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La felicidad, esa constante búsqueda (página 2)



Partes: 1, 2

I.
PENSAMIENTO
GRIEGO.

1. Felicitas y Beatitudo en la cultura
clásica

No podemos pasar por alto la transformación que
el concepto tiene en
la cultura latina, aunque exactamente, hay dos palabras que nos
ayudan a entender la eudaimonía y makairos: <felicitas
y beatitudo>.

FELICITAS: procede de felix, adjetivo que nombra
lo fructífero, lo fértil, lo fecundo. Así,
felicitas es sinónimo de fecundidad, fertilidad y
prosperidad.

BEATITUDO: creación de Cicerón,
posterior a beatus, y ambos originarios del verbo beo que quiere
decir colmar, llenar, no dejar que falte nada.

Aspirar a la felicidad será, por una parte,
aspirar a tener una vida fructífera y plena, tener
aquí y ahora una vida dichosa. Pero con el término
beatitudo se vincula la felicidad a la perfección de la
naturaleza
humana, perfección que en el cristiano se
logrará con la esforzada contemplación de Dios, y
que va a suponer una felicidad que desborda lo histórico y
que roza la auténtica desmesura que supone la
eternidad.

En el sentido verdadero y propio de esta palabra
(beatitud), es posesión de todo bien sin mezcla alguna de
mal. Esta felicidad solo se goza en el cielo por la
posesión del sumo bien, que es Dios. Así es, que la
beatitud en sentido estricto, es la felicidad eterna que los
justos disfrutan en el cielo por su unión con Dios. Baste,
pues, haber dado esta definición, y expondremos con
más extensión esta doctrina llamada
"Bienaventuranza".

Al olvidar numerosas veces, lo que de histórico
hay en el concepto teológico de salvación, se ha
ido limitando progresivamente la dimensión
«perfectiva», reduciendo el concepto a simple
sentimiento de placer individual, fragmentario y subjetivo,
vinculándolo a un bienestar puramente mental.

En Roma, el que
estudió el concepto de beatitud fue Séneca. Compuso
su tratado "De vita beata" (De la vida Beata). El libro de
Séneca está dirigido a su hermano Galión, y
comienza diciendo "A todos los hombre,
hermano Galión, quieren vivir felices" (Vivere, Gallio
frater, omnes beate volunt). Según Séneca, lo
difícil es descubrir lo que hace feliz la vida. Curioso
planteamiento, vivir felizmente es intangible, pero es
difícil saber qué hace falta para hacer posible esa
felicidad. Expresa que el deseo de la felicidad es natural. Pero
el problema de Séneca era el juzgamiento, decía que
la gente está en contra la razón.

Poco a poco, Séneca va esclareciendo el concepto
de felicidad, "La vida feliz es la que está conforme con
su naturaleza".
"El sumo bien es un alma que
desprecia las cosas azarosas (aleatorias) y se complace en la
virtud". No hay que olvidar que existen diferencias entre griegos
y latinos con la palabra virtud. Para el griego es
(areté), es la capacidad, mientras que en
latín (virtus) tiene un elemento de energía,
de fortaleza, de uso normal.

2. ¿Bienestar o Felicidad?.

Si reducimos la felicidad a bienestar, ésta se
convierte en un «estado»
psicológico o mental, perdiendo la capacidad que tiene
para intensificar la totalidad de la acción
humana y su sentido. Además, la confundiríamos con
los medios que la
hacen posible o la permiten, sin poder
distinguir entre las ayudas de la felicidad y la felicidad misma.
Entonces, me pregunto: ¿Cómo evitar las acciones que
surgen la confusión entre placer, bienestar y felicidad?
.

Para evitar las confusiones entre placer, bienestar y
felicidad, es transformar la tradición
aristotélica, una tradición que piensa
conjuntamente el bien y la felicidad, una tradición en la
que lo bueno y lo cómodo, no pueden separarse. En Aristóteles, la vida de quienes hacen el
bien es placentera en sí misma, no siendo el placer un
añadido al bien, sino consecuencia del mismo; es
más, nadie es verdaderamente bueno si no se halla
satisfecho y goza con las buenas acciones.

El placer proporciona felicidad cuando se obtiene de las
obras que son más propias del hombre, o sea, aquel que
corona la actividad más propia del hombre que es la
actividad racional.

3. Platón.

Otro término con el que se acentuaba
todavía más el carácter de «regalo» que tiene
la felicidad, es la makaría o makariótes, menos
utilizado por Aristóteles, pero más querido y
utilizado por Platón.

La razón es sencilla, Platón incide menos
en la construcción de un carácter personal, le da
menos importancia al esfuerzo y a la voluntad de felicidad que al
hecho de que sea «regalo»,
«donación» y «gracia» de los
dioses.

Se adecúa a una perspectiva más elevada,
divina; relacionada, a su vez, con el origen divino de la parte
racional de nuestra alma y los efectos anormales de su
comunión con el cuerpo.

En todas nuestras actividades es necesario esmerarse
para asegurar el predominio de la razón; desarrollar lo
que hay de divino en nosotros; vivir en el tiempo lo
eterno; hacerse dignos, aún en la vida mortal, de la
inmortalidad, y acelerar con nuestra acción el retorno de
nuestra alma a su originaria sede celestial.

El fin supremo del hombre, a la par de su origen y de su
esencia, es trascendente respecto del mundo sensible. Pero es en
el mundo sensible donde debe realizarse, o por lo menos donde
deben darse las condiciones y buscarse los medios para su
realización. Ahora bien, según prevalezca la
consideración del carácter trascendente del fin, o
bien el de la necesaria relación con el cuerpo y con el
mundo corpóreo, se tiene en Platón un bosquejo del
ideal de vida predominantemente místico-ascético, o
bien más comprensiva y optimistamente humana.

Para el primer tipo de vida, el alma debe tender a
liberarse del cuerpo. Toda la vida del filósofo debe
consistir en una continua renuncia a la vida del cuerpo, en una
progresiva concentración del alma en sí misma.
Junto a esta consideración religiosa-órfica de la
vida, se acentúa a menudo en Platón una
visión más serena y más propia de la
conciencia
helénica. El mundo sensible es considerado en su
armonía, que lo hace un reflejo del mundo ideal y una
escala para la
más directa contemplación de este mundo. Entonces,
el cuerpo deja de ser el enemigo contra el cual luchar o la
cadena que debe romperse; es el instrumento admirablemente
construido para los fines de la razón, como órgano
de la filosofía.

Todo lo que es bueno es bello, y belleza es sobre todo
armonía, simetría, proporción. Y esta
belleza debemos realizarla en nuestro ser, en la totalidad de
nuestro ser, sin mutilaciones ni exclusiones, como armonía
y simetría de alma y cuerpo. Es preciso no ejercitar el
alma sin el cuerpo, ni el cuerpo sin el alma; gimnasia por un
lado, música
y filosofía por el otro, hacen al hombre verdaderamente
bello y al mismo tiempo bueno.

Armonía es también salud del alma,
proporción en las diversas partes de la misma. En este
concepto de salud moral se
unifican todas las virtudes.

Fundamental entre todas las virtudes es la justicia,
consistente en esa armonía interior del alma por la que
cada facultad cumple ordenadamente la función
que le es propia. Y como la misión de
la razón es mandar, guiar, iluminar, virtud especial de la
razón es la sabiduría, que se extiende sin embargo
al alma entera. Y virtud propia de la parte irascible del alma es
la de poner su energía al servicio de la
razón, y de temer o no aquellas cosas que la razón
considera como cosas de temer o de afrontar; ésta es
justamente la esencia de la fortaleza o del coraje, virtud
característica de la parte intermedia del alma.
Finalmente, con respecto a la parte concupiscible, es virtud la
templanza, moderación de los apetitos en el pleno
sometimiento a la sabiduría.

Platón señala en "La República",
que el deber del Estado debe ser asegurar de justicia tanto en la
vida interior de los individuos como en la
organización social; facilitándose esto a
través de la formación de la clase
dirigente mediante el dominio absoluto
e impersonal de la razón. Platón determinó a
la razón como el
conocimiento de lo eterno y de lo divino, es ciencia del
bien en sí, de lo bello en sí y de lo justo en
sí: es decir, es ciencia de ese ejemplar perfecto de
justicia, de belleza y de bondad sobre el que debe modelarse la
vida humana, individual y social.

4. Aristóteles.

La «eudaimonía griega» en la
aproximación terminológica, «Todos los
hombres aspiran a la felicidad». Esta frase que encontramos
en la ética de
Aristóteles podría ser firmada sin muchos reparos
por cualquier filósofo que pretenda reconocer una de las
aspiraciones más dignas de todo ser humano, la de vivir
«en plenitud».

Pero los problemas
comienzan cuando empecemos a determinar en qué consiste
esta plenitud y cómo lograr que nuestra vida esté a
rebosar, pues vivir «en plenitud» no es sólo
vivir satisfecho, sino estar a punto de desbordar los límites de
nuestra propia existencia. En este «rebosar» que
supera estar contento consiste la desmesura de la
felicidad.

Con el término «felicidad» traducimos
el vocablo griego eudaimonía. Aristóteles lo
empleaba para designar el fin (telos) de todas las acciones,
llegando a ser el bien supremo al que aspiramos como hombres. Al
ser la felicidad ese fin que se persigue, entonces nos hallamos
ante un sistema
filosófico que recibe el nombre de eudemonismo.

Aunque el término «felicidad» sea el
que más se aproxime al significado originario, hay otras
palabras como «bienaventuranza» o
«contento» que también designan lo que
Aristóteles pretendía.

Etimológicamente significa ser favorecido por un
«buen» (eu) «hado» (-daimon), participar
en un buen destino, consiste en tener un buen daimon,
tener suerte, prosperidad.

Ese bien, fin último, que no se desea por
ninguna otra cosa sino que se desea por sí mismo es,
según Aristóteles, la felicidad. A
continuación se analiza según Aristóteles,
los distintos géneros de vida en los que los seres humanos
han creído encontrar la felicidad:

1- El placer: es el complemento del acto, su
valor no
está en sí mismo, sino que lo obtiene de la
actividad a la que subsigue; no vuelve al hombre
autárquico ya que lo lleva a depender del objeto de
placer;

2- Los honores: "los honores están
más en quien los da que en quien los recibe"; como
tales, podríamos añadir, pueden ser entregados
y/o quitados arbitrariamente, mientras que el verdadero bien
debe ser algo propio y difícil de arrancar del sujeto;
los que lo persiguen lo hacen para persuadirse a sí
mismos de su propia virtud, con todo lo cual dejan de ver claro
que aun en su propia estimativa la virtud es superior a la
honra.

3- La riqueza: la vida de lucro es antinatural,
va en contra del ocio, del tiempo libre para la
reflexión; es claramente medio y no-fin en sí
mismo.

Después de estas ideas, Aristóteles pasa a
una segunda consideración: las privaciones
(stéresis), la cual no significa carencia, sino
privación de aquello que nos es necesario; haciendo
referencia a esto se puede decir que la felicidad aparece cuando
se consigue aquello de lo que se está privado, pero cuando
se lo tiene y se goza de ello, no se le da importancia ni valor.
Además, se puede pasar a otra noción: la
utarquía o suficiencia, consideración
equívoca por el carácter indigente que caracteriza
al hombre, es decir, por ser éste insuficiente.

Aristóteles le interesa lo que se busca por
sí mismo y no por otra cosa. "Esto es lo que va a aplicar
a la interpretación de la felicidad: "Tal parece
ser eminentemente la felicidad, pues la elegimos siempre por ella
misma y nunca por otra cosa, mientras que los honores, el placer,
el entendimiento y toda virtud los deseamos ciertamente por
sí mismos (pues aunque nada resultara de ellas,
desearíamos todas estas cosas), pero también los
deseamos en vista de la felicidad, pues creemos que seremos
felices por medio de ellos. En cambio nadie
busca la felicidad por estas cosas, ni en general por ninguna
otra".

Lo difícil será mantener esta
tensión entre una felicidad que es preparada por el
esfuerzo de la voluntad y una felicidad que acontece
independientemente de los esfuerzos que realice la limitada
voluntad humana. Desde el tono aristocrático, el uso de
esta palabra refleja el firme sentimiento griego de que la virtud
y la felicidad no pueden separarse por entero.

El término no siempre se traduce bien, porque
cualquier traducción debería incluir, conjunta
la noción de vivir bien (dimensión subjetiva) y
comportarse bien (dimensión objetiva); de ahí que,
según se incida en uno y otro aspecto, estemos ante un
eudemonismo subjetivo o ante un eudemonismo objetivo.
Será difícil llegar a un acuerdo sobre el modo de
lograrla, porque para cada uno es una cosa distinta. En un nivel
puramente conceptual puede existir acuerdo en que designa el bien
supremo, la aspiración máxima del hombre; pero en
un nivel puramente real constatamos no sólo la
dispersión en las realidades a las que nos referimos, sino
al constante cambio con la que cada uno lo entiende.

¿En qué consiste la felicidad? Para
establecerlo, Aristóteles comienza preguntándose
cuál es la actividad específicamente humana; para
esto deja de examinar la vida sensitiva, compuesta de sensaciones
y sentimientos, y las funciones
vegetativas, como así también las funciones de cada
individuo en
la sociedad; para
finalizar considerando la parte racional, privativa del ser
humano, esencia de la humanidad.

"La felicidad sólo es posible para aquel que vive
guiándose por la razón, para el que es capaz de
controlar sus deseos y temores, para el que no se deja llevar por
las pasiones".

La razón debe guiar nuestras vidas, así
seremos felices. Resulta así que el Sumo Bien es el
ejercicio perfecto de la función propia del hombre, que es
la razón, toda su excelencia reside en su capacidad de
pensar. Y al hablar de excelencia, nos estamos refiriendo a la
noción de "virtud"; la cual consiste en cumplir con lo que
nuestra recta razón nos indica; es un hábito, o sea
una disposición constante a cumplir actos buenos, un modo
de ser permanente, constante, hacia el bien; también es la
repetición de acciones virtuosas y voluntarias. No es
pues, ni por un efecto de la naturaleza, ni de la manera
contraria a ella, como nacen en nosotros las virtudes; estamos
naturalmente predispuestos a adquirirlas, con la condición
de las perfeccionemos por el hábito; todo lo que
adquirimos de la naturaleza es posibilidad y potencia, que
luego nosotros debemos pasar a acto. En cuanto a las virtudes,
las adquirimos desde el comienzo por medio del ejercicio; lo que
hemos de realizar luego de un estudio previo, lo aprendemos de la
práctica.

Para Aristóteles la virtud se manifiesta bajo un
doble aspecto:

Virtudes morales, éticas o de
carácter.

  • Expresan una actitud de
    la voluntad frente a los elementos emotivos y pasionales de
    nuestra vida interior.
  • Resultan de la obediencia impuesta por la
    razón a los instintos.
  • Provienen de la parte práctica y de los buenos
    hábitos, de aquí que, gracias a un leve cambio,
    de la palabra costumbre -ethos- viene moral
    -ethica-.
  • Son el término (justo) medio entre los
    extremos (por exceso o por defecto)

Entre las virtudes morales destaca:

  1. El valor, que es el equilibrio
    entre la cobardía (que es la sensación exagerada
    de miedo) y la valentía (que es la inconsciencia y
    confianza ante circunstancias temibles).
  2. La templanza, que es el término medio entre el
    libertinaje (que es la entrega total al placer) y la
    insensibilidad (que es la carencia absoluta de
    inclinación al placer); es decir, entre los placeres del
    cuerpo.
  3. La dulzura o mansedumbre que está entre la
    irritabilidad y la impasibilidad.

El hombre bueno es el hombre
prudente, es el que busca el término medio entre los
extremos. En las acciones y en las pasiones puede haber exceso,
defecto o término medio. Se debe tener en cuenta que: el
término medio no puede ser siempre el mismo, depende de
las circunstancias y de la persona de la que
se trate, es variable y relativo.

Elegir el término medio es una virtud, nadie nace
con esa capacidad sino que se aprende mediante la educación y la
práctica reiterada de buenas acciones. Adquirir esta
capacidad nos hace dignos de ser felices.

Para Aristóteles, la virtud ética
más elevada es la justicia, que se relaciona en forma
directa con la noción de término medio ya que la
idea de justicia implica la de equilibrio.

Virtudes intelectuales
o dianoéticas

  • Proviene en su mayor parte de la instrucción o
    educación, de la que ella necesita para
    darse a conocer y desarrollarse.
  • Exige ella práctica y tiempo.
  • Provienen de la parte teórica de la
    razón y tienden a lograr un reconocimiento. La
    más importante es la sabiduría teórica o
    sofía, esta virtud nos permitirá descubrir,
    según Aristóteles las primeras causas y los
    primeros principios.

"Algo que no dura no se puede llamar felicidad".
Así mismo dice, la felicidad es el fin de las cosas
humanas, es una actividad: poíesis es producción, fabricación;
práxis es una actividad cuyo fin no es algo
distinto de ella, sino ella misma; y es una variedad de la
práxis (práctica), la theoría
(teoría), la cual es aquello que se basta a
sí misma.

El logro de la felicidad no es posible para el individuo
sino en la vida, convivencia social (por ser el hombre "un animal
político"), solo en sociedad el hombre puede realizar su
perfeccionamiento moral, en este sentido toma importancia
el Estado
(forma de organización social más importante),
cuyo fin es el de suministrar los medios e imponer normas para que
cada individuo pueda realizar su esencia.

Estamos ya en condiciones de decir en qué
consiste la vida feliz para Aristóteles:

"es la vida dedicada a la
búsqueda de la sabiduría, correspondiendo a que la
suprema virtud consiste en la actividad contemplativa de la
verdad."

5. Hedonismo y epicureismo.

En esta etapa explicaré muy brevemente algunos
conceptos modernos, desvirtuados para algunos y aceptados por
otros de la felicidad: el hedonismo (teoría ética
que identifica el bien con el placer) y epicureismo (Escuela
filosófica preocupada principalmente por cuestiones
éticas y fundada por Epicuro. Propone la
realización de la vida buena y feliz mediante la
administración inteligente de placeres y dolores, la
ataraxia y vínculos de amistad entre sus
correligionarios).

En la Ética a Nicómaco
afirma Aristóteles:

«… el placer perfecciona la actividad, y por
tanto también el vivir, que es lo que todos desean. Es
razonable, pues, aspirar también al placer, pues completa
nuestra vida, que es deseable por sí
misma».

Aplicando las palabras de Aristóteles, llego a
preguntarme: ¿Significa esto que podemos establecer la
identificación entre felicidad y placer?, ¿Podemos
identificar lo «placentero» con lo
«agradable»? ¿Cuál es el papel del
placer, de lo agradable y de lo gozoso en la
ética?.

Entonces, desde una perspectiva aristotélica,
podemos decir que el placer es un «fin sobrevenido» a
la actividad humana y, por tanto, debe ser pensado desde una
ordenación de los bienes. Sin
embargo, no toda ética griega participaba de esta idea.
Los cirenaicos y los epicúreos afirmaron que el placer es
el supremo bien que todos apetecen. Ambos parten de una
ética material que busca algún tipo de orden en las
sensaciones y en la realización de los deseos más
inmediatos. Sin embargo, no llegan a las mismas conclusiones: los
primeros consideran más importante el placer de la carne
que el del alma, los segundos otorgan la superioridad al placer
del alma.

El término "hedonista", proviene del griego
"hedoné", placer. La propuesta hedonista más
importante es la de Epicuro y su escuela. En este punto es
preciso tener cuidado pues podría parecer que Epicuro
está a favor de una vida preocupada por conseguir variados
e intensos placeres, especialmente los corporales. Sin embargo,
pocos filósofos han defendido esa
interpretación y Epicuro no es uno de ellos. Epicuro no
recomienda buscar siempre y en todo momento el placer o rehuir el
dolor. Su propuesta es más bien utilizar la razón
para examinar de forma serena y cuidadosa el beneficio o el
daño
que se siguen de cada una de nuestras apetencias y
acciones.

Se trata de ser inteligentes en la búsqueda de
placeres y en la evitación de dolores, de algo así
como una "aritmética del placer": hay que hacer un
cálculo
de los placeres y los dolores que se siguen de la
realización de un deseo. Los placeres más valiosos
son los puros o no mezclados con dolores, y no se pueden
identificar con placeres momentáneos sino con los que
comprometen estados duraderos del alma. Como consecuencia de la
valoración racional de los placeres y los dolores, el
epicureísmo acabó recomendado los "placeres del
alma" (como la conversación entre amigos), antes que los
"placeres del cuerpo", y una vida de moderación en las
pasiones (ataraxia).

Su ideal de sabiduría estaba en la oportunidad,
en la dialéctica de lograr evitar, en el gozo oportuno; la
felicidad sólo se logra mediante una economía de esfuerzos
que, por un lado, consiga sobreponerse a las cosas y, por otro,
se transforme en autarquía, esto es, autodominio o
autocontrol personal. En efecto, la felicidad viene dada por la
ausencia de dolor en el cuerpo y la ausencia de turbación
en el alma, que son placeres estables y fáciles de
alcanzar.

El epicureísmo puede seducirnos con cierta
facilidad, por ello debemos ser conscientes de lo limitado que
puede ser su planteamiento.

Distingue Epicuro tres clases de apetitos:

  • los naturales y necesarios: comer, beber,
    alimentarse; son fáciles de satisfacer;
  • los naturales pero no necesarios: como los
    eróticos; no son difíciles de dominar y no se
    necesitan para la felicidad;
  • los que no son naturales ni necesarios; hay
    que rechazarlos completamente.

Tipos de placeres: dado que el hombre está
formado por cuerpo y alma habrá dos tipos generales de
placeres:

  • placeres del cuerpo: aunque considera que son
    los más importantes, en el fondo su propuesta es la de
    renunciar a estos placeres y buscar la carencia de dolor
    corporal. Existen dolores del alma y dolores del cuerpo, pero
    el mal es el del dolor corporal pues el del alma es
    consecuencia directa o indirecta de los dolores del cuerpo
    presentes o venideros. Cabe aliviar el dolor físico con
    el recuerdo de alegrías pasadas y en casos extremos con
    el suicidio.
  • placeres del alma: el placer del alma es
    superior al placer del cuerpo: el corporal tiene vigencia en el
    momento presente mientras que los del alma son más
    duraderos; además, los placeres del alma pueden eliminar
    o atenuar los dolores del cuerpo.

Entonces reflexionando estos dos conceptos claves me
pregunto: ¿No resultará entonces que el camino de
la felicidad ya no es el placer, sino el bienestar y la utilidad?,
¿Por qué lo que para unos resulta un placer para
otros puede resultar desagradable?. Al intentar responder a estas
preguntas, nos encontramos con otro de los caminos de la
felicidad: el utilitarismo, aunque sus propuestas son de mayor
alcance, comparte con el epicureísmo una
interpretación mecanicista de la persona en la que es
fundamental el equilibrio entre máximos de
placer-bienestar y mínimos de
dolor-sufrimiento.

II.
PENSAMIENTO ESCOLÁSTICO.

Bienaventuranza.

Ampliando lo que se ha dicho en la monografía de Beatitud, expongo aquí
con toda claridad la doctrina teológica acerca de la
bienaventuranza. La palabra bienaventuranza deriva de ventura.
Originariamente es un plural neutro de venturus (lo que ha
de venir); por lo tanto las cosas que han de venir. Hay una
interesante referencia al futuro. El sentido más
importante que se da a esta palabra es el de llevar a cabo las
felicidades enseñadas y prometidas por Cristo, las cuales
son ocho bienaventuranzas, pero también son las que se
pueden lograr en esta vida, es decir las felicidades que dan al
hombre la posesión de los bienes temporales.

El hombre, como todas las cosas, tiene un fin
último para el que fue criado, y este fin es único,
como prueban los teólogos como Santo Tomás. Este
fin único es al mismo tiempo el fin último, que
supone la posesión de un bien perfecto que llene y sacie
todo el apetito racional del hombre, de modo que considerado
objetivamente ha de ser un bien Sumo, y considerado
subjetivamente ha de ser poseído con toda plenitud y
según toda la capacidad del hombre.

Esto supuesto, podemos ya dar una definición
exacta de la bienaventuranza, el fin último de todos y
cada uno de los hombres
.

Los escolásticos reconocían diversas
especies de bienaventuranza:

  1. Natural (naturaleza racional) el hombre puede
    alcanzar con sus propias fuerzas y tiene por objeto los bienes
    naturales.
  2. Sobrenatural que excede todas las facultades
    de la criatura y se alcanza por el auxilio de la gracia. Se
    subdivide en bienaventuranza Viae o imperfecta, en
    virtud de la cual el hombre se une al Sumo bien del modo que es
    posible en esta vida mortal; y bienaventuranza Patriae o
    perfecta
    , que consiste en la posesión del Sumo bien,
    de un modo perfectísimo, según toda la capacidad
    de la criatura, y se obtiene en la vida futura.

Todas las bienaventuranzas tienen la forma de una
promesa justificada por una actitud, una condición; lo
esencial es su doble carácter: la referencia al futuro y
la conexión con algo propio del hombre, actitud, forma de
conducta.

1. San Agustín de
Hipona.

San Agustín entiende la felicidad como "gozo de
la verdad", pues quien goza de la verdad goza de Dios, por quien
son verdaderas todas las cosas. Lo que el hombre sabe lo sabe por
Dios quien lo ilumina y le hace participar del por que de las
causas ultimas, que no son entendibles por medio de la
razón.

El objeto de la felicidad, según San
Agustín es que "Todos deseamos vivir felices", no hay
nadie en el género
humano que no esté conforme con este pensamiento. La
felicidad está en la perfección del
alma.

Presento a continuación una simple
explicación del pensamiento de San Agustín sobre el
tema de Dios como felicidad del hombre:

  1. Lo mejor para el hombre, desde luego, no puede ser
    cosa alguna que sea peor que él, porque lo que sea peor
    que él lo envilecería. Pero, si encontramos algo
    más excelente que pueda ser objeto del amor del
    hombre, no habrá duda de que debe el hombre esforzarse
    en conseguirlo para ser feliz.. Pues si la felicidad consiste
    en conseguir aquel bien que no tiene ni puede tener superior, a
    saber, el bien optimo…¿Cómo puede haber
    alcanzado el bien supremo si hay algo mejor a lo que pueda
    llegar?
  2. La felicidad del hombre es la felicidad del alma. El
    bien debe ser de tal condición que no se pueda perder
    contra nuestra voluntad, porque nadie puede confiar en un bien
    si teme que se lo quiten aun queriendo conservarlo y abrazarse
    a él. El que no está seguro en el
    bien de que goza, no puede ser feliz mientras vive con ese
    temor. Debemos, pues, buscar qué es lo que hay mejor
    para el hombre. Ahora bien, el hombre es un compuesto de alma y
    cuerpo, y, desde luego, la perfección del hombre no
    puede residir en este último. Es sencillo: el alma es
    muy superior a todos los elementos del cuerpo, luego el sumo
    bien del mismo cuerpo no puede ser ni su placer, ni su belleza,
    ni su agilidad. Todo ello depende del alma, hasta su misma
    vida. Por tanto, si encontrásemos algo superior al alma
    y que la perfeccionara, eso seria el bien hasta del mismo
    cuerpo. Luego lo que perfeccione al alma será la
    felicidad del hombre.
  3. La felicidad es Dios, nadie duda que la virtud es la
    perfección del alma. Decir que la virtud es el alma
    misma equivale a un absurdo, porque el alma imperfecta, sin
    virtud, encontraría su perfección en poseerse a
    si misma, esto es, en poseer una cosa imperfecta. Luego la
    virtud es algo que está fuera del alma. "Esto que
    confiere al alma que la busca, la virtud y la sabiduría,
    o es un hombre sabio o es Dios". El hombre no lo es, porque
    falla aquella condición de la inamisibilidad; entonces,
    sólo Dios es sabio. El seguirlo está bien; el
    conseguirlo, no sólo bien, sino que es vivir
    feliz.
  4. La sabiduría, el conocer y poseer la verdad,
    es la felicidad para San Agustín. La opinión de
    los hombres es muy diferente acerca de dónde se
    encuentra la verdadera sabiduría. "Si todos queremos ser
    bienaventurados, consta que todos queremos ser sabios, porque
    nadie que no sea sabio es bienaventurado, y nadie es
    bienaventurado sin la posesión del bien sumo, que
    consiste en el conocimiento
    y posesión de aquella verdad que llamamos
    sabiduría. Y así como, antes de ser felices,
    tenemos impresa en nuestra mente la noción de felicidad,
    puesto que en su virtud sabemos y decimos con toda confianza, y
    sin duda alguna, que queremos ser dichosos, así
    también, antes de ser sabios, tenemos en nuestra mente
    la noción de la sabiduría, en virtud de la cual,
    cada uno de nosotros, si se le pregunta si quiere ser sabio,
    responde sin sombra de duda que sí, que lo
    quiere".
  5. La felicidad consiste en conocer y poseer a Dios,
    demuestra que la existencia de una verdad está fuera de
    nuestra inteligencia
    y es superior a ella. Basa su prueba en el hecho de que
    diversas inteligencias ven una misma verdad, y, por otra parte,
    esas inteligencias son versátiles, y la verdad,
    inmutable. Por lo tanto, existe una verdad superior a nuestra
    razón. Esa verdad debe de ser nuestro sumo
    bien.

Como resumen de su pensamiento, puedo expresar la
siguiente afirmación:

"el que busca el modo de conseguir la
vida feliz, en realidad no busca otra cosa que la
determinación de ese fin bueno en orden a alcanzar un
conocimiento cierto e inconcuso de ese sumo bien del hombre, el
cual no puede consistir sino en el cuerpo, o en el alma, o en
Dios; o en dos de estas cosas o en todas ellas. Una vez que hayas
descartado la hipótesis de que el supremo bien del hombre
puede consistir en el cuerpo, no queda más que el alma y
Dios. Y si consigues advertir que al alma le ocurre lo mismo que
al cuerpo, ya no queda más que Dios, en el cual consiste
el supremo bien del hombre. No porque las demás cosas sean
malas, sino porque bien supremo es aquel al que todo lo
demás se refiere. Somos felices cuando disfrutamos de
aquello por lo cual se desean los otros bienes, aquello que se
anhela por si mismo y no por conseguir otra cosa. Por lo tanto,
el fin se halla cuando no queda ya nada por correr no hay
referencia ulterior alguna. Allí se encuentra el descanso
del deseo, la seguridad de la
fruición, el goce tranquilísimo de la buena
voluntad"

2. Santo Tomás de
Aquino.

Iniciando este tema desde una concepción
cristiana, tomando como referencia la ética planteada por
Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica en la
cual se afirma que, sólo Dios puede constituir la
verdadera felicidad para el hombre.

Con respecto a la bienaventuranza, Santo Tomas la define
cono aquello que la voluntad es incapaz de no querer. No puede
consistir en algún bien criado (art. 1.º de la
cuestión II), no consiste en las riquezas, porque estas
son inferiores al hombre y se refieren a él; luego no
pueden ser fin último. En esta profunda razón se
comprenden las más fáciles que añaden otros
filósofos, a saber; que las riquezas no excluyen todo
género de males, que no satisfacen plenamente, que no son
permanentes, que a pesar de ellas faltan muchas cosas.

El deseo de felicidad es un querer natural, es decir un
acto espiritual y suceso natural a la vez. ¿Qué
pasa con la libertad del
querer natural?. Primero, la voluntad natural de la felicidad
brota del más íntimo núcleo de la esencia
humana, no está limitado por alguna acción
exterior. Segundo, este querer se remota a través del
corazón
del hombre hasta el último origen, que no es humano; no es
el hombre quien primeramente tiene el deseo de
felicidad.

Cuando se habla de felicidad en el hombre, se les acerca
la idea de satisfacción que tiende hacia los sumo, y que
todo ser feliz tiene que ver con la eterna
bienaventuranza.

Hay que reconocer que todo deseo humano de felicidad, se
dirige innegablemente a una satisfacción suma, como hacia
lo que la verdad anhela, "a través de mil ramas". A su vez
esa satisfacción suma tiene su mas íntimo lugar en
la contemplación.

El hombre anhela por naturaleza, es decir todos los
hombres espirituales, la felicidad y bienaventuranza. Solamente
una persona o un alguien, es capas de ser feliz e infeliz,
sería ilógico decir que un animal es feliz.
Según Santo Tomás, "el hombre quiere la
bienaventuranza naturalmente y con necesidad", "querer ser feliz
no es una cosa de libre decisión", vas mas allá de
nosotros.

Establece también que los bienes materiales,
por ser limitados, no constituyen el Bien Universal, sino que
participan, en menor o mayor medida, del Bien. Sin embargo
nuestra voluntad nunca quedará completamente satisfecha
porque desea el bien ilimitado, y no lo encuentra en el orden
natural. No obstante ese bien existe y es Dios.

Cuando Santo Tomás habla en la Summa
Teológica, expresa un concepto que se tiene totalmente
equivocado de la realidad de Dios, cuando no se considera como
perfectamente feliz. "Él es su bienaventuranza", "Dios y
la bienaventuranza son lo mismo". En el Tratado de la
Creación
, expresa una frase muy clara: "La felicidad
de Dios no consiste en el obrar, mediante el cual Él funda
la Creación, sino en el obrar, por el cual Él goza
de Sí mismo, no necesitado de la Creación". Si Dios
no fuera feliz, no seríamos capaces ni siquiera de pensar
en una posible curación de las herídas de la
Creación.

En su obra por excelencia, Santo Tomás se formula
las siguientes preguntas, dando sus justificadas respuestas, con
relación a la felicidad:

– ¿Consiste la beatud del hombre en los honores?
No, debido a que la excelencia del hombre se aprecia en
relación con su felicidad suprema, que es su perfecto
bien, y por consideración a aquellos bienes que son en
cierto modo participación de la beatud. Según esto
el honor puede ser consecuencia de la beatud, no ésta de
la honra.

– ¿La beatud del hombre consiste en algún
bien creado? Es imposible, la beatud es un bien perfecto que
necesita ser completamente satisfecho por su carácter de
fin último. El objeto de la voluntad es el bien universal,
el cual no se halla en cosa alguna creada, y sí
sólo en Dios. Por consiguiente, en sólo Dios
consiste la beatud del hombre, justamente porque Él es el
único capaz de llenar la voluntad del hombre.

– ¿La beatud del hombre está en la
visión de la divina esencia? "La última y perfecta
beatud no puede estar sino en la visión de la esencia
divina. Para demostrarlo, consideraremos dos cosas: 1º, que
el hombre no es perfectamente feliz, en tanto que le queda algo
que desear y anhelar; 2º, que la perfección de cada
potencia se aprecia por la razón de su objeto"

– ¿Puede alguno ser bienaventurado en esta vida?
En esta vida se puede tener alguna participación de la
beatitud; pero no es posible aquí la beatitud perfecta y
verdadera: y esto lo demuestra por dos consideraciones: 1º,
por la razón de que el bien perfecto y suficiente excluye
todo mal y sacia todo deseo, bienes que no son posibles de evitar
en el cuerpo; 2º, asimismo tampoco es posible saciar en esta
vida el deseo del bien, por cuanto el hombre desea naturalmente
la permanencia del bien que posee, y los bienes de esta vida son
transitorios, como lo es la vida misma. "Todo esto prueba
evidentemente que nadie en esta vida puede alcanzar la verdadera
y perfecta beatud."

– ¿Cuál es el medio para encaminarnos a
Dios en esta vida? La respuesta es el obrar bien repetidamente,
lo que permite la adquisición de virtudes. Santo
Tomás clasifica las virtudes en dos grandes grupos:
intelectuales y morales.

  • Las virtudes morales fueron sostenidas al
    igual que las mencionadas en su momento por Aristóteles,
    pero sólo denominó a: la justicia (lleva a obrar
    bien dando a cada uno lo suyo), la fortaleza (modera el temor y
    la audacia) y la templanza (modera los apetitos de la parte
    concupiscible)
  • La virtud intelectual principal es la
    prudencia, que nos permite determinar, en cada situación
    concreta, dónde está el término medio.
    Esta virtud, por lo tanto, rige a las otras, de manera que,
    cuando se obra rectamente los apetitos sensibles se encuentran
    guiados por la razón.

– ¿Cuál es la bebida de felicidad que
pueda satisfacer esta sed de todo hombre definitivamente?. La
respuesta es Dios. Sien embargo, Santo Tomás dice
"bonum universale, <el bien universal>". No hace
referencia a algo abstracto, sino algo mas concreto, pero
que a la vez abarca todo. Se puede traducir también "el
bien, en suma"
. No realizar el "summum" de la idea de que el
hombre no puede saciarse definitivamente con una bebida inferior
a la del "bien universal". Pero este "summum" lleva el nombre de
Dios. El bien universal no se puede hallar en ninguna parte del
campo de la Creación; sólo se encuentra en
Diós. Diós no es creación, es eterno,
Él es, fue y será.

– ¿La posesión del bien es por causa de la
alegría?. Según la Summa Teológica, "nadie
se deleita a no ser en algún bien que le es conveniente,
bien sea en la realidad, bien sea en la esperanza, o por lo menos
en la memoria,.
Pero el bien conveniente, si de verdad es perfecto, constituye la
misma felicidad del hombre… Así, es evidente que ni
siquiera la delectación que sigue el bien perfecto es la
misma de la esencia de la felicidad".

En si la felicidad tiene un doble sentido, el sediento
se dirige su mirada hacia la copa llena de vino, el hambriento ve
un pan; ésta es la satisfacción <felicidad>.
Como expresaba antes, la felicidad no es riqueza, honores o fama.
Santo tomas dice que la riqueza artificial, es capaz de atizar un
apetito infinito, en otras palabras, es un engañoso
espejismo del ansia de felicidad. Por ejemplo, no puede consistir
la felicidad en la fama, pues ser famoso quiere decir ser alabado
y ser juzgado, sería apropiado decir que la gloria en
sentido estricto es solamente la propia felicidad. "El bien del
hombre depende del conocimiento de Dios, y por eso depende la
felicidad del hombre de la gloria delante de Dios".

Como reflexión al pensamiento de Santo
Tomás, la felicidad tiene lugar en un obrar, es un operar
y un quehacer del alma. Pero si se dijo que la felicidad y
bienaventuranza eran siempre un regalo, ¿Cómo puede
ser entonces a la vez nuestro propio obrar?. Según un
español
que habla de la Summa Teológica, encuentra algo tan
sencillo para explicar esto, <si le fuese donada la vista a un
ciego, sería aún, sin embargo, con su propia vista
con lo que él vería>.

Felicidad significa última
perfección, perfección es realización y la
realización, tiene lugar en el obrar.

III. DISTINTOS MODELOS
CONTEMPORÁNEOS DE FELICIDAD.

Se suelen agrupar en la actualidad, varias tendencias
del concepto de "felicidad". Es importante tener en claro que no
todas las personas son iguales en actitudes y
por lo tanto estos modelos pueden encontrarse puramente o
combinarlos.

1. EL NIHILISMO.

La vida carece de sentido, por lo que no se encuentra
respuesta a la palabra felicidad. Aquel que se perfila en esta
postura, lleva consigo el significado de la nada. La nada es la
vivencia de que no hay nadie que sea término de mi
manifestación, ya sea en el diálogo
con otra persona. En conclusión, el nihilismo lleva a la
pérdida del otro y al hundimiento en la soledad personal.
Cuando el destino del hombre es él mismo, la persona busca
a buscarse en si misma sus deseos, inclinaciones, amores, etc. Si
no hay un tú al dirigirnos, estamos solos y nadie nos
espera. Variantes del nihilismo:

2. LA DESESPERACIÓN.

Es el grado extremo de esta corriente en la
práctica. El desesperado es aquel que deja de esperar,
porque ha sido víctima de la soledad, la indiferencia o el
engaño. Aparece como solución al problema el
suicidio.

3. EL FATALISMO.

Se da en aquel hombre que no es dueño de su
destino y se caracteriza por la carencia de un elemento
irracional, llamado "destino o azar", que a su vez es fortuna o
casualidad. Como solución es adoptar una postura
pesimista, pues se sabe de que las cosas son inevitables, y por
ende esto termina siendo trágico y fatal.

4. EL ABSURDO.

Es la vivencia sinsentido, son aquellas acciones que
hacemos obligadamente pero que no están dentro de las
nuestras, y que a su vez no tienen relevancia para nosotros.
Generalmente se usa el término hipócrita, o sea sin
lógica
porque el sistema social lo obliga a comportarse de otra
manera.

5. EL CINISMO.

La persona busca interesarse de otra persona para
sacarle algo útil de ella, hace como le importa algo, pero
en realidad busca aprovecharse de otra persona. Es cínico,
no cree en lo que dice o hace pero aparenta, porque le da igual
una cosa que otra. Puede llegar a convertirse en una postura
radical de la vida, no cree en la verdad y se toma en broma todas
las cosas. No se toma nada en serio, por lo tanto no tiene
sentido la vida. Es como si tiene una máscara que es y a
su vez no es, por lo tanto el hombre está
vacío.

6. EL ESCEPTICISTA.

De algún modo es un nihilista, es profundamente
infeliz pero trata de buscar alguna solución para salir de
paso. Busca en estado de euforia salir de su bajo estado de
ánimo, por ejemplo la embriaguez. Es en cierta forma
abandonarse por un tiempo en manos del alcohol sus
problemas, y así reaccionar en forma irracional, en otros
términos no se encuentra en sus cabales
correspondientes.

7. EL CARPE DIEM (aprovechar el
momento).

Este modelo se basa
en disfrutar en el día, en el momento, en la cual se
apuesta por el presente. Lo que uno quiere ser hay que vivirlo
ya, antes de que se pase la oportunidad. Al pensar en este
momento se piensa la felicidad y el sentido de vida con el
placer, estamos ante felicidad = placer. Se trata del gozo
presente. Rasgos mas importantes:

  • La virtud y el placer son opuestos. "Todo lo
    placentero es pecado y lo que no está prohibido es
    obligatorio". Decía Nietzsche
    "la vida es un manantial del placer".
  • Según Rousseau, la
    naturaleza humana es buena por si sola, lo malo sale de uno.
    Por lo tanto hay que vivir de manera natural porque no lleva
    nada de malo en ella, y por si sola es inocente y buena. La
    virtud y la bondad moral significan una represión a las
    fuerzas de la vida y por eso son antinatural.

Aunque para algunos es factible este modelo, a su vez
tiene rasgos negativos que caben destacar para poder diferenciar
y evaluar:

  • Confundir felicidad con placer es erróneo,
    porque el placer es momentáneo y también
    admite repetición. Es siempre parcial, tiene vigor y
    energía pero también al mismo momento es
    insuficiente. Afecta a la vida psíquica, más
    aún al núcleo de la persona misma. A
    diferencia, la felicidad es todo lo contrario, no abarca un
    momento, sino la totalidad de la persona, por lo que tiene un
    lugar mas profundo. No provoca fastidio sino un deseo que se
    haga mas profunda.
  • Decir que la felicidad es el presente, corrompe el
    futuro, hay mas felicidad en esperar bienes futuros que
    vivirlos en el momento, porque cuando hay una expectativa se
    está a la espera de que se cumpla de la mejor manera
    posible. La felicidad consiste en aprender
    esperar.

8. EL INTERÉS.

El hombre siempre piensa en sus propios intereses por
los va a cuidar muy bien. Es realista, busca su confort, su
tranquilidad y se asegura de que no tenga riesgos. Como
dice el dicho: "mas pájaro en vano que cien volando".
Queda claro que hace depender la felicidad de sus propios
esfuerzos o logros. Estamos en un modo de vida que pone como fin
y valor primero al yo mismo y mis intereses. El hombre que se
centra en esta postura ama el dinero y
piensa que se vale de lo recursos propios.
Coopera para evitar que se perjudique. La palabra acertada de
este modelo sería el individualismo.

9. EL PODER Y EL
DINERO.

En este modelo es feliz aquel hombre con dinero y con
ambiciones al poder, al tener más que los demás. La
felicidad en él significa apostar por uno mismo, no
sólo en cuanto centro de todos los intereses, sino sobre
todo como denominador común que lo rodea. EL lujo aparece
como ostentación de poder y el dinero se utiliza para
demostrar fuerza y
distinción. Con el dinero no se puede compartir, sino
repartir porque es de uno y de nadie más. El dinero
materializa la vida humana hasta hacerla miserable. El
afán al poder no solo está dado por el dinero sino
al entorno en como uno se siente alrededor de ello, lo que
llamamos la "ley del mas
fuerte". El hombre tiene una tendencia secreta de dominar a otros
y de no dejar dominarse por otros, esto se llama "orgullo",
querer sobresalir de los demás. Lo que triunfa es la
fuerza no la justicia. La justicia es la ley que el más
fuerte impone al más débil. "La justicia no es otra
cosa que la ley del mas fuerte".

IV.
ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS RELACIONADO AL
TEMA.

Puedo rescatar a dos de los cuatro artículos
presentados en este trabajo, que
me parece muy importante que se reflexione sobre ellos, para
aclarar en que posturas o ideas en las que se basa:

– En el artículo publicado por el diario La
Nación,
titulado "Las claves son cultivar los afectos y evitar
problemas", los científicos debaten si es bueno estimular
a personas sanas en búsqueda del bienestar, ya que la
felicidad, científicamente, se localiza en un área
del cerebro.

Obviamente, con las lecturas de los distintos
pensamientos filosóficos, se observa claramente que se
reduce materialmente a la cuestión de la felicidad. Con
diferentes estudios tomados, se ha detectado que la felicidad o
mejor dicho las cosas buenas, se encuentran en la parte frontal
del cerebro; y que la angustia o las cosas malas está en
la parte subcortical del cerebro. Según Paradiso, doctor
de la Universidad de
Lowa (EEUU), expresa "que el único ser feliz en la tierra es
el ser humano", pero deja abierta la idea también, que en
lo animales haya
emociones
positivas que se distinguen de la felicidad. "A mi modo de ver,
la felicidad es un sentimiento hedónico de
apreciación estética, que está conectado
íntimamente con la especie humana". Aquí vemos que
el bien es el placer sensorial y que solamente se da en humanos.
Afirmación, errónea ya que no se sabe, ni tampoco
se conoce porque es imposible.

– En relación al artículo publicado en el
diario El mundo (versión digital, España) se
presenta un decálogo de la felicidad, cuyo título
es "La felicidad, esa eterna búsqueda". Se presenta un
modo de relativismo, que en relación a las personas
considera una escala de valores a
tener en cuenta para cada individuo. La felicidad no es restar o
sumar, como expresa el artículo. A su vez el segundo punto
habla el tema de serenidad interior es inquietud (San
Agustín), nada se transforma en felicidad, ella
es.

Se puede relacionar con uno de los modelos de felicidad
que se encuentran en la actualidad, el nihilismo, vivir el
presente sin preocuparse por el futuro. También me
llamó la atención la siguiente frase, "hay que
encajar el dolor y permitir que fluya para se felices", mas bien
sería "encontrar el sentido del dolor". El amor es un
sentimiento auténtico que asegura el bien y la verdad. Con
respecto a la acción, la felicidad no es una
acción, porque no toda acción es orientada al
bien.

Es erróneo aceptar lo que plantea el
artículo: "hay que estar de acuerdo con las propias
convicciones", sino hay que actuar en base a convicciones, mejor
dicho en base a valores, porque si se actúa como uno
quiere, se transformaría en relativismo.

En conclusión lo más rescatable del
artículo es su título, "La felicidad, esa eterna
búsqueda", aunque si nos ponemos a reflexionar
sería mejor "La felicidad, esa constante
búsqueda".

Con respecto a los otros títulos, "El secreto de
la felicidad" y "Felicidad para el corazón", como dije
antes solo someten a lo material el tema de la felicidad. No
existen ingredientes, como dice un artículo, para hacer
más feliz la vida de las personas. Plantean un grupo de
británico, la felicidad televisiva que invita a participar
a aquellas personas que propongan propagar la felicidad. Desde el
punto de vista clásico se debería llamar el
artículo "El misterio de la Felicidad". También
propone el Decálogo de la Felicidad, donde los expertos
midieron el nivel de felicidad antes y después de lanzar
el proyecto, para
evaluar si sus métodos
son efectivos (Ver Anexo).

V.
CONCLUSIÓN.

Es bueno darse cuenta de los errores, principalmente de
los errores de nuestros afanes, dejar de ser un tanto relativista
e inculcar a la sociedad la verdad, que en la actualidad ha
desaparecido por concreto. Se piensa que lo que uno dice
está bien y por lo tanto es fuente de verdad, pero es una
simple opinión de un determinado tema.

La felicidad no consiste en estar feliz; estar feliz es
una sensación local, o sea, un sentimiento o estado de
ánimo que puede ser más o menos
pasajero.

Para el hombre la vida no es sólo comer, dormir y
realizar actividades; para el hombre la existencia no se mide en
términos de subsistencia, pero, una vez garantizados los
elementos esenciales para vivir, la historia no se acaba, sino
que cada vez se no se hace mas complicado sino mas bien mas
complejo. Por eso el materialismo, el
hedonismo, la superficialidad y el vacío de
espíritu, dan como resultado la falta valores y virtudes
que sufre nuestra sociedad, que no lleva a la verdadera felicidad
y menos aún a la vida en plenitud.

En un primer momento, cuando comienzo a indagar, me
imaginaba que el camino de la felicidad es individual y, por
tanto, un camino que cada uno debe realizar en solitario buscando
la independencia
de todo condicionamiento exterior. Ese camino del gobierno de uno
mismo, de la independencia frente a lo exterior, hace que el
hombre anule las otras realidades y se encierre en uno mismo,
deja de ver el mas allá, y lo mas trágico de todo,
deja de orientarse a la verdad.

La inquietud del hombre, sus búsquedas, sus
insatisfacciones no se orientarán por el camino de la
posesión individual de la felicidad hasta que encontremos
el único que puede llenar el vacío. En este sentido
tienen mucho para decirnos muchos santos que no encontraron paz
en su corazón hasta asombrarse a Dios, como es el caso de
San Agustín. La vida del hombre necesita en su plena
libertad buscarlo, encontrarlo y elegirlo. El camino a seguir
está señalado, principalmente, en la presencia de
la fe, de la creencia.

Pero desde una perspectiva griega, el propio
Aristóteles señaló que un día feliz
no hace que podamos llamar «feliz» a un hombre. No
puede tener un carácter puntual ligado a un único
momento de nuestra vida, o a sólo una faceta de la misma;
es algo que afecta a su totalidad.

Hay que tener muy en cuenta que la realización de
una buena acción puede proporcionarnos un instante de
felicidad, pero no la felicidad plena, porque atrapa al conjunto
de nuestras acciones, a la suma de todos nuestros actos y, en
definitiva, al conjunto de nuestro obrar. Por eso, aunque
tengamos instantes de felicidad, cuando nos preguntan si somos o
no felices siempre intentamos evaluar y ponderar la totalidad de
la vida que hasta entonces hemos llevado pero se deja de lado el
futuro, busca ser un tanto nihilista.

Se piensa a menudo, que la desgracia es el advenimiento
del mal y el dolor a la vida humana, esto consiste en una
dualidad del mal hasta el logro del bien, desde la infelicidad
hasta la alegría. La felicidad es la liberación del
mal, es la eterna búsqueda del hombre, cuya
aceptación no es desechada, porque en ella puede
conseguirse.

Vida feliz, no consiste en al afán de lo bienes,
sino en aprender a ejercitar la virtud y los valores
que le son propios al hombre. Para hacerse cargo de todo, es
preciso ver las cosas desde adentro de nosotros mismos, de una
manera más vital y práctico, mas "interior".
Debemos preguntarnos ¿Cómo vivo y siento yo mi
felicidad?, ¿Qué significa para uno mismo ser
feliz?, ¿Lo somos realmente?.

Tenemos que pensar también, que tener una vida
buena es aceptable para alcanzar la felicidad, porque vida buena
es bienestar, son las cosas que nos permiten estar bien. Pero en
una concepción moderno, me siento obligado a decir que ese
bienestar se transformó en un materialismo, porque si o si
dependemos de bienes que en algunos casos no son necesarios para
vivir, y que cada vez se desea mas y más. Los bienes que
dan felicidad al hombre no son sólo los útiles, los
que dan bienestar, sin aquellos que son dignos de ser amados por
si mismos, porque son de por sí valiosos y bellos y
enriquecen al hombre en un sentido más alto que el que
puramente material.

Nosotros somos felices en la medida en que alcanzamos
aquello que aspiramos, significa que si aspiramos cosas
materiales nuestra felicidad ya se nos hace presente en este
mundo, pero si aspiramos a cosas perfectas, nuestro esfuerzo por
conseguirlas requerirá un mayor trabajo, además de
que esté restringido por las propias e inevitables
limitaciones naturales que determinan al hombre. Las aspiraciones
del hombre no deben ser sensibles porque no fundan una verdadera
felicidad.

La felicidad en cierta forma, consiste en la
posesión de un conjunto de bienes que significan para el
hombre plenitud y perfección, y que tienen la
característica de engrandecernos, de hacernos plenamente
felices. Debemos obedecer a la orientación que nos dicta
nuestra razón, constantemente hacia el bien. Plenitud y
perfección tienen que ver con la pretensión
última que cada persona quiere lograr y con el esfuerzo
que realiza para lograrlo. Esto es propuesto a partir de una
mirada hacia el futuro significa un deseo de bienestar, de
felicidad, de compañía, o anhelo que difiere en
cada persona.

Una de mis conclusiones que puedo presentar es que la
felicidad crece de la conformidad íntima entre lo que se
quiere y lo que se vive. Para que ella se revele se necesita
sobre todo no tener un hueco en el fondo de la vida, sino poseer
una armonía consigo mismo, que es la que muchas veces
permite afrontar las dificultades sin sentirse infelices,
también permite no aceptar modelos que no sean los
personales.

"La realización de los ideales es trabajosa y
esforzada, encuentra dificultades y conlleva riesgos". Esta frase
tiene que ver con un proceso de
creatividad,
de invención, de originalidad para poder hallar
verdaderamente o saber que verdaderamente la felicidad me
corresponde a mí, es mi propio esfuerzo, en definitiva, me
pertenece solamente porque es fruto de mis logros, de mi propio
batallar hacia mi ideal; mi trabajo hacia el ideal consiste en la
adquisición de virtudes que engrandezcan mis actos, que
los hagan como así también que me hagan a mí
digno de un premio por mi esfuerzo. No es algo que nos viene a
nosotros, debemos salir a buscarlo y para esto debemos
prepararnos.

Esta preparación sólo pueden ser posibles
a través de la contemplación, las virtudes y las
acciones buenas; estas características se complementan:
por un lado la contemplación prepara el terreno, por su
parte, para el cultivo de la razón, del pensar; la
sabiduría rige la adquisición de virtudes
fundamentales que encausan a la persona hacia el desarrollo de
repetitivas acciones virtuosas que incluyen armonía, en lo
bello y lo bueno. Es verdad que hacia el camino de la
sabiduría se siembran amarguras pero se cosechan buenas
frutas, pero es la única forma se seguir avanzando, no nos
podemos quedar en la mediocridad o simplemente en vivir el
día, hay que ver, como ya dije reiteradamente en varias
ocasiones, el mas allá.

Esta nueva concepción que me ha dado la
realización de este trabajo, desde mi consideración
final tiene un trasfondo de búsqueda ilimitada que no
encuentra una resignación o un rechazo por uno mismo, al
contrario tiene un sentido de eterna búsqueda y profunda
realización personal en torno a la
educación en las virtudes que nos engrandecen. Este
engrandecerse tiene un fin de desarrollo por encima de la persona
para ir formando una nueva perspectiva, simplemente lo
resumiré en la siguiente frase;

"el hombre encaminado a la verdad, los
valores y las virtudes lleva a este a encontrar el camino de la
felicidad"

Julián A. Sabattini

VI.
BIBLIOGRAFÍA.

  • Aristóteles, Ética a Nicómaco.
    Ed. bilingüe y trad. de M. Araujo y Julián
    Marías. Centro de E. Constitucionales, Madrid
    1981.
  • Conill, J. – Montoya, J., Aristóteles:
    sabiduría y felicidad. Cincel, Madrid
    1986.
  • Zubiri, X., Sobre el hombre. Alianza, Madrid
    1986.
  • Ana Laura Pérez, Pensamiento ¿Ser
    feliz o estar feliz?. Revista del
    Diario Clarín VIVA Pág. 34 Domingo 24 de Abril de
    2005
  • Aristóteles "Obras" – Ética
    Eudemiana – Ética Nicomaquea – Gran
    Ética – Aguiar Ediciones – España,
    1977
  • Lamanna E. Paolo, Historia de la
    Filosofía. Tomo I El Pensamiento Antiguo, Hachette,
    1970
  • Ismael Quiles, S.I. (introducción y notas) – Suma
    teológica (selección) – Colección
    Austral – Espasa – Buenos Aires
    – 1942
  • Jaime Barylko. La Filosofía "Una
    invitación a pensar" – Grupo Editorial Planeta
    S.A.I.C. – 1997
  • Jorge L. García Venturini – Curso de
    Filosofía (decimonovena edición) – Editorial Troquel S.A.
    – Buenos Aires, 1978
  • Julián Marías – La Felicidad
    Humana –– Editorial Sudamericana – Buenos
    Aires – 1990
  • Martha Frasseneti de Gallo – Gabriela Salatino
    – Filosofía "Esa búsqueda reflexiva"
    – Editorial AZ – Buenos Aires, 1997.
  • Mirta Guarda. Filosofía 1er año
    Educación polimodal / Formación
    orientada. Editorial Sainte Claire, Buenos Aires,
    2000.
  • Pbro. Dr. Jorge A. Gandur – Periódico "Cristo Hoy" –
    Página 10 – Senderos de Felicidad – 19 al 25
    de abril de 2001
  • Schujman, Herzhowich, Finocchio. Formación
    Ética y Ciudadana Ediciones Aique.
  • Yepes Stork, Ricardo. Antropología
    Filosófica. Capítulo VIII: La felicidad y el
    sentido de la vida.
  • José Ferrater Mora. Diccionario de
    filosofía. Editorial Alianza, Madrid 1979 Tomo II
    páginas 1140-1141
  • Zuretti, Juan Carlos. Filosofía y la
    lógica moderna. Editorial Itinerarium, Buenos Aires,
    1974.
  • Jacout, Luis. El mundo del pensamiento.
    Editorial Espasa Calpe Colección Austral, Buenos Aires
    1954.
  • Foullèe, Alfredo. Aristóteles y su
    polémica contra Platón. Editorial Espasa
    Calpe 2º Edición Colección Austral, Buenos
    Aires 1948.
  • Hueyse, Paul. El camino de la Felicidad.
    Editorial Espasa Calpe Colección Austral, Buenos Aires
    1956.
  • Echegoyen Olleta, Javier. Historia de la
    Filosofía. Volumen 2:
    Filosofía Medieval y Moderna. Editorial
    Edinumen.

Notas de página

En la Suma contra los gentiles,
Santo Tomás habla siempre de "beatitudo" cuando se refiere
a la felicidad divina.

2 Julián Marías – La
felicidad humana – La felicidad en dos versiones griegas
– Página 72.

3 Escolástica/o, de Schola, escuela.
Corriente filosófica y teológica desarrollada por
los pensadores cristianos durante la Edad Media
desde el siglo IX hasta principios del Renacimiento
(XIV). Se desarrolló primero en las escuelas
monásticas y más tarde en las catedrales y en las
universidades. Aunque trataron todos los temas filosóficos
más importantes (ontología, antropología, teoría del
conocimiento, ética, filosofía política, …) las
preocupaciones fundamentales de todos los autores de esta
corriente fueron de índole teológica:
básicamente la existencia y naturaleza de Dios, y las
relaciones entre la filosofía y la teología, la
razón y la fe. Santo Tomás es el representante
más importante de este movimiento.

4 Lib. arbit. 9,25-26: BAC Obras de San
Agustín t.3 p 351-353; PL 32,1254.

5 Cf. Epist. 118,313: BAC, Obras t. 8 p.854;
PL 33,4381.

6 Natural quiere decir por causa de la
Creación, es todo ser y actuar.

7 Suma teológica (selección)
Colección Austral Editorial Espasa, Pág.
107.

8 Suma teológica (selección)
Colección Austral Editorial Espasa, Pág.
110.

9 Suma teológica (selección)
Colección Austral Editorial Espasa, Pág.
132.

10 "En tanto que la bienaventuranza del
hombre es algo creado, que tiene existencia en él mismo,
hay necesariamente que decir que la bienaventuranza del hombre es
un obrar…".

11 Platón presenta en el Gorgias y en
la República, las figuras de Calicles y Trasímaco,
que defienden sus argumentos y con fuerza de convicción la
postura del mas fuerte.

12 Sergio Paradiso, "Las Claves son cultivar
los afectos y evitar problemas", 7 de Mayo de 2006, La Nación.

13 Ambos publicados en BBC Mundo.

DATOS DEL AUTOR

Sabattini, Julian, nacido en Paraná el 27 de
diciembre de 1989; estudiante secundario del Colegio Don Bosco;
recibido como diseñador gráfico y como Analista
programador. Fanático de las hazañas de la
filosofía… a los 16 años de edad, a
través de un pedido del colegio comenzó a indagar
el tema de la felicidad… y realizó el trabajo
propuesto.

FECHA DE REALIZACIÓN

Paraná, 2 de Octubre 2006

 

Sabattini, Julian

Partes: 1, 2
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