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modelos contemporáneos de felicidad - Artículos
periodísticos relacionado al tema - Conclusión
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RESUMEN
Se piensa a menudo, que la desgracia es el advenimiento
del mal y el dolor a la vida humana, esto consiste en una
dualidad del mal hasta el logro del bien, desde la infelicidad
hasta la alegría. La felicidad es la liberación del
mal, es la eterna búsqueda del hombre, cuya
aceptación no es desechada, porque en ella puede
conseguirse.
INTRODUCCIÓN.
Cuando empecé a indagar el tema de la felicidad
estaba dispuesto a preguntarme ¿Cómo plantear
adecuadamente la felicidad?. Quizá la respuesta sea
simple, y solo se responde si encuadramos estos interrogantes en
un ámbito de reflexión. Según Julián
Marías, el tema de la felicidad se plantea en una
situación donde hay grandes discusiones importantes que
evitan realidades que no se pueden definir fácilmente y
que uno, gracias a la experiencia y al asombro puede llegar a
conocerlas cada vez mas.
La pregunta por la felicidad no requiere una respuesta
meramente conceptual. Al descubrir la complejidad del problema
que esconde el concepto, no
podemos dejar de preguntarnos si no hay algún rasgo
básico que siempre queda en manos del azar, del destino,
de la suerte, de la fortuna o, simplemente, de la
«aventura».
Además, una inadecuada conceptualización
del hecho ha traído como consecuencia que los filósofos morales se dediquen con mayor
apuro a la legitimación de normas que a la
elaboración de los problemas
racionales que determinen las condiciones de
felicidad.
Se busca llegar a conocer mas allá de las
sensaciones materiales,
aunque en algunos casos es importante lo material, a las
realidades que se obvian no son cosas sino más bien le
pertenecen a otro tipo de realidades, llámese
"más complejas". Por ejemplo, es imposible
determinar la vida o la muerte a
partir de encuestas o
estadísticas, hay que pensar en este caso
en realidades complejas que no contienen componentes
materiales.
Es necesario conocer todo nuestro sistema
intelectual, para poder afrontar
las realidades afectivas que supone el mundo y por consecuencia,
como dice Julián Marías "remediar en lo posible
ciertas ausencias".
Queda claro afirmar que todas las palabras poseen un
significado y a su vez se le atribuyen ciertos sinónimos
que pueden ser discutibles. También existen las realidades
contrarias a ciertas palabras. Supongamos, a la
felicidad se puede atribuir como suerte, fortuna,
beatitud; pero en realidades contrarias,
infelicidad, desgracia, mala suerte, entre otras.
Como dice el autor, lo malo deriva de lo bueno por eso se parte
de la felicidad como tal y luego de lo contrario. Lo que se
intenta con la lingüística es saber si la felicidad
es un verbo o un adjetivo, y que queda claro que es muy
difícil saberlo, pero nos ayudaría a responder que
se entiende de ella. Por ejemplo, si partimos de que es un verbo,
sería como se expresaría la felicidad; y si es un
adjetivo, hay varios términos para enumerar, como
afortunado, próspero, entre otros.
Con respecto a los primeros interrogantes o
exploraciones, se establece que la felicidad es confundida con
alegría, bienestar, placer y demás realidades que
sin duda tienen que ver con ella pero que no la constituye en su
totalidad, destacando de este modo que por su carácter confuso y elusivo, no se ha
prestado mucha atención intelectual a la felicidad, pero
por otra parte el hombre no
deja de buscarla. Todo lo que hace, lo hace con el
propósito voluntario de aumentar su felicidad. Las cosas
que busca y quiere el hombre tienen un trasfondo que es su
felicidad. Nos interesan en la medida en que van a contribuir a
afirmar nuestra felicidad.
Nos puede llegar a esclarecer el tema, si se pudiera
colocar límites,
para poder preguntarse de lo tan misteriosa que es, pero no se
solucionaría el problema. Conocer que es la felicidad como
tal es muy complejo y se puede confundir con realidades
superficiales.
La vida humana, se concentra en un desenlace definitivo
o inquebrantable, que lleva a la persona a dos
riesgos; uno
olvidarse que la felicidad está en la vida y el otro
peligro es no imaginar que la felicidad sea sobrenatural, o sea
pensar que es algo placentero o bien en algunos casos
material.
La felicidad de cada uno es de uno, pero no solo de
carácter individual o particular, sino tiene que estar
conectado con cada uno de nosotros mismos. Uno intenta ser que
necesita ser, la felicidad de cualquiera no es felicidad de
nadie, y por eso es necesario que la felicidad ultraterrena se la
piense en conexión estrecha con ésta.
La felicidad es una aventura interior. Lo que nos pasa,
siempre nos pasa dentro. Si falta el estado de
ánimo adecuado, la sensibilidad de la conciencia para
lo maravilloso o lo terrible, no habrá heroísmo o
aventura, aunque el sujeto se pase la vida divagando.
Hay muchas personas que creen que los hombres no son
felices en la tierra,
pero por otra parte el hombre es el ente que necesita ser feliz
porque nunca renuncia a la felicidad y acá nos encontramos
con un problema muy importante para definir la
felicidad.
El hombre nunca está contento, porque necesita de
una o de otras cosas distintas para poder ser feliz. A diferencia
del animal, el hombre no tiene naturaleza en
sentido de vida pero tiene la capacidad de la razón
<logos>, no vive naturalmente sino que depende de
construcciones, tecnologías, etc. El animal tiene
naturaleza de conductas que se logran a partir de una
condición genética y
obviamente, vive sin modificar la naturaleza. Debido a esto, la
felicidad no es una vida.
La felicidad no es un «premio» que se
obtiene al obrar bien; no es exterior a los quehaceres, tareas y
prácticas del concursar humano, sino que se va logrando en
aquel modo de vivir que nos es más propio como seres
humanos racionales. Pero como no todos coincidimos en el modo de
entender la dignidad y
plenitud, tampoco en la historia de la
filosofía moral
encontramos unanimidad en los distintos sistemas
morales.
La ética de
la felicidad debe ser a la vez una ética de la responsabilidad consciente de la copia de sus
propuestas. Ya no es posible pensar con seriedad las condiciones
de la felicidad sin las condiciones de la justicia;
dicho con otras palabras, es preciso reconstruir el sentido que
pueda tener una ética de la felicidad desde la posibilidad
real de una vida humana digna para todos.
Desde una perspectiva social se corre el peligro de
identificar «bienestar público» con
«felicidad pública». Cuando se produce esta
identificación, nos hallamos ante dos peligros. Por un
lado, ante una ética social necesitada de cuantificar
todas las consecuencias; por otro, ante un utilitarismo que, en
aras del «bienestar público», promueve una
«felicidad pública» con el peligro de agravar
la «libertad
pública».
El objetivo de
esta monografía es saber ¿qué se
entiende por felicidad?, ya sea desde el punto de vista
aristotélico-platónico, y del cristianismo.
También dar explicaciones fundamentadas para saber
¿porqué la felicidad es aquello que sentimos como
nuestra inexorable realidad?.
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