- Mientras que… en
África, mundo remoto y
prístino - Lujos, molicie y
comodidades - La
escuela del conocimiento y la docencia de la observación
en el plantel de los instintos - El
desarrollo y la etología - El
Jardín del Edén - Nada
superfluo en el plan de la Naturaleza - La
semántica, las coincidencias, las simetrías, las
premoniciones - El
exegeta
Nunca debemos estar satisfechos con lo que somos, con lo
que sabemos, ni con lo que tenemos. Porque la vida;
fenómeno caprichoso, de curso tortuoso y de derrotero
impreciso, siempre nos recuerda que sus procesos son
sorpresivos, misteriosos y enormes.
Lo esencial en la vida no es tanto conseguir los
objetivos que
nos trazamos, como es la capacidad de luchar tenazmente para el
logro de los mismos.
El trabajo nos
consigna a una esclavitud que
es, contradictoriamente, una forma de libertades
cuantiosas.
Mientras
que… en África, mundo remoto y
prístino
Toda mañana en ese continente, se despierta un
animal, se despierta un león. Este animal se despierta
hambriento, y se despierta con el
conocimiento de que tiene que correr más
rápidamente que el antílope más veloz o quedará
sin almorzar — así que cuando asoma el sol, al
león le conviene correr, y correr muy rápido.
Traduciéndolo mejor: a este león, le conviene
"trabajar".
Pensamos en la tarea del león, porque en nuestra
filosofía y labores de ayudar al prójimo a lograr
su propio entendimiento, es menester que apliquemos el conocimiento
que nos transmitieran nuestros antepasados, humanos y salvajes,
para comprendernos mejor.
Nuestros antecesores no podían concebir que
nuestras habilidades físicas y nuestras competencias
psicológicas, desarrolladas para la labor de medrar y
procrear, terminarían siendo usadas para llegar al
estado en que
hoy nos encontramos, donde sólo vivimos para vivir, comer,
gozar y engordar. Vegetando en una disipación de
placer.
Lujos, molicie y
comodidades
Dinero, poder,
indulgencia y apatía conducen a que seamos blandos y
frágiles. A través de la historia han sido los
tenaces, los que más se sacrificaran a ellos mismos y los
que batallaran por sus derechos quienes
sobrevivirían y, los que al final,
conquistaron.
La vida misma, es una lucha que nunca termina hasta que
nos sorprende la llamada final e ineludible de la
muerte.
Porque cada día es una resurrección cuando
comienza, y una anticipación al sabor de la muerte cuando
este concluye con la llegada del sueño. Cada día es
una recopilación del ciclo vital en celebración de
quienes saben aprovecharlo y vivirlo.
Carpe diem, decían los
romanos…
Pero, ¿a dónde nos dirigimos para adquirir
el conocimiento que nos garantiza una vida provechosa, saludable,
exitosa y productiva?
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