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Retrospectiva de "En este país". El paisaje en la novela criolla venezolana




Enviado por Leudy Báez



Partes: 1, 2

    1. Resumen

    Resumen:

    El contexto político y social de la nueva
    Venezuela
    ésta logrando despertar la narrativa que lo resalta como
    país. Este avivar refleja, en cierta medida, el
    repatrío del rol protagónico del paisaje en
    la novela
    criolla venezolana después de cincuenta años.
    Memorias
    colectivas que hoy generan narrativa entre los nacientes
    escritores, quienes al fin emprenden la tarea de recobrar el
    gentilicio nacional.

    El tema de la tierra o
    del paisaje, sus mutaciones, metáforas y protagonismo, se
    reclamaba como una pauta unificadora y mediadora. De allí,
    que éste vendría a ser el reverdecer de los viejos
    temas literarios hispánicos. Ahora, adecuar una lectura de la
    literatura
    venezolana del siglo XX, a través del paisaje o su
    añoranza, posiblemente nos lleve a indagar el trasfondo de
    la percepción de los escritores. Y es que la
    escritura del
    paisaje hispanoamericano, obsequio de los cronistas de Indias, ha
    marcado la expresión fundacional; y lo diremos así,
    de un solo golpe: Para los primeros escritores, su raíz
    literaria, fue paisaje, ambiente,
    naturaleza y
    es la revelación de lo criollo.

    Según la crítica, la narrativa venezolana de
    comienzos del siglo XX se inició bajo un propósito
    programático, la de construir una nación.

    Esa esperanza seguía haciendo del paisaje la gran
    figura elocuente, fortaleciendo así la narrativa nacional
    de éste siglo. De allí que, desde los
    catálogos territoriales que Gallegos crea en "Cantaclaro
    (1934", "Canaima" (1935) y "Sobre la misma tierra"
    (1943), marchamos por el mundo campesino en
    "Lanzas Coloradas" (1931) de Uslar Pietri. Igualmente, del
    nostálgico paisaje de costumbres en Memorias de
    Mamá Blanca (1922) de Teresa de la Parra, transitamos por
    los imaginarios espacios de Julio Garmendia para adentrarnos en
    la reverenciada novela
    vanguardista "Cubagua" (1931) de Enrique Bernardo
    Núñez, para justamente detenernos en la cita que
    Antonio López Ortega (1998) hace de Lasarte: "los
    mecanismos del mito se
    asumen, no ya como simples elementos temáticos, sino como
    principio ordenadores de la construcción del discurso
    novelesco".

    El magnetismo del
    paisaje local, lo sentimos hasta la década de los sesenta,
    donde la visión del nuevo país, con su paisaje
    urbano lo encontramos en la narrativa de Garmendia en "Los
    pequeños seres" (1959), en el González León
    de "País portátil" (1968) y en el congregado Juan
    Calzadilla de "Ciudadano sin fin" (1970), cuyos propósitos
    eran los mismos a los de quienes le precedieron.

    Hoy, en un intento por lograr una visión de
    totalidad sobre el complejo fenómeno de la
    novelística de este periodo, he tomado al paisaje, como
    punto central de la novela "En este país" (1920) de Luis
    Manuel Urbaneja Achelpohl, para analizar cómo el autor
    confeccionó desde las bifurcaciones de la
    cordillera de la costa, colindantes al Ávila, describir
    con gran ingenio tan importante elemento narrativo.
    De esta manera, estimo que la investigación adquiera mayor relevancia
    dentro del proceso
    educativo, por ser la literatura parte de ésta enseñanza que enriquece el
    conocimiento y vocabulario de los educandos; y aún
    más ahora, cuando los tiempos actuales nos piden regresar
    nuestra mirada a la madre tierra. Éste regreso es
    inevitable, y por ello nos adentraremos a ella.

    Como lobby nos
    hallamos que a inicios del siglo XX, el venezolano
    escudriñó, a través de la
    novelística, una solución al conflicto
    existencial que presentaba; tratando de encontrar, no
    sólo, la razón de su ser, como venezolano y
    latinoamericano, sino sobre todo como ser humano.

    Ya antes, a partir de la década de 1.880, se
    engendró en el seno de aquella sociedad una
    trascendental crisis, como
    secuela de diferentes causas; entre ella, la proliferación
    del pensamiento
    positivista, la cual ocasionó el acercamiento entre el
    escritor venezolano y la clase
    dominada, por medio de nuevos contenidos de crónicas de
    costumbres. De allí, que para aquel entonces, la decadente
    novelística, inspirada en este pensamiento, exigía
    la participación de una crítica no tradicional,
    diferente, fresca, para combinar la rigurosidad histórica
    con la imaginación creativa, capaz de generar un discurso
    comprensible, y a la vez, poético, y que éste
    naciera desde los cálidos espacios de la literatura
    misma.

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