Monografias.com > Química
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Sistema Cristalográfico




Enviado por 3ppp



    1-

      

    2- LA PIEL DE LA
    TIERRA

      

    3- LA
    CRISTALIZACION Y LOS CRISTALES

      

    4- LA ESTRUCTURA DE
    LOS MINERALES

      

    5- LA ESTRUCTURA DE
    LOS MINERALES

      

    6- EL COLOR, EL
    BRILLO Y LA TRANSPARENCIA

     

    7- MAS PROPIEDADES
    NOTABLES DE LOS MINERALES

     

    8- LAS DIVERSAS
    CLASES DE ROCAS

     
     

    8-1 LAS ROCAS
    ERUPTIVAS

     
     

    8-2 LAS ROCAS
    SEDIMENTARIAS

     
     

    8-3. ROCAS
    METAMORFICAS

     

    1-
    INTRODUCCIÓN

    En este trabajo hablaremos sobre el campo de la
    mineralogía, ya que se habla de los sistemas
    cristalográficos, reconocimiento y tipos de rocas en las que
    se encuentran los diversos tipos de minerales
    existentes, en la corteza terrestre, y también de todos
    las características que presentan cada una de
    ellas, dependiendo de que tipo sea. También se habla de
    que está constituido en su totalidad la corteza terrestre,
    y también donde se formaron los minerales y rocas,
    dependiendo también en que habita se forma y da como
    resultado hermosos cristales, consideradas rocas ornamentales, y
    que cuando más variedad de cristales contiene es
    más valiosos para los coleccionistas. Un cristal de forma
    complicada depende a que tipo de sustancia y medios de
    formación lo afectaron, también depende a los tipos
    de yacimientos donde se hallan estos cristales la cual le
    dará una especificada forma.

    2-
    LA PIEL DE LA
    TIERRA

    Este planeta Tierra en que
    vivimos, y del que nos consideramos dueños, y
    señores, en realidad no lo conocemos más que por
    fuera. Sabemos que un esferoide cuyo diámetro medio se ha
    calculado en unos 12740 kilómetros y cuya superficie
    está cubierta de agua casi en
    sus tres cuartas partes; como resultado de otros cálculos
    prolijos conocemos también con relativa exactitud su
    volumen y su
    densidad;
    el hombre, en
    busca de gemas y metales preciosos o de
    minerales útiles, ha perforado la parte sólida de
    la superficie, y llevado de la curiosidad científica ha
    explorado los grandes fondos oceánicos; pero, hasta la
    fecha, la mayor profundidad que se ha podido medir, en las
    llamadas "fosas" del Pacífico, no llega a los 11000
    metros, la perforación más profunda que se ha
    hecho, para buscar petróleo,
    no alcanza a los 7000, y sólo muy contados seres humanos,
    como el profesor Piccard en el batiscafo "Trieste" han logrado
    descender a estas profundidades. Para darnos cuenta de lo que
    esto significa, podemos imaginar una esfera de tres metros de
    diámetro en la que quisiéramos clavar un alfiler y
    no lográsemos entrarlo mas de un par de milímetros.
    Recurriendo al viejo símil de la naranja, cabría
    decir que apenas hemos raspado un poquito en la superficie
    pigmentada de la cáscara. De lo que haya más
    adentro no sabemos nada con certeza; todo cuanto se ha dicho y se
    sigue diciendo acerca del interior del Globo son teorías, más o menos aceptables
    según que estén más o menos de acuerdo con
    los hechos comparables, pero teorías
    al fin.

    Hoy se admite que el centro de nuestro planeta se halla
    ocupado por un enorme núcleo esférico, tal vez de
    unos 7000 kilómetros de diámetro, compuesto de
    hierro y
    níquel, por lo que se ha convenido designarlo con el
    nombre de nife, de Ni y Fe, que son respectivamente los
    símbolos del níquel y del hierro en la
    terminología química y
    mineralógica. Dicho núcleo está envuelto por
    una capa de unos 1700 kilómetros de espesor constituida
    por silicatos ferromagnesianos. Rodeando esta capa se encuentra
    otra de 1200 Km. de espesor formada por silicatos
    magnésicos que recibe el nombre de "sima".

    Flotando sobre el sima se encuentra la corteza terrestre
    constituida por silicatos alumínicos en su mayor parte.
    Recibe el nombre de "sial" y su espesor, siendo pequeño,
    no es regular, extendiendo zonas en el fondo del mar en que
    prácticamente no existe, mientras que en otros lugares su
    espesor es de 80-90 km.

    En la perforaciones efectuadas en la corteza terrestre
    se ha encontrado un aumento gradual de la temperatura a
    medida que nos aceramos al centro de la tierra.
    Este aumento es de 1º por cada 33m de profundidad por lo que
    teóricamente en el centro de la tierra
    deberían de existir temperaturas cercanas a los
    200000º. Hoy no se cree que esto ocurra sino que la temperatura se
    estabiliza a unos 3000º ó 4000º y que el
    calor que la
    produce más bien se debe al producido por la
    desintegración de sustancias radioactivas que al calor residual
    de cuando la tierra se
    encontraba en estado
    ígneo.

    Estas elevadas temperaturas, unido a las enormes
    presiones a que se encuentran sometidos los minerales que
    constituyen el sima, proporciona a esta capa ciertas
    características de plasticidad. Por ello, la corteza
    terrestre, esta sobre el sima y en él se desplaza del
    mismo modo que lo hacen un iceberg en el mar.

    Así concebida, la estructura de
    la Tierra aparece como el resultado natural de un lento
    enfriamiento. Todas las teorías modernas sobre el origen
    de nuestro Globo están deacuerdo en que inicialmente
    estuvo formado por materiales en
    estado
    gaseoso; basta, pues, recordar que no todas las substancias
    cambiar de estado físico a las mismas temperaturas, para
    comprender que, por efecto de su licuefacción y su
    solidificación, dichos materiales
    tuvieron necesariamente que distribuirse de diferente modo. Los
    más pesados debieron de hundirse en el interior del
    esferoide en formación, mientras que aquellos que a la
    circunstancia de solidificarse muy pronto unían la de ser
    más livianos, hubieron de quedar flotando, al modo de
    escorias, sobre los que todavía se hallaban en estado
    líquido. Estos últimos serían los que
    formaron la capa de roca basáltica, que, al hacerse
    sólida a su vez, retuvo firmemente empotradas aquellas
    masas flotantes en tanto que el vapor de agua
    resultante de la combinación de hidrógeno y
    oxígeno pasaba al estado líquido y llenaba los
    espacios entre ellas.

    Esas masas intercaladas con los océanos y que,
    como hemos dicho, constituyen la tierra firme, son también
    lo que comúnmente llamamos corteza terrestre, por
    más que esta denominación se suele hacer extensiva,
    en forma un tanto vaga, al fondo de los mares, el cual, en
    efecto, cuando no se trata de grandes profundidades, puede ser
    una continuación de las masas de la tierra. Los materiales
    de que estas últimas se hallan formadas son los minerales.
    Por supuesto, el agua del
    mar es también mineral, pero este nombre se aplica
    más generalmente a los materiales sólidos de la
    corteza terrestre, los cuales en la mayoría de los casos,
    se presentan formando rocas.

    En el lenguaje
    vulgar una roca es una peña, una piedra cualquiera,
    siempre que sea de gran tamaño y sobre todo, dura. La
    dureza de la roca, dando al vocablo esta acepción
    familiar, se ha hecho proverbial. Pero en la terminología
    científica se llama roca a toda masa mineral de gran
    tamaño, y especialmente a aquellas que consisten en un
    agregado de diversos minerales. Un mineral es un cuerpo
    inorgánico de composición química
    homogénea, es decir, compuesto de los mismos elementos
    químicos, en proporción constante, en cualquiera de
    sus partes; una roca tiene una composición
    heterogénea porque es el resultado de la mezcla o
    agrupación de diversos minerales, y cuando está
    formada por un solo mineral que puede presentar distintos
    aspectos, pero que siempre se halla compuesto, en todas sus
    partes, de silicio y oxígeno en proporciones invariables;
    el granito en cambio, es una
    roca formada por la agrupación del cuarzo con otros
    minerales (mica, feldespatos), que no siempre están
    mezclados en igual proporción, ni lo están de un
    modo uniforme en todos los puntos de una misma piedra de
    granito.

    No hay que creer que los minerales que hoy forman la
    corteza terrestre son exactamente los mismos que resultaron de la
    solidificación de sus primitivos materiales, ni que se
    hallan dispuestos de la misma manera que entonces quedaron;
    muchos se han formado después, y se siguen formando
    aún, por los más variados procedimientos.
    Por ejemplo, la descomposición de restos vegetales fuera
    del contacto con los agentes atmosféricos, en una
    época en que ya había en el Globo insectos y
    anfibios, originó los yacimientos de hulla o carbón
    de piedra, cuya explotación tanto ha contribuido al
    progreso de la humanidad, y aun en nuestros días las
    salinas se forman por la evaporación de las aguas que
    llevan sales en disolución. La mayoría de las
    rocas, sin embargo, así como los minerales que contienen
    metales valiosos,
    son el resultado de la invasión de la corteza terrestre
    por los materiales en fusión
    todavía existen bajo ella, y que se conocen con el nombre
    general de magmas. Estos materiales, abriéndose paso de
    abajo arriba en el espesor de la tierra firme y
    enfriándose a medida que ascienden, acaban por formar
    dentro de aquélla grandes núcleos que se conocen
    como lacolitos, y tienden también a rellenar todas las
    grietas y rendijas constituyendo los filones. Por otra parte, de
    esos magmas se desprenden gases y
    vapores que, al ponerse en contacto con los minerales ya
    existentes que encuentran a su paso, reaccionan con ellos y dan
    lugar a que se produzcan nuevas combinaciones químicas,
    esto es, nuevos minerales. Conocido es el fenómeno de las
    solfataras, grietas frecuentes en algunos terrenos
    volcánicos, por las que escapan al exterior vapor de agua
    y diversos gases, entre
    ellos ácido sulfhídrico que se descomponen al
    contacto de la atmósfera,
    combinándose su hidrógeno con el oxígeno del
    aire y
    formándose depósitos más o menos
    considerables de azufre, que pueden explotarse y se explotan, con
    fines industriales. Este ejemplo es suficiente para demostrarnos
    que, aun cuando nuestro mundo es muy viejo, todavía
    conserva en actividad las fuerzas para agregar constantemente a
    su corteza nuevos materiales.

    3- LA
    CRISTALIZACION Y LOS CRISTALES

    Un de las cosas que más saltan a la vista en los
    minerales, diferenciándoles netamente de los seres
    orgánicos, es la propiedad que
    tienen de cristalizar, es decir, de adoptar formas
    poliédricas de una perfección geométrica
    admirable, en cuyo estado se designan con el nombre de cristales.
    Como en el caso de las rocas, el término "cristal" tiene
    en mineralogía un sentido bastante distinto de su
    significado corriente; cuando se menciona el cristal en la
    conversación usual, lo primero que viene a la
    imaginación es su transparencia, mientras que desde el
    punto de vista mineralógico no tiene importancia este
    atributo. Muchos minerales cristalizados apenas pueden
    calificarse de traslúcidos, y hay también muchos
    que son perfectamente opacos. Lo esencial en ellos es su figura
    poliédrica. La delicada comparación empleada por
    Campoamor en una de sus poesías más populares
    sería una atrocidad si el poeta hubiera escrito teniendo
    presente la acepción científica del vocablo en
    cuestión.

    Las formas poliédricas propias de los cristales
    son, según parece, una consecuencia de la
    disposición simétrica de los átomos de las
    substancias que componen el mineral, disposición que se ha
    comparado con la de los nudos de una red; pero para que los
    átomos adopten esta disposición es indispensable
    que el mineral se solidifique en determinadas condiciones.
    Así, hay ciertos minerales, entre ellos el alumbre y la
    sal común, que si están disueltos en agua
    cristalizan al solidificarse por evaporación de
    ésta, y hay otros, como el azufre o el bismuto, que forman
    cristales cuando, estando fundidos, pasan al estado sólido
    por enfriamiento. También se forman cristales por
    sublimación, esto es, por el paso del estado gaseoso al
    sólido sin mediar el estado
    líquido, como se observa en ciertos minerales de origen
    volcánico.

    Naturalmente, puede ocurrir qu7e en el cambio de
    estado físico no se realice exactamente en las condiciones
    indispensables para que haya cristalización, y entonces, o
    bien ésta es incompleta, o bien resulta un mineral amorfo,
    es decir, sin forma poliédrica. De lo primero tenemos un
    ejemplo en los casos en que, por ser la solidificación
    efecto de un enfriamiento excesivamente rápido o de una
    evaporación demasiada intensa, se forman los llamados
    cristales esqueléticos, que son unos como cristales
    huecos, cual si estuvieran profundamente excavados. La sal
    presenta a veces cristales incompletos de esta clase. En cuanto a
    los minerales amorfos, con frecuencia parece como si los
    átomos no tuvieran tiempo de adoptar
    la disposición recticular durante los cambios de estado, y
    como resultado se forma una masa irregular, rígida y
    frágil, que recibe el nombre de substancia vítrea.
    Hay minerales, en fin, que se presentan como coloidales, es
    decir, como la mezcla de dos substancias, una de ellas dividida
    en pequeñísimas partículas dispersas en la
    otra, que es unida y homogénea, y que se denomina medio de
    dispersión. La arcilla y el mineral de hierro llamado
    limonita son ejemplos de coloides.

    Volviendo a los minerales cristalizados, lo mismo pueden
    presentarse como cristales aislados que formando curiosas
    agrupaciones, ya en forma desordenada, o ya yuxtapuestos, en
    asociación paralela. A veces un conjunto de cristales
    descansa sobre una base amorfa del mismo mineral,
    denominándose este tipo de agrupación una drusa; y
    también son frecuentes los casos en que una masa amorfa
    profundamente cóncava, a modo de tosca olla o de gruta en
    miniatura, está interiormente tapizada de numerosos
    cristales, dando un poco la ilusión de una diminuta
    caverna de elfos o de hadas. En mineralogía se da a esto
    el nombre de geoda.

    En ciertos minerales se encuentran con frecuencia dos
    cristales, o un corto número de ellos, íntimamente
    asociados entre sí, como si se hallasen entrelazados o
    adheridos, constituyendo lo que se denomina una macla. Hay maclas
    de los más variados aspectos: unas veces los dos cristales
    forman una cruz, ya latina o ya de San Andrés; otras,
    parece como si uno de ellos se hubiera metido dentro del otro,
    aunque en distinta posición, diciéndose entonces
    que es una macla de penetración; otras, se adosan dos
    cristales en posición simétricamente inversa,
    formando una punta de flecha, etc. También se puede dar el
    caso de que se asocien cristales de dos minerales diferentes,
    encontrándose los de uno de ellos dentro de un cristal del
    otro, que es lo que se conoce como inclusiones, y a veces un
    cristal de un mineral encierra fragmentos amorfos, fibras o
    delgadas láminas de un mineral distinto. Un aspecto muy
    curioso de esta asociación es el fenómeno del
    encapuchamiento, que se da algunas veces en el cuarzo, y que
    consiste en la existencia de grandes láminas de mica
    dentro de un cristal de dicho mineral, paralelamente a sus caras,
    lo que permite separar del poliedro varias pirámides
    embutidas unas dentro de otras, como esas cajas chinescas que se
    van sacando desde la más grande a la más
    chica.

    El tamaño de los cristales varía
    enormemente; un mismo mineral puede formar cristales
    microscópicos, o poco menos, y otros de dimensiones
    gigantescas. La forma varía igualmente mucho. En cambio,
    lo que dentro de cada especie mineralógica permanece
    invariable es el valor de los
    ángulos diedros formados, cualquiera que sea la forma, por
    las caras homólogas. Por ejemplo, la galena, que tan de
    moda se puso
    en los días de los primitivos aparatos
    radiotelefónicos, es un mineral que suele cristalizar en
    cubos, pero muchas veces el cubo no es perfecto, sino que
    presenta sus cuatro vértices truncados, formando unas
    facetas triangulares, de manera que el poliedro es entonces un
    cuboctaedro, o sea una combinación del hexaedro regular, o
    cubo, con el octaedro. Ahora bien, las caras que en este caso
    corresponden al cubo forman ángulos diedros de 90 grados,
    exactamente como en el cubo verdadero. Si teóricamente
    ampliásemos las facetas formadas en los vértices
    hasta su límite máximo, las caras del cubo
    desaparecerían y tendríamos un octaedro regular, y
    las caras de este nuevo poliedro formarían ángulos
    diedros exactamente del mismo valor que el
    de los ángulos formados por la prolongación ideal
    de los planos determinados por la facetas del
    cuboctaedro.

    Esta constancia del valor de los ángulos diedros
    en cada especie mineral, reconocida ya por los mineralogistas del
    siglo XVII, se considera como una de las leyes
    fundamentales de la cristalización y proporciona, como es
    fácil comprender, un dato de verdadera importancia para la
    identificación de los minerales, así como para
    determinar con exactitud cuál es el tipo poliédrico
    de un cristal cualquiera, aunque por estar roto o por cualquier
    otra circunstancia no sea fácil apreciar su forma a
    primera vista. De ahí la utilidad que en
    mineralogía prestan los goniómetros, o aparatos
    para medir ángulos. Hay goniómetros de diversas
    clases, algunos de ellos muy complicados. Estos son,
    naturalmente, los que dan el valor de los ángulos con
    mayor precisión y los que se usan en los grandes
    laboratorios; pero al simple aficionado le basta el más
    antiguo de estos instrumentos, que se conoce como
    goniómetro de aplicación, y que es, al y al cabo,
    el que usaron para sus investigaciones
    los grandes maestros de la cristalografía. Consiste en dos
    reglitas metálicas articuladas por medio de un tornillo, a
    manera de tijeras, de modo que pueden formar ángulos
    variables, y
    una de las cuales forma el diámetro de un
    semicírculo graduado. Aplicando estas reglitas
    directamente contra las caras del cristal cuyo ángulo se
    desea medir, se obtiene su valor en el semicírculo
    graduado, que mide el ángulo opuesto por su
    vértice.

    El ejemplo que acabamos de ver, de los cristales de
    galena, permite considerar muchas de las formas cristalinas como
    derivadas, en
    teoría,
    de otras formas, mediante el truncamiento o achatamiento, ya sea
    de las aristas formadas por la intersección de dos caras
    antiguas, o ya de los vértices formados por la
    concurrencia de varias aristas. Otras modificaciones resultan de
    la aparición en cada arista, no de una sola faceta, sino
    de dos facetas paralelas, en ángulo diedro más
    obtuso que el que forman las caras primitivas correspondientes,
    que es lo que se llama modificación por biselamiento; o
    también de la formación, en cada vértice, de
    un grupo de
    facetas dando un nuevo vértice menos saliente, en cuyo
    caso la modificación es por apuntamiento. De acuerdo con
    otra ley de la
    cristalización, en todo cristal normal los elementos
    homólogos, las aristas y los vértices definidos por
    caras iguales; pero también se ven cristales en que
    aparecen modificaciones solamente la mitad o la cuarta parte de
    dichos elementos. Dícese de ellos que son
    meroédricos, por oposición a aquellos en que todos
    los elementos homólogos, modificados o no, son
    simétricos, a los cuales se califica de
    holoédricos. Hay asimismo cristales, llamados
    hemimórficos, que presentan una mitad diferente de la
    otra; por ejemplo, un prisma con una de las bases en forma de
    pirámide y la base opuesta completamente plana, como si
    estuviera cortado al través.

    Aparte de los elementos geométricos propios de
    todo poliedro (caras, aristas y vértices), reales y
    visibles, hay que considerar en los cristales otros elementos,
    llamados de simetría, que son puramente ideales o
    teóricos, no obstante lo cual tienen gran importancia para
    el reconocimiento de las diversas formas cristalográficas.
    Son estos elementos el centro de simetría, los planos de
    simetría y los ejes de simetría. El centro de
    simetría es un punto ideal que tiene la propiedad de
    dividir en dos partes exactamente iguales cualquier recta que
    pueda imaginarse a través del cristal y entre dos puntos
    opuestos del mismo. Plano de simetría es aquel que divide
    cristal en dos mitades simétricas entre sí, de
    manera que, si la división fuera real, arrimando a un
    espejo una de estas mitades su imagen
    completaría la forma del cristal entero. Finalmente, es un
    eje de simetría cualquier recta que pase por el centro de
    simetría y que permita hacer girar el cristal alrededor de
    ella ocupando varias posiciones son dos, se dice que el eje es
    binario; si son tres, ternario; si cuatro, cuaternario, y si
    seis, senario. Tomando nuevamente como ejemplo un cristal
    cúbico de galena veremos que en él hay tres ejes
    cuaternarios, que une los centros de la seis caras; cuatro ejes
    ternarios, que van de vértices a vértices, y seis
    ejes binarios, que unen los puntos medios de las
    aristas. En el mismo cristal hay nueve planos de simetría,
    tres que lo cortan paralelamente a las caras y seis que lo hacen
    oblicuamente, dividiendo cada uno de los segundos al cubo en dos
    prismas de base triangular. Un cristal en forma de prisma
    hexagonal tendrá, en cambio, siete planos de
    simetría, uno de ellos paralelo a las bases y los otros
    seis perpendiculares a ellas, y siete ejes de simetría,
    seis binarios (tres que unen entre sí las caras opuestas y
    tres que une las aristas perpendiculares a las bases) y uno
    senario, que pasa por los centros de ambas bases.

    Fundándose principalmente en los elementos de
    simetría, los mineralogistas distribuyen todas las formas
    cristalinas en siete grupos llamados
    sistemas, cada
    uno de los cuales comprende las formas holoédricas con
    igual número de planos y de ejes de simetría y la
    meroédricas que se consideran como derivadas de
    aquéllas, aun cuando en éstas, por ser su
    simetría incompleta, el número de algunos elementos
    sufre una reducción. Dichos sistemas se denominan regular
    o cúbico, hexagonal, trigonal, tetragonal, rómbico,
    monoclínico o monosimétricos, y triclinicos o
    simétricos.

    El Sistema
    Regular:
    Comprende cristales con nueve planos de
    simetría y trece ejes, tres de ellos cuaternarios, cuatro
    ternarios y seis binarios. Hay muchos minerales que presentan
    cristales de este sistema, entre
    ellos la galena, ya mencionada, o la sal común y la
    fluorita, de las que se encuentran con frecuencia bellos grupos de
    cristales cúbicos, transparentes o traslúcidos, ora
    incoloros, ora teñidos de bellos matices. La pirita,
    mineral de hierro sumamente común, que a veces contiene
    algunas partículas de oro, cristaliza también en
    este sistema, formando cubos, dodecaedros pentagonales o
    combinaciones de ambas formas. El granate, ya sea transparente o
    ya opaco, tan pronto del color rojo
    característico como negro o amarillo, ofrece igualmente
    cristales del sistema regular, por lo general
    trapezoédricos o rombododecaédricos. El hermoso
    rubí, que también entra en este grupo,
    cristaliza, en cambio generalmente en octaedros.

    Sistema Regular

    3 ejes cuaternarios

    4 ejes ternarios

    El Sistema Hexagonal: Se caracteriza por
    tener sus cristales siete planos de simetría, un eje
    senario y seis ejes binarios; sus formas holoédricas
    típicas son el prisma hexagonal, la pirámide
    hexagonal (que en realidad se compone de dos pirámides
    unidas por la base), y el prisma y la pirámide
    dihexagonales, estos últimos distintos de los primeros por
    presentar doble número de caras. El berilo, con sus
    estimadas variedades verde y azul pálida, respectivamente
    conocidas como esmeralda y aguamarina, forma cristales de este
    sistema, frecuentemente combinaciones de las diversas formas en
    él comprendidas. El agua cuando
    se solidifica constituyendo la nieve, cristaliza igualmente en
    este sistema, bajo el aspecto de cristalinos microscópicos
    hexagonales que se reúnen en diminutas maclas de las
    más variadas figuras, pero siempre hexagonales
    también.

    Sistema Hexagonal

    1 eje senario

    El Sistema Trigonal: Fue durante mucho
    tiempo
    incluido en el hexagonal, y sus formas pueden ciertamente ser
    consideradas como derivaciones meroédricas de
    aquél, pero todas ellas ofrecen un rasgo distintivo, cual
    es el presentar un eje de simetría ternario. Son cristales
    con las caras frecuentemente en forma de rombos, de trapecios o
    de triángulos escalenos. El cuarzo, tan común en la
    corteza terrestre, forma prismas pertenecientes a este sistema.
    La calcita o carbonato de calcio, uno de los minerales más
    conocidos por constituir los mármoles y las calizas, y que
    , cristalizada, se suele conocer como espato de Islandia, en este
    caso entra también en el sistema trigonal, adoptando la
    forma de romboedro o de escalenoedro. También cristalizan
    en este sistema las bellas turmalinas, cuyo nombre, derivado de
    "turamali", que es como les llaman en Ceilán, nos recuerda
    que de esta isla se llevaron por primera vez a Europa por los
    joyeros holandeses en el siglo XVIII. Si se corta al
    través un prisma de turmalina se ve que tiene
    sección triangular, lo que revela su condición
    hemiédrica.

    Sistema Trigonal

    1 eje ternario

    El Sistema Tetragonal: Los cristales
    presentan cinco planos de simetría, un eje cuaternario y
    cuatro binarios, éstos perpendiculares a aquél. Se
    ha llamado también sistema cuadrático porque en sus
    formas más típicas, que son el prisma tetragonal y
    la pirámide tetragonal, cualquier sección paralela
    a los radios binarios es perfectamente cuadrada. El circón
    y su hermosa variedad roja llamamos jacinto, cristalizan en este
    sistema, así como la casiterita, de la que se extrae el
    estaño.

    Sistema Tetragonal

    1 eje cuaternario

    El Sistema Rómbico: tiene tres
    planos de simetría solamente y también tres ejes,
    los tres binarios, desiguales y perpendiculares entre sí.
    Entre los minerales que cristalizan en este sistema figuran
    algunas tan conocidos como es azufre, que forma a veces cristales
    gigantes, la baritina, que se utiliza para preparar sales de
    bario, y el topacio del Brasil o falso
    topacio, simple variedad del cuarzo o cristal de roca, o con el
    topacio oriental, que es un corindón amarillo. Los
    aficionados a las joyas saben, sin embargo, que este
    último tiene generalmente más valor, simplemente
    por el hecho de ser menos abundante en la naturaleza que el
    topacio propiamente dicho. Para un entendido en
    cristalografía la diferencia entre estas diversas gemas
    homónimas es fácil, pues tanto el topacio oriental
    como el del Brasil
    cristalizan en el sistema trigonal y no en el
    Rómbico.

    Sistema Rómbico

    1 eje binario

    El Sistema Monoclínico o
    Monosimétrico:
    Solamente posee un plano de
    simetría, así como un eje único, que es
    binario. A él pertenece el vulgarismo de yeso, que suele
    formar curiosas maclas, con frecuencia en punta de flecha.
    Cristaliza igualmente en este sistema el feldespato ortosa,
    mineral que, agregado al caolín o caolinita
    (también monoclínico), se utiliza en la
    fabricación de las porcelanas.

    Sistema Monoclínico

    1 eje binario

    El Sistema Triclínico: Entran
    cristales sumamente asimétricos, como que carecen de
    planos y de ejes de simetría, y a él pertenecen
    unos cuantos minerales no muy conocidos de quien no es
    mineralogista, como la redonita y la labradorita.

    Sistema Triclínico

    No tiene ejes

    4- LA
    ESTRUCTURA DE
    LOS MINERALES

    Aparte de la disposición, que podríamos
    llamar arquitectónica, de los átomos, a la que
    parece deberse la forma cristalina, los minerales ofrecen la
    más notable variación en su estructura general.
    Muchos de ellos se presentan a primera vista como masas de un
    material unido y homogéneo, como ocurre con un trozo
    cualquiera de cuarzo, diciéndose de ellos que tienen una
    estructura compacta, pero hay otros que parecen estar
    constituidos por una acumulación de granitos, a veces
    sumamente pequeños, aunque bien visibles, y entonces se
    califica su estructura de granuda. Este tipo de estructura es el
    del mármol estatuario, llamado también
    mármol sacaroideo porque su fino grano le da el aspecto de
    azúcar de pilón. Cuando la substancia mineral se ha
    depositado en zonas concéntricas, la estructura se
    denomina concrecionada, pudiendo citarse como ejemplo las
    calcedonias, la ágatas y los ónices, variedades de
    cuarzo que por sus zonas alternadas de diversas tonalidades se
    utilizan en la talla de objetos ornamentales.

    Hay minerales, entre ellos el cobre, que
    muchas veces ofrecen el aspecto de ramas, secas o con su follaje,
    estructura arborescente que se denomina dendroidea. No es raro
    que un mineral con esta estructura se incluya en otro, formando
    delicadas ramificaciones que se conocen como dendritas, y en este
    caso la apariencia de una sección del conjunto, sobre todo
    si ha sido bien pulimentada, es enteramente la del dibujo de una
    planta hecho por algún hábil artista. La
    pirolusita, mineral de manganeso que comúnmente se
    denomina "jabón de vidriero" y que, por su modo de actuar
    en presencia del ácido clorhídrico, sirve para la
    preparación de los vulgares polvos de gas, invade a
    veces en esta forma la pizarras, siendo sus dendritas como
    plantas
    fósiles por los aficionados a coleccionar objetos
    raros.

    Otra estructura muy notable es la fibrosa, de la que se
    distinguen diversas variedades, y así se dice que es
    acicular cuando el mineral forma fibras rectas y rígidas
    como agujas, fibrorradiada cuando las agujas irradian desde un
    punto común, bacilar si se trata de fibras rectas y
    mediante gruesas, a modo de palitos, capilar si son finas y
    flexibles como cabellos, etc. La estibiana o antimonita, de la
    que se extrae el antimonio, que por su propiedad de endurecer el
    plomo se considera desde la última guerra como
    uno de los principales "metales estratégicos", presenta
    con mucha frecuencia la estructura fibrosa acicular o la bacilar.
    Más famosas como minerales fibrosos, sin embargo, son la
    tremolita o anfibol blanco, la actinotita o anfibol verde y la
    variedad de serpentina conocida como crisotilo, todas ellas
    denominadas corrientemente amiantos o asbestos. Las tres forman
    fibras muy finas, comparables a la seda o algodón, lo que
    hace que se presten a numerosas aplicaciones útiles,
    pudiendo confeccionarse con ellas tejidos que
    sirven para ropas incombustibles, telones de teatro, mechas,
    etc. Sabido es que en la antigüedad clásica ya se
    conocía la condición textil del amianto, con el que
    los nobles romanos hacían tejer manteles para darse el
    gusto de arrojarlos al fuego y asombrar a sus comensales
    después de los banquetes. No es raro encontrar masas
    fibrosas de estos minerales apretadamente apelmazadas, a las que
    se designa, de acuerdo con su aspecto, con los nombres de
    cartón de montaña, fieltro de montaña,
    corcho de montaña, etc.

    Algunos minerales, como la mica y la variedad de yeso
    llamada espejuelo de asno, tienen estructura laminar u hojosa, es
    decir, parecen estar constituidos por innumerables hojas o
    láminas adheridas entre sí, que sin mucha
    dificultad pueden separarse con la punta de un cortaplumas u otro
    utensilio similar. Relaciónase esta estructura con la
    propiedad que muchos minerales de ser exfoliables, esto es, de
    romperse siempre siguiendo planos determinados. En el espejuelo
    de asno, en la mica, en el talco llamado por antonomasia laminar
    y en otros, la exfoliación o crucero, como también
    se dice, es en un solo sentido, pero otros minerales presentan
    dos o más planos de exfoliación, y entonces se
    rompen dando figuras geométricas, que reciben el nombre de
    sólidos de exfoliación, y que tienen cierta
    relación con el modo de cristalizar. La galena, por
    ejemplo, se parte invariablemente formando cubos. La fluorita o
    espato flúor, sin embargo, al romperse tiende siempre a
    formar octaedros, aunque sus cristales son muchas veces cubos
    perfectos.

    Muchos minerales no tienen exfoliación; los de
    estructura compacta o los de estructura granuda muy fina suelen
    presentar lo que se llama fractura concoidea o concoidal, lo que
    quiere decir que, si se rompen, en la superficie de fractura se
    observan abultamientos y depresiones suavemente redondeados, que
    recuerdan un tanto la figura de una concha bivalva. Otros hay
    cuya fractura lisa, o astillosa, o terrosa, términos que
    no necesitan explicación para que se entienda su
    significado.

    5- LA
    DUREZA Y EL PESO DE LOS MIENRALES

    En la mente del profano en mineralogía se
    confunde siempre un poco las nociones del mineral y de piedra,
    aun cuando no son exactamente sinónimas, ni mucho menos.
    De ahí que, para el vulgo, sean atributos obligados de los
    minerales el ser duros y pesados. Sin embargo, en esto, como en
    todas las cosas de este mundo, hay sus más y sus menos. Un
    diamante, por ejemplo, es durísimo; tan duro, que
    solamente se puede tallar con ayuda del polvo de otro diamante; y
    en cambio, el talco laminar es tan blando que se puede rayar con
    la uña sin la menor dificultad. Esto, claro está,
    tratándose de los minerales en general, que se hallan en
    estado sólido a la temperatura del aire, pues no hay
    que olvidar que ciertas substancias líquidas (el agua y
    el
    petróleo, sin ir más lejos) son también
    minerales y en ellas no cabe hablar de dureza, en el sentido
    mineralógico al menos.

    Para el mineralogista, la dureza de un mineral consiste
    en la resistencia que
    ofrece a dejarse rayar por otro, y es, por consiguiente, una
    propiedad relativa; un mineral es más blando que otro
    porque se puede rayar con este otro, y más duro que un
    tercero. Un sabio alemán del siglo XVIII, Werner, que fue
    quien primeramente dio carácter científico al
    estudio de los minerales, clasificaba éstos, de acuerdo
    con su dureza, en muy blandos, que se pueden rayar, y aun cortar,
    con una navaja; semiduros, cuando difícilmente se rayan
    con la navaja, pero no se pueden cortar con ella, y duros, en los
    que la navaja no tiene efecto ninguno. Como primer intento de un
    método
    para medir la dureza estaba bien, pero el procedimiento era
    muy poco exacto; en los minerales blandos y semiduros, por
    ejemplo, la cosa dependía mucho de la calidad de la
    navaja y de que estuviera ésta más o menos afilada.
    De ahí que más tarde otro mineralogista germano,
    Mohs, idease una escala de dureza
    mucho más precisa, que es la que generalmente se utiliza
    todavía hoy, y que está formada por diez minerales
    típicos, designándolos con números, desde el
    más blando al más duro, en esta forma:

    1. Talco
    2. Yeso
    3. Calcita
    4. Fluorita
    5. Apatito
    6. Ortosa
    7. Cuarzo
    8. Topacio
    9. Corindón
    10. Diamante

    Mediante el uso de esta escala, para
    expresar la dureza de un mineral basta asignarle el número
    correspondiente, si es rayado por el cuarzo y raya el apatito,
    por ejemplo, su dureza será 6, como la de la ortosa. Los
    dos primeros números corresponden a los minerales que
    Werner llamaba muy blandos, los números 3 y 4 a los
    blandos, el 5 y el 6 a los semiduros, y los cuatro restantes a
    los duros. Una de las ventajas de la escala me Mohs consiste en
    que, en realidad, en ella se establecen diecinueve grados de
    dureza, por haber un grado intermedio entre cada dos
    números consecutivos; por ejemplo, de la casiterita o mena
    de estaño, que raya la ortosa y es rayada por el cuarzo,
    se dice que su dureza es 6,5. Y todavía cabe admitir un
    grado inferior de 1, ó sea 0,5, pues hoy se conocen
    algunos minerales, como la molibdenita, más blandos que el
    talco. Yendo al extremo opuesto, si bien es cierto que el
    diamante es el mineral más duro conocido, no es exacto que
    sea el más duro de todos los cuerpos, como todavía
    se dice en algunos libros. El
    produce hoy, artificialmente, materiales más duros que el
    diamante, como el carborundo o carburo de silicio.

    Es curioso que la naturaleza de un
    mineral no sea siempre uniforme; los hay que son más duros
    por unos lados que por otros, o cuya dureza varía
    según el sentido en que se trate de rayarlos, por lo
    general, si están cristalizados, de acuerdo con la
    dirección de sus ejes. Es muy posible que
    ello relacione con la exfoliación, y tal vez esa falta de
    uniformidad exista en todos lo minerales exofoliables, aunque en
    muchos casos no podamos apreciarla con los medios de que
    disponemos. En la cianita, mineral de alúmina de color azul, muy
    abundante se sierra nevada y otros lugares de España, la
    diferencia es tan notable, que al b rayarla en una determinada
    dirección sólo ofrece la dureza del
    apatito, mientras que en otra dirección sólo ofrece
    la dureza del apatito, mientras que en otra dirección es
    tan dura como cuarzo.

    No hay que confundir la dureza con la tenacidad, que es
    la resistencia a
    toda clase de golpes. Mucha gente cree que cuando más duro
    es el mineral tanto más difícil es romperlo, cuando
    en realidad ocurre casi siempre lo contrario. En algunos autores
    antiguos se lee que, si se pone un diamante sobre un yunque y se
    golpea con un martillo, antes que romperse se incrusta en el
    acero. Si el
    autor posee alguna de esas valiosas piedras, conviene que no haga
    la prueba. El diamante es sumamente frágil, como lo son la
    mayoría de los minerales muy duros, algunos que no tienen
    esta última cualidad son también frágiles, y
    a veces se manifiesta en ellos la fragilidad de un modo muy
    curioso, como ocurre en la blenda, que salta en partículas
    si se hace presión sobre ella con un cortaplumas o un
    punzón. Cuando ofrecen esta particularidad se dice de los
    minerales que son agrios. También hay muchos minerales
    que, aun cuando son poco tenaces, no son frágiles; unos,
    al golpearlos, se extienden en láminas,
    denominándose maleables; otros se estiran
    fácilmente en forma de hilos, en cuyo caso se designan
    como dúctiles. Como ejemplo de un mineral bien conocido
    dúctil y maleable basta recordar el oro.

    Por lo que se refiere al peso, en general se puede
    afirmar que los metales,, o los minerales que contienen metales,
    son más pesados que los minerales pétreos, o no
    metálicos. Pero ante todo hay que tener presente que los
    minerales no se pesan como si fuera patatas o fardos de lana.
    Cuando un mineralogista nos dice que el platino pesa 21, no
    quiere decir que su peso de 21 kilos, o de 21 gramos, pues para
    ello habrían tenido que empezar por indicar el volumen del trozo
    de platino puesto en la balanza. Lo que en realidad se expresa es
    el peso específico, es decir, la proporción entre
    el peso del mineral y el peso del agua destilada, en igualdad de
    volumen, de manera que aquella cifra significa que el platino
    pesa veintiuna veces lo que el agua destilada, comparando
    volúmenes iguales. Los mineralogistas miden dicha
    proporción por medio de balanzas especiales o de otros
    ingeniosos aparatos, basados generalmente en el bien conocido
    principio de Arquímedes. La inmensa mayoría de los
    minerales, si se pasan primero fuera del agua y después
    dentro de ella, en el segundo caso pesaran bastante menos. La
    diferencia entre ambas pesadas, en virtud de dicho principio, nos
    dice exactamente cuál es el peso de un volumen de agua
    igual al suyo, y bastará dividir su peso en el aire por
    dicha diferencia para conocer su peso específico, que es
    el cociente de esta división. Así, si un trozo de
    niquelita, o mineral de níquel, de 2 kilos y cuarto, se
    pesa dentro del agua destilada, no arrojará más que
    1.950 gramos, lo que significa que desplaza un volumen de agua
    que pesa 300 gramos, y dividiendo 2250 por 300 obtendremos la
    cifra de 7.5, que es el peso específico de la niquelita; o
    lo que es lo mismo, en igualdad de
    volumen, este mineral pesa siete veces y media lo que el agua
    destilada.

    Digo que esa diferencia de peso dentro del agua y fuera
    de ella se observa en la mayoría de los casos porque hay
    unos pocos minerales, extraordinariamente livianos, en los que
    dicha diferencia es apenas sensible, o no existe. El
    ámbar, por ejemplo, tiene un proceso
    específico casi igual al del agua destilada, por lo que,
    si bien se hunde en el agua dulce, flota en el mar.
    También es muy ligera la sepiolita, en otro tiempo tan
    usada para hacer pipas, bajo el nombre de espuma de mar; su peso
    específico es 2, pero puede descender a 1,2 en algunos
    pozos ligeramente porosos y flotar en ciertas aguas, lo que
    justifica el nombre de "piedra loca" que se le da en algunas
    partes.

    Los metales nativos son, por lo general, como ya he
    dicho, muy pesados. Todo aquel que haya leído algo sobre
    los buscadores de
    oro sabe que en eso se funda el procedimiento
    empleado por éstos para separar el valioso metal de las
    arenas auríferas, echando éstas en agua para que el
    oro se vaya al fondo. El único metal líquido, el
    mercurio, es uno de los más pesados, aunque no lo es tanto
    como el oro, que a su vez pesa menos que el platino, cuando
    éste es puro y ha sido forjado. En la naturaleza el
    platino está casi siempre purificado por el hierro o
    algunos metales raros, como el iridio y el osmio. Este
    último también se encuentra muy raras veces puro,
    en forma de minúsculos granitos blancos, y es entonces el
    más pesado de los metales; su peso específico pasa
    nada menos que de veintidós veces y media el del agua
    destilada.

    6- EL
    COLOR, EL BRILLO Y LA TRANSPARENCIA

    Lo que más llama la atención de la gente
    en los minerales, como es lógico, son aquellos caracteres
    que "entran por los ojos". Un metal o una piedra preciosa
    alcanzará tanto mayor precio cuanto
    menos abundante sea, pero la estimación en que lo tenga el
    vulgo dependerá sobre todo de color, de su brillo o de su
    transparencia, o mejor aun, de estas tres cualidades reunidas.
    Quítesele a una esmeralda su bello color verde y no
    será mas que un berilio, o a la amatista su
    coloración violeta y se convierte en un vulgar pedazo de
    cristal de roca. Las piedras que, como las gemas mencionadas, son
    simples variedades de minerales normalmente menos vistosos, deben
    sus lindos colores a
    substancias extrañas; lo tienen, por así decirlos,
    prestados. Con razón se las conoce como minerales
    alocromáticos, esto es, con colores ajenos.
    La esmeralda, por ejemplo, es un berilo teñido de verde
    por una pequeña adición de cromo; el
    corindón, que es un óxido alumínico
    incoloro, mediante una ligera impureza de cromo, o de hierro o
    titanio, pasa a ser respectivamente rubí o zafiro, las dos
    piedras preciosas más estimadas después del
    diamante y la esmeralda. La ciencia,
    utilizando medios analíticos cada vez más
    sensibles, va descubriendo las substancias que colorean los
    minerales alocromáticos. Así la amatista tiene
    color violeta debido a trazas de manganeso y la fluorina es verde
    a causa de pequeñísimas cantidades de hierro y
    manganeso que contiene.

    Por regla general los colore prestados, o accidentales,
    como también se dice, se encuentran en los minerales
    transparentes, o cuando menos traslúcidos. Los metales,
    los minerales metálicos y aquellos que, sin ser
    metálicos, son opacos, en la mayoría de los casos
    tienen color propio, y de ellos se dice que son
    idiocromáticos. El amarillo del oro, el gris de la galena,
    el rojo de la cuprita son colores propios, como lo son
    también el rojo del cinabrio, el verde de la malaquita, el
    amarillo pálido del azufre o el pardo obscuro de la
    limonita. Una diferencia bastante general entre los minerales
    alocromáticos, y que en muchos casos puede recibir para
    reconocer s son lo uno o lo otro, consiste en que, reducidos a
    polvo muy fino, los primeros son blancos o blancuzcos, mientras
    que los segundos conserva su color o presentan otro color
    diferente. Generalmente esta diferencia se aprecia mediante lo
    que se llama "la raya" , es decir, frotando un borde de mineral
    sobre un trozo de esponja de porcelana, o sea la porcelana blanca
    y áspera. Los minerales con colores accidentales no dejan
    huella coloreada ninguna, o a lo sumo producen una ligera
    marca
    blanquecina, mientras que los idiocromáticos dejan una
    raya, muchas veces de un color totalmente distinto del que ellos
    presentan. La limonita por ejemplo, no deja una raya parda, sino
    amarilla; la piritas, así de hierro como de cobre, son
    amarillas y dejan una raya verde; el oligisto, que es negro,
    tiene la raya roja, y del mismo color son la raya y el polvo de
    la variedad parda, la hematites, que cuando se encuentra en forma
    terrosa constituye el ocre rojo, muy empleados en pintura antes
    de conocerse los colorantes sintéticos. El oro la plata,
    la antimonita, el grafitos y otros muchos minerales dejan raya de
    su color, o muy parecida a él.

    No deben confundirse los colores ajenos de los minerales
    alocromáticos con los que, al contacto con la atmósfera, toman
    algunos de los que poseen color propio. Todo el mundo conoce el
    blanco característico de la plata, pero en el mineral
    nativo sólo se le observa si se corta, pues al exterior
    toma aquél una pátina negruzca o amarillenta debida
    a la formación de sulfuro argéntico. Del mismo
    modo, el cobre, expuesto a la acción atmosférica,
    cambia su hermoso rojo en verde o en pardo rojizo, por
    carbonatación u oxidación.

    Algunas veces los colores de los minerales no son
    uniformes; ya hemos hablado de las capas concéntricas de
    variadas tonalidades propias de las ágatas y los
    ónices. También hay minerales que tiene un aspecto
    irisado o tornasolado, como con frecuencia se observa en la
    limonita y en la calcopirita o pirita de cobre. Otro mineral
    cuprífero, la bornita, por la acción
    atmosférica adquiere igualmente bellas irisaciones que le
    han valido los nombres vulgares de cobre abigarrado, cuello de
    pichón o pechuga de paloma, los dos últimos
    alusivos a sus matices cambiantes, azules y purpúreos.
    Este hermoso efecto no sólo se debe a la diversidad de
    tonos, sino también a que dichos minerales presentan un
    brillo igual al que es característico del oro, la plata, y
    otros metales nobles, y que por eso mismo se conoce como brillo
    metálico. Existen otros tipos de brillo o lustre, que por
    comparación se denominan diamantino, vítreo,
    céreo, sedoso, etcétera, calificándose de
    mate el mineral que carece de brillo en absoluto, lo que en
    realidad ocurre pocas veces.

    Una de las mil curiosidades relativas al color de los
    minerales es que nos ofrece el crisoberilio, piedra que, sin ser
    exactamente lo que llamamos preciosa, tiene bastante valor en
    joyería; a la luz solar es
    verde, mientras que bajo la iluminación artificial aparece
    rojo. Otros minerales presentan distinto color cuando se los mira
    por transparencia, como ocurre con algunas fluoritas, que vistas
    al trasluz son francamente verdes, y miradas directamente
    aparecen tirando más bien a violadas. Y esto no
    sólo ocurre con aquellos que son transparentes, sino
    también con algunos traslúcidos u opacos, siempre
    que se los reduzca a láminas muy delgadas. El oro
    preparado en "panes" que usan los doradores, por ejemplo, mirado
    a trasluz resulta verde.

    En mineralogía, para decir que un cuerpo es
    transparente es preciso que, aun en capas gruesas, permita ver a
    su través las cosas o leer un escrito. Si un mineral deja
    pasar la luz, pero no
    permite distinguir los objetos o las letras a su través,
    se considera como traslúcido, y se llama opaco si impide
    el paso de la luz. Naturalmente, estos últimos, reducidos
    a láminas sumamente finas, pasan a ser traslúcidos
    y hasta transparentes. La variedad de calcedonia que
    comúnmente conocemos como sílex o pedernal es
    opaca, pero tiene los bordes traslúcidos, por ser
    generalmente muy delgados.

    La transparencia va muchas veces acompañada de
    otras propiedades interesantes; un gran número de
    minerales transparentes presentan lo que se llama doble
    refracción, propiedad que consiste en poder ver a
    través de sus cristales los objetos o las letras
    duplicados. Hay minerales en este fenómeno óptico
    está muy marcado, siendo notable en este sentido el
    aparato de Islandia, o calcita transparente; pero en otros
    solamente se puede observar por medio de aparatos especiales. En
    uno u otro caso, los que gozan de esta doble refracción se
    conocen como birrefringentes; los minerales amorfos y los que
    cristalizan en el sistema regular no la tienen nunca, es decir,
    carecen de esa especie de doble transparencia, por lo que se
    denominan monorrefringentes.

    Como se comprenderá, sabiendo esto, la propiedad
    en cuestión está relacionada con la estructura
    cristalina de los minerales, lo mismo que ocurre con otro
    fenómeno de transparencia relacionado con el color de los
    mismos y que se designa con el nombre de policroísmo. Casi
    todos los minerales birrefringentes coloreados, al mirarlos a
    trasluz ofrecen un color diferente según como se hallen
    orientados sus ejes; la turmalina, que cristaliza en el sistema
    trigonal, si se mira al trasluz en una lámina tallada
    paralelamente a su eje ternario, aparece de un color pardo
    obscuro, que puede tirar a verde o a azul, mientras que si la
    lámina ha sido cortada perpendicularmente a dicho eje, el
    color será verde claro o amarillo verdoso. Algunas micas
    ofrecen la misma propiedad, y también hay esmeraldas. Que
    según como se las ponga al trasluz, se ven de un matiz
    verde pálido o de verde azulado obscuro. Llámase a
    estos minerales dicroicos, denominándose tricoicos a los
    que ofrecen hasta tres colores distintos, como ocurre con un
    silicato llamado cordierita, que mirado por transparencia resulta
    azul obscuro en una dirección, azul claro en otra y
    amarillo en otra.

    7-
    MAS PROPIEDADES NOTABLES DE LOS MINERALES

    Aparte de los diversos caracteres perceptibles a simple
    vista, poseen los minerales otros muchos, no menos interesantes,
    que sólo se ponen de manifiesto mediante la acción
    de fuerzas extrañas. Uno de ellos es la fosforescencia, o
    propiedad de emitir luz en la obscuridad la variedad de fluorita
    llamado fósforo de Bolonia y la del apatito conocida como
    fosforita, deben sus nombres justamente a la circunstancia de
    que, sometidas al calor, producen un resplandor bastante visible,
    azul el de la primera y verdoso el de la segunda. La luminosidad
    de la fosforita, si se la calienta a 51 grados o más,
    puede persistir más de una hora. En la obscuridad, los
    rubíes y zafiros fosforecen bajo la acción de una
    corriente eléctrica; el cuarzo produce destellos de luz si
    se frotan con cierta fuerza un
    trozo contra otro; la mica, si está bien seca, los da por
    simple exfoliación, y en algunas blendas se puede obtener
    el mismo resultado con sólo rozarlas con las barbas de una
    pluma de ave. El diamante, si ha sido expuesto directamente a los
    rayos del sol durante algún rato, llevado a in lugar
    obscuro emite una claridad ligeramente azulada.

    También por calentamiento, por frotación o
    por mera presión se puede hacer que muchos minerales se
    carguen de electricidad. Los
    antiguos conocían ya este fenómeno y sabían
    que si se frotaba un trozo de ámbar con un paño o
    una piel
    adquiría la virtud de atraer las cosas livianas, tales
    como plumitas o pedacitos de papel o de
    medula de saúco. Precisamente por eso, del nombre griego
    del ámbar, elektron, se sacó la palabra electricidad.
    Otros minerales, como el azufre y el cuarzo, se electrifican
    igualmente de este modo; el yeso, fluorita y otros, se cargan de
    electricidad calentándolos, y hay algunos, como el espato
    calizo y el aragonito, en que se manifiesta la misma propiedad
    sin más que apretarlos con los dedos. Le electricidad
    obtenida por elevación artificial de la temperatura se
    conoce como piroelectricidad, y la que se consigue por
    presión, ya sea con los dedos o mediante dispositivos
    especiales, se denomina piezoelectricidad.

    El cristal de roca es sumamente piezoeléctrico si
    se le somete a cierto grado de presión; cortando de este
    mineral láminas muy delgadas en ciertas direcciones,
    relacionadas con su simetría, éstas se cargan por
    una cara de electricidad negativa, y si se somete dichas
    láminas a una corriente eléctrica alterna, se
    observa que vibran, dilatándose y contrayéndose
    sucesivamente. La frecuencia de la vibración depende de la
    dirección en que ha sido tallada la lámina y sus
    proporciones, de manera que es constante para una lámina
    determinada. A esta propiedad se debe el uso que la
    láminas de cristal de roca se hace en radiotécnica,
    tanto para que sea constante la longitud de onda emitida, como
    para recibir radiaciones de una determinada longitud de onda. En
    la última guerra mundial,
    donde las unidades mecanizadas, así terrestres como
    aéreas, se comunicaban por radio con las
    bases de operaciones y
    entre ellas mismas, se utilizaron con este fin millones y
    millones de esas laminillas de cuarzo, tan delicadamente talladas
    que el simple roce con los dedos podía alterar su radio frecuencia.
    Basta tener en cuenta que para cada aeroplano y para cada tanque
    se necesitaban algunos centenares de ellas, para formarse una
    idea de la cantidad de mineral que esto representaba.

    El antimonio y el bismuto poseen la propiedad de que,
    puestos en mutuo contacto y calentado el punto de unión,
    se establece entre ellos una corriente eléctrica, que
    durante el enfriamiento cambia de sentido. Este fenómeno,
    en el que se basan las pilas
    termoeléctricas, se observa igualmente en la pirita, con
    la particularidad de que en el mismo mineral hay cristales
    positivos y negativos, y aun existen algunos que, en
    relación con la dirección de las aristas, tienen
    una parte con una clase de electricidad y otra parte con la clase
    contraria.

    El descubrimiento más trascendental del
    último decenio del siglo pasado, descubrimiento que
    inmortalizó los nombres de Becquerel y de madame Curie,
    fue sin duda alguna el de la radiactividad, propiedad de que
    gozan la uraninita o pechblenda y unos pocos minerales
    más, de emitir radiaciones capaces de producir
    fenómenos tan curiosos como la conversación del
    aire en buen conductor de la electricidad y la impresión
    de placas fotográficas a través de cuerpos opacos.
    Dicha propiedad se debe a la presencia en esos minerales,
    conocidos por tal razón como "radioactivos", de algunos de
    los elementos llamados radio, actinio y polonio, en cantidades
    muy reducidas. Si todavía hoy, después de medio
    siglo de conocerlos, nos asombran la radiactividad y los
    fenómenos que con ella se relacionan, no es sino porque
    durante muchos siglos permanecieron ignorados; en época ya
    remota, sin embargo, no debió parecerles a los hombres
    menos extraordinaria la propiedad, hoy para todos familiar, que
    algunos minerales tienen de poner en movimiento la
    aguja imantada cuando se les acerca a ella. El magnetismo, que
    así se denomina esta virtud, puede ser simple, que es
    cuando la atracción se realiza por igual sobre ambos polos
    del imán, o polar, si hay atracción de uno y
    repulsión del otro. Son magnéticos del tipo simple
    los minerales que contienen hierro, así como el platino
    cuando está impurificado por este metal, como generalmente
    ocurre, y también algunos de los minerales de
    níquel y de cobalto, pero el magnetismo polar
    se halla solamente en algunos ejemplares de magnetita,
    óxido de hierro conocido también, por este motivo,
    como hierro magnético o piedra imán.

    Los minerales y las rocas que contienen hierro se hacen
    notablemente magnéticos si se los somete a un
    electroimán, procedimiento que se utiliza justamente para
    reconocer la presencia de dicho metal. Del mismo modo, hay
    sencillos procedimientos
    para reconocer otros minerales poniendo en evidencia alguno de
    sus caracteres. Tal ocurre con aquellos en que se puede descubrir
    un olor peculiar. El ámbar, por ejemplo, despide un aroma
    característico, bastante agradable, cuando se quema; las
    arcillas huelen a tierra húmeda si se les echa aliento, y
    otros cuerpos exhalan sus olores propios si se los frota o se los
    pulveriza, según vemos en las calizas fétidas, que
    huelen a huevos podridos, o en la pirita y en la caliza
    bituminosa, que también dan mal olor, o en los minerales
    que llevan arsénico, que lo dan a ajos, o en los que
    contienen azufre, en fin, cuyo olor a pajuela es bien
    conocido.

    Cuando se trata de minerales fácilmente solubles
    en el agua, es a veces posible reconocerlos por el sabor, que se
    pone de manifiesto al tocarlos con la lengua
    húmeda. Nadie ignora el sabor de sal común, que por
    ser tan característico calificados de "salado", y
    también son bastante conocidos el sabor amargo de la
    epsomita o sal de La Higuera, el salado fresco del salitre y el
    metálico astringente, parecido al de la tinta, de la
    alunita o piedra de alumbre.

    También tacto puede servir para identificar
    algunos minerales. Los hay que son ásperos y los hay
    suaves, y entre los segundos existen algunos, como la serpentina,
    el grafito y el talco, que son más o menos untuosos,
    produciendo en los dedos una impresión similar a la del
    jabón. Si la prueba táctil se hace con la punta de
    la lengua, en
    ciertos minerales muy ávidos por la humedad, tales como la
    espuma de mar y la arcilla, se observa en seguida un tendencia a
    la adherencia o apegamiento.

    Hemos aludido a los minerales que se disuelven en el
    agua, y hay que agregar que los que en este caso se hallan son
    relativamente pocos. La mayor parte de ellos, y sobre todo los
    metálico, solamente se pueden disolver tratándolos
    con diversos ácidos. El oro y el platino son
    únicamente solubles en agua regia, que es una mezcla de
    los ácidos nítrico y clorhídrico. En ellos
    se basa al conocido procedimiento usado por los joyeros para
    juzgar el valor de las alhajas y monedas de oro por medio de la
    "piedra de toque". Esta consiste simplemente en un trozo de
    cierta variedad de cuarzo, llamada lidita o jaspe de Egipto, sobre
    el cual se deja, por frotación con el objeto de oro, una
    ligera huella, que es inmediatamente tratada por el reactivo. Con
    esto basta para que la experiencia del joyero le permita
    reconocer con bastante aproximación la mayor o menor
    pureza del metal.

    Aparte de las curiosas propiedades que muchas veces se
    manifiestan en ellos mediante la elevación de la
    temperatura, el comportamiento
    de los minerales ante está varía muchísimo,
    sobre todo en cuanto a su fusibilidad. Por regla general, los que
    no son metálicos se funden muy difícilmente, y
    algunos solamente lo hacen si se agrega otro mineral, que recibe
    por esto el nombre de fúndente. La fluorita, por ejemplo,
    se funde fácilmente si es acompañada por el yeso.
    Los minerales metálicos y los metales nativos son casi
    siempre más fusibles, si bien hay excepciones, como el
    oro, que sólo se funde a los 1063°C, o el platino, que
    lo hace a los 1765°C. Así como han establecido una
    escala de fusibilidad, que va desde la antimonita, fusible a la
    llama de una bujía, hasta el cuarzo, que no se funde ni
    aun con el soplete. Claro está que no se incluyen en dicha
    escala aquellos minerales que se hallan en estado líquido
    a la temperatura ordinaria, como el mercurio o el
    petróleo, y también hay que advertir que el
    punto de fusión
    más elevado que en ella se establece no responde
    enteramente a la realidad. El cuarzo, en efecto, puede fundirse a
    los 1775°C, lo que está bastante por debajo de la
    temperatura a que se funde el iridio.

    Con los minerales metálicos, pulverizados y
    mezclados con un poco de carbonato de sódico, se pueden
    hacer muy interesantes experimentos
    aplicándoles el calor de una llama activa con un soplete.
    El polvo mineral debe colocarse sobre un trozo de carbón,
    en el que se haya hecho con el cortaplumas una pequeña
    cavidad a propósito para el caso. Por lo general, al
    fundirse, el mineral de un gránulo o botoncillo, que en el
    caso de la galena será plomo, gris brillante y maleable, y
    en el de los minerales de cobre será rojo o negro. Cuando
    se opera con un mineral rico en hierro quedan partículas
    irregulares, magnéticas. A veces se forma alrededor de la
    foseta del carbón una aureola, que en los minerales de
    plomo es amarillenta y en los de bismuto anaranjada, aunque al
    enfriarse se convierte en amarilla de limón. Los minerales
    de arsénico y antimonio producen una aureola, blanca, pero
    no dejan gránulo metálico. Muchos de dichos
    minerales, si su polvo, humedecido y mezclado de bórax, se
    toma con el extremo de un hilo de platino doblado en forma de
    pequeño aro, al ser sometidos al calor de la llama forman
    una linda perla de color, variando éste según la
    parte de la llama con que se opere. En la llama se pueden
    distinguir claramente dos zonas, una interna, muy luminosa, que
    es la zona reductora y otra periférica, menos brillante y
    más transparente, la zona oxidante. Al avivar la llama con
    el soplete, en forma de dardo, es fácil llevar la gota de
    polvo metálico a la zona que se desee. Si el mineral es
    ferrífero, se obtendrá con la zona reductora una
    perla verde, y con la zona oxidante una perla amarilla que al
    enfriarse se convierte en blanca. Los minerales de cobalto dan en
    todos los casos una perla azul; los de cobre la dan incolora o
    roja si se emplea la parte reductora, y verde si se emplea la
    oxidante, y los de níquel la producen gris en el primer
    caso y parda en el segundo.

    El arte de la
    pirotecnia, de obligada intervención en todos los festejos
    populares, se basa en gran parte en la propiedad de muchos
    minerales tienen de colorear vivamente la llama, sea por
    sí solos o después de haber sido tratados por el
    ácido clorhídrico. La sal, y en general los
    minerales de sodio, dan al fuego un color amarillo; los de
    potasio lo tiñen de violeta, de naranja los de calcio, de
    rojo los de estroncio, etc.

    Y no paran aquí los efectos curiosos que en los
    minerales produce la acción del fuego. Todo el mundo sabe
    que si se echa sal en las ascuas, decrépita, es decir,
    salta en pedazos ruidosamente. El mismo fenómeno ocurre
    con la galena y con la cerusita. Otros minerales dan vapores
    densos, y el cinabrio, si se calienta en un tubo de vidrio, los
    desprende de mercurio, que se condensa formando gotitas
    metálicas.

    8-
    LAS DIVERSAS CLASES DE ROCAS

    En la corteza terrestre, según ya vimos, los
    minerales se hallan por lo general formando grandes masas, en la
    mayoría de los casos de naturaleza heterogénea, que
    se designan con el nombre de rocas. Cuando una roca está
    formada por un solo mineral, como ocurre a veces con el yeso,
    dícese que es una roca simple, calificándosela, en
    cambio, de compuesta si consiste en una agrupación de
    varios minerales distintos, como en el caso del granito. Todos
    los litólogos, o petrógrafos, que de
    ambos modos se llama a quienes se consagran al estudio de las
    rocas, parecen estar acordes en hacer de ellas, ante todo, sean
    simples o compuestas, una clasificación basada en su
    origen o manera de formarse, y así las distribuyen en tres
    grupos: rocas eruptivas, rocas sedimentarias y rocas
    metamórficas.

    8-1. LAS ROCAS
    ERUPTIVAS:

    Que también se denominan ígneas, deben su
    origen a la solidificación del magma, o sea de los
    materiales que se hallaban en fusión bajo la corteza
    terrestre, o que, sometidos a la vez a una enorme presión
    y a una temperatura elevadísima, tuvieron la plasticidad
    suficiente para construir minerales cristalinos. Su estructura
    varía según la mayor o menor rapidez del proceso
    solidificador. Si el magma se solidificó muy lentamente,
    los elementos de que se componía tuvieron tiempo de
    agruparse cristalizando, pues ya vimos que la
    cristalización exige cierta calma en el cambio de estado
    físico; y, en efecto, examinada la roca al microscopio se ve
    que está formada por cristales. Dícese entonces que
    su estructura es granitoide, por ser el granito la más
    conocida de las rocas así originadas. Si la
    solidificación del magma fue algo más
    rápida, de manera que sólo se formaron algunos
    cristales, que al microscopio
    aparecen maclados con una masa amorfa, la estructura se llama
    porfiroide, y si la solidificación fue tan rápida
    que no se llegaron a formar cristales y toda la roca es una masa
    amorfa solamente, resulta la estructura vítrea o
    vitrosa.

    Hay dos clases de rocas eruptivas: las rocas
    magmáticas o profundas, también llamadas
    intrusivas, y las volcánicas, piroclásticas o
    efusivas. Las primeras se formaron se formaron a gran
    profundidad, esto es, se solidificaron bajo la superficie del
    Globo, y de ahí que en muchos tratados de
    geología
    se les de el nombre de las rocas plutónicas, como homenaje
    a Plutón, el Dios de los infiernos que las antiguas
    tradiciones suponían situados bajo tierra. No olvidemos
    que "infierno" significa justamente eso, lo más inferior,
    lo que esta más abajo. Todo esto, sin embargo, no quiere
    decir que se encuentren rocas plutónicas sobre la
    superficie del suelo, antes bien
    son en ella muy frecuentes, y a veces forman grandes
    montañas de muchos kilómetros de extensión;
    pero cuando esto ocurre es porque dichas rocas, a consecuencia de
    fenómenos geológicos posteriores a su
    solidificación, han surgido sobre el terreno que antes la
    cubría, o porque este terreno ha sido destruido por la
    acción de la aguas o los vientos, dejando la roca
    magmatica al descubierto. Suelen estas rocas constituir extensas
    masas que los geólogos llaman batolitos, pero hay otras
    que se presentan como "rocas en vena", rellenando las fisuras y
    oquedades de la corteza terrestre, ya sea en forma de filones o
    lentejones o lacolitos, o va a manera de tabiques verticales,
    conocidos como diques.

    La roca magmática más común es el
    granito, que forma buena parte de las montañas del
    hemisferio norte, entre ellas muchas de las de España. Es
    una asociación de feldespatos ortosa y ojuelas de mica con
    pequeñísimos granos cristalinos de cuarzo, a la que
    con frecuencia se añaden otros elementos tales como
    magnetita, oligisto, granate, turmalina y algunas veces hasta
    minerales radioactivos de uranio o de torio. Según la
    proporción o la forma en que se hallan los tres
    componentes básicos, y de acuerdo también con la
    presencia de tales o cuales minerales accesorios, distinguense
    numerosas variedades de granito pudiendo incluirse entre ella la
    pegamatita, que se suele encontrar formando diques, y que se
    distingue por sus grandes cristales de cuarzo que las secciones
    de las roca aparecen como signos cuneiformes, a modo de los
    caracteres del antiguo alfabeto asirio. Los granitos conumes son
    de color grisáceo o ligeramente rosado, no pocas veces
    mosqueado por ojuelas de mica negra. El paisaje de montaña
    en que predomina esta roca se reconoce fácilmente por sus
    contornos suavemente redondeados, sin ásperos riscos ni
    abruptas barrancas, y en el frecuentes los amontonamientos de
    enormes canchos o berruecos, también más o menos
    redondeados a los que se debe el nombre de piedra
    verroqueña con que vulgarmente es conocido el granito.
    Acumulación de la manera más caprichosa presentanse
    a veces estos enormes peñascos montados unos sobre otros
    en absurdas posiciones de equilibrio,
    que les valen entre el vulgo el nombre de "piedras caballeras" y
    otros no menos gráficos, contra lo que generalmente se
    cree, tales agrupaciones no siempre son el resultado de
    derrumbamientos, sino que más bien han sido talladas por
    la naturaleza en el lugar mismo en que se encuentran. Los agentes
    de erosión las lluvias, los vientos y los bruscos cambios
    de temperatura, han sido en el transcurso de los siglos atacando
    y descomponiendo lentamente la roca produciendo en ella grietas
    redondeando y puliendo luego los bordes de esta, y transformando
    al fin en peñascos distintos, superpuestos o adyacentes,
    lo que primitivamente fue una enorme mole única. La
    descomposición afecta primero al feldespato, que va
    contribuir a la formación de arcillas, y después al
    cuarzo y a la mica que al disgregarse se convierten en arena,
    siendo estos materiales arrastrados por las lluvias lejos de su
    lugar de origen.

    No se crea por eso que el granito es una roca blanda;
    por el contrario en proverbial su dureza, que debe al cuarzo y al
    feldespato, y tiene también extraordinaria resistencia a
    la presión. Cada centímetro cuadrado de superficie
    del granito puede soportar el peso de una tonelada y tonelada y
    media, aun de tres toneladas en ciertas variedades. Estas
    cualidades lo hacen muy adecuado para utilizarlo como material de
    construcción y de pavimentación. Con
    el se hace sillares, losas y adoquines, y en las regiones donde
    abundan los cantos sin labrar proporcionan excelente material
    para edificar los muros de las casas aldeas y construir
    sólidos cercos. Su solidez y su gran duración
    unidas a la circunstancia de formar con frecuencia moles
    gigantes, hace que también se muy empleado para monumentos
    de gran tamaño: algunos obelisco egipcios, como el de
    heliopolis, cerca de El Cairo, que tiene 20 metros de altura o el
    de Luksor, actualmente en París que mide casi 24 metros,
    son monolitos graníticos.

    En arquitectura se
    emplea también mucho sobre todo como piedra decorativa, la
    sienita o granito de siena, roca magnética que se
    diferencia del granito por no tener cuarzo, lo que la hace
    más blanda. Aunque su nombre se refiere a siena, el
    Egipto y no a
    la ciudad italiana de igual denominación, no solamente se
    encuentra en valle del Nilo, sino también en otras muchas
    partes del Globo. Una de las variedades más estimadas
    viene de Noruega, sobre todo de la zona Laurwik, por lo que se
    conoce con el nombre de laurviquita. También son rocas
    plutónicas o intrusivas las dioritas y los gabros, que
    tienen parecidos usos y que se diferencian de los granitos y las
    sienitas por que en su composición, en vez de la ortosa,
    que es un feldespato aluminico-potasico, entre feldespatos de
    sodio y de calcio.

    Las rocas volcánicas , como ya lo expresa su
    mismo nombre, son aquellos que han salido a la superficie de la
    tierra en estado de fusión, por aberturas naturales, como
    son los cráteres de los volcanes,
    formando mantos y corrientes de lava, y enfriándose y
    solidificándose al exterior. Así como las rocas
    magmáticas, que se han hecho sólidas dentro de la
    corteza terrestre, aparecen hoy con mucha frecuencia en la
    superficie, las volcánicas, que se formaron
    superficialmente en contacto con la atmósfera, han quedado
    algunas veces cubiertas por terrenos formados posteriormente. En
    términos generales, las que se encuentran en este caso se
    denominan rocas efusivas antiguas, en tanto las que se presentan
    superficialmente y pueden atribuirse a erupciones más o
    menos comprobadas reciben el nombre de efusivas modernas. Entre
    las primeras figuras los pórfidos, que presentan la
    estructura llamada porfiroide, con cristales destacándose
    en una masa amorfa, debiéndose distinguir los
    pórfidos cuarziferos de composición parecida al del
    granito, de los no cuarziferos y porfiritas, como el
    pórfido rojo antiguo, o de Egipto, y el pórfido
    verde antiguo, uno y otro llamado así por la
    coloración de su parte amorfa, que desde lejanos tiempos
    han hecho que sean muy buscados como materiales de
    ornamentación arquitectónica y para tallar vasos y
    otros objetos de cerámica.

    Las rocas volcánicas modernas pueden clasificarse
    en traquitas y basaltos, las primeras relacionadas por su
    composición son sienita, mientras los segundos recuerdan
    mas bien los gabros. Las traquitas son rocas de estructura
    garnitiode, porfiriode o vítrea, pero siempre están
    caracterizadas por su superficie áspera y porosa; los
    terrenos en que predomina esta clase de rocas suelen ser muy
    áridos lo que hacen que se les conozca "malpaises", pero
    eso no obsta para que algunas tarquinas como las de Jumilla, en
    la provincia de morcilla, se utilizan para obtener abonos por
    contener apatito que, tratado por el ácido
    sulfúrico da superfosfatos. Los basaltos se diferencian a
    simple viste de las traquitas, no solamente por ser más
    compactos y por su coloración más obscura, a veces
    casi negra, sino también por formar paredones y
    cúpulas de un aspecto peculiar como de interminables
    columnatas o gigantescos tubos de órgano lo que se debe a
    la contracción por enfriamiento en forma de perimas
    paralelos de la lava que constituyo la roca. La gruta de Fingal
    en Escocia, la "calzada de los gigantes", en Irlanda, o el enorme
    peñasco en que sé hacienta Castellfullit, en la
    provincia de Gerona son ejemplos bien conocidos de formaciones
    basálticas. Parecidas a las traquitas, aunque por su
    composición corresponden a las rocas plutónicas del
    tipo diorita, son andecitas, resultantes de erupciones ocurridas
    a partir de los tiempos terciarios y que se forman todavía
    hoy. Aunque de distribución universal las andecitas de
    acuerdo a su nombre, son especialmente frecuentes en América. Parece que las emisiones de lava
    que las producen se caracterizan por su volumen y violencia la
    famosa erupción del Krakatoa y la más reciente y no
    menos terrible del pele, en la Martinica, fueron de lava
    andicifica.

    Entre las rocas volcánicas modernas se incluyen
    las riolitas o vidrios volcánicos, mereciendo mencionarse
    por su importancia y frecuencia la obsidiana y la piedra
    pómez. La obsidiana es de estructura francamente
    vítrea de color negro o verde obscuro, muy dura, con
    fractura concoidea y astillable en trozos de bordes muy
    cortantes, por lo que algunos pueblos salvajes la usan para hacer
    cuchillos y destrabes. El "macahuitl" de los guerreros aztecas era una
    espada de madera con los
    bordes guarnecidos de pedazos de obsidiana que ocasionaban
    terribles heridas, muy difíciles de curar. En cuanto a la
    piedra pómez, es bien conocida por ser artículo
    comercial de variados usos domésticos, obteniéndose
    la mayor parte de ella en las islas volcánicas del sur de
    Italia. Su
    estructura porosa, que permita al aire llenar sus innumerables y
    pequeñas cavidades, la hace muy liviana; tan es
    así, que en algunas partes de América
    Central la usan los naturales como flotador para sus artes de
    pesca.
    Pulverizada, se emplea para pulimentar la madera, el
    marfil y el cuero.

    8-2. LAS ROCAS
    SEDIMENTARIAS:

    Al contrario de las eruptivas, se han formado en
    frío, estando por lo general compuestas de materiales que,
    llevados por el agua o por el viento se han sedimentado o
    depositado, como ocurre con el ciento tras una crecida o con la
    tierra después de un huracán, constituyendo capas o
    estratos, a lo que se debe que también se las denomine
    rocas estratificadas. Ya hemos visto las rocas de origen
    ígneo, aun las más duras bajo la acción de
    las lluvias, los vientos y los bruscos cambios de temperatura
    pueden disgregarse lentamente y sin dificultar se comprende que
    sus fragmentos pueden a la vez disgregarse y hasta pulverizarse,
    siendo luego arrastrados por las aguas o transportados a larga
    distancias por el viento. En primer caso, que es el más
    común, acaban esos materiales pétreos, fragmentados
    o pulverizados por ser depositados por los torrentes y los
    ríos, ya en sus orillas, durante las crecidas ya en el
    fondo de los lagos y los mares a que van aquellos a parar.
    Creyose durante mucho que este era el origen de todas las rocas
    sedimentarias y de aquí que se las diera el nombre de
    neptunitas, por alusión a Neptuno Dios de las aguas; por
    que parece que a los antiguos geólogos le gustaba hacer
    gala de sus conocimientos mitológicos cuando se
    comprobó que también había estratos por la
    acción del viento, hubo que hablar igualmente como era
    lógico, de rocas eólicas. También puede
    ocurrir que el agua a su paso sobre cualquier clase de rocas
    resuelta ciertos elementos solubles de las mismas y los deposite
    más lejos, mediante la evaporación del
    líquido tal es por ejemplo el origen de los yacimientos de
    yeso.

    De todo esto resulta la posibilidad de distinguir 2
    tipos de rocas sedimentarias: las de origen mecánico
    denominadas clásticas o detriticas y de vidas a la
    disgregación de otras rocas y las de origen químico
    o de precipitación. Cave todavía agregar un tercer
    grupo, formado por las de origen organismo, o sea aquellas el que
    los materiales sedimentarios son restos de caparazones,
    esqueletos u otras partes de animales o de
    plantas, que han
    quedado en el fondo del agua y, al desaparecer esta, constituyen
    estratos todavía hoy cae constantemente al fondo del
    océano los esqueletos y caparazones calizos de
    innumerables animalillos microscópicos cuando estos de
    existir, formando capas de fango que, si el mar de desecase,
    serian verdaderas rocas.

    Pueden las rocas sedimentarias de origen mecánico
    a verse derivado de diversas eruptiva, si bien las más
    comunes aparecen de la desintegración o desmenuzamiento
    del granito. De acuerdo con el grado de fragmentación se
    las clasifica en rocas psefiticas, si consisten en fragmentos
    relativamente gruesos; rocas psamíticas, cuando se trata
    de granos menudos, y rocas pelíticas, si el materialmente
    pulverizado. Hay que distinguir además entre aquellas
    cuyos elementos están sueltos, y las que no presentan
    sementados o clavados entre si por una masa procedente de la
    disolución de otros materiales en el agua. Así la
    roca psamítica de granos sueltos más conocido es la
    arena (psamítico quiere decir justamente arenoso, de
    psammos, el nombre griego de la arena); pero si la arena se
    presenta sementada constituye la arenisca. Del mismo modo , deben
    considerar es como roca psefitica suelta las grabas y los cantos
    mucho más gruesos que la arena, y conocidos como cantos
    rodados si han sido redondeados por la acción del agua y
    del viento; mas estos materiales, si se encuentran cementados,
    forman un conglomerado, recibiendo éste nombre particular
    de brecha cuando se compone de grabas angulosas y el de pudinga
    si está formado por cantos rodados.

    Las rocas pelíticas más típicas son
    las arcillas, que en cierto modo podríamos considerar como
    cieno endurecido. Hay muchas variedades de arcillas,
    encontrándose rara vez puro el mineral así
    denominado, que es un silicato alumínico hidratado
    resultante de la alteración del feldespato y de la mica.
    En general, se reconocen por ser muy finas, ligeramente pastosas
    o untuosas al tacto, y caracterizadas por su apegamiento a la
    lengua, con olor a tierra mojada. Las hay que, mezcladas con
    agua, son muy fáciles de moldear, lo que las hace falta de
    gran aplicación en alfarería, y éstas son
    las madas arcillas plásticas, mientras que otras carecen
    de tal propiedad, pero en cambio tienen la de absorber las
    grasas, como la "tierra de bataneros", utilizada para limpiar
    lanas, y a éstas se las conoce como arcillas
    esmécticas. La roca formada por la mezcla de ambos tipos
    de arcilla y cierta proporción de sílice de
    denomina greda, mientras que las arcillas cargadas de caliza
    constituyen las margas utilizadas en la fabricación del
    cemento.

    Las rocas sedimentarias de precipitación son
    siempre simples, esto es, formadas por un solo mineral, y se
    derivan en general de la disolución del sodio, el calcio y
    otros elementos contenidos en otras rocas. El yeso que es sulfato
    de calcio, y la sal común, que es el cloruro de sodio, se
    presentan con mucha frecuencia como rocas sedimentarias de esta
    clase.

    En cuanto a las que son de origen orgánico, se
    las puede clasificar en calcáreas, siliceas y carbonosas.
    Las primeras comprenden la mayoría de las calizas,
    formadas por la acumulación de innumerables caparazones de
    protozoos marinos del grupo de los foraminíferos, o por
    los restos antiguos liperos o de valva de mosculos. Un ejemplo de
    ellas tenemos en la creta o tiza natural, en la que, con auxilio
    del microscopio, se pueden distinguir perfectamente estos restos
    orgánicos, y asimismo cabe recordar las grandes
    pirámides de Egipto, construidas con caliza
    numulítica, roca así llamada por estar constituida
    por caparazones de protozoos marinos del grupo de los
    foraminíferos, o por restos de antiguos poliperos o de
    valvas de moluscos. Un ejemplo de ellas tenemos en la creta o
    tiza natural, en la que, con auxilio del microscopio, se pueden
    distinguir perfectamente estos restos orgánicos, y
    asimismo cabe recordar las grandes pirámides de Egipto,
    construidas con caliza numulítica, roca así llamada
    por estar constituida por caparazones de foraminíferos de
    la familia de
    los numulítidos. Las rocas silíceas sedimentarias
    se han formado con las envolturas o caparazones de ciertas
    plantas microscópicas denominadas diatomeas, pero
    también hay de origen animal, compuesta de
    espículas de esponjas silíceas o de esqueletos de
    protozoos de los llamados radiolarios. El trípoli o harina
    de fósil que se emplea para pulimentar metales no es sino
    una especie de tierra compuesta de esqueletos. El trípoli
    de diatomeas, también llamado "kieselgur", tiene
    además una aplicación menos inocente; se le usa en
    la fabricación de la dinamita. Para que se tenga una idea
    de la importancia que los mencionados organismos
    microscópicos han tenido en la elaboración de rocas
    sedimentarias, basta decir que Berlín está
    constituido sobre una extensa capa de trípoli de
    más de 20 metros de espesor.

    Las rocas sedimentarias carbonosas, en fin, son los
    carbones minerales, a los que ya se aludió anteriormente,
    y que resultan de la descomposición de vegetales bajo el
    agua, y por lo tanto, fuera del contacto con la atmósfera.
    En estas condiciones, los tejidos del
    vegetal van perdiendo muy lentamente todos sus elementos a
    excepción del carbono, que
    queda constituyendo una masa negra, compacta unas veces y otras
    fibrosas, a la que se da el nombre de hulla o carbón de
    piedra. En virtud de la misma lentitud de su
    descomposición los carbones minerales son tanto más
    pobres en carbono, en
    proporción a su masa, cuanto más reciente es el
    comienzo de su formación. La hulla propiamente dicha,
    también llamada hornaguera, que se formó a expensas
    de la vegetación que había en el mundo hace
    más de doscientos millones de años, contiene de un
    80 a un 90 por ciento de carbono puro, pero hay un carbón
    mineral más antiguo, la antracita, en que la
    proporción es aproximadamente del 95 por ciento.
    También hay uno más moderno, el lignito, en que el
    carbono sólo representa alrededor del 70 por ciento de la
    masa total. Una variedad muy conocida del lignito es el azabache,
    que tanto se empleaba en otro tiempo para ornamentos y joyas de
    luto, y digo que se empleaba, por que el azabache que hoy usa la
    industria es
    generalmente artificial. Así como todavía hoy se
    están formando en el fondo de los mares rocas calizas y
    silíceas, también en muchas charcas, lagunas y
    llanuras pantanosas se inician en la actualidad estratos
    carbonosos mediante la continua descomposición de plantas
    en el fondo del agua. Naturalmente, estos depósitos son
    todavía muy pobres en carbono, pero eso no obsta para que
    proporcionen ya un combustible muy apreciado en algunos
    países, en Holanda, por ejemplo. La substancia así
    producida, cuya proporción de carbono apenas llega al 60
    por ciento, es la turba, y dichos depósitos se conocen con
    el nombre de turberas.

    Hay ciertas rocas sedimentarias que no pueden ser
    referidas con exactitud a ninguno de los tres grupos mencionados,
    presentando en cierto modo caracteres intermedios. Las margas
    antes citadas, por ejemplo, aunque fundamentalmente son arcillas,
    contienen una gran proporción de caliza derivada de restos
    de seres orgánicos. Otro tanto se puede decir del loes,
    tierra arcillosa de origen eólico relativamente moderno,
    que encierra concreciones granulares calizas, a las que en la
    Argentina, donde
    esta roca cubre extensas zonas, se da el nombre de "toscas".
    Entre estas rocas de dudosa clasificación podrían
    tal vez incluirse también las tobas, formadas por
    pequeños fragmentos de rocas eruptivas o por cenizas
    volcánicas, trabadas con arcilla o con otros materiales,
    así como las tobas calizas que se extienden a manera de
    costras a poca profundidad bajo el suelo, y que se
    deben a la evaporación de agua rica en sales de calcio que
    ha ascendido, por capilaridad, a través del terreno, desde
    capas más profundas.

    El estudio de las rocas sedimentarias es de
    trascendental importancia, sobre todo por el hecho de que, como
    más adelante hemos de ver, al formarse han encerrado en su
    seno los restos de los animales y las
    plantas que murieron en la época de su formación,
    restos que reciben el nombre de fósiles y cuyo conocimiento
    nos ha revelado la historia de la vida sobre la
    Tierra y de la Tierra misma desde que hubo vida en ella. En el
    transcurso de las edades, las capas de rocas sedimentarias se han
    venido superponiendo; la que corresponde al fondo de un antiguo
    lago desecado, por ejemplo puede haber sido luego cubierta por
    ella que resultó de una creciente, y sobre ésta, a
    su ves, puede haberse depositado un nuevo estrato por la
    acción del viento. Así es como muchas veces en un
    corte natural o artificial del terreno, aparecen claramente
    visibles, unas sobre otras, las diversas capas que nos cuentan la
    historia
    geológica del mismo. El espesor de estas capas pueden
    variar enormemente, desde unos pocos milímetros hasta
    muchos metros, y por esta diferencia se pueden calcular la
    duración relativa de la sedimentación. Es de
    sentido común, en efecto, que cuanto más tiempo
    tardó una capa en formarse, tanto más gruesa
    resultó. El principio, se puede también afirmar que
    los estratos son tanto más antiguas cuanto más bajo
    se encuentran, pero es perfectamente posible que, a consecuencia
    de cualquier cataclismo, se halla invertido el verdadero orden.
    El efecto, teóricamente, los estratos deberían ser
    siempre horizontales y paralelos, pero los movimientos de la
    corteza terrestre trastornan su posición y la hacen
    más menos oblicua, y a veces hasta vertical; y hasta se
    dan con frecuencia casos en que una serie de capas sedimentarias
    se pliega sobre sí misma de tal manera que las antiguas
    pasan a la parte superior, y una perforación a
    través de todas ellas se encuentran varias veces una misma
    capa.

    Cuando todas las capas superé puestas son
    paralelas, dícese que hay entre ellas concordancia,
    denominándose, en cambio, discordancia al caso en que se
    pueden distinguir dos series en direcciones distintas, una de
    ellas inclinada, por ejemplo, y la otra horizontal, lo que indica
    que la segunda serie de estratos se inició después
    del fenómeno geológico, fuera cual fuese, que
    altero la posición de la primera. Cuando los estratos
    aparecen inclinados uniformemente en una dirección, se
    consideran como formando un monoclinal; muchas veces, sin
    embargo; varían de dirección por estar plegados en
    arco o ángulo, constituyendo tan pronto una depresión
    o sinclinal, como una elevación o anticlinal. De las rocas
    sedimentarias que asoman en ella la superficie del suelo, se dice
    que afloran. Si todos los estratos fuesen horizontales, claro es
    que un terreno perfectamente llano nunca a floraría mas
    que el último que se hubiera formado, o sea el de encima
    de todos, pero a causa de su inclinación y de su
    plegamiento, y también de las desigualdades del terreno,
    es frecuente que en una misma localidad afloren varias capas, y
    cuando, por efecto de la erosión, el nivel del suelo corta
    horizontalmente un sinclinal o anticlinal, una misma capa puede
    aparecer en dos puntos más o menos apartados entre
    sí.

    Muchas veces, las rocas sedimentarias han estado sujetas
    a movimientos que han fracturado violentamente los estratos de
    arriba abajo, dando origen a fallas, es decir, a bruscas
    diferencias de nivel en las mismas capas a uno y otro lado del
    plano de fractura. Este plano rara vez es normal al de los
    estratos, antes bien suele ser más o menos oblicuo, y
    entonces, si forma un ángulo obtuso con los estratos en el
    lado en que están más bajos, se dice que la falla
    es "normal", en tanto que se denomina falla "inversa" aquella en
    que dicho ángulo es agudo. Parece evidente que en una
    falla normal, las rocas sedimentarias se hundieron del lado en
    que se hallan más bajas, probablemente a causa de un
    movimiento de
    aplastamiento, y en cambio, en las fallas inversas tal vez se
    elevaron las capas en el lado en que aparecen más altas, a
    consecuencia de una fuerte presión lateral. Hay ocasiones
    en que se observan dos fallas seguidas y paralelas, o poco menos;
    si la parte de los estratos comprendida entre los dos planos de
    fractura está hundida con respecto al resto, se dice que
    hay una fosa tectónica, mientras que si se presenta
    levantada, se conoce como un pilar, o también como un
    horst. Las fallas, que pueden superar diferencias de nivel del
    muchos metros, no solo son visibles en un corte del terreno; a
    veces son perfectamente apreciables en la superficie, en forma de
    barrancas o escalones de gran altura. Las famosas cataratas
    Victoria, en el sur de Africa, no son
    otra cosa que un salto que da el río Zambeze sobre una
    gigantesca falla de las rocas sedimentarias que forman su lecho.
    Dado el valor que esta clase de rocas tienen como documentos para
    la historia del Globo, se comprenderá cuán
    importante es el
    conocimiento de todos estos detalles sobre la forma en que se
    hallan dispuestas, para evitar posibles errores de
    interpretación, y no es, ciertamente, de menos importancia
    para el estudio de los animales o plantas de otras épocas,
    ya que dichas rocas vienen a ser como un archivo natural
    al que hay que acudir en busca de los restos de aquellos
    seres.

    8-3. ROCAS
    METAMORFICAS:

    Que también se les conocen como rocas
    estratocristalinas y cristalofílicas. Se entiende por
    metamorfismo la alteración que ciertas rocas, sean
    magmáticas o sedimentarias, experimentan en su estructura,
    y aun en su composición, por la acción de muy
    diversos factores, principalmente por la del agua, las altas
    temperaturas y las grandes presiones. Las nuevas rocas así
    formadas son las que se llaman metamórficas, y todas ellas
    presentan en común, como resultado de la presión,
    un notable carácter, cual es su estructura hojosa, o
    esquistosa, para emplear el tecnicismo petrográfico,
    estructura que cualquiera puede observar en un fragmento de
    pizarra tal como se encuentra en la naturaleza. Los antiguos
    geólogos creían que estas rocas constituían
    los materiales más antiguos de la corteza terrestre, pero
    esta opinión ha sido desechada hace muchos años.
    Algunas veces, las rocas metamórficas se encuentran
    inmediatas a las plutónicas de que se derivan, pero con
    mayor frecuencia aparecen aisladas, ocupando a veces grandes
    extensiones, y por lo general en el fondo de amplios sinclinales.
    De aquí ha nacido una división del metamorfismo en
    local o de contacto, y general. También se ha hecho una
    división de las rocas metamórficas, atendiendo a su
    origen, en metamórficas de origen ígneo y
    metamórficas de origen sedimentario; pero esta
    distinción no siempre es precisa. Por ejemplo, la
    más común de las rocas metamórficas, el
    gneis, suele considerarse como derivada, por metamorfismo, del
    granito, pero presenta ciertas variedades, comprendidas bajo el
    nombre de paragneises, que evidentemente provienen de rocas
    sedimentarias. Sea como fuere, la composición del gneis es
    análoga a la de los granitos, de los que difiere por su
    estructura hojosa, y también forma grandes macizos
    montañosos, que se caracterizan por lo escarpado de sus
    accidentes, lo
    afilado de sus cumbres y la forma peculiar de sus
    peñascos, tallados en lajas. Las sierras españolas
    de Gredos y Guadarrama están en gran parte constituidas
    por gneis.

    La estructura esquistosa se observa más
    claramente que en el gneis en las micacitas o micasquistos, rocas
    metamórficas cuyos componentes básicos son la mica
    y el cuarzo, pudiendo ser en cierto modo miradas como gneises sin
    feldespato o con muy reducida proporción de él.
    Parecidas son las pizarras cristalinas (cloritocitas, talcitas,
    etc.), en las que el cuarzo se presenta asociado con clorita, con
    mica cálcica o con talco, y que no deben ser confundidas
    con las pizarras comunes, o arcillosas, así denominadas
    por derivarse de las arcillas, siendo por tanto, de origen
    sedimentario bien definido. También son la cuarcita, roca
    formada por arenas de cuarzo cementadas por sílice,
    así como ciertos mármoles que provienen de las
    calizas. Actualmente, muchos petrógrafos opinan
    que la antracita es también una roca metamórfica de
    origen sedimentario, derivada de la hulla.

    Al tratar de las rocas, parece imprescindible decir algo
    acerca de los meteoritos o aerolitos, por más que no sean
    materiales de la corteza terrestre, sino que llegan a ella desde
    los espacios interplanetarios. Se tiene por generalmente admitido
    que los meteoritos son fragmentos de astros destruidos, aunque
    esta teoría
    no ha sido comprobada; pero, sea cual fuere su origen, lo cierto
    es que se trata de cuerpos extraterrestres que surcan el espacio
    a velocidades increíbles, y al parecer, en estado de
    incandescencia, siendo a veces visibles en las noches serenas por
    el resplandor que emiten al cruzar rápidamente el cielo
    estrellado. Estos cuerpos son conocidos con el nombre de
    bólidos; si uno de ellos entra en la zona de
    atracción de la tierra; cae violentamente, estallando con
    espantoso fragor al penetrar en nuestra atmósfera y
    rompiéndose en pedazos, unas veces grandes, hasta de
    varias toneladas de peso, y otras pequeñas y numerosos,
    como grueso granizo. Estos pedazos son los meteoritos que para su
    estudio se distribuyen en dos grupos; los férreos y los
    pétreos, o dicho de otro modo, los sideritos o hierros
    meteóricos y los lititos o piedras meteóricas. Los
    primeros se componen principalmente de minerales de hierro y
    níquel, con predominio del hierro, en tanto que en los
    segundos apenas se encuentran minerales metálicos, estando
    formados sobre todo por diversos silicatos. La división no
    es muy precisa, pues también hay litosideritos, es decir,
    meteoritos en que los silicatos y los minerales de hierro se
    hallan poco más o menos en igual proporción. Esta
    división se refiere a los compuestos predominantes pues
    tanto en los sideritos como en los lititos se han encontrado en
    pequeñas cantidades casi todos los elementos que existen
    en la Tierra.

    Incluso, en el año 1961, se determinaron el
    algunos meteoritos trazas de compuestos orgánicos, hecho
    que hizo pensar en la posibilidad de que en otros mundos existen
    o pudieron existir formas de vida semejantes a la
    nuestra.

    De modo general podemos decir que estas rocas
    extraterrestres presentan tres características en
    común: no contienen ningún elemento que no exista
    también en la Tierra; no entra en su composición
    ningún mineral hidratado y se hallan cubiertas de una
    delgada capa de mineral fundido, efecto sin duda del estado de
    incandescencia por el que han atravesado.

    El alunizaje de los astronautas Armstrong y Collins en
    Julio de 1969 ha permitido que los científicos de toda la
    Tierra dispusieran de muestras de nuestro satélite para su
    análisis. Los resultados obtenidos han
    venido a confirmar que los materiales extraterrestres poseen las
    características antes enumeradas. Todos los museos de
    historia natural poseen en sus colecciones meteoritos, con la
    fecha de su hallazgo y, si se conoce, la de su caída; son,
    en efecto, objetos muy interesantes y de cierto valor
    científico para el mejor conocimiento
    de la constitución del universo.

    Curso: Mineralogía

    Profesor: Ing. Apolonio Canta Villareal
    Alumnos:Ponce Pérez, Norman Paúl

    Tolentino Peña, Cristian

    Rojas Trinidad, Willian

    Guzmán Catalan, Ana Rosa

    Cerro de Pasco – Perú 1999

    Universidad Nacional Daniel Alcides
    Carión

    Facultad de Ingeniería

    Escuela de formación Profesional; de
    Metalurgia

    Dedicatoria:
    A todos nuestros Padres,

    quienes día a día se esfuerzan

    por sacarnos adelante para ser buenos
    profesionales.

     

     

    Autor:

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter