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Introducción a las Propiedades Matemáticas de la Gran Pirámide



Partes: 1, 2

    1. Prefacio
    2. La Gran
      Pirámide
    3. División de un
      segmento en media y extrema razón
    4. Construcción y
      aproximaciones
    5. La
      sección áurea y el número áureo en
      geometría euclidiana
    6. La
      sección áurea y el número áureo en
      la naturaleza
    7. Propiedades
      de la cara
    8. La
      "pirámide plana"

     

    PREFACIO

    La matemática
    es una actividad humana y, como tal, no puede ser ajena a las
    virtudes y los defectos de los seres que la crean. Aunque no
    utilizan la palabra, algunos tratan de presentarla como algo
    "santo"; quiero decir: limpio y apartado, pues esto significa la
    palabra "santo". Pero esa asepsia que le quieren atribuir es una
    imagen irreal.
    En realidad, no puede estar apartada de los seres humanos, porque
    son ellos los que la engendran y la paren; no es el producto de
    una revelación divina ni existe independientemente del
    hombre.
    Tampoco puede ser del todo "limpia", porque se tiñe
    inevitablemente de todo lo que sus creadores creen, sienten y
    hacen; por acción
    o por omisión.

    El producto de la actividad matemática creativa
    de una persona es en
    parte similar a una obra de arte; no puede
    agradar a todos y no es un asunto de consenso; sale como sale;
    sale como uno es. Más allá de que todo
    matemático debe respetar las reglas de la lógica,
    esto resulta análogo a lo que hace un pintor cuando mezcla
    azul y amarillo: sabe que obtiene verde; pero cómo y
    dónde ubica ese color es un
    asunto personal en el
    que nadie puede intervenir. Es una expresión del
    espíritu, de la
    personalidad, del "corazón";
    a lo sumo se puede decir "me gusta" o "no me gusta", "prefiero
    otro estilo", "me identifico con su manera de ver las cosas" o
    sugerir tímidamente algún cambio o
    agregado.

    Una anécdota personal puede ser muy ilustrativa:
    En 1969 estaba terminando mi bachillerato, cuando un docente, a
    quien respetaba mucho y por el que tenía una cuota de
    cariño, me dijo: "El problema con vos es que sos demasiado
    científico y poco filósofo". En 1970, cuando
    promediaba el curso de ingreso en la Facultad de Ciencias
    Exactas de la UBA, dos ayudantes de cátedra (que, a la
    sazón, discutían una cuestión de
    filosofía de la ciencia
    conmigo) me dijeron: "El problema con vos es que sos demasiado
    filósofo y poco científico". ¡No es posible
    cambiar tanto en tan poco tiempo!

    Otro lugar común es la creencia de que la
    matemática es para mentes privilegiadas. Pero no, es una
    actividad creadora realizada por seres humanos comunes que
    sienten una particular atracción hacia ese tipo de
    manifestación cultural.

    Es verdad que hay menos matemáticos que personas
    que se dedican a otras ocupaciones, pero eso no significa que
    pertenezcan a una elite de súper-genios. Aunque pueden
    existir casos excepcionales, la mayoría de nosotros somos
    seres "normales", a veces más "normales" de lo que
    deseamos. Siempre hay lugar para el error, para el "no sé"
    y para el "no me sale", aún con un doctorado sobre los
    hombros. Lo que resulta maravilloso es que, pese a todas esas
    limitaciones, avanzamos. Descubrimos de a poco nuevos conceptos
    abstractos a los que nadie les encuentra utilidad
    extra-matemática inmediata. Pero, con el tiempo, otros
    seres hallarán aplicaciones insospechadas que harán
    crecer la riqueza de la Humanidad como conjunto.

    La mezcla de religión, ocultismo,
    arqueología y matemáticas le parecerá entretenida
    a unos, apasionante a otros e inapropiada o detestable a otros
    tantos. Yo no inventé nada. Ya los sabios de la India
    combinaban en sus libros
    sexo,
    religión y matemáticas. Mi trabajo sale
    de acuerdo a mi personalidad
    y, quizás, este condimento extra-matemático
    despierte curiosidad en algunos o provoque una asociación
    de ideas que sirva de motor para abrir
    la mente de otras personas a mundos que, hasta hoy, no
    habían advertido. Si es así, es bueno; si
    entretiene, también.

    No existe un ser humano tan ignorante como para que no
    podamos aprender algo de él. Expresémonos y dejemos
    a otros aportar lo suyo. Si usted estudia esta ciencia,
    inténtelo también. El tiempo dirá qué
    bien y qué mal puede salir de todo ello.

    "…, pues la página escrita nunca
    recuerda todo lo que se ha intentado, sino lo poco que se ha
    conseguido."

    Antonio Machado, 20 de abril de 1.917, fragmento del
    prólogo a "Páginas Escogidas".

    INTRODUCCIÓN

    Éste, mi segundo trabajo publicado,
    precedió al primero. Mis investigaciones
    en Teoría
    de Números comenzaron con la sección áurea y
    la Gran Pirámide, pero ciertas circunstancias hicieron que
    fuera postergada su edición. Con todo, este impreso se publica
    modificado, como forma de adaptarlo a lo que ya vio la luz.

    La mayor dificultad que se presenta con un trabajo
    acerca de las propiedades matemáticas de un monumento es
    que muchas de ellas tienen origen extra-matemático,
    haciendo que la verificación de la mayoría caiga
    fuera de la materia.
    Así, por ejemplo, se dice que la prolongación de
    las diagonales de la base de la Gran Pirámide abarca
    exactamente el Delta del Nilo y que el eje meridiano lo corta en
    dos partes iguales. Para poder saber si
    esto es cierto, hay que tener conocimientos de geógrafo y
    de geólogo, cartas detalladas
    del Delta del Nilo (según era en la época de
    construcción) y datos
    geodésicos minuciosos de la ubicación del
    monumento; cosa imposible para mí.

    También se ha dicho que las tres pirámides
    de Gizeh están ubicadas según la disposición
    de las tres estrellas del cinturón de Orión, tal
    como se veían hace algo más de una decena de
    milenios atrás, y que otras construcciones realizadas en
    el resto del territorio del imperio completaban el dibujo de la
    citada constelación. Nuevamente, no soy astrónomo,
    no sé leer cartas astronómicas, no puedo calcular
    las posiciones celestes de los astros, etc.

    Limitado, como estoy, no puedo más que analizar
    los aspectos más "matemáticos" del asunto y
    asegurarle al lector que he tratado de ser lo más preciso
    posible y de publicar aquello de lo que tengo un grado de certeza
    razonable. Aunque este trabajo comenzó con la
    intención de verificar la autenticidad de ciertas
    afirmaciones leídas en obras de divulgación y que
    los cálculos que realicé no fueron copiados, tiene
    muy pocas cosas originales.

    Con posterioridad descubrí que muchas de esas
    verificaciones e investigaciones ya habían sido efectuadas
    por otros estudiosos que, hasta entonces, desconocía. Tuve
    especial cuidado de no omitir ninguna referencia a trabajos
    anteriores. Si alguna falta, no se trata de mala voluntad o del
    deseo de apropiarme de los logros ajenos. Si acaso hubiera
    algún mérito en este trabajo, ese sería
    haber reunido en un solo impreso la poca información que considero segura y que
    está diseminada en una multitud de obras de difícil
    acceso por su antigüedad o su escasez en
    nuestra plaza.

    La exposición
    y los cálculos son elementales; el estilo es más
    retórico que simbólico; todo ello con el
    propósito de acceder a un público más vasto,
    aunque el punto de vista es ligeramente superior a la calidad
    expositiva. Este trabajo puede ser entendido por el lector culto
    no matemático y debería bastar con lo aprendido en
    la enseñanza media. Sin embargo, la
    experiencia demuestra que no siempre esto ocurre. Según
    entiendo, esto se debe a que rara vez el estudiante de la
    escuela
    intermedia aprende a leer un texto
    matemático. Esto es similar a leer música. Cualquier
    persona de inteligencia
    normal puede aprender a leer un pentagrama; pero es algo a lo que
    debe aplicarse; es como estudiar un idioma nuevo. Aunque los
    textos matemáticos se escriben en lenguas usadas en la
    conversación diaria, no es posible leerlos como un
    periódico o una novela; es
    necesario adquirir una cierta visión y un método
    adecuado. Desarrollar las explicaciones pertinentes desde el
    comienzo y llevar de la mano al lector inexperto sin dejar
    lagunas ni pretender conocimientos previos, produciría una
    obra aburrida para los que saben más. Encontrar el medio
    exacto, lograr el equilibrio, es
    –quizás- la más difícil de todas las
    tareas.

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