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Vascos en la Argentina (página 2)



Partes: 1, 2, 3

En
testimonios

Baldomero Fernández Moreno incluyó en
Guía caprichosa de Buenos Aires la
página "El vasco lechero en el café",
en la que dice: "he aquí que al hilo del mostrador aparece
un vasco lechero, la cara rosada, con dos parches más
rojos pegados en las mejillas, la boina encasquetada, la blusa
rizada, que no todo ha de ser fortaleza y agresividad; las
piernas combadas, las alpargatas silenciosas, y el tarro en la
mano como si blandiera un arma o un guijarro listo para ser
proyectado en la cara lisa y cosmopolita del ?barman?. Y con el
vasco lechero entra también el campo, un aire duro y
frío y un trébol. Un trébol precisamente que
se labra un espacio verde en el ambiente gris
y que yo veo con toda nitidez" (1).

Sergio Pujol cita el testimonio de un inmigrante
asturiano famoso: "en los ambientes copados por inmigrantes,
quien desee tutearse de vez en cuando con el tango
deberá aceptar el espectáculo de otras danzas; la
jota hace furor en el Velódromo y en el Pabellón se
bailan todos los ritmos, según ordene el maestro de turno.
Escribirá años más tarde el dibujante
Alejandro Sirio en su libro De
Palermo a Montparnasse: ?Bajo hileras de banderitas
españolas, en medio de una babélica
algarabía de baladros ?iujujús? y ?aturuxos? y al
son de la jeremíaca gaita, la gimiente chirimía, la
zumbona guitarra, del insistente bombo, el redoblante tambor y la
intermitente pandereta, brincan y saltan estos romeros sus jotas,
zortzicos, sardanas, muñeiras y seguidillas, hasta quedar
extenuados. Bailan para descansar del agobiador trabajo
cotidiano" (2).

La estancia Acelaín, en Tandil, provincia de
Buenos Aires, "Fue inaugurada en 1924 por su dueño,
Enrique Larreta, que confió su diseño
al arquitecto Martín Noel y bautizó así sus
campos en honor al pueblo vasco de dónde son oriundos los
Larreta. En la casa, de estilo morisco-español,
el escritor volcó su amor por
España"
(3).

Manuel Mujica Láinez visita en Villafranca de
Oria, pueblo cercano a San Sebastiàn, la casa de sus
mayores, en una "peregrinaciòn a las fuentes": "Con
Armendàriz tornè a entrar en la iglesia. Me
enseñò, en los registros
parroquiales, las anotaciones que consignan los bautismos,
matrimonios y muertes, de gente remota vinculada a mì. Y,
saliendo del templo neblinoso, me mostrò junto a èl
la que fue casa de mis mayores y que, desde 1890, màs o
menos, està destinada a escuela, correo,
dependencias municipales y què sè yo què.
Sobre la puerta sigue intacto el blasòn, como en tantas y
tantas casas de Guipùzcoa" (4).

Relata María José Pérez Arango: "En
el año 57 mis padres y yo llegamos desde España
para reunirnos con mi hermano que se había venido a la
Argentina. Los años pasaron y me convertí en una
mujer que cada
día deseaba y soñaba más con volver a su
tierra. La
idea era llegar y por lo menos llorar dos días seguidos,
para luego poder recorrer
los lugares que en mi memoria se
mantenían nítidos. (…) Una vez en Madrid,
después de una hora y media de viaje en el primer asiento
de un micro atravesando los montes Cantábricos por
extensos túneles y la campiña vasca a través
de una fantástica autopista, llegamos a Bilbao.
Traté de reconocer algo, pero todo era nuevo para
mí" (5).

El madrileño José Luis Alvarez Fermosel
cuenta: "un día la mujer de
Bonasso padre, una vasca de Bilbao, me dijo: ?Mira, no te quedes
aquí mucho tiempo porque
vas a estar en dos sillas mal sentado. Yo estoy allá y a
los 20 días me da la impresión de que nunca me he
ido; cae la tarde y miro el reloj y digo: Ahora estaría yo
en Buenos Aires tomando el té con mis amigas. Y vuelvo a
Buenos Aires y pienso que podría estar allí conmis
hermanas". Cuenta, además, que Rolando Hanglin le dijo:
"Mira, te voy a poner el apelativo de Caballero español,
porque conocí a un vasco que estaba loco por mi tía
y que cuando iba a casa decía, juntando los talones a la
prusiana: ?¡Mujica, caballero español!? "
(6).

Ángeles de Dios de Martina "nació en
Comodoro Rivadavia y desde hace más de cuatro
décadas vive en Resistencia,
Chaco. Es hija y nieta de inmigrantes españoles- andaluces
y vascos. Escribe sobre temas inmigratorios mediante los
testimonios orales de sus protagonistas, el uso de la historia oral, la descripción de fotografías y la
investigación histórica" (7). Es la
autora de Vascos en el Chaco: historias de vida (8).

Enrique Aramburu escribe: "Todavia recuerdo que mis
mayores se reunían en la estancia Dos Hermanas de Olavaria
en la década del 70 con motivo del cumpleaños de
Alejandro Aramburu, continuando la tradición de Pedro
Aramburu (hijo de los que llegaron en la decada de 1860 a los
pagos), y jugaban al mus. Es posible que tres expresiones que
allí se utilizaban puedan explicarse por la lengua vasca:
"va y va" para la grande y la chica, sería bai, ba "si,
pues". "Ordago" (que significa que se juega todo el partido a un
lance), por hor dago "ahi esta". Y la forma de contar los puntos
que se juegan en los partidos, "un amarrueco", "dos amarruecos"
(los partidos comunes se jugaban a cuatro "amarruecos" y los de
desempate, a ocho "amarruecos", segun relata mi padre). Si bien
eran divisiones de a cinco, la similitud fonetica es demasiado
grande como para resistir la tentación de vincularlos con
hamarreko, "de a diez", y suponer que así como se
deformó la fonética, se puede haber deformado el
significado de la cantidad" (9).

A Eibar llegaron los hermanos Sarasqueta, a conocer a
sus parientes vascos, de los que no tenían noticias desde
1902. El encuentro fue posible gracias a la Asociación
para la Cooperación Mundial entre Vascos, que ayudó
a localizarlos. "Regresaron la semana última, con las
valijas llenas de fotografías, comidas típicas y
libros sobre
el lugar. ?El primer encuentro con Pedro, primo segundo, de 65
años, fue impactante por el parecido con mi padre. Nos
recibieron como una verdadera familia.
Valió la pena el esfuerzo?, contó Marcelo"
(10).

Sebastián Batista escribe, en "Periodistas de Mar
del Plata" acerca de Félix de Ayesa, quien "nació
el 18 de mayo en Olite (España). Llegó a nuestra
ciudad en 1910 y con su familia se radicó en Mar del
Plata. Vecino del barrio "La Estación" de trenes desde
temprano tuvo apego por la lectura y
la historia. Egresado del Instituto Peralta Ramos, Don
Félix fue durante su vida hombre de
campo, obrero, periodista,, librero, funcionario público,
docente y en sus últimos años de vida, historiador.
Félix de Ayesa Arismendi y Rubio, como era su nombre
completo, defendió con énfasis los momentos
históricos de la ciudad, principalmente el Oratorio del
Instituto Unzué. Fue declarado ciudadano ilustre de la
ciudad por el Honorable Consejo Deliberante en 1989 y
falleció el 7 de abril de 1996" (11).

Sobre Juan Manuel García Salazar escribe Roxana
Badaloni, en "El coleccionista": "Con minuciosidad
histórica, este inmigrante vasco radicado en Mendoza fue
reuniendo valiosos sellos postales hasta
alcanzar 250 estampillas y 70 sobres que en agosto se expuso como
patrimonio
histórico cultural de Mendoza" (12).

Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el
por qué del acento español. No sé, me viene
de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos
paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un
tiempo, todos creyeron que yo era española y eso
provocó el estallido en la comunidad
hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el
menor prejuicio y me
siguieron apoyando" (13).

El actor Alberto de Mendoza "nació en enero del
21, en el barrio de Belgrano, hijo de un andaluz y una vasca. No
tuvo lo que se dice una infancia
idílica: cuando tenía cinco años, se
quedó huérfano y fue llevado a España, donde
lo crió su abuela Isidra. (…) ?Mi nona murió a
poco de empezar la Guerra Civil,
donde perdimos todo ?dice a Diego Heller-. Fue ahí cuando
empecé a laburar y a conocer la calle, a los 15
años empecé a gastar suelas?. Un buque ?el
Tucumán- lo devolvió al Río de la Plata en
1939, junto a un grupo de
refugiados cansados de tanta guerra" (14).

Notas

  1. Fernández Moreno, Baldomero: Poesía y Prosa. Prólogo de Jorge
    Lafforgue, selección de Nora Dottori y Jorge
    Lafforgue. Buenos Aires, CEAL, 1980.
    (Capítulo).
  2. Pujol, Sergio: Historia del baile. Buenos Aires,
    Emecé, 1999. 440 pp.
  3. S/F: "Aldo Sessa. País de estancias",
    Fotos:
    Aldo Sessa, en La Nación Revista,
    12 de diciembre de 2004.
  4. Mujica Làinez, Manuel: Placeres y fatigas de
    los viajes.
    Crònicas andariegas. Buenos Aires, Sudamericana,
    1993.
  5. Pérez Arango, María José: en
    "Tendencias. La vuelta al origen", en Clarín, Buenos
    Aires, 17 de octubre de 1999.
  6. Flores, Daniel: "A boca de jarro. José Luis
    Alvarez Fermosel ?La caballerosidad no tiene que ver con la
    geografía? ", en La Nación, Buenos Aires, 21 de septiembre
    de 2003.
  7. S/F: en www.dunken.com.ar
  8. Martina, Angeles de Dios de: Vascos en el Chaco:
    historias de vida. Buenos Aires, Dunken, 1999.
  9. Aramburu, Enrique: La lengua más antigua de
    Europa: el
    vasco en su literatura y
    apellidos. Buenos Aires, Biblos, 2001. 127 pp.
  10. Linares Calvo, Ximena: "Los hermanos que
    encontraron sus raíces", en La Nación, Buenos
    Aires, 29 de septiembre de 2002.
  11. Batista, Sebastián: "Periodistas de Mar del
    Plata", 20 de septiembre de 2001,
    www.deporteaedu.com.ar.
  12. Badaloni, Roxana (texto) y
    Yañez, Jorge (fotos): "El coleccionista", en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 14 de noviembre de
    2004.
  13. Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le
    cantó a los corazones", en La Nación, Buenos
    Aires, 15 de septiembre de 2002.
  14. Heller, Diego: "Alberto de Mendoza. El
    último dandy", en Clarín Viva, 5 de junio de
    2005. Fotos: Alejandra López.

Memorias

En el 80, en la Argentina, la autobiografìa surge
como el "lugar donde se expresa lo particular, lo curioso, lo
diferenciador, lo propio de un sector social" (1); este sector es
el de la clase
dirigente, grupo que se caracteriza por haber sido educado con
una gran influencia de la cultura
europea, particularmente francesa (2). Cobra gran importancia la
evocaciòn de la vida "vulgar", calificativo que abarca
tanto la vida cotidiana, real, como los comportamientos
censurados por la moral
corriente (3).

La autobiografìa se caracteriza, en este
perìodo, por asumir el aspecto de la charla social
(causserie), de la anècdota, y por la frecuente
utilizaciòn de citas que remiten a lecturas extranjeras.
En las obras autobiogràficas de los hombres del 80 aparece
como modelo el
"hombre de mundo", que conjuga en sì mismo muy diversas
facetas. Como consecuencia del impacto de la inmigraciòn,
aparecen "evocaciones nostàlgicas de tiempos màs
austeros" y "descripciones costumbristas con toques
moralizantes".

Susana Zanetti destaca que "la actitud de
nostalgia, de reminiscencia, de regreso al pasado, es una
constante del 80"; Juvenilia, de Miguel Cané, presenta -a
su criterio- "un melancòlico contrapunto entre la adolescencia
despreocupada de ayer y el hombre
maduro de hoy. Aùn asì, la evocaciòn tiende
generalmente a las anècdotas festivas, alegres". En la
obra advierte ciertas semejanzas con David Copperfield, de
Charles Dickens, pero la diferencia de la obra inglesa el hecho
de no entrañar denuncia ni afàn
testimonial.

El tema del fracaso generacional està encarnado
en la suerte corrida por los condiscìpulos; algunos han
muerto, otros se encuentran empleados con sueldos de hambre,
sòlo unos pocos se destacan. Esta actitud surge de lo que
la ensayista denomina "doble melancolìa" frente al pasado
y frente al povenir (4).

Miguel Canè nos ha dejado en varias obras
testimonio de su visiòn de los inmigrantes. En Juvenilia,
a las figuras del grotesco enfermero italiano y los temibles
quinteros vascos, contrapone la grandiosidad del profesor
Amadeo Jacques, sìmbolo de la inmigraciòn anhelada
por los hombres del 80.

En sus memorias
relata que los estudiantes encontraban diversas distracciones en
la quinta de Colegiales; una de ellas, vinculada a unos
inmigrantes. "En la Chacarita estudiàbamos poco, como era
natural; podìamos leer novelas
libremente, dormir la siesta, salir en busca de camuatìs y
sobre todo, organizar con una estrategia
cientìfica, las expediciones contra los ?vascos?
".

Describe el escenario y las virtudes de la fruta de esos
quinteros: "Los ?vascos? eran nuestros vecinos hacia el norte,
precisamente en la direcciòn en que los dominios
colegiales eran màs limitados. Separaba las jurisdicciones
respectivas un ancho foso, siempre lleno de agua, y de
bordes cubiertos de una espesa planta baja y bravìa.
Pasada la zanja, se extendìa un alfalfar de una media
cuadra de ancho, pintorescamente manchado por dos o tres
pequeñas parvas de pasto seco. Màs allà
(…) en pasmosa abundancia, crecìan las sandìas,
robustas, enormes, (…) allì doraba el sol esos
melones de origen exòtico (…) No tenìan rivales
en la comarca, y es de esperar que nuestra autoridad sea
reconocida en esa materia. Las
excursiones a otras chacras nos habìan siempre producido
desengaños, la nostalgia de la fruta de los ?vascos nos
perseguìa a todo momento, y jamàs vibrò en
oìdo humano en sentido menos figurado, el famoso verso de
Garcilaso de la Vega".

Se refiere a la disposiciòn anìmica de
esos inmigrantes: "Pero debo confesar que los ?vascos? no eran lo
que en el lenguaje
del mundo se llama personajes de trato agradable. Robustos los
tres, àgiles, vigorosos y de una musculatura capaz de
ablandar el coraje màs probado, eternamente armados con
sus horquillas de lucientes puntas, levantando una tonelada de
pasto en cada movimiento de
sus brazos ciclòpeos, aquellos hombres, como todos los
mortales, tenìan una debilidad suprema: ¡amaban sus
sandìas, adoraban sus melones!"

Dos veces hurtaron fruta los adolescentes
sin ser vistos. La tercera, "detràs de una parva, un vasco
horrible, inflamado, sale en mi direcciòn, mientras otro
pone la proa sobre mi compañero, armados ambos del
pastoril instrumento cuyo solo aspecto comunica la ingrata
impresiòn de encontrarse en los aires, sentado
incòmodamente sobre dos puntas aceradas que penetran…
(…) ¡cuàn veloz me parecìa aquel vasco,
cuyo respirar de fuelle de herrerìa creìa sentir
rozarme los cabellos! (…) aquel hombre terrible meyado en su
tridente, empezò a injuriarme de una manera que revelaba
su educaciòn sumamente descuidada. (…) Me tendì
en la cama y, mientras el cuerpo reposaba con delicia,
reflexionè profundamente en la velocidad
inicial que se adquiere cuando se tiene un vasco irritado a
retaguardia, armado de una horquilla" (5).

Carlos Ibarguren describe, en La historia que he vivido,
el Buenos Aires de su infancia, en la década de 1880. En
ese entonces, "en los barrios residenciales veíanse de
mañana a los lecheros, casi todos vascos, que llevaban en
los costados de su cabalgadura sus clásicos tarros de
latón, o a los que arriando algunas vacas con sus mamones,
al son tintineante de un cencerro, ofrecían leche
recién ordeñada" (6).

En El merodeador enmascarado, Carlos Gorostiza "nos
habla de su infancia en el barrio de Palermo, junto a sus padres
vascos y un hermano mayor. No eran ricos pero disfrutaban de una
situación que les permitió en 1926 realizar un
viaje por la tierra de
los ancestros" (7).

Notas

1 Zanetti, Susana: "La ?prosa ligera? y la
ironìa: Canè y Wilde", en Historia de la Literatura
Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.

2 Onega, Gladys S.: La inmigraciòn en la
literatura argentina (1880-1910). Buenos Aires, CEAL,
1982.

3 Stratta, Isabel: Pròlogo a Juvenilia. Buenos
Aires, CEAL, 1980.

4 Prieto, Adolfo: La literatura autobiogràfica
argentina. Buenos Aires, CEAL, 1982.

5 Ara, Guillermo: Pròlogo a Wilde, Eduardo: Aguas
abajo. Buenos Aires, Huemul,

6 Ibarguren, Carlos: La historia que he vivido. Buenos
Aires, Dictio, 1977.

7 Requeni, Antonio: "El teatro, la
escritura, lo
vivido", en La Nación, Buenos Aires, 5 de diciembre de
2004.

Biografías

"Como en el caso de tantos otros inmigrantes que
llegaron a nuestro país, Florencio Constantino
emigró a América
siendo muy joven para labrarse un porvenir. Joven inquieto,
audaz, con la ilusión de formar un hogar con la mujer que
lo acompaña en la aventura de atravesar el Océano
Atlántico; un hombre formado desde pequeño en el
duro trabajo de la floreciente siderurgia bizkaina; uno
más entre tantos emigrantes, que lejos estaba de
soñar con el privilegiado futuro que le aguardaba.
Florencio Constantino y Luisa Arrigorriaga, viajan en uno de los
muchos buques que transportan esperanzas al nuevo continente.
Embarcados en Francia en el
vapor "Le Havre" dejan atrás el húmedo invierno
europeo por uno no menos húmedo verano
sudamericano".

Hijo de Antonio Constantino Sánchez, natural de
Valleval, Asturias, y Antonia Carral Ruiz, santanderina de
Arredondo, Mariano Florencio Constantino Carral nace en Ortuella
el 9 de abril de 1868. La infancia de Florencio pasará
entre los mineros que pueblan Ortuella: gallegos, asturianos,
andaluces, santanderinos; entre los técnicos e ingenieros
franceses, belgas e ingleses de las empresas en las
que luego transcurrirá su adolescencia. Con una aptitud
teatral innata y de la que no es consciente, Florencio divierte a
sus amigos imitando ese variado espectro humano".

"Florencio no conoce de maestros de música ni
conservatorios. Pero secretamente el canto y la música ya
están instalados en el adolescente para luego surgir entre
travesuras, propias del ambiente que le toca vivir. Inquieto y
vivaz, aficionado a la mecánica, progresa y después de tres
años entra a trabajar como maquinista en las
pequeñas locomotoras de la Compañía
Franco-Belga para transporte de
mineral de hierro, donde
su padre es jefe de movimiento. Más tarde, en recuerdo de
aquel maquinista hecho famoso, sus antiguos compañeros
impondrán a una de las locomotoras el nombre de
Constantino".

"Cuando comienza la construcción de la fábrica 'La
Vizcaya', a orillas del Nervión, Constantino cuenta con
quince años. Allí se desempeñará como
ajustador, sirviendo de intérprete de los mecánicos
franceses y belgas que están a cargo de esa obra. Desde
muy joven le gusta imitar y remeda admirablemente a cuanto
extranjero ve y conoce y a los campesinos provenientes de
diversas regiones de España, que, como se dijo, en aquella
época abundaban en Ortuella".

"Al cabo de dos años y con la anuencia de su
familia, se decide por la carrera naval, trabajando un año
como segundo maquinista en la compañía "Messageries
Maritimes" con viajes entre Burdeos y Glasgow. Llegan entonces
los primeros contratiempos: tres años de servicio
militar en la marina española y su noviazgo con Luisa, que
es rechazado por los padres de ella. Los jóvenes resuelven
dejar atrás padres y Armada y a principios de
1889 se embarcan hacia Argentina. Florencio tiene veintiún
años y Luisa uno más".

"Las peripecias que deben afrontar los novios hasta su
llegada a Buenos Aires son variadas. Se debe imaginar a
Constantino desertando y arriesgándose a cruzar la
frontera hacia
Francia, llevando los pocos enseres que serán su primer
patrimonio. La joven pareja se dirige entonces a la empresa
naviera donde poco antes Florencio había trabajado, la
"Messageries Maritimes", logrando obtener dos pasajes con destino
a Buenos Aires".

"Luego de tres días de estar fondeado el vapor en
la rada exterior por falta de la documentación correspondiente, se permite
el desembarco de los pasajeros al puerto de Buenos Aires.
Florencio, acompañado por Luisa, es conducido al Hotel de Inmigrantes luego de declarar en la
oficina de
trabajo su especialidad: mecánico. En poco tiempo
Florencio organiza su vida; se casa y se emplea en varios
talleres de La Plata, Avellaneda y Lobos. Finalmente y tal vez
alentados por familiares de Luisa, arraigados años
atrás en Bragado, se dirigen a esa población bonaerense distante a 200 Km. de
Buenos Aires. Florencio adquiere a crédito
una trilladora (el crédito, 20.000 pesos, se lo otorga la
Casa Agar Cros y CIA) y se dedica a arar y sembrar como
contratista, con una cuadrilla de peones. Para ese entonces,
Bragado -ciudad cabecera del partido de igual nombre- cuenta con
una población de 11.200 habitantes. La zona es una de las
de mayor producción agrícola del país,
con predominio del cultivo del maíz. La
superficie trabajada asciende a 47.326
hectáreas".

"En 1890 nace su primera hija, Dolores Agripina; un
año después la segunda, Rosa Agustina y en 1893 los
dos hijos varones, mellizos, Ricardo y Antonio. Los cuatro
niños
son bautizados el 25 de junio de 1893 en la iglesia Santa Rosa de
Bragado, lo que muestra que para
esa fecha Constantino ha celebrado también el matrimonio
religioso".

"Rápidamente Florencio se integra a la vida
argentina. Se convierte en ferviente seguidor de Leandro N. Alem,
que fundará en 1891 la Unión Cívica Radical.
La agitación revolucionaria de esos años no le es
extraña. Menos aun le resultan espiritualmente ajenas las
melodías campestres al son de las guitarras. Florencio
aprende con entusiasmo a tocar la "vigüela" y
rápidamente agrega a su repertorio de canciones vaskas y
españolas el canto de "aires criollos", que lo
harán conocido y apreciado en cuanta reunión
festiva se dé en Bragado y aún en las
manifestaciones políticas".

"Durante los primeros años de la década
del 90, Constantino conocerá a un legendario payador,
Gabino Ezeiza, que por ese entonces realiza giras
artístico-políticas en la provincia de Buenos Aires
con un circo ambulante. Gabino es hombre de Alem, como
Constantino, y ambos sostendrán en Bragado un recordado
duelo de canto y guitarra que durará dos
noches".

"En Julio de 1893 participa activamente en la revolución
radical que estalla en la Provincia de Bs.As y que es dirigida
por el Doctor Hipólito
Yrigoyen. Viste uniforme y combate en las filas de los
hermanos Aparicio y José Gregorio Islas, caudillos
radicales de Bragado. Y llega el año 1894, con dos hechos
que son fundamentales en la vida del futuro tenor. Uno, su
participación en los "sucesos trágicos del
Bragado". El otro, su encuentro con hombres que supieron
reconocer su don de artista".

"Lo primero ocurre en marzo. Es tiempo de elecciones y
en la estación de ferrocarril se produce un hecho
trágico. Un confuso malentendido origina un tiroteo entre
partidarios radicales y conservadores que desemboca en la muerte de
Costa y los hermanos Islas. Constantino presente allí,
salva su vida de milagro: Dos balas atravesaron su chambergo sin
ocasionarle herida alguna. Sigue corriendo el año 1894 y
llega el 30 de agosto, día de la fiesta patronal. De Bs.As
viene el arzobispo, monseñor Aneiros. En la Misa Mayor
canta Constantino, cuya voz asombra al Prelado, que quiere
conocerlo. Otro encuentro que irá afirmando su incipiente
vocación ocurrirá en el transcurso de las
Romerías Españolas que se celebran en octubre en
Bragado. La Comisión de la Sociedad
Española contrata para dar lucimiento a las fiesta a una
banda dirigida por un prestigioso músico, el maestro
italiano Paolantonio. Invitaron a Constantino a ocupar un asiento
en el proscenio del improvisado teatro. Este no se hizo rogar.
Tomó la guitarra y cantó "La Verbena de la Paloma".
El público se entusiasmó mucho. Lo hicieron repetir
varias veces. Al Director de la Banda le entusiasmó
más que a ninguno y luego le recomendó dedicarse a
la
educación de su voz, el estudio de la música y
el canto. "Usted tiene un tesoro en la garganta" ".

"Hacia fines de año se produce la visita a
Bragado del conocido violinista José María
Palazuelos, llamado por ese entonces el "Paganini argentino".
Este reconoce el don de la voz de Constantino y aprovecha para
darle unas lecciones de canto. El año 1895 ha de ver a
Constantino trasladado a Buenos Aires, dispuesto a ser cantante.
Ya son muchos los que le han aconsejado dejar el campo y
dedicarse al arte".

"Una vez llegado a la gran ciudad no demora en
presentarse a Paolantonio y a Palazuelos. Uno y otro lo
llevarán ante el compositor Félix Ortiz de San
Pelayo y luego ante Leopoldo Stiatessi, el reconocido maestro de
canto italiano. Es quizás el propio Stiatessi quien lo
presenta en la Colmena Artística, agrupación de
pintores, músicos, literatos y escultores asociados para
la protección y el estímulo de las
artes".

"La situación económica le dificulta
continuar con sus clases de canto y recurre al periódico
El Correo Español solicitando la posibilidad de ser
escuchado en público. Con ese objeto en una noche de
sábado se hizo oir en el Club Español, atrayendo la
atención de todo el público que
allí se encontraba. Entre los socios se abrió esa
misma noche una suscripción ya que " el poseedor de tan
hermosa voz carece en absoluto de recursos con
qué dedicarse al estudio…., con cuyo producto
podrá cultivar el tesoro con que la naturaleza lo
ha dotado". Días antes algunos socios le habían
asignado una pensión".

"En el transcurso del mes de mayo es presentado
Constantino ante Enrique Freixas, crítico teatral y
musical, pianista y musicólogo, profesor de historia y
estética de la música en el
Conservatorio Buenos Aires, dirigido por Alberto Williams y que
congrega artistas de la talla de Julián Aguirre,
Clementino del Ponte y Andrés Gaos. Constantino consigue
el efecto buscado".

"Con una confianza encomiable siguen los pasos del
futuro artista lírico, resaltando toda una vida que de
aquí en más se consagrará al arte. Comienza
entonces a prepararse el debut artístico de Constantino.
La Prensa lo
promocionará calificándolo como "verdadera
esperanza del arte lírico a quien la crítica
ha hecho también justicia por
la potencia,
brillantez y extensión de su voz admirablemente timbrada".
Días más tarde Constantino se presenta ante
Grandmontagne y éste lo introduce de inmediato en el
ambiente teatral porteño. Terminan convirtiéndose
en grandes amigos. Grandmontagne le mostró los teatros por
dentro, le explicó el espíritu del Fausto que
acababan de presenciar y le enseñó el
epílogo de Mefístoles. Y con más descaro que
dinero,
Constantino comenzó a mezclarse en el ambiente teatral
hasta debutar, el 23 de junio de 1895, en el Club Español
de Buenos Aires. Y hasta se inventó una
compañía de ópera inexistente para obtener
un subsidio de la provincia de Buenos Aires y trepar al escenario
del Teatro Argentino de La Plata. Pero su suerte cambió.
Un empresario
tabacalero, Manuel Méndez de Andés, lo
señaló como su protegido y decidió
embarcarse en la formación del astro descubierto. Fue
así como el humilde trillador terminó zarpando
nuevamente, esta vez hacia Milán.

"El primer año, en 1896, se las ingenió
para repartir los 250 francos asignados por su protector entre
sus clases de 150 francos y las necesidades de su familia. Pero
el segundo año, Méndez de Andes abandonó a
su alumno y Constantino tuvo que enviar a su familia a Bilbao y
mantenerse dando clases de español. También tuvo
que apelar a esa viveza del sobreviviente que lo ayudó en
sus primeros pasos: «Muchos eran los maestros a los que
engañaba para que me enseñaran una ópera
gratis, pues les decía que tenía un contrato en
perspectiva, pero que sin saber esa ópera no podía
aceptarlo. Así logré engañar a muchos
maestros y aprender un gran número de óperas, no
llegando nunca a los soñados contratos»,
contó él mismo".

"Su suerte volvió a cambiar: desde 1898 cuando
consiguió finalmente un contrato por seis meses para
presentarse en Holanda, y no paró hasta que las luces
comenzaron a atenuarse en 1912. Constantino logró iluminar
su propia gloria e inscribirse en la historia de las voces de la
ópera. En todos esos años trajinó los
máximos escenarios líricos del mundo. En Buenos
Aires se presentó en el Teatro de la Opera, en el Teatro
Odeón, en el Teatro Avenida, en el Hotel París, en
el Orfeón Español, en el Centro Vasco Laurak Bat,
en el Teatro Coliseo y en el Teatro Colón en varias
oportunidades. Hizo actuaciones en otras ciudades como Rosario,
La Plata, Bahía Blanca, Córdoba y por supuesto en
Bragado".

"También actuó, como primera figura, en
giras por las siguientes ciudades: La Haya, Amsterdam, Leyden,
Rotterdam y Dordrecht (en Holanda), Nápoles, Turín,
Ferrara, Bologna, Liborno, Florencia, Verona, Cágliari,
Rímini, Milán y Roma (en Italia), Madrid
(en el Teatro Real), Bilbao, San Sebastián, y Barcelona
(en España), Varsovia, Moscú (en el Teatro
Bolshoi), Odessa, Kiev; y San
Petersburgo (en Rusia), Lisboa
y Oporto (en Portugal), Frankfurt (en Alemania),
Londres (en el Covent Garden), París y Niza (en Francia),
Montevideo (en Uruguay),
Santiago y Valparaíso (en Chile), Río de Janeiro
(en Brasil), México
D.F(en México), Toronto, Montreal y Ottawa (en
Canadá), La Habana, Matanzas y Cienfuegos (en Cuba) y en New
Orleans, Saint Louis, Cincinatti, Chicago, Kansas, Los Angeles
(en el Auditorium), Oakland, San Francisco, Portland, Seattle,
Salt Lake City, Denver, Boston (donde inauguró el Boston
Opera House y se presentó en varias oportunidades),
Filadelfia, Baltimore, Washington, New York (en el Manhattan
Opera House, en cinco temporadas sucesivas), Minneapolis,
Milkwaukee, Pittsburg y New Heaven (en Estados
Unidos)".

"Por esos años su imagen
aparecía en las publicidades de fonógrafos, de las
marcas
Pathé, Columbia, Edison Co. y RCA Victor. Grabó
más de doscientos discos, en las compañías
Pathé Fréres (Barcelona), Gramophone Company
(Berlín), Disque Excelsion Favorite Records y
Société Anonyme, Francaise Ondographique
(París), The Victor Talking Machine (New Jersey), Columbia
Phonograph Co. (New York) y National Phonogrph Co. / Edison
Diamond (la Compañía de Thomas Alba Edison,
de quien era amigo personal,
EE.UU.)".

"A esa altura, y con semejante camino recorrido, ya poco
quedaba de aquel humilde trillador. Como muestra, un
botón: seguro de su
batalla, Constantino llegó a desafiar al gran Enrico
Caruso en un duelo de voces que, para orgullo del vasco,
jamás tuvo respuesta y dio por ganado. Quien sabe si fue
el ascenso a los cielos de la gloria (que pronto lo llevó
a encabezar la Compañía de Opera de San Carlo y a
recorrer con éxito,
y durante seis temporadas los principales teatros de Estados
Unidos, incluido el Metropolitan de New York) lo que
terminó por dejarlo en las orillas del delirio. Lo cierto
es que hasta él mismo intuyó esos límites. Y
aunque alguna vez le transmitió a otro amigo, Miguel de
Unamuno, su intención de dejar los escenarios, la fama y
los aplausos, ya casi sordos, pesaron mas".

"Cansado, con poco dinero y una serie de contratiempos
amorosos y judiciales, que enturbiaron su panorama, llegó
a caer en la cárcel, de donde salió gracias a la
fianza pagada por algunos de sus amigos. El final llegó en
México, en lo que fue su último concierto,
Constantino se quebró ante un público ansioso por
verlo recuperado. Con lágrimas en los ojos, el tenor se
disculpó y emprendió la retirada. «¡Que
voy a perder esta voz! ¿no me oyen?… ¡que no me
interrumpan, voy a ensayar!… gritaba enceguecido entre las
paredes del Instituto Frenopático Lavista, en
México, a donde fue trasladado tras sus accesos de locura.
«All right.. Very well!…» decía por los
pasillos. Ya no quedaba mucho tiempo, ni siquiera mucho
recuerdo… Florencio Constantino murió el 16 de noviembre
de 1919, solo, triste y casi olvidado. Pero con la certeza,
más allá de su delirio, de que había
cumplido aquel sueño de desenterrar el tesoro que llevaba
en su garganta. Sus restos descansaron en el Panteón Vasco
del cementerio de la ciudad de México D.F y fueron
repatriados a la Argentina en 1986, donde esperan su
último destino en Bragado, el pueblo de sus amores"
(1).

Escribe Andrew Graham-Yooll: "Postal de Corrientes. No
la avenida, sino la esquina de Batalla de Salta y San
Martín, en Mercedes, provincia de Corrientes. Del
caserón en esa intersección surgió una
biografía,
modestamente magnífica, que debería ser el libro
del año. Es la historia de un hacendado correntino,
José Antonio Ansola, pronto a cumplir 91 años.
Nieto de vascos, sus recuerdos de vida y familiares se extienden
desde la guerra contra el Paraguay
(1865-1870) hasta nuestros días. (…)"

"Che patrón, el título de la
crónica de este ?hacendado de Corrientes, la provincia
guaraní?, es producto de muchas horas de grabaciones y
cientos de epístolas a Magdalena Capurro, una uruguaya
instalada en Mercedes, interesada en el patrimonio intangible y
directora de la biblioteca
popular. Doña Magdalena, profesora de literatura y
escritora, ha ordenado y escrito esta vida de Ansola (editada por
Literature of Latin America, LOLA, un sello angloargentino de
Buenos Aires, especializado en historia y botánica locales), que es una delicia, un
canto a una época y a una cultura profundamente
argentinas, que reúne lo rural heroico, lo noble en la
política
(Ansola es apasionado por el Partido Liberal y entusiasta de la
Sociedad Rural) y lo europeo, la buena lectura y las
cabalgatas interminables en Corrientes y el Chaco.
(…)"

"Su trayectoria tiene una gran tristeza, que consigna en
el libro. ?Perdí mis campos, los que fueron de mis
abuelos. Me derrotó la naturaleza, inundando, y los
hombres, cobrando impuestos a las
tierras bajo el agua?. Pese
a esto, qué hombre, qué historia, qué
hermosa tierra" (2).

Notas

1. Sitio de la Municipalidad de Bragado, Provincia de
Buenos Aires.

2. Graham-Yooll, Andrew: "Desde Corrientes", en La
Nación Revista, Buenos Aires, 5 de junio de
2005.

En
periodismo

Manuel Mujica Làinez realizò innumerables
viajes a lo largo de su vida, por diferentes motivos. Siendo
periodista de La Naciòn, los viajes fueron para èl
parte de su trabajo. Poco antes de morir, Mujica Làinez
reuniò algunas de las crònicas que escribiò
para el diario capitalino, en dos volùmenes que
titulò Placeres y fatigas de los viajes. Crònicas
andariegas. En estos tomos agrupa artìculos publicados
entre 1935 ?cuando viajò en el Zeppelin- y
1977.

En España vivieron sus ancestros; uno de ellos,
hace siglos, se lanzò al mar, en busca de la promesa
americana. Este es el tema de una de las notas. "Cada uno de
nosotros es, en buena proporciòn, consecuencia de la
cadena ancestral que le dio vida ?afirma-, y mis eslabones
hispanos, rotos hace casi dos centurias, siguen unidos
invisiblemente a mis eslabones de la Argentina. Hoy los siento
trèmulos, vibrantes, dentro de mì".

Este sentimiento alcanza su clìmax cuando el
poeta visita, en Villafranca de Oria, pueblo cercano a San
Sebastiàn, , la casa de sus mayores, en una
"peregrinaciòn a las fuentes": "Con Armendàriz
tornè a entrar en la iglesia. Me enseñò, en
los registros parroquiales, las anotaciones que consignan los
bautismos, matrimonios y muertes, de gente remota vinculada a
mì. Y, saliendo del templo neblinoso, me mostrò
junto a èl la que fue casa de mis mayores y que, desde
1890, màs o menos, està destinada a escuela,
correo, dependencias municipales y què sè yo
què. Sobre la puerta sigue intacto el blasòn, como
en tantas y tantas casas de Guipùzcoa".

Se refiere a su estado de
ànimo de ese momento: "Experimentè, como es
lògico, una especie de emociòn difìcil de
definir. Ella aumentò cuando, algo despuès, el
alcalde nos guiò al cònsul y a mì para que,
desde la altura del hospital, abarcàramos la vista del
pueblo. Cuatro hermanas de caridad, alegres, parloteantes,
sonoras de llaves y de rosarios (la màs àgil, Sor
Pastora), nos escoltaron a lo largo de vastas salas llenas de
camas vacìas ?pues en Villafranca no hay màs que
trece asilados en el hospital, y la principal razòn de ser
de ese instituto monjil finca en su colegio- para que
asomàndonos a las ventanas del primer piso,
apreciàramos en su conjunto la hermosura del pueblo. Y
entonces, al verlo tan pequeño, tan esmirriado, con sus
tejas venerables, sus edificios hidalgos y sus muros pobrecitos,
sentì que algo se apretaba dentro de
mì".

Recordò entonces a "aquel Juan Bautista de Mujica
y Gorostizu, tan vasco, quizàs el tercero o el cuarto hijo
de una familia numerosa, de hacienda flaca, que un dìa
resolviò irse de Villafranca de Oria, de estas
montañas, de este rìo rumoroso, de estas casas
soñolientas, de estos pinos velados por la bruma, de esta
iglesia que guardaba la historia de los suyos". Se fue "allende
el mar, al extremo del mundo, porque ?segùn se
referìa- se habìa abierto el puerto de Buenos Aires
al comercio, en
un nuevo virreinato, y acaso allì ?pero eso sì,
desgarràndose de todo, como quien se cercena una mano a
sì mismo- habrìa posibilidades de medrar, para un
muchacho sin temor".

El escritor plasma en este artìculo la
emociòn que sintiò: "Ese pensamiento me
acercò a èl, por encima del tiempo,
màgicamente, y a la casa que acababa de ver junto a la
iglesia de Santa Marìa. Y al hacerlo comprendì que
no me estaba despidiendo de España sino, al contrario,
regresando a ella, a mi casa, y aunque me fuera lejos nunca me
irìa de aquì, donde las raìces se hunden
entre tumbas y el rìo Oria le repite a mi sangre, para
siempre, una vieja ronda familiar" (1).

Abel Posse "cuenta la historia de Casimiro Aín,
que bailó ante Pío XI el Ave María, de
Canaro". "A las 9 de la mañana del 1° de febrero de
1924, Casimiro Aín (el Vasco o el Lecherito),
pálido y seguramente un poco aterido (invierno), sale del
hotelito de la vía Torino que le reservó la
embajada y sube a un taxi. Lleva una modesta valija con los
elementos esenciales: botines abotonados, pantalón de
fantasía con trencilla, chaqueta negra con vivos,
pañuelo al cuello, o lengue de seda japonesa y un
puñal de madera que le
parecerá conveniente no agregar al atuendo. Lleva puesto
el invariable chambergo borsalino, el gacho gris arrabalero, de
cinta ancha y ribete negro en el ala. Símbolo del malevaje
ríoplatense" (2).

En "El siglo disfrazado", Mauricio Kartun analiza la
relación del Carnaval con la inmigración: "Fue con el vendaval
inmigratorio de principio de siglo que la farra desbordó
todo orden institucional, la mascarita se independizó, y
el disfraz pasó a ser un atributo de fenomenal creatividad
individual, un orgullo familiar en el que las mujeres de la casa
lucían su solvencia con el molde y la aguja".

Una vez disfrazado el niño, debía
fotografiárselo, para enviar esa imagen al país de
origen: "Colas de una cuadra en Foto Bixio, o en Pascale, bajo el
sol calcinante de febrero, ese que aseguraba con el resplandor de
la primera tarde los mejores contrastes en la vidriada
galería de pose del estudio. ¿Cómo
testimoniar sino allá en el terruño el prodigio de
costura, las costumbres, el crecimiento y la belleza de los
chicos, engalanados y maquillados?"

El afianzamiento de la inmigración hizo que
cambiaran los disfraces elegidos por las madres para sus hijos:
"Viejas fotos. Sólo eso queda de aquella magnífica
pasión por el disfraz. De pierrot, sobre todo, hasta los
años 20 en que las colectividades tomaron peso propio. De
allí en más predominaron los baturros, toreros y
gaiteros asturianos, las majas, las gitanas, y los vascos
pelotaris con sus paletas en miniatura, o su versión
lechera con los tarros también a escala"
(3).

En "BURGOS el descuartizador de Constitución", escribe Alvaro Abós:
"El comisario Evaristo Manuel Urricelqui, a quien sus
acólitos llamaban El Vasco, ya jubilado, publicó
algunos libros de cuentos"
(4).

Notas

1 Mujica Láinez, Manuel: Placeres y fatigas de
los viajes. Crónicas andariegas. Buenos Aires,
Sudamericana, 1984.

2 Posse, Abel: "Lejanas batallas del tango (I) 1924. El
vasco Aín en la Santa Sede", en La Nación Revista,
Buenos Aires, 5 de octubre de 2003.

3 Kartun, Mauricio: "El siglo disfrazado", en
Clarín Viva, 20 de febrero de 2000.

4 Abós, Alvaro: "BURGOS el descuartizador de
Constitución", en La Nación Revista, Buenos Aires,
2006. Fotos: Archivo Graciela
García Romero. Ilustración: Nuno.

En
costumbrismo

La conversación que Fray Mocho reproduce en
"Nobleza del pago" evidencia en qué medida se
confundían los orígenes de los habitantes de
nuestro país. Una mujer cree que su abuela es vasca. A esa
convicción, le responde una parienta: "Más bien
tirab?a pampa o a correntina por l?habla… ¡Si era
bosalísima! El viejo parece que se juntó con ella
cuando andaba de picador de carros, p?allá, pa la cost?el
Salao, que fue de an?de comenzó a internarse pa l?Azul…"
(1).

Godofredo Daireaux es el autor de "Matufia", en el que
escribe: "Después del confortable almuerzo, se fue don
Narciso a siestear, y se sentaron a la sombra de los preciosos
aromos que rodeaban la estancia de don Carlos Gutiérrez,
hacendado de la vecindad, don Julio Aubert, francés
acriollado y mayordomo de una gran estancia vecina y un vasco,
ovejero rico de por allá, que llegado a comprar carneros,
a la hora de almorzar, había sido convidado por el
dueño de casa" (2).

En 1943, Conrado Nalé Roxlo da a conocer El
muerto profesional, firmado con su seudónimo Chamico.
Acerca de esas páginas escribirá más tarde:
"Carezco de vocación y aptitudes para el periodismo,
aunque es la galera en que he remado siempre y, tal como van las
cosas, seguiré inclinado sobre su borda hasta la hora del
último naufragio. No me quejo. Mucho le debo al
periodismo, donde tuve la suerte de encontrar amables e
inteligentes cómitres que me permitieron remar con mi
propio remo. Dicho en términos no tan dramáticos y
náuticos, los directores de los muchos diarios en que
trabajé me dejaron un rincón tranquilo, al margen
del comentario de actualidad y de las noticias, donde dejar volar
mis fantasías y soltar mis ocurrencias. Así
nacieron muchas páginas que después pasaron al
libro. Toda la obra humorística de mi alter ego Chamico,
por ejemplo, tiene ese origen, y muchas cosas más"
(3).

En "Una conversación interesante", texto incluido
en el volumen que
mencionamos, uno de los personajes se refiere a un turco que se
va a casar, y afirma que un vasco piensa frustrar ese matrimonio:
"creo que se le va a aguar la fiesta porque el vasco Indurrimendi
se ha enterado de que Flores es casado en Turquía y, como
usted sabe que tienen rivalidad por los negocios, ha
dado parte al comisario y al registro civil y
hasta creo que les ha mandado el pasaje a las esposas turcas del
turco para que se presenten el día del casamiento y armen
un escándalo. Si vienen todas va a ser divertido"
(4).

Notas

1. Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos Aires,
Huemul, 1966.

2. Daireaux, Godofredo: "Matufia", en Fray Mocho,
Félix Lima y otros: Los costumbristas del 900. Sel. y
pról. de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos. Buenos
Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).

3. Nalé Roxlo, Conrado: "Borrador de memorias",
citado por Jorge B. Rivera en el prólogo a Chamico: El
muerto profesional. Buenos Aires, CEAL, 1980.

4. Chamico (Conrado Nalé Roxlo): El muerto
profesional. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Novelas

"En 1911, cuando Pío Baroja no había
cumplido aún los cuarenta años, publicó El
árbol de la ciencia y
antes Las inquietudes de Shanti Andía: puede decirse que
estas dos obras corresponden a la fase más fuerte de su
capacidad inventiva", dice Julio Caro Baroja. A Las
inquietudes…, que inicia la trilogía denominada El mar,
le siguieron El laberinto de las sirenas (1923) y dos novelas que
en realidad debían formar sólo un volumen, Los
pilotos de altura (1929) y La estrella del Capitán
Chimista (1930).

"El mar fue, pues, para Pío Baroja, fuente de
inspiración primordial ?agrega el antropólogo-,
cosa no muy común entre los escritores de lengua
española o castellana, como en varias ocasiones se ha
hecho constar. (…) Pío Baroja tenía muchas
razones vitales para sentirse atraído por el mar, dejando
aparte alguna, casi metafísica, que no viene al caso analizar
ahora". "El haber nacido junto al mar me gusta ?escribió
el novelista en sus Memorias-, me ha parecido siempre como un
augurio de libertad y de
cambio"
(1).

Al publicarse esta primera obra de tema marino,
escribió Azorín en El pueblo vasco, de San
Sebastián: "Las inquietudes de Shanti Andía,
último libro de Baroja, es uno de los mejores que el
ilustre novelista ha publicado. Nada hay en nuestra lengua que
supere esas soberbias, maravillosas páginas en que
describe el mar y las costas vascas. Esa novela es el
libro del mar y del pueblo vasco. Ni mejor guía
?sentimental? de Vasconia ni más hondo y delicado canto en
su honor" (2).

En esta novela, protagonizada por un marino, presenta
Baroja a varios indianos. Se les llamaba así a quienes
procedían de las Indias Occidentales (América),
pero especialmente a aquellos que regresaban a España
enriquecidos luego de muchos años en el Nuevo Continente.
Los diversos pasajes en que describe a estos personajes nos
permiten notar que no sentía por ellos, ciertamente,
simpatía, en parte por su condición de
comerciantes, pero también por su ignorancia y
presunción. Remitámonos a los
fragmentos.

Cuenta Andía: "Venía en el barco un
indiano vascongado que se embarcó en Buenos Aires en mi
barco. En todo el viaje de América a Europa no se
atrevió a hablarme. Debía de ser un hombre muy
tímido. Luego, en el vapor que nos llevaba a Bayona, se
acercó a mí y hablamos. Había pasado
veinticinco años en las pampas hasta enriquecerse. No
tenía familia y no sabía qué hacer ni donde
fijar su residencia".

No explica cómo había hecho su fortuna el
vascongado, mas sí lo hace en relación con otro
indiano, a quien desprecia: "Contaba una criada de mi casa, la
Iñure, que un indiano rico de su pueblo, ex negrero, que
estaba muy incomodado porque su hijo quería casarse con
una muchacha pobre, hizo a la chica esta advertencia: Yo, como
tú, no me casaría con mi hijo. Ten en cuenta que yo
he sido negrero y que en mi familia ha habido personas que fueron
ahorcadas. -Eso no importa ?contestó la muchacha-. Gracias
a Dios, en mi familia ha habido también muchos ahorcados.
Realmente, esta muchacha discurría muy bien".

Los indianos se reúnen en determinadas
poblaciones, y evidencian una manera original de ostentar sus
logros: "En todos los puertos de mar, constituidos casi siempre
por una población advenediza y aventurera, se forma un
espíritu aristocrático endiablado. En las ciudades
arcaicas y tradicionales los individuos que creen formar parte de
la aristocracia alegan los prestigios de la clase con más
o menos razón; en las ciudades modernas ya no es la clase
solamente lo que se defiende, sino el matiz. Así sucede
que Bilbao o Buenos Aires, Manila o Barcelona, tienen más
prejuicios de casta que Toledo, Burgos o León. En
Lúzaro, en pequeño, ocurre lo propio desde que se
ha llenado de indianos y de gente forastera".

A Baroja, tan amante de lo vasco, le molestaba
profundamente la invasión de esta gente, que
ejercía una profesión para él detestable:
"El comerciante, que en general, procede de la parte más
turbia de la sociedad, necesita, ya que no puede decir que sus
abuelos estuvieron en la conquista de Jerusalén, demostrar
que su escritorio es algo sagrado y que todos sus pequeños
útiles y procedimientos de
robo constituyen ejecutoria de nobleza".

Este grupo social tiene, asimismo, un punto de
reunión: "Me contaron el proceso de
este conflicto
familiar entre Recalde y la Cashilda, en la relojería de
Zapiain, que era el mentidero de las personas pudientes del
pueblo. Mi tío, el viejo Irizar, fue el que me
llevó allí. Todavía no se había
fundado el casino de Lúzaro, que, después, de una
época de pedantería y de esplendor, quedó
reducido a una reunión soñolienta de indianos y de
marinos retirados" (3).

En 1910 aparece César o nada, primer volumen de
la trilogía Las ciudades, que integran asimismo El mundo
es ansí (1912) y La sensualidad pervertida (1920). En
estas novelas, como en tantas otras, se advierte una de las
características de Baroja, señalada por el
hispanista Donald Shaw, quien destaca que el académico
sentía predilección "por saturar sus historias de
personajes menores, que atraviesan la escena, animando la
atmósfera
con sus comentarios, opiniones, y a veces, dramas, pero siempre
dándole vida con su mera presencia. Estos extras forman un
círculo exterior de humanidad en torno al
personaje principal y a sus compañeros inmediatos. Tomados
generalmente de la vida, pueden existir simplemente por su propio
interés
humano intrínseco. Normalmente personifican actitudes de
grupos
sociales a quienes Baroja quería atacar directamente,
o caricaturizar satíricamente. En el primer caso, los
presenta llanamente, como individuos despreciables y
desagradables. En este grupo están muchos de los parientes
y familiares de sus héroes y heroínas"
(4).

En César o nada aparece nuevamente su
aborrecimiento por los indianos, encarnado esta vez en un
personaje que "estudiaba en el colegio de Escolapios del pueblo y
después ingresaba en el seminario de
Tortosa". El alumno dejaba mucho que desear: "No se
distinguió allí por su inteligencia
ni por su buena conducta; pero a
fuerza de
tiempo y de recomendaciones, pudo ordenarse y decir misa en
Villanueva".

Sin embargo, "La sangre inquieta del padre bullía
en él: era juerguista, brutal y pendenciero. Como en el
pueblo la vida le era difícil, se marchó a
América, dispuesto a ahorcar los hábitos. No
debió encontrar entre los seglares grandes horizontes,
porque unos meses después profesaba, y diez o doce
años más tarde volvía a España, como
superior de la Orden, a un convento de la provincia de
Castellón. Francisco Guillén había cambiado
de nombre, y se llamaba fray José de Calasanz de
Villanueva".

Traía del Nuevo Mundo un bagaje de inmoralidades:
"Fray José de Calasanz, al volver de América,
había aprendido, si no de cánones, algo más
de la vida que en sus primeros años de cura, y se
había hecho un hipócrita redomado. Sus pasiones
eran de una violencia
extraordinaria, y, a pesar de su habilidad para disimularlas, no
podía ocultar del todo su fondo de barbarie".

En otro pasaje de la novela, varios
personajes se alegran de que en el hotel en el que se hospedan se
sienten muy a gusto, pues no hay "americanos, ni alemanes, ni
demás bárbaros". Otro de los personajes afirma que
su mujer, americana, "está cada día más
europeizada, y ya no le gusta la elegancia demasiado estrepitosa
de sus paisanos". Sobre esta misma mujer y otras como ella,
asevera el protagonista: "El peso de la tradición
será fatal para la industria y
para la vida moderna, pero es lo único que crea esa
espiritualidad de los países viejos. Estas americanas
tienen, ¿quien lo duda?, inteligencia, belleza,
energía, arranques simpáticos; pero les falta esa
cosa especial creada por los siglos: el carácter" (5).

En La sensualidad pervertida también son las
mujeres el objeto de las críticas barojianas. El
protagonista visita a una familia que le causa muy mala
impresión: "Una casa donde me recibían amablemente
era la de un americano, condiscípulo de mi padre, de
niño, en Vergara. Este señor se llamaba Alpizcueta,
y era un pobre hombre, bueno, débil y sin ningún
carácter. Se hallaba dominado por su mujer, una americana
despótica y altanera; tenían un hijo y dos hijas.
El hijo era negado, de lo más incomprensivo que pudiera
imaginarse, tonto, soberbio, caprichoso, rubio y con cara de
negro; las hijas habían salido como la madre: altas,
fuertes, guapas, voluntariosas y mandonas".

El joven "no simpatizaba ni con la madre ni con las
hijas. Ellas creían que habían traído toda
la sabiduría en su equipaje de América, y que el
conjunto de sus conocimientos acerca de la vida era tan grande
que no podían añadir una partícula
más. No notaban los valores
que hay en los países viejos. Para ellas, un museo, una
iglesia, un libro, no eran nada al lado de unos rebaños de
vacunos o de algunas hectáreas de terreno". No obstante, a
las casaderas no les faltaban pretendientes: "Solían
aparecer varios jóvenes en la casa de Alpizcueta, porque
las americanas tenían fama de ricas" (6).

Cuando a Martín Zalacaín le aconsejaban ir
a la escuela, él exclamaba: " -¿Yo a la escuela? Yo
me iré a América o me iré a la guerra" (7).
No se decidió por el primero de estos proyectos. De un
personaje dice en El árbol de la ciencia:
"estuvo de médico militar en Cuba, y se acostumbró
a beber de una manera terrible. Alguna vez le he visto, y me ha
dicho: ?Mi ideal es llegar a la cirrosis alcohólica y al
generalato? " (8). Son otros personajes que tuvieron en sus
mentes la aventura trasatlántica. No la concretaron o
volvieron derrotados. Sin embargo, es por estos por quienes el
novelista siente aprecio, y no por los indianos a los que se ha
referido reiteradamente.

La aversión que siente por los indianos se
relaciona con la que siente por los hispanoamericanos. A criterio
de Eugenio Matus, "Aunque no manifestada con tanta frecuencia ni
de manera tan sistemática (…), es esta antipatía
lo suficientemente clara como para que merezca recordarse (…).
Dejando de lado os exabruptos, ¿qué es, en esencia,
lo que advierte en nosotros que le molesta? ?lo que a mí
me irrita de los hispanoamericanos ?dice en Las horas solitarias-
es lo mal que legitiman su modernidad. No
son capaces de crear una Universidad
especializada ni de tener grandes industrias,
grandes inventores o grandes ingenieros, ni de lanzar una
utopía al mundo; son negociantes en pequeño, y
cuando quieren hacer algo espiritual hacen versos o transcriben
una sociología traducida del francés?.
Esto es lo que le molesta a Baroja: la incapacidad que él
cree advertir en nosotros para ser realmente lo que somos,
pueblos jóvenes; dicho de otro modo, le molesta nuestra
?inautenticidad? ".

"Baroja, hombre entusiasta del porvenir, que quisiera
ver a su patria libre de las tareas tradicionales que tiene como
país viejo y que son las que le impiden dar el gran salto
hacia el furturo, no comprende que hombres de un continente nuevo
carezcan del empuje que es natural suponer en ellos, y se
contenten con usufructuar perezosamente de la cultura de la vieja
Europa". (…) Conviene, en todo caso, señalar que el
origen de esta antipatía suya por los hispanoamericanos
hay que buscarlo más que en un conocimiento
cabal del fenómeno histórico que representa
Hispanoamérica, en el trato personal del novelista con
escritores y artistas hispanoamericanos de comienzo de siglo,
radicados en París o en Madrid, en los cuales
advirtió, casi sistemáticamente,
características humanas y literarias antagónicas a
las suyas" (9).

En 1884, en el periòdico Sud Amèrica se
publica como folletìn La gran aldea, obra que Lòpez
dedica a Miguel Canè, su "amigo y camarada". "El
subtìtulo de La gran aldea, "Costumbres bonaerenses",
previene ya las caracterìsticas del realismo a que
recurrirà su autor, Lucio Vicente Lòpez
(1848-1894): una actitud crìtica, no disolvente sino
reformista, encaminada a registrar tipos y hàbitos de una
sociedad, y a poner de relieve
algunos de entre ellos mediante el sarcasmo, la ironìa o
la simple caricatura. (…) la propuesta fundamental de La gran
aldea es la de demostrar que el Buenos Aires provinciano de 1860
pervive en el Buenos Aires cosmopolita de 1880, que la clase
social que manejaba sus destinos en la època de
Pavòn continuaba controlando los hilos de la
polìtica y de las finanzas y
dando el tono de la sociabilidad en la època del alumbrado
a gas y de los
tranvìas a caballo" (10).

"Aunque esperanzada con el potencial talento literario
del autor, ya en el momento de su publicaciòn la
crìtica fue en general adversa con la novela, pero
ùtil, segùn Lòpez, porque ?ha despertado la
curiosidad y me ha favorecido la venta?. En ella
pesa màs la crònica que la densidad
literaria -Rojas la ve ?inferior a su fama?-, y asì parece
haber sido desde que se publicò: en su època
influyeron tanto su calidad de
instrumento de lucha polìtica e ideològica como el
hecho de ser una novela en ?clave?, por la que desfilaban las
figuras del dìa (Mitre, Sarmiento, Avellaneda,
etcètera); en nuestros dìas pesa el valor
testimonial, intenciòn que ya proclama el autor desde el
subtìtulo (Costumbres bonaerenses), que permite rastrear
el pasaje de un Buenos Aires ?patriota, semisencillo,
semitendero, semicurial y semialdea?, a la ciudad ?con
pretensiones europeas? en diversos registros: en lo urbano, con
la transformaciòn de la ciudad que es màs
modernizaciòn que ampliaciòn, con la
incorporaciòn a la vida cotidiana del gas de alumbrado, el
tranvìa, las nuevas formas de la arquitectura y la
decoraciòn; en lo social, con el advenimiento de las
nuevas burguesìas, el gallego sirviente al lado del
mulaterìo, la desapariciòn del tendero criollo; en
lo polìtico, con la consolidaciòn del roquismo, que
impone la unificaciòn del paìs desde el poder
central ?y desde la ciudad capitalizada- y las tensiones que eso
provoca; en lo econòmico, con el pasaje de los buenos
tiempos del Estado de Buenos Aires al manejo financiero que
culminarà con la crisis de
1890; en lo religioso, con el progresivo avance del laicismo
estatal y la nueva religiòn de la burquesìa; en lo
literario, con el pasaje del Romanticismo al
Realismo y al teatro ligero francès…" (11).

López relata cómo trataba a sus clientas
vascas uno de aquellos tenderos criollos: "Entre los
prìncipes del mostrador porteño, el màs
cèlebre, sin disputa, era don Narciso Bringas: gran
tendero, gran patriota, nacido en el barrio de San Telmo, pero
adoptado por la calle del Perù como el rey del mostrador.
No habìa mostrador como el de aquel porteño: todo
el barrio junto no era capaz de desdoblar una pieza de
madapolàn y de volverla a doblar como don Narciso; y si la
piràmide misma le hubiera querido disputar su amor a
Buenos Aires, a la piràmide misma le habrìa
disputado ese derecho".

Describe la estrategia del tendero para dirigirse a su
clientela: "Don Narciso subìa o bajaba el tono
segùn la jerarquìa de la parroquiana: dominaba toda
la escala; poseìa toda la preciosidad del lenguaje culto
de la època y daba el do de pecho con una dama para dar el
sì con una cocinera".

"Los tratamientos variaban para èl segùn
las horas y las personas. Por la mañana se permitìa
tutear sin pudor a la parda o china criolla
que volvìa del mercado y entraba
en su tienda. Si la clienta era hija del paìs, la trataba
llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo. Si
èl distinguìa que era vasca, francesa, italiana,
extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el ùltimo precio, el ?se
lo doy por lo que me cuesta?, por el tratamiento de madamita.
¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la mañana,
con algunas cuantas palabras de imitaciòn de
francès que èl sabìa balbucir, era
irresistible. Durante el dìa, los tratamientos variaban
entre hija e hijita, entre tù y usted, entre madamita y
madama, segùn la edad dela gringa, como èl la
llamaba cuando la compradora no caìa en sus redes" (12).

Pedro Antón,
protagonista de una novela de Julián de Charras,
añora cuanto dejó: "Veía, allá lejos,
como en una neblina, las escarpadas pendientes de los Pirineos,
las casetas ruinosas de los montañeses, las miserables
veladas, con pan negro y escaso y luz humeante de
candil de aceite; el
padre, con su rostro anguloso y cetrino, en un rincón, con
la barba en la mano, mirando fijamente la pared, como pensando en
algo indefinido; la madre hilando, hilando en la penumbra,
diestros los dedos, aunque fatigada la vista… Y él,
rapaz, sin raciocinio, raídas las ropas, que remendaba la
mano materna, al lado del fuego, hurgándose la nariz,
recordando las consejas del oso negro, de las brujas
sabáticas, del ahorcado…" (13).

Partes: 1, 2, 3
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