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Medicina Nuclear




Enviado por ninan



Partes: 1, 2


    1.
    Antecedentes y desarrollo

    2. Introducción a la
    química nuclear


    4. Producción de
    radioisótopos

    5. Medición de
    radioisótopos

    6. Equipos productores de
    imágenes

    7.
    Radiofármacos

    8. Radionúclidos de vida media
    corta

    9. Imagen
    radiológica

    10. Exploración
    radiológica

    11.
    Tomografía

    12. Exámenes de
    aliento

    13.
    Radioterapia

    14. Uso de los radionúclidos en
    la terapia interna

    15.
    Radioligandos

    16.
    Introducción

    17. Radioinmunoanálisis para
    la Hepatitis

    18.
    Bibliografía

     

    1. Antecedentes y
    desarrollo

    Leucipo de Mileto(Asia Menor)
    concibió en el año 500 a de C. La posibilidad de
    dividir cada cosa en dos partes (dicotomía), cada una de
    esas dos partes en otras dos, y así sucesivamente; pero la
    dicotomía no es repetible al infinito. Tiene un
    límite más allá del cual resulta imposible,
    y a ese limite se llega cuando los fragmentos se identifican con
    el átomo.
    Átomo significa imposible de dividir, indivisible, y en
    ese contexto la materia
    está formada por átomos, cada uno de ellos rodeado
    de vacío. Átomos y vacío son los dos
    componentes fundamentales de toda materia. La visionaria
    concepción de la teoría
    atómica de Leucipo, basada puramente en especulaciones
    metafísicas, constituyo una preciosa sugerencia para
    quienes, veinte siglos después, habrían de
    confirmar científicamente en su esencia la teoría
    del átomo.

    Después de los griegos, el primer hito que
    marcó el comienzo de las investigaciones
    científicas ocurrió a mediados del siglo XVII.
    Robert Boyle, químico y físico, concibió la
    idea del elemento, sustancia que no puede ser descompuesta en
    constituyentes más simples. Un siglo después,
    Lavoisier estableció la diferencia entre elementos y
    compuestos. El hidrógeno es un elemento, el cloruro de
    sodio un compuesto. Poco después, John Dalton,
    químico ingles, transportó el concepto del
    átomo desde el terreno especulativo de la filosofía
    al campo objetivo de
    la ciencia,
    dando a conocer en 1808 sus célebres postulados, de los
    que perduran dos: Toda materia está compuesta de
    átomos; y todas las combinaciones químicas tienen
    lugar entre átomos.

    Sin duda, pocos descubrimientos han producido la
    fascinación y el interés
    inmediato, tanto entre los científicos como en el
    público, que despertó el hallazgo reportado por
    Roentgen los primeros días de 1896: una nueva forma de
    energía, que no se podía sentir, ni degustar, ni
    ver, ni oír, pero capaz de atravesar no sólo la
    carne humana, sino hasta las paredes, amenazando con acabar para
    siempre con la vida privada y la intimidad. Muchos investigadores
    cambiaron el curso de sus trabajos y se dedicaron con furor al
    estudio y utilización de los rayos del físico
    alemán de modo tal que un mes después del anuncio,
    algunos cirujanos de Estados Unidos y
    de Europa se guiaban
    por radiografías para realizar su trabajo. Pero los usos
    no se limitaron al campo de la Medicina, hubo
    otros más disparatados, incluyendo sesiones de ocultismo,
    que fueron ideados en todo el mundo para divertir a los curiosos
    y engordar los bolsillos de los feriantes: el mismo Roentgen
    estaba indignado ante el uso desaprensivo que se hacía de
    su descubrimiento.

    Wilhelm Conrad Roentgen, de 50 años, rector de la
    Universidad de
    Würtzburgo era, a fines del año 1895, uno de los
    físicos dedicados a investigar el comportamiento
    de los rayos catódicos en un tubo de descarga gaseosa de
    alto voltaje. Para evitar la fluorescencia que se producía
    en las paredes de vidrio del tubo,
    lo había envuelto con una cubierta de cartón negro.
    Entre los objetos que estaban en su laboratorio
    figuraba una pequeña lámina impregnada con una
    solución de cristales de platino-cianuro de bario, que por
    la luminiscencia amarillo-verdosa que producía al ser
    tocada por la luz de los rayos
    catódicos, era una sustancia frecuentemente empleada por
    los investigadores.

    Una tarde, al conectar por última vez el carrete
    de Ruhmkorff a su tubo, descubrió que se iluminaba el
    cartón con platino-cianuro de bario que se hallaba fuera
    del alcance de los rayos emitidos, los cuales, en el mejor de los
    casos, se atenuaban a unos 8 cm de la placa obturadora. Esta
    débil luminiscencia seguía siendo visible
    aún en el otro extremo del laboratorio, a casi dos metros
    del tubo envuelto en cartón negro.

    Roentgen era daltónico y no distinguía los
    colores de las
    insignias de sus alumnos en las fiestas de la Universidad, pero
    eso no le impidió ver claramente la luz verde emitida por
    el cartón, y, dada su mentalidad de investigador
    meticuloso, no podía dejar pasar este fenómeno sin
    tratar de averiguar la causa. Supuso que interponiendo un objeto
    entre la luz invisible y el cartón fluorescente que la
    reflejaba, debería verse su sombra. Tenía un mazo
    de cartas en el
    bolsillo; descubrió, para su sorpresa, que aún
    poniéndolo entero, apenas se producía una sombra.
    Un libro grueso
    de mil páginas sólo redujo levemente la
    luminiscencia del cartón con platino-cianuro de bario. De
    modo que esta nueva radiación no sólo era
    invisible, sino que además tenía la facultad de
    atravesar los cuerpos opacos. Como diría años
    después el propio Roentgen, aquél fue "un regalo
    maravilloso de la naturaleza".

    Con el paso de los días Roentgen tuvo la
    necesidad de documentar sus experimentos y
    pensó en fotografiar la pantalla fluorescente donde se
    reproducía en forma curiosa la silueta de los objetos
    interpuestos: el cuadrante y la aguja magnética de su
    brújula, el cañón de la escopeta arrinconada
    contra la pared, la moldura y los goznes de la puerta del
    laboratorio. Entonces hizo un nuevo descubrimiento: la caja de
    placas fotográficas que tenía sobre la mesa estaba
    completamente velada. Su intuición le dijo que los nuevos
    rayos habían atravesado la caja y el envoltorio que
    protegían a las placas de la luz y habían actuado
    también sobre la emulsión. Para comprobarlo
    colocó la caja de madera que
    contenía las pesas de bronce de su balanza de
    precisión sobre una placa fotográfica envuelta en
    su papel negro
    protector, conectó su tubo y esperó. Al revelarla,
    encontró la reproducción exacta de las pesas
    metálicas, sin embargo, la caja de madera había
    desaparecido.

    El descubrimiento más excitante se produjo cuando
    Roentgen interpuso su propia mano entre el tubo y la pantalla y
    comprobó que, si bien los tejidos blandos
    eran atravesados por la radiación, el esqueleto se
    representaba nítidamente. El 22 de diciembre de 1895 le
    pidió a su esposa Bertha que colocase la mano sobre la
    placa de cristal y luego de 15 minutos de exposición, los
    huesos de la
    mano y el anillo de casada de Bertha aparecieron en la placa
    recién revelada. Ver su esqueleto le produjo a Frau
    Roentgen un gran impacto y temor, lo sintió como una
    premonición de la
    muerte.

    Roentgen había apuntado todas sus experiencias
    concienzudamente y entregó un manuscrito con sus
    investigaciones el 28 de diciembre de 1895 a la Academia de
    Ciencias
    Físicas y Médicas de Würtzburgo. La
    publicación apareció en el número 9 de la
    Sitzungs Berichte der Physikalisch Medizinischen Gessellschaft zu
    Würtzburg la primera semana de 1896.

    ¿Cuál fue en realidad el mérito de
    Roentgen?. Muchos de los físicos que trabajaban con los
    tubos de Geissler o de Crookes, incluyendo a su propio ayudante
    Zehnder, habían observado la luminiscencia de algunos
    materiales
    próximos al tubo, pero ninguno de ellos reconoció
    este fenómeno como algo especial, y por cierto ninguno se
    dedicó a investigarlo. Curiosamente varios años
    antes, el propio Geissler trabajando en su laboratorio,
    había reclamado a la casa de materiales
    fotográficos Ilford porque le habían mandado placas
    totalmente veladas. Los rayos X de su
    tubo habían sido con toda seguridad la
    causa de este fallo, pero solamente Roentgen tuvo la mezcla
    suficiente de intuición y genio para comprender que se
    enfrentaba a un tipo de energía desconocida y de características tan sorprendentes que ni
    siquiera hubieran podido imaginar las mentes más
    fértiles de la época.

    Un antiguo condiscípulo, Franz Exner, profesor de
    física de
    Viena, mantenía una afectuosa amistad y una
    nutrida correspondencia con Roentgen, y fue uno de los primeros
    en tener noticias del descubrimiento. Hasta poseía copias
    de las precarias fotografías: la brújula, las pesas
    de bronce, el cañón de la escopeta, e incluso la
    mano de Bertha. Exner estaba tan entusiasmado con el
    descubrimiento de su amigo, que no dudó en compartirlo con
    el profesor Lecher, de Praga, cuyo padre era el redactor en jefe
    de Die Presse, un periódico
    de Viena. Así fue como, el 5 de enero de 1896, los
    vieneses podían leer en la primera página del
    diario acerca de los extraordinarios rayos X del Dr. Roentgen y
    contemplar la reproducción de sus imágenes.
    A partir de aquí la noticia se difundió por todo el
    mundo en forma veloz, siendo acogida con alabanzas y entusiasmo
    por algunos, y con críticas y escepticismo por otros, como
    era de esperarse. En 1901, Roentgen, que en toda su vida
    solamente aceptó las distinciones de carácter
    científico, recibió el primer premio Nobel de
    Física, siendo él el único
    nominado.

    Sólo dos meses después del anuncio del
    descubrimiento de los rayos X, un físico francés
    comunicó al mundo que había encontrado unos rayos
    penetrantes similares, pero emitidos por sales de uranio. Henri
    Becquerel, físico y académico como su padre y su
    abuelo, y, como ellos, profesor en el Museo de Historia Natural,
    publicó tres notas sucesivas a la Academia de Ciencias de
    París, el 24 de febrero, el 2 y el 9 de marzo de 1896. Son
    las primeras aplicaciones de los rayos X las que le incitaron a
    preguntarse si los cristales de uranio que impresionaban sus
    placas fotográficas no emitirían también
    rayos X. El anuncio del descubrimiento de la radioactividad, a
    diferencia del de los rayos X, pasó totalmente
    desapercibido, no sólo para el público, sino
    también para la comunidad
    científica. Este hallazgo fue confirmado por Marie
    Sklodowska Curie. Al investigar si en la naturaleza existen otros
    elementos también dotados de la propiedad de
    emitir lo que ella denominó "los rayos de Becquerel",
    descubrió dicha propiedad en el torio, Becquerel y los
    esposos Curie recibieron el premio Nobel de Física en
    1903, y Marie Curie recibió también en 1911, el
    premio de química. Vale decir
    que el fenómeno comprobado, o exclusivo del uranio,
    configura una forma de energía específica, que ella
    propuso designar radiactividad. Por tanto, el uranio y el torio,
    elementos dotados de esa capacidad radiante natural se llaman
    radioelementos. En 1903 Ernest Rutherford demostró que los
    rayos a y b constan de partículas que se mueven con
    rapidez, las cuales se llamaron partículas a y b . De
    echo, las partículas b son electrones de alta velocidad y se
    pueden considerar el equivalente radiactivo de los rayos
    catódicos. Después llegó a la
    conclusión de que la radiación g es
    radiación de velocidad elevada similar a los rayos X; no
    compuesta de partículas.

    La estructura del
    átomo, tal como la concebimos hoy, fue evidenciada
    paulatinamente durante 35 años. En 1897, Joseph Jhon
    Thompson (premio Nobel de física en 1906)
    identificó el electrón. En 1911, Rutherford
    descubrió el protón y, en 1932, James Chadwick
    (premio Nobel de física 1935) el neutrón, si bien
    su existencia había sido prevista teóricamente 17
    años antes por Rutherford. Hasta 1911, el átomo se
    concebía como una esfera electropositiva, hueca, que
    encerraba los electrones electronegativos. La realidad es otra.
    De echo, el átomo se asemeja a un sistema
    planetario con un sol central (el núcleo), integrado por
    protones electropositivos y por neutrones sin carga y, a su
    alrededor, girando en órbitas, los electrones
    electronegativos. Tal es la "imagen de Niels
    Bohr"(premio Nobel de física 1922) que actualmente se
    acepta.

    Reconocida la verdadera estructura del átomo,
    recordamos que Dalton había enseñado que los
    átomos de los diferentes elementos tienen pesos y
    propiedades diferentes. Hoy sabemos que eso no es totalmente
    exacto, pero esa afirmación lleva implícita un
    concepto que, expresado a la luz de los conocimientos actuales,
    equivale a decir que cada elemento tiene un número de
    protones que le es propio, lo identifica y lo define
    químicamente, a los que se agrega un número
    variable de neutrones. Frederick Soddy (premio Nobel de
    química de 1921) propuso denominar isótopos
    (iso: igual;
    topos: lugar) a las variantes de cada elemento configuradas por
    un número igual de protones y distinto de neutrones.
    Aquellos que emiten radiaciones son isótopos radiactivos o
    radioisótopos (en la nomenclatura
    actual, radionucleidos o radionúclidos)

    Hasta 1933, solo se conocían los elementos
    radiactivos que ofrece la naturaleza; es decir, los elementos
    provistos de radiactividad natural. Entonces el matrimonio
    Frederic Joliot e Irene Curie (premio Nobel de química
    1935) descubrió la posibilidad de su creación
    artificial. Lograron mediante el bombardeo con partículas
    a la transmutación del aluminio y el
    boro estables en el fósforo y ázoe radiactivos,
    respectivamente, acontecimiento trascendental que comunicaron a
    la Academia Francesa el 15 de enero de 1934, diciendo que "por
    primera vez ha sido posible crear la radiactividad en
    núcleos atómicos estables mediante una causa
    exterior" y proponiendo llamar a los elementos así creados
    radiofósforo y radioázoe,
    respectivamente. Semanas después, Enrico Fermi (premio
    Nobel de física de 1938) realizó en Roma igual
    hazaña, pero él bombardeó con neutrones
    –idea genial, pues la neutralidad del neutrón hace
    de éste el proyectil ideal, porque no lo rechaza la carga
    positiva del núcleo—. Desde entonces se ha podido
    crear artificialmente isótopos radiactivos y es de
    éstos que se vale la práctica de la medicina
    nuclear. La introducción de los radioisótopos en el
    campo de la biología se debe a
    George von Hevesy (premio Nobel de química de 1943) quien,
    en 1923 utilizando un isótopo natural de plomo,
    investigó sobre el metabolismo
    del calcio en las plantas
    (32P), con el cual realizó en ratas la primera
    investigación biológica animal de la
    historia con un radioisótopo artificial. Dicha
    investigación demostró que la radiactividad
    proporciona una "marca" que
    permite su detección donde sustancias trazadoras
    radiactivas o trazadores radiactivos.

    La creación artificial del radioyodo y el papel
    trascendente que juega la tiroides en el metabolismo del yodo
    fueron factores determinantes en la orientación de las
    primeras investigaciones radioisotópicas. Herz, Roberts y
    Evans (1939) inyectaron a conejos con yodo radiactivo y
    comprobaron que se acumula en la tiroides. Hamilton y Soley
    (1940) administraron 131I a pacientes, midieron la
    tasa de radioyodo acumulada en la tiroides, Hamilton y Lawrence
    aplicaron el 131I al tratamiento del hipertiroidismo,
    tratamiento que, posteriormente se hizo extensivo y sus
    metástasis.

    Coincidió con el desarrollo de
    los progresos enunciados una serie de aplicaciones en el campo de
    la hematología. Hahn (1941) utilizó 59Fe
    y verificó su captación por la médula
    ósea, su incorporación a los glóbulos rojos,
    como integrante de la hemoglobina y su pasaje ulterior a la
    sangre
    circulante, lo que permitía la exploración
    funcional de la médula ósea. Sterling y Gray(1950)
    utilizaron el 51Cr y, sirviéndose de la
    propiedad de éste de incorporarse a los glóbulos
    rojos maduros, que así quedaron marcados, procuraron
    determinar su vida media, parámetro que pasó a ser
    valioso para el diagnóstico de las anemias
    hemolíticas. Heinle y col. (1952) introdujeron el uso de
    la vitamina B-12 marcada con 60Co para el
    diagnóstico de la anemia perniciosa, método que
    Schilling (1953) perfeccionó.

    Con anterioridad a los estudios referidos, Blumgart y
    Weiss (1927) utilizaron radon-C para determinar la velocidad de
    la corriente sanguínea. Posteriormente, Prinzmetal y col.
    (1948) registraron la curva del radiocardiograma, y Veall y col.
    (1948) midieron el volumen / minuto
    cardíaco.

    Por ese entonces, la radiología convencional no
    ofrecía nuevas posibilidades para la reproducción
    de imágenes resultantes de contrastes de densidades. En
    cambio, los
    trazadores radiactivos, en función de las emisiones g ,
    brindaban a los mismos fines una posibilidad inédita,
    salvo que su objetivación requería el medio
    apropiado. La creación del equipo "ad hoc" se debe a
    Cassen y col. (1949), quienes empezaron por utilizarlo
    exitosamente en conejos. Poco después, lo empleó
    Herbert Allen, Jr., en el hombre para
    obtener las primeras imágenes de la tiroides previa
    inyección de 100-200 m Ci de 131I . Así
    nació la centellografía, imagen estática
    que configura una expresión morfológica. El equipo,
    registrado bajo el nombre scintiscanner, se difundió
    rápidamente por el mundo, conservando hasta hoy su
    vigencia. Es el centellógrafo lineal o de detector
    móvil.

    Con la invención del centellógrafo se
    iniciaron investigaciones que tenían por fin, la
    reproducción de la imagen de órganos o sistemas. La
    esencia de la cuestión residía en el hallazgo del
    radionúclido primario o del compuesto marcado que,
    reuniendo apropiadas condiciones físicas y de inocuidad,
    tuviera afinidad selectiva por la estructura del cuerpo que
    interesaba explorar (órgano de interés).
    Nació entonces la época de los agentes productores
    de imágenes que dieron impulso a una actividad nueva, la
    de los radiofármacos. Rejalí (1958), utilizando
    albúmina 131I , evidenció los pulsos
    sanguíneos. McAfee y Wagner (1960) visualizaron el
    parénquima renal con Neohydrina 203Hg,
    compuesto que Blau y Bender (1960) emplearon para comparar su
    eficacia en la
    localización de tumores cerebrales con la de la
    albúmina radioyodo. Johnson y col. (1960) obtuvieron
    centellogramas de bazo con 51Cr, Tubis (1960)
    preparó Hipurán 131I con el que
    inició un tipo de exploración renal funcional, el
    renograma radioisotópico. Corey y col., con
    47Ca, y Fleming y col., con 85Sr (1961)
    realizaron la centellografía ósea, y Blau y Bender
    (1962) la del páncreas con 75selenio metionina.
    Taplin(1963) creó las partículas de
    suero-albúmina marcadas con 131I e
    inició la centellografía pulmonar por
    perfusión. Para concluir este resumen fragmentario,
    corresponde destacar el uso del tecnecio-99m, introducido por
    Hasper y col.(1964)para la centellografía de tiroides,
    bazo y cerebro.
    Después, se extendió el campo de sus aplicaciones
    como agente productor de imágenes están las
    expresiones de la economía.

    La imagen de la centellografía lineal,
    estática por definición, había satisfecho
    sus posibilidades y finalidad. Entretanto, Hal Oscar Anger
    concibió (1956) la cámara gamma (o de centelleo),
    que alcanzó su industrialización en 1964. Con la
    cámara de Anger de detector fijo, la obtención
    prácticamente instantánea de la imagen, sea en
    serie continua o selectiva, posibilitó, además, el
    registro de
    fenómenos dinámicos.

    Después de comprobar que la insulina tiene
    propiedades antígenicas y produce anticuerpos, Berson y
    Yalow desarrollaron en 1956 el radioinmunoanálisis (RIA)
    que, conjugando técnicas inmunológicas y
    bioquímicas con las radioisotópicas, posibilita la
    medida de cantidades infinitamente pequeñas en
    concentraciones que van del nanogramo(10-9g) hasta el
    picogramo(10-12g).Mediante el RIA, es dado hoy
    precisar el valor de
    más de 200 compuestos de interés biológico,
    entre ellos hormonas,
    enzimas, virus,
    alcaloides, fármacos, etc.

    Terminamos aquí la recordación, que aunque
    incompleta, abarca en lo esencial los antecedentes, la
    concepción, el alumbramiento y el desarrollo de una nueva
    disciplina
    científica y técnica. Con sus raíces en el
    siglo XIX, hace eclosión a mediados del XX con una
    fuerza que
    avanza constantemente en nuevas adquisiciones en todos los campos
    de la investigación básica y aplicada y aún
    ofrece perspectivas trascendentes.

    2.
    Introducción a la química
    nuclear

    La materia que nos rodea está constituida por
    sustancias simples y compuestas. Las sustancias son los llamados
    elementos, de los cuales existen 98 en estado natural
    y que van desde el hidrógeno, el más liviano, hasta
    el uranio el más pesado. Se conocen también otros
    13 elementos que constituyen el grupo
    transuranio, que abarca desde el elemento 93 (neptunio) hasta el
    elemento 105 (hahnio), recién descubierto. Las sustancias
    compuestas, inorgánicas u orgánicas, son el
    resultado de combinaciones definidas de dos o más
    elementos.

    Los elementos están constituidos por
    átomos idénticos entre sí, que son la menor
    fracción de la materia posible de aislar por métodos
    químicos y que poseen todas las características
    físicas y químicas del propio elemento al que
    pertenecen. Esta definición no se ajusta literalmente a
    los elementos biatómicos: oxígeno (O2),
    hidrógeno (H2), cloro (Cl2), yodo
    (I2), fluor (F2) y bromo(Br2),
    cuyas propiedades son las de las moléculas
    respectivas.

    Los átomos están constituidos por un
    núcleo integrado por la asociación de
    partículas elementales, llamada genéricamente
    nucleones, que son los protones, de carga eléctrica
    positiva, y los neutrones, que no tienen carga. Girando alrededor
    del núcleo, en igual número que los protones,
    están los electrones, con carga eléctrica negativa,
    los cuales neutralizan la positividad del núcleo. De este
    modo, el átomo, eléctricamente neutro, configura un
    sistema planetario en el cual el núcleo cumple el papel
    del sol y los electrones los de los planetas. Tal
    es la llamada "imagen de Bohr" actualmente aceptada.

    El protón es básicamente el núcleo
    del elemento hidrógeno; su mas en reposo es de 1,007277663
    u.m.a. (unidad de masa atómica), que, expresada en gramos,
    es igual a 1,67252 x 10-24 g. Su carga, que es
    positiva, es de 4,80298 x 10-10 u.e.s. (unidades
    electrostáticas de carga). El neutrón tiene una
    masa en reposo de 1,0086654 u.m.a., que equivale a 1,67482 x
    10-24 g, y es, por tanto, aproximadamente igual a la
    del protón.

    No son muy conocidas las fuerzas que mantienen unidos a
    los nucleones entre sí. Hoy en día se supone que la
    unión de los nucleones se complementa mediante el
    intercambio de partículas intranucleares llamadas mesones,
    cuya masa es del orden de 0,05 a 0,15 u.m.a..

    Considerando que la medida de los radios nucleares
    varía entre 1,4 x 10-13 cm y 9,5
    x10-13 cm y que el peso del núcleo intermedio
    es de alrededor de 10-22 g, la densidad nuclear
    será del orden de 1014 g/cm3, o sea,
    108 ton/cm3 valor que por su elevada
    magnitud no admite comparación con ninguna otra densidad
    de materia. Teniendo en cuenta, además, que las
    energías nucleares tienen muy poco radio de acción
    (aproximadamente 10-3 cm), debe admitirse que existe
    entre los nucleones algún tipo de fuerzas de
    atracción muy particular.

    La letra Z designa él numero de protones
    integrantes de un núcleo y este número identifica
    químicamente los diferentes elementos. Este valor se
    denomina numero atómico o de orden y es diferente para
    cada elemento. Así, si un elemento tiene Z = 20, es
    calcio; Z = 53, es yodo; Z = 80, mercurio, etc. El número
    de neutrones se designa con la letra N y la suma de Z+N da A, que
    se denomina numero másico o de masa.

    Con estos valores del
    núcleo, el átomo correspondiente queda
    identificado. Convencionalmente, se utiliza la siguiente
    notación: AX, o sea, el símbolo del
    elemento precedido por A (cifra superior) y por Z (cifra
    inferior).

    El resto del átomo está integrado
    según se dijo antes, por los electrones orbitales (en
    igual numero que los protones) que, como los nucleones, son
    consideradas partículas elementales. Su masa es
    aproximadamente 1850 veces menor que la del protón o del
    neutrón (masa en reposo del electrón 5,4860 x
    10-4 u.m.a., que equivale a 9,1091 x10-28
    g). Su carga es igual pero contraria a la del protón y su
    radio es del orden de 3 x 10-13 cm.

    Los electrones, giran alrededor del núcleo
    describiendo orbitas elípticas, se encuentran ubicados en
    capas perfectamente definidas. Las capas difieren entre sí
    por su nivel energético y se designan en orden desde la
    más interna hacia fuera, con las letras K, L, M, etc. Los
    electrones de las capas externas tienen a su cargo las uniones
    químicas con otros elementos. Salvo en dos situaciones
    definidas que serán vistas más adelante, los
    electrones orbitales no intervienen en fenómenos
    nucleares.

    El radio del átomo así constituido es del
    orden de 10-8 cm y su masa está
    prácticamente concentrada en el núcleo. Entonces si
    a modo de hipótesis imaginamos que el núcleo
    tiene un radio de un milímetro, el radio del átomo
    será aproximadamente 10 metros. De esto se deduce que los
    cuerpos que nos rodean son virtualmente huecos (pese a la gran
    solidez propia de algunos) aunque no lo parezcan, ya que la
    materia de la cual se componen se halla concentrada en puntos
    aislados, separados por vacíos enormes en relación
    con sus dimensiones.

    Se entiende por especie atómica, también
    llamada nuclido o nucleido, una determinada clase de
    átomos caracterizada por una estructura típica y
    contenido energético propios de una especie, siendo los
    parámetros que la definen Z, A, Q (contenido
    energético).

    Se dijo que el número atómico, Z,
    identifica químicamente al elemento, de modo que cuando Z
    = 1 sabemos que se trata de hidrógeno y cuando Z = 53 se
    trata de yodo. Sin embargo, los nucleidos pueden tener igual Z y
    diferente A porque difieren en el número de neutrones. Por
    ejemplo, se sabe del yodo existen 23 variedades, que van desde el
    117I hasta el 139I, todas con igual
    comportamiento químico (hasta tal punto que el organismo
    no las discrimina), pero se diferencian en algunas de sus
    propiedades físicas. Decimos en este caso que los
    nucleidos de igual Z son isótopos (de iso, igual, y topos,
    lugar, en la tabla
    periódica de Mendeleiev).

    Aquellos nucleidos que tienen igual A y diferente Z son
    isóbaros entre sí. Según se verá los
    productos de
    desintegración son isóbaros. Son
    isómeros los nucleidos que tienen igual Z y A, pero que
    difieren por el contenido energético del núcleo.
    Los nucleidos que tienen igual N se llaman isótonos.
    Finalmente se llaman isodiáferos los nucleidos en los
    cuales la diferencia N – Z es constante

    .

    Al referirnos a la masa de las partículas
    elementales – protón, neutrón y
    electrón – se ha empleado como unidades de la unidad
    de masa atómica o el gramo-masa. Pero de acuerdo con la
    teoría de la relatividad de Einstein, la relación
    entre la masa (m) y la energía (E) es: E = mc2,
    donde c es la velocidad de la luz. Entonces, conforme a esta
    ley, podemos
    expresar la masa en unidades de energía.

    En física nuclear, la unidad de energía
    más empleada es el electrovolt (eV), que equivale a la
    energía que adquiere un electrón cuando es
    acelerado dentro de un campo eléctrico cuya diferencia de
    potencial es un volt. Un eV tiene su equivalente en unidades de
    energía en el sistema sexagesimal (c.g.s.): 1eV = 1,6 x
    10-12 erg.

    También se emplean comúnmente el MeV
    (megaelectrónvolt), igual a 106 eV, y el keV
    (kiloelectrónvolt), igual a 103 eV. A modo de
    ejemplo, puede calcularse el equivalente en energía de la
    unidad de masa atómica. Si toda la masa equivalente a 1
    u.m.a. se transformara en energía, se obtendría
    0,0014 g ergios, o sea, 931 MeV. Haciendo el cálculo
    para la masa de un electrón, se obtiene me = 0,51 MeV,
    valor que importa recordar cuando se habla de emisión de
    positrones.

    3.
    Radiactividad

    Los primeros estudios efectuados con sustancias
    radiactivas revelaron que las mismas emitían tres tipos de
    radiaciones diferentes que fueron llamadas, respectivamente. En
    investigaciones posteriores sobre la naturaleza de estas
    radiaciones, se comprobó que las partículas
     eran átomos de helio desprovistos de sus
    electrones, o sea, la asociación de dos protones y dos
    neutrones. Las partículas fueron
    identificadas como electrones dotados de alta velocidad, esto es,
    con una energía superior a la de su masa en reposo (como
    se verá más adelante, existen partículas
    - negativas y + positivas).
    Finalmente, la radiación  fue identificada como
    una radiación electromagnética sin masa ni
    carga.

    Progresivos descubrimientos vinculados con la
    radiactividad revelaron que la presencia del neutrón
    está directamente relacionada con la estabilidad nuclear,
    de manera tal que cuando la relación Z/N es igual o
    próxima a 1, el núcleo es estable.

    Esta relación se cumple casi estrictamente en los
    núcleos livianos, mientras que a medida que aumenta Z la
    línea de estabilidad va alejándose de la
    relación teórica, hasta tal punto que a partir de Z
    = 83 ya no hay núcleos estables; es decir, que de
    allí en adelante todos son radiactivos. En suma, la
    estabilidad o inestabilidad del núcleo que sea está
    determinada por su mayor o menor proximidad a la línea de
    estabilidad y, en definitiva, es función de la
    relación protones-neutrones.

    Cuanto más alejado de la línea de
    estabilidad esté un nucleido, tanto más inestable
    será. Dicha inestabilidad se manifestará por una
    mayor energía de las partículas emitidas y por un
    período de semidesintegración menor. A la inversa,
    cuanto más cerca de la línea de inestabilidad se
    encuentre, tanto mayor será su estabilidad, tanto menor la
    energía de las partículas emitidas y tanto
    más largo el período de semidesintegración.
    Estos conceptos corresponden a una generalización de la
    ley de Geiger y Nuttal.

    La inestabilidad del núcleo (y, por tanto, la del
    átomo correspondiente) se pone de manifiesto por la
    emisión de partículas y esta emisión lo hace
    tender hacia la estabilidad, a través de una o más
    transformaciones sucesivas. Si tenemos cierto número
    N0 de átomos radiactivos en el instante t = 0,
    al cabo de cierto tiempo, en el
    instante t1, tendremos el número de
    átomos Nt menor que el anterior, pues algunos de ellos se
    habrán transformado en otros, por emisión de
    partículas.

    El período de semidesintegración es el
    tiempo en que un número de átomos de una especie
    radiactiva se reduce a la mitad por desintegración.
    Así, si en un instante dado existen 100 átomos de
    131I y al cabo de 8,05 días encontramos 50,
    decimos que el período de semidesintegración del
    131I es igual a 8,05 días:

    T½ (131I) = 8,05
    días.

    También podemos definir el período de
    semidesintegración como el tiempo en que la actividad de
    una fuente radiactiva se reduce a la mitad. Los períodos
    de semidesintegración de los nucleidos conocidos van desde
    microsegundos hasta valores de más de 1015
    años.

    De acuerdo a lo expresado, se puede decir que la
    velocidad de desintegración, o sea, el número de
    átomos dN que se desintegran en un instante dt es
    proporcional al número de átomos activos
    presentes.

    La expresión vida media significa el promedio de
    vida de todos los núcleos radiactivos de una fuente dada y
    se representa por constante de proporcionalidad o de
    desintegración

    Semiperíodo efectivo, en contraste con el
    semiperíodo físico, es el tiempo medio
    (T½ ) de la permanencia del radionúclido
    en el organismo.

    La actividad de una fuente suele expresarse por el
    numero de desintegraciones por minuto o segundo. Cuando se habla
    de "actividad" en términos de desintegraciones por unidad
    de tiempo, se está refiriendo a la actividad absoluta de
    esa fuente. En general, cuando se mide una fuente, la actividad
    que se determina no es la actividad absoluta, puesto que, a menos
    que la medición se realice con un contador envolvente y en
    condiciones rigurosas, la medición no tendrá un
    rendimiento del 100%. Por lo tanto la actividad media por un
    equipo corriente es la denominada actividad relativa, que se
    expresa en cuentas por unida
    de tiempo (cuentas/min o cuentas/seg).

    Otra manera de expresar la actividad es la unidad Curie
    (Ci). Esta unidad se originó en 1910 en el Congreso
    Internacional de Radiología de Bruselas y se basa en el
    número de desintegraciones por segundo de 1 g de radio en
    equilibrio con
    radón. El valor determinado entonces era de 3,61 x
    1010 desintegraciones/seg. Mediciones posteriores
    dieron valores ligeramente diferentes, por lo que en 1930 se
    decidió establecer por definición que:

    1 Ci = 3,7 x1010 desintegraciones
    /seg.

    En general, sobre todo en aplicaciones de la medicina
    nuclear, el Curie resulta una unida demasiado grande, por lo que
    se utilizan los submúltiplos: el milicurie (mCi) y el
    microcurie (Ci):

    1 Ci = 103 mCi = 106
    Ci

    Ahora bien cuando se mide una fuente, ha de saberse que
    solo una pequeña fracción de átomos, y no
    todos ellos, son radiactivos. Esto se debe a factores vinculados
    a su producción y/o preparación. A modo
    de ejemplo se considerará la producción de
    60Co (cobalto 60)en un reactor:

    59Co + N 60Co + 

    Es decir, el elemento estable cobalto 59, al capturar un
    neutrón, produce cobalto 60 y un fotón, o sea, un
    rayo 

    Al exponer cierta cantidad de cobalto 59 al flujo de
    neutrones en un reactor, no todos sus átomos
    captarán neutrones y el número de los que lo hagan
    dependerá de la intensidad del flujo de neutrones
    incidente (numero de neutrones /cm2 seg) y del tiempo
    en que estén expuestos a él. Además, como es
    imposible separar químicamente 59Co de
    60Co, resulta que en las fuentes de
    60Co siempre habrá también
    59Co.

    En otros casos que es posible obtener una especie
    radiactiva pura, esta es en general una cantidad realmente tan
    pequeña que es imposible manipularla en su uso posterior,
    de modo que se hace necesario agregarle una cantidad adecuada del
    elemento estable correspondiente, que actúa como portador
    o vehículo ("carrier")de los átomos
    activos.

    Esta circunstancia hace necesario introducir un nuevo
    concepto, que es el de la actividad específica, que se
    define para una determinada fuente radiactiva como la actividad
    por unidad de peso.

    Act. Específica = A/peso

    Y se expresa, por ejemplo, como mCi/g; desintegraciones
    /seg mg; etc.

    El concepto de actividad específica adquiere
    particular importancia en medicina nuclear, donde en general
    deben usarse altas actividades específicas. Por ejemplo
    sería imposible diagnosticar un tumor cerebral utilizando
    un nucleido 74As (arsénico 74) si, teniendo que
    aplicar a un paciente 50 Ci del mismo, se utilizara una
    actividad específica de 74As de 10
    Ci/g, puesto que se tendría que inyectar 5g de
    arsénico, dosis altamente tóxica. Sí por el
    contrario, se dispone de una fuente con una activación
    específica de 100 Ci/mg, ésta no
    causará ningún problema, ya que 50 mCi, la dosis
    requerida está contenida en 0,5 Mg de
    arsénico.

    Desintegración 

    La desintegración  se presenta, salvo
    algunas excepciones, en los núcleos pesados

    (Z > 82). Los períodos de
    desintegración de los emisores  varían
    entre 10-7 y 10-15 años, y sus
    energías entre 1,80 MeV y 9,02 MeV. Cuando un
    núcleo emite una partícula 
    (asociación de 2 protones y 2 neutrones), Z baja en dos
    unidades y A en cuatro:

    AX ++ A-4 Y
    213At ++ 209Bi

    Por consiguiente, desde el punto de vista de la
    relación Z/N, la situación no cambia, ya que no hay
    un acercamiento a la línea de estabilidad. Sin embargo, en
    los núcleos pesados, la emisión de una
    partícula  significa una pequeña ganancia
    de energía para el núcleo resultante, lo cual
    favorece en parte su estabilidad y puede colocarlo en condiciones
    de producir otro tipo de emisión, según se
    verá más adelante.

    Una de las características de las
    partículas a emitidas por un radionúclido es que
    son monoenergéticas, lo que implica que, si la diferencia
    entre los dos estados energéticos de los núcleos
    madre e hija es de 6 MeV (cuando tenemos A B C denominamos a A
    madre, B hija, C nieta, etc.), todas las partículas
    emitidas por la madre tendrán 6 MeV de
    energía.

    No obstante nos encontramos con emisores a en los cuales
    las partículas no tienen la energía correspondiente
    a la transición de un estado al otro; o sea que tomando el
    caso anterior, cierto porcentaje de las partículas a, en
    lugar de tener 6 MeV, tendrán, por ejemplo, 5,5 MeV. En
    ese caso la diferencia de energía entre 5,5 MeV y 6 MeV es
    completada por un fotón  que completará la
    cantidad restante de energía.

    Es debido a este mecanismo que, en general, las
    partículas y (como se verá
    más adelante) las  van acompañadas de
    fotones .

    Las partículas  por su gran masa y su
    doble carga positiva, tienen a lo largo de su trayecto un alto
    poder de
    ionización y, por tanto un rango de penetración muy
    limitado en la materia. Una simple hoja de papel frena las
    partículas de los emisores
    conocidos.

    Desintegración

    Cuando un núcleo tiene exceso de neutrones, emite
    una partícula que, como
    se definió, es un electrón dotado de alta
    energía. Dado que el electrón no es constituyente
    del núcleo, esta emisión puede ser explicada como
    si se tratara de un neutrón en exceso que se transformara
    en protón más una -,
    según la ecuación:

    N = p+ + - + Q

    Q es la energía de la reacción, que puede
    ser tomada o cedida al núcleo.

    El núcleo hija resultante de una
    desintegración - tendrá Z una
    unidad mayor que la madre, puesto que ha ganado un protón,
    mientras A permanecerá constante. Por ende,
    tenemos:

    AX - AY; 99Mo
     99Tc

    ( Molibdeno) (Tecnecio)

    X e Y son isóbaros, así como
    también lo son el molibdeno 99 y el tecnecio 99. En la
    figura 2-3 se puede observar que la desintegración
     hace tender al núcleo hacia la
    estabilidad.

    A diferencia de las partículas a, las -
    no son monoenergéticas, sino que presentan un espectro de
    energías que va desde el 0 hasta la energía
    máxima del núcleo correspondiente
    (E-máx.) que figura en tablas de las
    mismas. Por tanto, si tomamos como ejemplo la
    desintegración del fósforo 32:

    32P -
    32S

    (fósforo) (azufre)

    La diferencia de energía entre los dos estados (P
    y S) es de 1,7 MeV. Dado que el fósforo 32 no tiene
    , toda la energía de transformación debe
    ser llevada por las partículas
    . No obstante, solo poco de ellas
    alcanzan dicha energía (1,7 MeV) y por tanto, debe existir
    algún mecanismo mediante el cual se emita la
    energía restante. Ese mecanismo consiste en la
    emisión simultánea con la
     de un neutrino (0
    ), partícula de masa despreciable (aproximadamente 0,5% de
    la de un electrón) y sin carga, pero con una
    energía igual a la energía máxima de
    transición y la de la partícula
    - correspondiente. En consecuencia, para un
    nucleido emisor b la energía de los neutrinos
    variará entre la energía máxima y cero de la
    siguiente manera:

    E máx. =
    E- + E

    Por otra parte, y al igual que con las partículas
    , si la energía máxima de una
    transición no alcanza
    el valor de la diferencia entre los dos estados fundamentales,
    será acompañada por un fotón
    .

    De manera que si tenemos:

    AX b- AY,

    entonces

    Ex – Ey =
    E- + E +
    E

    E máx

    Existen emisores
    naturales, aunque la
    mayoría son todos artificiales y, a diferencia de los
    emisores a, se encuentran a todo lo largo de la tabla
    periódica. Sus períodos de
    semidesintegración varían entre algunos
    milisegundos y 1012 años y sus energías
    entre 0,01 a 10 MeV. Las partículas
    por su menor
    carga y masa, tienen menor poder de ionización y mayor
    poder de penetración que las partículas 
    .

    Desintegración

    Cuando un núcleo tiene déficit de
    neutrones respecto a la relación Z/N correspondiente,
    emite una partícula . El
    fenómeno en este caso se interpreta como si uno de los
    protones en exceso se transformara en un neutrón
    más una partícula
    :

    p+ = N + 
    +Q

    En la desintegración 
    se tiene

    Ax 
    AY 102Ag 
    102Pd,

    (plata) (paladio)

    por lo cual X e Y son isóbaros y este proceso
    tenderá a la línea de estabilidad.

    La desintegración , al
    igual que la , no es
    monoenergética y, en consecuencia, también genera
    neutrinos. Cuando la energía máxima de
     (E
    máx.) es menor que la diferencia de energía de
    transición entre los dos estados fundamentales, se emiten
    fotones en cascada según se explicó para la
    desintegración 
    y

    La diferencia fundamental con la
    desintegraciónes
    que la partícula ,
    también llamada positrón, una vez emitida, tiene
    escasa posibilidad de vida. Puesto que es un electrón
    positivo, encontrará enseguida un electrón negativo
    en la materia circundante y éstos se aniquilarán
    entre sí, transformando sus masas en energía, en
    forma de fotones g de 0,51 MeV cada uno y de dirección opuesta en 180º. Por
    consiguiente, en la práctica, los emisores de positrones
    se utilizan en función de los fotones de
    aniquilación, y no de las partículas
    .

    Los nucleidos emisores no se encuentran en la
    naturaleza, sino que son obtenidos artificialmente mediante
    diversas reacciones nucleares.

    Emisión

    Dijimos que los fotones  acompañan a la
    desintegración  y  cuando estas
    partículas no llevan consigo toda la energía
    correspondiente a la transición entre dos estados
    fundamentales. Entonces dichos fotones son emitidos
    simultáneamente con las partículas
    correspondientes.

    Sin embargo hay estados "exitados" de los núcleos
    que tienen cierto tiempo de vida, el cual depende de su
    inestabilidad. Estos estados "exitados" también llamados
    isoméricos o isómeros, pasan al estado fundamental
    por emisión de fotones:

    AXm
    AX
    125mTe 
    125Te

    (telurio)

    La m simboliza el estado
    metaestable, es decir, de alta inestabilidad.

    El período de semidesintegración de los
    isómeros y la energía de los fotones emitidos
    dependen de la energía de exitación de los mismos.
    Los fotones  por no poseer ni masa ni carga, tienen muy
    bajo poder de ionización y, por tanto, un gran poder de
    penetración en la materia.

    Fisión nuclear

    Cuando sobre el núcleo de un átomo pesado
    chocan partículas aceleradas (por ejemplo neutrones),
    aquel se fracciona en dos grandes núcleos. Se produce la
    fisión nuclear, liberándose gran cantidad de
    energía. Por ejemplo la fisión de un átomo
    de uranio produce uno de bario y otro de
    kriptón:

    235U + 1n 143Ba +
    90Kr + 3 1n;

    Q = 4,6 x 109 kcal/mol

    En la fisión nuclear se producen reacciones
    exotérmicas. Un gramo de uranio desprende 20.000.000 kcal.
    Durante la fisión nuclear se liberan neutrones, que pueden
    a su vez chocar con otros núcleos de uranio,
    desintegrándolos. Este proceso se repite,
    produciéndose una reacción en cadena, casi
    instantáneamente. La energía liberada y no
    controlada tiene carácter explosivo (como en el caso de la
    bomba atómica).

    La velocidad de la reacción en cadena puede ser
    regulada con moderadores (capaces de sustraer la energía a
    los neutrones) tales como grafito, barras de cadmio y agua pesada.
    La energía liberada en esta reacción controlada se
    manifiesta en forma de calor
    (fundamento de los reactores atómicos).

    4. Producción De
    Radiosótopos

    Para producir un radionúclido a partir de un
    isótopo estable, es necesario provocar en éste una
    alteración en la relación Z/N. En otras palabras,
    es necesario agregar o quitar protones o neutrones del
    núcleo, de tal manera que éste se transforme en
    otra entidad, física y, a veces químicamente
    diferente. Esto se logra mediante reacciones nucleares adecuadas,
    provocadas por el bombardeo del núcleo con un determinado
    tipo de partículas. Al núcleo bombardeado se le
    llama blanco y a la partícula bombardeante, proyectil.
    Entre los proyectiles más usados figuran los neutrones,
    protones, deutrones, fotones gama, etc.

    5. Medición De
    Radioisótopos

    Al ser atravesada la materia por partículas
    y
    , se produce en ella una serie de fenómenos de
    ionización cuya magnitud es proporcional al número
    y a la energía de las partículas incidentes. Los
    equipos de medición se basan esencialmente en éste
    fenómeno.

    Película fotográfica

    El dispositivo más simple para la
    detección de radiaciones ionizantes es la película
    fotográfica, cuyo ennegrecimiento es proporcional a la
    radiación absorbida. El resultado así obtenido no
    es muy exacto, pero da una idea aproximada del fenómeno,
    si bien tiene el inconveniente de que la visualización
    sólo es posible después de haberse revelado la
    película. Vale decir que éstos dispositivos
    informan de la energía total acumulada y, aunque
    obviamente no sirven para el seguimiento de un proceso
    dinámico, son sumamente útiles, por ser, para el
    control de las
    dosis de radiación recibidas por personas que trabajan con
    material radiactivo o con campos de radiación (films
    monitores).

    Cámaras de ionización

    El dispositivo ilustrado consta de un filamento central
    (ánodo) y una pared envolvente (cátodo). Entre el
    ánodo y el cátodo se establece por medio de una
    batería una diferencia de potencial perceptible en un
    medidor de corriente intercalado en el circuito. Generalmente, el
    interior de la cámara contiene aire a
    presión y temperatura
    ambientes.

    Cuando las partículas provenientes de una fuente
    radiactiva interaccionan con el aire contenido en la
    cámara, producen una serie de pares de iones que son
    atraídos hacia el ánodo (los electrones) y hacia el
    cátodo (el resto de la molécula). Estos iones
    transportan cierta cantidad de corriente que circula por el
    circuito y es revelada por el medidor intercalado. Dicha
    corriente será proporcional al número de pares de
    iones formados y, en consecuencia, a la actividad de la fuente
    que se quiere medir.

    La diferencia de potencial aplicada a una cámara
    de ionización debe ser la adecuada para asegurar que todos
    los iones formados sean descargados en el ánodo y en el
    cátodo (impidiendo su recombinación), pero no
    excesivamente alta para que no provoque una aceleración
    indebida de los iones formados y, con ello, la producción
    de ionizaciones secundarias. Dicha diferencia de potencial
    varía según los modelos, entre
    50 y 200 volts.

    Las cámaras de ionización son
    particularmente útiles para la cuenta de las
    partículas , y aún para las  cuando
    la muestra puede
    introducirse en la cámara. Tratándose de fotones
     se requieren cámaras de paredes gruesas en las
    que los fotones puedan arrancar electrones secundarios, mediante
    los cuales se realiza su detección.

    Tubo de Geiger Muller (G.M.)

    Al igual que la cámara de ionización,
    consta de un filamento central, o ánodo, rodeado de una
    pared o cátodo; pero a diferencia de ésta, contiene
    gas a baja
    presión que, en general, es una mezcla de argón y
    alcohol. La
    diferencia de potencial aplicada entre el ánodo y el
    cátodo es superior a la de la cámara de
    ionización y suele ser alrededor de 1000 volts.

    Cuando una partícula entra en el tubo G.M.
    produce, al igual que en la cámara de ionización,
    cierto número de pares de iones; pero en razón de
    la alta diferencia de potencial existente, éstos son
    acelerados hacia el ánodo y hacia el cátodo,
    produciendo gran número de iones secundarios que, a su
    vez, reproducen el fenómeno, provocando una avalancha de
    iones que siguen igual suerte, y así se origina un pulso
    de corriente que es registrado en un contador que puede ser un
    escalímetro (equipo contador que registra los eventos
    individualmente en forma digital, acumulándolos uno a uno)
    o un integrador (equipo que integra cierto número de
    cuentas y da la lectura
    directa de ese valor por medio de un instrumento de aguja). Hay
    dos tipos de tubos G.M.: los llamados de inmersión y los
    de ventana de mica (ilustrados en las figuras a y b). Ambos se
    usan principalmente para llevar la cuenta de partículas b.
    Las a son prácticamente detenidas por la ventana del tubo,
    mientras que los fotones g son registrados tan solo en una
    proporción del 1 a 2 % en relación con las
    partículas b de igual energía, debido a la baja
    probabilidad
    de interacción del fotón con los componentes del
    tubo.

    Contadores de centelleo

    Para la detección de fotones  se emplean,
    fundamentalmente, los llamados centelleadores, que pueden ser
    sustancias sólidas o líquidas, orgánicas o
    inorgánicas. Estas sustancias tienen la propiedad de
    emitir un pequeño destello luminoso toda vez que un
    fotón interaccione dentro de ellas. El
    más empleado es el cristal de yoduro de sodio, al que se
    incorpora una pequeña impureza de talio que produce
    deformación en la red del cristal y le permite
    emitir luz a temperatura ambiente.

    Los cristales son de forma cilíndrica y
    están revestidos en toda su superficie, menos en una de
    las bases, por una cubierta de aluminio que los protege de la
    humedad, de la luz exterior y de los golpes. Dicha cubierta tiene
    un depósito de óxido de magnesio en la superficie
    en contacto con el cristal, a fin de reflejar al máximo
    los fenómenos luminosos. La base no recubierta por el
    aluminio se sella con un disco plástico transparente, al
    cual se apoya un fotomultiplicador que visualiza los
    fenómenos que ocurren dentro del cristal.

    El fotomultiplicador consta de una fotocélula
    (fotocátodo) que transforma el destello luminoso en una
    pequeña corriente de electrones. A continuación de
    la fotocélula hay una serie de dinodos con una diferencia
    de potencial creciente. Los dinodos están hechos de un
    material que, por exitación, cede fácilmente
    electrones; entonces, cada uno de los electrones provenientes de
    la fotocélula y atraídos hacia el primer dinodo, al
    chocar contra él, arranca por lo menos dos electrones.
    Ésta nueva corriente de electrones es atraída hacia
    el segundo dinodo, donde se reproduce el fenómeno
    anterior, y así sucesivamente hasta que a la salida del
    fotomultiplicador se tiene cierto pulso de electrones que puede
    ser registrado como una cuenta en un equipo contador. Dicho pulso
    es proporcional a la energía del fotón incidente
    original, por lo que coma, mediante el cristal de centelleo,
    podemos medir no solo el número de eventos, sino
    también su energía.

    La unidad cristal-fotomultiplicador se llama cabezal de
    centelleo o sonda y es de gran aplicación en la medicina
    nuclear, sobre todo para localizar la distribución de radioisótopos en el
    cuerpo. Toda vez que se emplee como detector, el cristal debe
    contar con un colimador adecuado.

    Contador de pozo

    Consta de un cristal de centelleo provisto de un
    orificio a lo largo del eje del cilindro que permite introducir
    "viales" con muestras radiactivas y medirlas en una geometría
    casi envolvente, con lo cual aumenta el rendimiento de la
    medición.

    Contador de cuerpo total

    Algunas veces es necesario hacer un barrido total del
    cuerpo para localizar metástasis funcionantes o para
    determinar el perfil de distribución de cierto elemento.
    Para estos casos se utiliza un contador de cuerpo total, que
    consiste en un cristal de centelleo de gran tamaño (20cm
    de diámetro por 10cm de altura), el cual transmite la
    información a tres fotomultiplicadores. El
    paciente se ubica en de cubito sobre la camilla que se desplaza a
    velocidad regulada debajo del cristal. De esta manera se pueden
    efectuar las localizaciones deseadas. Según el caso, el
    cristal puede usarse con o sin colimadores, de acuerdo con el
    radioisótopo utilizado y la zona a localizar.

    La información enviada por el cristal a
    través de los fotomultiplicadores se registra mediante un
    espectrómetro que puede discriminar diferentes
    energías, con lo cual se puede hacer una
    localización usando simultáneamente varios
    isótopos de distinta energía, si es
    necesario.

    6. Equipos Productores De
    Imágenes

    Centellógrafo de detector móvil o
    lineal

    Consta de un cabezal adosado a un sistema
    mecánico mediante el cual se puede rastrear
    automáticamente sobre el área corporal de
    interés e ir registrando en cada punto la actividad,
    obteniendo imágenes que reproducen la distribución
    topográfica del radioisótopo. El equipo así
    constituido es el centellógrafo de detector móvil o
    lineal, cuya finalidad principal es la obtención de
    imágenes estáticas que informan sobre la
    morfología, la estructura y la función de
    órganos o sistemas.

    Cámara gama o cámara de
    centelleo

    Es actualmente uno de los equipos más
    sofisticados de la medicina nuclear para la reproducción
    de imágenes. Está constituido por un gran cristal
    de yoduro de sodio activado con talio, de 30 a 40 cm de
    diámetro y 12mm de espesor. Treinta y siete
    fotomultiplicadores están adosados al cristal y son los
    encargados de registrar la posición y la energía de
    las señales que llegan. El cabezal está blindado
    con aproximadamente 4 cm de plomo y, frente al cristal, un
    dispositivo "ad hoc" posibilita colocar el colimador adecuado a
    cada estudio. La información enviada por los
    fotomultiplicadores es procesada en la consola de comando,
    visualizada en la pantalla de rayos catódicos y registrada
    en película fotográfica o radiográfica.
    Además, como opción, se pueden conectar un grabador
    de cinta magnética en el cual se acumula toda la
    información ofrecida por la cámara y,
    eventualmente, comentarios dictados verbalmente, tales como
    datos
    clínicos del paciente en estudio, electrocardiogramas,
    etc., información que puede ser revista en
    cualquier momento. También puede ser conectada a una
    computadora
    para procesar toda la información obtenida.

    Así mismo, con un dispositivo adecuado, puede
    efectuarse un rastreo total del cuerpo por sectores que luego se
    integran a la imagen total. Los modelos de camas más
    recientes posibilitan la obtención de imagen del cuerpo
    total, abarcada en una placa radiográfica. Esta imagen
    total supera a la técnica del rastreo con detector
    móvil.

    Entre el centellógrafo lineal y la cámara
    gama existen diferencia que importa mencionar. Con el
    centellógrafo lineal la inscripción de la imagen,
    condicionada a la duración del rastreo, demanda cierto
    tiempo (en promedio alrededor de la media hora) y la imagen
    reproduce el órgano o sistema en estudio al tamaño
    natural. Con la cámara la imagen es de tamaño
    reducido, pero su ejecución en tiempos de segundos permite
    realizar, con registros
    seriados, estudios dinámicos y también, con mayor
    tiempo de exposición, una imagen estática.
    Definitivamente, todos los logros del centellógrafo lineal
    pueden obtenerse también con la cámara gama. Esta
    ofrece también la ventaja de estudios dinámicos, lo
    cual le otorga una neta superioridad; pero la gran diferencia de
    costo de los
    equipos explica la más fácil accesibilidad del
    centellógrafo lineal, que sigue siendo un arma muy eficaz
    de la medicina nuclear para un sin numero de
    diagnósticos.

    Partes: 1, 2

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