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Las dudas




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2, 3

    1. ¿Qué es la
      duda?
    2. ¿Por qué
      dudamos?
    3. ¿El
      remedio?
    4. El salto
    5. En resumen

    Las dudas, ese acompañante importuno que nos roba la
    felicidad, nos quita el sueño y nos torna vulnerables.

    La duda, fenómeno que importuna e impide el deseo,
    causa e inspiración de dramas y épicas incontables.
    La duda, conflicto que
    se alimenta en las insuficiencias del pusilánime y las
    indecisiones del débil – las dudas.

    Escéptico egregio…

    Los que dudan, los indecisos y sus vinculados, Dante los
    sitúa en el Abismo del VIII Círculo de su
    Inferno. Donde, de acuerdo con él, pertenecen,
    sin dudas.

    Pero, ¿por qué dudamos?

    Primero, respondamos haciendo otra pregunta:

    ¿Qué es la
    duda?

    La duda no es vacilación ni falta de confianza. En su
    centro, la duda es miedo.

    • Miedo…

    Miedo de lo arcaico, de lo primitivo, de lo incontrolable —
    miedo de la vida y miedo del destino, miedo del abismo que quien
    duda se crea, por no poseer las herramientas
    para vencer los obstáculos que les impiden seguir
    adelante, o calificarlos para ser dueños de una historia congruente, que
    defina y organice sus vidas adaptándolas de una manera
    racional y feliz.

    • La duda es falta de autoestima

    Quien duda vive atormentado por la creencia de no ser querido
    — de no ser aceptado.

    Para ser aceptado, quien duda recurre a todo subterfugio que
    conoce para despertar el amor tan
    apetecido; y el favor, tan necesario, de quien busca ser aprobado
    — aunque lo haga a un precio de
    sacrificios extraordinarios y de vejaciones
    increíbles.

    • La duda es pérdida de control

    Quien duda ha perdido un sentido de dirección y de disposición en su
    vida. Avanza en medio de un sendero tortuoso donde las señales
    son imprecisas y donde abunda el recelo.

    La duda hace de quien guíe una persona de poca
    esperanza, porque quien está confundido no sabe el camino,
    ni puede indicarlo. Los padres que se abandonan a la duda,
    abandonan a sus hijos de esta manera injusta.

    • La duda es enfermedad del alma

    Desde la antigüedad más remota, los
    frenólogos se ocupaban con el estudio de lo que entonces
    se conociera como la folie de doute (la manía de
    dudar) — lo que hoy se estudia como parte integral del
    trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Los que así dudan se
    sumergen en los abismos crueles de sufrimientos penosos y
    paralizantes de la mayor magnitud.

    Muchas personas indecisas se congelan frente a las
    indecisiones con que manejan sus asuntos, coartando y limitando
    sus opciones.

    • La duda deprime y nos crea ansiedades
      existenciales

    La duda fatiga y agota las fuentes de
    nuestra energía emocional drenando nuestros recursos de
    adaptación. La duda nos hace presa fácil para todos
    los males derivados del estrés.

    La duda nos condiciona a vivir en medio de una existencia de
    aislamiento prolongado y de retiro perenne.

    • La duda quebranta la fe

    La fe es una fuente incomparable de fortaleza y valor para
    confrontar las incertidumbres de la vida. La fe es un proceso
    ético/moral que nos
    habilita para comunicarnos con el Dios mismo (si es que somos
    creyentes) que nos gobierna y nos rige.

    La fe es mina de conocimientos ciertos, de verdades
    trascendentales y de direcciones seguras, cuando el panorama de
    la vida se oscurece con las nubes del dolor o con las sombras de
    la incertidumbre.

    Quien duda, se pregunta: ¿Por qué a mí?
    En lugar de ¿Por qué no…? — En la semántica entre esas dos interrogaciones
    existen diferencias básicas que gobiernan nuestra
    capacidad de sobreponernos al destino con todos sus caprichos
    arbitrarios.

    El que duda se pierde y no encuentra salida de su marisma de
    arenas movedizas — donde se atasca y sucumbe.

    • La duda es indecisión

    Cuando dudamos, nuestra vida se atasca en un proceso de
    ambivalencias y de tendencias hacia la irresolución que
    nos agobia y nos hace víctima de los arroyos tributarios
    que nutren el estrés. El estrés desborda pronto,
    inundando nuestras economías psíquicas con el
    derrotismo inactivo, o peor aun, con la decisión impensada
    y, muy a menudo, desacertada.

    Cuando dudamos no somos confiables, porque no confiamos en
    nosotros mismos, ni en los mecanismos de equilibrio que
    lográramos incorporar en experiencias terapéuticas
    pasadas — nuestras direcciones son irrelevantes ya que no se
    hacen ni por medio de la reflexión ni con el uso de la
    perspectiva.

    La duda quizás sea una de esas enfermedades
    psicológicas que desafían solución.

    Partes: 1, 2, 3

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