El "braguetazo": sus problemas inherentes y sus complicaciones sociológicas
Cada edad, cada época y cada período de la
historia de la
humanidad (cuya constancia escrita aún permanece somera)
se ha caracterizado por hechos fundamentales, actitudes
filosóficas, ideas básicas e hipótesis cruciales que le confieren un
perfil distintivo y propio, lo que imparte a la era bajo
escrutinio rasgos que la rinden eminentemente
identificable.
En la República Dominicana, durante la Era de
Trujillo, el contraer matrimonio por
dinero fue una
metáfora críptica y, a la vez, poderosa. Todos
hablaban del braguetazo (por la hendedura del
pantalón) que se daba solamente en los hombres, ya que a
la mujer se le
concedía el casar por dinero -si es que, por supuesto,
fuera hermosa.
La importancia sociológica y aun
psicológica de esta actividad social, si es así
como deseamos llamarla, es que resultaba en matrimonios
inestables con descendientes, a menudo, en conflicto y a
riesgo. Muchas
de estas uniones, años después terminarían
en divorcios y retornos seriales al matrimonio de
Novo.
Fue a propósito de mis pasadas memorias ya
dormidas, cuando un amigo y colega me escribe desde Costa Rica para
despertarlas.
En su misiva me informa, entre otras cosas, que su
sobrino, a quien conociera, va a contraer nupcias con una
muchacha muy rica, ofreciéndome en su narrativo sus
propias consideraciones discretas acerca de este muy singular
evento: "…y yo, que me casé muy joven, y por amor… si yo
pudiese hacerlo de nuevo… [Yo] me casaría por los
cuartos… Daría un braguetazo… ¡Pero, no se lo
digas a mi mujer,
please!"…
Primero, examinemos en breve la petición final.
La de impartirle a alguien información importante (casi nunca
solicitada), simultáneamente suplicando que dicha
información no sea usada; aun si el uso de la misma
beneficiaría a la persona que en el
caso específico "no la debe de saber". ¡Qué
problema más serio éste! Ya que, en mi
opinión profesional, y aún personal, la
primera persona que debe de saber cómo un marido se siente
acerca de su matrimonio es la mujer.
- Pero hablemos de los braguetazos
La historia de los contratos que
llamamos "matrimonio" no fueron siempre ejecutados con la misma
libertad -por
lo menos en las apariencias– con la que se efectúan hoy
día. Había los asuntos de la dote, de la
conveniencia de la unión entre vástagos de familias
poderosas y eminentes y de la capacidad aumentada para sostener
empresas
expansivas. Que, como son las guerras, se
libraban para incrementar las riquezas de las familias
contractuales. Ése era, por supuesto, el contrato conyugal
de la Era Feudal.
Luego, vinieron otras realidades e invenciones que
generaran problemas para
ciertos miembros de nuestra sociedad: la
desaparición del vasallaje, la "invención" de la
niñez y de la adolescencia
como hoy las concebimos.
La desaparición de la nobleza y la llegada del
nouveau rich. La creación de las escuelas y centros
para enseñar con la prolongación perpetua de una
educación
que se está convirtiendo en el agregado constante de
actividades interminables, fútiles e
insidiosas.
Además de todo lo dicho, el hombre de
hoy tiene que competir con mujeres que son verdaderamente
competentes y competidoras. Mujeres cuyas competencias
realzan las propias incompetencias (de algunos hombres) y que
(tristemente) los obligan a ellos a trabajar ¡Ah, el trabajo…!
Actividad indigna e implausible dotada de naturaleza
bovina… así lo expresa, por lo menos en el merenguero,
El Negrito del Batey. Éstos son "hombres", que
prefieren las jaranas a la labor cotidiana a que Dios los
condenara. Y que, para evitar el trabajo,
optarían por casarse por dinero. Simple.
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