1.
Antecedentes.
Argentina se había desarrollado con
características un tanto distintas al típico
modelo
latinoamericano. Por un lado, en Argentina no existía una
amplia población indígena que, en otros
países, fuera sometida a la servidumbre de la hacienda.
Por otro lado, desde la colonia, el puerto de Buenos Aires se
consolidó como uno de los lazos vitales con el resto del
mundo y de ahí que se desarrollará una
burguesía comercial desde muy temprano.
Los amplios territorios de la pampa argentina fueron
convertidos en estancias dedicadas a la exportación de grano, carne y derivados del
ganado vacuno. Para posibilitar este tipo de economía el interior
del país fue integrado al puerto con una considerable
red de
ferrocarriles y otros medios de
transporte.
Las economías de enclave, generadas con capital
extranjero, tuvieron fuerte presencia en sectores vitales no
sólo productivos como el
petróleo, sino también en los transportes,
así como en la banca.
Otra de las peculiaridades de la Argentina, en
relación a otros países de la región, fue la
fuerte inmigración que experimentó a lo
largo de varios decenios desde Europa. Esta
inmigración pasaría a convertirse en el
núcleo principal de la clase obrera
que, en Argentina era relativamente más grande que en
otros países de la región.
En términos políticos, Argentina
había experimentado a partir de la década del 30
una inestabilidad política
alternándose regímenes democráticos en los
que gobernó el partido radical, con regímenes
militares de carácter conservador.
En el contexto internacional, la segunda guerra
mundial había comenzado el año 1939 y, antes de
eso, una buena parte de la oficialidad del ejército
argentino había tenido relaciones con los ejércitos
de las potencias del eje. Esto determinó que la
oficialidad argentina tuvo influencias de los regímenes
políticos de Alemania e
Italia. No
estaban, pues ellos dispuestos a sumarse a la alianza continental
que propiciaba Estados Unidos
contra el eje.
2.
El camino de Perón al
poder.
En 1943 estalló un golpe militar que llevó
al poder a los oficiales del GOU (Grupo de
Oficiales Unidos), una logia militar que tenía influencias
de los regímenes fascistas de Europa. Los nuevos
gobernantes con el general Pedro Ramírez a
la cabeza no disimularon sus simpatías por la Alemania
nazi, además de disolver el congreso y anular las
elecciones programadas.
Entonces Estados Unidos y Gran Bretaña realizaron
fuertes presiones contra el nuevo régimen que tuvo que
atenuar su imagen
pro-fascista cambiando de gobernante. Edelmiro Farell fue el
reemplazante de Ramírez que los militares argentinos
designaron para continuar en el poder.
De todas maneras, el nuevo régimen era visto con
mucha suspicacia en el exterior y en el interior del país
los partidos
políticos tradicionales se mostraban inconformes con
la suspensión del proceso
democrático constituyéndose en oposición del
régimen. Las clases conservadoras, las oligarquía
agroexportadora y los empresarios extranjeros, no veían
tampoco con buenos ojos al régimen militar que
podría perjudicar sus relaciones comerciales con las
potencias aliadas.
Por otro lado, la clase obrera influenciada por el
movimiento
socialista internacional y conciente de las influencias fascistas
del régimen no podía sino condenarlo a la vez que
se preparaba para lo que suponían sería una
confrontación en el plano de las luchas
sociales.
De esta manera, el nuevo régimen militar se
encontraba completamente aislado y todo hacía suponer que
no podría tener duración.
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