La Semana Santa Indígena mayo-yoreme en Mochicahui (México)
- Breve resumen
- El
sincretismo - El
miércoles de ceniza - Los
viernes de judíos - El
motivo - La
Semana Santa, la fiesta mayor - Referencias
Breve
resumen:
La semana santa indígena yoreme es uno de los
acontecimientos más importantes y floridos del grupo
indígena mayo-yoreme del norte de Sinaloa y sur de Sonora.
Con ésta se recrea la pasión y muerte de
Jesucristo, de una manera muy particular en donde se ve con
claridad el sincretismo religioso, es decir, se manifiestan
elementos totémicos prehispánicos mezclados con
aspectos de la Iglesia
Católica.
En otras palabras en la fiesta mayor, de semana santa,
observamos el ritual católico paralelo a las danzas y
cantos relacionados al venado, pascola y desde luego de los
judíos
o fariseos. Tal parece que esto comenzó a darse desde el
inicio de la evangelización de los naturales para
convertirlos con mayor facilidad a la religión
católica.
El
sincretismo
La semana santa indígena yoreme es uno de los
acontecimientos más importantes y floridos del grupo
mayo-yoreme del norte de Sinaloa y sur de Sonora. Con ésta
se recrea la pasión y muerte de Jesucristo, de una manera
muy particular en donde se ve con claridad el sincretismo
religioso, es decir, se manifiestan elementos totémicos
prehispánicos mezclados con aspectos de la Iglesia
Católica.
En otras palabras en la fiesta mayor, de semana santa,
observamos el ritual católico paralelo a las danzas y
cantos relacionados al venado, pascola y desde luego de los
judíos o fariseos. Tal parece que esto comenzó a
darse desde el inicio de la evangelización de los
naturales para convertirlos con mayor facilidad a la
religión católica. F. Leandro Quintero recrea esta
pasión religiosa sincrética, cuando narra la
primera fiesta después de haberse concluido la construcción de la primera Iglesia dirigida
por el padre jesuita Andrés Pérez de Ribas y
fundador de la misión de
San Jerónimo de Mochicahui, de la siguiente
forma:
La dedicación de la iglesia y de la ermita fue
simultánea. La noche de la víspera se colocaron
de cada parte, a fin de que alternando se correspondieran los
sones, un terno de chirimía y otro de trompeta, y se
encendieron también en una y otra parte vistosos fuegos
y luminarias. En lo alto de la iglesia ondeaban estandartes y
gallardetes de seda de china, en
tanto que, en la anchurosa plaza de enfrente, se encendieran
fuegos a la luz de los
cuales los indios con extremado regocijo se entregaron al goce
de sus danzas vernáculas. Al día siguiente
una procesión recorrió las calles del poblado, ex
profeso adornadas con follajes de árboles, y concluyó alrededor de
la plaza, en cuya cuatro esquinas se levantaron enramadas
ornamentados con ramos y en las que improvisaron altares. Hubo
misa cantada, con música,
y un padre dijo el sermón en la lengua. La
fiesta remató con regalo de abundante comida y de la que
más gustan los indios…1
Desde entonces el ritual católico ha ido
acompañado por las danzas, música y cantos de los
indios zuaques, manifestándose desde el primer momento el
sincretismo religioso que hasta hoy se observa.
El primer misionero entendió, seguramente, que
había que reencauzar las manifestaciones
autóctonas, al entender que es imposible cambiar
radicalmente la cultura de un
pueblo, y mucho menos de uno tan rebelde y guerrero como el de
Mochicahui. Ahora sus tambores y danzas tenían otro
significado, ya no para convocar a la guerra contra
sus vecinos o contra cristianos celebrando triunfos con sus
cabezas cortadas, si no para celebrar fiestas a Cristo y a su
santísima Madre.
En la actualidad, los indios zuaques de Mochicahui, no
tienen la ermita en el cerro, pero cuentan con un centro
ceremonial con una enramada, donde realizan sus cantos y danzas
relacionados al ritual católico y desde la cual realizan
la procesión hasta la Iglesia, situada, muy probablemente
donde se edificó la primera por allá en
1605.
Página siguiente |