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Acoso Sexual (página 2)




Enviado por Karel�n L�pez



Partes: 1, 2

Uno de los ejemplos más fehacientes de estas
expresiones de poder que
algunos hombres ejercen, lo es, sin dudas, el hostigamiento o
acoso sexual; el que podemos definir como cualquier conducta física o verbal con
connotaciones sexuales dirigidas hacia una persona en contra
de su voluntad. El acoso sexual
puede ser realizado por una persona que ocupa una
posición, laboral o en
cualquier otro ámbito, de mayor jerarquía que la
víctima del acoso, por ejemplo la típica
relación jefe – subordinada; puede darse
además, entre personas que ocupan una misma
posición, por ejemplo compañeros y
compañeras de trabajo.

Según López, F.(1994, p-129) el acoso
sexual es un concepto menos
definido que los abusos sexuales y la violación. Plantea
que podría definirse como cualquier forma de presión a
otra persona con el fin de imponerle relaciones
sexuales que no desea. Estas presiones pueden ser de tipo
económico, laboral o social.

Cubre una amplia gama de presiones, demandas, exigencias
y agresiones sexuales no deseadas que se expresan en las
relaciones entre los géneros. Por regla general quien
hostiga es el hombre,
siendo la mujer la
víctima más frecuente del acoso sexual,
según Silva, R. y Martínez, L. (1998, p-148),
refiriendo a Renick (1980).

En cualquier caso, debemos considerar que se trata de
una forma de presión sexual no deseada, y en último
término eso es lo que lo diferencia de otras situaciones,
en los que los juegos de
seducción adquieren un sentido totalmente
justificado.

La forma más conocida de acoso sexual es la que
se da dentro del lugar de trabajo, sirviéndose el
patrón, jefe, encargado o compañero, de las
relaciones de poder que tiene sobre las trabajadoras.

En sus manifestaciones más sutiles el acoso
sexual incluye piropos, guiñadas, insinuaciones sexuales y
la repetición deliberada de comentarios no requeridos.
Pero estas formas de asedio suelen ser sustituidas por
expresiones más directas y más violentas de
agresión sexual según aumente el grado de poder del
hombre sobre
la mujer.

En estos casos, la víctima puede estar expuesta a
frases de cariño no deseadas, pellizcos, roces corporales
no solicitados, invitaciones insistentes a salidas que no desea,
gestos obscenos, ofensas verbales de naturaleza
sexual, así como: besos, abrazos y apretones forzados. En
los casos más extremos pueden aparecer las formas
agravadas de violencia, que
vienen unidas a los intentos de violación
sexual.

El concepto de acoso fue acuñado por el movimiento
feminista norteamericano en los años setenta. El
término surgió a partir de un análisis llevado a cabo por un grupo de
mujeres universitarias sobre su experiencia laboral,
formulándose como una conducta intrusiva o indeseada de
los hombres en la vida de las mujeres.

No se concebía entonces que dicha conducta fuera
necesariamente de naturaleza sexual. Más bien se trataba
de un conjunto de prácticas y actitudes que
infantilizaban a las mujeres en el trabajo,
obstaculizaban su integración o negaban su valor como
profesionales.

El tema adquirió, en los años ochenta, una
enorme resonancia en los medios de
comunicación, fundamentalmente en EE.UU., a
raíz de una serie de juicios que conmovieron, por sus
connotaciones políticas,
sexuales y sociales, a la opinión
pública.

Al mismo tiempo se
llevaba a cabo una importante labor de investigación sobre el acoso sexual,
centrada básicamente en los aspectos psicosociales del
fenómeno, intentando identificar el alcance del problema
social, así como cuantificar los costos sociales,
tanto para las víctimas del acoso, como para las empresas donde
éstas trabajaban.

En el mundo anglosajón, se multiplicaron los
estudios tanto de carácter teórico como
empírico sobre el acoso sexual en los centros de trabajo y
en los espacios universitarios. Dos factores influyeron, como
mínimo, en este nuevo interés
por el acoso sexual:

– El primero fue la entrada de las mujeres en el
mercado del
trabajo, en los años ’70, a una escala sin
precedentes, dando lugar a dos respuestas algo contradictorias.
Por un lado fue tomada a mal y percibida como una amenaza. Si
bien la resistencia a su
presencia algunas veces adoptaba la forma de una discriminación sexual, es decir,
asignación de trabajos con bajos salarios y sin
promoción, en otros casos se explotaba la
presencia de mujeres.

Los favores sexuales y el sometimiento al comportamiento
sexualmente ofensivo eran considerados como condiciones de
empleo, que
abarcan desde la contratación, la conservación del
propio trabajo, hasta el cambio a otro
trabajo, o la promoción. El mensaje de dicho trato era
relativamente más claro: las mujeres eran objetos sexuales
en primer lugar, y, en segundo, trabajadores valiosos.

– El segundo factor que influyó en el repentino
interés de los investigadores por el acoso sexual, fueron
las resoluciones legales iniciadas en los Estados Unidos,
que reconocían que el acoso era un tipo específico
de conducta prohibida, y no una violación de otra
obligación legal más general, las que animaron a
los investigadores a centrar sus esfuerzos en la
identificación del alcance del problema del acoso sexual
en el trabajo.

Más recientemente, los esfuerzos que han guiado
las aproximaciones al problema del acoso, se han decantado por su
definición y por la evaluación
del mismo.

Pernas B. y otros (2000), realizaron una
investigación, que publicaron bajo el título "La
dignidad
quebrada. Las raíces del acoso sexual en el trabajo", los
resultados más importantes, demuestran que la
visión cambia según el puesto que se ocupe en las
organizaciones. Cambia la relación entre la
identidad
sexual y laboral, la percepción
de la propia valía y la capacidad de reacción ante
el entorno. Además de presentarse, socialmente, una
relación con el trabajo distinta cuando se ocupan puestos
tradicionalmente feminizados, donde la expectativa social sobre
la mujer afecte el puesto y a la tarea, o puestos que siempre se
habían reservado para hombres, llenos de rituales que
determinan los comportamientos.

Igualmente la posición de poder, autoridad que
se deriva del cargo no es vista de forma similar cuando el que
ocupa el puesto es un hombre o una mujer. La jerarquía es
natural en el hombre, la ejerce con equidad o con
abuso. En las mujeres todavía es extraña, y al
contrastar con el sexo puede
parecer siempre abusiva o exagerada.

En el libro "El
hostigamiento sexual de las trabajadoras en sus centros de
empleo"; sus autoras, las puertorriqueñas Lourdes
Martínez y Ruth Silva Bonilla, reflejan una
investigación realizada al respecto en el que se trazaron
como objetivos:
examinar cómo registran las mujeres, trabajadoras
asalariadas en este caso, la existencia de un vasto conjunto de
prácticas de asedio sexual a que son sometidas en su
centro de trabajo, basadas en estudios anteriores que documentan
la existencia de estas prácticas de hostigamiento sexual
en los centros de empleo, como los de Alvarado (1982) y
Muñoz (1984).

Las metas más específicas que se
propusieron fueron: identificar los niveles de vulnerabilidad al
hostigamiento sexual de las trabajadoras en las diferentes
jerarquías de empleo y salario y el
nivel de capacitación de las empleadas de esa
vulnerabilidad diferente; identificar la magnitud de los efectos
del hostigamiento sexual en las vertientes psicológica y
económica de las trabajadoras, así como los efectos
que producen en las estructuras de
las relaciones sociales de las mujeres en sus centros de empleo y
fuera de éste, con énfasis sobre la forma en que
las trabajadoras conceptualizan dichos elementos, y examinar el
nivel de conocimiento
de las trabajadoras en los diversos contextos de empleo acerca de
las leyes que imponen
sanciones al hostigamiento sexual.

Consideraron esta investigación como una tarea
científicamente urgente, argumentando que a través
del discurso
dominante estas prácticas de asedio quedan excluidas de
hacer su entrada a nuestra conciencia
cotidiana en forma de denuncia, dado que las mismas no suelen ser
conceptualizadas como prácticas de violencia, de
subordinación y atropello.

Señalan que, aunque idealmente, para el estudio
del ámbito laboral, es necesario centrarse en un espacio
separado, éste no tiene nada de puro, sino que las formas
son solidarias con las que existen en el conjunto social y sus
prejuicios tienen raíces similares aunque manifestaciones
propias.

También expresan que el trabajo, precisamente
porque se entiende desde la revolución
industrial, se ha formado sobre la dicotomía
público – privado y se ha intentado distinguir entre
su racionalidad y la presunta eficacia de otros
órdenes sociales.

El tiempo es medido en el trabajo antes que en otros
espacios, para ser convertido en valor económico; el
cuerpo es disciplinado en el trabajo, las máquinas y
los trabajadores armonizados; tiempo, valor y dinero forman
una alianza que no existe en la familia, ni
teóricamente en el resto de la vida social, aunque la
sociedad de
consumo haya
desbaratado esta diferencia.

Con estas reflexiones pudieron explicar que la entrada
masiva de las mujeres en el mercado del trabajo no es un
acontecimiento neutral, sino que arrastra múltiples
transformaciones. Afecta, evidentemente, a la igualdad de
géneros de forma muy profunda, al consagrar la independencia
económica de la mujer; afecta a la
organización del trabajo y al resto de la vida social,
obliga a replantear la distribución del tiempo social y de los
recursos
sociales; introduce el sexo en el trabajo, o al menos así
lo parece, puesto que la cultura
patriarcal atribuye el "orden sexual" a las mujeres. Esto no es
cierto, una forma de sexualidad, la
masculina, ha imperado en las formas y manifestaciones del cuerpo
en el mundo del trabajo; lo interesante sería reflexionar
a cerca de por qué la llegada masiva de las mujeres al
trabajo, se manifiesta en forma de problemas como
el acoso sexual.

Algunas organizaciones laborales, según datos recogidos
por algunos sindicatos de
gran reconocimiento a escala internacional, en 1987 brindaron la
información de que alrededor de un 84% de
las mujeres trabajadoras de algunas empresas habían
sufrido algún tipo de acoso sexual, datos que dan una idea
de las verdaderas dimensiones que alcanza este hecho.

Otras investigaciones
nos muestran las consecuencias del acoso sexual para la persona
que ha sido objeto del mismo: del orden laboral, ocasionando el
abandono o cambio de trabajo, absentismo laboral, baja productividad,
dificultad en el desempeño del trabajo, y la creación
de un ambiente tenso
y hostil que puede afectar la salud de la persona, etc.;
del orden social ya que en muchas ocasiones se tiende a
culpabilizar a la victima con la consiguiente pérdida de
estima y rechazo hacia ella; del orden personal,
disminuyendo la autoestima de
la persona, provocando situaciones de presión, stress,
tensión nerviosa, irritabilidad, ansiedad, las cuales
pueden dar lugar a un estado de
depresión y otros problemas médicos
tales como jaquecas, trastornos cutáneos y problemas
digestivos; además de falta de interés en su
trabajo con manifestaciones físicas.

Una arista importante a tomar en cuenta en el acoso
sexual es la legal, ya que éste forma parte de un una
serie de conductas que violan normas y leyes
establecidas, aunque la sociedad en su quehacer diario
condiciona, a través de la educación sexista,
la existencia y perpetuidad de conductas violentas, además
de que los mecanismos legales existentes son
insuficientes.

El Código
Penal Cubano en el artículo 303, luego de las
modificaciones realizadas en 1997, establece que: "se sanciona
con privación de libertad de
tres meses a un año o una multa de cien a trescientas
cuotas, a quien acose a otro con requerimientos sexuales". Este
delito se
incluyó dentro de la sección quinta referente al
Ultraje Sexual, del Capítulo y Título
correspondientes a Delitos contra
el normal desarrollo de
las relaciones sexuales.

Consideramos como un gran logro que se incluyera el
acoso sexual de manera explícita en nuestra
Legislación, pero valoramos que resulta necesario explicar
en la misma, de forma sintética, qué vamos a
entender por acoso sexual, teniendo en cuenta que la
aplicación de la ley pasa por la
subjetividad de las personas, mucho más con un tema tan
discutido aún en las ciencias
sociales.

Aproximación al estudio del acoso sexual en
Cuba.

En Cuba, la violación, el abuso sexual
de menores, la violencia doméstica o familiar y otras
formas de violencia sexual, han tenido sus manifestaciones, pero
no en el orden del resto de los países de América
Latina. Nuestra sociedad no se caracteriza en su generalidad
por el maltrato, sin embargo en el mundo privado de la familia,
todavía superviven estas manifestaciones, aunque de forma
general la comunidad rechaza
tales conductas.

La sociedad cubana se basa en los principios de la
igualdad y la no-discriminación, los cuales están
incorporados a todas las leyes y políticas del país
desde el Triunfo de la Revolución
en el año 1959; no obstante, existen manifestaciones de
violencia en nuestro entorno, que aún no han sido
superadas, ya que los cambios en la conciencia social son mucho
más lentos. Por lo que todavía persisten en la
conciencia social e individual de hombres y mujeres en nuestro
país, viejas concepciones sexistas que obstaculizan en la
práctica el pleno ejercicio de la igualdad entre ambos
sexos.

Con el fin último de contribuir al conocimiento
del acoso sexual en Cuba, (una de las situaciones de violencia
menos conocidas en nuestro país y de las que a penas se
comienza a hacer referencia), así como a la
sensibilización y toma de conciencia de la población para su necesaria
eliminación, y educación de ambos
sexos sobre la base de la equidad en la diferencia, nos
propusimos realizar una investigación exploratoria y
descriptiva con el objetivo de
determinar las principales manifestaciones de acoso sexual en la
vida pública y laboral de un grupo de trabajadoras del
Turismo, por ser
un sector complejo, con gran competitividad
y donde la mayoría de los que tienen el poder
administrativo son hombres; aunque éste puede manifestarse
en todas las esferas laborales.

La investigación fue realizada en el Municipio
Plaza de la Revolución, en la Ciudad de La Habana, por
conocer las complejidades que encierra como toda capital, y
tomando en cuenta que este municipio posee gran cantidad de
instalaciones turísticas

La muestra fue
seleccionada a través del muestreo no
probabilístico, muestra espontánea. Quedó
integrada por 50 mujeres, cuyas edades oscilan entre los
diecisiete y los cincuenta y cinco años, (edad laborable
para las mujeres en Cuba). Para la recogida de información
se utilizaron 3 cuestionarios cerrados, una técnica
proyectiva y una entrevista
semiestructurada.

¿Qué encontramos en la
investigación?

El 96% de la muestra ha sido victima de acoso
sexual.

Se ha manifestado sin distinción de edad, aunque
con un predominio entre mujeres jóvenes; el sector laboral
predominante es el turismo con 19 de las situaciones de acoso, y
de estado civil soltera o casada indistintamente. Sucede,
además, a cualquier hora y en disímiles lugares sin
distinción, aunque existen algunos como los parques,
paradas de ómnibus, etc., que tienen preferencia por los
victimarios.

El acoso sexual público resulta predominante con
el 96% de las mujeres, a pesar de ser menos estudiados por los
investigadores del tema. Entre las situaciones que con mayor
frecuencia han vivido destacan insinuaciones y/o propuestas
referentes a la sexualidad, al cuerpo y a mantener relaciones
sexuales en contra de la voluntad, que es considerado como acoso
sexual de intensidad leve, aunque es importante considerar las
intensidades moderada y grave, a partir de las consecuencias que
trae para la victima la realización de esto
hechos.

Las victimas han recibido esta manifestación de
acoso sexual fundamentalmente por desconocidos, aunque parejas
anteriores y personas conocidas han importunado a las mismas con
bastante frecuencia, siendo de indiscutible valor para nuestra
investigación que 4 personas hayan vivido situaciones de
acoso sexual por parte de un familiar, teniendo en cuenta la
repercusión que para la afectividad,
autovaloración, etc., tienen estas situaciones para quien
las vive sobre todo si ocurre en etapas tempranas de la vida como
la adolescencia.

El acoso sexual laboral se manifiesta con elevada
frecuencia (50%), determinando que un número considerable
de mujeres ha sido victima de acoso sexual público y acoso
sexual laboral, este dato pudiera apuntar a la gran
vulnerabilidad de las mujeres para ser víctimas de
violencia y a la carencia de poder social que les ha trasmitido
la educación sexista por la que aún atraviesa la
sociedad cubana.

Un resultado interesante es que el 36% de los
victimarios son personas con mayor jerarquía que la
víctima y un 20% compañeros de trabajo, lo que
denota abuso de poder por el género y
por el cargo, colocando a las mujeres en una situación de
inseguridad al
ser en su centro laboral un objeto de placer sexual y no un
trabajador más. lo que denota que en los centros de
trabajo de estas mujeres existe un ambiente de trabajo poco
favorable para el desempeño de sus funciones.

Constatamos que el acoso sexual implica situaciones que
resultan desagradables para las mujeres que lo reciben,
provocando en muchos casos malestar, ira y fundamentalmente
reacciones de miedo, lo que nos lleva a comprender en la
práctica cuales son las consecuencias que para la victima
tienen este tipo de situaciones.

Resulta curioso que un 90% de la muestra (45 mujeres) no
tiene conciencia de haber sido víctima de acoso sexual.
Ocurre que su concepto de acoso sexual es poco preciso, e incluso
en algunos casos las personas no saben de qué se
trata.

No existe crítica
con respecto a esta situación por parte de ellas mismas,
planteando que éstas las enfrentan mayormente las mujeres,
lo que nos hace enfatizar en la necesidad de aumentar el caudal
de conocimientos con respecto a situaciones de violencia, para
que no sean vividas por la mujer como algo normal, natural, que
tiene que ser así porque siempre les han sucedido a las
mujeres.

También la opinión de las mujeres con
respecto al hombre cubano, (bastante agresivo, rebelde,
piropeador y enamoradizo, algo tosco y violento; pero por sobre
todas las cosas machista) justifica la práctica de la
violencia, en algunos casos, en las relaciones entre hombres y
mujeres.

Otra idea importante que puede dar la medida de la
magnitud del problema es que para la mayoría de la
muestra, las mujeres son las responsables de que ocurran estas
situaciones puesto que las provocan con su forma de vestir, etc.,
además de que consideran que el hombre tiene impulsos
sexuales imposibles de contener, demostrándose la falta de
conciencia de género existente entre las mujeres de la
muestra y la urgencia de realizar un trabajo al
respecto.

A partir de los resultados pudimos constatar que existen
manifestaciones de acoso sexual en el sector turístico del
municipio Plaza de la Revolución, en la capital cubana,
con gran frecuencia y varios niveles de intensidad e incluso se
detectaron víctimas que han vivido situaciones de acoso en
los tres niveles (leve, moderado y grave). La mayoría de
la muestra ha sido víctima de acoso sexual público
y un poco más de la mitad de éstas de acoso sexual
laboral, lo que implica que un gran porciento de la muestra
está muy expuesto a estas situaciones de violencia,
poniéndose de manifiesto que muchos hombres se creen con
el derecho de invadir la intimidad de las mujeres
obligándolas a asumir y aceptar actos en contra de su
voluntad, respaldados en una construcción jerarquizada de los
géneros en el ámbito social.

Las consecuencias que para la víctima tiene vivir
estas situaciones son sobre todo de orden emocional y laboral
entre las que se presentan: el miedo, malestar físico,
despidos laborales y empeoramiento de la situación
laboral; añadiendo a esto que los efectos en muchos casos
no son sólo de inmediato sino que pueden prolongarse de
por vida.

Las personas que con mayor frecuencia acosan sexualmente
son los desconocidos en el público y los jefes en el
centro laboral, aunque otras personas con menor frecuencia han
jugado el rol de victimarios, como los amigos, vecinos y
compañeros de trabajo.

Aunque no se planteó dentro de los objetivos de
la investigación, pudimos conocer que estas personas han
realizado las conductas de acoso fundamentalmente a mujeres
jóvenes, no importa el estado
civil y en el caso del público no importa el lugar aunque
algunos parques, el malecón habanero, entre otros, son los
más propicios; en el caso del laboral se ha presentado con
mayor frecuencia cuando las personas laboraban ya en el sector
del turismo.

Las mujeres que han vivido estas situaciones de acoso en
muy pocos casos se consideran víctimas de este tipo de
violencia lo que puede estar dado por el poco conocimiento que
poseen sobre el tema, además que la familiaridad
acrítica manifiesta con respecto al acoso sexual, no les
ha permitido crear nuevos esquemas referenciales para adaptarse a
los cambios que, en cuanto al género, ha introducido la
Revolución en nuestro país.

La gran mayoría de este grupo, acusa a las
mujeres que son víctimas de acoso sexual de provocadoras
de esta situación, y justifica a los hombres porque tienen
impulsos sexuales que no pueden contener, lo que da la medida de
que las mujeres en muchos casos no tienen claridad en las
valoraciones que realizan sobre determinadas situaciones, por
basarlas en mitos
culturalmente establecidos desde la sociedad patriarcal que
determinan una valoración incompleta y rígida,
además de auto discriminación en este caso, ya que
las mujeres se muestran más machistas que los
hombres.

Tomando en cuenta la gravedad del problema, las
consecuencias que ocasiona en las víctimas y que por ser
un tema poco abordado no ha revelado aún a nuestra
ciencia sus
verdaderas magnitudes y consecuencias sociales, consideramos
necesario incrementar las acciones tanto
desde el punto de vista teórico como práctico, para
desde nuestro rol como profesionales activos en la
transformación cotidiana de la realidad social, contribuir
a la continua reducción de las desigualdades existentes
entre hombres y mujeres hasta alcanzar una sociedad totalmente
equitativa en las relaciones entre ambos sexos.

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Autora:

Karelín López

Lic. en Psicología.

Profesora. Facultad de Psicología.

Universidad de La Habana.

Cuba. 2005.

Partes: 1, 2
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