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El caso de Catalina, la niña tímida (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

La voz de la persona
tímida es a menudo titubeante y muy tenue. Niños
muy jóvenes pueden chuparse el dedo, otros actúan
sonriendo como si fueran a llorar, mientras que otros se cubren
la cara.

La timidez se distingue fácilmente de dos
patronos del comportamiento
que se le asemejan; la cautela normal y el retiro social. La
cautela natural del niño joven hacia los extraños,
carece de la característica de ambivalencia que es
típica de la timidez. Mientras que otros niños se
sienten bien en la soledad, en la que juegan cómodamente,
demostrando que necesitan muy poco contacto social. Lo que
ninguno demuestran es la ansiedad y tensión del
niño tímido.

Durante el desarrollo
normal, existen etapas cuando la timidez emerge normal y
temporalmente. La timidez cautelosa hacia los extraños, es
común de los ocho meses hasta los 24 meses de edad. El
desarrollo cognitivo del segundo año de la vida permite al
niño el poder de
evaluar el significado de la presencia de extraños. La
inhibición social con la posibilidad de pasar
vergüenzas es común entre los 4 y 5 años de
edad. El comienzo de la adolescencia
marca el
principio al retorno del retraimiento.

Feliz y no
tímido…

¿Cuáles son las situaciones que
provocan timidez en los niños?

Situaciones sociales nuevas son las causas mas
frecuentes de la timidez, especialmente, si la persona
tímida cree que va a ser el foco de la atención. Las presiones de la escuela o la
falta de sensibilidad de adultos hacia los niños pueden
aumentar los miedos naturales que algunos niños puedan
tener.

¿Por
qué son algunos niños más tímidos que
los otros?

Algunos niños son naturalmente tímidos.
Estos son más predispuestos, que otros, a reaccionar a
situaciones nuevas con comportamientos retraídos. Pero
aún éstos puede que demuestren timidez, en algunas
y no todas, las situaciones sociales. Los efectos de la "Natura"
y "Crianza" se invocan para explicar esas diferencias.

Algunos aspectos de la timidez son aprendidos. Los
entornos sociales y culturales de los niños son variados,
ofreciendo modelos
únicos de los comportamientos de grupo. En los
Estados
Unidos, los hijos de orientales son más sociales que
los vástagos de caucásicos. Entre los
caucásicos, los escandinavos parecen ser los más
retraídos.

Algunos padres, caracterizando sus hijos como
tímidos, parece que los encauzan hacia una profecía
que acarrea su cumplimiento. Algunas veces, el mismo hecho de
tratar de convencer al niño en no ser tímido logra
el efecto opuesto.

La evidencia sigue creciendo para dar soporte a la
hipótesis de que, en algunos casos, la
timidez es o hereditaria o constitucional para ciertos grupos de
niños. En efecto, la herencia puede
que juegue una parte mayor que cualquier otro rasgo de la
personalidad. Estudios de adoptados, predicen con mucha
certeza la timidez en el niño basados en la personalidad
de la madre. Niños que son extremadamente inhibidos
exhiben cambios fisiológicos distintos de los niños
que no lo son; incluyendo ritmos cardíacos más
rápidos e inestables. Entre las edades de 2 y 5
años, los niños más inhibidos
continúan mostrando comportamientos circunspectos con
adultos y con otros niños. Los patronos de la pasividad e
inhibición social son muy consistentes en estudios
longitudinales del desarrollo de la personalidad.

¿Cuándo es la timidez un
problema?

La timidez puede entenderse como una respuesta adaptante
normal frente a una experiencia social que el individuo se
considera incapaz de manejar con soltura. Siendo un poco
tímido, el niño puede apartarse y ganar control de
sí mismo. Generalmente, y a medida que el niño
establece contacto con más personas que le son
extrañas, la timidez tiende a desaparecer. La timidez
común que exhiben la mayoría de los niños no
presagia riesgos de
problemas
emocionales. Pero, la timidez excesiva y extrema son indicaciones
de problemas serios en ciernes. Los niños que así
se comportan, a menudo carecen de autoestimas adecuadas o de
destreza social. Los niños tímidos tienden a no
competir o a iniciar contacto con sus contemporáneos.
Estos se inclinan a ser más aislados y pasivos que los
otros niños y tienden asimismo a actuar deprimidos,
desolados e infelices. Por sus actitudes,
otros los definen como poco amistosos, evasivos y aún
hostiles, evitando su proximidad y compañía. Si la
timidez continúa sin abatir dentro de la adolescencia y la
vida de adultos, estas personas demuestran la tendencia al
aislamiento total, teniendo menos amigos, amigas y contactos
fuera de sí mismos.

Estrategias de
asistencia para el niño tímido

  1. Conozca y acepte el niño como
    es. Siendo sensitivo a los intereses y a los
    sentimientos del niño, indicándole soporte y
    comprensión, aumentará su autoestima.
    Lo que conducirá a que este sea menos
    inhibido. 
  2. Edifique la autoestima.
    Los niños tímidos adolecen de buena
    autoestima, temiendo que no serán aceptados por otros.
    Refuerce sus talentos, y aliente su autonomía.
    Haláguelos con frecuencia, haciéndolos sentirse
    bien acerca de sí mismos. Los niños felices
    consigo mismos, generalmente no son tímidos ni temen a
    otros.
  3. Ayude en el desarrollo de las
    habilidades sociales. Refuerce los comportamientos
    sociales, ayudándolo y ofreciéndole a que traiga
    amigos a visitarlo para hacer actividades juntas. Use el
    juego de
    actuar, en el cual el niño pretende ser la persona sin
    timidez. Permita que sea asertivo y que exprese sentimientos
    negativos, sin criticarlo. Busque oportunidades de que comparta
    con otros niños de su edad.
  4. Permita que el niño
    tímido se introduzca paulatinamente a situaciones
    extrañas. Empujándolo y
    obligándolo, sólo aumenta la reserva y la
    resistencia
    del niño. Espere a que se sienta cómodo antes de
    que participe en algo nuevo para él.
  5. Recuerde que la timidez no es siempre
    mala. Todos no tienen que ser siempre el foco de
    toda la atención. La modestia, y la falta de agresividad
    flagrante son, a menudo, vistas como cualidades positivas,
    especialmente en la niña.

El caso de
Catalina

Catalina fue hija única de padres de cierta edad.
Su papá era ortodoncista y su mamá era higienista
dental. Ambos estaban convencidos que, después de no haber
tenido hijos, por infertilidad diagnosticada veinte años
antes, que a los cuarenta y cinco años la mamá no
saldría embarazada — lo que fortuitamente
sucediera.

Cati, como todas la llamarían era una
muñeca en su apariencia. Rubia, como sus padres, con ojos
azules, y tímida… como decían que,
también fuera el papá; cuyo hobby era la filatelia,
al que devotaba todo el tiempo
posible.

Cati, comenzó kindergarten en una escuela
parroquial, donde a menudo, sufriera períodos de la Fobia
Escolar. A la edad de dos años, la mamá la tuvo que
llevar a un psicólogo cuando restringiera su dieta a
palomitas de maíz
exclusivamente; y cuando, por un par de años
después, exhibiera el Mutismo Selectivo.

Cati, a pesar de presencia inmaculada y belleza natural
persistió en ensuciar las pantaletas hasta los seis
años, lo que le produjo rechazo por niños y
maestros en la escuela.

Nunca hablaba en clase, y
cuando lo hiciera, su voz era casi inaudible. Lloraba y
enrojecía, si la maestra insistía en que hablara
más alto.

Cati, no tenía amigos de ningún sexo; y
aún sus primos preferían no ir a
visitarla.

La primera comunión se pospuso indefinidamente,
porque a Cati, le daba vergüenza asistir a las clases
necesarias para la preparación requerida.

A los quince años sus períodos menstruales
cesaron y la conocimos cuando sufriera de un caso florido de la
anorexia
nervosa.

Habiendo recuperado casi todo el peso que perdiera
dietando, fue cuando se descubriera que había dado
comienzo a comportamientos bulímicos.

Las harturas que se daba eran extremas, las que eran
seguidas por el vómito
auto-inducido y profuso.

Muy pronto se deshidrató y fue necesario
admitirla en nuestro centro para tratamiento especializado de los
trastornos del comer.

En las terapias de grupo, a menudo, la paciente se
sentía acalorada y se ruborizaba en las mejillas, el
cuello y las orejas. Entonces, reportaba zumbido de los
oídos y vértigo, acompañado de dolores de
cabeza y de la nuca. Síntomas compatibles con los ataques
de pánico,
de que asimismo sufriera.

Los terapeutas de grupo lo atribuían a ansiedad
social, y olvidaban reportar estos episodios al director
médico.

Cuando el vómito, en ocasión, ocurriera,
se le atribuyó a la herencia de migrañas de las que
la madre sufriera.

Exámenes físicos no pudieron explicar lo
que a Cati la aquejaba.

Fue un día, durante la terapia individual, cuando
en la descripción detallada de sus
síntomas, se descubrió, que si bien, Cati se
ruborizaba en situaciones sociales extrañas, que sus
rubores poseían un aspecto de paroxismo en su
aparición sorpresiva, y que seguían un
patrón de dolor de cabeza intenso, a veces con sangrado
nasal y zumbidos de los oídos.

El diagnóstico: Feocromocitoma. Comprobado por
pruebas de
laboratorio

El feocromocitoma (o tumor cromafínico) es un
tumor de la glándula suprarrenal que provoca la
liberación excesiva de las hormonas
epinefrina y norepinefrina, las cuales regulan el ritmo
cardíaco y la presión
arterial.

El tumor puede ser único o múltiple y
generalmente se desarrolla en la médula (centro o
núcleo) de una o ambas glándulas suprarrenales,
aunque algunas veces los tumores se presentan fuera de dichas
glándulas, usualmente en el abdomen.

Menos del 10% de los tumores son malignos (cancerosos) y
pueden aparecer a cualquier edad, siendo más comunes entre
la juventud y la
edad media
adulta. Un aspecto clínico común es el paroxismo
(aumento notable de los síntomas) que se puede presentar
en forma esporádica, pero con crisis
frecuentes y que se puede incrementar con relación a la
frecuencia, duración y severidad.

 

El tratamiento quirúrgico, esencialmente
libró a Cati de sus síntomas molestos.

Cati aún es tímida, pero no tanto. Patina
con el Ballet de Hielo de Dallas.

Las heridas y los
accidentes de
Jacobo…

Todos los médicos y generaciones de enfermeras en
el Hospital General de Washington, lo habían tratado por
lo menos una vez en sus carreras. Los pacientes del hospital lo
apodaban "El Buitre" porque siempre olía a carroña,
— si emanaba esos efluvios odoríficos o no, Jacobo era
una verdadera enciclopedia médica ambulante.

Su dossier creció desde que fuera admitido
a la edad de quince años y operado por un caso de
apendicitis aguda. Al patólogo, en su reporte, el
apéndice le luciría saludable.

Luego fueron hernias. Fracturas sufridas por
caídas en el hielo. Desmayos. Ataques coronarios.
Colecistitis y colelitiasis. Úlceras pépticas
sangrantes, ataques de pulmonía y muchas otras
complicaciones médicas.

Jacobo no siempre aparecía en la consulta externa
o en el salón de emergencias de nuestro hospital. A
nosotros nos los enviaban los otros hospitales de Washington por
ser nuestro paciente.

Jacobo conocía los paramédicos y sus
ambulancias con precisión de profesional; insistiendo, en
ocasión, que utilizaran otros servicios
porque el que escogieran no era de su agrado — "Ramón
maneja muy rápido y bebe…" "Manolo no se lleva bien
con su esposa". Eran observaciones banales, pero para él
justificadas.

El diagnóstico:
El síndrome de Münchhausen

El Síndrome de Münchhausen es un trastorno
emocional en el cual una persona engaña intencionalmente a
profesionales médicos, llevándolos a concluir que
él/ella está verdaderamente enfermo

Gente con este trastorno migra de hospital a hospital,
haciendo esfuerzos para ser admitidos como pacientes internos.
Sus deseos, a menudo los logran, por medio de la imitación
fidedigna de los síntomas de las enfermedades que pretenden
sufrir. Sus historias clínicas son embellecidas con sabor
dramático, prestándose con satisfacción a
que conduzcan en ellos pruebas dolorosas y aún
intervenciones quirúrgicas para sus enfermedades
fingidas.

El término de Síndrome de Münchhausen
fue acuñado en 1951 por el médico inglés
Richard Asher, quien lo adaptara del apellido del Barón
del mismo nombre, quien fuera un oficial de caballería
alemán en el siglo XVIII. Este granadero adquirió
una fama merecida como mentiroso patológico por su
propensión a la exageración de sus peripecias,
ambas, en el campo romántico y en el de
batalla.

El Barón…

Personas que padecen de esta condición,
intencionalmente engañan a otros mintiendo acerca de su
salud, adoptando
un rol de estar enfermos para que los mimen, los atiendan y los
cuiden.

Existen diferencias entre los hipocondríacos y
los sufridores de la enfermedad del Barón. Los pacientes
con hipocondría se preocupan por su salud porque
malinterpretan las sensaciones provenientes de su cuerpo
asumiendo que están enfermos. Por su parte, en "la
neurosis de
compensación", los "enfermos" mienten de manera
circunscrita acerca de su estado, para
obtener beneficios inmediatos, como serían evadir el
servicio
militar, evitar confrontar las autoridades bancarias siguiendo el
fraude, o para
cobrar beneficios médicos.

El Síndrome de Münchhausen representa la
variedad más extrema y crónica del grupo de
trastornos mentales conocidos como los Trastornos Facticios. En
todos los hospitales norteamericanos del 1 al 5% de todos los
pacientes sufren de la enfermedad del Barón.

Las víctimas de este síndrome tienden a
ser hombres solteros, desempleados y sin nexos de familia.

Los
síntomas

La presentación sintomática varía
con las diferentes categorías diagnósticas. Estas
incluyen 1. Fabricación total, común en quienes
alegan ser VIH positivos. 2. Simulación, como quienes imitan una
convulsión. 3. La agravación de problemas
existentes, como sería, empeorar heridas presentes. 4.
Inducción de enfermedad, como sería
inyectar bacterias para
desarrollar una infección.

Las enfermedades fingidas, puede que sean comunes o que,
por el contrario, sean tan exóticas que los mismos
médicos las desconocen.

Los síntomas más frecuentemente fabricados
son la anemia, las
erupciones cutáneas, las fiebres y las hemorragias. Los
trastornos psicológicos facticios, como la depresión
fingida, son poco comunes.

En el Síndrome de Münchhausen por
Asociación, escrita en otra lección, es una
persona, generalmente una madre, quien produce los
síntomas en otra persona, usualmente un niño, para
de ese modo experimentar de modo vicario el placer de la
enfermedad. Por ejemplo, una mamá puede inducir diarrea o
vómito en su hijo por medio del uso de drogas
compradas en la farmacia, entonces lleva al niño para que
reciba tratamiento médico, mientras niega que ella conozca
el origen del problema. Estos padres pueden asimismo reportar
síntomas fingidos y falsificar datos de laboratorio.

Síntomas comunes en la enfermedad del
Barón por Asociación incluyen convulsiones, apnea,
mitos, y
fiebre.

Teorías de
origen

Muchos psiquiatras creen que los pacientes con
Münchhausen sufrieron, como niños, de abandono y
descuido emocional y que sus enfermedades constituyen medios de
atraer atención y cuidado.

Hay que tener cautela cuando se interpretan estas
enfermedades basados en teorías
infundadas.

El tratamiento

Los pacientes víctimas de la enfermedad del
Barón rehúsan admitir que necesitan tratamiento
psiquiátrico para sus problemas.

Pero, si la situación envuelve a un niño,
los pasos necesarios deben de ser tomados para su
protección.

Así son los casos cuando son
difíciles…

Bibliografía

Larocca, F. E. F: Lección 23 de la
UD

Crozier, W. R. and Alden, L. E: (2001) International
Handbook of Social Anxiety: Concepts, Research, and
Interventions: Relating to the Self and Shyness
John Wiley
& Sons UK

Kendler K, Karkowski L. and Prescott, C: Fears and
Phobias: Reliability and
Heritability Psychol
Med
29 (3): 539-53 (1999)

Selective Mutism, Panic Attacks, Encopresis,
Pheochromocytoma and Munchhausen Syndrome. Medline Plus
Encyclopedia

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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