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La reforma luterana y la guerra de los campesinos en Alemania (página 2)




Enviado por Patrick E. Pedulla



Partes: 1, 2

La organización estamental

  1. Los campesinos: por ser numéricamente los
    más importantes y porque la economía era fundamentalmente
    agrícola, tanto el poder de
    los otros estamentos como su seguridad
    existencial se asentaba sobre estos. No se puede hablar de
    homogeneidad en éste sector, habiendo campesinos
    libres y siervo, así como pobres y ricos, dependiendo
    de circunstancias regionales o geográficas, así
    como de las climáticas. Se podía dar el caso de
    que un campesino
    en condición de servidumbre llevase una existencia
    más segura y de prosperidad mayor que uno libre. De
    todos modos las posibilidades de acumular reservas eran
    bastante escasas. Esto se debía tanto a las
    limitaciones técnicas, a la tendencia a la
    autosuficiencia de la unidad doméstica (Chayanov) como
    a la presión de los señores para la
    extracción de excedente. Al tributo señorial
    debemos agregarle el pago de impuestos a
    los estados territoriales así como el pago del diezmo
    que percibía la Iglesia.
    Hasta un 70% de los campesinos se mantenía apenas por
    sobre encima de las posibilidades de reproducción– situación que se
    agravaba por los cambios que venía sufriendo la
    agricultura– y solo una pequeña
    proporción llevaba un nivel de vida digno (a veces
    ostentoso).

    Entre un 30 y 40% de la población de las ciudades eran el
    sector social más bajo, vivían al límite
    de su existencia, carecían de ciudadanía y raramente pagaban
    impuestos. Estamos hablando de los artesanos empobrecidos,
    jornaleros, pequeños tenderos, vendedores ambulantes,
    e incluso pobres y mendigos. Sus posibilidades de ascenso
    eran casi nulas y su situación era más bien la
    de un marginado social (Van Düllmen, 107-110). La
    mendicidad, el vagabundeo y el bandidaje eran algunas de las
    salidas de los marginales, tanto en la sociedad
    urbana como en la campesina.

    La lectura y
    la escritura
    tuvieron un alto nivel de difusión en las ciudades
    debido a las actividades comerciales-administrativas como del
    artesanado, más aún si las contrastamos con los
    niveles de alfabetización del campesinado, y
    aún los nobles. la actitud
    mental de la naciente burguesía era abierta al
    interés práctico, a la capacidad
    artística, al espíritu humanista y
    científico, y esto influía incluso en una
    religiosidad sustancialmente distinta a la de los campesinos,
    nobles y clero. Con éste último polemizaba
    tanto por la condena al préstamo con interés,
    problemas
    de jurisdicción, la exención tributaria y la
    vida disoluta de los curas (Engels, 43). La sociedad urbana
    tenía un alto grado de conciencia
    política: en Alemania
    estaba representada como estamento en las asambleas
    regionales (Van Düllmen, 113-117).

  2. La burguesía: los rasgos diferenciales de
    ésta con repecto a los otros estamentos eran "un
    trabajo
    radicalmente distinto, comercial o artesanal, y una vida
    diferente determinada por la ciudad" (Van Düllmen, 108).
    La capa más alta de la burguesía era el
    patriciado, cuya posición social estaba determinada no
    solo por la riqueza sino también por el privilegio.
    Sus aspiraciones e ideales de vida se conjugaban con los de
    los nobles, y ostentaban el monopolio
    económico tanto como el político. Por debajo
    del patriciado estaban los comerciantes, el elemento
    más dinámico y pujante, que compartía –
    o en caso contrario que aspiraba a compartir- el poder con
    aquellos. Su ideal de vida era el éxito económico y el ascenso
    social. Ambos, comerciantes y patricios, constituían
    grupos
    sociales que tendían a cerrarse, a ser exclusivos.
    El artesanado, los tenderos y los funcionarios y letrados
    eran la capa media. La forma de organización
    preponderante era el gremio, los cuales representaban formas
    de asociación con respecto a una actividad, formas de
    vida en común y un estatus determinado. Los gremios
    aspiraban al monopolio de la producción, así como al control de
    la calidad y el
    proceso de
    trabajo del producto,
    garantizando la subsistencia del artesano, pero frenando el
    desarrollo
    productivo de las ciudades, y en conflicto
    constante con los mercaderes y patricios. Los gremios
    tendían también a ser grupos
    cerrados, pero no exentos de conflictos
    en su interior, existiendo la marginación de algunos
    artesanos por el gremio, así como un conflicto latente
    entre oficiales en ascenso y maestros.

    El noble se consideraba miembro del estamento
    dominante, tanto si ejercía directamente el poder
    sobre sus vasallos como si vivía de las rentas y
    consagrado exclusivamente al cuidado de su casa. Su
    preeminente posición social radicaba en su función como propietario de feudos,
    señor de horca y cuchillo y guerrero. Se hallaba
    vinculado por contactos directos tanto a sus súbditos
    como al príncipe (Van Düllmen, 125).

    La razón principal de la decadencia de la
    nobleza feudal era la desaparición progresiva de su
    función como casta guerrera. Su papel militar se
    había resentido frente a nuevas formas de hacer la
    guerra, la
    aparición de la infantería como reina del campo
    de batalla, el declinio de la caballería pesada
    –que se había demostrado sobradamente
    inútil frente a las ballestas y los mosquetes desde
    hacía por lo menos un siglo- el auge de la
    artillería y las armas de
    fuego en general y las nuevas técnicas de construcción de fortalezas, entre las
    que se destacaba la del bastión.

    Si bien los conocimientos literarios,
    científicos, universitarios y técnicos no eran
    una de sus principales inclinaciones y la ciencia
    burguesa estaba bastante mal vista, a menudo necesitaban la
    colaboración de funcionarios burgueses para un
    funcionamiento adecuado del aparato estatal. Grande en
    cambio fue
    su admiración y mecenazgo por el humanismo
    y el movimiento
    renacentista, aunque en este caso primaba más la
    necesidad de adquirir prestigio que la de cultivar el
    espíritu. La cultura
    intelectual humanista encontró un interesante apoyo de
    la nobleza, que protegía y refugiaba a los perseguidos
    por la Iglesia o por cuestiones políticas. La Reforma encontrará
    apoyo en muchos de estos nobles, que más por intereses
    políticos que piadosos refugiaban a perseguidos y
    excomulgados –como lo fue Lutero- o consintieron la
    práctica y el establecimiento de comunidades
    religiosas protestantes.

    En Alemania se daba la situación de una
    nobleza dependiente del Imperio y otra dependiente de los
    Estados provinciales, siendo los primeros más pobres y
    menos poderosos que los segundos, sujetos a la soberanía de un
    príncipe.

  3. La nobleza: era quien detentaba la supremacía
    política y social, los poderosos y gobernantes. Su
    número era inversamente proporcional a su poder y
    alcanzaba hasta el 1% de la población. Poseía,
    además de la casi totalidad del poder político,
    la mayoría de la propiedad de
    la tierra,
    si sumamos los bienes
    eclesiásticos, en su mayoría en poder de nobles.
    En la nobleza se combinaban el prestigio político y
    social con el poder económico, percibía de sus
    súbditos el tributo y tenían prerrogativas sobre
    los cargos de funcionario de los Estados y de los
    príncipes. Sus diferenciaciones internas eran
    quizás aún más profundas que entre
    burgueses y campesinos, pero poseía una mayor conciencia
    de sí, una autopercepción positiva de
    superioridad sobre el resto de la sociedad.
  4. El clero: gozaba de una situación especial por
    pertenecer a una organización –la Iglesia-
    supraestatal y supraestamental de estructura
    jerárquica, representante de la verdadera doctrina,
    transmisora de la ciencia, el
    arte y la
    cultura eruditas, así como de los bienes de la
    salvación espiritual, con influencia e injerencia en
    todos los sectores sociales, y a la que se accedía no
    por nacimiento sino por ordenación. Por esta
    última razón es notoria la diferenciación
    entre clérigos nobles, que respondían a los
    intereses de su estamento original, y clérigos plebeyos,
    que sufrían las mismas penurias que el resto del pueblo.
    La carrera eclesiástica era la única vía
    de ascenso social segura fuera de la dependencia del nacimiento
    o el privilegio, aunque los altos cargos eran en su
    mayoría ocupados por sacerdotes de origen noble y en
    menor medida patricios o burgueses. La Iglesia de la
    época que nos ocupa era esencialmente medieval,
    situación que cambiará profundamente luego de la
    Reforma y la Contrarreforma, más tarde (Van
    Düllmen, 134-138). Pero su posición privilegiada no
    le era suficiente para sustraerse del odio de el resto de las
    capas sociales, incluida la nobleza, tanto por los excesos
    lujuriosos y la vida mundana de sus integrantes, como del poder
    político que detentaban, muchas veces en conflicto con
    príncipes y burgueses. Y este odio se reforzaba por la
    antipatía que causaban las exacciones constantes hacia
    Roma desde
    los estados y ciudades de Alemania (Engels, 38-40).

II
– La Reforma Luterana:

Lutero: primeros pasos; su pensamiento.

En Eisleben, Electorado de Sajonia, nacía
Martín Lutero el 10 de noviembre de 1483, el mismo lugar
donde moriría 62 años más tarde. En 1501 se
inscribe en la Universidad de
Erfurt, donde se gradúa como Baccalaureus artium.
En 1505 lo hace como Magister Artium y el 17 de julio de
ese mismo año se incorpora al convento de la orden
agustina en Erfurt. Lutero se dedica a la enseñanza
universitaria en Wittemberg donde comenta la Etica
Nicomaquea
de Aristóteles, logrando un gran ascendiente
sobre los estudiantes. En 1508 ya es Baccalaureus Biblicus
y dos años después viaja a Roma por cuestiones
concernientes a la orden. En 1512 se recibe de Doctor en
Teología. En 1517 estalla el asunto de las indulgencias.
Estamos aquí en el punto inicial de la Reforma.

Antes de continuar sería oportuno detenernos para
profundizar un poco en el pensamiento de Martín Lutero. La
divergencia más notoria con la doctrina católica se
dio en lo que concierne al problema de la justificación o
de la justicia de Dios. Para alcanzar la salvación
–profesaba la Iglesia- era necesario que el hombre se
hiciera justo. Pero este hecho se aceptaba como imposible: el
hombre no
puede alcanzar la justificación solo porque el abismo que
lo separa de Dios es insalvable. Es Dios con su infinito amor quien
justifica al hombre, el único que puede saltar ese abismo,
regenerar a su criatura y elevarla. Pero si bien la
justificación es obra de Dios, "no hace más que
coronar los méritos adquiridos por un esfuerzo moral" bajo el
impulso de la gracia (Febvre, 59). Dios no puede hacer
desaparecer al pecado: el esfuerzo moral que busca la
justificación divina es el camino. La moral
humana no se contrapone a la justicia de
Cristo.

Lutero creía, en cambio, que la
justificación no eliminaba el pecado y que la justicia de
Dios era incompatible con la moral y la justicia humana. El
pecado es la condición humana y nada lo hará
desaparecer, porque hasta las buenas acciones
están signadas por éste.

La relación de Dios con el hombre no tienen
basamento jurídicos: es una relación de amor
regenerador que no perdona los pecados sino que los imputa.
Así, el hombre debe reconocer su miseria moral y aceptarse
como pecador, y que su Creador está en derecho de
rechazarlo. El hombre debe tener una conciencia sin
complacencia
de su situación miserable, detestar su
situación pero aceptar que es irreversible y entregarse a
la misericordia divina esperando confiado en Dios.

Este hombre es mirado por Dios como justo, aunque sea
injusto (porque sólo Dios puede ser justo). Y aceptar su
condición de pecador y reconocer la justicia de Dios
implica haber recibido el don de la fe. Por esta
razón las obras desaparecen, no hay ninguna obra humana
que merezca la justificación de Dios. Ninguna. Las
prácticas exteriores son rechazadas
abiertamente.

La salvación solo es alcanzable por el don de la
fe, que no se refiere a la creencia a secas en la existencia de
Dios, como ya explicamos. Debemos llevar a Dios dentro de nuestro
corazón, y es esa la única esperanza
de ser justificados, la que nos dará la seguridad y
confianza de estar entre los elegidos y predestinados por Dios
para salvarse. Esta es una concepción religiosa que tiene
un acento personal,
primando la espiritualidad interior por sobre la práctica
exterior. El cristiano debe sentir a Dios trabajar dentro suyo:
esto le dará la certidumbre de la salvación.
Entonces tendrá a Dios de su lado, no un Dios
estático sino activo, dinámico en el interior del
hombre (Febvre, 56-66).

No eran los abusos de los clérigos ni su modo de
vida disoluto lo que más le inquietaba a Lutero. Era que
la Iglesia había perdido la brújula,
haber abandonado el ministerio de la Palabra, haber olvidado su
misión
universal: predicar al pueblo de Dios La Verdad. No era una
reforma eclesiástica lo que buscaba sino una reforma
religiosa
. Una reforma de la vida interior. "Unus quisque
robustus sit in conscientia sua".

De las indulgencias a Worms.

Era una práctica bastante común que
ciertos eclesiásticos vendieran indulgencias a los fieles
esperanzados de salvar sus almas o las de sus seres queridos que
aguardaban en el Purgatorio. Estas ideas y prácticas,
condenadas por la Sorbona en 1482, fueron el punto de apoyo de
Lutero para exponer los males que la escolástica y la
doctrina de la salvación por las buenas obras causaban al
cristianismo.
Las indulgencias, escandalosas de por sí, eran un ejemplo
ideal con el que podía exponer su propio sentir, atraer la
atención pública y provocar el
ridículo de sus adversarios. Dejemos que L. Febvre nos
relate lo que predicaba Tetzel, conocido charlatán, contra
quien disputaría Lutero:

Remisión plena de todos sus pecados a aquellos
que, contritos de corazón, confesados de boca, habiendo
visitado siete iglesias reverenciadas y recitado cinco
padrenuestros y cinco avemarías, dieran a la caja de las
indulgencias una ofrenda, cotizada según el rango social y
la fortuna, que variaba desde 25 florines de oro para los
príncipes, hasta medio florín, o incluso
absolutamente nada, para los simples fieles (Febvre,
83).

La situación era favorable para Lutero porque su
protector Federico el Sabio, Elector de Sajonia, había
prohibido a Tetzel que predicara en su territorio, pero no en
Maguncia, por razón de que ese dinero que
entraba en las cajas apostólicas se desviaba del destino
que pretendía: las cajas de las ciudades y grandes
administraciones (Contempori, 9-10). Lutero publicó en
Wittemberg el 31 de octubre de 1517 el anuncio de sus 95 tesis,
clavándolas en la puerta de la capilla del castillo. La
proposición de Lutero es la siguiente: el hombre, criatura
perdida, sólo puede querer el mal, no puede amar a Dios
sino de forma egoísta, de este modo su voluntad no es
libre.

Toda acción
es pecaminosa y el hombre que acepte su condición natural
de pecador pero lleve a Dios es su corazón tendrá
la certeza de la salvación; en síntesis,
la mencionada doctrina de justificación por la fe. La
crítica
principal de Lutero a las indulgencias era que estas otorgaban
una falsa seguridad, una falsa certeza en los pecadores acerca de
su salvación. El éxito de las 95 tesis fue
fulminante y recibieron un gran apoyo, tanto por la
crítica a una práctica detestable como por la
mordacidad de algunas de las proposiciones (algunas de las cuales
no hacían más que citar las propias y
archiconocidas palabras que predicaba Tetzel). Sin lugar a dudas
el hecho de que hayan sido reimpresas numerosas veces y
traducidas al alemán, favorecieron su rápida
difusión, y la disputa que comenzó siendo de tipo
académico en pocas semanas había trascendido las
fronteras de Alemania. Y el nombre del ignoto Lutero, en boca de
todos.

En enero de 1518 los ecos habían llegado a Roma.
El Papa León X por intermedio de los agustinos, la orden a
la que Lutero pertenecía, intenta reducirlo al silencio.
Lutero contesta enviándole las demostraciones de sus 95
tesis. Resultado: proceso contra Lutero, quien gracias a la
intervención de su protector Federico de Sajonia evita la
orden de presentarse en Roma y se le otorga la posibilidad de
hacerlo en Augsburgo, territorio infinitamente menos hostil. El
15 de junio de 1520 se publica la bula Exsurge Domine, que
condenaba las ideas de Lutero y ordenaba quemar su obra, con un
plazo de sesenta días para retractarse. Lutero pasaba a
ser un hereje. Pero a pesar de los peligros graves que esto le
ocasionaba, no estaba solo. Erasmo inicia una campaña en
su favor y aboga por una suspención de la sentencia.
Hutten, caballero y humanista- imbuido de una especie de
protonacionalismo alemán que se originaba en su odio a la
fastuosidad y pedantería de que hacían gala los
italianos en Alemania- le garantiza la protección de Franz
von Sickingen, en caso de que Federico lo abandonara, y dirige
una campaña furiosa contra Roma, imprimiendo y divulgando
en latín y alemán por todos los rincones del
país cartas y
manifiestos, entre otros, una copia de la bula papal con
comentarios mordaces.

Inspirado en Hutten, Martín Lutero escribe el
Manifiesto a la nobleza cristiana de la nación
alemana
, donde se incita a la rebeldía de la nación
contra el papado expoliador. Convierte de esta forma a los
príncipes, el poder y la fuerza
políticos, en defensores de la libertad
cristiana. También afirmaba que todos los cristianos eran
el estado
eclesiástico, que las diferencias solo son de
función, y que el bautismo hace a todos los cristianos
sacerdotes.

La ordenación sacerdotal pasa a ser un empleo,
revocable por la autoridad
civil. Proclamaba la libre interpretación de la Biblia contra el
monopolio sacerdotal: todos tienen derecho a su lectura, a
escribir y pensar según su parecer. Finalmente un esbozo
de programa
político, económico y social en el cual condenaba
la usura de los bancos, el
consumo de
alcohol
desmedido, el consumo de especias, un programa de asistencia a
los pobres y mendigos, el matrimonio para
los sacerdotes. Se dirigía al público en general, a
todos los sectores sociales, desde el más alto hasta el
más bajo. Con un solo dato basta para mostrar la
popularidad de Lutero, a esta altura convertido en héroe
nacional: en seis días se vendieron los cuatro mil
ejemplares de la primera edición
(Febvre, 150).

Todas estas proposiciones eran atractivas tanto a los
príncipes y nobles como a los burgueses, porque
ponía en sus manos el destino y la
administración del país, sin intervenciones
foráneas de la Iglesia. Pero quizás lo que
más impacta es una nueva noción de Iglesia, opuesta
a la Iglesia jerárquica y material de Roma; una Iglesia
espiritual compuesta por todos los integrantes de la verdadera
fe, sin intermediarios ni vicarios, una relación directa
entre el corazón de los hombres y Dios. Hacia al interior
del pueblo cristiano sin ninguna jerarquía, sin
distinciones ni privilegios; son todos sacerdotes. No debe
entenderse por esto que Lutero estaba a favor de eliminar las
jerarquías y la autoridades civiles. Lutero
disitinguía entre dos esferas o dos mundos: el
espiritual, interior, donde el hombre es verdaderamente
libre y se relaciona directamente con Dios, y el material
o de los hombres, donde el hombre es esclavo del pecado y de la
autoridad política. En la nueva Iglesia el individuo es
escala de toda la
sociedad. El resultado de todo esto no puede ser otro: que Roma
pase a ser la sede del Anticristo.

En Wittemberg, el 10 de diciembre de 1520 Lutero quema
en una pira la bula papal, frente a todo el pueblo y el
estudiantado. Pocos días después es excomulgado
oficialmente. El 27 de enero de 1521 se abre la Dieta de Worms y
se presenta con un salvoconducto que le otorga su protector
Federico, el 17 de abril. Lutero se niega a retractarse porque su
conciencia está cautiva en las palabras de Dios. Ni quiere
ni puede revocar nada. Si su conciencia es fiel al mandamiento de
Cristo, ¿cómo contradecirla y poder salvar su
alma?. Era una
proclamación categórica de la libertad de
conciencia y de pensamiento, no en el sentido liberal del
término, es decir, el derecho a disponer libremente del
pensamiento propio, sino aceptando someter su conciencia a la
única autoridad reconocida por Lutero, la Palabra de
Dios.

La situación de Lutero es grave a pesar de su
popularidad creciente. El 4 de mayo Federico lo refugia en el
castillo de Wartburg, Turingia, donde permanecerá
secretamente por casi un año. Poco después se
publica el bando imperial conocido como Edicto de Worms que
condena a sus obras al fuego y prohibe la difusión de sus
ideas.

Lutero y la guerra de los campesinos

No es posible tener una medida aproximada siquiera de
cuanto influyeron las ideas de Lutero en la guerra de los
campesino o en qué medida la motivaron. Sí es
posible aseverar que fue su intención provocar
levantamientos armados contra la autoridad, y esto se desprende
de toda su teología. Por lo tanto no es justa la
acusación de haber traicionado a los campesinos, como
algunos sostienen.

Los años que van de 1521 a 1525 están
cargados de una violencia
creciente. La población alemana provoca revueltas contra
el clero, saquea sus casas, por todas partes se editan
innumerables panfletos contra sus integrantes. Es la Reforma por
medio de la fuerza y la violencia. Lutero condena este tipo de
acciones: al papado debe combatírselo con la Palabra, no
la espada. Ya en el Manifiesto a la nobleza Lutero su
posición con repecto a la autoridad secular. Los
príncipes deben impulsar la Reforma, para que el pueblo no
lo haga por sus propias manos. Todo lo que provenga de las
autoridades regulares no es sedicioso. "Cuídate de la
autoridad. Mientras ella no emprenda ni ordene nada,
mantén en reposo tu mano, tu boca, tu corazón…
Pero si pues conmoverla para que actúe y ordene, te es
permitido hacerlo…" . Con la publicación de Sobre la
autoridad secular, hasta qué punto debe prestársele
obediencia
, Lutero comienza una serie de escritos contra la
violencia y a favor del acatamiento de la autoridad secular,
incluso llega a afirmar que los cristianos bajo el dominio del Turco
deben hacerlo, manteniendo a salvo su conciencia en la fe a Dios.
Los príncipes, por más execrables que fuesen, son
designio de la Providencia divina, la voluntad de Dios. Alzarse
contra la autoridad es alzarse contra Dios, el pecado más
grande. Por esa razón son necesarios y legítimos. A
Lutero le interesa el orden espiritual, donde todos son iguales
ante Dios. Toda su concepción de la autoridad y el papel
del Estado se basa
en esta dualidad entre vida material y vida espiritual. Estas se
yuxtaponen: una se somete a Dios, la otra a la autoridad
secular.

Los campesinos justificaban sus reclamos en que estaban
cumpliendo las palabras del Evangelio, por lo tanto sus actos de
rebelión no eran sino actos de justicia. Lutero,
enardecido les contesta que el Evangelio condena cualquier tipo
de rebeldía. Y ni siquiera la injusticia debe ser causa de
rebeldía. Sólo importa la libertad interior, del
espíritu. Y la misericordia nada tiene que ver con mundo
temporal, por lo cual los jueces deberán ser duros en el
castigo de los sediciosos. "¿Qué razón
habría para mostrar a los campesinos tan gran clemencia?
Si hay inocentes entre ellos Dios sabrá protegerlos y
salvarlos…", "Quien ha visto a Müntzer puede decir que ha
visto al diablo encarnado, en su más grande furia.
¡Oh, Señor Dios, si reina semejante espíritu
entre los campesinos, es tiempo de
degollarlos como a perros
rabiosos!". Pero la doctrina dualista que proclama para
justificar su fervor homicida es olvidada cuando declama:
"Vivimos en tiempos tan extraordinarios que un príncipe
puede merecer el cielo vertiendo la sangre, mucho
más fácilmente que otros rezando."

Que Lutero no haya traicionado a los campesinos a los
campesinos, no quiere decir que éstos no se hayan sentido
traicionados. Los campesinos se sentían continuadores del
monje que renegó en Worms, de quien proclamaba valores de
igualdad
dentro de una sociedad eminentemente jerárquica, del
defensor de los pobres y humildes, del que proclamaba ideales de
libertad y no se había sometido al Papa ni al Emperador,
de aquel que denunciaba los abusos y expoliaciones que
sufrían de los clérigos y señores. Al menos
esa era su imagen de Lutero.
También el artesanado tenía una imagen parecida.
Porque Lutero ponía en tela de juicio a toda una sociedad
en crisis. En
palabras de Febvre, "pulverizaba el sistema de
creencias y de las representaciones colectivas mejor arraigadas,
más veneradas de su tiempo,… … para que pudieran
recrear el medio necesario para el libre desarrollo de sus
concepciones…" Todos detestaban a la Iglesia, desde los
príncipes a los campesinos, y todos leyeron un Lutero
diferente.

Thomas Müntzer era admirador de Lutero, formado en
su catecismo y hasta 1523 un seguidor incondicional. Pero ese
amor se trastoca en un odio furibundo, en una irrespetuosa
divergencia. Y más allá de las divergencias
teológicas se nos aparece una sustancial: quien debe
ejercer la espada. Para Müntzer es la comunidad de los
elegidos, para Lutero la autoridad secular.

III
– La guerra de los campesinos

Antecedentes

Alemania, al igual que el resto de Europa,
conocía la presencia de movimientos milenaristas desde
muchos siglos atrás. Las profecías milenaristas se
referían al fin de los tiempos y el cristianismo
tenía su propia escatología que se remontaba al Libro de la
Revelación, o Apocalipsis. Se esperaba la segunda venida
de Jesucristo, que vendría a redimir al mundo de sus penas
y a juzgar a los impíos, instaurando el reino de Dios
sobre la Tierra,
igualitario y si dolor en la presencia del Señor. Esta era
una lectura liberal más que literal –como explica
Norman Cohn. Esta salvación sería colectiva
(disfrutada colectivamente), terrestre (debía realizarse
en la tierra), inminente (sería pronta y repentina), total
(sería la perfección) y milagrosa (con la ayuda
sobrenatural) (Cohn, 11-12).

Los antecedentes se remontan a muchos movimientos,
mitos sociales
y sectas religiosas, entre otros, al retorno de Federico II, las
profecías de Joaquín de Fiore, la herejía
del Libre Espíritu y los revolucionarios husitas y
taboritas de Bohemia. Por la importante influencia que ejercieron
y para no extendernos demasiado solo nos aproximaremos a estos
últimos.

Juan Huss era un predicador contra los abusos y la
corrupción
del clero. Era un personaje notorio de la sociedad de Bohemia,
rector de universidad y predicador notable. El Papa Juan XXIII
–que luego dejó de ser reconocido como tal por la
Iglesia- predicaba una cruzada contra el rey de Nápoles,
su enemigo personal, prometiendo indulgencias a quienes
participaran. Huss se opuso y comenzó una campaña
contra la venta de
indulgencias. No era un extremista ni rebelde pero por negarse a
obedecer a su autoridad superior fue excomulgado en 1412 y
quemado por hereje dos años más tarde. La noticia
de su muerte
conmovió al país y se impulsó una reforma
nacional, con apoyo del rey Wenceslao, de la nobleza y la
burguesía checas.

La Iglesia pasó bajo la autoridad civil y todos
los clérigos adictos a Roma destituidos. Dentro del
movimiento popular husita surgieron grupos de tendencias
radicales cuyas intenciones iban más allá de los
objetivos de
la nobleza. Sus integrantes pertenecían a los estratos
más bajos: obreros textiles, tejedores, artesanos
herreros, etc. En un levantamiento general, triunfa una
insurrección en Praga y la ciudad queda en poder de los
gremios de artesanos, aunque el grueso del movimiento se
componía de desempleados, sirvientes, jornaleros y
miserables de toda laya. También encontró un fuerte
apoyo del campesinado. Alrededor de 1419 el ala radical del
husitismo comienza a separarse de la conservadora, lo que sumado
a las políticas persecutorias del rey los llevó a
formar congregaciones fuera de los poblados. El grupo
más importante se instaló en un monte al que
rebautizaron Tabor. Los taboritas fueron un movimiento combativo
de corte milenarista con elementos igualitaristas, de gran
heterogeneidad. Luego de su derrota muchos de sus adeptos se
refugiaron en Alemania y continuaron su actividad, notoria por
cierto ya que en el Concilio de Basilea se los percibía
como una amenaza y una mala influencia para el campesinado
alemán. Sus influencias se hicieron patente cien
años después en la guerra de los
campesinos.

Thomas Müntzer

En 1520 en la ciudad de Zwickau, Müntzer
tomó cargo de su ministerio y conoció a un tejedor
llamado Miklas Storch. Este había sido un adepto de las
ideas taboritas, las cuales las había adquirido en
Bohemia. Müntzer, seguidor de Lutero, poco a poco fue
incorporando la escatología taborita. Sus prédicas
iban dirigidas a los sectores más miserables, los
trabajadores de las minas, los tejedores a los obreros y
jornaleros, quienes vivían una situación de
penurias debido a la explotación incontrolada de las minas
de plata de la zona. Zwickau se dividió en dos sectores
antagónicos: los acomodados que apoyaban al párroco
y los marginados liderados por Müntzer.

Expulsado, huyó a Praga, donde sus posiciones se
radicalizaron más aún. Nuevamente expulsado
peregrinó de pueblo en pueblo, predicando su doctrina por
Alemania central. En Allstedt, en 1523, encontró un gran
grupo de seguidores que iba a ser la estructura de su movimiento,
la Liga de los Elegidos. Compuesta en su mayoría por
analfabetos, era la contracara de los seguidores universitarios
de Lutero. Müntzer en julio de 1524, predicando un
sermón que escuchaba el duque Juan de Sajonia, invita a
los nobles a unirse a su causa: o eran siervos de Dios o lo eran
del demonio. El esperable rechazo de los príncipes lo
colocó más claramente en la senda insurreccional y
revolucionaria. Publicó entonces un folleto llamado
Desenmascaramiento explícito de la falsa fe del mundo
incrédulo
. Lanza diatribas contra los nobles y
príncipes, contra la usura, las riquezas que disfrutan a
causa de la miseria del pueblo. Los elegidos para llevar a cabo
el milenio no son ellos- que serán segados como
cizaña- sino los desposeídos, los pobres, cuyo
único bien es la posesión de la verdadera fe en
Dios y libres de las tentaciones mundanas. Su siguiente folleto
fue un ataque a Lutero: La más amplia requisitoria.
Si bien ambos creían en la próxima llegada de los
Ultimos Días, para Lutero el Anticristo era el papado, y
el reino que fundaría Cristo en su segunda venida no
sería terrenal. Para Müntzer la imagen de Lutero era
la de la Bestia del Apocalipsis. Si Lutero apoya a los
príncipes está justificando sus injusticias. Y se
dirige a él de esta forma:

El malvado adulador calla… sobre el origen de todo
robo… Fijaos, las raíces de la usura, del hurto y del
robo están en nuestros señores y príncipes,
ellos consideran que todas las criaturas son propiedad suya: el
pez en el agua, los
pájaros en el aire, las
plantas en la
tierra, todo es de ellos.

Zorro astuto, por tus mentiras has entristecido el
corazón del hombre justo, al que Dios no ha oscurecido, y
con ello has fortalecido el poder de los ateos canallas, para que
sigan por sus antiguos caminos. Por eso te pasará lo mismo
que al zorro cuando es atrapado. El pueblo llegará a la
libertad y sólo Dios será su
señor.

Guerra y revolución

La situación del campesinado alemán no era
peor que en otras épocas, sino más bien iba en
ascenso. Los campesinos que participaron en la
insurrección no lo hicieron desesperados por la miseria,
sino para conseguir objetivos concretos, siendo el más
importante y el máximo de ellos el autogobierno local. La
primera etapa de la lucha que abarcó de marzo a mayo fue
circunscripta a localidades y a la obtención de prebendas
de los señores específicas, que otorgaran mayor
autonomía a los campesinos. No hubo derramamientos de
sangre ni levantamientos masivos. Lo que más inquietaba a
los campesino era la expansión del estado territorial del
los príncipes, que amenazaba su modo de vida tradicional,
sometiendo el derecho consuetudinario al derecho
romano, de la injerencia de la administración central y de la mayor
presión tributaria. Según Cohn explica, los
príncipes fueron muy concientes de esta situación,
y aprovecharon la oportunidad que les dio el levantamiento
campesino para prolongar la guerra y reprimir a todo el conjunto
del campesinado, consolidando su autoridad. También se
vieron favorecidos por la reducción del campesinado, la
degradación de la baja nobleza y las fundaciones
eclesiásticas. Un precio que
pagarían los 100.000 campesinos alemanes
masacrados.

La mayor parte de los campesinos no compartían la
ideas milenaristas de Müntzer, pero confiaban en él,
lo consideraban un hombre instruido y piadoso, dispuesto a
compartir su misma suerte, situación que se reafirmaba en
el rechazo que hacía Müntzer de toda riqueza
personal. Por otro lado no apareció nadie que rivalizara
con éste. Luego de una serie de combates en que los
príncipes siempre derrotaron a los campesinos, sobrevino
la batalla final de Frankenhausen. El ejército campesino,
de unos 8.000 hombres mal armados sin caballería y casi
sin artillería fue masacrado por Felipe de Hesse. El
ejército campesino sufrió 5.000 bajas contra una
docena escasa de los efectivos de la nobleza. Müntzer fue
arrestado, torturado y obligado a confesar sobre la Liga de los
Elegidos. Luego fue decapitado. Sus seguidores se dispersaron,
pero la antorcha milenarista sería retomada en Munster por
el movimiento anabaptista una década después. Pero
no abordaremos esos acontecimientos en esta
oportunidad.

VI
– Conclusiones
:

Modernidad de la Reforma.

A diferencia de los personajes que le sucedieron, en los
cuales los elementos modernos del pensamiento aparecen más
claros, Lutero fue un personaje a caballo entre dos
épocas, un personaje de transición y con elementos
modernos tanto como tradicionales. Lutero inicia la modernidad, pero
no la funda (Mendes Sargo, 8-12). Lutero propugna valores de
libertad de pensamiento, de libertad de conciencia y da un nuevo
lugar al individuo en su relación con Dios y con el mundo.
Pero su concepto de
libertad dista mucho del concepto moderno, pues está
sometido a la autoridad de Dios. Es una libertad de conciencia,
pero no de libertad de acción. La libertad de
acción luterana no es tal: para Lutero no es necesario
modificar la realidad material mundana, por que está
instituida por Dios. Libertad dentro de los límites
que proponga la autoridad suprema. Pero éste será
el pivot sobre el que vendrán a apoyarse nuevas ideas, de
contenido moderno. Si Lutero es el padre del mundo moderno-
sostiene Febvre- lo fue involuntariamente, rompiendo la unidad de
la Iglesia y debilitando su poder, provocando el surgimiento de
innumerables sectas, por dar un papel a los laicos prominente en
cuestiones religiosas y por propugnar la libre
interpretación de las Escrituras.

Pero hay un elemento muy interesante, que Lutero supo
aprovechar más que ninguno antes: la imprenta. Y es
un elemento innegablemente moderno. Lutero tal vez no hubiera
causado el revuelo que causó si sus 95 tesis no hubieran
sido reimpresas innumerables veces, y además traducidas al
alemán. Entre 1520 y 1540 se imprimieron en alemán
tres veces la cantidad de libros que en
los dos decenios anteriores, y entre 1518 y 1525 un tercio de lo
que se publicaba llevaba su nombre al pie. Todas las guerras que
Roma había ganado a la herejía cayeron de un
plumazo frente al éxito del capitalismo
impreso. Además la comunidad religiosa imaginada que era
el cristianismo y que tenía al latín por lengua sagrada
y universal, depositaria del conocimiento y
la erudición, comenzó a resquebrajarse con la cada
vez mayor impresión de obras en lenguas vulgares y
vernáculas (Anderson, 34-36). La mayor cantidad de
población alfabetizada en las ciudades hizo de
éstas los principales centros donde se difundían y
arraigaban las ideas de la Reforma, quedando el campo marginado a
los efectos de la imprenta por el alto grado de analfabetismo.
Por eso los sectores artesanos y burgueses fueron quienes
adhirieron más pronto a los nuevos valores.

Con respecto al campesinado no se puede decir que sus
valores fueran modernos, sino que más bien intentaban
protegerse de los avances de los estados territoriales de los
príncipes. En su mayoría no adhirieron al
milenarismo de Müntzer, aunque lo hubieran aceptado como su
líder.
El milenarismo hallaba su fuerza en los sectores
desposeídos de la sociedad, aquellos que dentro de la
sociedad no tenían ninguna posibilidad de mejorar su
situación ni hacer oír sus protestas. La peste, una
suba inflacionaria o cualquier cataclismo natural que
desestructurase en lo más mínimo la vida de estos
pobres seres los arrojaba a buscar la salvación en brazos
de un profeta. Este fue el caso de Thomas Müntzer. En la
medida que se agudizaban las tensiones sociales surgían
estos profetas que con un grupo de radicales poseídos
intentaban transformar el alzamiento en un combate redentor y
final (Cohn, 305-308). En un retorno a la Edad dorada de los
primeros cristianos, único lugar en que sus miserables
existencias depositaban una esperanza de felicidad.

Bibliografía

Norman Cohn, En pos del milenio., Barral,
1972.

F. Engels, Las guerras campesinas en Alemania.,
Grijalbo, 1971

L. Febvre, Lutero un destino., F.C.E.

Mendes Sargo, Martín Lutero, Thomas
Müntzer
., Biblos 1990.

Van Dülmen, Los inicios de la Europa
Moderna
., SigloXXI, 1984.

J Macek, La revolución
Husita
., Siglo XXI, 1975.

Colección Los Hombres, Página 12,
N° 19.
Lutero

Peter Burke, La cultura popular en la Europa
moderna
., Alianza Editorial, 1996.

N. Zemon Davis, Sociedad y Cultura en la Francia
moderna
, Crítica. (Capítulo: La imprenta y el
pueblo), 1993.

P. Kriedte, Feudalismo
tardío y capital
mercantil
., Crítica, 1994.

B. Anderson, Comunidades imaginadas., F C E,
1993.

 

 

 

Autor:

Patrick E. Pedulla

Antropólogo (UBA)

Nacido: New York (EE.UU.) 1964.

Lugar y Fecha: Octubre, 1999, Buenos Aires,
Argentina

 

Partes: 1, 2
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