Credos y sabiduría: Lo que nos hace sentir que somos seres señalados (página 2)
La escuela del
conocimiento y
la docencia de la
observación en el plantel de los
instintos
Como animales somos
esencialmente curiosos e intranquilos. Poseemos una necesidad de
encontrar conocimiento y de definir todo lo que nos
rodea.
Tenemos una urgencia innata a explicarlo todo y asimismo
de aprender…
Aprendemos de las observaciones que hacemos, de las
preguntas que formulamos y de lo que advertimos en el comportamiento
de todos los demás.
Los animales, que nos rodean, son nuestros maestros,
como maestros también lo son nuestros mentores, amigos y
seres queridos.
Nuestros animales nos enseñaron las diferencias
en los métodos
que emplearan entre ellos para lograr los mismos fines. De ellos
derivamos experiencias tempranas como son el atributo de la
lealtad, la capacidad de soportar el dolor, el espíritu
altruista y el significado mismo de la experiencia
sexual.
De nuestros instintos, aprendimos el placer del
cariño, el olor especial del ser a quien amamos, como
aprenderíamos los resultados deletéreos de los
excesos, que corrompen la calidad y el
curso de nuestras existencias.
Aprendimos a temer, a amar y al mismo tiempo
aprendimos a ser capaces de actos heroicos que sobrepasan las
inhibiciones impuestas por el temor.
El desarrollo y
la etología
Job nos dice que preguntemos a las bestias y que ellas
nos enseñarán. Preguntémosles a ellas,
entonces, como nos aconsejara él.
¿Qué nos dicen los insectos? Nos dicen que
siendo extraordinariamente distintos a nosotros en todos los
respectos: no poseen cerebro, ni vasos
sanguíneos, ni tampoco huesos, ni
hígado, pulmones, o riñones, ni que sudan para
disipar el calor — los
insectos nos dicen que, resolviendo los problemas para
sobrevivir, han triunfando — logrando ser los animales
más exitosos en el planeta.
¿Qué nos enseñan las aves? La
curruca de cuello negro pesa 9 gramos. Con un aumento temporal y
mínimo de peso, en el otoño hace el cruce sobre el
océano de Massachussets a Venezuela de
3,520 Km. en diez días.
El gorrión de anca blanca completa su vuelo de
14,400 Km. en quince días, con un peso inicial de 30
gramos.
Ambos insectos y aves nos enseñan que el peso que
logran, prefieren, y mantienen es establecido para conservarlos
en línea con las mejores oportunidades de lograr vidas
reproductivas y evitar los predadores de toda estirpe que pueden
atacarlos.
De todos los animales aprendemos que existen
márgenes de seguridad, entre
los cuales operamos con eficiencia, y que
existen requerimientos para que nosotros aprovechemos en su
totalidad nuestras habilidades físicas y
mentales.
El Jardín
del Edén
Cuando fuéramos despedidos, por nuestra
curiosidad, entre otros vicios, del famoso mítico Vergel,
nuestros cuerpos eran endebles y poco dispuestos para ajustarnos
a una Naturaleza con
exigencias enormes en su inventario.
- No siendo el más veloz de los seres vivos,
logramos perseguir a una presa capturándola cuando, al
fin, ésta se desplomara de cansancio. - Sin alas, volaríamos a velocidades
supersónicas, aterrizando en locales insospechados como
son la luna y, posiblemente otros planetas. - Sin pelaje y sin plumaje, nos revestimos con las
pieles preciosas de animales a quienes cazamos, exterminamos o
mantenemos en cautividad. - Leemos, hablamos, cantamos, componemos música,
escribimos novelas,
poesías, fórmulas químicas
y matemáticas — lo hacemos, mientras que
esos mismos pensamientos, en forma abstracta se transmiten por
medio de instrumentos electrónicos por todo el espacio
sideral.
Salimos del Edén, pero muy pronto, nos
creímos divinos, tratando de usurpar el fuego
sagrado.
Nada superfluo en el
plan de la
Naturaleza
Así lo expresaría Leonardo Da
Vinci, y así mismo es como es. La belleza de la Obra
de Dios consiste en que Él no ha dejado nada a chance ni
(desdichadamente) a nuestro entender.
Desde que abandonáramos los árboles
en la foresta densa de la selva y, como animales bípedos,
nos aventuráramos en la sabana con su expansión
ilimitada, donde nuestros enemigos/predadores pudieran
agredirnos, lo hicimos porque instintivamente
sabíamos que éramos, como animales, tan
cerca a lo invencible como sería por siempre
posible.
Para nosotros; nuestro peso ligero, la comida escueta
que consumíamos, la agilidad física de que
gozáramos aun en la vejez,
el trabajo
corporal que disfrutáramos, la vida social que era nuestro
destino, el uso de la fantasía, los placeres de la
música, los ejercicios de la semántica, el conjuro de la magia, la
adoración de los ídolos o la veneración de
un Dios "legítimo" eran actividades controladas; que no
podían extirparse o ser separadas de nuestras vidas — de
hacerlo pagaríamos el castigo de la mortalidad y del
olvido total.
La
semántica, las coincidencias, las simetrías, las
premoniciones
Nuestros conocimientos de la Naturaleza son profundos y
nos conducen por caminos misteriosos y, a veces,
apacibles.
- Si, indiscutiblemente, estamos dotados del cerebro de
mayor envergadura y de la mayor capacidad procesadora de la
Creación. Nuestro pariente lejano el cohombro marino,
nace con un cerebro el cual usa por los dos o tres días
que les son necesarios para encontrar la colonia dentro de la
cual vivirá. Habiéndolo logrado, se come el
cerebro, ya que no le servirá para nada más en la
vida.
Cohombro marino
- Si muchos seres humanos tienen que ser sometidos a
cirugías gastroplásticas para eliminar sus
gorduras — por lo que, en exceso comieron. Por su parte, la
polilla de la seda, de adulto nada come, porque carece de
boca. - Si Dios condenó al hombre al
trabajo y a
la mujer a
tener partos dolorosos — ¿Por qué lo hizo? y
¿por qué lo decretaría de esa
manera? - ¿Dónde dirigir nuestros pasos para
solucionar nuestros dilemas?
El
exegeta
En nuestras creencias, a veces erramos en adoptar la
posición ingenua de quien, descontento con el status quo,
procura nuevas vistas y nuevos horizontes para seguir el sendero
de la sabiduría — a veces, lo hace guiado por el
conocimiento de la especie — pero lo hace buscando falsos
profetas, con resultados tristes al final.
Busquemos nuestros destinos en la fuerza
interior que nos conduce a los conocimientos del que
verdaderamente sabe — el centro nervioso de nuestra vida
instintivo-emocional.
De esto hablaremos más adelante, sólo con
los iniciados.
Bibliografía
Livio, M: The Golden Ratio (2002) Broadway Books
NY
Pickover, C. A: Keys to Infinity (1995) John
Wiley NY
Stewart, I: Does God Play Dice? (1997) Penguin
NY
Penrose, R: Shadows of the Mind (1994) Oxford
NY
Dr. Félix E. F. Larocca
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