médica y una sociedad de iguales no les han de faltar
recursos para
tratar a sus enfermos, quienes necesitan mejor de los cuidados
paternales de médicos y nodrizas que los garrotazos el
polizonte y la crueldad de jueces y carceleros.

La violación de mujeres, el estupro, el llamado
adulterio y otros actos que aterrorizan a muchas personas,
producto son
del sistema capitalista, como veremos en otro artículo, y
por lo mismo, para evitar esos males, debemos acabar con la
desigualdad
social y el principio de autoridad, pues éstos son sus
padres legítimos.

Hemos venido viendo que la humanidad no necesita de
jefes o gobierno; antes, por lo contrario, el jefe o gobierno,
como sostenedor que es la desigualdad social, es el responsable
directo de todos los males que nos aquejan.

Por eso nosotros proponemos la expropiación de la
tierra, de la maquinaria y de los medios de
transportación.

Aconsejamos igualmente que no se deje un solo
representante de la autoridad, pues ésta es la defensora
del privilegio y el verdugo de los desheredados".

(De Regeneración)

4 de abril de 1914

SIN GOBIERNO

"Ya vimos que la autoridad es necesaria solamente para
perpetuar el sistema social basado en la desigualdad
económica.

Que el crimen es el resultado de ese sistema inicuo en
que forzosamente el hombre tiene que ser el enemigo del
hombre.

No habría delitos contra la propiedad si todos
los seres humanos tuvieran la misma oportunidad de aprovecharse
de la tierra, de las maquinarias y de los medios de
transportación, así como de todo lo que ha sido
producido pro la mano y creado por la inteligencia
del hombre.

No habría delitos contra las personas si un medio
de igualdad y de
justicia dulcificara el carácter de los seres humanos,
haciéndolos más propensos a fraternizar los unos
con los otros que a vivir en continua lucha,
considerándose recíprocamente como
enemigos.

El estupro, la violación de mujeres, el
adulterio, producto son igualmente del sistema social que
combatimos, en que una falsa moral hace hipócritas a los
hombres y mujeres en sus relaciones
sexuales.

Esa hipocresía conduce al histerismo en un
medio de libertad y de igualdad en que el hombre y la mujer se
unieran libremente, sin otro interés que la
satisfacción de ese conjunto de necesidades morales y
físicas que se llama amor.

Pero lejos de esta satisfacción, libre de
necesidades naturales, encontramos en la sociedad actual mil
trabas al amor, debidas a unas preocupaciones religiosas otras y
a dificultades económicas las más.

Los partidarios de la autoridad consideran que
ésta es necesaria, al menos para obligar a los perezosos a
trabajar.

En una sociedad de seres humanos, libres e iguales, no
podrá haber perezosos.

La pereza es una enfermedad y pocos son, realmente, los
que están atacados de ella.

Lo que se llama actualmente pereza es más bien el
disgusto que siente el hombre de tener que deslomarse por un
salario de
mendigo.

Siendo, además, mal visto y despreciado por la
clase social que los explota, mientras los que no hacen nada
útil se dan vida de príncipes y son considerados y
respetados por todos.

Ese discurso hace
que hombre sienta aversión por el
trabajo.

En una sociedad de iguales, en que el trabajador ve que
su trabajo no es aprovechado por otro en perjuicio
suyo.

En que cada uno se sentirá amo de si mismo, en
que por el solo hecho de no haber más parásitos y
de estar todos obligados a producir algo útil, la producción será tan grande que
bastarán unas tres horas de trabajo agradable diario para
tener satisfechas todas las necesidades, ¿quién
será aquel que deje de dar su contingente a la
producción?

Y suponiendo que lo hubiera, ¿no
encontrarían los trabajadores la manera de deshacerse de
semejante zángano sin necesidad de tener que pagar a un
juez que lo juzgase y le impusiese una pena?

¿Para que sirve, pues la autoridad? La autoridad
sirve trabajadores: para humillarlos a cada paso, para apalearos,
para ametrallarlos cuando pedís unos cuantos centavos de
aumento en vuestro salario o la disminución de unos
cuantos minutos de las largas horas de trabajo.

La autoridad sirve para echaros el guante y encerraros
en presidio por el delito de ser pobres.

Sabéis que vuestros amos pueden cometer toda
clase de excesos sin pisar nunca los umbrales de una
cárcel.

La autoridad sirve para asegurar a vuestros verdugos el
disfrute político de lo que os roban en vuestro
trabajo.

Entendedlo de una vez, proletarios; la autoridad es el
perro guardián de vuestros amos y, por lo mismo, no puede
ser jamás la protectora del débil, sino el sicario,
el esbirro dispuesto siempre y a todas horas a hundir el
cráneo del desheredado que en un momento de
desesperación ose levantar la mano contra su
opresor.

El carrancismo quiere perpetuar el sistema que os ha
empujado a empuñar las armas y es por eso por lo que os
aconsejamos que disparéis vuestros fusiles contra
carranza, contra villa, contra todos los caudillos que os hablan
de ley, de gobierno, de propiedad privada.

Si queréis ser libres y felices, haced vuestros
los principios
expresados en el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911,
declarando guerra a
muerte a todo aquel que quiera hacerla de jefe e impida que la
tierra, la maquinaria y los medios de transporte queden en poder
de los habitantes de las regiones que visitéis. Hacedlo
bien, si no queréis ser esclavos".

(De Regeneración)

18 de abril de 1914

POR LA PATRIA

"Después de cada hecatombe, en que miles de
borregos constitucionalistas pierden la vida, Carranza levanta
los ojos al cielo y dice con voz llena de santa unción
patriótica: "La Patria quiere sacrificios".

Huerta, al saber que tal o cual combate han rendido su
existencia miles de borregos federales, entorna la mirada y dice
suspirando: "Todo por la Patria".

Lo mismo dijo Iturbide cuando la borrachera de
Pío Marcha lo llevó al trono.

Santa Anna pronunció idénticas palabras
cuando el último estertor de Guerrero se perdió en
los jacales de Cuilapan, santiguándose como una cucaracha
de iglesia.

"Todo por la Patria", dijo Porfirio Díaz cuando
su brutal lugarteniente cumplió al pie de la letra, esta
sentencia de hiena "¡Mátalos en
caliente!".

Invocando a los espíritus balbuceó algo
parecido aquel pobre idiota que se llamó Francisco I.
Madero, cuando las arenas de Rellano y de Conejos de enrojecieron
con la sangre de maderistas y orozquistas.

Las mismas palabras abrieron paso a las balas que
cortaron la estéril existencia de Madero y Pino
Suárez.

¡Todo por la Patria! ¡La Patria quiere
sacrificios!

Palabras estúpidas que han servido de pretexto
para que legiones de brutos se rompan la cabeza.

Y bien ¿Qué es Patria? La patria es una
mezcolanza de cosas, de ideas, de tradiciones, de perjuicios que
muy pocos entienden y, sin embargo, tal vez por ser
incomprensibles muchos son los que ponen la panza a las balas
enemigas por defender eso que no conocen y que ningún
beneficio les reporta.

"La patria" se dice que es, en primer lugar, la tierra
en que nacimos con la añadidura de las gentes que pueblan
esta tierra, esas leyes que rigen las relaciones comunes de la
raza.

Esa es la patria, y por eso miles de hombres pierden la
vida.

El presidiario que consume su existencia en las
penumbras del calabozo no puede decir que el presidio es su
patria y los hombres que agonizan en el surco que no es
suyo.

Los trabajadores que pierden la sangre en las
fábricas ajenas; los mineros que socavan las minas de
otros; todos los que trabajan para beneficiar al burgués,
¿qué patria tienen?

Si la patria es la tierra en que nacimos, esa tierra
debería ser de todos, pero no es así.

Esa tierra es la propiedad de unos cuantos, y esos pocos
son los que ponen el fusil en nuestras manos para defender la
patria.

¡No sería más lógico que,
siendo ellos los dueños de la patria, fueran sus manos las
que empuñaran el fusil y no las manos de los que no tienen
más tierra que la que pueden recoger sus
zapatos?

La patria, proletarios, ese algo que no es nuestro, y,
por lo mismo en nada nos beneficia.

La patria es de los burgueses, y, por eso, a
ellos únicamente beneficia.

La patria fue inventada por la clase parasitaria, por la
clase que vive sin trabajar, para tener divididos a los
trabajadores en nacionalidades y evitar, o al menos entorpecer
por ese medio su unión en una sola organización mundial que diera por tierra
el viejo sistema que nos oprime.

En los libros de las
escuelas, la burguesía fomenta el patriotismo entre la
niñez, sembrando así en los tiernos pechos el odio
a las demás razas que pueblan el mundo.

El culto a la bandera raya en el fanatismo en todos los
países.

Las tradiciones nacionales encuentran poetas y literatos
que las narran, inflamando en los pechos de las gentes soberbias
insensatas, vanos orgullos de raza.

Esos literatos burgueses se dan mañas para hacer
entender que no hay raza más grande, más valiente,
más inteligente que aquella a la que se
dirigen.

De esa manera la burguesía divide en razas y en
nacionalidades a los habitantes de la tierra.

El trabajador ruso se considera más valiente que
su hermano el trabajador francés.

Mientras el proletario inglés
cree que no hay en la tierra un hombre como él.

El español, por su parte, se jacta de ser la obra
más perfecta del mundo.

El japonés, el alemán, el italiano, el
mexicano, los individuos de todas las razas, se consideran
siempre mejores que los demás de las otras
razas.

De esta división profunda entre el proletariado
de todas las razas se aprovecha la burguesía para dominar
a sus anchas, pues la división por nacionalidades y razas
impide que los trabajadores se pongan de acuerdo para derribar el
sistema que nos ahoga.

El pobre no tiene patria porque nada tiene, a no ser por
su mísera existencia.

Son los burgueses los únicos que pueden decir:
"esta es mi patria", porque ellos son los dueños de
todo.

Los pobres son el ganado encerrado en los grandes
corrales llamados naciones

Y ¡OH ironía! A ese ganado se le obliga a
defender la patria, esto es, la propiedad de los burgueses, y al
caer por millares en los campos de batalla donde se deciden
vulgares querellas de patrias de la política, gritan los
jefes: "Todo por la Patria".

Basta de comedias, hermanos proletarios.

Cualquiera que sea la bandería política
por la que empuñáis las armas, recordad que siempre
habéis sido la carne de cañón sacrificada en
aras de esa cosa que no existe para vosotros.

La patria, ¡Basta de farsas! Matad a Huerta, a
Carranza, a Villa, a todo aquel que os hable de patria, de ley,
de gobierno paternal.

Como hombres, aprovechad los fusiles que
tenéis en las manos para arrebatar al rico la tierra, las
casas, las minas, los barcos, los ferrocarriles, haciendo de todo
ello propiedad común para que los aprovechen por igual
hombres y mujeres".

(De Regeneración)

LA
INTERVENCIÓN Y LOS PRESOS DE TEXAS

(Discurso. 31 de mayo de 1914.
(Fragmento)

"CAMARADAS:

El hombre es libre, verdaderamente libre, cuando no
necesita alquilar sus brazos a nadie para poder llevarse a la
boca un pedazo de pan.

Esta libertad se consigue solamente de un modo: tomando
resueltamente, sin miedo, la tierra, la maquinaria, y los medios
de transporte para que sean propiedad de todos, hombres y
mujeres.

Esto no se conseguirá encumbrando a nadie a la
presidencia de la república: pues el gobierno
cualquiera que sea su forma –republicano o
monárquico-, no puede estar jamás del lado del
pueblo.

El gobierno tiene por misión
cuidar los intereses de los ricos.

En miles de años no se ha dado un solo caso en
que un gobierno haya puesto la mano sobre los bienes de los ricos
para entregarlos a los pobres.

Por el contrario, dondequiera se ha visto y se ve que el
gobierno hace uso de la fuerza para reprimir cualquier intento
del pobre para obtener una mejora en su
situación.

Acordaos de Río Blanco, acordaos de Cananea,
donde las balas de los soldados del gobiernos ahogaron, en las
gargantas de los proletarios, las voces que pedían
pan.

Acordaos de Papantla, acordaos de Juchitán,
acordaos del Yaqui, donde la metralla y la fusilería del
gobierno diezmaron a los enérgicos habitantes que se
negaban entregar a los ricos las tierras que les daban la
subsistencia.

Esto debe serviros de experiencia para no confiar a
nadie la obra de vuestra libertad y vuestro bienestar.

Aprended de los nobles proletarios del sur de
México.

Ellos no esperan a que se encumbre un nuevo tirano para
que se mitigue el hambre.

Valerosos y altivos, no piden: toman.

Ante la compañera y los niños
que piden pan, no espera que un Carranza o un Villa suban a la
presidencia y les dé lo que necesitan, sino que valerosos
y altivos, con el fusil en la mano y el esplendor del incendio,
arrancan a la burguesía orgullosa la vida y la
riqueza.

Ellos no esperan a que un caudillo se encarame para que
les dé de comer.

Inteligentes y dignos, destruyen los títulos de
propiedad, echan abajo los cercados y ponen la fecunda mano sobre
la tierra libre.

Pedir es de cobardes; tomar es obra de
hombres.

De rodillas se puede llegar a la muerte, no a la vida
¡Pongámonos de pies!

Pongámonos de pie, y con la pala que ahora sirve
para amontonar el oro a nuestros
patrones, abrámosles el cráneo en dos y con la hoz
que troncha débiles espigas cortemos las cabezas de
burgueses y tiranos.

Y sobre los escombros de su sistema maldito, clavemos
nuestra bandera de los pobres, el grito formidable de
¡Tierra y Libertad!

Ya no elevemos a nadie: ¡subamos todos!

Ya no colguemos medallas ni cruces del pecho de nuestros
jefes: si ellos quieren tener adornos, adornémoslos a
puñaladas.

Quienquiera que esté una pulgada arriba de
nosotros es un tirano: ¡derribémosle!: ¡la
bolsa o la vida!

Porque si dejamos con vida a un solo burgués, el
sabrá arreglárselas de modo que ponemos tarde o
temprano otra vez el pie en el pescuezo.

A poner en práctica los ideales de la suprema
justicia.

Con los ideales del Partido Liberal Mexicano, un
grupo de
trabajadores emprendió la marcha durante un día del
mes de septiembre del año pasado, en territorio del
estado de
Texas.

Esos hombres llevaban una gran misión, iban bien
abastecidos de ideas generosas a inyectar nueva savia al
espíritu de rebeldía.

Esos hombres iban a establecer un lazo de unión
entre los elementos revolucionarios del sur y del centro de
México, y los elementos que se han conservado puros en el
norte.

Bien sabéis la suerte que corrieron esos
trabajadores: dos de ellos cayeron muertos a los disparos de los
esbirros del estado de Texas, antes de llegar a México, y
el resto, Rangel, Alzaldem Cisneros.

Once más, se encuentran presos en aquel estado,
sentenciados unos alargas penas penitenciarias.

Otros de ellos a pasar de su vida en presido, mientras
sobre Raquel, Alzalde, Cisneros y otros va a caer pena de
muerte.

Todos estos trabajadores honrados son inocentes del
delito que se les imputa.

Sucedió que una noche, en su peregrinación
hacia México, resulto muerto un sheriff

Texano llamado Candelario Ortiz, y se descargada la
culpabilidad
de esa muerte sobre catorce revolucionarios.

¿Quién presenció el hecho?
¡Nadie!

Nuestros compañeros se hallaban a gran distancia
de donde se encontró el cadáver del
esbirro.

Sin embargo, sobre ellos se trata de echar la responsabilidad de la muerte de un perro del
capital, por la sencilla razón de que nuestros hermanos
presos en Texas son pobres y son rebeldes.

Basta con que ellos sean miembros de la clase
trabajadora y que hayan tenido la intención de cruzar la
frontera para
luchar por los intereses de su clase, para que el capitalismo
norteamericano se les eche encima tratando de vengar en ellos la
pérdida de sus negocios en
México.

Si nuestros compañeros fueran carrancistas o
villistas.

Si ellos hubieran tenido la intención de ir a
México a poner en la silla presidencial a Villa o a
Carranza, para que éstos dieran negocio a los
norteamericanos, nada se les habría hecho.

Antes bien las mismas autoridades norteamericanas los
habrían protegido.

Pero como son hombres dignos que quieren ver
completamente libre al trabajador mexicano la burguesía
norteamericana descarga sus iras sobre ellos y pide la pena de
muerte, como una compensación a los perjuicios que
está sufriendo en sus negocios por la revolución
de los proletarios.

En cambio, los
asesinos de Rincón y Lomas están libres.

La misma burguesía norteamericana, que pide la
muerte de rangel y compañeros, colma de honores y de
distinciones a los felones que arrancaron la vida de dos hombres
honrados.

He aquí, proletarios, lo que es la justicia
burguesa.

El trabajador puede morir como un perro; ¡pero no
toquéis a un esbirro!

Aquí y donde quiera el trabajador no vale nada;
¡los que valen son los que nada hacen!

Las abejas dan muerte a los zánganos de las
colmenas que comen, pero no producen.

Los humanos, menos inteligentes que las abejas, dan
muerte a los trabajadores – que todo lo producen –
para que los burgueses, los gobernantes, los polizontes y los
soldados, que son los zánganos de la colmena social,
puedan vivir a sus anchas, sin producir nada
útil.

Esa es la justicia burguesa; esa es la maldita justicia
que los revolucionarios tenemos que destruir, pésele a
quien le pese y caiga quien cayere.

Mexicanos: el momento es solemne.

Ha llegado es instante de contarnos: somos millones,
mientras nuestros verdugos son unos cuantos.

Disputemos de las manos de la justicia capitalista a
nuestros hermanos presos en Texas.

No permitamos que la mano del verdugo ponga en sus
nobles cuellos la cuerda de la horca.

Contribuyamos con dinero para
los gastos de la
defensa de esos mártires; agitemos la opinión en su
favor.

Basta ya de crímenes cometido en personas de
nuestra raza.

Las cenizas de Antonio Rodríguez no han sido
esparcidas todavía por el viento, en las llanuras texanas
se orea la sangre de los mexicanos.

Que se levante nuestro brazo para impedir el nuevo
crimen que en la sombra prepara la burguesía
norteamericana contra Rangel y compañeros.

Mexicanos: si tenéis sangre en las
arterias, uníos para salvar a nuestros hermanos presos en
Texas.

Al salvarlos no salvaréis a Rangel a Alzalde a
Cisneros y demás trabajadores: os salvaréis
vosotros mismos, porque vuestra acción
servirá para que se os respete. ¿Quién se
vosotros no ha recibido un ultraje en este país, por el
solo hecho de ser mexicano?

¿Quién de vosotros no ha oído
relatar los crímenes que a diario se cometen en personas
de nuestra raza?

¿No sabéis que en el sur de este
país no se permite que el mexicano se siente, en la fonda,
al lado del norteamericano?

¿No habéis entrado a una barbería
donde se os ha dicho, mirándonos de arriba abajo:
"Aquí no se sirve a mexicanos"

¿No sabéis que los presidios de Estados
Unidos están llenos de mexicanos?

¿Habéis contado siquiera, el número
de mexicanos que han subido a la horca en este país o han
perecido quemados por brutales multitudes de gente
blanca?

Si sabéis todo esto, ayudad a salvar a vuestros
hermanos de raza presos en Texas.

Contribuyamos con nuestro dinero y nuestro cerebro a
salvarlos; agitemos en su favor.

Declarémonos en huelga por un día como una
demostración de protesta contra la persecución de
aquellos mártires, y si ni las protestas, ni defensas
legales valen; si ni la agitación y la huelga produce el
efecto deseado de poner a los catorce prisioneros en absoluta
libertad, entonces insurreccionémonos, levantémonos
en armas.

A la injusticia respondamos con la barricada y la
dinamita.

Contémonos: ¡Somos millones!

¡Viva Tierra y Libertad"

(De Regeneración)

13 de junio de 1914

EL
DEBER DEL REVOLUCIONARIO

"Pensemos en el porvenir: pensemos en los medios
nuevos que nos ofrecen. Y aprovechémoslos.

Más, para aprovecharlos, debemos recordar que
una revolución no se produce según la
línea precisa trazada por un filósofo o un
poeta.

La revolución se produce de cualquier modo y se
desarrolla en un sentido o en toro, según la fuerza que
en ella obra".

Si para hacer la revolución quisiéramos
esperar a que ella comience con un preciso programa
anarquista o comunista, arriesgaríamos esperar en
vano.

La masa se volverá anarquista y comunista durante
la revolución, después del comienzo de la
revolución, no antes.

Nosotros debemos estar en todos los movimientos
revolucionarios que puedan conducir a una revolución, y
trabajar para que los acontecimientos no tomen otro rumbo que el
que nosotros deseamos".

Enrique Malatesta.

"Hacemos nuestra opinión de Malatesta.

Además los miembros del Partido Liberal Mexicano
no nos conformamos con esperar a que comenzara la revolución
mexicana, sino que la forzamos, la precipitamos para tener la
oportunidad de encauzarla con la acción y con la palabra
hacia el comunismo
anárquico.

El número de compañeros que han luchado
actualmente en México es la prueba de lo que
decimos.

Los miembros del Partido Liberal Mexicano, a pesan de
las insurrecciones de que fuimos víctimas desde 1892, y de
los asesinatos oficiales cometidos en buen número de los
nuestros.

Bien sabido es que Porfirio Díaz dominó al
pueblo mexicano con mano de hierro.

Venimos inyectando a las masa populares el
espíritu de rebeldía que hoy se muestra lozano y
gallardo en México.

Hicimos todo lo que pudimos por sacudir al pueblo, por
hacerlo rebelde, e iniciamos las insurrecciones de septiembre de
1906 y junio de 1908, antecedentes del tremendo movimiento que
comenzó el 2º de noviembre de 1910 y que
todavía no termina, a pesar de que cayó un
presidente: Porfirio Díaz, y han escalado al Poder
sucesivamente otros tres: Francisco L. De la Barra, Francisco I.
Madero y Victoriano Huerta.

Naturalmente, como con claro talento opina Malatesta, no
comenzamos la revolución con un preciso programa comunista
o anarquista.

Ha sido durante el grandioso Movimiento cuando los
miembros del Partido Liberal Mexicano nos hemos esforzado y nos
estamos esforzando, y seguiremos esforzándonos por
encauzar al movimiento revolucionario mexicano hacia el comunismo
anárquico.

Como lo demuestran los actos de los compañeros en
el campo de la acción.

Como lo prueba la propaganda que
con la palabra y con los impresos hacen los miembros del Partido,
y como lo prueba la propaganda que hace
REGENERACIÓN.

Además el manifiesto del 23 de septiembre de
1911, expedido por la Junta Organizadora del Partido Liberal
Mexicano, es un programa de lucha contra el Capital, la Autoridad
y el Clero, y de reconstrucción social sobre las
sólidas bases del comunismo anarquista.

Muchos de los nuestros han muerto en las terribles
contiendas: Guerrero, Berthold, Pesqueira, la gran anarquista
Margarita Ortega, Stanley Ulibarri, Jiménez, Orozco,
Tanguma, Cardoza, Fuertes, Sánchez, Guerra Chico,
Pérez, Peña, Cortés, Rincón, Lomas,
Villalobos.

Y cientos más que no mencionamos para no hacer
interminable lista de los mártires que han caído
envueltos en la bandera Roja de Tierra y Libertad.

Todos esos miembros del Partido Liberal Mexicano tomaron
parte en el movimiento revolucionario que convulsiona actualmente
a México, para poner en práctica lo que tan
sabiamente aconseja Malatesta:

"Nosotros debemos estar es todos los movimientos
revolucionarios que puedan conducir a una
revolución.

Y trabajar para que los acontecimientos no tomen otro
rumbo que el que nosotros deseamos".

Otros muchos compañeros siguen tomando parte en
el movimiento revolucionario convencidos de que "la masa se
volverá anarquista y comunista durante la
revolución, después del comienzo de
Revolución" como opina Malatesta.

Los resultados obtenidos hasta el presente hacen abrigar
la risueña esperanza de ver muy pronto derrumbarse en
México el sistema capitalista y autoritario.

Las operaciones
actuales de los miembros del Partido Liberal Mexicano se
extienden desde Sonora y Chihuahua, en el norte, hasta el Sur de
México.

En Sonora, Juan F. Montero encabeza el movimiento de la
región del Yaqui, donde los habitantes insurreccionados se
encuentran en posesión de Bácum, Pótam,
Cócorit, Torin y otros pueblos, en lo que se ondea la
bandera roja de Tierra y Libertad y han tomado posesión de
las tierras comprendidas entre los ríos Yaqui y
Mayo.

El número de rebeldes armados es esta
región es de más de seis mil.

En Durango, Domingo y Benjamín Arrieta, siguiendo
los principios del Partido Liberal Mexicano han entregado la
tierra a los habitantes de las regiones que ocupan sus fuerzas,
las que numeran no menos de cinco mil combatientes.

En la región de Santa Rosalía, Estado de
Chihuahua, los hermanos Epitacio y Cruz Treviño, con mil
trabajadores, luchan de acuerdo a los principios del Partido
Liberal Mexicano.

En el Estado de
San Luís Potosí , y extendiendo su actividad hasta
el Estado de Zacatecas, los rebeldes, Enrique Gaitán,
Alberto Núñez y otros, ponen en práctica los
ideales del Partido Liberal Mexicano.

En los Estado de México, Michoacán,
Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Colima, operan Enrique Ortiz, los
seis hermanos Pantoja, Próspero Espinosa y otros, que
propagan sin cesar los ideales del Partido Liberal
Mexicano.

Teniendo la costumbre esos compañeros de
llevar consigo oradores que dirigen la palabra al
pueblo.

Al tomar alguna población, leen al pueblo el
Manifiesto del 23 de Septiembre de 1911, y enseguida los invitan
a tomar la tierra, la maquinaria, los medios de
transportación y los efectos almacenados en tiendas,
trojes, bodegas, etcétera, para beneficio de todos, hombre
y mujeres.

En el Estado de Guerrero Jesús H, Salgado
practica la expropiación en beneficio de todos y sigue los
principios del Partido Liberal Mexicano.

En los Estados de Morelos, Puebla, Oaxaca, y en el resto
del país, numerosas guerrillas difunden las ideas de
emancipación económica, política y social
del proletariado, como están expresadas en el Manifiesto
del 23 de septiembre de 1911.

Esta es la fuerza moral y física que obra en el
seno del tiburón revolucionario, como el fermento que
tendrá como resultado la destrucción definitiva del
presente sistema, y la formación de la nueva sociedad de
los libres y de los iguales.

El deber de los verdaderos revolucionarios del mundo
entero es ayudar, con todas sus fuerzas al movimiento mexicano,
siguiendo así al pie de la letra las sabias palabras de
Enrique Malatesta.

¡Adelante!"

De Regeneración)

26 de julio de 1914

NO MÁS GOBIERNO

"Los hombres pueden tener buenas intenciones antes de
ser gobernantes, pero es muy difícil que las conserven al
alcanzar el Poder, y es imposible que siga teniéndolas
mientras son gobernantes.

Para alcanzar el Poder es indispensable que el candidato
entre en componendas con los enemigos de su partido, de manera de
asegurar su lección, ofreciéndoles beneficios que
solamente pueden ser otorgados sacrificando los
ideales.

Llega, pues, el hombre al Poder sin nada de lo que le
valió el favor de sus conciudadanos, y dispuesto a hacer
simplemente todo aquello que le asegure la permanencia en el
puesto codiciado.

Si, por una mera casualidad, el hombre ha podido
elevarse sin contraer compromisos con los contrarios, y, por lo
mismo, conserva intactas las intenciones que tenía cuando
ofreció hacer el bien del pueblo, esas intenciones
morirán en su pecho una por una antes de comenzar a
ponérselas en práctica.

Una vez en el Poder se verá rodeado de individuos
poderosos por su riqueza, su influencia, su talento, su
sabiduría, y por políticos astutos que saben darse
mañas por estar bien con todos los gobiernos, hombres que
van al sol que nace, dispuestos a cambiar de chaqueta todos los
días si es necesario, para sus fines
egoístas.

En un medio así, el hombre que antes se codeaba
con el pueblo, lo olvida, mareado por el incienso de los
aduladores, agasajado por hombres distinguidos y mujeres de alto
rango social, en contacto continuo con diplomáticos y
demás polilla dorada de la política internacional,
llega a creer que es un hombre mejor que los demás
hombres, se siente superior o se hace tirano como cualquier otro
gobernante.

Los proyectos que
tenía en la cabeza para librar de la tiranía al
pueblo le sirven de risa, los considera irrealizables,
atentatorios a los derechos adquiridos, monstruosos,
criminales.

Una nueva manera de ver las cosas se desarrolla ante
él.

Antes veía las cosas de abajo para
arriba.

Ahora ve las cosas de arriba para abajo.

Su psicología es
distinta.

Antes sentía y pensaba como parte integrante de
la gran masa que compone la nación.

Ahora se siente desligado de esa masa, se cree mejor que
esa masa, se imagina superior a esa masa.

Como ya no está en contacto con el pueblo, no ve
en él sino el rebaño que hay que arrear, al hatajo
que hay que hacer marchar por los caminos trillados que antes
combatiera con toda su fuerza y toda su
energía.

Sus nuevos amigos le parecen mejores, pues le
proporcionan una mayor suma de placeres y de refinamientos que
hacen amable la vida.

La historia no registra en sus
páginas el nombre de un gobernante que seriamente se haya
preocupado por salvar al pueblo de la miseria y de la
tiranía.

La historia de al humanidad cuenta ya varios miles de
años.

Por ella sabemos que el gobernante, el rico y el
sacerdote, como cualquier religión, han sido
los aliados inseparables, confabulados en todos los tiempos para
tener al pueblo en la esclavitud.

No nos hagamos, pues, mexicanos, la ilusión de
que un hombre barbón es mejor que un lampiño para
gobernaros.

¡Ninguno es bueno! Lo mejor es no tener a nadie
encima de nuestros hombros.

Lo mejor es guiarnos por nosotros mismos.

Pensar y resolver las cosas con nuestras propias
cabezas.

Si confiáis en que Carranza os hará libres
y felices no sé ya ni que pensar de vosotros, proletarios,
porque eso significaría que las lecciones de la
experiencia no han podido destruir ese vicio inyectado por
vuestros opresores, que consiste en considerar que el hombre solo
puede vivir bajo la férula de un hombre.

Comprended, hermanos de cadenas, que el principio de
autoridad vive en el cerebro de los humildes, por que han sido
sus mismos verdugos los que les han inculcado ese
error.

Está a la mano el momento de prueba.

Huerta marcha hacia otros países y de nuevo
ambicioso se prepara a ocupar su puesto.

Si queréis tener más gobiernos, os
someteréis y con vuestra sumisión la verdadera
Revolución, la que quiere hacer tabla rasa de tiranos y
explotadores, morirá aplastada por vuestra
indiferencia.

Pero si, por el contrario, obrando como verdaderos
trabajadores, como hombres que saben que la riqueza social ha
sido hecho por vosotros y, por lo mismo, sólo vosotros
tenéis derecho a disfrutarla, os levantáis para
sostener a vuestros hermanos que continúan con las armas
en la mano.

Entonces mereceréis el aplauso de todos los
hombres inteligentes del mundo y podréis decir orgullosos:
En México la institución llamada Autoridad es cosa
del pasado, porque allí hay HOMBRES".

(De Regeneración)

1914 (sin fecha exacta)

LAS ELECCIONES

"Carranza ha señalado el día primero de
Octubre próximo para la reunión de la turba de
jefes constitucionalistas en la ciudad de
México.

Esa reunión de militares tendrá por objeto
el que se designe una persona que funja
de presidente provisional, para que éste convoque al
pueblo a elecciones generales para presidente de la
república, magistrados de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación,
diputados y senadores al Congreso de la Unión.

Con lo que la maquinaria gubernamental quedará
lista para continuar oprimiendo al pueblo de una manera
legal.

¿Qué gana el proletariado con el hecho de
depositar en las urnas una boleta electoral en la que ha puesto
el nombre de la persona que ha de formar parte del
gobierno?

En su casa no habrá más pan por el mero
hecho de que elija a Carranza o a cualquier otro hombre; ni su
compañera, ni sus hijos podrán usar vestidos
limpios y confortables.

El gobierno no da pan; lo quita.

El gobierno no imparte justicia; la niega con su sola
existencia.

El Gobierno no es garantía de paz y fraternidad,
sino el sostenedor de un sistema que hace posible que el fuerte,
el astuto, el inteligente, estén por encima del
débil, del ignorante, del tonto, y por lo mismo, en lugar
de ser fuente de paz y de fraternidad el gobierno es fuente de la
injusticia, del odios, de la guerra entre los seres
humanos.

El trabajador que empuña una boleta electoral es
digno de lástima, porque el mismo se nombra sus
verdugos.

Él mismo fabrica el látigo que ha de
cruzarle el rostro, él mismo permite que perdure este
sistema infame en que para darse una vida regalada, es preciso
tener bajo los pies a los débiles, a los ignorantes y a
los tontos.

Mexicanos: al que ofrezca una boleta electoral,
húndele un puñal en el pecho, porque te hace objeto
de un escarnio, porque quiere que tú mismo designes al
verdugo que ha de tenerte en la esclavitud. Así pues, a
afilar los puñales".

(De Regeneración)

 

Humberto Escobedo Cetina

(Recopilador)

Partes: 1, 2
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