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El Síndrome de Burnout en trabajadores de la salud de la Atención Primaria (página 2)



Partes: 1, 2, 3

En un primer momento Maslach (1976), definía al
Burnout como
un estrés
crónico producido por el contacto con los clientes, que los
llevaba hasta la extenuación y el distanciamiento
emocional en sus trabajos. Los primeros estudios empíricos
sistemáticos de Maslach con ayuda de Ayala Pines
tenían como objetivo el
análisis de los estados emocionales de los
profesionales y sus reacciones a los clientes,
relacionándolos con determinadas características de
su trabajo
(Maslach y Pines 1977, Pines y Maslach, 1980). Tales estudios
mostraron la presencia del Cansancio emocional y de la
Despersonalización fenómeno del Burnout, por ello
las primeras aproximaciones conceptuales incluían solo
ambas dimensiones.

A partir de este momento, se asignó un programa de
investigación sobre el Burnout en varias
profesiones y el desarrollo de
las primeras definiciones operativas. Los resultados de tales
trabajos dieron lugar a la determinación de una tercera
dimensión, la falta de Realización personal (Maslach
y Jackson,1981), quedando descrito como un proceso que se
inicia con una carga emocional y su correspondiente
tensión que conduce al agotamiento del sujeto, quien
comienza a exhibir conductas de distanciamiento y actitudes
negativas respecto a las personas que atiende, lo cual le crea
dudas con respecto a la competencia y
realización profesional, acompañado de
síntomas físicos cuyos componentes fueron
identificados por estas autoras como: Agotamiento emocional,
Despersonalización y reducida Realización personal
(4,9).

La primera es el Agotamiento Emocional, que se define
como cansancio o fatiga que puede manifestarse física,
psíquicamente o como una combinación de ambos. Es
la sensación de no poder dar
más de sí mismo a los demás.

Despersonalización es la segunda dimensión
y se entiende como el desarrollo de sentimientos, actitudes y
respuestas negativas, distantes y frías hacia otras
personas, especialmente hacia los beneficiarios del propio
trabajo. Se acompaña de un incremento en la irritabilidad
y una pérdida de motivación
hacia él mismo. El profesional trata no sólo de
distanciarse de las personas destinatarias de su trabajo sino
también de los miembros del equipo con quien trabaja,
mostrándose cínico, irritable, irónico e
incluso utilizando etiquetas despectivas para aludir a los
usuarios y tratando de hacerlos culpables de sus frustraciones y
descenso del rendimiento laboral (8).
Junto a estas dos dimensiones aparece una tercera, consistente en
un sentimiento de bajo Logro o Realización personal y/o
profesional y que surge cuando se verifica que las demandas que
se le hacen, exceden su capacidad para atenderlas de forma
competente. Supone respuestas negativas hacia uno mismo y hacia
su trabajo, evitación de las relaciones personales y
profesionales, bajo rendimiento laboral, incapacidad para
soportar la presión y
una baja autoestima
(9).

La falta de logro personal en el trabajo se
caracteriza por una dolorosa desilusión y fracaso en dar
sentido personal al trabajo. Se experimentan sentimientos de
fracaso personal (falta de competencia, de esfuerzos o
conocimientos), carencias de expectativas o horizontes en el
trabajo y una insatisfacción generalizada (8). Como
consecuencia: la impuntualidad, la abundancia de interrupciones,
la evitación del trabajo, el absentismo y el abandono de
la profesión, son síntomas habituales y
típicos de esta patología laboral. En
opinión de Alvarez y Fernández (1991), el bajo
logro puede también, estar encubierto por una
sensación paradójica de omnipotencia. En
conclusión, el enfoque psicosocial, asume que el Burnout
es un síndrome de Agotamiento emocional,
Despersonalización y bajo Logro o Realización
personal en el trabajo (9).

Es difícil para el médico la
comprensión de este síndrome, ya que muchas veces
piensa que por la sola condición de ser médico
estaría inmune al sufrimiento del otro.
Balint (10) estudió en forma intensiva los
vínculos entre los médicos y sus pacientes, no
sólo para lograr mayor efectividad en el ejercicio
profesional, sino para ayudarlos a solucionar situaciones
conflictivas en sus tareas.

Fischer (1983), consideró el Burnout como un
estado
resultante del trauma narcisista que conllevaba una
disminución en la autoestima de los sujetos, mientras que
Pines y Aronson (1988) lo conceptualizan como un estado en el que
se combinan fatiga emocional, física y mental,
sentimientos de impotencia e inutilidad y baja autoestima. Iba
acompañado de un conjunto de síntomas que
incluía vacío físico, sentimientos de
desamparo y desesperanza, desilusión y desarrollo de un
autoconcepto y una actitud
negativa hacia el trabajo y hacia la vida misma.

En su forma más extrema, el Burnout representa un
punto de ruptura más allá del cual la capacidad de
enfrentarse con el ambiente
resulta severamente disminuída y es especialmente duro
para personas entusiastas e idealistas (8).

Esta imagen del
profesional como el héroe trágico, víctima
de su propio celo e idealismo, que
paga un elevado precio por su
alto rendimiento, fue la primera aproximación a este
fenómeno pero no se ajusta al modelo que
actualmente se acepta (6,8).

Golembiewski y Cols (1986) asumen la perspectiva de
Maslach y Jackson y proponen al burnout como un fenómeno
multidimencional y multifacético distinguiendo dos formas:
agudo y crónico. Leiter (1989) critica a los anteriores y
se identifica con el modelo de Maslach y Jackson, Cherniss (1980)
propone un modelo del Burnout de tres fases que se inspiran en el
modelo transaccional del estrés, prestándole
más importancia al estilo organizacional que a la
personalidad del sujeto, este modelo no ha tenido un gran
desarrollo. Mier (1983) lo concibe como un modelo cognitivo
directamente relacionado con el modelo de Bandera de
autoeficacia, brindándole importancia tanto a los factores
institucionales como a los individuales (11).

Ealhuch y Harrison (1980) desde el punto de vista
psicosocial consideran al burnout como insatisfacción
laboral y proponen un modelo de 4 fases. Pines y Aroson (1981)
consideran este síndrome como un fenómeno social
frente a la concepción clínica e individualista de
la depresión,
mientras que Freudemberger (1974) considera la depresión
como parte del síndrome de Burnout (9,11).

Edelwich y Brodsquy lo caracterizan por ser un proceso
progresivo y estar compuesto por tres etapas diferentes. Primero
de idealismo y entusiasmo, en la que el médico tiene una
serie de expectativas poco realistas de lo que puede conseguir.
Segunda o de estancamiento, que supone una paralización
tras la constatación de que sus expectativas son irreales
y una pérdida del idealismo y el entusiasmo
iniciales.

La etapa siguiente es la de frustración, que es
la fase central del desgaste profesional y, por último,
una fase de apatía, con falta de interés y
un vacío total (12,13). Chemis lo enmarca en tres etapas:
primero tiene lugar un desbalance entre las demandas y los
recursos, es
decir, se trataría de una situación de
estrés psicosocial; segundo hay un estado de
tensión psicofísica; en la tercera etapa hay
cambios conductuales como consecuencia de un afrontamiento de
tipo defensivo y huidizo, que lo lleva a evitar las tareas
estresantes y procura el alejamiento personal, por lo que hay una
tendencia a tratar a los pacientes de forma distanciada,
rutinaria y mecánica, anteponiendo cínicamente
la gratificación de las propias necesidades al servicio que
presta (4,14).

La estructura de
tres factores ha sido replicada por numerosos autores en sus
investigaciones (Juacnicku y Schwab, 1981; Pierce
y Molly, 1989; Lee y Ashforth, 1990). En otos se ha propuesto la
existencia de cuatro factores (Belcastro, Hays, 1983 ) o de dos
(Brokins y Col, 1985). Caton (1988) estudió a
profesionales que trabajaban en la Educación
especial, encontrando una estructura de cuatro factores, tres
de ellos coincidentes con el modelo de Maslach y Jackson y un
cuarto que denominaron factor de sobrecarga laboral
(4).

Kandolín en sus estudios propone tres factores no
coincidentes con los anteriores que son: fatiga
psicológica, pérdida de satisfacción laboral
y endurecimiento. En España
diversos estudios replican la estructura de tres componentes
(Oliver y Col., 1990; Powel y Gose, 1986) (15).

Los estudios de Firth y Col (1986) con enfermeros
encontraron que el cansancio emocional estaba sustantivamente
relacionado con la depresión. Oliver (1993)
encontró resultados semejantes en que el cansancio
emocional se correlacionaba significativamente con la
depresión, igual que ocurría con la
realización personal (16).

Gil-Monte y Peiró (1997), han afirmado que el
síndrome del ¨quemado¨ puede estudiarse desde dos
perspectivas: clínica y psicosocial (17).

La perspectiva clínica asume el Burnout como un
estado (concepción estática),
al que llega el sujeto como consecuencia del estrés
laboral, y la psicosocial la define como un proceso con una
serie de etapas que se generan por interacción de las características
personales y el entorno laboral. Fue precisamente Freudenberguer
quien, desde una perspectiva clínica, empleó por
primera vez este término (17,18).

Según este autor, es típico de las
profesiones de servicio de ayuda y se caracteriza por un estado
de agotamiento como consecuencia de trabajar intensamente, sin
tomar en consideración las propias necesidades. Este
enfoque defiende que el Burnout aparece con mayor frecuencia en
los profesionales más comprometidos, entre los que
trabajan con mayor intensidad ante la presión y demandas
de su trabajo, poniendo en segundo término sus intereses.
Se trata de una relación inadecuada entre profesionales
excesivamente celosos en su trabajo y clientes excesivamente
necesitados, una respuesta del personal asistencial al realizar
un sobreesfuerzo (19).

En el Burnout existe una pérdida de la
energía y el idealismo inicial, lo que implica ausentismo,
disminución de la calidad del
trabajo, frecuentes cambios de trabajo, constantes
contradicciones y mutua desconfianza entre los trabajadores y la
dirección y un importante decrecimiento en
la calidad de
vida de los servicios
ofrecidos al pueblo que necesita de ellos lo mejor (Maslach y
Pines, 1979). Aumentan los conflictos y
las dificultades en las relaciones personales por actitudes
negativas hacia el trabajo, entre colegas y con la
dirección (20-22).

En el individuo
pueden encontrarse diferentes síntomas que incluyen
trastornos mentales, problemas
psicosociales y aún el suicidio,
así vemos: depresión física, fatiga
crónica, dolores de cabeza, problemas del sueño,
catarros frecuentes, úlcera, trastornos
gastrointestinales, pérdida o aumento de peso, dolores
musculares, aumento del síndrome premenstrual, aumento del
consumo de
cafeína, tabaco, alcohol,
sobremedicación y drogas
ilícitas. Sentimientos de frustración, desamparo,
desesperanza, desilusión y pérdida del significado
emocional del trabajo (11,12,20,21).

Entre los primeros intentos de evaluar el Burnout se
encuentra el "Tedium Scale" de Pines y Kafry. Para estos el
Burnout es consecuencia del tedio
ocupacional, caracterizado por tres componentes principales: el
cansancio emocional, el cansancio físico y el agotamiento
mental. Mas tarde, con este mismo modelo teórico y similar
estructura, surge el "Burnout Measure" (4).

Otras escalas fueron las desarrolladas por Pestigreu y
Wolf (1981), el "Teacher Stress Measure"
(TSM), en que daban gran relevancia a los factores
organizacionales; el "Wilson Stress Profesor" en
1980; el "Staff Burnout Scale "de Shinn (1982); el "Teacher
Stress Inventory" (TSI) de Fimian (1984). Gillespe y Nimeroff
elaboraban en 1984 el GNBI. Aparece en 1987 el Teacher BO
Inventory de Darquin. El SDTA elaborado en 1988 por R Hock y el
Cuestionario
de "Stress Ocupacional" de Raig (1990) (11).

Pero el modelo más conocido es el de Maslach y
Jackson (1981), "Maslach Burnout Inventory" (MBI) que incluye
tres escalas correspondientes a las tres dimensiones
configuracionales propias del síndrome. Las primeras
publicaciones del cuestionario, anterior a su comercialización, aparecen en 1981.
Inicialmente tenían un número mayor de
ítems, 47, llevándolo posteriormente a 22. Esta
escala ha
demostrado cumplir adecuadamente los criterios de Cambell y Ferke
(1959) sobre validez convergente y divergente. Es el que
más ha sido desarrollado y del que más
investigaciones han demostrado su validez y fiabilidad .Es un
instrumento exclusivamente para la evaluación
del síndrome sin que tenga en cuenta los elementos
antecedentes y factores consecuentes del proceso
(4,23).

La Organización Mundial de la Salud reconoce que el
"Burnout es un síndrome que se ha transformado en un grave
problema enfrentado por los que cuidan la salud de las personas
afectadas por enfermedades
crónicas, que inciden tanto en el staff como en los
miembros de una familia"
(24).

Whitley realizó un estudio entre los
médicos emergentólogos para medir niveles de
estrés y depresión y determinar la frecuencia con
que se presentaba el planteo de abandonar la especialidad (25).
McCraine y Bandasma investigaron en E.E.U.U. la vulnerabilidad de
los médicos al Burnout y la relación de este
síndrome con la antigüedad en la profesión,
con rasgos personales que determinan una inadecuada
adaptación y con la exposición
a factores de estrés en la práctica médica.
Los mayores índices de Burnout se correlacionaban
significativamente con una escasa autoestima, disforia, ansiedad,
preocupación obsesiva y aislamiento (26).

En la esfera de la salud no solo los médicos
están expuestos a estrés de origen asistencial
(26-29). Como evidencias del
trabajo de Anderson, Cooper y Willmoff, otras profesiones
vinculadas a la asistencia de salud también lo
están. Estos autores así lo aprecian en estudios
realizados acerca de fuentes de
estrés en el que incluyeron, junto a médicos y a
enfermeros, científicos, técnicos, obreros de
mantenimiento
y a otros trabajadores del sistema de salud
de Gran Bretaña (26).

La comunicación con los pacientes suele ser
otra de las preocupaciones más importantes de los
profesionales de la salud, llegándose a considerar una
fuente en la génesis del Burnout. Las dificultades de los
pacientes en expresar sus temores y dudas y la dificultad del
personal sanitario para expresar humana y técnicamente
unos datos, suele
confundir y agravar la
comunicación entre pacientes y personal médico.
La comunicación de las ¨malas noticias¨
suele ser uno de los momentos delicados que provocan mayor carga
de tensión y angustia, hasta el punto que puede llegar a
evitarse y dejarse sin hacer (28).

Otro elemento problemático del contacto directo
es el trato con los familiares de los pacientes. Frecuentemente
el estado
emocional de los familiares está más alterado que
el del mismo paciente, por lo que cabe esperar mayor exigencia de
explicaciones y justificaciones. El sentido habitual de sentirse
responsables por sus enfermos lleva a la familia a
presentar reclamaciones descontextualizadas (24).

Recientemente la preocupación y el miedo a la
malpráctica o a la acusación de ella, es uno de los
factores de estrés más específicos en los
médicos. En cierta medida, el miedo a ella, ha cambiado la
práctica de la medicina de
forma que se está ejerciendo una medicina defensiva, una
medicina de seguridades y mediaciones diagnósticas
complementarias, todo lo cual lleva a un cambio de la
relación médico-paciente (12,24,28).

Ciertos estudios relacionados con el estrés en
los profesionales de la salud han revelado cómo sus
consecuencias se revierten en un desempeño profesional inadecuado en
relación con las personas que reciben sus cuidados.
Richardsen y Burke encontraron en médicos canadienses que
el estrés elevado se relacionaba con menos
satisfacción en la práctica médica y con
actitudes negativas hacia el cuidado de la salud de los pacientes
(28).

Este síndrome en médicos de atención primaria ha sido objeto de
numerosos estudios en los últimos años (30). El
tema es motivo de preocupación por las repercusiones de
ámbito personal y organizacional que se derivan, tales
como absentismo laboral, disminución del nivel de
satisfacción tanto de profesionales como de pacientes,
riesgo de
conductas adictivas, alta movilidad laboral, repercusiones en
otras esferas como la familiar, etc (28). Aunque se han
identificado numerosos factores estresantes crónicos del
entorno laboral implicados con su producción, como la sobrecarga de trabajo,
pacientes difíciles, poco tiempo por
paciente, salario, calidad
de las relaciones en el equipo, etc. (30) y otros
sociodemográficos, caso de antigüedad de más
de 10 años en el puesto de trabajo y sexo femenino,
éstos, por sí solos, no explican en su totalidad el
fenómeno (31).

Las consecuencias para quien padece este síndrome
pueden ser graves (desmotivación, frustración,
depresión, drogodependencias), pero además
trasciende a sus familiares (separaciones, malos tratos), a
la empresa
(absentismo, reducciones importantes del rendimiento, etc.) y, lo
que es más grave si cabe, a sus pacientes con iatrogenia e
insatisfacción en la relación
médico-paciente (32-33).

Respecto a la prevención y tratamiento del
Burnout, existen intervenciones que actúan en el medio
individual, laboral y social, aunque prácticamente siempre
que se modifique algo en uno de estos medios va a
tener repercusión en los otros dos (34). Costa Alcaraz
(2004), en sus estudios para controlar el estrés laboral,
refiere que entre las primeras dificultades para el tratamiento
está la resistencia de
los médicos para admitir problemas emocionales y adoptar
el rol de pacientes y considera como métodos
terapéuticos más eficaces las técnicas
cognitivas conductuales y la psicoterapia
brindada por Psiquiatras y Psicólogos (35). Las
intervenciones terapéuticas son necesarias en varios
ámbitos, pues las consecuencias se producen en diferentes
direcciones:

  • Intervención a nivel individual.

Según Pines y Aronson el afrontamiento exitoso al
Burnout consiste en:

  • Tornarse consciente del problema.
  • Tomar responsabilidad para hacer algunas cosas acerca
    del problema.
  • Alcanzar un grado de claridad cognitiva, que implica
    desarrollar la habilidad de discriminar qué puede
    cambiarse en el ambiente de trabajo y qué no puede ser
    cambiado. Esta habilidad permite a los trabajadores canalizar
    sus esfuerzos en la dirección en la cual existe la
    posibilidad real de un proceso significativo.
  • Desarrollar nuevas herramientas
    de trabajo para el afrontamiento y mejorar el rango y la
    calidad de las viejas herramientas.

Se han utilizado numerosas técnicas, entre ellas
el entrenamiento en
habilidades sociales y comunicación, entrenamiento en
relajación, inoculación de estrés, control de
pensamientos negativos, habilidades en solución de
problemas, desensibilización sistemática, manejo
del tiempo, etc (35,36).

El entrenamiento en habilidades sociales es un procedimiento
para mejorar los afrontamientos individuales, aumentando la
competencia personal para que influya positivamente en la
competencia social. En los profesionales de la salud permite
optimizar la relación con los pacientes, incrementar el
bienestar y la satisfacción con el trabajo y disminuir el
estrés. En él se instruyen, modelan, refuerzan,
ensayan y generalizan conductas alternativas ante las demandas de
la vida laboral-profesional y personal (36).

  • Intervención Social.

Los grupos son fuente
de algunas de nuestras recompensas más significativas. Una
de ellas es el propio apoyo social. Pines ha distinguido seis
funciones que
pueden desempeñar el apoyo social:

1) Escuchar: Oír activamente sin dar consejo o
emitir juicio. Esta función
facilita que el sujeto se desahogue.

2) Apoyo técnico y apreciación: se refiere
a la necesidad de que el trabajador encuentre en una persona que es
experta en determinado campo y que resulta confiable por su
honestidad, un
reconocimiento a su competencia profesional, aunque los
resultados no sean aún suficientemente
brillantes.

3) Desafío técnico: es la posibilidad que
ofrece el grupo de
trabajo de aumentar la capacitación y competencia de los
trabajadores, de forma que se pueda evitar la monotonía y
el tedio de la repetición mecánica del trabajo. Los individuos
deberán ser capaces de identificar que pueden ser
mejorados y quién puede proveer ese desafío para su
beneficio y no a sus expensas.

4) Apoyo emocional: de una persona que está a
nuestro lado, no importa quién. Es la aceptación
del trabajador y su aprecio de forma no instrumental. Este apoyo
puede darse tanto en el trabajo como en la vida íntima y
personal del sujeto.

5) Reto desafío emocional: Se refiere a la
necesidad que tiene un sujeto de experimentar preocupaciones que
no se circunscriban a la esfera laboral, aunque también se
refiere a que una persona del grupo puede ayudar al sujeto a
pensar objetivamente cuando está muy comprometido
emocionalmente en determinada situación.

6) Participación en la realidad social: se
refiere a la vinculación del sujeto a los grupos, tareas y
actividades que lo inserten un poco más en las
preocupaciones sociales. A esto debe ayudarle una persona que
tenga valores y
prioridades similares a las del sujeto (36,37).

  • Intervención a nivel
    organizacional.

Tanto las intervenciones individuales como sociales
atenúan el impacto que el estrés produce en el
trabajador, sin embargo, no influyen sobre las condiciones de
trabajo que crea este estrés inicial. Para disminuirlo,
por tanto, habrá que modificar las propias estructuras
laborales (36).

El proceso de afrontamiento en el Burnout necesita de
intervenciones dirigidas por especialistas, con el objetivo de
fortalecer y crear mecanismos que resulten efectivos para las
características que asuma el síndrome en cada
organización particular; así como que la
disminución más rápida del síndrome
tiene lugar cuando el afrontamiento se realiza
simultáneamente en los tres niveles, enfatizando en la
intervención grupal (36-38).

Actualmente en Cuba se
observa un creciente interés en este campo y se
diseñan varios trabajos con los objetivos de
evaluar y prevenir las reacciones del Burnout en los
profesionales de la salud. En la evaluación global que se
hizo del Burnout en 78 enfermeros del Hospital Oncológico
de la capital, se
pudo apreciar que la mayoría (44 %) puntuaba en la
categoría de "moderado". El 66 % de éstos estaba
moderadamente afectado en la dimensión de
despersonalización (32).

Roman (2003), en un estudio realizado en Ciudad Habana
en los niveles primario y secundario de atención,
mostró una prevalencia del síndrome del 30% en el
total de trabajadores estudiados, resultando los enfermeros y
médicos del nivel primario de atención, por ese
orden, los más afectados por el síndrome.
Podríamos preguntarnos entonces ¿existirá el
Síndrome de Burnout en los trabajadores de la salud del
Municipio 10 de Octubre?, ¿cuáles serán los
principales factores asociados a este síndrome?. Estas y
otras interrogantes motivan el siguiente trabajo.

Objetivos.

Generales: Caracterizar el Síndrome de
Burnout en trabajadores de la salud del Municipio 10 de
Octubre.

Específicos:

  1. Determinar la presencia del Síndrome de
    Burnout en los trabajadores de referencia.
  2. Identificar los principales factores
    sociodemográficos asociados a la aparición de
    este síndrome.
  3. Determinar el grado de agrupación de
    dimensiones quemadas.
  4. Relacionar las dimensiones que conforman el
    Síndrome de Burnout con el tipo de
    profesión.

Material y Métodos.

El universo en
estudio estuvo constituído por 439 trabajadores
(médicos, técnicos y enfermeras) de los
Policlínicos ¨Luis Pasteur¨, ¨Raúl
Gómez García¨, ¨Turcios Lima¨ y ¨30
de Noviembre¨, laboralmente activos al
momento de la encuesta.

La muestra se
determinó mediante un método no
probabilístico convencional y estuvo constituída
por 130 trabajadores. Para su selección,
se determinaron los siguientes criterios:

Criterios de inclusión:

1) Ser trabajador fijo del área en
cuestión.

2) Encontrarse laborando en el período de
aplicación.

3) Que tengan al menos un año de experiencia
laboral en el centro.

Criterios de exclusión:

1) No desear participar en el estudio.

La información obtenida fue almacenada en una
base de datos y procesados mediante el programa Microsoft
Excel 2003. Se analizaron descriptivamente los datos por el
método estadístico del porcentaje. Se
realizó un análisis univariado mediante la prueba
chi cuadrado, tomando un intervalo de confianza del 95%, con una
asociación significativamente dependiente para
p<0.05.

Se operacionalizaron las siguientes variables:

Variable.

Tipo de variable.

Operacionalización.

Escala.

Descripción.

Edad

Cuantitativa

Continua.

<24

24-35

36-50

>50

Según edad en el momento de la
encuesta.

Sexo

Cualitativa nominal
dicotómica.

Masculino.

Femenino.

Según sexo biológico de
pertenencia.

Situación
Conyugal.

Cualitativa nominal.

Soltero.

Casado.

Unión
consensual.

Según estado civil al momento de la
encuesta.

Años de ejercicio
profesional.

Cuantitativa

Continua.

<10

10-20

>20

Según años de ejercicio
después de graduado.

Años de convivencia con la
pareja.

Cuantitativa

Continua.

<5

5-10

>11

Según años de convivencia con la
pareja actual.

Situación laboral de la
pareja.

Cualitativa nominal
dicotómica.

Trabaja.

No trabaja.

Según la pareja trabaje o no.

Presencia de hijos.

Cualitativa nominal
dicotómica.

Si.

No.

Según el trabajador tenga hijos o no al
momento de la encuesta.

No. de hijos.

Cuantitativa

Discreta.

≤2

>2

Según total de hijos al momento de la
encuesta.

Profesión.

Cualitativa nominal.

Médico.

Enfermera.

Técnico de la
salud.

Según profesión que ejerce al
momento de la encuesta. En los técnicos de la
salud se estudiaron las siguientes especialidades:
fisioterapia, laboratorio, EKG y Rx.

Agotamiento emocional.

Cualitativa nominal.

≥27 Alto

19-26 Medio

<19 Bajo

Según puntuación obtenida al sumar
los ítems 1,2,3,6,8,13,14,16,20 del cuestionario
#2.

Despersonalización.

Cualitativa nominal.

>10 Alta

6-9 Media

<6 Baja

Según puntuación obtenida al sumar
los ítems 5,10,11,15,22 del cuestionario
#2.

Realización
Personal.

Cualitativa nominal.

>40 Alta

34-39 Media

<33 Baja

Según puntuación obtenida al sumar
los ítems 4,7,9,12,17,18,19,21 del cuestionario
#2.

Presencia de Burnout.

 

 

Cualitativa nominal
dicotómica.

Sí.

No.

Presentarán Burnout aquellos con 3
dimensiones altamente afectadas o al menos 2 dimensiones
con nivel alto y una con nivel medio.

Agrupación de dimensiones
quemadas.

Cualitativa nominal.

Ninguna dimensión quemada.

Una dimensión quemada.

Dos dimensiones quemadas.

Tres dimensiones quemadas.

Se denominará dimensión quemada en
caso de Agotamiento Emocional y Despersonalización
con altos niveles de calificación y
Realización Personal con bajo nivel. Se
agrupará según número de dimensiones
quemadas que presente el trabajador.

Para la realización del estudio se aplicaron dos
instrumentos: una encuesta socialdemográfica y un inventario
denominado Maslach Burnout Inventory (MBI). La encuesta
socialdemográfica fue confeccionada por el autor teniendo
en cuenta las principales variables sociodemográficas que
serán estudiadas (ver Anexo 1). El MBI fue validado por
Maslach y Jackson, y su versión definitiva apareció
en 1986. Se utilizará la versión traducida y
validada de la original al español,
que ya se ha empleado en numerosos estudios realizados en
España (40,41) (ver Anexo 2).

Este instrumento consta de 22 ítems o
afirmaciones con 7 opciones de respuesta según frecuencia
(escala Likert de 0 a 6), mediante las cuales se evalúan
cada una de las tres dimensiones que conforman el síndrome
(ver sistema de evaluación en operacionalización de
las variables). Las Dimensiones son: a) Cansancio
emocional (CE; sentimiento del sujeto respecto a encontrarse
saturado emocionalmente por el trabajo); b)
Despersonalización (DP; respuesta fría e impersonal
hacia los pacientes) y c) Realización personal (RP;
sentimientos de competencia y eficacia en la
realización del trabajo).

Ambos instrumentos fueron aplicados a todos los
trabajadores de referencia en el período comprendido de
Enero a Marzo del 2006. Se dedicó un día para la
aplicación de las encuestas en
cada policlínico.

En aras de ganar mayor intimidad y anonimato se evitaron
las encuestas individuales, realizándose en reuniones de
grupo en el caso de médicos y enfermeras y en sus puestos
de trabajo, en el caso de los técnicos que estuviesen
laborando ese día. Previo a su realización, se
realizó una breve explicación respecto al
vaciamiento de las mismas, respetándose en todo momento la
confidencialidad de los datos personales y los resultados
obtenidos de ella.

Para la cumplimentación del primer objetivo se
determinó la existencia de Burnout o no en cada grupo
laboral y se halló la presencia del síndrome para
cada caso.

Para identificar los principales factores
sociodemográficos asociados con la aparición del
síndrome (segundo objetivo), se relacionó la
existencia o no de Burnout con cada una de las siguientes
variables: edad, sexo, tipo de profesión, situación
conyugal, pareja laboralmente activa, existencia de hijos,
número de hijos y años de experiencia
profesional.

Para determinar el grado de agrupación de
dimensiones quemadas (tercer objetivo) se tuvieron en cuenta:
trabajadores con ninguna dimensión quemada, con una sola
dimensión quemada, con dos dimensiones quemadas y con tres
dimensiones quemadas y se agruparon según el grado de
asociación.

Para cumplir el cuarto objetivo se relacionaron las
dimensiones que conforman el síndrome con la variable tipo
de profesión.

Análisis y Discusión de los
resultados.

Para cumplimentar el objetivo No.1 se muestra la Tabla
No.1 y el Gráfico No.1 (ver Anexo 3. Tablas y Gráficos).

En la Tabla No.1 se aprecia la presencia del
síndrome de Burnout en la muestra estudiada. De 130
trabajadores de la salud encuestados, 29 son portadores del
síndrome, para un 22,3% del total. Estas cifras son
ligeramente inferiores a las encontradas para médicos y
enfermeros por autores nacionales e internacionales, que se
ubican entre el 30 y el 45 % (11,12,15,20). Sin embargo, un
estudio realizado en Cuba reporta hasta un 30% como
máximo, la presencia del Burnout en profesionales de la
salud (30).

No obstante, consideramos que la presencia de este
síndrome por encima de un 20% es una cifra importante, no
solamente porque infiere una probabilidad de
un poco más de uno de cada cinco de estos profesionales de
la salud a padecer el síndrome, sino porque los ajustes
determinados para ubicar a un trabajador como portador de
Burnout, fueron mucho mayores que los seleccionados por la
mayoría de las investigaciones.

Por tanto, los trabajadores con Burnout en nuestro
estudio, se encuentran afectados con un nivel de intensidad
elevado en su totalidad. Adquiere mayor connotación
entonces, si referimos que encontramos un 22,3% de presencia de
Burnout, pero de Burnout en sujetos intensamente afectados por el
síndrome. También debemos tener en cuenta, que los
estudios mencionados anteriormente, no incluyeron a
técnicos de la salud, en los que se ha encontrado una
menor existencia del síndrome (27,39). Esto pudo haber
influido en la presencia menor de Burnout encontrada en nuestro
estudio (ver Gráfico No.1).

Para exponer el objetivo No.2 se muestran las Tablas No.
2 al 10 y los Gráficos No.2 al 4 (ver Anexo 3. Tablas y
Gráficos).

Respecto a los grupos etáreos, el síndrome
de Burnout predominó en los jóvenes de 24 a 35
años (29,3%), siendo menor en los menores de 24 (16,7%) y
alcanzando valores intermedios en el resto de los grupos.
Resultados similares se confirman en otras investigaciones. La
edad parece desempeñar un papel moderador. De hecho,
numerosos estudios refieren un menor nivel de Burnout,
según avanzan los años, ya que el trabajador
adquiere una mayor seguridad en las
tareas que desempeña y se hace menos vulnerable al
estrés laboral.

Estos estudios confirman que los jóvenes no
suelen estar debidamente preparados para hacer frente a los
conflictos emocionales que desde el exterior se les presentan, y
tienen menos experiencia en controlar sus propios sentimientos
(11,16,18,26,29). A pesar de ello, los mayores de 50 años
obtuvieron el segundo lugar de importancia respecto a la
presencia del Burnout, y los menores de 24 años tuvieron
la menor presencia de este síndrome en el
estudio.

Esto último, puede deberse a que el mayor por
ciento de jóvenes menores de 24 años estuvo
integrado por técnicos, los cuales sufren menos Burnout
que el resto de los profesionales (29). La prueba chi tuvo un
valor de 0,708
(p>0,05), resultando no significativa la asociación
entre la variable edad y la aparición del síndrome
(ver Tabla No.2, Gráfico No.2).

La presencia del síndrome se comportó de
manera similar en ambos sexos. La existencia de Burnout para el
sexo femenino fue del 22,4%, sobre el masculino con un 21,7%.
Numerosos estudios han detectado el sexo femenino como un factor
de riesgo, debido a su mayor presencia en la aparición del
síndrome (26,32). Sin embargo, otros han detectado mayor
presencia de Burnout en los varones, quienes además han
sufrido mayor grado de Despersonalización (18,24,29).
Tradicionalmente, se ha considerado que las mujeres pueden
experimentar con más frecuencia múltiples fuentes
de estrés, pero resultan consistentemente menos afectadas
por el mismo (26), ya que las mujeres sobrellevan mejor que los
hombres las situaciones conflictivas en el trabajo
(32).

Al margen de las diferencias biológicas en la
susceptibilidad al estrés, es obvio que existen diferentes
roles que exponen a cada sexo a diferentes estresores y
diferentes estrategias de
afrontamiento (1,6). A pesar de los resultados contradictorios
encontrados respecto a la influencia del género en
la aparición del síndrome, un número
significativo de estas investigaciones señalan que no
existe asociación significativa entre esta variable y el
género de los trabajadores en estudio (6,9,17,19,28). En
nuestra investigación, la prueba chi tuvo un valor de
0,942 para una p>0,05 resultando también no
significativa la asociación entre el género y la
presencia de Burnout (ver Tabla No.3).

La presencia de Burnout según la situación
conyugal del trabajador apareció en primer lugar en
aquellos que tenían unión consensual con su pareja
(35%). Se presentó además en un 20% de los
trabajadores casados y en un 13% de los solteros. En la literatura revisada
solamente encontramos un estudio en el que predominó el
Burnout en trabajadores casados, con más altos niveles de
cansancio emocional que el resto de los trabajadores
(29).

Contrario a lo encontrado en nuestra
investigación, la mayoría de la literatura reporta
que los trabajadores solteros tienen mayor riesgo de sufrir el
síndrome (17,18,24,36,40). Maslach y Jackson defienden que
los casados experimentan niveles más bajos de los
componentes del Burnout, al ser la pareja una fuente de apoyo
importante (40). Ramírez y
col. encontraron que ser soltero es un factor de riesgo de
Burnout (36).

Según Cooper y Davidson (1988), la insuficiencia
de apoyo social, especialmente del que podría esperarse de
la esposa o el esposo, no sólo da lugar a problemas
emocionales, sino que se ha relacionado con la aparición
de enfermedades físicas, relacionadas con el estrés
(24).

Respecto a la asociación de esta variable con la
presencia del síndrome, algunos estudios no encuentran
asociación significativa (6,29), mientras que otros
sí (16,18,26).

En nuestra investigación, la prueba chi tuvo un
valor de 0,062 para una p>0,05 resultando no significativa la
asociación entre la situación conyugal del
trabajador y la aparición del síndrome (ver Tabla
No.4).

Respecto a los años de ejercicio profesional,
predominó el Burnout en los trabajadores que tenían
de 10 a 20 años de ejercicio laboral (28,9%), seguido de
aquellos con menos de 10 años (24%). Solamente un 14,3% de
los trabajadores con más de 20 años de ejercicio
profesional, sufrieron Burnout. Numerosos estudios plantean que
el Síndrome de Burnout es más frecuente tras los
primeros años de ejercer la profesión, cuando
entran en contradicción el idealismo inicial con que el
individuo comienza su carrera y los resultados que realmente
logra (12,13). En el nuestro, este grupo ocupa el segundo lugar
en presencia de Burnout, probablemente debido, de manera similar
a otras variables, a una mayor presencia de técnicos,
quienes sufren menos Burnout que el resto de las profesiones
estudiadas. De todas maneras, es una presencia bastante similar a
aquellos con 10 a 20 años de ejercicio
profesional.

Cherniss y Maslach opinan que a medida que los
años avanzan, el sujeto va ganando en seguridad y
experiencia en las tareas laborales y muestran una menor
vulnerabilidad a la tensión laboral (40). De manera
similar a lo encontrado en nuestro estudio, Moreno plantea que
los sujetos con más años en la profesión,
son los que menos experimentan el Burnout (38). En algunos
estudios se ha encontrado relación significativa entre los
años de ejercicio de la profesión y la
aparición del síndrome (13,29), mientras que en
otros no (6,24,32). En nuestra investigación, el valor de
la prueba chi fue de 0,271 para una p>0,05 no resultando
significativa la asociación entre esta variable y la
aparición del síndrome (ver Tabla No.5,
Gráfico No.3).

Respecto a los años de convivencia con la pareja,
el comportamiento
fue similar en los tres grupos estudiados. Se observó una
existencia mayor de Burnout en el grupo de más de 10
años de relación (26,8%), seguido de los
trabajadores con menos de 5 años de relación
(25,8%).

En el grupo de 5 a 10 años de relación
sólo se observó un 23% de trabajadores con el
síndrome. Esta es una variable que no ha sido abordada
frecuentemente en la mayoría de los estudios, que se
conforman solamente con investigar la presencia de pareja o no.
Un estudio realizado en médicos de la Atención
Primaria en Barcelona, obtuvo los mismos resultados respecto a
esta variable, encontrándose una presencia mayor de
Burnout en aquellos trabajadores con más de 10 años
de relación y una menor existencia del síndrome en
el grupo de 5 a 10 años (26). Este estudio no
encontró asociación significativa entre esta
variable y la aparición del síndrome. El valor de
la prueba chi fue de 0,941 para una p>0,05, no mostrando
también una asociación significativa entre la
variable años de convivencia con la pareja y la
aparición del síndrome (ver Tabla No.6).

Respecto a la situación laboral de la pareja, es
ésta también una variable poco estudiada por la
mayoría de los estudios revisados. Se encontró una
existencia significativa de Burnout (57,1%) en aquellos
trabajadores que tenían parejas laboralmente inactivas, en
oposición a un 23% de Burnout en aquellos trabajadores con
pareja laboralmente activa. Solamente en un estudio (26) se
analizó la asociación entre esta variable y la
aparición del síndrome, resultando no
significativa. En el nuestro, el valor de la prueba chi fue de
0,046 para una p<0,05, resultando significativamente
dependiente la asociación entre esta variable y la
aparición del síndrome (ver Tabla No.7).

En cuanto a la presencia o no de hijos, el
comportamiento fue similar en ambos grupos. La existencia de
Burnout fue ligeramente mayor en aquellos trabajadores que
tenían hijos (22,3%), respecto a aquellos que no (18,2%).
Maslach y Jackson sostienen que los individuos con hijos reportan
de forma consistente niveles más bajos de Burnout (40), al
igual que Moreno, que encontró mayor vulnerabilidad en
sujetos sin hijos (38); este reporte coincide con otros autores
(9,28,38), mientras, Cherniss refirió que, al igual que
sucedió en nuestro estudio, las personas con hijos tienden
a experimentar niveles más elevados de Burnout (24). En
los estudios revisados no se halló asociación
significativa entre esta variable y la aparición del
síndrome (9,24,28,38). En el nuestro, el valor de la
prueba chi fue de 0,779 para una p>0,05, encontrándose
una asociación no significativa (ver Tabla
No.8).

Respecto al número de hijos, se observó
una mayor presencia de Burnout en aquellos trabajadores que
tenían más de 2 hijos (33,3%), sobre los que
tenían 2 hijos o menos (21,3%). Esta fue también
una variable sociodemográfica poco utilizada en la
mayoría de los estudios revisados. Solamente dos abordaron
la influencia de esta variable en la aparición del
síndrome. Estas investigaciones mostraron que la presencia
del Burnout en ambos grupos era relativamente similar y no
obtuvieron una significación estadística respecto al número de
hijos, si bien la dimensión falta de Realización
personal para el grupo de 3 o más hijos fue el que obtuvo
medias superiores (18,26). En nuestra investigación, el
valor de la prueba chi fue de 0,530 para una p>0,05,
resultando no significativa la asociación entre esta
variable y la aparición del síndrome (ver Tabla
No.9).

En cuanto al tipo de profesión, los
médicos tuvieron la mayor presencia de Burnout (30%). El
grupo de enfermeras tuvo un resultado ligeramente inferior
(26,7%), mientras que los técnicos tuvieron una baja
presencia de Burnout (12%). Esta es considerada una de las
variables sociodemográficas más importantes en el
estudio del Burnout (19). En un estudio realizado en
médicos y enfermeros de los niveles primario y secundario
de atención en Ciudad Habana, se encontró una mayor
presencia del síndrome en los enfermeros y médicos
del nivel primario de atención, siendo mayor en los
primeros (31). Esta investigación encontró
además una asociación significativa entre la
profesión y la aparición del
síndrome.

Si bien algunos estudios han señalado que otras
profesiones vinculadas a la asistencia de salud (no solamente
médicos y enfermeros) están expuestos a
estrés de origen asistencial (26-29), solamente un estudio
revisado realizó un análisis comparativo entre
enfermeros y técnicos de la salud (29),
encontrándose una menor presencia del síndrome (de
manera similar a nuestro estudio) en estos últimos. El
valor de la prueba chi fue de 0,078 para una p>0,05 no
encontrándose asociación significativa entre esta
variable y la aparición del síndrome (ver Tabla
No.10, Gráfico No.4).

Para exponer el objetivo No.3 se presentó la
Tabla No.11 y el Gráfico No.5 (ver Anexo3. Tablas y
Gráficos).

En cuanto al grado de asociación de dimensiones
quemadas, es interesante señalar que solamente un 28,5% de
la muestra tenían ninguna de las tres dimensiones
quemadas, lo que equivale a decir que un 71,5% de los
trabajadores presentaron, como mínimo, una
dimensión altamente afectada. El 36,2% de los trabajadores
tenían solamente una dimensión quemada, seguido por
un 22,3% con dos dimensiones quemadas y un 13% con las tres
dimensiones que conforman el síndrome altamente afectadas.
Estas cifras muestran un alto grado de afectación de las
dimensiones en el total de trabajadores en estudio.

Esta mirada respecto al comportamiento de las
dimensiones (a nuestro juicio mucho más interesante por
mostrar con mayor representatividad el alcance con que se
afectaron cada una de las dimensiones que conforman el
síndrome), fue tomada de un estudio español en
médicos de Atención Primaria (26). En esta
investigación los resultados fueron similares, aunque el
por ciento de trabajadores con ninguna dimensión quemada
fue mayor (26) (ver Tabla No.11, Gráfico No.5).

Para exponer el objetivo No.4 se presentaron las Tablas
No. 12 a la 14 y los Gráficos No. 6 al 8 (ver Anexo
3.Tablas y Gráficos).

Respecto al comportamiento del Agotamiento emocional
según el tipo de profesión, predominaron valores
altos de esta dimensión en los médicos (62%),
observándose un comportamiento idéntico en
enfermeras y técnicos para un 40% de presencia. Los
modelos
teóricos y la literatura revisada coinciden en afirmar
que es esta la dimensión más importante y
representativa del síndrome (4,24,26). Numerosos estudios
han encontrado altos niveles de Agotamiento emocional en
médicos, reportando cifras entre 40 a 50% de presencia,
ligeramente inferiores a la encontrada en nuestro estudio
(24,26,28,33). Los menos, son contradictorios, reportando cifras
tan bajas como un 16% (12). Otro estudio comparativo
señala un mayor Agotamiento emocional en enfermeras
respecto a médicos (17). Una investigación
comparativa entre enfermeras y técnicos muestran a estos
últimos con menores niveles de Agotamiento emocional (29),
siendo similar la presencia en ambos grupos en nuestro trabajo.
Numerosos artículos han mostrado una asociación
significativa entre esta variable y el tipo de profesión
(4,24,26,31), mientras que otros no (17,28). El valor de la
prueba chi fue de 0,013 para una p<0,05, encontrándose
una asociación significativa entre el tipo de
profesión y el cansancio emocional (ver Tabla No.12,
Gráfico No.6).

En cuanto a la Despersonalización, los
médicos también tuvieron una mayor presencia de
calificaciones altas en esta dimensión (40%), siendo menor
en enfermeras y técnicos, para un 26,6% y 20%
respectivamente. La mayoría de los estudios muestran una
mayor Despersonalización en médicos (18,20,24,26).
Los técnicos también parecen ser los menos
afectados para esta dimensión (29). Se ha reportado
asociación significativa entre esta variable y el tipo de
profesión por algunos estudios (13,24), mientras que en
otros no (18,26). En nuestra investigación el valor de la
prueba chi fue de 0,051 para una p>0,05, no
encontrándose asociación significativa entre esta
variable y la aparición del síndrome (ver Tabla
No13, Gráfico No.7).

Respecto a la Realización personal, la mitad de
los médicos (50%) obtuvo calificaciones bajas, seguido por
los enfermeros con un 23,3% de baja realización y los
técnicos con un 20% (ver Tabla No.14, Gráfico
No.8). Los resultados respecto a esta dimensión son
contradictorios. Si bien algunos estudios encuentran menor
Realización personal en enfermeras (20,26), otros hallan
valores similares de realización entre los médicos
y estas últimas (18,24). Se ha hallado también,
similar a nuestro estudio, menor Realización personal en
enfermeras que en técnicos (29). Son menos las
investigaciones que hallan asociación significativa entre
el tipo de profesión y la Realización personal (24,
31). En nuestra investigación el valor de la prueba chi
fue de 0,047 para una p<0,05 encontrándose
asociación significativa entre el tipo de profesión
y la Realización personal.

En un análisis abarcador de los resultados de
nuestro estudio, podemos decir que, en su mayoría, estos
son coincidentes con los reportados por otras investigaciones.
Las diferencias encontradas responden, principalmente, a un mayor
ajuste en el criterio diagnóstico de Burnout y a la
inclusión de técnicos de la salud en el universo a
investigar.

Moreno refiere que ¨no hay dudas de que el MBI es el
cuestionario más utilizado para la evaluación del
Burnout y que ha sido el instrumento que ha facilitado la
investigación básica sobre su teoría¨, sin embargo, este es un modelo
centrado en la respuesta emocional. El Agotamiento emocional, la
dimensión más representada en el número de
ítems, es la escala menos específica del constructo
y la que más se asocia, sin duda alguna, con los problemas
generales del estrés laboral (41). Ajustar el criterio
diagnóstico de Burnout ¨asegura¨, en cierta
medida, identificar trabajadores verdaderamente afectados, por su
elevada intensidad, con el síndrome. De esta manera el
Burnout no se disuelve en el concepto
generalizador de estrés laboral o estrés cotidiano,
tan común en nuestros días.

La presencia del síndrome es, por tanto,
importante, si se tiene en cuenta que responde a trabajadores
intensamente afectados en su totalidad. A pesar de que la
presencia de técnicos en nuestro estudio influyó en
la aparición de ciertas discrepancias, para variables como
situación conyugal o grupos etáreos jóvenes,
con las referencias revisadas, la mayoría de los
resultados, tanto desde el análisis descriptivo como
correlacional, son coincidentes.

Abordar el síndrome desde su intimidad, es decir,
analizar el comportamiento de cada una de las dimensiones que
conforman este constructo, mostró resultados a la vez
coincidentes y reveladores. El grado de asociación entre
dimensiones quemadas fue elevado, incluso mayor que el encontrado
en el estudio que adoptó este singular acercamiento al
comportamiento de las dimensiones altamente afectadas.

Con esta mirada, la afectación mayor de los
médicos por el síndrome, mostrada en el
análisis de su presencia según tipo de
profesión, cobra un rol protagónico. Es alarmante
que en este estudio los médicos sean la vanguardia
para cada una de las dimensiones que conforman el constructo,
sobre todo si mencionamos que la presencia de Agotamiento
emocional es la mayor encontrada comparativamente con el resto de
las investigaciones, y que casi la mitad se encuentran
intensamente afectados en Despersonalización y Baja
Realización personal. Fue también coincidente que
los técnicos fueran los menos afectados para todas las
dimensiones.

Conclusiones.

  • La presencia del síndrome, a pesar de ser
    inferior a la reportada por autores nacionales e
    internacionales, abarcó una cifra representativa de
    trabajadores.
  • La única variable sociodemográfica
    que mostró asociación significativa con la
    aparición del síndrome fue la situación
    laboral de la pareja.
  • La mayoría de los trabajadores
    tenían, al menos, una dimensión quemada, con un
    grado de asociación entre dimensiones altamente
    afectadas elevado.
  • El Agotamiento emocional y la Realización
    personal mostraron asociación significativa con el
    tipo de profesión del trabajador, siendo los
    médicos el tipo de profesión más
    afectada para cada una de las dimensiones.

Partes: 1, 2, 3
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