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El Principio Antrópico como fulcro (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

El rol determinante del
observador en la mecánica cuántica

A fines del 1800, cuando el entusiasmo del positivismo
alcanzaba su apogeo, las bases teórico-experimentales, que
eran la referencia de todo conocimiento
sobre el mundo, se reducían a la mecánica de Newton y las
ecuaciones de
Maxwell en el campo electromagnético. Empero se
creía, entonces, que era posible poder dar
respuesta a todas las preguntas. Porque entonces, asimismo, se
creía que habíamos llegado a conocer todos
los hechos fundamentales. Tal fantasía fue
rápidamente revisada y a partir del 1900 han ocurrido una
serie de pequeñas y grandes revoluciones.

La teoría
de la relatividad de Einstein (1905) llevó a
redefinir completamente el concepto de
espacio y de tiempo. Es
precisamente en esta teoría, y en particular en la
discusión sobre la idea de contemporaneidad, que
reaparece el observador como uno de los temas ineludibles
de la reflexión sobre los conceptos físicos
fundamentales, como lo son el espacio y el tiempo. Einstein
establece que dos eventos se pueden
considerar contemporáneos no en sentido absoluto
-como si se dieran en una suerte de tiempo objetivo que
marca su
acontecer- sino sólo en relación a un observador
colocado en un sistema
específico de referencia espacial. Los mismos eventos
resultarían no contemporáneos para otro
observador situado en otro sistema de referencias.

Pero es con la mecánica
cuántica que desaparece la idea de un observador
independiente del fenómeno observado. La mecánica
cuántica es la teoría que describe el comportamiento
de sistemas
físicos a partir del mundo atómico y
subatómico. Es una teoría práctica, que ha
sido comprobada y que ha entrado en nuestros hogares con los
transistores,
los circuitos
integrados, el láser, las
computadoras y
casi todas las invenciones modernas. Sin embargo, sus fundamentos
están muy alejados, no sólo del sentido
común, sino también de la tradición del
pensamiento
científico. Las consecuencias de algunos de sus principios
básicos generan aún hoy una cierta perplejidad y
necesitan un ulterior esclarecimiento.

En esto se parece a la
religión

En la mecánica cuántica, los conceptos
tradicionales de posición, velocidad,
trayectoria, tiempo y energía pierden su significado
ordinario, transformándose completamente mientras
adquieren una naturaleza
probabilista.

Desde el momento mismo de su presentación, la
mecánica cuántica generó un continuo y
profundo debate. Sin
embargo, la mayoría de los físicos ha preferido
adoptar la actitud de
ignorar los problemas
conceptuales que plantea y la han utilizado simplemente como
instrumento útil para realizar previsiones
teóricas, como una especie de "galera mágica", aun
a pesar de una serie de aparentes paradojas entre las cuales la
más digna de mención es la célebre Paradoja
de Einstein, Rosen, Podonsky.

La desconcertante
Teoría del Enmaraño – La "telepatía" del
Cosmos

Consideremos cualquier proceso
físico en el cual se generan dos partículas
idénticas que se alejan una de la otra a la misma
velocidad pero en dirección opuesta. Se ha comprobado
experimentalmente que cuando una de ellas llega al detector de
partículas no sólo se produce la "reducción"
de su función de
onda, sino que también, "instantáneamente", la otra
partícula sufre una suerte análoga aunque se
encuentre a años luz de distancia.
En otros términos, una única función de
ondas describe el
sistema constituido por las dos partículas hasta el
momento en que se efectúa la observación. Cuando se detecta a una de
ellas, se produce la "reducción" de toda la
función de onda, con lo que también la otra
partícula -por más alejada que esté- se
encontrará "instantáneamente" en un estado bien
preciso y complementario con respecto a la primera
partícula. Este estado se conoce como la Teoría del
Enmaraño. La pregunta que inmediatamente surge es:
¿Qué es lo que permite a las dos partículas,
independientemente del espacio recorrido, mantener una memoria del
origen común? En el universo que
nos rodea hay una continua agregación y
disgregación de materia:
¿deberíamos por lo tanto pensar que toda cosa en el
universo
está de alguna manera relacionada con todo lo
demás? Y ¿por qué no, si todos tenemos un
origen común?

El fondo del Universo

Es este tipo entendimiento, de que no es posible ignorar
el acto intencional de la observación en la física, el que nos
advierte que no es posible ignorar la observación y los
observadores en las actividades complejas del espíritu del
ser humano.

No es posible que haya terapia sin terapeuta, ni
conciencia sin
un ego observador.

El Principio
Antrópico

En los años 30 el famoso físico P. Dirac
descubrió que existía una singular relación
matemática, una "extraña
coincidencia", entre
magnitudes físicas muy diferentes entre sí.
Él notó que la raíz cuadrada del
número estimado de partículas presentes en el
universo observable, es igual a la relación entre la
fuerza
electromagnética y la fuerza gravitacional entre dos
protones. Esta relación es sorprendente porque se da entre
dos cantidades muy diversas entre sí: mientras la
relación entre las fuerzas electromagnética y
gravitacional es una constante universal que no cambia en el
tiempo, el número de partículas en el universo
observable varía en función de la evolución del universo mismo, en
función del momento en que realiza la observación.
La conclusión de Dirac fue que la relación entre
estas dos fuerzas no era constante, sino que cambiaba de acuerdo
a los tiempos cosmológicos y que, por lo tanto,
había que revisar algunas de las leyes
fundamentales de la física.

A finales de los años 50, R. H. Dicke
demostró que las conclusiones a las que había
llegado Dirac no eran correctas. La sorprendente coincidencia
descubierta por Dirac no era verdadera en absoluto, sino que se
verificaba solamente en una fase precisa de la evolución
de las estrellas y de la historia del universo, una
fase que corresponde a una específica abundancia de
algunos elementos atómicos -sobre todo carbono– que
son los constituyentes básicos de los organismos
vivientes. Este hecho es de importancia porque es del carbono de
donde el "soplo de la vida" provino.

Agujero negro

El PA débil no es un principio epistémico
sino simplemente un principio metodológico que nos puede
ser útil para evitar errores de interpretación y de generalización
en nuestras observaciones, y para definir claramente el alcance y
el contexto de las mismas. Nos está diciendo que ninguna
teoría cosmológica podrá ignorar el proceso
que ha cumplido el universo para llegar hasta nosotros. Nosotros
somos parte de este proceso y nuestro modo de ver las cosas
está condicionado por todo lo que ha ocurrido en tiempos
cosmológicos. Nosotros observamos al universo desde una
ventana temporal bien delimitada en la historia del universo
mismo, y esa ventana no podría existir antes de que se
dieran las condiciones para nuestra existencia.

El origen de la
vida

Según las teorías
actualmente aceptadas, hace unos 17.000 millones de años,
el universo comienza con el Big-Bang, la explosión
primordial -una singularidad, una fluctuación
cuántica del espacio-tiempo,
como la llaman, que se
produjo cuando toda la materia estaba concentrada en un solo
punto. La temperatura y
la densidad eran
inconmensurables. Inicialmente se formaron sólo
átomos de hidrógeno y helio. Los efectos de la
explosión, según esta teoría, son
detectables aún hoy mientras el universo continúa
expandiéndose. En tanto, mientras la temperatura
disminuía y la materia se compactaba, se formaron nubes de
gas bajo la
acción
creciente de la fuerza de gravedad hasta alcanzar densidades de
una magnitud tal capaz de producir la fusión de
los núcleos atómicos. Se formaron así las
primeras estrellas en un sorprendente equilibrio
entre la fuerza de gravedad implosiva y la energía
nuclear explosiva liberada por la fusión.
Además de energía, la fusión
determinó la constitución de todos los demás
núcleos atómicos, entre los cuales se
hallarían los núcleos de carbono. El ciclo de estas
estrellas de primera generación terminó cuando se
consumió todo el combustible nuclear y la fuerza de
gravedad se impuso, haciéndolas colapsar y provocando su
explosión final. Los átomos que se habían
producido en el crisol estelar se diseminaron y comenzó un
nuevo ciclo, con otras estrellas, entre ellas nuestro Sol, y
alrededor de las estrellas, planetas,
entre ellos nuestra Tierra.

Las constantes
universales

A este punto podemos preguntarnos qué
pasaría, o qué habría pasado, si las
constantes fundamentales tuvieran valores
diferentes a los que conocemos. Podemos prever qué tipo de
universo tendríamos si a esas constantes se les
atribuyeran valores escasamente distintos de los valores
medidos. El resultado de estos cálculos muestra que la
evolución del universo se alteraría completamente
y, en la práctica, no se darían las condiciones que
han dado origen a la vida en la Tierra. Una
menor densidad de materia, por ejemplo, no habría
permitido la formación de las estrellas. Una densidad
mayor habría generado agujeros negros y no estrellas.
Ahora bien, suponiendo que las estrellas se formaran, una diversa
intensidad de las fuerzas gravitacionales o nucleares
habría trastornado catastróficamente hasta impedir
ese delicado equilibrio entre gravedad y fuerza nuclear que
permite que la estrella dure el tiempo necesario para producir la
sustancia de la cual estamos hechos o para dar energía a
un planeta como la Tierra para que en el mismo se desarrolle la
vida.

Limitándonos al ámbito cosmológico,
la lista de propiedades antrópicas sin las cuales la vida
no podría existir es impresionante. Veamos algunos
ejemplos.

Consideremos los protones, los electrones y los
neutrones. Si imprevistamente la masa total del protón y
del electrón aumentara un poco con respecto a la masa del
neutrón, el efecto sería devastador: el átomo de
hidrógeno se volvería inestable, todos los
átomos de hidrógeno se disgregarían
inmediatamente en forma de neutrones y neutrinos; sin carburante
nuclear, el sol
colapsaría -todas las demás estrellas
seguirían la misma suerte.

Otro ejemplo. Los átomos de oxígeno
y carbono existen en proporción similar en la materia
viviente y, a escala más
amplia, en todo el universo. Es posible imaginar la vida en un
universo con un discreto desequilibrio entre oxígeno y
carbono, pero un desequilibrio muy grande impediría su
existencia. Rocas y suelos con un
fuerte exceso de oxígeno quemarían cualquier
sustancia química hecha de
carbono con la que entrasen en contacto.

Estas dimensiones infinitas fueron precisamente las que
los teólogos usarían para describir la
inconmensurable naturaleza de la Divinidad.

Frente a una cifra tal, hay quienes otorgan a este hecho
un significado no casual y ven al PA fuerte como la
expresión de un proyecto, de una
teleología (es decir, de una finalidad) en la
historia del universo: toda la evolución cósmica
estaría orientada, desde sus albores, a la
aparición de la vida y la conciencia, como función
específica de la actividad cerebral del ser
humano.

Hay quien va más allá y ve en el PA fuerte
la confirmación "científica" de ideas y creencias
religiosas tradicionales. Se ha llegado al punto de recurrir al
principio en tratados de
teología para justificar antiguas cosmologías en
una mezcla de ciencia y
religión,
en la que una queda supeditada a la otra. Implícitamente
(y a veces en forma explícita) se sostiene que los
modelos
elaborados en física, sobre todo si se refieren a la
génesis del universo, deben ser compatibles con los
esquemas teológicos.

¿Qué nos reserva el futuro?
¿Cuál será la evolución del universo
según las teorías cosmológicas?
¿Qué podemos esperar de tales teorías?
¿Qué será de nosotros?

De acuerdo al modelo estándar del
Big-Bang hay dos tipos posibles de evolución
según la cantidad total de materia presente en el
universo: la expansión se detendrá y el proceso se
invertirá hasta terminar en un catastrófico
Big-Crunch,
o la expansión continuará indefinidamente
hasta la "muerte
entrópica". En ambos casos, ningún tipo de vida
podrá sobrevivir. Pero la fantasía de los
físicos nos ayuda nuevamente a salir del paso: se
conjetura que el hombre
logrará adaptarse a esta condición extrema,
transfiriéndose eventualmente a formas de vida no
biológicas producto de la
tecnología.

¡Sueños!

Muchas de las coincidencias antrópicas que hemos
mencionado (por ejemplo, aquéllas asociadas a la
evolución estelar y a la formación del carbono)
subsisten en nuevos modelos, mientras que sería muy
difícil aplicar el concepto de "muerte entrópica"
en un universo infinito. A decir verdad, aun en el modelo
estándar de Big-Bang muchos consideran que
no es exacto hablar de "muerte entrópica". Este concepto
se asocia a una visión de la entropía del siglo XIX, ligada a la
termodinámica clásica de los estados
de equilibrio como Newton la formulara.

De todas maneras, una ecuación universal
sería una teoría matemática, y por tanto,
una teoría del "cómo" y no del "por qué". En
cuanto teoría matemática del universo entero
formulada por un ser que es parte integrante de ese universo,
sería también una teoría del hombre, su
creador, porque en su experiencia este universo
reside.

En tanto, el Principio Antrópico -en todas sus
variantes- sugiere que toda teoría física futura no
podrá ignorar el rol del observador en modo
explícito. Como hemos dicho más de una vez
aquí, la centralidad del observador, es decir, de la
conciencia humana, parece ser una constante que está
surgiendo en varios campos de las ciencias
físicas y de la neurociencia.

En
resumen

Sentado pasivamente contemplando la majestad, el orden y
la compleja belleza de nuestro Universo, el ser humano ha
alcanzado dimensiones inimaginables de introspecciones acerca de
nuestros orígenes y de nuestra naturaleza cósmica.
Sin embargo, nuestros conocimientos y nuestros logros,
excepcionales como son para un mero ser vivo, no han logrado
obtener, con permanente precisión y certeza, las
respuestas a las preguntas fundamentales que siempre hacemos:
¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde
vamos? ¿Existe un Dios? -y, para quienes en Él
creen, ¿dónde está y cómo lo
alcanzamos?

Para quienes practican la psicoterapia,
ciencia y arte que pondera
y examina los fenómenos más esotéricos,
inexplicables y recónditos de la mente, como es el de la
conciencia, un entendimiento, aunque sea somero, de nuestro
pasado sideral es digno de nuestro mayor interés.

El terapeuta es el observador, y por medio de la
transferencia-contratransferencia es el observador de un universo
interior que, por medio de los mecanismos psíquicos, lo
comunica con la inmensidad del universo al que todos
conformamos.

Cuando contemplamos, ignorando nuestras fortalezas
indecibles y fragilidades naturales, nuestras flaquezas y la
futilidad aparente de todo lo que nos rodea, nos queda como
recurso el hacer todo lo posible para entendernos a nosotros
mismos, algo que el bardo Lope de Vega nos recuerda cuando nos
amonesta con estas sabias palabras: "Camina mejor, quien va
mirando las estrellas…"

Referencias

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Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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