1.
Introducción
2. Los
Inicios
3. Las
Mujeres
5.
Bibliografía
Al iniciar este seminario se nos
propuso trabajar sobre una fuente primaria que estuviera
relacionada con el mundo germánico, ya fuera romana o
netamente medieval. Ésta debía estar enfocada hacia
un tema de nuestro interés,
en mi caso, la historia de
género.
Para empezar, la "Germania", de Cornelio Tácito,
es la primera fuente de estos nuevos pueblos en la frontera del
Imperio Romano,
en el año 98 D.C. Texto
sintético, elaborado, informativo, es -entre otras cosas-
un texto etnográfico y sociológico muy detallado de
la temprana sociedad
germánica.
Dicho texto no sólo nos habla de estas tribus,
sino que también reflejan la sociedad romana en la cual se
encuentra inmerso el autor. Este detalle nos ayuda a comprender
el porqué de una detallada descripción de la
indumentaria, trabajos, comportamientos, relaciones y sexualidad
femeninas. Habla con admiración y suspicacia de otra
cultura.
Pero la Germania es el punto de partida.
¿Qué pasó con las mujeres a través
del tiempo?
¿De tantos cambios drásticos en su sociedad?
¿De las nuevas influencias, de Roma, de la
sedentarización, del cristianismo?
¿Qué importancia tienen las mujeres en su
sociedad?
Mi tesis es la
siguiente: la sociedad germana que 'emigró' a Europa era
fundamentalmente guerrera. Esto produce, en las relaciones de
género, una situación especial en el reparto de los
roles. Como el hombre
utiliza todo su tiempo en el aspecto bélico, la mujer
-especialmente las de condición noble- debe
desempeñar funciones
diversas, que en tiempos de paz (después del siglo X) les
serán quitadas lentamente. Analizando su actuación
en distintas áreas, quisiera demostrar que este rasgo, la
flexibilidad de las mujeres para asumir roles, es un elemento
germánico que se presentará en las sociedades
europeas posteriores. Estas funciones, que siempre se
entremezclan, se pueden dividir en las siguientes:
Rol Económico, en la administración de casas, tierras,
cultivos.
Rol Religioso, en la conversión,
transmisión y difusión del cristianismo.
Rol Político-Reproductivo, en cuanto las alianzas
matrimoniales, los lazos familiares, y la procreación de
herederos van estrechamente unidos.
Rol Medicinal: en cuanto las mujeres conservan y
transmiten conocimientos curativos y de cirugía,
incluyendo los ginecológicos.
En este estudio me referiré a las mujeres de
condición noble, pues son las únicas a las cuales
se tiene acceso documentado. Sólo de ellas han quedado
rastros escritos, en este período crítico y
formativo de la nueva sociedad europea, que surgirá con
los reinos bárbaros. El marco cronólogico se
extiende desde el siglo I A.C., con la composición de la
"Germania", hasta los testimonios del siglo IX, sobre la vida de
Santa Liutberga.
La importancia de esta investigación radica en el desconocimiento
general sobre las mujeres en este período. Los rastros que
hay sobre ellas son pocos y están desperdigados. Y se ha
escrito poco. Los vacíos documentales hacen más
difícil la exploración en esta primera
época. Además, el enfoque de género es un
trabajo nuevo para mí.
El principal problema, entre el siglo I y el VI
especialmente, son las fuentes.
Primero, en un principio son todas masculinas, hasta muy entrado
el milenio. Segundo, los que escriben tienen prejuicios e
intereses en juego. Si son
romanos, escriben con angustia sobre un mundo que se derrumba y
desaparece bajo el empuje de los "bárbaros". Si son
germanos, intentan justificarse, y utilizan la escritura como
un instrumento de poder, al
dejar un registro de sus
historias nacionales, y a la vez unirse al mundo romano que
admiran.
En cuanto a las fuentes de segunda mano, o
bibliografía, todo lo que pude encontrar está
incluido al final. Esto incluye libros,
artículos, internet y enciclopedias. El
gran aporte a este trabajo fue hecho por la "Historia de las
Mujeres", en cuanto a la información y el trato de los datos. Las obras
clásicas sobre la Edad Media, si
no están al final, es porque arrojan pocas luces sobre un
tema tan específico como el mío.
El primer y más importante informante sobre los
germanos primitivos es Cornelio Tácito (¿55? – 117
D.C.), un historiador romano. Se le conoce por autoreferencias en
sus escritos, y por las cartas que le
enviaba a Plinio el Joven. Durante su carrera ejerció -al
parecer- los cargos de cuestor, pretor, cónsul y
procónsul (gobernador), mientras iba escribiendo sus
obras. Éstas son:
Obras Cortas
Diálogo de Oradores (Dialogus de Oratoribus), una
descripción de la educación
romana.
Vida de Agrícola (De Vita Lulii Agricolae), una
biografía
de su suegro, el general y hombre de
Estado, Gnaeus
Julio Agrícola.
Germania (De Origine et Situ Germaniae), una
etnografía exhaustiva de los pueblos germanos.
Obras Largas
Historias (Historiae), una historia del Imperio Romano
entre el año 69 A.C. al 96 D.C. De los 14 libros se
conservan 4 y parte del 5.
Anales (Annales), probablemente llamado Ab Excessu Divi
Augusti, 'desde la Muerte del
Divino Augusto'. Es una historia de los emperadores julianos
desde Tiberio hasta Nero, entre el 14 A.C. al 68 D.C. De los 16
libros llegaron hasta nosotros 9 y algunos fragmentos.
La "Germania" fue escrita, probablemente, entre los
años 98 a 100 D.C., siendo contemporánea -pero
posterior- a la Vida de Agrícola. Tácito
vivió en la Galia Bélgica, donde pudo recabar
información directa entre las tribus germanas que
allí habitaban, lo que se complementaría con la
información suministrada por militares y mercaderes.
También utilizó fuentes escritas, como Posidonio,
Aufidio Baso, Salustio, Tito Livio, Plinio el Viejo y Julio
César. A lo largo del texto resalta el sentido moralista y
político de Tácito, al admirar las 'buenas'
costumbres de los germanos, en oposición a la corrupción
y decadencia de Roma.
La intención y el carácter de la obra es
dividido en tres vertientes, según los
expertos:
"La Germania" era un esbozo, un ejercicio, para escribir
sus Historias.
Es un apéndice a dicha obra.
Es una obra independiente. En ese caso,
¿Qué pretende?
3.1) Advertir a Trajano del peligro germano para Roma
(la 'virilidad' y fuerza)
3.2) Es una obra de salón, un entrenamiento.
3.3) Es un tratado con intenciones descriptivas
étnico-geográficas.
¿Qué pueblos nos muestra
Tácito? Por las investigaciones
posteriores sabemos que los germanos pertenecen a la rama
lingüística indoeuropea. Esto quiere decir, en
nuestro caso, que en un principio todas las tribus hablaban un
idioma similar, que con el correr del tiempo fue
diferenciándose. Haciendo una extrapolación,
podemos decir que tienen un acervo cultural común, el
cuál también va evolucionando,
complejizándose y diferenciándose. En este estado
los describe Tácito.
El autor informa de diferentes estados de evolución en las diversas tribus que
describe. Así, las más cercanas al Imperio
están introduciéndose en el régimen
monetario, mientras que las lejanas viven mediante el trueque.
Tienen regímenes políticos distintos: los catos
eligen a sus jefes, mientras que los gotones tienen un
régimen monárquico, y los sitones son gobernados
por una mujer. En general adoran a los mismos dioses, pero hay
variantes entre las preferencias y las prácticas. Algunos
pueblos adoran preferentemente a deidades guerreras, como
Wotan/Odín/Mercurio, mientras que otros a las divinidades
de la fertilidad, Nerthus/Isis/Madre Tierra.
En todo caso, se puede describir a las tribus germanas,
en tiempos de Tácito, como sociedades guerreras
seminómadas. Algunas están empezando un proceso de
sedentarización, como los batavos, al entrar en contacto
con el Imperio; mientras que los fenos, en tanto, no han iniciado
este proceso.
El texto es claro en cuanto a la división de los
roles. Los hombres "Cuando no guerrean, se dedican algo a la
caza, pero pasan la mayor parte del tiempo sin ocuparse de nada,
entregados al sueño y a la comida."
. La guerra, sus
combates, son la ocupación del género masculino,
junto con la adivinación y el sacerdocio. La mujer toma
parte en esta ocupación: en las batallas son sus testigos
y acicates. "Tienen a su lado a sus seres queridos y pueden
oír el ulular de sus mujeres y los llantos de los
niños; estos son los testigos más sagrados
…"
Además, la mujer guarda las armas, que ha
recibido de su esposo, al cual también ella le regala
armamento en su boda: "… la mujer, quien, a su vez, regala a su
hombre algunas armas; a su juicio, éste es el mejor
vínculo …"
Por último, Tácito advierte: "Para que la
mujer no se considere ajena al valor militar
y a los avatares de la guerra, bajo los auspicios del incipiente
matrimonio se
le advierte que pasa a ser compañera de penalidades y
peligros; que ha de soportar y arriesgarse a lo mismo tanto en
paz como en guerra."
Las mujeres tienen otros roles, propios a su
género. La función económica, es decir, el
cultivo de la tierra, la
administración de los productos, la
alimentación y la preparación de
festines, y el cuidado del hogar recae en ellas: "Los más
valientes y belicosos entregan el cuidado de la casa, el hogar y
los campos a las mujeres, ancianos … La mujer y los hijos
realizan las restantes tareas de la casa …"
Tambien eran responsables de la fabricación de
las telas, para producir ropa y objetos de uso
doméstico
Respecto al rol religioso, algunas mujeres eran
respetadas como sacerdotisas y profetisas, como expone
Tácito: "Es más, piensan que hay en ellas algo
santo y profético, por lo que no desprecian sus consejos
ni desdeñan sus respuestas. Vimos, en el reinado del
divino Vespasiano, a Veleda, considerada por muchos como una
deidad, y en otro tiempo veneraron a Aurinia y a muchas otras, no
por adulación ni por divinizarlas."
Esto explicaría, junto a la adoración a
Nerthus, la "presencia de un sacerdote con atavío
femenino"
entre los naharvalos, y quizás el reinado
femenino entre los sitones, probable rastro de un antiguo
matriarcado. Esta actitud
femenina de participación activa en la religión se
unirá, más adelante, a la corriente de vigorosa
presencia en la Iglesia de las
mujeres en los primeros tiempos cristianos
Las alianzas matrimoniales, junto a la
reproducción, eran muy valoradas, pues proporcionaban
redes de
parentesco, en una sociedad en la que estos lazos son esenciales
para las relaciones
humanas y políticas.
Los matrimonios se concertaban en los banquetes, a juzgar por
esta cita: "Pero en los banquetes también deliberan sobre
… el establecimiento de alianzas familiares …"
Los lazos de sangre son los
más fuertes, especialmente en la guerra: "Algunos estiman
este lazo de sangre más sagrado y estrecho y lo prefieren
a la hora de recibir rehenes, pensando que ata con más
fuerza el ánimo y afecta a más miembros de la
familia."
Es conocida la buena impresión que dejaron en
Tácito las costumbres sexuales de los germanos: la
castidad de las mujeres, los duros castigos al adulterio, la
entrega de la dote a la novia (al revés del mundo romano),
y la belleza física. Explica que,
en general, los germanos son monógamos
, con excepción de los hombres bien situados
(nobles, reyes, capitanes) que practicaban la poligamia, a
quienes las novias les eran ofrecidas.
"Acuden con sus heridas ante sus madres y esposas; ellas
las repasan y examinan sin atemorizarse y llevan a los
combatientes alimentos y
ánimos"
Nada dice Tácito sobre deidades curativas, aunque
se supone que los dioses de la fertilidad como Nerthus/Madre
Tierra debían tener algún poder secundario en esta
área. En todo caso, la salud en general estaba en
manos femeninas. Ellas curan, cosen, recetan, tratan las heridas
y enfermedades de
los hombres, y las propias. Es probable que de estas
prácticas provengan las asociaciones medievales entre los
brebajes mágicos y la brujería, con las
mujeres.
El Imperio Romano, la gran civilización del
mediterráneo, cuyas estructuras
internas empezaron a debilitarse más o menos desde el
siglo III D.C., ya tenía muchos problemas
cuando los germanos se aparecieron en sus fronteras,
atraídos por la civilización romana. Con la
caída formal del imperio, y el ininterrumpido movimiento de
los germanos por el continente, se creó un clima de
hecatombe, de crisis, de
tragedia. Era como 'el fin de los tiempos'. Luego del ir y venir
de las tribus germánicas, que duraron hasta el siglo V,
más o menos, vinieron las segundas oleadas: los vikingos,
los normandos, los magiares, y los sarracenos, entre
otros.
Podríamos decir que hasta el siglo X Europa
estuvo en un peligro constante, un estado de guerra -interno y
externo- latente. El movimiento asiduo de guerreros, de luchas
entre tribus y reinos, de peligro permanente, ayudó a
crear una sociedad en la cual los roles no cambiaron
sustancialmente desde los tiempos de Tácito.
La naturaleza
generalmente desordenada de la sociedad permitía un marco
de acción más amplia para la influencia personal de las
mujeres. En los pueblos fronterizos, según Margaret Wade
Labarg los recursos
humanos tan escasos tenían que ser utilizados de
acuerdo con el talento de cada uno, debían fluir
según las necesidades más urgentes.
Entre los roles discernibles de la "Germania"
empezaremos analizando el económico.
Las funciones económicas
El desarrollo
más importante en la historia de las mujeres desde la
época que escribió Tácito, fue la
codificación de los derechos
económicos
Según Suzanne Fonay, inicialmente las mujeres
germanas no heredaban y no podían tener propiedad
alguna. Pero hacia finales del s. V, el precio de la
novia se convirtió en el regalo a la novia. Así,
"… los códigos pusieron a la novia germana en una
situación paralela con el conjunto más favorecido
de las mujeres romanas."
El derecho visigótico establecía que en el
caso de intestados, todos los hijos, varones o mujeres, heredaban
por igual.
Hubo naciones que, bajo la influencia romana, hicieron
leyes
más restrictivas, como los Códigos Sajón,
Turingio y Sálico
Desde los primeros tiempos, las mujeres recibían
un ajuar de bienes
domésticos y personales que, para desgracia de
Tácito, ahora también incluye una gran cantidad de
joyas y vestidos costosos.
En la aristocracia, el servicio real
y de guerra absorbían las energías de los hombres,
de modo que la supervisión de las propiedades de la
familia se
dejaba en manos de las mujeres. Dhuoda
, la esposa de Bernardo de Septimania, permaneció
en su casa, en Uzes, y dirigió las posesiones rurales,
mientras él pasaba el tiempo en la corte como
chambelán Imperial.
Nacida en una familia de la alta nobleza a principios del
siglo IX, la casaron el año 824 con Bernardo, Duque de
Septimania y primo de Carlomagno. El hijo de ambos, Guillermo,
nació en noviembre del 826. Poco después
-exactamente cuándo y por qué no se sabe- Bernardo
envió a su mujer a Uzes, en el sudoeste de Francia, donde
parece haber pasado el resto de su vida, separada de su marido.
Aprendió a vivir sola, a gobernar los campos, a pedir
préstamos a cristianos y judíos para armar a su
marido (otra costumbre que conservan). En el 841 nació
Bernard, a quien el padre se llevó a la Corte al
niño a toda prisa, sin bautizar. Guillermo estaba en la
corte de Carlos el Calvo, como prueba de la lealtad de Bernardo
hacia el rey. Dhuoda, sola en su castillo, le escribió un
manual de
educación a su primogénito. En el tratado le
explica sus ideales religiosos y mundanos, "… se trata de un
notable retrato de una dama digna y culta, golpeada, pero no
abatida por las dificultades de la vida."
El manual expone muy claramente el doble sistema de
valores que
Dhuoda deseaba presentar a su hijo: el servicio a Dios, por
supuesto, pero también la adecuada defensa del ideal de
una existencia noble en esta vida. Dhuoda insiste en que debe
actuar noblemente, respetando los rangos y haciendo
dádiva, pero mostrando también cortesía con
todos, no sólo con sus iguales. Dhuoda está
convencida de que esta conducta, cuando
se combina con la devoción cristiana, le traerá
tanto felicidad terrenal como la salvación eterna. Su
libro es un
notable retrato de la propia Dhuoda con todo su anhelo humanos de
una vida normal con sus hijos, pero con una auténtica
devoción religiosa y la dignidad y el autocontrol que se
podía esperar de una mujer de su alcurnia.
La reina carolingia supervisaba el palacio, los estados
reales, y representaba a su marido en ausencia de éste. La
posición la adquiría cuando era ungida y coronada,
las concubinas no llegaron a tener este poder. En su Capitulare
de Villis, Carlomagno declaró que lo que la reina ordenara
a los jueces, ministros, senescales y escanciadores, debía
ejecutarse al pie de la letra. En una época en que no se
distinguía entre el poder privado y público de un
gobernante, era éste un poder enorme. Hincmar de Reims
explicó, dos generaciones después, que la reina,
con ayuda del chambelán, también estaba a cargo del
tesoro real. Agregó que el rey no podía verse
implicado en tales trivialidades domésticas. Las reinas
merovingias también tenían acceso al palacio y al
tesoro, pero el chambelán ejercía las funciones
administrativas, que luego pasarán a las reinas
carolingias.
La vida de santa Liutbergaescrita por un monje de
Halberstadt que la conoció, nos muestra la vida de una
niña educada por la condesa Gisla para administrar los
dominios de la familia. La condesa le enseñó a
manejar las diversas y desperdigadas posesiones. "Gobernaba la
casa no sólo con palabras sino con el ejemplo de la virtud
nos dice el monje, por la virilidad de su alma. Viajaba con la
condesa, practicaba la caridad, ayudaba a los enfermos
necesitados, daba consejos y estudiaba. Fue canonizada en el s.
IX , por milagros de curación y resurrección, poco
después de su muerte.
Las Funciones Religiosas
Las mujeres ejercieron un papel
importante en la conversión de los hombres, especialmente
las princesas y reinas. En el paganismo sus consejos eran
escuchados y muchas ejercían la profesión
sacerdotal. Esto fue de ayuda cuando llego la hora de expandir el
cristianismo.
El caso más claro lo presenta Gregorio de Tours
con la conversión de Clodoveo por la reina
Clotilde:
"Gondioc, rey de los Burgundios, del linaje del rey
perseguidor Atanarico, de quien ya nos hemos ocupado más
arriba, tenía cuatro hijos: Gondebaudo, Godegisilo,
Chilperico y Godomer. Gondebaudo asesinó a su hermano
Chilperico haciendo tirar al agua a la
mujer, con una piedra al cuello, y exilió a las dos hijas;
la mayor, que tomó el velo, se llamaba Crona; la menor,
Clotilde. Con ocasión de una de las numerosas embajadas
enviadas por Clodoveo a los burgundios, sus enviados encontraron
a la joven Clotilde. Informaron a Clodoveo de la gracia y de la
sabiduría que habían constatado en ella y de los
informes que
habían recibido acerca de su origen regio. Sin tardar, la
pidió en matrimonio a Gondebaudo. Este, considerando las
consecuencias de una negativa, la remitió a los enviados
que se apresuraron en llevarla ante Clodoveo. Al verla el rey
quedó encantado y la desposó, a pesar de que una
concubina le había dado ya un hijo, Thierry.
Lo primero que se establece es su origen regio, pues los
parientes y los lazos familiares influyen, positiva o
negativamente, dependiendo del caso.
De la reina Clotilde tuvo un primer hijo. Deseando
bautizarlo, insistía a su marido: "Los dioses que
tú veneras no son nada, incapaces son de ayudarte, ni de
atender los deseos de cualquier otro. Son ídolos de
piedra, de madera o de
metal. Los ridículos nombres que les das no son nombres
divinos, son hombres los que los han llevado, lo testimonia
Saturno de quien se dice que huyó por temor a ser
destronado por su hijo, lo testimonia Júpiter mismo,
mancillado con el fango de todos los estupros,
corrompiéndose con hombres, sin respetar sus propios
parientes, él, que no se podía contener de
compartir el lecho con su propia hermana, como ella misma lo
dijo, hermana y esposa de Júpiter. ¿De qué
han sido capaces Marte y Mercurio? Esos son unos hechiceros, su
poder no es de origen divino. El Dios al que hace falta rendir
culto, es aquel cuya palabra ha sacado de la nada el cielo, la
tierra, el mar y todo lo que ellos encierran, que ha iluminado
el sol,
llenado el firmamento de estrellas, poblado las aguas de peces, la
tierra de seres vivos, el aire de aves. Es por
su voluntad que los campos producen las cosechas, los
árboles los frutos, las viñas las uvas, es de su
mano que el género humano ha sido creado. Gracias a su
liberalidad, la creación entera está al servicio
del hombre, le está sometida y le colma de sus
beneficios". La reina decía bien, pero el corazón
del rey permanecía insensible a las exigencias de la fe.
… No obstante la reina, obedeciendo a su fe, pidió el
bautismo para su hijo; hizo tapizar la iglesia de velos y de
tinturas para que el rito incitara a la creencia a quien sus
palabras no alcanzaban a tocar. Ahora bien, el niño,
bautizado con el nombre de Ingomer, murió revestido de la
ropa bautismal (in albis obit). Por ello el rey, irritado, se
encolerizó con la reina: "Si el niño hubiera sido
consagrado a mis dioses, ciertamente que habría vivido;
pero porque ha sido bautizado en el nombre del vuestro, le ha
sido imposible vivir". A lo cual la reina respondió:
"Agradezco a Dios Todopoderoso, creador de todas las cosas, que
me ha hecho a mí, indigna, el honor de abrir su reino al
fruto de mis entrañas. Mi alma no ha sido dañada
por el dolor, porque, lo sé, arrebatado de este mundo en
la inocencia bautismal, mi hijo se nutre de la
contemplación de Dios". Ella tuvo luego otro hijo que
recibió en su bautismo el nombre de Clodomir. Habiendo
éste enfermado, el rey dijo: "No le podía pasar
sino lo que a su hermano, es decir, morir tan pronto como hubiese
sido bautizado en el nombre de vuestro Cristo". Pero gracias a
las oraciones de su madre, el niño se restableció
bajo la orden del Señor.
El momento de la prueba, y la conversión, La
reina no cesaba de rogarle para que conociera al verdadero Dios y
abandonase los ídolos; pero no pudo sacarlo de esta
creencia hasta el día en que fue declarada la guerra
contra los alamanes, guerra en el curso de la cual fue impulsado
por la necesidad a confesar lo que había renunciado hacer
voluntariamente. Llegó el momento, en efecto, en que el
conflicto
entre los dos ejércitos degeneró en una violenta
masacre y el ejército de Clodoveo estaba a punto de ser
exterminado. Viendo esto elevó los ojos al cielo y, con el
corazón compungido, emocionado hasta las lágrimas,
dijo: "Oh, Jesucristo, al que Clotilde proclama hijo del Dios
vivo, tú que ayudas a aquellos que sufren y que le das la
victoria a aquellos que tienen fe en ti, te imploro devotamente
la gloria de tu asistencia; si tú me das la victoria sobre
estos enemigos y si experimento la virtud milagrosa, que el
pueblo consagrado a tu nombre se dé cuenta que ella viene
de ti, creeré y me haré bautizar en tu nombre. Yo,
en efecto, he invocado mis dioses, pero, como ya me he dado
cuenta, se han abstenido de ayudarme. Creo, pues, que ello se
debe a que no tienen poder alguno, puesto que no vienen en
socorro de sus servidores. Es a
ti a quien invoco ahora, es en ti en quien deseo creer, tanto
como pongas en fuga a mis adversarios". Apenas dijo estas
palabras, los alamanes dieron vuelta la espalda y comenzaron a
huir. Como su rey había muerto en el combate, se rindieron
a Clodoveo diciendo: "Por piedad, no dejes morir más
gente, en adelante haremos lo que desees", y él, habiendo
terminado así la guerra, después de comunicar al
pueblo la paz contraída, entra y le cuenta a la reina
cómo, invocando el nombre de Cristo, había obtenido
la victoria. [Todo esto sucedió a los quince años
de su reinado].
Entonces la reina hizo venir a escondidas a San Remigio,
obispo de la ciudad de Reims, para fortalecer en el rey "la
palabra de la Salvación".
El obispo lo llamó en secreto y le instó a
que creyera en el verdadero Dios, creador del cielo y de la
tierra, y abandonara los ídolos que no podían serle
útiles ni a él ni a nadie. Pero este último
respondió: "Te he escuchado atentamente, muy santo padre;
sin embargo, hay que considerar que el pueblo que me sigue no
tolerará abandonar sus dioses; en todo caso yo les
hablaré conforme a tu palabra". Se devolvió hasta
donde estaban sus hombres y en el momento mismo que tomó
la palabra, el poder de Dios se le adelantó y todo el
pueblo gritó al unísono: "A los dioses mortales los
rechazamos, piadoso rey; es al Dios inmortal que predica Remigio
al que estamos dispuestos a seguir". Estas noticias le fueron
comunicadas al prelado. Este, lleno de gozo, hizo preparar la
pila bautismal. Las calles fueron cubiertas con guirnaldas de
colores, la
Iglesia adornada con cortinas blancas, el bautisterio preparado,
fueron esparcidos perfumes, fragantes cirios brillaban, todo el
bautisterio estaba impregnado de un olor divino, y Dios
colmó de tal manera a los asistentes con su gracia, que
estos se sentían transportados a los perfumes del
Paraíso. Clodoveo fue el primer rey que pidió ser
bautizado por el pontífice. Avanzó, cual nuevo
Constantino, hacia la pila bautismal, que había borrado la
enfermedad de una vieja lepra, para limpiar, con agua fresca, las
sórdidas manchas antiguamente adquiridas. Cuando
entró para el bautismo, el santo de Dios se dirigió
hacia él con voz elocuente en estos términos:
"Despójate humildemente de tus collares (mitis depone
colla: inclina humildemente la cerviz). Oh, Sicambrio, adora lo
que quemaste, quema lo que adoraste"."
Las arengas y explicaciones de su mujer son, en este
relato, esenciales para convencer a Clodoveo del poder de la
nueva religión. Ella es la transmisora de esta nueva
verdad religiosa, y lucha contra el paganismo de su marido.
Insiste y ruega, enseña y suplica. Prepara el terreno para
los milagros. Luego el rey las pone a prueba con su ruego en la
batalla, y su plegaria es respondida. Vemos que la Reina manda
llamar a un obispo para que enseñe al rey los misterios de
la fe, y al final, es bautizado por el
Pontífice.
A través de las alianzas matrimoniales, que
serán analizadas más adelante, vemos como las
princesas, que nunca viajan solas, expanden la fe que practican.
Beda el Venerable
explica como el rey de Kent, Ethelbert, empieza a
conocer la doctrina cristiana por medio de su esposa, la princesa
franca católica Berta, que viaja con el obispo Liudardo,
para cumplir con su fe.
Las mujeres que se veían libres de los cuidados
del matrimonio eran las que escapaban a un monasterio para
permanecer en la virginidad y la viudedad o las que se quedaban
en casa como mujeres sagradas de Dios
Ya las mujeres de los reyes merovingios, lombardos y
anglosajones habían escogido el retiro a una
institución religiosa cuando enviudaron. Por ejemplo, la
reina Clotilde, después de la muerte del rey Clodoveo,
paso el resto de la vida el la Basílica de San
Martín. La reina Ansa, lombarda, se unió a su hija
en el monasterio de San Salvatore en Brescia, después que
su marido fue destronado por Carlomagno. La reina Eteldreda
insistió durante mucho tiempo en retirarse de este mundo y
finalmente obtuvo el reticente consentimiento del rey Egfried
para que entrara en el monasterio de Coldingham. La mera
naturaleza del papel de esposa en la familia
aristocrática, llena de su riqueza mueble, de joyas,
comida y vestimentas, daba oportunidad a las mujeres para
establecer alianzas con obispos y abades.
Además de las mujeres casadas, las abadesas
también desempeñaron un papel esencial en la
transmisión de la cultura, a través de la
cristianización mediante la fundación de conventos
femeninos, centros de producción y cultura. Entre las más
famosas se encuentran la reina, y luego abadesa, Radegunda, y la
abades Hilda de Whitby. Estas eran mujeres de elevado rango
social, grandes administradoras y devotas religiosas.
Santa Radegunda (518 – 587) era princesa de Turingia por
nacimiento. Había sido capturada por Clotario, el hijo
más joven de Clovis, primer rey cristiano de los Francos.
La princesa que fue educada en un convento francés en
Athies, donde se convirtió en una mujer católica y
culta, que leía el latín con facilidad.
Según Margaret Wade L. Clotario seguía siendo un
bárbaro, tuvo por lo menos cinco mujeres. Su matrimonio
fue un fracaso, sobre todo porque no tuvieron hijos, y al marido
le incomodaban las actividades devotas, caritativas y
ascéticas. Según Venantius Fortunatus el
biógrafo de la reina, éste ejercía los
poderes propios de una reina en el ámbito judicial y
administrativo, contrariando a su marido. Después de
quince años vino el quiebre del matrimonio, Clotario
mandó a asesinar al hermano de Radegunda. Esta huyó
del rey y de la corte, logrando convencer al santo obispo
Medardro, de que le permitiera profesar para defenderse de la
persecución de su marido. Fundó en Poitiers el
monasterio de Ste-Croix, que se convirtió en un centro de
letras, que contaba incluso con un poeta residente, Venantius
Fortunatus.
Hilda de Whitby era sobrina nieta del rey Edwin de
Northumbria. Tenía treinta años cuando
decidió entrar a la abadía de Chelles, cerca de
París. Aidan, el santo obispo de Lindisfarne, la hizo
regresar a su casa, ya que quería su ayuda para
cristianizar a los habitantes de Northumbria. Hilda fundó
varios conventos, pero su fama se debe a la condición de
abadesa de Whitby, uno de los más célebres
monasterios dobles, esas comunidades insólitas que
tenían secciones separadas de monjes y monjas, aunque
unidas por el gobierno de una
abadesa. Whitby era famoso por su celo religioso y su cultura.
Participó activamente en el Sínodo de Whitby en el
año 664, que definió el rumbo de la nueva iglesia
británica
Beda le dedicó un capítulo completo de su
libro IV, dejando constancia de la religiosidad, fama, e inteligencia
de esta mujer.
El Rol Político/Reproductivo
Se entremezcla mucho con el anterior, pues las mujeres
religiosas poderosas tenían influencia política. Esta
unión de los poderes estaba muy acentuada en los primeros
reinos bárbaros, que usaban al cristianismo como un medio
de unión y fortalecimiento de las
monarquías.
Los germanos descritos por Tácito practicaban las
políticas de alianzas mediante matrimonios. Esta costumbre
se mantuvo y fue practicada por reyes de todas las naciones
germanas. Estos repartieron a sus hijas entre sus aliados, entre
antiguos enemigos (para sellar la paz), y entre sus iguales
(otros reyes). Las prácticas del matrimonio obedecen
también al hecho que no se podían casar entre
parientes cercanos (hasta el séptimo grado), por lo que
debían buscar esposas lejos de su patria. Así, se
intercambiaban conocimientos y prácticas
distintas.
Carlos el Calvo entregó a su hija Judith al rey
de Inglaterra
occidental, Ethewulfo. Ethelbert, rey de Kent, recibió a
Berta, otra princesa franca. Sigiberto
hijo de Clotario y rey franco de Austrasia, quiso
casarse con otra princesa, esta vez del reino visigodo del sur,
la princesa Brunekhilda. Su hermano, Chilperico, sigue su
ejemplo, y se casa con la hermana mayor de la última,
Gailswintha. Radegunda fue un trofeo de guerra, de sangre real,
para Clotario. Teodorico el Grande, rey de los ostrogodos,
casó a sus hijas con distintos reyes francos, burgundios y
visigodos. Eghinardo, el biógrafo de Carlomagno, le
reprocha sutilmente a éste que no haya casado a sus
hijas.
La práctica de la poligamia entre los reyes y
nobles fue muy común hasta el siglo IX, cuando la Iglesia
empieza a elaborar sus estrategias
matrimoniales futuras
y a predicarlas. Hasta ese momento, (el de la
polémica por el divorcio de
Lotario II, rey de Lotaringia, y su mujer Tetberga.) la Iglesia
no se inmiscuía mucho en las prácticas sexuales y
matrimoniales de la población.
Según Gregorio de Tours entre los reyes
merovingios cuatro practicaron la poliginia: Clotario I,
Cariberto I, Chilperico I y Dagoberto I. Dos de las mujeres de
Clotario, Ingunda y Aregunda, estuvieron casadas con él al
mismo tiempo. Chariberto dividió su atención entre
dos hermanas, Meroflea y Marcoveifa, y una mujer adicional,
Teudegilda. Chilperico practicó la poligamia antes de
casarse con Glaswinta. Dagoberto se había casado con la
deseable Nantilda y otras dos mujeres.
El Rol Medicinal
Este pequeño punto se refiere a los conocimientos
medicinales que las mujeres germanas, especialmente las nobles,
heredaron de antiguo, y aumentaron con la sabiduría
romana. En un principio curaban a los heridos de guerra, como nos
cuenta Tácito, pero más adelante esto se
ampliará. Santa Liutberga
tenía, entre sus funciones primordiales, el
cuidado de la salud de todos los seres humanos de la casa de su
patrona, tanto nobles como humildes. Esto no era sólo
caridad, era un deber de las damas.
Según Margaret Wade L. el conde Ekkehard, un
noble de Borgoña del s. IX, legó un libro de
ginecología a su cuñada . La autora afirma "era
perfectamente lógico que el libro de ginecología
fuera legado a una mujer ya que los alumbramientos y los
problemas que acarreaban eran competencia de
las mujeres y una obra de ese tipo bien podía ser
conservada como libro de consulta por una gran dama".
Esto sugiere la considerable responsabilidad en la supervisión del
tratamiento de las heridas y dolencias de los que
dependían de la gran dama. La medicina de esa
época se basaba, casi exclusivamente, en el sentido
común la experiencia y un conocimiento
de las propiedades curativas de la hierbas.
Los monasterios de la alta Edad Media tenían
grandes enfermerías y sus propios huertos de hierbas
medicinales. Probablemente los mejores médicos
también. Sin embargo, los primeros cuidados los
suministraba, generalmente, la señora del castillo. Para
ella los libros de consulta serían muy valiosos, y
además le permitirían transmitir la
información adecuada a los que cuidaban enfermos de las
clases más humildes.
En todo caso, la literatura recogerá
esta función de las damas nobles. En el Romance de
Tristán e Isolda, ella acude a cuidar al héroe
herido, en su lecho de muerte.
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