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La Ilíada (página 2)




Enviado por Henry Huaman Tello



Partes: 1, 2

CANTO II

Zeus-quien habría de vengar la injuria inferida a
Aquiles-, le envió un sueño a Agamenón para
incitarlo a realizar la batalla con la esperanza de la victoria.
Al amanecer, Agamenón manifestó lo comunicado en el
sueño y su propia decisión a los jefes de los
argivos; reunió al poco una asamblea de todos. Le agradaba
para probar la fe del pueblo, del que desconfiaba, fingir la
determinación de retornar a la patria: habiendo oído esto
la multitud comenzó enseguida, cansada ya por la guerra, a
sublevarse y a preparar la navegación. Odiseo
reprimió la rendición de común acuerdo y por
consejo de Atenea se valió de súplicas, amenazas y
oprobios para que volvieran de este modo a la asamblea. A
Tersites, aquel hombre torpe y
malhablado que no cesaba de urgir la retirada, lo castigó
con mayor severidad para escarmiento de los demás.
Así cohibido el populacho se doblegó por fin a
dejarse persuadir por los excelentes discursos de
Odiseo y de Néstor quienes renovaron las antiguas promesas
y se valieron de estas ostentaciones para que los aqueos tuvieran
confianza en el combate; el mismo Agamenón ordenó
el combate y llenó del ardor de la pelea el ánimo
de todos. Ya se anima el ejército; los primeros,
sacrificadas ya las mayores víctimas, se sientan al
convite delante de Agamenón; los demás toman sus
alimentos por
diversas partes y ofrecen sacrificios, y cada pueblo, instruido
por sus jefes marcha a la batalla. Se inserta en este lugar el
cuidadoso catálogo de las naves, pueblos, jefes, que
habían seguido a Agamenón a la guerra de Troya.
También los troyanos, descubrieron lo que tramaban los
aqueos, marchan al campo bajo el mando de Héctor junto con
sus aliados, de los que se añade una breve reseña.

CANTO III

Al primer encuentro del combate, Paris o Alejandro
provocan con suma fiereza a cada uno de los aqueos para el
combate; pero en cuanto ve a Menelao saltando de su carro, huye
atemorizado. Poco después él mismo, impulsado por
los gritos de Héctor se ofrece en singular desafío
con Menelao, comenzando lo más importante de la batalla;
aceptada la condición pide Menelao que vaya por medio una
promesa, consagrándola ante la presencia de Príamo.
Así pues los ejércitos dejan las armas y se
preparan sacrificios de ambas partes, mientras tanto Helena llama
desde la torre a Príamo y a los ancianos de Troya, a los
jefes argivos que están en el campo inferior. Siendo
llamado, se presenta Príamo en compañía de
Antenor y se hace un pacto según el antiguo rito y bajo
estas condiciones, de que si uno de los dos venciese al otro,
obtendría a Helena y sus riquezas; pero los troyanos
inferiores a los aqueos pagarían una fuerte multa.
Después de la partida de Príamo, toman las armas
Menelao y Paris y marchan al espacio convenido para la pelea;
pero Paris, superado, es sutraído por Hera ocultamente y
se lo lleva incólume a su propia morada. Al mismo lugar
lleva a Helena, quien resistiendo primero al nuevo marido le echa
en cara su cobardía; sin embargo poco después se
reconcilia con él. De esta manera, en vano busca Menelao
al adversario que estaba gozando de la protección de la
diosa, mientras Agamenón busca públicamente el
precio de la
victoria que se había pactado.

CANTO IV

Debiendo ser devuelta Helena a los aqueos según
el pacto y dirimidas las diferencias en la línea de
combate en la que fue separado Paris; Hera indignada en la
asamblea de los dioses, no pudo contener ya su odio contra los
troyanos e insiste ante Zeus a fin de que conceda que los aqueos
den muerte a
Paris. Atenea, enemiga también de los troyanos, enviada a
la tierra por
la exhortación de Zeus, persuade a Píndaro Licio
para que lanzada una flecha contra Menelao, rompa el pacto e
introduzca una nueva causa para combatir. Llamado el
médico Macaón, cura a Menelao de su herida no
mortal. Mientras tanto, armados nuevamente vuelven a combatir los
troyanos, mientras Agamenón va y viene entre la multitud
de aqueos, alabando el valor de
algunos como Idomeneo, Áyax y Néstor, que ya
estaban situados en el campo de batalla y reprendiendo la
tardanza de los otros como Menesteo, Odiseo, Diomedes que
aún no se llenaban del nuevo ardor para combatir . Se
reanuda la lucha, en la que Ares por una parte y Apolo, Atenea y
otras divinidades por la otra, ayudan respectivamente a los
troyanos y a los aqueos.

CANTO V

Los aqueos continúan despedazando a los troyanos;
delante de todos, el insigne Diomedes lleno de ferocidad por la
protección de Palas retira a Ares de la batalla. Pero
él mismo herido por Pándaro, ataca con mayor
vehemencia a los enemigos; mata a Pándaro, estando de pie,
y después peleando desde el carro de Eneas; hiere a Eneas
que cubría el cuerpo de su amigo; hiere a Afrodita en la
mano, pero Iris la saca del combate. Afrodita librada por su hija
en el carro de Ares, la lleva al Olimpo, en donde su madre Dione
la cobija en su seno. Los otros dioses se ríen sin que lo
note. Apolo libra a Eneas, apartado por Atenea del furor de
Diomedes y lo cura recreándolo en la fortaleza troyana y
llama nuevamente a Ares a las filas. Ares exhorta a los troyanos
para que peleen con fortaleza; enseguida se presenta ante ellos
Eneas, ya curado. Tampoco los aqueos combaten con cobardía
y caen muchos de una y otra parte, entre éstos Tlepolemo
contra Sarpedón; finalmente se alejan poco a poco los
aqueos. Hera y Atenea vienen desde el Olimpo en auxilio de
éstos que luchaban. Por estas palabras de Hera se enardece
nuevamente la masa; pero Diomedes aconsejado y conducido por
Atenea, hiere al mismo Ares quien regresa enseguida al Olimpo
desde el campo de batalla y ahí sana, siguiéndolo
también las diosas.

CANTO VI

El adivino Héleno, cuando decaía en huida
el ejército troyano exhorta a Héctor para que haga
un sacrificio público a Atenea en la fortaleza. Así
pues él, habiéndose reanudado la lucha
rápidamente, marcha a la ciudad; en este combate, Diomedes
y Glauco, jefe de los licios, encaminándose al lugar de la
lucha, antes de llegar a las manos, habiendo recordado la
hospitalidad de sus padres, hecho el cambio de las
armas, unen sus diestras . Hécuba y las
demás matronas, por consejo de Héctor y de los
próceres troyanos, llevan el manto al templo de Atenea y
expresan sus votos por la salvación de la patria. Mientras
tanto Héctor, en su casa, hace volver a Paris
reprendiéndolo en el campo de batalla; a su esposa
Andrómaca, la buscó en vano en sus habitaciones y
salió finalmente de la ciudad por la puerta Escena; la
encuentra con su hijo Astianacte y les habla por última
vez. Armado, Paris alcanza a su hermano en el camino.

CANTO VII

Héctor y Paris impulsan a los aqueos para que
vuelvan a la batalla, combatiendo ya sea con armas iguales o
mejores; lo cual, para que sea terminado finalmente, de acuerdo
con el designio de Atenea y de Apolo, y la persuasión de
Helena sea provocado cada uno con la mayor fuerza posible
por parte de Héctor para un combate cuerpo a cuerpo.
Agamenón disuade a Menelao que se muestra alegre y
confiado mientras los demás vacilan ; al poco instigados
por Néstor salen a combatir nueve héroes de cuyas
suertes señala el suceso Áyax Telamonio
.

Se reúnen Héctor y Áyax y pelean
duramente, mientras bajo la noche apartan a éstos, iguales
en fuerzas, habiéndoles dado a su vez regalos. En los
banquetes públicos Néstor hace el recuento de los
cuerpos de los caídos que deben sepultarse y los
campamentos que deben fortificarse. Cuando en la asamblea de los
troyanos, Paris responde a Antenor quien dice que deben ser
restituidos al dueño, Helena juntamente con sus riquezas,
añade que él no regresará ningunas riquezas
sino que a aquéllas se añadirán las propias.
Al día siguiente Príamo lleva aquella respuesta a
los aqueos y a fin de que también puedan ser sepultados
los cuerpos de los troyanos manda que se haga una tregua.
Después de estos sucesos cada bando procura dar sepultura
a los suyos y al mismo tiempo los
aqueos rodean su base naval con un muro y fosas; Poseidón
se admira de estas obras con indignación en la asamblea de
los dioses. A la cena sigue la noche amenazadora con sus
rayos.

CANTO VIII

Zeus pide a los dioses llamados a asamblea que no se
presenten en la batalla contra ninguno de los dos pueblos, y es
llevado en su carroza al monte Ida. Desde ahí contempla
durante la mañana a los ejércitos que combaten en
dudosa victoria; después habiendo pesado cuidadosamente
sus suertes en la balanza del destino, y lanzando sus terribles
rayos, pronostica la muerte a
los aqueos. Hera en vano pide a su aliado Poseidón que le
sean apartadas a aquellos toda clase de
ayudas; después vuelve Agamenón, levantando los
ánimos y señala que Zeus se le ha mostrado
propicio. Ya los aqueos, algún tanto superiores, repelen a
los troyanos en un nuevo encuentro, y Teucro hiere a muchos de
aquéllos con sus flechas y a su vez es herido por
Héctor. Una vez más, se lanzan a la huida los
aqueos cuando Hera y Atenea se preparan a marchar a Troya para
llevar auxilio; pero Zeus habiéndolas visto desde el
monte, las rechaza inmediatamente por medio de Iris . Él
mismo, habiendo regresado al Olimpo reprende con suma severidad a
las desobedientes diosas y aun amenaza a los aqueos con mayores
matanzas para la mañana siguiente. Terminada la batalla a
causa de la noche y habiendo realizado una asamblea los troyanos
vencedores, ponen guardias de asedio en el mismo lugar de la
batalla, y para impedir a los enemigos asechanzas o
navegación, encienden innumerables fogatas a través
de la ciudad y del campo.

CANTO IX

Entre los aqueos, una vez pasado el peligro,
aterrorizados y rechazados de momento, convoca Agamenón
ocultamente a los jefes a quienes el rey les señala la
determinación de huir y dirigir la navegación
durante la noche. Diomedes y Néstor lo desaconsejan de
este torpe intento. Se colocan fogatas en las trincheras de los
campamentos, se prepara una cena en la tienda de Agamenón
y después de la cena se trata a toda costa de hacer las
paces con Aquiles y atraerlo al ejército. El propio
Agamenón mandó decir que si cedía en su
enojo ante la pública necesidad, le prometía
devolverle intacta a Briseida y magníficos regalos.
Néstor envió con estas condiciones a varios
escogidos, como Fénix a quien el padre de Aquiles lo
había hecho mentor en su juventud,
Áyax el mayor, Odiseo y dos embajadores de paz. Aquiles
recibió amigablemente a los legados, pero
rechazó todas las promesas de Agamenón y los
discursos, ya los esmerados como los ásperos y suaves;
además retuvo a Fénix y amenazó con que
regresaría al poco juntamente con él a la patria.
De este modo, después de que Áyax y Odiseo
anunciaron tan dolorosa resolución, Diomedes lo confirma
en toda su gravedad a los afligidos jefes y los exhorta a la
tenacidad en la lucha.

CANTO X

Electos los vigías, Agamenón en
unión con su hermano Menelao llama a Néstor y a los
demás jefes y hacen guardia con ellos ante el foso. Toman
determinaciones ahí mismo donde habían
sufrido las calamidades y envían como observadores a
Diomedes y a Odiseo . Habiendo avanzado este algún tanto,
un ave de raudo vuelo ofreció próspero augurio. Al
mismo tiempo había salido cierto troyano, Dolón,
que había sabido las determinaciones de los aqueos, e
incitado por las promesas de Héctor, fue aprehendido por
los que se habían adelantado más hacia la base
naval. Implorando éste por su vida, denunció todos
los sitios de los campamentos y a dónde se dirigía
Reso, el rey de los tracios, pero sorprendido por Diomedes fue
asesinado. Ya marchan a los aposentos de Reso, a quien
habían oído llegar con sus famosos caballos. Atenea
amonesta a los héroes para que no se retarden más
tiempo con la esperanza de obtener demasiados botines; mientras
tanto Apolo incita a los tracios y a los troyanos y los regresa a
sus campamentos.

CANTO XI

Armado Agamenón con espléndidas armas
conduce por la mañana a sus tropas a las filas de combate;
lo mismo hacen Héctor y los otros príncipes de
Troya. Ante el insólito valor de Agamenón que
enardece a la turba desconocida, se excitan los troyanos y se
inicia una gran batalla. El mismo Héctor apartado por
mandato de Zeus hasta las murallas de la ciudad, evita el coraje
del enardecido adversario, mientras aquél se marcha del
combate mal herido . Realizado esto, Héctor vuelve a
pelear e infunde a los suyos un nuevo valor. Diomedes, Odiseo y
Áyax vuelven a la decaída batalla; pero Diomedes
herido por Paris se regresa violentamente hacia las naves ;
asimismo Odiseo herido por Soco y muerto aquél,
viéndose rodeado por los troyanos, se libra del combate
ayudado por Menelao y Áyax . A poco a Macaón y
Euripilo los hieren las flechas de Paris. Viendo Aquiles a
Macaón que se adelantaba en el carro de Néstor,
envió a Patroclo para reconocer su presentación.
Tan pronto como reconoció éste a Macaón y
librado por Néstor de tan miserable muerte, le pide que o
bien implore directamente la ayuda de Aquiles en auxilio de los
aqueos o que él mismo espante a los enemigos revestido con
el armamento de Aquiles. Al regreso Patroclo hiere al peligroso
Euripilo y es curado en su tienda de campaña.

CANTO XII

Rechazados los aqueos contra las murallas (hecho
abominable a los dioses; a ellos mismos los rechazan
detrás de la misma ciudad), ven que los troyanos se
dirigen a las naves y que están a punto de atravesar ya el
foso. Desconcertados al principio por lo difícil del
momento bajan de los carros por consejo de Polidamante y corren
divididos en cuatro grupos. Asio se
atrevió a atacar una de las puertas desde su carro y fue
rechazado por los dos Lapitas con gran matanza de los suyos .
Polidamante interpretó augurios adversos que no
intimidaron a Héctor en perseguir a los enemigos.
Éstos aunque molestados por un viento tempestuoso,
defienden sus trincheras con suma fortaleza, estando en los
primeros lugares los dos Áyax . Por otra parte entran
Sarpedón y Glauco a quienes se les opone Menesteo y son
llamados por él, Áyax el mayor y Teucro . Son
heridos Epicles, el compañero de Sarpedón y Glauco
por Teucro; finalmente él es derrotado en la almena del
muro . Los aqueos atacan duramente la muralla, abierta por la
parte de los licios; Héctor conjura el peligro y tapa la
puerta con una enorme piedra y abre a los suyos el camino hacia
las naves.

CANTO
XIII

Pasando el muro los troyanos, por diversas partes, matan
a los aqueos, cuando Poseidón conmovido por la calamidad
en su interior por Zeus, se acerca a los que defendían las
naves . Oculto bajo forma humana para animar a los que se
detenían, exhorta primero a los dos Áyax y
después a los demás capitanes. Así los
Áyax y otros, rechazan a Héctor de la matanza de
las naves en plena fila de combate ; al poco, Idomeneo, movido
por Poseidón a combatir, habiéndose unido con
Merión, socorre por la izquierda a los afligidos aqueos .
Después se traba un feroz combate en el que Zeus favorece
a los troyanos y Poseidón a los aqueos. Sobresale entre
éstos, el valor de Idomeneo . Éste, da muerte a
Otrioneo, Asio y Alcátoo y asimismo, en
compañía de Merión, Antíloco y Menelao lucha con superioridad
contra Eneas, Deífobo, Héleno y Paris.
También detiene a Héctor quien hacía poco se
hallaba en el centro del lugar y de tal modo lo apremian los
Áyax y otros grupos, que ya se retiran los troyanos: pero
fortalecido Héctor por el consejo de Polidamante, conduce
repentinamente contra el enemigo a los que había reunido .
Áyax da comienzo a un nuevo combate y se pelea por ambas
partes con grandes clamores .

CANTO XIV

Néstor, atemorizado por el clamorío del
combate, sale de su tienda en la que aún se curaba
Macaón, para explorar los hechos en el lugar en que se
realizaban. Agamenón, Odiseo y Diomedes, doliéndose
aún por las heridas, le salen al encuentro
cambiándose de lugar por la misma causa; el primero de los
cuales angustiado por el éxito
de la guerra y viendo ahora abierta la muralla, reflexiona sobre
la huida . Odiseo reprueba esta determinación, y
así Diomedes persuade a todos a que vuelvan a la batalla y
que con su presencia ayuden a todos, dándoles certidumbre
y consejos; al mismo tiempo Poseidón conforta a
Agamenón que ya se iba y da fortaleza al ejército.
Mientras tanto Hera, para elevar la moral de
los aqueos, se arregla en su persona y se
prepara delante de Zeus en el monte lda para atraerlo con todos
los halagos de una esposa; para lo cual se coloca el
cíngulo de Afrodita y hace venir desde Lemnos al dios
Sueño, quien lo entretiene en el estado de
descanso . Poseidón había puesto asechanzas en este
tiempo, mediante el consejo de Sueño, la suerte de los
aqueos que les devolvió auxiliándolos prontamente .
Héctor, herido por el golpe de la piedra que le
había lanzado Áyax, estaba sin alientos y fue
transportado y curado por sus soldados . Combatiendo los aqueos a
los troyanos, elevados ya sus fuerzas y espíritu de
combate, los alejan de las naves, persiguiéndolos en
primer término Áyax el menor .

CANTO XV

Despertando de su letargo Zeus, ve a Poseidón
dando ayuda a los troyanos contra los aqueos . Enseguida,
reprende ásperamente a Hera y manda llamar del Olimpo a
Iris y Apolo; se sirve de ellos como de sus ministros para
restituir sus fuerzas a los troyanos y simultáneamente
predice toda la serie de designios hasta la destrucción de
la ciudad . Habiendo regresado Hera a la morada de los dioses,
Ares sabe por ella lo referente a la muerte de su hijo
Ascálafo y se apresta para la venganza; Atenea reprime su
cólera
. Apolo e Iris se presentan ante Zeus y por mandato de
éste obliga a Poseidón bajo amenazas a que abandone
la guerra. Éste a pesar de estar lleno de temor aún
se atreve a resistirse.

Apolo alienta a Héctor, ya sanado y retirado del
combate por esa causa, y renueva la suerte de los troyanos .
Héctor acomete a los fortísimos aqueos que dejando
de combatir se retiraban a las naves; mata a una parte de ellos;
a otros los hace huir, yendo delante el dios, quien agitando su
égida estremeció de temor a los aqueos y
fortaleció a los troyanos, pues derribando el muro,
preparó el camino para destruir al ejército . Por
esta terrible desgracia que le comunicó Eurípilo,
Patroclo regresó ante Aquiles y lo exhortó para que
los ayudara en ese último trance . Mientras tanto los
aqueos combaten terriblemente ante sus naves cayendo muchos de
ambas partes. Finalmente ellos se retiran sin dispersarse entre
las filas de las naves, desde las que Áyax Telamonio
defiende del fuego, armado con una lanza, porque ya Héctor
amenazaba quemar la nave de Protesilao .

CANTO XVI

Aquiles le presta a su amigo Patroclo que le suplicaba y
pedía ayuda, sus propias armas y tropas para salir a
combatir bajo la condición de que se contentase con
rechazar a los troyanos de las naves y no se expusiese a mayores
peligros . Debilitado ya el mismo Ayax, no pudo impedir que se
pusiese fuego a la nave. Visto lo cual Aquiles, llama a su amigo
a las armas, prepara las filas de los suyos, les habla y hechas
las libaciones y las preces los despide. De pronto, habiendo
visto el jefe de los mirmidones, aterrorizados a los enemigos, el
engaño de la figura de Aquiles, libra del ataque a la nave
y apaga el incendio. Comienza de nuevo la batalla y a los que
huian cegados por el pavor, los persigue sobre la trinchera y aun
a campo abierto. Enseguida, Glauco mata a Sarpedón, hijo
de Zeus, habiendo quedado asi vengadas las matanzas . Éste
juntamente con Héctor y otros de los en terrible combate
con los aqueos que arrastraban los despojos, les quita el cuerpo
de Sarpedón. Apolo ve esto y por mandato de Zeus es lavado
el cuerpo y ungido y llevado a Licia por sus amigos . Por aquel
tenor de los acontecimientos el feroz Patroclo persigue a los
troyanos hasta la ciudad, sube a su muralla pero es apartado de
aquel lugar por el dios ; sin embargo, resiste de nuevo a
Héctor que irrumpe lleno de fuerza, mata a su auriga
Cebrión y se lleva el cadáver después de
haberlo despojado . Finalmente mata a muchos de la masa de
soldados hasta que Eufrobio lo hiere, aterrorizado él
mismo por la fuerza de Apolo y despojado de sus armas;
Héctor le da muerte e insta a Automedonte a encaminar el
carro de Aquiles llevándolo junto a las naves .

CANTO
XVII

Muerto Patroclo, Menelao mata a Euforbo y lo despoja de
sus armas . Héctor por consejo de Apolo dejando de
perseguir a Automedonte le quita los despojos y regresa, mientras
Menelao hace venir a Áyax el mayor, para que cuide el
cadáver . Héctor se retira ante Áyax, pero
incitado por la reprensión de Glauco vuelve nuevamente,
luciendo soberbiamente las armas de Aquiles, a fin de arrebatar
el cuerpo y lleno de fortaleza anima a cada uno de los suyos en
el mismo campo de batalla; simultáneamente llamados por
Menelao acuden con presteza los más valientes aqueos .
Así en un mismo lugar se origina un terrible combate entre
Menelao y Héctor con cada una de sus tropas y pelean uno y
otro con distinta suerte. Ellos para defender el cuerpo de
Patroclo y éstos para que lo arrastren y sea causa de
ludibrio . Zeus vuelve el vigor a los caballos de Aquiles que se
dolían por la muerte de Patroclo y Automedonte los regresa
al combate en unión con Alcimedonte . Héctor, Eneas
y otros, atacan el carro de Aquiles para apoderarse de los nobles
caballos y los aqueos sostienen con fiereza el ímpetu de
aquellos, quienes tratan también de rescatar el
cadáver. Entonces Menelao implora nuevas fuerzas a Atenea,
y Apolo exhorta a Héctor con la aprobación de Zeus
. Finalmente viene a menos la fuerza aquea, y aun el mismo
Áyax Telamonio, tiembla, bajo cuyo mandato Menelao
envía un mensajero a Aquiles, y es Antíloco, quien
le anuncia la muerte de Patroclo y las derrotas recibidas, , y el
mismo Menelao junto con Merión apoyado por la
compañía de los Áyax, se atreve a llevarse
el cadáver hasta las naves, metiéndose entre los
enemigos que combatían .

CANTO XVIII

Recibida la noticia de la muerte de Patroclo, Aquiles se
entrega a la desesperación y a los lamentos . Ante estas
lamentaciones despertada Tetis, llega desde el mar con su cohorte
de Nereidas para consolar a su hijo; a quien cuando ve lleno de
ambición de vengarse de Héctor, aunque aquello
habría de ser decidido por el destino, difiere su deseo
para el último día, pero le promete que le
llevará armas nuevas fabricadas por Hefesto . Habiendo
regresado las Nereidas a su mansión, Tetis se apresura
hacia el Olimpo, mientras se renueva la batalla sobre el cuerpo
de Patroclo que finalmente hubiera quedado en poder de
Héctor, a no ser que Aquiles por consejo de Hera hubiese
aterrorizado a los troyanos con su aspecto y voz terribles y los
hubiese hecho huir hasta las murallas enemigas ; mientras tanto
los aqueos, rescatado el cuerpo, lo llevan a la tienda de
Aquiles, al entrar la noche . Los troyanos tienen una tumultosa
asamblea y Polidamante los persuade de que se salven dentro de
las murallas, no sea que Aquiles venga a las filas y acabe con
ellos; pero este prudente consejo desagrada a Héctor y al
pueblo . Los troyanos redoblan la vigilancia durante la noche con
sus armas; los aqueos y al frente de ellos Aquiles, lloran la
muerte de Patroclo, embalsaman el cadáver y lo colocan en
el ataúd . Aquella misma noche llega Tetis al Olimpo en
donde Zeus acababa de reprender a su esposa porque ayudó a
Aquiles y es recibida amigablemente en la mansión de
Hefesto . Para Hefesto le era fácil si se lo pedían
con insistencia, fabricar escudos y toda clase de armas con su
arte exquisito
.

CANTO XIX

A la salida del sol, Tetis le da a Aquiles las armas que
había hecho Hefesto y lo excita nuevamente a la alianza
para la guerra; pues el cuerpo de Patroclo derrama divinos olores
a fin de que dure incorrupto para la sepultura . Aquiles,
reuniendo una samblea, olvida su ira, y pide continuar la guerra
cuanto antes . Por su parte Agamenón confiesa su error y
una vez reconciliado, ofrece los dones prometidos por medio de su
legado Odiseo; pero olvidándolos él, tal vez con
intención de vengarse, apremia a comenzar la batalla.
Finalmente cede ante Odiseo y espera hasta hallarse presente al
que lo aconsejaba mientras las tropas tomaban el desayuno y
recibe ante la asamblea los dones y a la hija de Brises, causa de
la discordia a la que Agamenón juró devolverla
intacta mediante un sacrificio expiatorio. Se trasladaron los
dones desde un lugar público a la tienda de Aquiles en
donde las mujeres lloraban a Patroclo y el héroe mismo
vuelve a lamentarse y se abstiene firmemente de probar alimento,
tomándolo el ejército . Aquiles es deleitado por
Atenea, enviada desde el cielo; poco después se pone las
nuevas armas, sube al carro con Automedonte y sabido por otro el
destino de sus caballos, marcha a la fila lleno de
vida.

CANTO XX

Preparados ambos ejércitos y llamados los dioses
a la asamblea, Zeus les permite que cada uno socorra a cualquiera
de los dos que desee a fin de que no madure la matanza para los
troyanos por la crueldad de Aquiles. Así marchan a la
guerra, Hera, Atenea, Poseidón, Hermes, Hefesto, para
ayudar a los aqueos; y Ares, Febo, Artemisa, Latona, Janto y
Afrodita, a los troyanos. Las tierras celebran con
estremecimiento y temor la entrada de los dioses. Antes del
comienzo de la batalla, Febo excita a Eneas contra Aquiles que
amenazaba a Héctor. Mientras tanto los dioses por
convencimiento de Poseidón se sitúan alejados del
combate. A varias provocaciones sigue el combate de Aquiles con
Eneas a quien Poseidón libra por medio de una nube, pues
según los oráculos le tenía destinado un
reino entre los troyanos ; Héctor, que está por
agredir a Aquiles, es rechazado por Febo. Aquiles mata entre
otros troyanos a Polidoro, hijo de Príamo. Estando ya por
vengar la muerte de su hermano, se dirige Héctor contra
Aquiles a quien lo salva también Febo rodeándolo
con una nube. Movido por el dolor Aquiles ataca a los
demás troyanos y llena el campo de una espantosa ruina de
muertos y armas .

CANTO XXI

Aquiles acosa a los troyanos, parte hacia la ciudad y
parte hacia el Janto (el Escamandro) y habiendo despedazado a
muchos en el río, conserva a doce jóvenes vencidos,
para las exequias de Patroclo . Ahí mismo mata a
Licaón, hijo de Príamo a pesar de sus
súplicas ; después a Asteropeo, jefe de los peonios
junto con otros de aquel pueblo, habiéndose librado del
enfurecido río desigual en fuerza . Continuaba la matanza
hasta que Janto, obstruido por el número de
cadáveres, compadeciéndose, mandó que su
cauce se desbordara contra él.

Apenas se escapaba Aquiles cuando de nuevo tenía
que saltar; pero el río enfurecido lo sumergía en
sus ondas y
perseguía al que volvía a escapar . Ya le faltaban
las fuerzas al que luchaba entre las olas, pero Poseidón y
Atenea se las aumentaban; entonces Janto que estaba demasiado
irritado, llamó en su ayuda a Simóis, pero Hera
llamó a Hefesto que quemó el campo y al río
y ni las llamas lo detenían si no las hubiese aumentado la
misma diosa . Se iniciaron después combates personales
entre los demás dioses: Ares, Atenea, Afrodita, Febo,
Poseidón; Hera, Artemisa; Hermes, Latona. Después
de esto vuelven al Olimpo los dioses, excepto Febo quien se
dirigió a Troya, mientras Aquiles hacía estragos a
través del campo y a los demás los empujó su
furia hacia el interior de la ciudad en la que Príamo
mandó que se cerrara la puerta. Para que aquellos no
fueran diezmados en la fuga, Apolo detuvo a Aquiles
introduciendoa Agenor, y después él mismo
disfrazado bajo la apariencia de Agenor, lo engañó
huyendo y así lo alejó de la ciudad .

CANTO XXII

Ambos ejércitos se habían puesto en lugar
seguro en el
campo, cuando Héctor, estando él solo, permanece
frente a Aquiles que volvía de perseguir a Febo. Desde el
muro querían detener a Héctor sus parientes que
lloraban desolados . Vanamente, porque a éste el pudor y a
aquél el afecto les impedía retirarse del lugar;
sin embargo, apareciéndosele un dios bajo aspecto de
hombre, hizo huir a Héctor atemorizado. Lo
persiguió fieramente Aquiles y dio tres vueltas alrededor
de la muralla . Entre tanto Zeus, compadeciéndose de
Héctor, pesó su destino en la balanza y
decretó su muerte. Febo lo abandonó al instante y
Atenea lo incitó a combatir bajo la apariencia de su
hermano Deífobo . De esta manera los héroes se unen
en singular combate en el que estando presente Atenea, ayuda a
Aquiles y se burla de Héctor con terrible engaño .
Finalmente, Aquiles, en lo más álgido del combate
lo atraviesa con su lanza, lo despoja de sus armas e
insultándolo y manchándose de ignominia, insulta a
los suyos y atado a su carro lo arrastra hacia la base naval .
Toda la ciudad llora la muerte de su querido Héctor y
gritan amargamente sus parientes desde la muralla y
Andrómaca es llevada a su casa.

CANTO
XXIII

Los mirmidones dejan sus armas alrededor del
féretro de Patroclo, yendo delante Aquiles quien poco
después les prepara el banquete fúnebre. Él
mismo cena ante Agamenón y anuncia las exequias para el
próximo día . A la siguiente noche se le presenta
durante el sueño la imagen de
Patroclo que le pide justos funerales . Por mandato de
Agamenón se llevan leños por la mañana, se
presenta el cuerpo y se dispersan las caballerias de Aquiles y de
los demás; sacrificadas ante él muchas
víctimas y los doce jóvenes troyanos, se hace la
hoguera, se enciende y arde con el soplo del Bóreas y del
Céfiro, mientras el cuerpo de Héctor es preparado
por Afrodita y por Febo . Al día siguiente se recogen y
llevan a la urna los huesos de
Patroclo para que estén algún dia, según
promesa hecha, junto con los de Aquiles; se levanta
también un túmulo improvisado . Aquiles
añade en honor del difunto, certámenes de varias
clases en los que se llevan premios y regalos los principales
jefes aqueos. En equitación: Diomedes, Antíloco,
Menelao, Merión, Eumelo y Néstor ; en pugilato:
Epeo y Eurialo ; en lucha: Áyax Telamonio y Odiseo ; en
carreras: Odiseo y Áyax el menor, así como Antiloco
; en competencia de
armas: Diomedes y Áyax Telamonio; en disco: Polipetes ; en
flechas: Meriones y Teucro ; y lanzando dardos: Agamenón y
Meriones .

CANTO XXIV

Terminados los juegos, los
aqueos se entregan a la cena y al sueño; Aquiles permanece
insomne y durante la mañana arrebata el cadáver de
Héctor atado al carro cerca del túmulo de Patroclo
, repetida esta profanación ante los dioses durante varios
días, parte se duelen de ello, parte se alegran;
compadecido Febo, que guardaba aun íntegro el cuerpo, se
queja ante todos gravemente , y por esto Zeus, llamando a Iris
por medio de Tetis, manda a Aquiles que desista de tanta crueldad
y que no rehúse devolver el cuerpo a los que quieren
redimirlo; al mismo tiempo y por su mandato, Iris exhorta a
Príamo a que, pagado el rescate de redención,
reciba a su hijo . Se llevan a cabo estas gestiones doce
días después de la muerte de Héctor.
Príamo, durante la noche, al igual que Hécuba y
todos los demás troyanos, reúnen preciosos dones y
cargan con ellos un carro conducido por el pregonero Ideo y manda
que se prepare otro . Entonces hechas las libaciones y aceptado
el augurio directo, comienzan a recorrer el camino . Hermes llega
ante Príamo por mandato de Zeus, y lo lleva a la tienda,
sirviéndole de vigía durante el tiempo dedicado al
sueño . Aquiles, vencido fácilmente por las
súplicas del rey, recibe el precio de la redención,
le devuelve el cuerpo lavado, envuelto en túnicas y
concede once días de tregua para la sepultura y of
reciéndole honrosa cena lo manda a descansar . Al amanecer
del dia siguiente, conduciéndolos Hermes, Príamo
lleva el cuerpo a la ciudad a cuya vista salieron todos los
troyanos con grandes lamentos; colocado poco después en
palacio, después de haberse presentado los cantores,
lloran Andrómaca, Hécuba y Helena. Hecha
después la pira, se celebra el funeral y el
banquete.

CONCLUSIÓN

"La
Ilíada " es la obra inmortal de Homero, es la
obra épica mas trascendente de la literatura antigua y
personifica una síntesis
genial de la cultura
idólatra griega , Con todo lo anterior fue fácil
formarse una imagen de Homero como un pionero en la literatura.
Tal vez no tengamos certeza de su verdadero origen o sepamos
siquiera si en realidad existió, pero se podría
decir que es interesante

un conocimiento
de los poemas a los
cuales nos referimos basados en algún referente
histórico sea o no sea concreto,
además se sabe que cualquier dato puede haber sido
fácilmente tergiversado durante tantos siglos.

La Ilíada nos cuenta como el jefe de los reinos griegos
Agamenon, con e pretexto del robo de la esposa de su hermano, por
parte del príncipe Paris de Troya, organiza un gran
ejercito para concretar su gran ambición que era
conquistar Troya lo cual después de años y muchos
sacrificios logra.

EPÍLOGO

La parte mas trascendente de esta obra es sin duda la
cólera de Aquiles.
El poema narra la cólera de Aquiles, hijo del rey Peleo y
de la nereida Tetis, su causa, su larga duración, sus
consecuencias, y su posterior deposición. La ira del
Pelida Aquiles termina junto con el poema, cuando se reconcilia
con Príamo, padre de su enemigo Héctor, momento en
que se celebran los funerales de éste.

BIBLIOGRAFÍA

 

 

Autor:

OBRA: LA ILIADA

EDITORIAL:

EDICION: 2005

PAGINAS: 130

Dedicado a jóvenes emprendedores,

Y con un gran deseo de superación,

Que luchan contra la adversidad,

Y que nunca se rinden.

Henry Huaman Tello

AÑO DEL DEBER CIUDADANO

CESCA

Especialidad: Computación e Informática

Perú

Partes: 1, 2
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