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La teología de la relatividad




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

    1. La ciencia y la
      religión
    2. La teoría de la
      relatividad. Einstein
    3. Nuestro
      interés personal en la
      cosmogonía
    4. La
      religión y la ciencia
    5. Los
      hallazgos extraordinarios de la física y de su
      hermanastra la astrofísica
    6. El gen
      de Dios (VMAT2)
    7. La
      teología de la relatividad
    1. Desde que Galileo incurriera en la rabia de los Papas
      por su herejía, colocando el sol en medio
      del universo,
      la ciencia y
      la religión católica han mantenido un
      diálogo tenso y muy poco
      amistoso.

    La curia, intolerante de toda oposición, cuando
    se la contradice, recurre a la persecución franca de todos
    quienes resisten el dogma que ellos establecen. La
    Inquisición, el arma creada contra el desacato, en tiempos
    de Galileo, pronto dispuso que las piras de los actos da
    fe
    se encendieran para castigar los rebeldes impíos.
    En lo que no estaban aislados. La Inquisición de Calvino,
    en Suiza, haría lo mismo quemando vivo, convicto de
    herejía, al ilustre médico español
    Miguel Serveto (1511-1553), quien fuera quien primero describiera
    el sistema
    circulatorio pulmonar.

    Miguel
    Serveto

    Con su vida pagan, a veces, quienes se aventuran a
    diferir…

    El imbroglio de Galileo dio comienzo a un
    período de represión ideológica, e
    imposición rígida, por parte de la Iglesia, que
    algunos no pudieran tolerar; por esa razón tantos
    más pagarían con sus vidas, por que no se
    sometieron a la dictadura del
    clero.

    La Inquisición en teoría,
    como tal, ya no existe, aunque su "oficina" aun
    reside en el Vaticano. Empero, aunque la represión no
    exista como la creara su arquitecto Santo Domingo de
    Guzmán, la Iglesia Católica no se ha tornado
    más tolerante de quienes sus doctrinas cuestionan. Por
    ello, el autoritarismo residual que todavía caracteriza el
    modo de pensar del Pontífice reinante, sea
    político, científico o eclesiástico, para
    algunos, es intolerable e inadmisible.

    Nosotros nos contamos entre aquellas personas no
    satisfechas con que otros nos guíen en asuntos tan
    importantes como son: la existencia de un Dios, la infalibilidad
    del Papa, el origen del
    universo, cómo y cuándo comienza la vida y
    hacia dónde nos conduce la
    muerte.

    Para quienes así pensamos, es necesario que
    evaluemos prolijamente lo que todos, científicos o
    religiosos, nos procuran instruir; cuando lo hacen como si ellos
    fueran los únicos que gozan acceso a las verdades
    eternas.

    La ciencia y la
    religión

    La ciencia y la religión partieron
    compañía hace muchos años siguiendo
    divergentes derroteros. Las religiones quedarían
    inmovilizadas mientras que el progreso científico
    continuaba acelerando. En 1866 el monje austriaco Gregor Mendel
    descubrió las leyes de la
    herencia, sin
    que sus trabajos fuesen reconocidos hasta cien años
    después de su muerte. Antes
    de Mendel, Darwin
    publicó su obra cumbre On the Origin of the Species
    en 1859. Si, por coincidencia, Darwin hubiese tenido acceso a los
    hallazgos de Mendel, su trabajo
    hubiese sido fortalecido en su relevancia. De todos modos, por
    coincidencia e independientemente, Darwin y Alfred Russel
    Wallace, al unísono descubrieron la misma teoría
    sin, al principio, saber uno de las labores del otro. Así,
    como en otras publicaciones nuestras hemos señalado, es
    como, a menudo avanza, el descubrimiento científico —
    por serendipia y coincidencia.

    Pero, no fue hasta que un niño con problemas de
    aprendizaje y
    como adulto, empleado menor del gobierno suizo,
    nos impulsara en nuevas direcciones, hasta entonces, por todos
    insospechadas. El niño, de que hablamos aquí, fue
    Albert
    Einstein, quien nos diera la Teoría de la Relatividad,
    en la que basamos este proyecto.

    La teoría de
    la relatividad

    Un cambio
    paradigmático en el espectro del pensamiento
    científico tuvo lugar cuando, impulsando el estado de
    la ciencia, en el año 1905 el desconocido físico
    teutón, Albert Einstein, publicó unos
    artículos seminales acerca de la, hasta entonces
    desconocida, Teoría de la Relatividad.

    Para el mundo, se llamaría La Teoría de la
    Relatividad. Para los científicos se llamaría la
    Teoría General de la Relatividad, proponiendo su
    autor, la fórmula tan simple como famosa, E=mc2
    la cual explicaremos más adelante, como parte de la
    biografía
    de este genio entre genios.

    Pero, ¿quién era este Albert
    Einstein?

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